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«Como cualquier pseudomarxista, Roberto Vaquero líder de Reconstrucción Comunista (RC) esquematiza los acontecimientos históricos entre «buenos» y «malos». A ejemplo de ello, en base a que si una figura es enemiga del villano mayor debe de tratarse de un héroe, y viceversa, no estudia nada más, todo se reduce a ese simplismo: «el enemigo de mi enemigo es mi amigo». Así de nuevo, presenta a Gueorgui Malenkov bajo esa visión ya que fue uno de los miembros condenado por Jruschov en 1957 ante el intento de destituirle, lo considera un «gran marxista» que se mantuvo siempre «fiel al marxismo», ignorando toda su biografía y sus actuaciones durante 1953-1957. Veamos:
«Los denominados por los revisionistas como grupo antipartido, fueron los camaradas que se opusieron a Jruschov y que intentaron deponerle como Secretario general en Junio de 1957. Las cabezas visibles fueron Malenkov, Kaganóvich y Molotov. (...) En nuestro recuerdo están todos los camaradas que se enfrentaron al revisionismo en aquellos momentos tan difíciles y que se mantuvieron fieles». (Universidad Obrera; Aspectos sobre el grupo antipartido, 2017)
Ante esto, nos vemos de nuevo en la necesidad de repasar los aspectos fundamentales de la biografía política de Malenkov, figura principal junto a Mólotov del llamado «grupo anti-Jruschov» o conocido por los propios jruschovistas como «grupo antipartido» en 1957.
Es posible que Malenkov, a pesar de sus limitados conocimientos se haya podido camuflar como un pretendido marxista, pero para el final de su vida se destapó como tantos otros, como un seguidista, un hombre pragmático que jugaba a dos bandas para intentar sobrevivir; y es que así se puede resumir su carrera: apostó siempre fuerte y perdió en varias de sus aventuras políticas.
Malenkov, como tantos otros casos de políticos en que a la postre la historia las destaparía como antimarxistas consumados, ya tuvo roces con el partido comunista y su línea durante diversas épocas, algo que como el lector comprobará no es casualidad. Si algo podemos reprochar a los marxista-leninistas del partido bolchevique, fue el darle varias oportunidades a este oportunista.
Entre 1941-1943 la responsabilidad de Malenkov fue supervisar la producción militar en la fuerza aérea. En 1946 la mayoría de sus subalternos fueron juzgados por errores técnicos y malgastar recursos en la producción de aviones, posición que obviamente también afectó a Malenkov que era el encargado de supervisar todo esto, siendo sustituido el 4 de mayo de 1946 del puesto de Secretario del Comité Central del PCUS:
«La estrella política de Malenkov se fue atenuando. En abril de 1946, él aún presidía las sesiones del Orgbiuro, pero el arresto del comandante de la fuerza aérea soviética A.A. Novikov el 23 de abril de 1946 debilitaba aún más sus posiciones. Otros miembros del Consejo Militar de las Fuerza Aérea, del cual Malenkov era el miembro líder, fueron arrestados; bajo los interrogatorios. (...) denunciaron a Malenkov como un conspirador que se esforzaba por sabotear la fuerza aérea soviética. (...) El 4 de mayo, en una reunión del Politburó, Malenkov fue relevado de su trabajo en el Secretariado del Comité Central, principalmente bajo alegaciones de haber descuidado la supervisión sobre las fuerzas aéreas y la industria de aviación, que dio como resultado la construcción de aviones defectuosos». (Kees Boterbloem; Vida y época de Andréi Zhdánov, 2004)
Malenkov perdió definitivamente su autoridad y prestigió cuando apoyó las tesis del revisionista Varga en su libro «Los cambios en la economía del capitalismo resultantes de la Segunda Guerra Mundial» de 1946, un libro que en realidad no se diferenciaba mucho de las tesis de Browder. Posteriormente sería la Biblia político-económica para los revisionistas soviéticos en los años posteriores. Entre otras cosas este libro condensaba lo siguiente:
1) Propagaba la idea de que las contradicciones entre la URSS y el imperialismo eran limitadas, y que el imperialismo estadounidense pese a ser más poderoso ahora era más «razonable», alegaba que gracias a los cambios de la Segunda Guerra Mundial, tras el fin de las potencias fascistas, los conflictos entre el campo capitalista y el campo socialista podrían ser solucionados de forma cordial, que las guerras podían ser inevitables. .
