La Forja vuelve a la carga
V. Ferrer
Antorcha núm. 6, septiembre de 1999
Sumario:— Introducción
— Sobre el carácter del Estado español
— Sobre la lucha de resistencia
— Palabrería sin actos
— La Forja nos quiere arrepentidos No tratéis de interpretar mis palabras a vuestra manera. No gritéis que se os acusa de traición consciente. No; habéis tendido siempre a hundiros, y estáis ahora hundidos en la charca, con la misma inconsciencia con que los antiguos ‘economistas’ resbalaban irresistiblemente por la pendiente de la ‘profundización’ del marxismo hasta la pedantería antirrevolucionaria, sin alma y sin vida.
Lenin: Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática (1905)Ha llegado a mis manos el núm. 18 de La Forja, en cuyas páginas se inserta un extenso editorial, Los principios de la táctica y el movimiento marxista-leninista en España, dedicado, en sus tres cuartas partes, a poner en solfa las concepciones y prácticas del PCE(r). La Forja, para quien no lo sepa todavía, es el Órgano Central del Partido Comunista Revolucionario (¡un partido sin constituir!) y ya anteriormente nos habían dedicado su atención, pero se ve que no tuvieron bastante con la respuesta que se les dio en el núm. 1 de Antorcha y ahora vuelven a la carga pidiendo cancha. Bien, no se la podemos negar. Sin embargo, considero que no vale la pena responderles pormenorizadamente (aparte de que, lo confieso de entrada, no me siento capaz de desenredar el embrollo teórico que estos señores han montado en su editorial), por lo que me detendrá tan sólo en aquellas cuestiones que me han parecido más importantes. Pienso que para algo servirán estas notas, aunque sólo sea para recordar algunos textos ya antiguos y otros más recientes del Partido.
No es tan raro que La Forja gaste tanta tinta en combatirnos, comenzando por negar la existencia del Partido. Para ellos no constituimos el Partido porque, aseguran que, en resumidas cuentas, no hemos conseguido ganar el apoyo de la vanguardia proletaria. ¿Qué entienden por vanguardia? ¿A qué tipo de partido se están refiriendo? Es claro que si se pretende reconstruir un partido para competir en la carrera institucional, como persigue La Forja, el apoyo con que contamos los comunistas entre la verdadera vanguardia proletaria, no sería suficiente. Pero la cuestión se plantea de forma muy diferente cuando no se trata de integrarse en el sistema capitalista, sino de combatirlo resueltamente encabezando y organizando la lucha revolucionaria. Aquí es donde, según mi punto de vista, se encuentra el meollo de este asunto. La Forja busca ganar el apoyo de una supuesta vanguardia de electores para codearse con los partidos de la burguesía, situarse a su izquierda y darles la batalla desde dentro de las instituciones. Nuestro Partido, por el contrario, se creó para luchar contra esas instituciones y también contra todos los que, so pretexto de combatirlas, lo que en realidad hacen es embellecerlas y reforzarlas.
¿Cómo se reconstituyó nuestro Partido? El Manifiesto-Programa, tras exponer las condiciones que hicieron necesaria y posible la culminación de esa importantísima tarea -la nueva fase de la crisis general del capitalismo de la que surgió el movimiento antiimperialista y anti-revisionista de mediados de los años 60-, precisa a este respecto:
La crisis económica capitalista mundial también tuvo una fuerte repercusión en España... El régimen entraba de lleno en su crisis política e iniciaba, tanteando el terreno, la maniobra ‘aperturista’ con la que buscaba una salida a la misma. El movimiento obrero y popular se había repuesto de los efectos de la derrota sufrida en 1939 y de los largos años de terror fascista abierto y, toda vez que había fracasado la política de reconciliación carrillista... comenzaba a encaminar sus pasos por la vía de la resistencia y la lucha armada.En ese marco se creó la OMLE en 1968. Su objetivo principal (la reconstrucción del Partido), en torno al que giró toda la labor de agitación, propaganda y organización política, tuvo un carácter fundamentalmente interno. Para ello fue imprescindible la formación de un Comité de Dirección que centralizó y orientó todo el trabajo y elaboró el programa, la línea política y los estatutos. Fue también necesaria la lucha intransigente contra el revisionismo carrillista y contra el oportunismo izquierdista de grupos como el PCE(m-l). En siete años de intensa actividad, la OMLE adquirió la experiencia suficiente, logró reunir las fuerzas necesarias y alcanzó un alto grado de cohesión y disciplina internas. El Congreso Reconstitutivo se celebró en junio de 1975, en plena crisis política del régimen, y tras el mismo, el Partido desempeñó un importante papel en la vida política, especialmente en la denuncia de la Reforma. El PCE(r) nació con unos firmes cimientos ideológicos, políticos y orgánicos, ganando la confianza y el apoyo de la mayor parte de los que en aquel momento constituían la vanguardia de la clase obrera en España. No obstante, esas tareas son permanentes y, consiguientemente, se puede afirmar que desde entonces el Partido no deja de constituirse. Como refiere el Informe presentado por Arenas al Congreso Reconstitutivo:
El que demos por finalizada la etapa de trabajo encaminada a la reconstrucción del Partido, no nos lleva a pensar que ya lo hemos hecho todo en el terreno de la organización... Constituimos una Organización débil y nos falta experiencia... Pero ha llegado el momento en que esos problemas sólo los resolveremos aplicando en nuestro trabajo el programa y los estatutos que resumen la experiencia de una larga actividad desplegada entre las masas y en nuestras propias filas... Sólo con el Partido seguiremos marchando adelante y haremos avanzar al movimiento de masas.Si se hubiera postergado dar ese paso, a fin de aglutinar a la supuesta vanguardia que formaban por aquellos días las numerosas organizaciones que se proclamaban comunistas, es indudable, como la experiencia ha demostrado, que nos habríamos situado a la zaga del movimiento, dilapidando todo el caudal revolucionario que ya se había logrado encauzar; se hubiera condenado a la Organización a la pasividad, aplazando indefinidamente la conclusión de esta tarea, con lo que, posiblemente, le hubiera ocurrido lo mismo que a todos aquellos partidos y grupos comunistas que pululaban en los tiempos de los estertores del franquismo; muchos de los cuales se vendieron por algunos puestecillos, en tanto que otros, en el mejor de los casos, continuaron vegetando.
La conclusión de que la reconstitución del Partido no fue tal, la extrae La Forja del artículo de Arenas, Entre dos fuegos, en el que al tratar este asunto, plantea que una vez creadas las condiciones internas que garantizaban su existencia, la tarea central tras el Congreso sería el trabajo de masas. La Forja intenta enredar la cuestión con la perogrullada de que no se puede ganar a la vanguardia sólo en base a tareas internas, sin trabajo de masas, como si alguna vez hubiéramos sostenido lo contrario. Es claro que el trabajo comunista no se puede concebir sin ir a las masas en ningún periodo, por eso, nosotros nunca hemos hecho de ésta una consigna especial; otra cosa se plantea a la hora de establecer el orden de las prioridades, la tarea central en cada momento, como se hace en el referido artículo. Así, aunque parezca increíble, de esta tontísima manera, pretende La Forja demostrar que la reconstitución del PCE en 1975, no fue tal.
