por Marinero Vakulinchuk Vie Ene 20, 2012 5:49 pm
En una novela que recomiendo mucho, Noticias de ninguna parte, el utópico William Morris suponía una humanidad posterior a la Revolución, que había reducido mucho su dependencia tecnológica y energética, y en la que una eficiente organización social y el reparto del conocimiento hacía posible una vida feliz y digna con muy poco. El personaje de Morris, que es él mismo en un futuro indeterminado, pasea por un Londres en el que la mayoría de los edificios han desaparecido, dando lugar a una ciudad-jardín-paisaje, donde las contradicciones de la sociedad capitalista han desaparecido. La humanidad se ha reducido en número y en impacto sobre el medio. Se recurre mucho más a la fuerza humana y animal, pero en general los grandes desplazamientos de personas y materiales no son necesarios.
Yo creo que por ahí va la cosa. Tenemos tecnología de sobra, y en una sociedad entregada al crecimiento humano y no a la destrucción del producto del trabajo, no sería difícil aprovechar aún más la fuerza intelectual y las relaciones de producción. Será necesario racionalizar el crecimiento demográfico, incluso por debajo de la tasas de reposición, y superar las barreras ideológicas a la contracepción. De hecho esto lo está haciendo el capitalismo. Será necesario adaptarnos a los productos de la tierra más cercanos, para evitar el costoso y contaminante transporte, y habrá zonas que por ello se despueblen. Eso no quiere decir que no podamos consumir cualquier producto, pero nos tendremos que acostumbrar a prescindir la mayor parte del tiempo y a pagarlo a un precio más justo. Por ejemplo, el café, el te o el cacao, que provienen prácticamente de la esclavitud de millones, serán un lujo y aprenderemos a valorarlos. También los cultivaremos más cerca, en invernaderos, pero sin los abusos ambientales de la agricultura almeriense (lo que veis en blanco en el enlace son invernaderos de plástico, servidos por mano de obra semiesclava). El entretenimiento y la diversión no dependerán de gastos astronómicos en trabajo humano ni en materias primas. Viajaremos mucho, pero cerca, y no conoceremos de primera mano casi nada de lo que está lejos, pero la humanidad estará mucho más conectada. Y las ideas se trasmitirán a la velocidad de la luz, de modo que lo que mejore la vida de la gente llegará de inmediato a donde haga falta: la Universidad y el Foro serán globales y para todos. Puede que todos hablemos inglés además de nuestra lengua materna, puede que la lengua franca sea otra, como el chino. Puede que hablemos muchas más, pero no confío demasiado en tecnologías poco sostenibles para hacernos implantes tecnológicos. Eso sí, tendremos millones de máquinas automáticas que harán más sencilla la vida.
Lo bueno de las utopías es que nos muestran lo que es posible con lo que ya existe (no suelen imaginar nada inviable). Si en pleno siglo XIX Morris ya podía concebir una utopía comunista es que de algún modo era posible ya entonces. No digamos ahora, posible y necesaria.
Salud
Vakulinchuk.