2) Sobreestimaba el rol «progresista» del sector estatal en los países capitalistas y las medidas de «planificación» que supuestamente se habían implantado durante la guerra.
3) Creía que la clase obrera podía ir «asegurando su dominio» en el aparato estatal de los países capitalistas de forma pacífica y progresiva.
4) Subestimaba las nuevas formas de dominación del imperialismo tras el comienzo del fin del colonialismo, no entendiendo el peligro del neocolonialismo y en concreto de la exportación de capitales, precisamente uno de los rasgos que caracteriza al capitalismo en su etapa monopolística, imperialista.
5) Despreciaba los cambios introducidos por los partidos comunistas en las democracias populares, creía que aunque eran efectivamente muy progresistas no dejaban de ser nacionalizaciones similares a las que se producían en el resto de países capitalistas-burgueses como Gran Bretaña o Francia, creía que ese sector era un simple capitalismo de Estado, para más inri, añadía que la influencia económica de estos nuevos regímenes en el mundo no era algo determinante ni podía influenciar en demasía al resto de luchas y nuevos regímenes que se fuesen formando.
La mayoría del PCUS, no paró durante años de criticar sus teorías durante años, véase de ejemplo las críticas emitidas por nueve eminentes académicos que en la Conferencia celebrada entre el 14 y 21 de noviembre de 1947 criticando de arriba a abajo el libro en cuestión. Esto demuestra varias cosas que los historiadores esquemáticos metafísicos a todas luces no llegan a comprender:
1) en la URSS no todas las publicaciones diferentes a la línea eran prohibidas ipso facto debido a varios motivos, lejos de lo que creen algunos, se publicaron muchos libros en todos los campos que produjeron diversos debates;
2) en la URSS se estimulaba el debate de las obras que se consideraban ajenas a la línea política oficial, se animaba a ejercer una lucha ideológica sobre ellas dejando a los asistentes exponer sus argumentos, es más, ello se consideraba necesario para desenmascarar las desviaciones de los autores de dichos errores, tanto para atraerlos al partido si eran salvables, como por encima de todo para convencer a los trabajadores del partido y fuera del partido, el marxismo nunca ha considerado convencer o censurar a golpe de decretazo.
Hay que decir de paso, que aquellos idiotas estilo Vijay Singh y demás, que creen que automáticamente todo material político, económico y cultural en el PCUS o en otros partidos comunistas durante 1924-1953 llevaban el «sello de aprobación» de Stalin para intentar justificar a autores como Mao, están dando a entender que Stalin supervisaba toda obra publicada en la URSS o fuera de ella, lo cual no solo no es cierto sino que sería imposible y es una calumnia sobre el funcionamiento interno del PCUS, propagan una devoción y fe hacia una persona la cual debe controlar todo, lo cual es una tiranía profundamente antimarxista, y tratan de paso abalar la política desviacionista o ya directamente revisionista de muchas figuras que precisamente empezaban a asomarse como renegados antes de ser destapados años después.
Durante el periodo de Stalin en los diferentes partidos comunistas y por supuesto en los medios de la URSS se publicaron otras de diferentes autores nacionales e internacionales que luego se vería que no eran marxistas o que degeneraron: Bradler, Browder, Bujarin, Tito, Mao, Thorez, Ibárruri, Togliatti, Varga, Voznesensky, Dej, Kim Il Sung, Jruschov, y muchos otros. Algunos fueron destapados en vida de Stalin, algunos otros obviamente Stalin nunca llegó a leer todas sus obras ni conocía todos sus actos, por lo que no captó su esencia, hubo otros casos en los que personalmente aportó su grano de arena para desenmascararlo y éstos accedieron bajo autocríticas cínicas a renunciar momentáneamente de sus posiciones, pero igualmente quedaron registros del criticismo de Stalin hacia sus políticas, lo que nos ayuda a entender sus desarrollos posteriores: ¿y por qué estos autores circulaban libremente por estos partidos y publicaban tales aberraciones? Evidentemente porque había un bajo nivel ideológico, un espíritu de autosatisfacción, formalismo y otros defectos que el lector se puede imaginar, los cuales Stalin criticó si se revisan sus obras del último periodo como veremos más adelante.