En fin, menos mal que aquellos cuatro locos se atrevieron a reconstituir el Partido en 1975 porque si no, es casi seguro, que yo andaría ahora deambulando de uno a otro grupo revi, o quizás con estos señores tan críticos que editan La Forja. ¿Qué es lo que han estado haciendo ellos mientras el PCE(r) se situaba en primera línea de combate? Su mismo texto me va a permitir sacarles los colores, si es que todavía les queda algo de vergüenza.
Los orígenes de La Forja, según ellos mismos refieren, se remontan a principios de los años 90 cuando la fracción roja que formaban en el PCPE desarrolló dentro del mismo una Plataforma Marxista-Leninista. En 1984, se constituyó el PC. (dos años más tarde se llamó PCPE) con Ignacio Gallego a la cabeza, que hasta ese momento había sido la mano izquierda de Carrillo. El PC fue un montaje desde el comienzo dirigido por los mismos carrillistas para hacer volver al redil a los hijos pródigos que se habían ido descolgando del PCE. Que el PC, aparte de aglutinar a diversos grupillos de oportunistas y nostálgicos en torno a la pasta de Moscú, pudiera engañar a unas cuantas personas honradas, pase. Pero que todavía a principios de los años 90 estos elementos de La Forja se dedicaran a jugar dentro del PCPE a ser revolucionarios y que ahora pretendan darnos lecciones, mueve a risa. En realidad esos devaneos ponen de manifiesto la distancia abismal que separa a todos esos grupos de los verdaderos comunistas que ya entonces habían logrado agruparse, elaborar la línea política y reconstituir el Partido.
Por lo demás, es bien sabido que desde hace ya bastantes años, unos cuantos grupúsculos como el que forma La Forja, intentan reconstituir el partido sin dar un solo paso en ese sentido, ni siquiera son capaces de ponerse de acuerdo entre ellos; el motivo esencial de su fracaso no es otro sino el hecho de que el Partido está ya reconstituido y tiene un Programa y una Línea Política que se ven confirmados día a día por la práctica de la lucha de clases en nuestro país.
En los años 70 y posteriormente, estos grupos nos menospreciaban de la manera más altanera y, cuando se referían al PCE(r), lo hacían generalmente siguiendo las consignas del Ministerio del Interior.
Hoy ha cambiado el cariz del asunto; los grupúsculos de revis que a lo largo de los años se han ido desgajando del carrillismo no tienen ninguna posibilidad de salir del coma profundo en que se encuentran, pues se han quedado fosilizados mirando con nostalgia al partido carrillista que quieren poner de nuevo en pie (cuando Carrillo aún utilizaba la fraseología marxista); y de hecho, no representan nada ni a nadie, son los últimos estertores del carrillismo.
De modo que ya no pueden tratar al PCE(r) como en los tiempos del espejismo democrático; por este motivo no les queda más remedio que tenernos muy en cuenta como punto de referencia obligado y hasta casi utilizarnos como banderín de enganche ante su parroquia cada vez más revuelta. Esta es la razón de que, después de todo lo que ha llovido, se atrevan a perdonarnos nuestras locuras y nos inviten a unirnos a su tartana.
Sobre el carácter del Estado españolLa tesis del Partido acerca del carácter o naturaleza del Estado español constituye el centro de la crítica que nos ha dirigido La Forja; todas las cuestiones que plantean convergen en este tema central. De la concepción de La Forja se desprende que, para ellos, desde el siglo XIX no se ha producido ningún cambio significativo en la forma de dominio o de dictadura de la burguesía. Y lo más pasmoso: tampoco extraen ninguna consecuencia teórica ni política, no sólo de la guerra de 1936-1939, ni tan siquiera de los más de cuarenta años de régimen fascista abierto o de viejo cuño. ¿Cómo podrían reconocer la existencia del fascismo bajo la máscara de la Reforma? Por lo visto, para los teóricos de La Forja, la guerra sucia y el terrorismo de Estado, con todas las secuelas de torturados, asesinados y encarcelados que han dejado, jamás han existido en la nueva democracia española, ni, por supuesto, existen todavía. No sacan ninguna consecuencia política del desarrollo monopolista del capitalismo ni de su tendencia a la reacción, que condiciona, asimismo, las formas de organización y de lucha del movimiento revolucionario. Este es el escamoteo que invariablemente aparece detrás de los planteamientos oportunistas que hay que tratar, aunque sea sucintamente, antes de entrar en la cuestión de los métodos de lucha que corresponde aplicar en esta época.
Nuestro Partido sostiene que el Estado español es de carácter fascista. Resulta necesario aclarar la raíz económica, política e histórica de este problema fundamental que ya aparece en la teoría de Lenin sobre el imperialismo y que ha sido corroborado por toda la práctica posterior. El imperialismo es la época del capital financiero y de los monopolios, los cuales traen aparejada en todas partes la tendencia a la dominación y no a la libertad. La reacción en toda la línea, sea cual fuere el régimen político; la exacerbación extrema de las contradicciones en esta esfera también: tal es el resultado de dicha tendencia (Lenin: El imperialismo, fase superior del capitalismo).
¿Qué conclusiones cabe sacar de todo esto? Es evidente que del monopolismo no hay vuelta atrás al capitalismo de libre competencia. Son igualmente evidentes los cambios producidos por el monopolio en la base económica de la sociedad, a la que corresponde una superestructura política, jurídica e ideológica característica que se levanta sobre la base del capital financiero para ponerse a su servicio con el fin de limpiar de trabas el camino para la obtención del máximo beneficio posible para los monopolios. Esta superestructura encarnada en el Estado y sus instituciones no puede más que tender a la reacción, al control y al dominio de toda la vida económica, social y política.
La teoría sobre el imperialismo que dejó sentada Lenin cobra cada día mayor vigencia como resultado de la agravación de todas las contradicciones del capitalismo. El imperialismo no puede mantenerse en pie sin imponer su dominio a sangre y fuego; sin las constantes guerras de rapiña que nos sitúan a las puertas de una nueva conflagración mundial; sin incrementar la explotación y la opresión más bestial sobre todos los pueblos del mundo. El imperialismo no puede permitirse ninguna veleidad democrática, tiene que permanecer bunkerizado intentando impedir por todos los medios que las condiciones objetivamente revolucionarias prendan en las masas y se desarrollen las condiciones subjetivas para su derrocamiento.
Es de esta manera como se dieron las condiciones para la aparición del fascismo que pone fin a los restos que quedaban de las formas económicas y políticas propias del liberalismo económico del siglo XIX. El fascismo es la respuesta a nivel internacional del capital financiero ante el triunfo de la Revolución de Octubre y ante los progresos revolucionarios de la clase obrera. La oligarquía implanta un férreo control sobre todos los sectores económicos y sociales y un régimen político policiaco o de terror abierto sobre las masas, por lo que determinadas tácticas del movimiento revolucionario en función del momento, sólo pueden variar dentro de ese margen de férreo dominio del capital.
Como decía, para La Forja no existe gran diferencia entre las democracias burguesas premonopolistas y las actuales; para ellos lo único que cambia es la táctica de la burguesía en función de cada situación concreta. Esto, junto a que nos reprochan que idealizamos el régimen burgués del siglo XIX, son sus únicos argumentos en esta cuestión. Pero para desmontar tales argumentos basta con citar, una vez más, a Lenin: El capitalismo premonopolista [...] se distinguía por su apego relativamente mayor a la paz y a la libertad. En cambio, el imperialismo [...] se distingue por un apego mínimo a la paz y a la libertad, por un desarrollo máximo del militarismo en todas partes (La revolución proletaria y el renegado Kautsky).
