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Unión de repúblicas sibaritas soviéticas
Un ensayo revisa la época en la que la URSS crecía más que EEUU y los rusos soñaban con el paraíso terrenal
CARLOS PRIETO MADRID 11/12/2011 13:40 Actualizado: 11/12/2011 15:03
10 Comentarios
12345 Media: 4.25
Votos: 8
Aumentar fuente Disminuir fuente Vista de impresión Email Viadeo Meneame Buzz Twitter Tuenti Facebook
Uno escucha este eslogan de champán soviético: "¡La vida se ha vuelto mejor, más alegre!" y no puede evitar imaginarse la caída del muro, el fulgurante ascenso del capitalismo y una conga etílica de oligarcas rusos encabezada por Boris Yeltsin. Pero resulta que el eslogan replica una célebre cita del padrecito Stalin ("Todo el mundo reconoce que la situación material de los trabajadores ha mejorado notablemente, que la vida se ha vuelto mejor, más alegre") y que el anuncio de champán data de finales de los cincuenta. ¿Quién dijo que buena vida y Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas eran conceptos antagónicos? Abundancia roja. Sueño y utopía en la URSS,de Francis Spufford, mezcla ensayo y ficción para trasladarnos al momento histórico en el que el optimismo invadió la URSS.
Stalin había muerto (1953), la economía soviética crecía mucho más rápido que la estadounidense y el presidente Nikita Jruchov prometía el oro y el moro al nuevo proletariado de clase media. Tras tres décadas pidiendo al pueblo que se apretara el cinturón y sufriera como un perro (guerra civil, hambre, purgas, Guerra Mundial), el Politburó iba a entregar por fin el paraíso prometido.
La muerte de Stalin y el auge económico reverdecieron la fe en el futuro
"El cuento de la abundancia soviética había sido en sus orígenes un asunto muy serio: un intento de derrotar el capitalismo con sus propias armas y convertir a los ciudadanos soviéticos en los más ricos del mundo. Durante algún tiempo, y no sólo para Jruchov, parecía posible que la promesa se convirtiera en realidad", dice Spufford en la introducción.
Miedo a un planeta rojo
El lanzamiento del Sputnik al espacio en 1957 dejó a Occidente con la boca abierta. Para colmo la economía soviética también estaba en órbita. En la década de 1950 sólo Japón creció más que la URSS, que lo hizo a un 10,1% anual, según el Comité Central (un 7,1% según la CIA y más del 5% en cálculos hechos tras la caída de la URRS y la apertura de los archivos oficiales; en cualquier caso, mucho más que el 3,3% anual de EEUU).
Los científicos matemáticos aspiraban a poner el país en órbita
"Sobre la base de esta fortaleza, los sucesores de Stalin se dispusieron a civilizar la salvaje maquinaria del crecimiento", se cuenta en el libro. Al tiempo que se aflojaba la represión (liberación de muchos prisioneros de los campos de trabajo), se potenció la agenda social: pensiones de jubilación, jornada laboral de ocho horas, barrios de nueva planta y aumento de los salarios de los trabajadores y recortes de los de las élites. "La economía tenía que crecer como fuera, y seguir creciendo sin pausa. No se trataba únicamente de superar a EEUU. La economía necesitaba encontrar el modo de llevar a los ciudadanos de la corporación bolchevique hasta la cúspide del crecimiento, donde por fin se alcanzaría la abundancia", escribe Spufford.
El método para alcanzarla se llamaba economía planificada. Y el arma científica para organizarla, cibernética. Si "podemos derribar a una mosca en el espacio exterior", como escribió el poeta Mali-novski sobre el poder informático soviético, ¿cómo no iban a ser capaces los ordenadores rojos de "organizar unas cuantas hortalizas"?, dice uno de los personajes del libro.
