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    "El exilio republicano: el gran éxodo de 1939" - Muy interesante recopilación de datos publicados en la web Franquismo: el Genocidio del que no se habla

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    pedrocasca
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    Mensaje por pedrocasca Sáb Nov 26, 2011 8:27 pm

    El exilio republicano: el gran éxodo de 1939

    recopilación de datos de Inés García Holgado y Jorge Frachia Martín
    publicado en la web argentina Franquismo: el Genocido del que no se habla

    Aquella guerra iniciada en 1936 tuvo su cenit con la derrota repúblicana en abril de 1939, consecuencia de la misma y a medida que la las tropas franquistas iban tomando Cataluña, el 15 de enero tras la caída de Tarragona, se inicia un exilio masivo cuya desgarradora marcha protagonizó las carreteras catalanas que conducían a Francia. Conformaron aquella huída desesperada mujeres, ancianos, niños, soldados y discapacitados que “huían empujados por el miedo físico o psicológico de los últimos momentos de una guerra perdida”. Aquella población civil no tenía responsabilidades políticas ni militares, por lo tanto no pueden ser consideradas como exiliadas. Entonces ¿por qué huían? Según la escritora Teresa Pàmies “la masa de la población civil seguía un impulso colectivo, pensando algunos que en Francia encontrarían al marido, al hijo, al padre, al hermano; que pasada la borrasca retornarían juntos a empezar de nuevo la vida en familia, aunque faltasen algunos, muertos en las trincheras, en los bombardeos o, sencillamente, desaparecidos en la vorágine de la guerra”.

    La huida masiva conllevó una serie de elementos desgarradores entre los cuales el continuo bombardeo de la población en retirada, las inclemencias del tiempo aguzado por un frío invierno, el abandono de los enseres personales por el camino y lo que aquello significaba para muchas personas, mujeres especialmente, quienes dejaban tirada en la cuneta los recuerdos de toda una vida. El hambre, la separación de las familias por las autoridades francesas tras el cruce de la frontera, así como un futuro incierto tras el paso de la misma, fueron los elementos que impregnaron una experiencia del exiliado marcando un antes y un después para muchos de ellos y, en definitiva, dando lugar a lo que sería una memoria colectiva del exilio.

    Ante esta dramática situación voceada por la propia prensa francesa e internacional, dándole protagonismo especialmente durante los meses inmediatos a la Segunda Guerra Mundial, dió lugar a que los organismos de ayuda internacionales reorientaran la ayuda a socorrer a los exiliados. Ese auxilio fue gestionado por el Comité International de Coordination et d’Information pour l’Aide à l’Espagne Républicaine (CICIAER), organismo creado por el gobierno de la República el 13 de agosto de 1936, ubicado en París, con el fin de asegurar la coordinación de los esfuerzos a favor de la España repúblicana a escala internacional. Tras la derrota repúblicana, la cooperación internacional se orientó a mejorar las condiciones de vida de los refugiados en los campos de concentración de la metrópoli francesa y el Norte de África, así como el propósito de trasladarlos a América.

    Unas 465.000 personas cruzaron la frontera con Francia en aquel desgarrador invierno; un éxodo el cual previamente había pasado de Madrid a Valencia, después a Barcelona, Girona, Figueres y, finalmente, a la frontera con el país vecino. No solamente llegaron con la desesperación que suponía el vivir con una perenne incógnita: “¿Qué nos va a suceder ahora?”, sino que además se encontraron con una Francia inmersa en una fuerte crisis económica desde 1930, amén de una derecha reaccionaria dominada por fascistas y xenófobos. El diputado radical Édouard Daladier, a la sazón de Primer Ministro, fomentó una política de enfrentamiento con los comunistas utilizando, a su vez, un cierto consenso con los elementos xenófobos presentes en la sociedad y la opinión pública francesas desde comienzos de los años ’30. Todo ello producto de la llegada de distintas oleadas de refugiados políticos, especialmente españoles e italianos, y también por una emigración económica española caracterizada por un alto grado de analfabetismo y escasa cualificación profesional. Todos estos factores provocaron en gran parte de la sociedad francesa una cierta repulsión hacia aquel exiliado que cruzaba la frontera en el crudo invierno de 1939. Si bien las mujeres y los niños eran vistos como víctimas inocentes de la guerra, los ex combatientes sin embargo fueron acusados de utilizar a estas mujeres y niños para protegerse tildándoseles, entre otros epítetos despectivos, como êtres repoussants, malpropes, fuyards, déserteurs et des indésirables (seres repulsivos, obscenos, fugitivos, desertores e indeseables).