¿Se puede retroceder del fascismo a la democracia parlamentaria burguesa propia del estadio premonopolista del capitalismo? Obviamente, para La Forja eso es muy posible y para demostrarlo pone como ejemplo la transición española del fascismo a la democracia. Mas, ¿no prueba lo contrario la famosa transición? Esto no quiere decir que el régimen fascista español se haya mantenido sin reformar, desde que fue implantado sobre los escombros de la república democrática en 1939. Esta sería una simplificación en la que nuestro Partido no ha caído en ningún momento, ya que, efectivamente, la burguesía siempre modifica su táctica en función de sus intereses y de la situación del movimiento revolucionario. No obstante, existen unos límites, impuestos por el desarrollo económico y por la historia de la lucha de clases, que nadie puede rebasar. Veamos cómo sintetiza nuestro Programa, para el caso de España, buena parte de lo hasta aquí expuesto:
No se puede negar que la oligarquía española ha introducido algunos cambios en su régimen de dominación política, pero eso lo ha hecho para reforzar al mismo Estado fascista y explotador. La ‘separación de poderes’, la burda falsificación del parlamentarismo, el establecimiento de las ‘autonomías’ y otros ‘cambios’ del sistema político introducidos por la reforma no han podido disimular, sin embargo, el carácter monopolista, centralista y terrorista del Estado. El fascismo es la superestructura política, jurídica, ideológica, etc., que corresponde al sistema de explotación monopolista implantado en España en 1939. Y junto a él se ha desarrollado y aún hoy se mantiene como forma de poder, ya que el uno sin el otro no podrían existir.
La reforma política ha venido a demostrar que en la fase monopolista del capitalismo no es posible la vuelta atrás, al sistema político de libertades y al parlamentarismo burgués, propios del capitalismo de libre competencia. La necesidad de un sistema policíaco, que se corresponda con el control económico de los monopolios, hace que el sistema capitalista tienda en esta etapa el fascismo, al militarismo, a la reacción abierta en general, lo que aboca a la sociedad burguesa a una profunda crisis revolucionaria.Los oportunistas no verán nada de esto por mucho que lo tengan delante de las narices; pero, ¿pueden explicar en qué han consistido los cambios democráticos efectivos, con algo de calado, desde el franquismo a la democracia?; ¿quiénes y con qué fin llevaron a cabo la reforma política? Ciertamente, el movimiento obrero y popular arrebató con su lucha algunos derechos al régimen; tan cierto como que éste los legalizó para lavarse la cara y redoblar la explotación sobre los trabajadores, para recortarlos y utilizarlos al fin contra las propias masas. ¿En qué ha consistido si no el reconocimiento del derecho a la libertad de expresión, de asociación, de huelga, de manifestación, al trabajo...? Todos esos derechos han sido férreamente regulados de modo que no puedan prestar ningún servicio a la clase obrera. Al mismo tiempo, el régimen se ha ido dotando de un arsenal de leyes represivas que legalizan la guerra sucia y el estado de excepción permanente. Nunca han cesado los asesinatos políticos, las torturas ni las largas condenas a los verdaderos comunistas y otros demócratas y revolucionarios. ¿No son la guerra sucia, el terrorismo de Estado, los GAL... la mejor prueba de lo que aquí decimos, así como de la debilidad del régimen, que no puede mantenerse más que utilizando estos métodos? ¿Está reconocido en la constitución monárquico-fascista, el derecho a la revolución o a la resistencia, del que Engels dijo que es el único derecho en el que descansan todos los Estados modernos sin excepción?, ¿no es esta afirmación de Engels la prueba más concluyente de lo lejos que estamos de aquellos Estados democrático-burgueses del siglo XIX? Cuando Engels habla de las posibilidades que ofrecían las leyes e instituciones burguesas, para luchar contra esas mismas leyes e instituciones, ¿no se está refiriendo al régimen democrático? Y bien, ¿se puede hoy, en la época del imperialismo y la reacción abierta, hacer el mismo planteamiento de este importante problema de la táctica, sin caer en el más rastrero de los oportunismos? La Forja ni siquiera menciona esa situación concreta en su tocho, y eso que la coyuntura política es para ellos la coletilla que le ponen a cada párrafo.
Cuando hablamos del fascismo, a todos los oportunistas se les pone la carne de gallina; no quieren reconocer la realidad, sólo quieren ver el fascismo en las formas del nazismo alemán, del fascismo italiano, del franquismo español y otras formas calcadas de éstas. Pero esas formas hace tiempo que han sido arrojadas por los mismos imperialistas al basurero de la historia: ¿para qué van a suprimir el parlamentarismo si tienen un parlamento hecho a su medida?, ¿para qué necesitan a estas alturas el partido único si tienen a los partidos sobornados por el capital financiero y a los políticos en las nóminas del Estado?, ¿para qué necesitan el sindicato corporativo si tienen a las centrales sindicales conchabadas con la patronal?, ¿para qué necesitan la parafernalia y la propaganda de tipo hitleriano si sus medios propagandísticos están a años-luz por delante del mensaje desnudo del franquismo? En nuestros días, el régimen español se ha dotado de instrumentos y métodos de opresión y propaganda mucho más sofisticados, pero su naturaleza es la misma porque ya no puede ser otra.
Sobre la lucha de resistenciaDe todo lo anterior se deduce que los métodos de lucha cambian con las nuevas circunstancias, las formas clásicas caducan o se supeditan a las nuevas que se van abriendo paso, al comienzo de forma más bien espontánea. Esto se comprueba, sobre todo, en la propia realidad del movimiento, que se mantiene vivo y crece desplegando cada día nuevas formas de defensa y ataque. Claro que todo depende de la meta u objetivos que nos hayamos propuesto alcanzar. Si aspiramos a conquistar un lugar al sol del sistema, por más estandartes o eslógans comunistas que portemos, no podremos traspasar los límites que nos marca el Estado y utilizaremos los medios legales y pacíficos. Si, por el contrario, lo que pretendemos es destruir hasta sus cimientos el régimen fascista y monopolista, no nos queda más remedio que enfrentarlo desde el comienzo e ir organizando al proletariado en la lucha más resuelta, al tiempo que intentamos convertirnos en una pesadilla para el Estado, aplicando las formas de organización y los procedimientos de lucha revolucionaria que corresponden a nuestras condiciones y que resultan más adecuados a nuestros fines: la clandestinidad se antepone a la legalidad y la lucha de resistencia a las formas ya asimiladas o controladas por el sistema y relegadas, de hecho, por el propio movimiento de masas. Nuestro Manifiesto-Programa expone esta cuestión en los siguientes términos:
Los actuales Estados capitalistas, en virtud de las experiencias que han ido acumulando, no permitirán al movimiento obrero revolucionario acumular y concentrar sus fuerzas de manera pacífica, ya que estos Estados son la contrarrevolución organizada permanentemente. Hoy no nos encontramos en la época de la libre competencia económica y de la dictadura democrático-burguesa, cuando todavía le era posible a la clase obrera organizarse y utilizar las instituciones burguesas para ‘luchar contra esas mismas instituciones’, tal y como señaló Engels. La implantación de formas de poder de tipo fascista y policíacas en la casi totalidad de los países capitalistas ha terminado por arruinar y hacer inútiles los viejos métodos de lucha pacífica y parlamentarios, lo que por otra parte no ha impedido que hayan surgido y se vayan implantando otros métodos nuevos.Este razonamiento del Manifiesto-Programa complementa la tesis apuntada en el apartado anterior.