Máquinas para el pueblo
Tras la muerte de Stalin, la cibernética dejó de estar al servicio de la fabricación de armas para convertirse en el cerebro de la economía planificada. Abundancia roja arranca a finales de los años treinta, a bordo de un tranvía, donde el matemático, economista e ingeniero Leónid Vitálevich "rey de la economía matemática, príncipe de la cibernética, maestro de los algoritmos" calcula mentalmente que la economía soviética podría crecer un 3% más al año sólo con aplicar fórmulas matemáticas a la producción: el método de programación lineal.
Vitálevich fue el único soviético en ganar el Nobel de Economía en 1975. Un niño prodigio descrito así: "Eso era lo malo de ser lo que la gente llama un prodigio. No recordaba haber sido distinto, aunque presumía de que, antes de aprender a hablar y casi inmediatamente después a contar, a hacer ejercicios de álgebra y a jugar al ajedrez, hubo un tiempo de lactancia, en el que tan sólo fue un bebé normal y corriente".
Pero nadie hizo mucho caso a su método hasta la muerte de Stalin. Eso sí, al menos Vitálevich no fue purgado por querer dejar la economía en manos de un lenguaje tan ajeno al realismo socialista como las matemáticas. "Había habido una fase inicial de oposición, durante la cual se condenó oficialmente la informática y se acusó a los científicos de emplear un lenguaje desideologizado. A continuación se produjo esta fase de aceptación oficial, en la que se ensalzó con entusiasmo el poder reformador de la informática", resume Spufford. Vitálevich subió como la espuma y cambió la dirección del Instituto de Matemáticas de la URSS por la del Instituto de Control de la Economía Nacional.
Durante la era Jruchov, los científicos intentaron fijar los precios y equilibrar oferta y demanda. Pero algunas de las decisiones de las máquinas (como subir ciertos precios de golpe) provocaron motines. Los políticos volvieron al mando de la economía. "Luego sobrevino un periodo de decadencia, y la jerga cibernética pasó a convertirse en una variedad más de la vacía retórica oficial", resume Francis Spufford. Y mucho tiempo después la escasez roja dio paso a los oligarcas henchidos de caviar, pero esa ya es otra historia
Unión de repúblicas sibaritas soviéticas
Un ensayo revisa la época en la que la URSS crecía más que EEUU y los rusos soñaban con el paraíso terrenal
CARLOS PRIETO MADRID 11/12/2011 13:40 Actualizado: 11/12/2011 15:03
10 Comentarios
12345 Media: 4.25
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Uno escucha este eslogan de champán soviético: "¡La vida se ha vuelto mejor, más alegre!" y no puede evitar imaginarse la caída del muro, el fulgurante ascenso del capitalismo y una conga etílica de oligarcas rusos encabezada por Boris Yeltsin. Pero resulta que el eslogan replica una célebre cita del padrecito Stalin ("Todo el mundo reconoce que la situación material de los trabajadores ha mejorado notablemente, que la vida se ha vuelto mejor, más alegre") y que el anuncio de champán data de finales de los cincuenta. ¿Quién dijo que buena vida y Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas eran conceptos antagónicos? Abundancia roja. Sueño y utopía en la URSS,de Francis Spufford, mezcla ensayo y ficción para trasladarnos al momento histórico en el que el optimismo invadió la URSS.
Stalin había muerto (1953), la economía soviética crecía mucho más rápido que la estadounidense y el presidente Nikita Jruchov prometía el oro y el moro al nuevo proletariado de clase media. Tras tres décadas pidiendo al pueblo que se apretara el cinturón y sufriera como un perro (guerra civil, hambre, purgas, Guerra Mundial), el Politburó iba a entregar por fin el paraíso prometido.
La muerte de Stalin y el auge económico reverdecieron la fe en el futuro
"El cuento de la abundancia soviética había sido en sus orígenes un asunto muy serio: un intento de derrotar el capitalismo con sus propias armas y convertir a los ciudadanos soviéticos en los más ricos del mundo. Durante algún tiempo, y no sólo para Jruchov, parecía posible que la promesa se convirtiera en realidad", dice Spufford en la introducción.