    Así pues, el exilio constituyó para el gobierno francés un problema económico y político, mostrándose rápidamente interesado en fomentar su repatriación a España o la re-emigración a terceros países tales como México, Chile y República Dominicana, las tres únicas repúblicas americanas que aceptaron oficialmente a los republicanos españoles. Esta ultima opción estaba supeditada a una serie de criterios de selección para admitirlos y a la condición de que los organismos oficiales de ayuda les costearan el viaje y contribuyeran económicamente a su instalación al país receptor. De este modo, el coste fue sufragado por el SERE (Servicio de Emigración –o Evacuación- de los Republicanos Españoles) y la JARE (Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles), organismos creados por el gobierno republicano en el exilio y cuyos fondos financieros y económicos principales fueron hechos por miembros del Gobierno de la República en Francia en los años de la guerra. Ambos organismos contaron con la ayuda desinteresada de centenares de comités internacionales quienes colaboraron a que se llevaran a cabo las evacuaciones. Por citar un ejemplo, uno de los países que más ayuda prestó a la causa repúblicana fue Argentina cuya sociedad, en posición antagónica a la conducta del propio gobierno filo-conservador y reacio a aceptar a los refugiados republicanos, se movilizó en clave antifascista volcando todo su apoyo a la causa repúblicana, primero, y al exiliado después.

    En el imaginario colectivo del exiliado, aquella re-emigración a América viene a menudo asociada a los nombres de los “buques de la esperanza”: aquellos barcos utilizados para transportar a un gran número de refugiados españoles hacia tierras hermanas en el período convulso de 1939 a 1940. Nombres como Flandre (312 exiliados), Sinaia (1.599), Ipanema (900) o Mexique (2.067) para el caso de México, Winnipeg (2.200) para Chile, Massilia en Argentina o el Stanbrook para Orán, significaron no solamente un pasaje a la esperanza sino un vivo recuerdo que marcó el inicio de una vida nueva en un lugar lejano.

    Asimismo, las repatriaciones a España se fomentaron especialmente entre abril y diciembre de 1939. Tal y como nos indica el historiador J. B. Vilar, fueron unos 268.000 los que retornaron divididos entre ex-combatientes y población civil no implicados en causas políticas. Así, el 31 de diciembre del mismo año el número de exiliados que todavía permanecía en territorio francés rondaba las 182.000 unidades. El mismo historiador nos argumenta que los flujos de retornos aumentarían durante la Segunda Guerra Mundial, de tal forma que a finales de 1944 el total de exiliados rondaba en tono a las 162.000 personas.

    La guerra mundial en ciernes provocó una reorientación temática en la prensa nacional francesa e internacional; de este modo muy pronto los refugiados republicanos españoles dejaron de ser noticia. A partir de entonces la suerte de los exiliados corrió a la par que la de tantos otros refugiados políticos o perseguidos raciales, tales como los judíos, quienes fueron acosados por los regímenes nazi-fascistas.

    Diferenciación geográfica, política y socioprofesional del exilio
    La mayoría de esos exiliados que traspasaron la frontera con Francia eran gentes provenientes de las provincias catalanas, aunque también es cierto que ese éxodo se había nutrido con anterioridad de personas de las más diversas procedencias peninsulares. Este hecho se debió a que Cataluña fue alimentándose de aquellos refugiados procedentes de las zonas ocupadas por los ejércitos franquistas. Según las cifras aportadas por el historiador J. Rubio, geográficamente el cuadro regional que conformó el exilio masivo de 1939 en Francia puede distribuirse por las siguientes regiones: Cataluña con un 36.5 por ciento, Aragón con un 18.0 por ciento, Levante: 14.1 por ciento, Andalucía: 10.5 por ciento, Castilla la Nueva: 7.6 por ciento, Norte de España (País Vasco, Santander y Oviedo) con un 8.1 por ciento.