La Forja, en el epígrafe que titula Apuntes sobre la línea militar, dice que va a analizar en detalle la línea política... del PCE(r) sobre esta cuestión. Yo, desde luego, no voy a ir tan lejos, pues será suficiente con sólo recordar algunas de las tesis elaboradas por nuestro Partido. La Forja comienza el apartado con una larga cita de La guerra de guerrillas, obra en la que Lenin expone las dos tesis teóricas fundamentales por las que debemos guiarnos en el problema de las formas de lucha. Sigamos ese mismo hilo:
¿Qué demandas fundamentales debe presentar todo marxista al análisis de las formas de lucha? Primero [...] El marxismo admite las formas más diversas de lucha; además, no las ‘inventa’, sino que sintetiza, organiza y hace conscientes las formas de lucha de las clases revolucionarias que aparecen por sí solas en el curso del movimiento. Enemigo absoluto [...] de toda receta doctrinaria, el marxismo exige atención a la lucha de masas en curso, lucha que da origen a métodos de defensa y ataque más nuevos y diversos cada día en la medida que el movimiento se va extendiendo, aumenta el grado de conciencia de las masas y se acentúan las crisis económicas y políticas.Que conste que Lenin dirige esta obra contra los que sólo reconocen como válidas las formas de lucha pacíficas y califican de terrorismo la lucha guerrillera, es decir, contra los que renuncian a sintetizar, organizar y hacer conscientes los nuevos métodos de defensa y ataque. Y bien, ¿cuáles son esos nuevos métodos de defensa y ataque?, ¿cuál es la lucha de masas en curso?, ¿son acaso el parlamentarismo y el sindicalismo amarillento; o son, más bien, la guerrilla acompañada de la lucha callejera, los sabotajes, las huelgas fuera del control de los sindicatos, el boicot al régimen, y otras muchas formas de lucha democrática que se desarrollan al margen de la legalidad? Estas nuevas formas que se han abierto paso y que incluyen la lucha armada organizada, son las que nuestro Partido encuadra en lo que ha calificado como movimiento de resistencia.
En otra ocasión sorprendimos a los de La Forja en su empeño en hacernos aparecer combatiendo por una revolución democrático-burguesa. Ahora parecen haber olvidado esa historia, y tienen motivos sobrados para ello, pues ¿cómo hacer compatible la revolución burguesa con nuestro rechazo del parlamentarismo y el apoyo a la lucha armada dirigida contra el Estado capitalista? Imposible. De ahí que hayan buscado en este otro campo algún resquicio por el que continuar sus ataques demagógicos. Veamos cómo se lo montan:
Escribe La Forja en relación con el problema que estamos analizando: Además, ellos mismos tienen la desfachatez de reproducir una cita de Lenin donde éste hace depender el desarrollo real de los movimientos de masas, no sólo de la ‘batalla decisiva’, sino incluso la guerra de guerrillas.
La cita de Lenin a que se refieren (extraída de la misma obra) es la que sigue: La lucha guerrillera es una forma de lucha inevitable en tiempos en que el movimiento de masas ha llegado ya, de hecho, hasta la misma insurrección y en que se abren intervalos más o menos grandes entre las ‘grandes batallas’ de la guerra civil. La Forja comenta: Es alucinante ver como el camarada Arenas utiliza esta cita para justificar su punto de vista: ‘la guerra de guerrillas’ que alienta y el maquis de los años 40 llenarían el intervalo entre las ‘grandes batallas de la guerra civil’ de 1936-39 y las grandes batallas de la próxima guerra civil. ¡Otro ejemplo de confusión entre el plano histórico y el plano político!
Como vemos, La Forja no confunde ninguno de esos dos planos, pues para eso evita establecer cualquier relación entre ellos. Esto le resulta necesario, entre otras cosas, para poder embellecer el régimen de la oligarquía financiera española y preconizar al mismo tiempo la participación en las elecciones democráticas. Pero lo más interesante es la pregunta y la respuesta que vienen a continuación: ¿Desde 1936-39 hasta hoy se ha mantenido el movimiento de masas en el nivel insurreccional? La respuesta obvia es no, para todo el que tenga la cabeza sobre los hombros, tan obvio como que ni Lenin ni nadie que no sean los de La Forja, ha planteado jamás nada parecido al mantenimiento de un movimiento de masas en el nivel insurreccional durante 50 ó 60 años. Lenin se refiere a la lucha de guerrillas como un fenómeno inevitable en tiempos de crisis y revolución, y a los intervalos más o menos grandes entre las ‘grandes batallas de la guerra civil’; es decir, no separa en dos planos (uno histórico y otro político) esos períodos, sino que establece una continuidad entre ellos como parte de un mismo proceso, toda vez que el movimiento de masas, ha llegado ya, de hecho, hasta la misma insurrección. Claro que, si tenemos en cuenta que para estos señores, no se debe empuñar las armas contra el fascismo, la cuestión aparece resuelta, ya que verdaderamente, resulta imposible mantener de esa manera, ni en ningún plano, un movimiento de masas en el nivel insurreccional. No se puede reconocer la existencia de un nivel insurreccional durante tantos años, a menos que se reconozca al mismo tiempo esos intervalos más o menos grandes entre las grandes batallas de la guerra civil. Otra cosa es que esa guerra no exista, o para decirlo con otras palabras: para La Forja no existe realmente, desde hace mucho tiempo, un movimiento de resistencia antifascista y antiimperialista en España, ese movimiento insurreccional de nuevo tipo que describe Lenin y al que se refiere muchas veces en sus obras cuando trata del imperialismo, de la crisis del sistema capitalista, y de las convulsiones revolucionarias que esta provoca. Este es el fondo de la cuestión que estos alucinadores están tratando de velar con sus malabarismos verbales. Pero veamos cómo expone este mismo asunto el texto de Arenas que ellos también han interpretado a su manera:
Nadie se atreve hoy a calificar como ‘anarquismo’, ‘terrorismo’ o como ‘aventurerismo’ la lucha de guerrillas que siguió en España a las ‘grandes batallas de la Guerra civil’, lucha que se prolongó hasta bien entrados los años 50. Cuando se emprendió aquella lucha de guerrillas fue considerada justa y necesaria por todos los demócratas y revolucionarios del mundo. Posteriormente, esta forma de lucha no se ha manifestado con tanta fuerza y claridad, pero nadie podrá negar que ha existido en estado latente en las huelgas revolucionarias de los mineros y metalúrgicos, en las manifestaciones de carácter insurreccional, y en las constantes escaramuzas libradas entre los manifestantes y las fuerzas represivas que han ocasionado decenas de muertos. Esa lucha es la que ha vuelto a resurgir en España como prolongación de las anteriores, aunque esta vez está más vinculada a la actual crisis económica y política del régimen.Queda claro, pues, el plano histórico. En lo que respecta al plano político o a la coyuntura, es igualmente claro que ésta no nos la revela el Espíritu Santo ni podemos determinarla solamente fijando obsesivamente la mirada en los hechos políticos de cada día, pues toda coyuntura hunde sus raíces en la historia y está, en buena medida, determinada por ella. De modo que, por más que les pese a las atormentadas cabezas de nuestros críticos, aunque efectivamente, hoy la guerrilla está más vinculada a la crisis actual del régimen que al período anterior, no es posible separarla o desconectarla de la guerrilla antifranquista; y de hecho representa su continuidad, como lo demuestra, entre otras cosas, el que comenzara su actividad en vida de Franco, o sea, antes de la reforma del régimen. Por lo demás, y como es bien sabido, ya los carrillistas bregaron lo suyo para liquidar el movimiento y romper esa continuidad, al tiempo que procuraban enterrar la memoria histórica de nuestro pueblo, al objeto de lograr su reconciliación con los ladrones y asesinos fascistas; pero por lo visto, para los de La Forja jamás ha existido esa coyuntura política.