Malenkov también fue criticado en 1946 por apoyas algunas de estas teorías o sus variantes:
«Los puntos de vista de Malenkov encajaban con los argumentos de Eugene Varga, que afirmaban que los cambios institucionales en el Estado estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial habían hecho un competidor internacional más fuerte pero menos agresivo, más capaz de controlar sus impulsos agresivos de los monopolios capitalistas. (...) Malenkov buscó un apoyo para estas tesis entre las clases medias urbanas y la intelectualidad cultural y técnica. (...) Los cargos asestados por los inquisidores zhdanovistas contra el libro de Varga expusieron el perfil de Malenkov como consecuentemente: «técnico» y «apolítico», que sufría de «empirismo», «objetivismo burgués» y un punto de vista «sin partido». Durante las discusiones de la obra Varga fue obligado a rectificar en todas sus posiciones. La famosa obra de Stalin «Problemas económicos del socialismo en la URSS» de 1952: «Estaba claramente dirigido contra Varga». (Erik P. Hoffmann, Robbin Frederick; La política exterior soviética 1917-, 2009)
Lo que aquí recoge el autor burgués de Zhdánov sobre Malenkov no es para nada casual, Zhdánov tenía toda la razón del mundo en calificar a Malenkov como un «apolítico» y «empirista», es decir alguien que se movía en base al pragmatismo, lo que le era útil de sus experiencias lo repetía sin mirar si concordaba con los principios, esto sería la constante en su carrera política, camuflarse dentro de la línea de debate que creía que iba a salir victoriosa.
Tras la crítica a Varga, el apoyo otorgado por Malenkov a las tesis de este le valieron el ser degradado también en el Buró Político:
«[En]las listas electorales de los miembros del Politburó. Durante las elecciones de enero de 1946, el nombre de Malenkov era tercero en la lista; él cayó al noveno lugar en noviembre de 1947, de 1946 hasta a mediados de 1948, la obra de Malenkov nunca apareció como el de un miembro del Secretariado del Partido Comunista». (Martin Ebon; Malenkov el sucesor de Stalin, 1953)
La prueba de su rol secundario pudo verse en la conformación de la Kominform donde Zhdánov encabezada siempre la delegación soviética: en la primera y la segunda Conferencia de 1947 y 1948. Es solo a partir de la muerte de Zhdánov cuando empieza a tener un rol más protagónico tanto en las sesiones de la Kominform como en el PCUS en sí.
Es precisamente durante esta época de 1947 de pleno apogeo de Zhdánov y ante su propuesta de celebrar el XIXº Congreso del PCUS, cuando según algunas fuentes señalan que Malenkov y Beria serían unos de los culpables del retraso de la celebración del congreso hasta 1952:
«Los archivos Hoover revelan la intención poco conocida del Buró Político de convocar al XIX Congreso del Partido a principios de 1947, asignándole a A. Zhdánov el papel más importante en su organización. En ese momento, Zhdánov era el segundo en el Partido, solo después de Stalin, y encabezaba el secretariado. Esta asignación del Buró Político situaba claramente a Zhdánov como el previsible sucesor de Stalin. El 7 de enero de 1947, el Buró Político aprobó la decisión de convocar un Pleno del Comité Central para el 21 de febrero, que incluía como tema principal la convocatoria del XIX Congreso del Partido, encargando a Zhdánov la responsabilidad de establecer su agenda [4]. El XIX Congreso del Partido se reunió finalmente cinco años más tarde, bajo la dirección de G. Malenkov, rival de Zhdánov. (...) La colección personal de materiales de Zhdánov contiene en efecto su intervención en el Pleno de 1947, en el que propuso que los principales puntos de la agenda del XIX Congreso sean el nuevo programa del Partido y los nuevos estatutos partidarios. (...) Zhdánov, el ex primer secretario de Leningrado y miembro del Buró Político desde 1939, se desempeñaba como secretario del Comité Central y ocupaba claramente el segundo lugar, solamente después de Stalin, en la organización del Partido a finales de 1940. Es en esa capacidad que el Buró Político le asignó en febrero de 1947 que realizara los preparativos para el XIX Congreso del Partido. Al parecer, el contrapeso de sus rivales Malenkov y Beria estancó la primera convocatoria del Congreso del Partido. Dieciocho meses más tarde, antes de que se convocara el Congreso, murió Zhdánov (31 de agosto de 1948), aparentemente de un ataque al corazón, aunque no se puede descartar el juego sucio. La muerte de Zhdánov perturbó el frágil equilibrio político. (...) Los Congresos del Partido exigen un tema principal. Si el XIX Congreso del Partido se hubiera llevado a cabo como estaba previsto en 1947 bajo Zhdánov, el tema habría sido el nuevo programa del Partido. Pero bajo Malenkov-Beria, el tema principal era la ratificación del segundo plan quinquenal de la posguerra –el quinto plan quinquenal– para el período 1951-1955». (Aleksei Tikhonov y Paul R. Gregory; El último Plan de Stalin, 2004)
Malenkov sólo pudo volver a puestos de poder de importancia tras la misteriosa muerte de su principal detractor: Andréi Zhdánov a mediados de 1948, otra famosa muerte que no está exenta de polémicas:
Malenkov fue recobrando su influencia poco a poco y en silencio. Seguramente los elementos sanos del partido pensaron que Malenkov había aprendido la lección de 1946 y que se dedicaría con diligencia al trabajo en el partido, Zhdánov que había calado muy bien su carácter, estaba fallecido, por lo que Malenkov se concentró en ganarse la confianza de Stalin no desentonando en los años sucesivos, y no reviviendo sus pensamientos desviacionistas hasta que éste falleció.
