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El feminismo de la igualdad considera que la masculinidad y la feminidad son roles de género construidos socialmente y que, dado que obedecen a un contrato social que determina su existencia y que perjudica a una parte de la humanidad, el acabar definitivamente con esta situación perjudicial necesariamente pasa por el rechazo y la revocación de esa determinación de los roles de género:
El género es una categoría construida social, histórica y culturalmente. A diferencia de mujer y varón, feminidad y masculinidad no son conceptos empíricos. El género es la institucionalización social, muy arraigada, de la diferencia de sexo. Señala características sociales, pero simultánea y fundamentalmente, constituye un sistema conceptual, un principio organizador, un código de conductas por el cual se espera que las personas estructuren sus vidas, sean femeninas o masculinas y se comporten femenina o masculinamente. En tal sentido, el género no es una categoría descriptiva sino una normativa que determina la percepción social de las mujeres y de los varones. Feminidad y masculinidad son construcciones que una sociedad hace para perpetuar su estructura y funcionamiento. Hay, por supuesto, diferencias biológicas innegables entre mujeres y varones, pero lo determinante en la organización social no es la diferencia misma sino el modo en el que se la significa y se la valora, el modo en el que se la interpreta y se la vive.
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La conceptualización del género como social, no determinado por la autonomía, suponía el rechazo del determinismo biológico del «sexo» o la diferencia sexual utilizados habitualmente para justificar la discriminación de las mujeres. Para las feministas de la igualdad, la biología no es el destino. Se trata de eliminar diferencias de género socialmente construidas, puesto que estas diferencias reforzarían la exclusión y la opresión de las mujeres cuando el objetivo es ponerlas a un pie de igualdad con los varones.
Giulia Adolfini (1980) afirma que se puede hablar de una «subcultura femenina» que surge de la marginación: «...desconocemos las implicaciones del hecho de ser macho o hembra, puesto que lo que encontramos en una sociedad jerárquica no son machos y hembras, sino justamente construcciones sociales que son los hombres y las mujeres». Hablar de valores femeninos resulta peligroso, pues equivale a admitir que tienen origen en la biología, dando la razón a las tradicionales concepciones esencialistas o biologistas.3
Las feministas de la igualdad consideran que postular una inversión de esos valores, adjudicándole un sentido positivo a lo femenino (como plantea el feminismo de la diferencia) no hacen sino reforzar una escisión social, simplemente aplicando al revés la lógica patriarcal. Si bien sería deseable la universalización de las virtudes que se atribuyen a las mujeres, cabría preguntarse si éstas provienen de la biología, de la esencia de lo femenino, o son productos de la opresión, si fueran valores innatos o naturales, se caería en un esencialismo basado en la inferioridad biológica de los hombres, lo que llevaría a la imposibilidad de cambio.
Las mujeres que adhieren a la igualdad, rechazan este sistema social por ser una sociedad de opresión, de modo que luchan contra este orden social opresor para sustituirlo por nuevas relaciones sociales, donde desaparecería lo genérico - el hombre y la mujer en tanto géneros - y se constituiría una sociedad de sujetos plenos, sin valores «masculinos» y «femeninos». En este sentido, respecto del rechazo de los roles de género, el feminismo de la igualdad se acerca a la teoría queer.
El feminismo de la igualdad aspira a una sociedad en la que se produzca la integración de las individualidades una vez superados los estereotipos del sistema sexo-género. Defiende que las mujeres y los hombres tienen los mismos derechos y, de esta manera, pueden participar en igualdad en todas las estructuras sociales. Por esto mismo, rechaza la búsqueda de la esencia femenina (al contrario que el de la diferencia) por ser una creación del patriarca, y habla de luchar para conseguir la igualdad con los varones. Este planteamiento es muy cercano al socialismo, en cuanto a la lucha por la paridad. Las defensoras de la igualdad niegan la existencia de valores femeninos y señalan que la única diferencia válida es la que tiene su origen en la opresión:
«Lo que se encuentra en la sociedad jerárquica actual no son machos o hembras, sino construcciones sociales que son los hombres y las mujeres.»Delphy, 1980
En relación a la sexualidad, las feministas de la igualdad reivindican el derecho al placer sexual por parte de las mujeres, denunciando que la sexualidad femenina ha sido históricamente negada por la supremacía masculina y ponen en entredicho todo lo que limita, reprime y oprime la sexualidad femenina, así como la exigencia a la heterosexualidad. Denuncian además el «mito del orgasmo vaginal». Analizando todas las consecuencias políticas que arrastra, cuestionan además que se asuma como un hecho el que la capacidad de reproducir conlleve «natural y espontáneamente» la obligación de crianza de los hijos y cuidado de la familia. En este mismo contexto, analizan críticamente el trabajo doméstico, las implicancias de su falta de remuneración y cómo este factor ha desempeñado un papel en la opresión de la mujer.