Estos admiten, teóricamente, incluso la lucha armada, pero -dicen- no antes de que las masas hayan madurado para apoyarla o, al menos, mantener una neutralidad benévola frente a ella. ¿De qué masas hablan?, ¿acaso no son los sectores más avanzados de entre las masas los que hoy apoyan y llevan a cabo todo tipo de acciones violentas?, ¿acaso sin el apoyo de las masas podrían mantenerse e ir en ascenso la lucha de resistencia y el combate guerrillero? He aquí la concepción de todos los oportunistas, el seguidismo rastrero tras los sectores más atrasados o los desclasados que no merecen el nombre de masas. He aquí el pánico que se apodera de ellos, cuando ven el desarrollo de la lucha de clases, y sus intentos por conducirla al callejón sin salida del posibilismo y del legalismo.
La Forja cita un pasaje del artículo de Arenas, Sobre los métodos de lucha, que viene bien reproducir para recalcar lo dicho: Dado el grado de concentración económica y reacción política alcanzado por el capitalismo, dada la agudización de todas sus contradicciones y de la lucha de clases, se hace imposible combatirlo con los métodos parlamentarios y sindicales propios de otra época. Por este motivo, nuestro Partido reconoce en la resistencia activa de las masas a la explotación capitalista y en la lucha armada revolucionaria el principal método de lucha que ha de aplicarse en estos momentos en nuestro país.
Y he aquí la conclusión que extrae La Forja de esta cita: En definitiva, para la dirección del PCE(r), el recurso a la lucha armada tiene ‘carácter estratégico’, es decir, que viene determinado por ‘todos los rasgos esenciales del régimen económico y político de la época que nos ha tocado vivir en los países capitalistas’, así es que, para estos camaradas, desde que el capitalismo entró en su fase imperialista, la lucha armada es un medio a emplear en todo momento. Más adelante, La Forja continúa: Esta utilización de la lucha armada atendiendo a razones histórico-estratégicas, y a motivos político-tácticos, contradice la segunda tesis teórica fundamental de la que Lenin habla... vulnera el postulado marxista de determinar las formas de lucha en función de la ‘situación histórica concreta’.
¿Por qué no quiere entender La Forja que no hablamos de otra cosa más que de la situación histórica concreta? Sólo cabe una respuesta: busca un subterfugio en el que escudarse. Para ellos la actual fase imperialista ultrarreaccionaria puede variar en función de algún capricho táctico de la burguesía: hoy impone su dominio democráticamente, mañana se torna al fascismo, pasado mañana se vuelve otra vez democrática. En ese caso, ¿en cuál de las situaciones históricas concretas habría que practicar la lucha armada?
No voy a negar que dentro de la época del imperialismo y de la revolución proletaria se dan distintos períodos o momentos que habrá que tener en cuenta para fijar la táctica correcta, mas esto sólo será posible hacerlo siempre que no se olvide o se pase por alto el gran momento histórico que vivimos, el cual determina toda la estrategia del movimiento revolucionario. Así lo expone el Manifiesto-Programa del Partido:
Las funciones de la lucha armada y de la organización guerrillera no están limitadas por condiciones momentáneas, insurreccionales o locales (y por tanto de carácter táctico), sino que son permanentes. Esto viene determinado por las condiciones del régimen económico y político del imperialismo, así como por la crisis y el desarrollo de la lucha de clases. De esta forma, la lucha armada guerrillera se convierte en una parte esencial de la estrategia revolucionaria del proletariado. Eso no significa que todos los momentos sean idénticos, ni que la lucha armada no tenga nada que ver con la táctica. Es natural que en un proceso de lucha prolongado como el que será necesario para derrocar al régimen, como señala nuestro Manifiesto-Programa: Se producirán numerosos avances y retrocesos, en el que se tendrá que aprender a utilizar todos los procedimientos de lucha y en el que lo político y lo militar deberán combinarse adecuadamente. Si la táctica no tuviera nada que ver con la lucha armada, podríamos, hoy mismo, lanzar todas nuestras fuerzas a una ofensiva contra el Estado, pero como no tenemos ningún deseo táctico de suicidarnos, no lo vamos a hacer hasta que tácticamente llegue su momento. La lucha armada sirve al movimiento de masas y no puede rebasar su nivel de conciencia, esto y otras muchas cosas hay que sopesarlas detenidamente en su aplicación en las distintas situaciones: la lucha armada podrá ser más o menos intensa, las acciones pueden revestir distinto carácter, se pueden declarar treguas, etc.; eso son cuestiones tácticas supeditadas a la permanencia de la lucha armada hasta el derrocamiento del capitalismo.
Pero según La Forja, esta concepción También se opone a la primera tesis leninista, puesto que, por toda una época histórica, la del imperialismo, ata el movimiento a una forma especial de lucha, la forma militar. Los dedos se les hacen duendes a estos críticos.
No hace falta demostrar que no atamos el movimiento a ninguna forma de lucha especial, y mucho menos en toda la época del imperialismo, por eso no voy a insistir más en ello. Lo que sí hay que aclarar es que el PCE(r) jamás ha planteado que la forma militar de lucha sea la principal en estos momentos. Tal como señala el Manifiesto-Programa:
La combinación de las acciones armadas guerrilleras con las huelgas, manifestaciones, sabotajes, etc., se destaca como la principal forma de lucha del movimiento obrero y popular. Esta combinación de diferentes procedimientos de lucha configura un vasto movimiento de nuevo tipo que nos lleva a calificarlo como movimiento de resistencia popular.
En este movimiento la lucha de masas y la actividad del partido desempeñan el papel principal. La lucha armada guerrillera y la organización militar son formas de lucha y organización subordinadas a las anteriores.¿Lo quieren más clarito?
Pero hay más. La Forja, al llegar a este punto expone su primera conclusión del análisis en detalle de nuestros textos: la existencia del imperialismo no justifica por sí sola el recurso a la lucha armada.
Lo que se proponen con sus métodos marrulleros es desligar unos de otros todos nuestros planteamientos acerca de las condiciones económicas, políticas e históricas que han hecho posible el surgimiento y desarrollo de la lucha armada en nuestro país y, obviamente, acerca de la necesidad de apoyarla. De esa manera, claro, es fácil concluir: esto, por sí solo no justifica la lucha armada; aquello, por sí solo tampoco la justifica, etc. Jugar al por sí solo, pone al descubierto el propósito demagógico y embrollador, adobado con citas de Lenin, de La Forja, de modo que, como no se merecen por sí solos que les dediquemos mucho más tiempo, por mi parte iré resumiendo.