    Referente al nivel socioprofesional, de acuerdo con lo que nos indica la historiadora Alicia Alted, se ha tendido a establecer una diferenciación entre el exilio europeo, especialmente Francia como el país que acogió el mayor grueso de exiliados, y el americano con México a la cabeza. La gran mayoría de los refugiados que permanecieron en Francia pertenecían a los sectores agrícolas e industrial: transporte, metalurgia, mecánica, electricidad y construcción. Los departamentos meridionales fueron los que albergaron a exiliados “con un nivel socioprofesional más modesto y una gran proporción de militancia anarquista y socialista”, siendo los que constituyeron aquellas unidades de combatientes que, junto a los servicios auxiliares, cruzaron la frontera en enero y febrero de 1939. Sin embargo, como también señala el historiador Juan B Vilar, el caso de América fue una “emigración altamente selectiva. Sin prejuicio de la considerable presencia en la misma de emigrados de a pie, que con frecuencia suelen ser olvidados, los cuadros del exilio español en su conjunto se transvasó a América, a la América hispana fundamentalmente, de forma muy mayoritaria”. Así caracterizó aquel exilio americano un gran número de refugiados vinculados a las profesiones liberales, intelectuales y políticas.

    Políticamente hablando, el exilio republicano viene dibujado por las diferentes ideologías políticas de comunistas, socialistas, anarquistas y republicanos. Ideologías que en tantas ocasiones conllevaron a disensiones y disputas entre los propios refugiados en el exilio, ya sea por parte del gobierno republicano como la sociedad de base. Unas divergencias que tenían sus raíces desde antes de la guerra de España y que entonces se vieron agudizadas por la propia experiencia del exilio.

    Cruce de la frontera y campos de concentración
    El cruce por las fronteras se hizo a través de Latour de Carol, Bourg Madame, Prats de Mollo, Le Perthus, Cerbère. Estos puestos fronterizos del departamento de los Pirineos Orientales se vieron colapsados por aquel alud de refugiados que intentaban traspasar la frontera. En principio se trató de mujeres, niños y ancianos, pero al poco tiempo a aquella población civil se le unieron los combatientes que huían del avance nacionalista. El día 22 de enero, ante el derrumbe definitivo del frente del Ebro, el gobierno republicano ordenaba la evacuación de Barcelona iniciándose una retirada masiva de población civil y fuerzas militares en dirección hacia la frontera francesa.

    Cabe destacar que los pasos fronterizos no siempre estuvieron abiertos. El 28 de enero, dos días después de la ocupación de Barcelona por las tropas fascistas, el ministro republicano de Estado, Julio Álvarez del Vayo, conseguiría del gobierno francés la apertura de la frontera francesa para acoger a miles de refugiados civiles. El 5 de febrero, después de dejar pasar solamente a población civil, las autoridades francesas aceptarían también la entrada en su territorio a los combatientes a cambio de su desarme e internamiento en campos de concentración. En poco mas de unas tres semanas, el último día del cruce masivo fue el 10 de febrero: entraron unas 465.000 personas en el departamento de Pirineos Orientales costero y agrícola.

    Una vez cruzada la frontera eran seleccionados en un campo de selección (triage), luego eran ubicados en campos improvisados conocidos como centres d’accueil. El primer campo abierto en Francia fue Argelés siendo inaugurado el 1º de febrero de 1939. Debido a la entrada masiva de refugiados entre los días 5 y 9 de febrero se abriría, el 8 del mismo mes, el campo de Saint-Cyprien: ambos destinados a la mayoría de los exiliados que pasaron por los puestos fronterizos de Le Perthus y Cérbere. Para los que entraron por otros puestos fronterizos se abrieron los campos de Vallespir y de la Cerdaña: Arles-sur-Tech y Prats de Molló.

