El más inmediato antecesor ideológico del fascismo fue Nietzsche
Bitácora (M-L) - año 2017
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«El más inmediato antecesor ideológico del fascismo fue el filósofo alemán Nietzsche. En las obras de Nietzsche se mantiene la más repugnante actitud, una actitud despreciativo-señorial, esclavista-capitalista, ante el pueblo. Según este filósofo, «la humanidad es, indudablemente, más bien un medio que un fin, la humanidad es, simplemente, un material de experimentación, la escoria de un gigantesco fracaso, un campo de escombros». Nietzsche se refiere con desprecio a la masa trabajadora, a los que él llama «los demasiados», y considera como natural, normal y justificada la situación de esclavitud que les está reservada en las condiciones del capitalismo. La fantasía demencial de este filósofo le hizo concebir el ideal del «superhombre», de la bestia humana, situada «más allá del bien y del mal», que conculcaba la moral de la mayoría y marchaba derecha hacia su meta egoísta, hacia el poder por entre incendios y ríos de sangre. El principio fundamental del «superhombre» era la voluntad de poder, y a la luz de él todo se hallaba justificado. Esta fanática y cruel «filosofía» nietzscheana, unida a su teoría racista, fue elevada al rango de ideología oficial del Estado por Hitler y sus secuaces.
La teoría racista del fascismo y la idea fascista del «Führer» se hallan íntimamente relacionadas entre sí y se complementan mutuamente. La teoría racista, sin que pueda apoyarse para ello en fundamento alguno, divide a los pueblos en «superiores» e «inferiores» y afirma que la mayoría de los pueblos sólo son aptos para abonar el «suelo de la civilización» y se hallan incapacitados para una obra de creación histórica propia e independiente, para la creación de valores culturales. Al mismo tiempo, los racistas dividen, a su vez, la raza «superior» inventada por ellos en representantes de primera clase, «de pura sangre», de la raza, en la «élite» y en representantes «de menor cuantía», «inferiores», entre los que ellos cuentan las masas populares. La «élite» la encabeza el Führer, dotado de poderes ilimitados para decidir acerca de la suerte de los pueblos. Esta ideología basada en el odio a la humanidad sirvió al hitlerismo de guía y justificación de su barbarie y de sus bestialidades, de su política de exterminio de millones de seres y de destrucción de miles de aldeas y ciudades». (Academia de las Ciencias de la Unión Soviética; Materialismo histórico, 1950)
La versión de 1950 de este documento soviético tiene ciertas diferencias cuando se compara con su reedición de 1954, bajo la excusa de hacerlo más breve y reformular mejor algunas expresiones, censuran algunos párrafos enteros, pero en otras ocasiones algunos axiomas marxistas se mantienen mientras coexisten con declaraciones antagónicas añadidas para la nueva versión. Esto demuestra que los manuales soviéticos efectivamente sufrieron una remodelación que en algunos puntos hace cualitativamente sustancial la diferencia entre sus versiones «stalinistas» y sus reediciones posteriores a 1953.
He aquí unas citas del propio autor Nietzsche para los escépticos sobre la justa conclusión de los soviéticos, donde se pondrá de manifiesto que promovió tomo una visión misantrópica del ser humano en especial contra las clases bajas, se posicionó de forma aristócrata en la lucha de clases, fue un férreo defensor del irracionalismo, del pragmatismo, del voluntarismo y del subjetivismo, exclamó odas al belicismo, a la misoginia, al genocidio, al caudillismo y a la eugenesia, valores hechos propios por el fascismo sin lugar a dudas:
«Nosotros mismos nos contamos entre los conquistadores, reflexionamos acerca de la necesidad de nuevos órdenes, así como de una nueva esclavitud, pues a cada fortalecimiento y elevación del tipo «hombre» corresponde también una nueva forma de esclavizar; ¿no es verdad?». (Friedrich Nietzsche; La gaya ciencia, 1882)
«Los alemanes somos hegelianos, aunque Hegel no hubiera existido nunca, en la medida en que –en contra de todos los latinos– atribuimos instintivamente al desarrollo y a la evolución un significado más profundo, un valor más rico que a lo que «es» –por eso apenas creemos en la legitimidad de la noción de «ser»–». (Friedrich Nietzsche; La gaya ciencia, 1882)
«Todo en la mujer es un enigma, y todo en la mujer tiene una única solución: se llama embarazo. El varón es para la mujer un medio: la finalidad es siempre el hijo. ¿Pero qué es la mujer para el varón? Dos cosas quiere el varón auténtico: peligro y juego. Por ello quiere él a la mujer, que es el más peligroso de los juguetes. El varón debe ser educado para la guerra, y la mujer, para la recreación del guerrero: todo lo demás es tontería». (Friedrich Nietzsche; Así habló Zaratustra, 1885)
«Debéis ser de aquellos cuyos ojos buscan constantemente un enemigo, su enemigo. Y en algunos se descubre el odio a primera vista. Debéis buscar vuestro enemigo, debéis hacer vuestra guerra, y hacerla por vuestros pensamientos. Y si vuestro pensamiento sucumbe, vuestra honradez debe cantar victoria por ello. Debéis amar la paz como medio para nuevas guerras, y la paz breve mejor que la larga. No os aconsejo el trabajo, sino la lucha. No os aconsejo la paz, sino la victoria. ¡Sea vuestro trabajo una lucha, sea vuestra paz una victoria! Solamente se puede callar o descansar cuando se dispone de una flecha y de un arco. En caso contrario no se hace sino charlar y disputar. ¡Sea vuestra paz una victoria! ¿Cómo es que decís que una buena causa santifica incluso una guerra? Yo os digo: ¡la buena guerra santifica toda causa! La guerra y el valor han hecho cosas más espléndidas que el amor al prójimo. No vuestra piedad, sino vuestra valentía es lo que ha salvado hasta ahora a los náufragos periclitantes». (Friedrich Nietzsche; Así habló Zaratustra, 1885)