Palabrería sin actosLa Forja entra a continuación en el apartado del fascismo por sí solo.
¿De dónde han sacado estos camaradas la conclusión de que, bajo el fascismo, es siempre preceptiva la lucha armada y resultan inapropiados los métodos de lucha legales, sindicales, etc.? O sea, parlamentarios.
Esto enlaza directamente con la segunda conclusión de La Forja: Aunque España fuese un país fascista, esto por sí solo no determina que se deba practicar la lucha armada.
¿Qué es el fascismo por sí solo?, ¿un niñato sin cerebro? ¿Cómo habremos de combatir al fascismo?, ¿con métodos legalistas y parlamentarios?, ¿qué tenían que haber hecho todos los que en España y en los demás países han empuñado las armas para combatir a la bestia negra del gran capital?
No creo que haga falta detenerse en considerar lo que habrían hecho de haber seguido los consejos de La Forja, ya que sin ninguna duda les habrían recomendado no empuñar las armas, en lugar de llamarles a hacerlo con más energía y combatividad de lo que realmente lo hicieron, lo que en buena medida facilitó e hizo posible la victoria de sus enemigos.
La Forja simula mantener una posición marxista-leninista ante este problema (en la línea de la Revolución de Octubre) pero pasa por alto una etapa del desarrollo histórico, así como de las experiencias del movimiento revolucionario, que vienen a ser los términos en los que Lenin, como hemos visto, sitúa este importante problema.
La Revolución de Octubre puso en alerta al imperialismo, que fue tomando medidas drásticas para no verse sorprendido por la lucha revolucionaria. A partir de Octubre, los Estados capitalistas se pertrecharon de tal modo contra una insurrección del tipo de la Soviética que en ningún país volvió a triunfar una insurrección parecida. La Internacional Comunista y, a su vez, la mayor parte de los partidos comunistas, antepusieron la llamada vía de Octubre o insurreccionalista a cualquier otra, cosechando un fracaso tras otro. La IC no supo extraer las consecuencias obligadas de estos errores, que atribuía principalmente a la colaboración de clase con la burguesía practicada por la socialdemocracia y al rechazo de ésta a la unidad con los comunistas. La IC, ante los fracasos, fue abandonando la vía insurreccional y acogiéndose a los viejos métodos legales y parlamentarios. De este modo se facilitó el ascenso del fascismo que cogió desprevenidos y desarmados a la mayor parte de los partidos comunistas en Europa. Se olvidaron de las enseñanzas de Lenin en el sentido de dar prioridad a los nuevos métodos de lucha con respecto a los viejos para convertirlos todos en un arma completa del comunismo. Se olvidaron de que Lenin siempre subordinó los métodos de organización y de lucha legales a los ilegales y clandestinos; y, así, al fascismo le resultó fácil barrerlos de un zarpazo. Se olvidaron de la larga e intensiva preparación que precisó la revolución Soviética. Tendieron a interpretar la obra de Lenin La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo como un imperativo que obligaba a utilizar las formas de lucha ya caducas, sin encontrar otra salida del atolladero. Aquellos errores de los años 20 y 30 que no se corrigieron y que quedaron tapados por el desencadenamiento de la II Guerra Mundial, serían erigidos posteriormente por el revisionismo en su línea política, de la que todavía colean algunos flecos.
Preparar la revolución y lanzar a las masas a la insurrección son dos fases del mismo proceso revolucionario cuya diferencia consiste en el grado de madurez del movimiento y de todas las condiciones necesarias. Un requisito que resulta imprescindible para preparar la insurrección es la formación de un ejército popular revolucionario que se irá forjando a lo largo de una guerra prolongada sin esperar a que se creen unas supuestas condiciones ideales, sino que habrá que contribuir a crearlas en el transcurso de la lucha. Las revoluciones rusas, especialmente la de Octubre, fueron posibles gracias a la conjunción de una serie de factores favorables que es prácticamente imposible que vuelvan a repetirse. Aun así, esos factores favorables no hubieran podido aprovecharse sin la enérgica preparación de la insurrección. Entre otras condiciones que se debían crear, Lenin no descuidó nunca la preparación militar durante largos años: los pequeños grupos de combate, la milicia obrera y campesina y el trabajo por ganarse al ejército. En aquella situación todavía era posible atraerse a una parte del ejército, la tropa, formada por obreros y campesinos, vacilaba ante el movimiento popular, y los bolcheviques, en Octubre, ya habían logrado ganar para la revolución al ejército vacilante. Lenin, tras constatar que en 1905 los socialdemócratas no estaban preparados para ponerse a la cabeza del ejército revolucionario, planteaba en el Informe sobre la revolución de 1905:
El militarismo jamás ni en caso alguno puede ser derrotado y eliminado por otro método que no sea la lucha victoriosa de una parte del ejército nacional contra la otra parte [...] La tarea consiste en mantener en tensión la conciencia revolucionaria del proletariado, no sólo en general, sino preparar concretamente a sus mejores elementos para que, llegado un momento de profundísima efervescencia del pueblo, se pongan al frente del ejército revolucionario.¿Cómo podemos ir preparando, en la actualidad, ese ejército popular capaz de aniquilar al ejército reaccionario? ¿Podemos confiar en que una parte del ejército fascista y mercenario vacile ante el movimiento popular? Sin duda, en situaciones de guerra o de extrema gravedad, una parte de la tropa desertará y se pasará a las filas del pueblo; pero, hoy día, los ejércitos están pertrechados de tal modo que esas deserciones no podrán causar mella en ellos. Será en el transcurso de la guerra popular prolongada como el proletariado irá formando y fortaleciendo su propio ejército revolucionario; primero, a través de la lucha de resistencia y de la lucha guerrillera hasta transformarla en una verdadera milicia popular que, combinada con la insurrección, derrocará, en su momento, al Estado capitalista. El asalto al poder hay que prepararlo concienzudamente, adelantando, desde hoy, aunque sólo sea en germen, todas las condiciones necesarias para la insurrección, incluida la lucha armada.
¿Qué dice La Forja de todo esto?: ‘preparar’ no es idéntico a ‘practicar’: hoy, la preparación de la lucha armada, debe circunscribirse al estudio de la teoría militar en general, incluida la experiencia del movimiento revolucionario, a la atenta observación de las formas de violencia que acompañan las luchas espontáneas de las masas y a todo tipo de simulaciones y prácticas que no impliquen la ruptura de las hostilidades. Estudiar, observar y simular: palabrería sin actos, que diría Lenin.
Es muy propio de los oportunistas rechazar la lucha armada bajo el pretexto de que vivimos en un régimen democrático-burgués o con la excusa de la falta de conciencia de las masas. La Forja pone especial empeño en escurrir el bulto con esas dos justificaciones y así lo expresa en su tercera conclusión: ...mientras las masas no estén preparadas y sigan imbuidas de pacifismo democrático-burgués, el Partido Comunista no debe practicar la lucha armada, ni siquiera con carácter secundario, e incluso debe desaconsejar su práctica por aquéllos que quieren ajustarle las cuentas al capitalismo antes de tener de su parte a la única fuerza capaz de hacerlo: las masas obreras y populares.