Durante el caso de Leningrado de 1949, a petición de Stalin, Malenkov fue a investigar junto a otros las irregularidades del partido in situ, como tantos otros. Finalmente Malenkov se mantuvo en la línea del partido y participó en la lucha contra las tesis económicas desviacionistas de Voznesensky, Kusznetov, Rodionov y Popkov. Voznesensky había participado en la crítica a Varga como la mayoría del partido, pero en 1947 había publicado su obra «La Economía de la URSS durante la II Guerra Mundial» lleno de errores antimarxistas, obra que a la postre sería la brújula de los jruschovistas y maoístas en el futuro. El hecho de que la obra hubiera sido publicitada y alabada en los medios soviéticos, volvía a demostrar, como en el caso de la obra antimarxista de Varga anteriormente, que el nivel de conocimientos económicos en el partido era realmente pobre, y que el partido dependía en gran parte, de la iniciativa de la crítica de los cuadros con mayor prestigio, de otro modo el indiferentismo reinaba.
Stalin como dijeron muchos historiadores, dirigió gran parte de la crítica de su obra «Problemas económicos del socialismo» hacia algunos de los aspectos de la obra de Voznesensky de 1947:
1) Stalin condenó a quienes negaban como Voznesensky la base objetiva y científica de las leyes económicas:
«Algunos camaradas niegan el carácter objetivo de las leyes de la ciencia, principalmente de las leyes de la economía política en el socialismo. Niegan que las leyes de la economía política reflejan el carácter regular de procesos que se operan independientemente de la voluntad de los hombres. Consideran que en virtud del papel especial que la historia ha asignado al Estado soviético, éste y sus dirigentes pueden abolir las leyes de la economía política existentes, pueden «formar» nuevas leyes, «crear» nuevas leyes.
Esos camaradas se equivocan profundamente. Por lo visto, confunden las leyes de la ciencia, que reflejan procesos objetivos de la naturaleza o de la sociedad, procesos independientes de la voluntad de los hombres, con las leyes promulgadas por los gobiernos, creadas por la voluntad de los hombres y que tienen únicamente fuerza jurídica. Pero no se debe confundirlas de ningún modo.