Miedo a un planeta rojo
El lanzamiento del Sputnik al espacio en 1957 dejó a Occidente con la boca abierta. Para colmo la economía soviética también estaba en órbita. En la década de 1950 sólo Japón creció más que la URSS, que lo hizo a un 10,1% anual, según el Comité Central (un 7,1% según la CIA y más del 5% en cálculos hechos tras la caída de la URRS y la apertura de los archivos oficiales; en cualquier caso, mucho más que el 3,3% anual de EEUU).
Los científicos matemáticos aspiraban a poner el país en órbita
"Sobre la base de esta fortaleza, los sucesores de Stalin se dispusieron a civilizar la salvaje maquinaria del crecimiento", se cuenta en el libro. Al tiempo que se aflojaba la represión (liberación de muchos prisioneros de los campos de trabajo), se potenció la agenda social: pensiones de jubilación, jornada laboral de ocho horas, barrios de nueva planta y aumento de los salarios de los trabajadores y recortes de los de las élites. "La economía tenía que crecer como fuera, y seguir creciendo sin pausa. No se trataba únicamente de superar a EEUU. La economía necesitaba encontrar el modo de llevar a los ciudadanos de la corporación bolchevique hasta la cúspide del crecimiento, donde por fin se alcanzaría la abundancia", escribe Spufford.
El método para alcanzarla se llamaba economía planificada. Y el arma científica para organizarla, cibernética. Si "podemos derribar a una mosca en el espacio exterior", como escribió el poeta Mali-novski sobre el poder informático soviético, ¿cómo no iban a ser capaces los ordenadores rojos de "organizar unas cuantas hortalizas"?, dice uno de los personajes del libro.
Máquinas para el pueblo
Tras la muerte de Stalin, la cibernética dejó de estar al servicio de la fabricación de armas para convertirse en el cerebro de la economía planificada. Abundancia roja arranca a finales de los años treinta, a bordo de un tranvía, donde el matemático, economista e ingeniero Leónid Vitálevich "rey de la economía matemática, príncipe de la cibernética, maestro de los algoritmos" calcula mentalmente que la economía soviética podría crecer un 3% más al año sólo con aplicar fórmulas matemáticas a la producción: el método de programación lineal.
Vitálevich fue el único soviético en ganar el Nobel de Economía en 1975. Un niño prodigio descrito así: "Eso era lo malo de ser lo que la gente llama un prodigio. No recordaba haber sido distinto, aunque presumía de que, antes de aprender a hablar y casi inmediatamente después a contar, a hacer ejercicios de álgebra y a jugar al ajedrez, hubo un tiempo de lactancia, en el que tan sólo fue un bebé normal y corriente".
Pero nadie hizo mucho caso a su método hasta la muerte de Stalin. Eso sí, al menos Vitálevich no fue purgado por querer dejar la economía en manos de un lenguaje tan ajeno al realismo socialista como las matemáticas. "Había habido una fase inicial de oposición, durante la cual se condenó oficialmente la informática y se acusó a los científicos de emplear un lenguaje desideologizado. A continuación se produjo esta fase de aceptación oficial, en la que se ensalzó con entusiasmo el poder reformador de la informática", resume Spufford. Vitálevich subió como la espuma y cambió la dirección del Instituto de Matemáticas de la URSS por la del Instituto de Control de la Economía Nacional.
Durante la era Jruchov, los científicos intentaron fijar los precios y equilibrar oferta y demanda. Pero algunas de las decisiones de las máquinas (como subir ciertos precios de golpe) provocaron motines. Los políticos volvieron al mando de la economía. "Luego sobrevino un periodo de decadencia, y la jerga cibernética pasó a convertirse en una variedad más de la vacía retórica oficial", resume Francis Spufford. Y mucho tiempo después la escasez roja dio paso a los oligarcas henchidos de caviar, pero esa ya es otra historia