«Hermano mío, ¿son males la guerra y la batalla? Pero ese mal es necesario, necesarios son la envidia y la desconfianza y la calumnia entre tus virtudes. (...) Yo sé del odio y de la envidia de vuestro corazón. No sois bastante grandes para conocer odio y envidia. ¡Sed, pues, bastante grandes para no avergonzaros de ellos!». (Friedrich Nietzsche; Así habló Zaratustra, 1885)
«Debéis amar la paz como medio para nuevas guerras. Y la paz corta más que larga. A vosotros no os aconsejo el trabajo, sino la lucha. (...) Ser valiente es bueno. Dejad que las niñas pequeñas digan: «ser bueno es ser bonito y a la vez conmovedor. (...) ¡Sea vuestra nobleza obediencia! ¡Vuestro propio mandar sea un obedecer!». (Friedrich Nietzsche; Así habló Zaratustra, 1885)
«Habría que excluir a Descartes, padre del racionalismo –y en consecuencia abuelo de la Revolución–, que reconoció autoridad únicamente a la razón: pero ésta no es más que un instrumento». (Friedrich Nietzsche; Más allá del bien y del mal, 1886)
«La corrupción, según en la forma de vida que se muestra, es algo muy distinto. Si, por ejemplo, una aristocracia como la de Francia al inicio de la revolución se deshace de sus privilegios con un asco sublime, y se sacrifica a sí misma en un libertinaje del sentimiento moral, eso es corrupción. Lo esencial de una aristocracia buena y sana es que puede aceptar, con la conciencia tranquila, el sacrificio de un sinfín de personas que se tienen que rebajar y reducir a humanos incompletos, a esclavos, a herramientas». (Friedrich Nietzsche; Más allá del bien y del mal, 1886)
«La «explotación» no forma parte de una sociedad corrompida o imperfecta y primitiva: forma parte de la esencia de lo vivo, como función orgánica fundamental, es una consecuencia de la auténtica voluntad de poder, la cual es cabalmente la voluntad propia de la vida. Suponiendo que como teoría esto sea una innovación, como realidad es el hecho primordial de toda historia: ¡seamos, pues, honestos con nosotros mismos hasta este punto!». (Friedrich Nietzsche; Más allá del bien y del mal, 1886)
«Lo esencial en una aristocracia buena y sana es, sin embargo, que no se sienta a sí misma como función –ya de la realeza, ya de la comunidad–, sino como sentido y como suprema justificación de éstas, que acepte, por lo tanto, con buena conciencia el sacrificio de un sinnúmero de hombres, los cuales, por causa de ella, tienen que ser rebajados y disminuidos hasta convertirse en hombres incompletos, en esclavos, en instrumentos». (Friedrich Nietzsche; Más allá del bien y del mal, 1886)
«A riesgo de descontentar a oídos inocentes yo afirmo esto: de la esencia del alma aristocrática forma parte el egoísmo, quiero decir, aquella creencia inamovible de que a un ser como «nosotros lo somos» tienen que estarle sometidos por naturaleza otros seres y tienen que sacrificarse a él. El alma aristocrática acepta este hecho de su egoísmo sin ningún signo de interrogación y sin sentimiento alguno de dureza, coacción, arbitrariedad, antes bien como algo que seguramente está fundado en la ley primordial de las cosas». (Friedrich Nietzsche; Más allá del bien y del mal, 1886)
«Los débiles y los fracasados deben perecer; ésta es la primera proposición de nuestro amor a los hombres. Y hay que ayudarlos a perecer». (Friedrich Nietzsche; El Anticristo, 1888)
«Hay días en que anida en mi en sentimiento más negro que la más negra melancolía: el desprecio de los hombres. Y para que no quede duda sobre lo que yo desprecio y a quién desprecio, diré que desprecio al hombre moderno, al hombre del cual yo soy desgraciadamente contemporáneo. El hombre de hoy. Su impura respiración me ahoga». (Friedrich Nietzsche; El Anticristo, 1888)
«¿No habéis oído mi respuesta de cómo se cura a una mujer, de cómo se salva? Haciéndole un hijo. La mujer necesita tener hijos, y el hombre no es más que le medio para ese fin. Así hablaba Zaratustra. Emancipación de la mujer es el nombre que toma el odio instintivo de la mujer fracasada, es decir de la incapaz de maternidad, contra la mujer que posee esa cualidad. La lucha contra el hombre no es más que un medio, un pretexto, una simple táctica». (Friedrich Nietzsche; Ecce homo, 1888)
«Lo primero que me pregunto al escrutar a la persona que tengo delante, es si posee el sentimiento de la distancia, si ve en todo el rango, los grados, las jerarquías de hombre a hombre, si sabe distinguir, en fin. Si posee todo eso es gentilhombre. Pero si no, pertenece irremisiblemente a la categoría tan vasta, tan bonachona de la canalla». (Friedrich Nietzsche; Ecce homo, 1888)
«Un nuevo partido de la vida, asume en sus manos como máximo objetivo la suprema cría de la humanidad, incluyendo la aniquilación despiadada de todos los impedidos y parásitos, hará que ese exceso de vida se haga posible de nuevo sobre la tierra, y sobre el que surgirá de nuevo la situación dionisiaca. Vaticino una época trágica: renacerá el arte supremo en afirmar la vida, la tragedia, cuando la humanidad deje tras de sí la conciencia de las guerras más duras y necesarias sin sufrir por ello». (Friedrich Nietzsche; Ecce homo, 1888)