texto de [V.I.R.U.T.A] Visionaria Insumisa Rebelde (Unión Trabajadoras Autónomas)
publicado en la web Género con Clase - junio de 2012
Para la mayoría de las personas la lucha feminista se presenta como una lucha “antihombre”, la equiparan al machismo, creen que busca la superioridad de las mujeres por sobre los hombres, etc. Lo anterior, demuestra la ignorancia que se tiene en torno a la connotación y la importancia que ha tenido la lucha feminista, en tanto emancipadora para nosotras las mujeres, como también en su gran aporte a la teoría de las clases sociales. Creemos que para lograr entender la lucha feminista y su aporte, es importante el develamiento del sistema patriarcal como sistema de opresión esencialmente hacia las mujeres, pero que aporta elementos de manera sustancial a la generación y conformación de los más diversos sistemas económicos de explotación.
En los años 70’s las feministas radicales logran, luego de años de tener la sensación de que había un “algo” en donde se sustentaba la opresión hacia las mujeres, dar un cuerpo teórico al sistema patriarcal hasta ese momento no considerado en las diferentes perspectivas de cambio social. No obstante, el prominente desarrollo de la crítica y la producción en torno a esta herramienta teórico/práctica, hasta el día de hoy se encuentra denostada e invisibilizada.
En definitiva ¿qué es el patriarcado?
Para responder esta pregunta podemos citar a Dolores Reguant, quien señala que “es una forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da el predominio de los hombres sobre las mujeres; del marido sobre la esposa; del padre sobre la madre, los hijos y las hijas; de los viejos sobre los jóvenes y de la línea de descendencia paterna sobre la materna.
El patriarcado ha surgido de una toma de poder histórico por parte de los hombres, quienes se apropiaron de la sexualidad y reproducción de las mujeres y de su producto, los hijos, creando al mismo tiempo un orden simbólico a través de los mitos y la religión que lo perpetúan como única estructura posible”[1]. De esta definición se puede extraer principalmente que es un sistema que se ha ido conformando paulatinamente, profundizando sus raíces con cada sistema económico con los cuales ha convivido. Además, de sufrir un proceso de naturalización, a tal modo, de pasar inadvertido en nuestra cotidianeidad sin ser cuestionado en casi ninguna esfera de la sociedad; demás está mencionar los aportes que han hecho grandes “genios” de la humanidad (Aristóteles, Tomas de Aquino, Proudhon, Napoleón, Einstein, entre otros) en la tarea de dar sustento “científico” al paradigma en donde lo masculino es la medida de todas las cosas generando la subordinación de las mujeres.
Otras definiciones que encontramos son más polémicas, pues, definen el patriarcado como un “…pacto -interclasista- por el cual el poder se constituye como patrimonio del genérico de los varones”[2]. Por otro lado, Marta Fontela asevera que “el patriarcado puede definirse como un sistema de relaciones sociales sexo–políticas basadas en diferentes instituciones públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurado por los varones, quienes como grupo social y en forma individual y colectiva, oprimen a las mujeres también en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, ya sea con medios pacíficos o mediante el uso de la violencia”[3]. Sin duda, estas afirmaciones son altamente polémicas puesto que plantean un pacto interclasista, que destaca la transversalidad que tiene este sistema de opresión a través de las clases sociales. De ahí el surgimiento de consignas tales como: “No hay nada más parecido a un machista de izquierda que uno de derecha”. Ambas definiciones establecen un pacto entre hombres, que aunque estén en desigualdad de condiciones económicas, es decir, pertenecientes a diferentes clases sociales, van cediendo en algunos puntos, siendo capaces de articularse en función del patriarcado. Como bien plantea la feminista-socialista Heidi Hartmann, para un análisis del patriarcado dentro de las sociedades capitalistas: “el salario familiar es un pacto patriarcal interclasista entre varones de clases sociales antagónicas a efectos del control social de la mujer”[4]. Haciendo hincapié en la perspectiva histórica del surgimiento del capitalismo, en donde, la mano de obra femenina fue relegada al ámbito privado.