Esta tendencia feminista ha centrado sus reivindicaciones en obtener una igualdad de derechos en todos los ámbitos de la vida: derechos civiles, políticos, derechos al trabajo, igualdad salarial, etc., así como una participación en todos los ámbitos de la vida pública. Han promovido, además, un cambio en las mentalidades y en las relaciones entre los sexos en el ámbito de lo privado, exigiendo una igualdad efectiva en el terreno de la dedicación a la familia y a los hijos. Ha defendido también el derecho al propio cuerpo, separando sexualidad de reproducción y defendiendo la libre opción sexual. Asimismo, ha combatido manifestaciones de violencia hacia las mujeres, violaciones, malos tratos domésticos. Luchan para conseguir pequeñas emancipaciones económicas, profesionales, domésticas y políticas.
El feminismo de la igualdad persigue que el hombre deje de ser aceptado como prototipo universal del ser humano:
«...luchamos, sí, porque no se nos niegue ningún derecho, pero luchamos, sobre todo, para acabar con la dualidad de masculino/femenino, para acabar con la división de papeles en función del sexo.»
P. Uría., E. Pineda, M. Oliven, 19853
En cambio, desde el feminismo de la diferencia, o más precisamente, desde la opinión de Victoria de Sendón, se critica a las feministas de la igualdad porque tendrían como modelo al hombre, que han utilizado la diferencia sexual para someter a las mujeres y que han usado esa capacidad para gestar nuevos seres para tenerlas bajo control.
Alejandra Kollontai3 retomó y amplió posteriormente los argumentos de Engels contra la institución familiar, propone para ello una transformación fundamental de las relaciones entre los sexos, planteando una posición clave que habría de convertirse en patrimonio común del movimiento feminista, por lo que la lucha de las mujeres exige su autodeterminación como tales su autonomía política e ideológica. Esta voz ha sido acallada dentro del movimiento socialista.[cita requerida]
La teoría queer es un conjunto de ideas sobre el género y la sexualidad de las personas, que afirma que los géneros, las identidades sexuales y las orientaciones sexuales de las personas, son el resultado de una construcción social ficticia y arquetípica y que, por lo tanto, no están esencialmente o biológicamente inscritos en la naturaleza humana, sino que se trata de formas socialmente variables.
La teoría queer rechaza la clasificación de los individuos en categorías universales y fijas, como "varón", "mujer", "heterosexual", "homosexual", "bisexual", "transexual", etc pues considera que están sujetas a restricciones impuestas por una cultura en la que la Heterosexualidad es obligatoria (heteronormatividad/patriarcalidad) y sostiene que estas categorías ficticias en realidad esconden un número enorme de motivaciones erótico-naturales, incluyendo los ritos de paso sexuales necesarios, y por tanto responden a una sola y única naturaleza sexual humana (sexología) aún no teorizada del todo.
Contra el concepto clásico de género que parte de la distinción a partir de la "heterosexualidad natural" aceptada como normal (en inglés straight, es decir "recto") contraria a lo "anómalo" (en inglés queer o "retorcido"), la teoría queer afirma que todas las "identidades sexuales" son igualmente anómalas, incluída la heterosexualidad. 1
La Teoría Queer critica las clasificaciones socio-sexuales de la historiología, psicología, filosofía, antropología y sociología tradicionales, basadas habitualmente en el uso de un solo patrón de segmentación paternalista —sea de clase social, de género, de etnia o de nacionalidad poscolonial— y sostiene que las identidades sociales, condicionadas por la naturaleza sexual, se elaboran de manera más compleja como intersección de múltiples grupos, corrientes y criterios.2
En América Latina han surgido corrientes que han cuestionado la coherencia de los principales referentes de la teoría queer estadounidenses y europeos, por reproducir, en aparente contradicción, muchos de los mecanismos normalizadores que dice combatir, mediante la imposición global de la expresión inglesa queer; el caso de la comunidad LGTB es realmente delicado en esta cuestión pues, a pesar de que las teorías queer y sus principales activistas hayan salido de estas comunidades, dichas teorías terminan desintegrando/liberando los postulados LGTB puesto que desmienten su condición periférica acorde con el discurso heteronormativo/patriarcal lo que inmediatamente llevaría a concientizarnos de lo natural y cotidiano de estos deseos sexuales humanos, promoviendo así la institucionalización, el ejercicio y la correcta instrucción/teorización de los mismos lo que necesariamente culminaría con reformas educativas mundiales en el futuro.
La gran agenda Queer, además de cambiar su nombre paulatinamente al ser reconocida como portadora de teorías que respaldan la plasticidad de la verdadera naturaleza sexual humana (en la que sexo no se entiende en términos morales, sino en términos de erotismo, posición jerárquica e iniciación/responsabilidad social) sugiere también la desmitificación de identidades sexuales ficticias y limitantes (hetero/homo/bi/trans) pues son homosexuales o heterosexuales solo los actos realizados y no lo son, ni pueden serlo, las personas que en él participan.
A su vez, las agendas estadounidenses del Norte, en paralelo debate con las del Sur, están proponiendo líneas de reflexión autónomas sobre la misma cuestión. 3