Otra vez topamos con la concepción masista y reformista. El caso es que dan por descontado que no tenemos en cuenta para nada el estado de conciencia de las masas. Es indiscutible que para lanzarse a la insurrección, el Partido tiene que haberse ganado previamente a las amplias masas de explotados y oprimidos. En ese momento de la batalla decisiva las masas estarán constituidas por millones de obreros; pero, hoy, cuando hablamos de masas, no nos referimos, ni mucho menos, a la totalidad de la población asalariada. Es revelador cómo La Forja, tan amante de la coyuntura política, desbarra al llegar a este punto para ir a caer, una vez más, en la charca de las más vacuas generalidades. Veamos qué dice Lenin al respecto en su Informe al III Congreso de la IC en 1921:
El concepto de ‘masas’ es variable, según cambie el carácter de la lucha. Al comienzo de la lucha bastaban varios miles de verdaderos obreros revolucionarios para que se pudiese hablar de masas [...] Cuando la revolución está ya suficientemente preparada [...] unos cuantos miles de obreros no constituyen ya la masa. El concepto de masas, pues, cambia, no puede ser el mismo al comienzo que al final de un proceso revolucionario; y si, como dice Lenin, por él se entiende a la masa de los explotados, en ningún país lograremos atraerlos ni se logrará la victoria sin una preparación a fondo de la revolución. En determinados momentos no hay necesidad de grandes organizaciones. Mas para la victoria es preciso contar con la simpatía de las masas. Lenin, como vemos, habla aquí de dos momentos diferentes: el de la preparación, para el que no es necesario grandes organizaciones, y el de la victoria, para el que es preciso contar con las simpatías de las masas.
Es así como hay que entender el concepto de masas, en relación a la situación. Actualmente en España, con la represión campando a sus anchas y con un movimiento aún débil y disperso, unos miles o incluso centenares de obreros y jóvenes combativos muestran en numerosas ocasiones el carácter masivo del movimiento y de la lucha de resistencia. Igualmente se comprende que la vanguardia del proletariado no puede ser muy numerosa en nuestras condiciones y que se irá ampliando a medida que se vaya extendiendo la lucha. Lo que no podemos hacer es considerar vanguardia a los elementos que encabezan los movimientos de masas que giran alrededor de la política del régimen. Si ampliáramos la noción de vanguardia hasta ese grado, o si consideráramos masas en su estricto sentido político, en las condiciones actuales, a toda la población explotada y oprimida, el Partido quedaría rezagado con respecto a la vanguardia real y sería liquidado fácilmente por el oportunismo.
La Forja no siente escrúpulos en ama-ar los hechos y argumentos que no encajan con su concepción oportunista; desempolva una cita, anterior a 1899, en la que Lenin rechaza el terror como medio de lucha, mientras no se produzca un cambio en la situación. De esta burda manera, generalizan prácticamente el rechazo de Lenin a la lucha guerrillera hasta convertirlo en otro imperativo. Si a esto agregamos que, según La Forja, las masas no aceptan ni comprenden la lucha de resistencia, que además es contraproducente y que supone una provocación que sirve a la reacción, no es de extrañar que justifiquen todas estas patrañas, o que pretendan demostrarlas, nada menos que apoyándose en el loado ¡espíritu de Ermua! Veamos cómo lo hacen. Comienzan citando un fragmento del artículo de Arenas Propaganda armada: Hoy día no existe forma más eficaz para hacer oír la voz de los que luchan, para romper los pactos de silencio y la autocensura, que el empleo de la violencia revolucionaria, pues ello obliga a los mismos medios de la burguesía a hacerse eco del mensaje revolucionario. A lo que apostilla La Forja: ¡Y de qué manera! Consiguiendo que las consecuencias en las masas sean opuestas a lo deseado: léase el ‘espíritu de Ermua’. Claro que en la lucha armada también se cometen errores que la reacción suele utilizar. Estos errores deben ser analizados y criticados para que no se vuelvan a cometer ni enturbien la conciencia política de los trabajadores. Eso es lo que desde siempre ha hecho nuestro Partido con las acciones indiscriminadas o desesperadas, llevadas a cabo por ETA y en las que el gobierno y los partidos de la burguesía han tenido la mayor parte de responsabilidad. Otra cosa es pasarse a la trinchera del enemigo y abrazarse a su espíritu, con el pretexto de la crítica marxista-leninista al terrorismo.
Como colofón de todo el apartado dedicado a la línea militar, La Forja resume su concepción libresca en los siguientes términos:
La lucha armada sólo será un medio útil para que el proletariado conquiste el Poder político, cuando ya se encuentre reconstituido su Partido Comunista, cuando, además, éste tenga ya bastante avanzada ‘la conquista de las masas’ y cuando resulte evidente para éstas que el principal escollo que se interpone en su lucha liberadora es la fuerza armada de la burguesía. Estas son, efectivamente, las condiciones que tienen que darse y, aunque tengan todavía que desarrollarse, son las que esencialmente se dan en España desde hace años y siguen madurando. El Partido del proletariado está reconstituido, las masas han experimentado muchas veces en sus propias carnes que el principal escollo que se interpone en su lucha liberadora es la fuerza armada de la burguesía y en cuanto a la conquista de esas masas, en cualquier caso, el problema se plantea en el camino de la lucha de resistencia frente al fascismo y al imperialismo, y no predicando el parlamentarismo, el pacifismo y el reformismo. En realidad, lo que propone La Forja no es otra cosa que postergar la lucha revolucionaria para un futuro en el que ya hayan sido conquistadas las masas. Es así como nos llaman a que renunciemos a preparar la insurrección. Claro que cuando el Partido haya conquistado para la causa a la mayor parte de los explotados y oprimidos ya no tendrá sentido hablar de la lucha de resistencia, pues habrá llegado el momento de preparar la ofensiva general para tomar el poder y ya sabemos lo que seguirán proponiendo los estrategas de La Forja: Estudiar, observar y simular, puesto que preparar no es idéntico a practicar.
La Forja nos quiere arrepentidosLa Forja concluye su análisis en detalle de nuestra Línea Política considerando que no todo está perdido con nosotros ya que, observa, a partir del IV Congreso parece vislumbrarse un cambio táctico en el PCE(r). Para confirmar este hecho cita un pasaje del Informe al IV Congreso en el que, tras hacer referencia al nivel de conciencia política de las masas se advierte: Todo esto nos exige una gran flexibilidad política, evitando toda tentación ‘numantina’ o militarista, toda pretensión de saltar por encima del nivel real de conciencia de las masas o de suplirla con acciones ‘ejemplares’ con lo que se conseguiría únicamente quedar atrapados en una lucha desigual, sin perspectivas, contra la policía política.