Un poco de historia …
El sistema patriarcal surge alrededor de 10.000 años atrás, vinculando su origen con el proceso de sedentarización y el cambio de mentalidad de sociedades colectivizadas horizontales a sociedades individualistas jerárquicas y la consecuente aparición de las clases sociales. Así lo grafica Marcela Lagarde, quien establece que “la opresión de las mujeres es parte de los fenómenos que confluyeron en la conformación de la sociedad de clases y que contribuyeron a mantenerla”[5], es decir, las prácticas patriarcales anteceden al surgimiento de las clases, al ser un paso elemental de un cambio de mentalidad de sociedades igualitarias a sociedades que se basan en la opresión y explotación de parte de su población para funcionar. Es por lo anterior que las feministas establecen que hay una vinculación directa entre el patriarcado y los diversos sistemas económicos, pues ha sido parte esencial de su conformación (como el esclavista y el feudal), estableciendo actualmente una clara alianza con el sistema capitalista. “Las sociedades patriarcales de clases encuentran en la opresión genérica uno de los cimientos de reproducción del sistema social y cultural en su conjunto”[6].
Y he aquí donde radica la importancia del aporte del feminismo, pues entrega una teoría trascendental a la lucha de clases, volviéndola claramente una aliada epistémica, ya que es capaz de entregar la base teórica para entender la opresión especifica de las mujeres. Opresión que sin duda, no hallaba respuesta en la sola teorización de las clases sociales. Esta miopía teórica da como resultado que muchas de las “grandes” luchas sociales que han sido llevadas a cabo por el “pueblo” no han significado lo mismo para hombres que para mujeres, presentándose muchas veces como perpetuación de los roles asignados socialmente a nosotras.
Así también, la teoría del patriarcado, es capaz de definir relaciones estructurantes de poder en la sociedad, es decir, cuando hablamos de relaciones patriarcales, no nos referimos solamente a las que se dan como una opresión de los hombres hacia las mujeres, sino que también, cuando estamos ante situaciones autoritarias, de violencia, jerarquías, etc., pues todos ellos constituyen elementos centrales de sociedades patriarcales-clasistas. En relación a lo anterior, ya no podemos pensar análisis, por ejemplo, del Estado, la política, los partidos políticos, sin considerar el profundo arraigo patriarcal que tienen dichas instituciones, por lo anterior, la lucha feminista es intrínsecamente antipartidista y antiestatal.
Por ello se torna interesante comenzar a incorporar este sistema de análisis a nuestros discursos y propuestas de cambio de sociedad, sino seguiremos condenando a la mitad de la humanidad a una constante opresión, “las discriminaciones sobre las mujeres surgen no sólo en su relación con el sistema económico, sino también con el sistema de una dominación masculina hegemónica. No se trata de privilegiar el género o la clase, sino de entrelazar estos ejes de dominación”[7].
Vemos necesario, entonces, comenzar a cuestionar nuestras prácticas más cotidianas e ir aportando en la construcción de sistemas integrales que den respuesta a la totalidad del colectivo social, ya no más fragmentada ni priorizando unas luchas por sobre otras.
Finalmente, se puede afirmar que uno de los grandes aportes de la teoría patriarcal es que descubre y quita el manto de “biológico” y “natural” a la opresión de las mujeres volviéndola transformable y cuestionable.
Notas:
[1] Reguant, citado en Varela, Nuria, Feminismo para Principiante, España, p. 177.
[2] Amorós, Celia. Mujer, participación, cultura política y Estado. Ediciones de La Flor. Argentina. 1990. p. 10.
[3]Fontela, Marta. “Diccionario de estudios de Género y Feminismos”. Editorial Biblos. 2008. [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
[4] Amorós, Celia, op. cit., p. 10.
[5] Lagarde, Marcela. Los cautiverios de las mujeres: madreesposas, monjas, putas, presas y locas. México. 1997. p. 96.
[6] Lagarde, op. cit., p. 95.
[7] Feminismo(s) y Marxismo: ¿una boda “mal lograda”?. Texto de Manuela Tavares, Deidré Matthee, Maria José Magalhães, Salomé Coelho.