El marxismo concibe las leyes de la ciencia –lo mismo si se trata de las leyes de las ciencias naturales que de las leyes de la economía política– como reflejo de procesos objetivos que se operan independientemente de la voluntad de los hombres. Los hombres pueden descubrir estas leyes, llegar a conocerlas, estudiarlas, tomarlas en consideración al actuar y aprovecharlas en interés de la sociedad; pero no pueden modificarlas ni abolirlas. Y aún menos pueden formar o crear nuevas leyes de la ciencia. ¿Quiere decir eso que, por ejemplo, los efectos de la acción de las leyes naturales, los efectos de la acción de las fuerzas de la naturaleza sean en absoluto ineluctables, que las acciones destructivas de las fuerzas naturales tengan siempre y en todas partes la fuerza inexorable de elementos que no se someten a la influencia del hombre? No, no quiere decir eso. Si excluimos los procesos astronómicos, geológicos y otros análogos en los que los hombres, incluso cuando han llegado a conocer las leyes de su desarrollo, son verdaderamente impotentes para influir en ellos, en muchos otros casos los hombres no son, en absoluto, impotentes para influir en los procesos naturales. En todos esos casos, los hombres, una vez que han conocido las leyes de la naturaleza, pueden, tomándolas en consideración y apoyándose en ellas, utilizándolas y aprovechándolas debidamente, reducir la esfera de su acción, encauzar en otra dirección las fuerzas destructivas de la naturaleza y hacer que rindan provecho a la sociedad». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Problemas económicos del socialismo, 1952)
2) Stalin negaba que la ley del valor ejerciera una influencia reguladora en una economía socialista, y que de igual modo fuese un factor clave de todos los periodos de desarrollo, incluido el comunista:
«Ya he dicho que la esfera de acción de la producción mercantil está en nuestro régimen circunscrita y limitada. Lo mismo hay que decir de la esfera de acción de la ley del valor. Es indudable que la ausencia de la propiedad privada sobre los medios de producción y que la socialización de estos medios tanto en la ciudad como en el campo no pueden por menos de limitar la esfera de acción de la ley del valor y su influencia en la producción.
En el mismo sentido actúa la ley del desarrollo armónico –proporcional– de la economía del país, que ha sustituido a la ley de la concurrencia y de la anarquía de la producción.
En el mismo sentido actúan nuestros planes anuales y quinquenales, y, en general, toda nuestra política económica, que se basan en las exigencias de la ley del desarrollo armónico de la economía del país.
Todo ello, sumado, hace que la esfera de acción de la ley del valor esté en nuestro país rigurosamente limitada y que en nuestro régimen la ley del valor no pueda desempeñar el papel de regulador de la producción.
Ello, precisamente, explica el hecho «asombroso» de que, a pesar del desarrollo ininterrumpido e impetuoso de nuestra producción socialista, la ley del valor no conduzca en nuestro país a crisis de superproducción, mientras esa misma ley del valor, que en el capitalismo tiene amplio campo de acción, conduce en los países capitalistas, a pesar del bajo ritmo del incremento de la producción en esos países, a crisis periódicas de superproducción.
Se dice que la ley del valor es una ley constante, obligatoria para todos los períodos del desarrollo histórico, y que, si pierde su fuerza como regulador de las relaciones de cambio en el período de la segunda fase de la sociedad comunista, conservará en esa fase de desarrollo su fuerza como regulador de las relaciones entre las distintas ramas de la producción, como regulador de la distribución del trabajo entre las ramas de la producción.
Eso es completamente equivocado. El valor, lo mismo que la ley del valor, es una categoría histórica vinculada a la existencia de la producción mercantil. Cuando la producción mercantil desaparezca, desaparecerán también el valor, en todas sus formas, y la ley del valor». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Problemas económicos del socialismo, 1952)
3) Stalin criticaba la afirmación de Voznesensky sobre que la ley del valor regulaba las proporciones de la distribución del trabajo:
«Es también completamente errónea la afirmación de que en nuestro sistema económico actual, en la primera fase de desarrollo de la sociedad comunista, la ley del valor regula las «proporciones» de la distribución del trabajo entre las distintas ramas de la producción.
Si ello fuera así, no se comprendería por qué en nuestro país no se desarrolla al máximo la industria ligera, la más rentable, dándole preferencia frente a la industria pesada, que con frecuencia es menos rentable y a veces no lo es en absoluto.