Este párrafo es muy del agrado de los de La Forja y por él se muestran dispuestos a perdonarnos todas nuestras locuras infantiles, pues lo interpretan como un giro táctico que, aunque lo justifiquemos en base a la profundidad de la crisis del sistema que impera en España y la necesidad de cambios radicales, ellos, por su cuenta y riesgo, atribuyéndonos su mismo fariseísmo, afirman que radica en el fracaso de la línea ‘terrorista’, aunque no lo reconozcamos. Ese es un cuento de la lechera muy sui generis. Como no pueden admitir ni concebir que nuestra línea política de resistencia se va imponiendo, creen que acabaremos arrinconándola, y por eso se adelantan a los acontecimientos con la astucia del filisteo que, a falta de otro alimento más sustancioso, se llena la tripa de aire, nada menos que para insinuarnos que, una vez que hayamos abandonado la lucha revolucionaria, podremos unirnos a ellos para reconstituir el partido de verdad. Estos cantamañanas especulan a su antojo con la posibilidad de llevarnos al redil donde ellos se encuentran reconstruyendo el verdadero partido, y claro está que contra tales especulaciones poco o nada se puede hacer. Veamos cómo lo expresan:
Desde esta opción, creemos que pueden contribuir positivamente a la Reconstitución del verdadero Partido Comunista. Para hacerlo de manera cabal, tendrán que emprender un proceso de rectificación con una valiente autocrítica de sus concepciones y de su trayectoria. O sea, que por nuestra parte no debemos albergar ni la más mínima esperanza de que ellos puedan, a su vez, rectificar. La valentía y el espíritu autocrítico no va, desde luego, con estos críticos; quizás porque, verdaderamente, carecen de trayectoria.
En lo que respecta a nosotros, no tenemos ningún inconveniente en reconocer que a lo largo de más de 20 años, el PCE(r) ha realizado varias campañas de rectificación. Una de esas campañas se inició en junio del 97 con una autocrítica que aparece recogida en el Informe Político presentado por Arenas al Pleno del CC y que se refería al mismo problema que fue planteado en el IV Congreso:
Ha sido un error de subjetivismo por nuestra parte sobreestimar la conciencia política de las masas, es decir, considerar que éstas, por el solo hecho de vivir sometidas durante un largo periodo bajo el régimen fascista, estaban vacunadas contra las ilusiones reformistas burguesas y pondrían en práctica nuestros planteamientos en un plazo relativamente más corto, sin necesidad de una labor mucho más profunda y perseverante por nuestra parte [...] Ante todo, al dirigirnos a las masas obreras y populares hay que tener en cuenta sus verdaderas necesidades y su nivel de conciencia política. Hay que reparar también en la capacidad de engaño y manipulación de la burguesía y sus lacayos, así como en los efectos ‘disuasorios’ que logra siempre la represión. Todo eso no lo vamos a combatir o neutralizar solamente con la voluntad y el ejemplo. Además hace falta tiempo y que se den otras condiciones políticas más favorables. Ciertamente, no se trata de ir a la zaga del movimiento de masas, pero tampoco de precipitarnos o de menospreciar a los sectores más rezagados.Se trata, como vemos y como posteriormente ha sido matizado en otros documentos y artículos, no de revisar o cambiar la línea política de resistencia, sino de afirmarla todavía más acompasando el ritmo de los pasos del Partido a los que lleva el movimiento de masas. Los oportunistas sueñan con la posibilidad de un abandono táctico por nuestra parte de la lucha revolucionaria, eso les incapacita para poder comprender un planteamiento tan sencillo y tan correcto como el que ha realizado la Dirección del Partido de este problema en su autocrítica. Es más, ni siquiera entienden que la dirección de un partido comunista analice críticamente su propia labor y corrija las deficiencias y los errores inevitables y, en todo caso, para ellos toda actitud autocrítica deberá conducir al pantano del revisionismo. Como son tan inteligentes, tan ilustrados y lo saben todo de antemano, no tienen necesidad de aprender y, menos aún, de corregir en la práctica; tampoco hacen nada que merezca ese calificativo: con mirarse el ombligo y tratar de dar lecciones con ese ridículo aire de suficiencia a que ya nos tienen acostumbrados hacen bastante.
En su empeño porque merezcamos la gloria de unirnos a ellos, La Forja nos brinda un final apoteósico: nos propone negociar con el Gobierno para que haga concesiones a los presos, pero sin exigir ninguna contrapartida política, ya que eso resulta imposible bajo el capitalismo. Además nos piden: Disolver los GRAPO como organización militar, cesar la lucha armada y jurar al pueblo que no volverán a emprenderla hasta que éste la considere necesaria.
Esta es, como bien se sabe, la misma propuesta que nos hicieron los agentes del gobierno en las fracasadas negociaciones. Claro que La Forja no tiene la obligación de conocer este detalle. Tampoco es necesario pertenecer al CESID para hacer ese tipo de proposiciones. Basta con ser un revisionista de tomo y lomo, ya que, en el fondo, entre los agentes desembozados de la burguesía y sus agentes encubiertos no existe ninguna diferencia. De ahí esa coincidencia. La posición de clase es la misma, como lo son los intereses que defienden. También los agentes del CESID nos ofrecieron convertirnos en la verdadera izquierda, prometiéndonos todo tipo de facilidades legales y ayudas económicas. Sólo teníamos que arrepentirnos y disolver los GRAPO, una ganga. La misma ganga que ahora nos ofrece La Forja en nombre del comunismo. Sólo existe entre ambos ofrecimientos una diferencia que resulta realmente tentadora: los presos del PCE(r) y de los GRAPO serían presentados por los de La Forja como unos héroes; héroes, entiéndase bien, no por haber combatido al fascismo, sino por haberse arrepentido de ese combate y de haber permanecido en la cárcel, sufriendo torturas, durante más de veinte años por la misma causa. ¿Cabe aplicar otro calificativo a estas mujeres y hombres, verdaderamente ejemplares, distinto al que suele emplear el proletariado revolucionario cuando se refiere a ellos? La Forja lo sabe, éste es un dato que no puede pasar desapercibido para ellos; por este motivo propone que se les llame así, a condición, claro está, de que dejen de comportarse como tales héroes se arrepientan y se pasen a las filas contrarrevolucionarias. Muy ingeniosos nos han salido estos teóricos, ¿no les parece?
Por lo demás, ¿qué pueblo es ése que no considera necesaria la lucha armada dirigida contra los opresores? Evidentemente, se trata de los banqueros, parlamentarios, milicos, periodistas adheridos a los fondos de reptiles, líderes de los sindicatos amarillos, picolos, torturadores... y esa gentecilla que revolotea, como las moscas alrededor del festín, mendigando unas migajas. Para eso, naturalmente, tienen que hacer algunos méritos, tal como los está haciendo La Forja. Sin embargo, no vayan a pensar que estos elementos se presentan como unos vulgares oportunistas, patrocinadores descarados de la colaboración con el régimen terrorista del gran capital. Nada de eso; ellos son mucho más finos, pues no en vano han leído a Lenin y se han formado en la escuela del carrillismo. De ahí que no nos propongan un arrepentimiento y traición que pueda resultar escandaloso o repugnante. Sólo tenemos que liquidar el Partido, renunciar a la línea política de resistencia y a toda nuestra trayectoria revolucionaria y reinsertarnos como unos héroes en su proyecto de reconstrucción del verdadero Partido. ¿Cómo no aceptar tan generoso ofrecimiento? Desde luego, cualquier persona podría pensar que se trata de una broma de mal gusto por parte de estos reconstructores; o bien, una de dos: o son cortitos de mollera o tienen la cara más dura que las piedras. De todas maneras, resulta muy dudoso que tales proposiciones puedan estar dirigidas a nosotros, aunque así lo parezca. De modo que sólo cabe concluir que no tienen más objeto que contribuir, desde las filas comunistas, y con un lenguaje seudomarxista, a la misma campaña de difamación y embustes que desde hace ya mucho tiempo está orquestando el Estado fascista español contra nuestro movimiento.