    Fueron constantemente vigilados por la policía francesa y por tropas coloniales (moros y senegaleses). Pronto, nuevos factores sobrevendrían a los refugiados en los campos de concentración tales como la mala alimentación, promiscuidad y hacinamiento, falta de higiene, contaminación del agua debido al propio detritus de los exiliados en las playas. Factores que provocaron avitaminosis, sarna, disentería y, a su vez, la muerte a muchos de ellos por cólera e inanición.

    El hacinamiento en los campos de Argelés y Saint-Cypriem llevó al gobierno francés a crear otro en la playa de Barcarés, en el mismo departamento de Pirineos Orientales, con el objetivo de descongestionar los otros dos. Poco a poco se fueron construyendo nuevos campos en otros departamentos con el nombre de Adge (Hérault), destinado especialmente para exiliados catalanes, y el de Bram (Aude) para los exiliados de más edad. Sucesivamente se fueron creando nuevos campos tales como el de Gurs (Béarn) destinado a aviadores vascos y miembros de las Brigadas Internacionales; o el de Judes (Septfonds) reservado a obreros especialistas cualificados. Otro, cerca del pueblo de Couiza, destinado a mujeres y niños.

    Asimismo, se crearon campos disciplinarios para albergar a los que se consideraba especialmente peligrosos. De este modo, se utilizó la antigua fortaleza templaria de Collioure para acoger a varios centenares de españoles, entre oficiales y soldados del ejército republicano, y miembros de las Brigadas Internacionales.

    Igualmente, se utilizo el antiguo campo de prisioneros de Vernet-d'Ariège en donde fueron a parar la mayoría de los anarquistas de la Columna Durruti. Otro campo de castigo y represión, destinado exclusivamente para mujeres, fue el de Rieucros. Tanto el campo de Vernet como el de Rieucros continuaron siendo utilizados durante la Segunda Guerra Mundial internándose hombres y mujeres de distintas nacionalidades con cierta significancia político-militar: activistas antifascistas del centro de Europa, comunistas franceses, mujeres anarquistas.

    El exilio republicano en Francia conlleva una derivación del mismo el cual se dirigió hacia el Norte de África. El éxodo masivo hacia esta parte del continente africano comienza con la huida de la flota repúblicana desde Cartagena el 5 de marzo de 1939. El destino de este éxodo fue Orán y su región: la Argelia occidental limítrofe con Marruecos. Al igual que en la Francia metropolitana, caracterizó este exilio “una emigración fundamentalmente popular. Incluía algunos lideres políticos y sindicales, por lo general de segunda fila, pero pocos intelectuales y muy excepcionalmente personalidades señeras del mundo de las letras, las artes y las ciencias”. Las cifras que recoge el historiador Juan B. Vilar son las siguientes: 8.000 asilados en Argelia, a los que se suman 4.000 en Túnez y 1.000 aproximadamente en Marruecos. Las mujeres y los niños eran conducidos a centros de albergue mientras que la gran masa de ex-combatientes y los varones en edad militar fueron internados en campos de trabajo, de los que destacamos los argelinos de Morand y Suzzoni y el oranés de Rélizane. Se crearon también campos de castigo como el de Merijda y Djelfa. Emblema de este exilio al Norte de África lo simboliza el carguero inglés Stanbrook. El 28 de marzo de 1939 el buque zarpó del puerto de Alicante rumbo a Orán llevando consigo, al límite de sus posibilidades, 2.638 pasajeros sin distinciones ideológicas gracias al factor humanitario de su capitán: el galés Archibald Dickson.

    Trabaja, lucha o te vuelves a tu país. Los exiliados en Francia y la II Guerra Mundial
    Ante el inminente estallido de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno francés bajo decreto obligó a los extranjeros sin nacionalidad y del sexo masculino (entre los 20 y 48 años y beneficiarios del derecho de asilo) a prestar servicios para las autoridades militares francesas. Encontrándose en esta categoría los republicanos españoles, a quienes se les ofrecieron cuatro opciones:

    • Ser contratados a título individual por patronos agrícolas o industriales, supliendo de esta manera la escasez de obreros correspondiente a la temporada;

    • Apuntarse a una Compañía de Trabajadores Extranjeros (CTE): destinados especialmente a la fortificación de las líneas de defensa francesa, línea Maginot y la frontera italiana, así como en la instalación de la Pipe-Line;

    • Legión Extranjera: suponía prestar servicios por la duración de 5 años;

    • Regimientos en Marcha de Voluntarios Extranjeros (RMVE): conllevaba a ofrecer los servicios “pour la durée de la guerre”.

    Tanto la CTE, la RMVE, así como la Legión Extranjera habrían de suponer una solución para los refugiados socialistas, anarquistas y comunistas decididos a no regresar a España temiendo las persecuciones falangistas. Aún así, muchos de los casos de incorporación se llevaron a cabo ante la amenaza del retorno a la España franquista. Muchos de los que se negaron a su incorporación fueron internados en los campos disciplinarios de Collioure o Le Vernet, en donde recibirían un trato de prisioneros y no tanto de exiliados políticos. De hecho, solamente podían permanecer en el país las familias de aquellas personas que tuvieran un empleo, de quienes estuvieran incorporados en las CTE, RMVE o en la Legión, y de aquellos republicanos cuyo regreso significara un peligro para sus vidas. Ante esta tesitura muchos exiliados varones se vieron en cierta manera forzados a aceptar aquellas ofertas.

    Cabe destacarse que la intensidad de los alistamientos fue directamente proporcional al grado de politización de los refugiados, de tal manera que los extremistas políticos se negaron a aceptar las “ofertas forzadas” del gobierno francés. Por citar un ejemplo, muy pocos españoles se apuntaron a la Legión, menos de 1.000, debido a que los republicanos lo asociaban con el Tercio de Extranjeros o Legión franquista; a diferencia de los RMVE a los que se apuntaron unos 6.000. Para los republicanos españoles “ésta era la única forma de incorporación posible en el ejército francés. La formación de unidades regulares de españoles integradas en el ejército no podía ser, debido a que el Gobierno francés quería evitar cualquier situación que le ocasionara problemas con el Gobierno de Franco”.

    Tras la ocupación de París por los alemanes, el 14 de junio de 1940, empezaba una nueva odisea para aquellos exiliados sorprendidos en los campos de concentración por un gobierno colaboracionista del mariscal Philippe Pétain. Asimismo, muchos otros fueron hechos prisioneros por los alemanes cuando fueron sorprendidos colaborando con la Resistencia francesa, trabajando en las Compañías de Trabajadores o en los Batallones de Marcha, siendo trasladados a los campos de exterminio alemanes. Mauthausen fue uno de ellos y el que mayor número de exiliados albergó: unos 7.000 aproximadamente; 5.000 morirían allí. Una odisea repúblicana llena de desgracias e ironías tales como, por citar un ejemplo, el trato recibido por parte de los británicos quienes hicieron prisioneros a aquellos refugiados republicanos por su “supuesta colaboración con el enemigo”. Esa supuesta colaboración no era otra cosa que el haber sido obligados a trabajar, de manera esclavista, en la construcción del muro del Oeste (Organización Todt). Ironía tras ironía, después de haber colaborado en la resistencia francesa muchos republicanos guerrilleros (maquisards) no tuvieron el respaldo internacional esperado para acabar con la dictadura franquista, iniciando por sí solos su particular "Reconquista de España" lanzándose al monte con escasos medios y tomando el Valle de Arán en 1944.

    Muchos otros factores sobrevinieron al exiliado al finalizar la guerra. Los que no pudieron volver fueron olvidados por la España franquista, iniciándose una nueva vida en lugares distintos y con culturas y lenguajes diferentes en algunos casos, en otros no. Para ellos el exilio supuso una salvación a la propia vida y les ofreció nuevas oportunidades que una España sumida en un período de oscurantismo, tabúes varios y represión no les hubiera podido ofrecer. Muchos vivieron con el permanente deseo de un retorno inmediato, menguado en el tiempo. El desarraigo formó parte de sus vidas y los recuerdos, más allá de los recogidos en una maleta, unidos a la experiencia del exilio dió lugar a una memoria colectiva e identidad de grupo.


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