Si ello fuera así, no se comprendería por qué en nuestro país no se cierran las empresas de la industria pesada que por el momento no son rentables y en las que el trabajo de los obreros no da el «resultado debido» y no se abren nuevas empresas de la industria ligera, indiscutiblemente rentable, en las que el trabajo de los obreros podría dar «mayor resultado». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Problemas económicos del socialismo, 1952)
4) Stalin resumía a grandes rasgos las leyes económicas fundamentales del capitalismo moderno y del socialismo de esta forma:
«Los rasgos principales y las exigencias de la ley económica fundamental del capitalismo moderno podrían formularse, aproximadamente, como sigue: asegurar el máximo beneficio capitalista, mediante la explotación, la ruina y la depauperación de la mayoría de los habitantes del país dado, mediante el avasallamiento y el saqueo sistemático de los pueblos de otros países, principalmente de los países atrasados, y, por último, mediante las guerras y la militarización de la economía nacional, a las que se recurre para asegurar el máximo de beneficio. (...) Existe una ley económica fundamental del socialismo? Sí, existe. ¿En qué consisten los rasgos esenciales y las exigencias de esta ley? Los rasgos esenciales y las exigencias de la ley económica fundamental del socialismo podrían formularse, aproximadamente, como sigue: asegurar la máxima satisfacción de las necesidades materiales y culturales, en constante ascenso, de toda la sociedad, mediante el desarrollo y el perfeccionamiento ininterrumpidos de la producción socialista sobre la base de la técnica más elevada». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Problemas económicos del socialismo, 1952)
5) Stalin criticó el bajo nivel ideológico en economía política entre los comunistas de la época:
«Debido al insuficiente nivel de desarrollo marxista de la mayoría de los partidos comunistas de los demás países, un manual así sería también de gran utilidad a los cuadros comunistas no jóvenes de esos países». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Problemas económicos del socialismo, 1952)
La adhesión de Malenkov a la crítica de Voznesensky en 1949-1953 parece ser que fue más por cuestiones de viejas rencillas personales con el grupo de Leningrado y para aumentar su prestigio, que por motivos de convicciones ideológicas, ya que las tesis del grupo de Leningrado eran muy similares a las de Varga que Malenkov había apoyado en 1946 y que volvería a apoyar al morir Stalin en 1953. Por eso el 30 de abril de 1954 de la mano de Malenkov, Voznesenskyy sus compinches fueron rehabilitados, incluyendo sus ideas económicas.
Esto no lo decimos por decir, pues solamente hay que ver que a la muerte de Zhdánov en 1948 y de Stalin en 1953, los líderes soviéticos revisionistas que fueron escalando en el poder rebuscaron entre las teorías de Varga-Malenkov-Voznesensky para apoyar su nueva vía. He aquí un ejemplo:
«Jruschov y Brézhnev compartían las tesis «realistas» de Varga-Malenkov sobre Occidente y sobre la posibilidad de rebajar la tensión». (Erik P. Hoffmann, Robbin Frederick; La política exterior soviética 1917-, 2009)
Durante las discusiones de los 50 sobre la reciente obra de Stalin, se pudo ver al propio Varga lanzando una autocrítica:
«El académico Varga reconoció que se había equivocado al suponer que la tesis leninista de la inevitabilidad de las guerras entre los países capitalistas había quedado obsoleta en las condiciones actuales. «Reconozco que me equivoqué en esta cuestión», dijo el académico Varga. «El camarada Stalin dio una minuciosa demostración de la inevitabilidad de las guerras entre los países capitalistas, incluso en la etapa actual. Considero que si en el curso de nuestro trabajo hemos cometido un error, estamos obligados honradamente a reconocerlo y no repetirlo». (Current Digest of the Soviet Press; Tareas del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias de la URSS en relación con la publicación de la brillante obra de Stalin «Problemas económicos y socialismo en la URSS», Volumen 5, No. 3 26 de febrero de 1953)
Como diría en los años 60 esta autocrítica fue fingida, con ello estaba siguiendo los pasos de lo que ya hacía Malenkov, es decir, intentar recobrar su autoridad perdida, lo que nos indica el nivel de cinismo y arribismo que había en el partido.
Antes de morir Stalin en marzo de 1953, Malenkov tuvo un peso fundamental en el XIXº Congreso del PCUS de 1952 conduciendo el informe principal, informe que debe decirse, fue revisado personalmente por Stalin y el Presídium, lo que demuestra que Malenkov no era entonces sino un engranaje de una dirección colectiva:
«En sus memorias, Kaganóvich confirmó que hubo una amplia discusión del informe Malenkov: «El borrador del discurso de Malenkov fue discutido bajo la dirección de Stalin en el Presídium y se hicieron correcciones varias veces». El archivo del XIX Congreso contiene la versión del informe de Malenkov con correcciones y comentarios de Stalin escritos a mano. Cabe señalar que estos comentarios se refieren en gran parte a la redacción, aunque algunos de ellos obviamente revelan diferencias de puntos de vista entre Stalin y Malenkov. En primer lugar, Stalin editó el discurso para «suavizar» el tono crítico de Malenkov en relación con fallos de la economía. Suprime adjetivos como «frecuente» o «numerosos» cuando se aplica a los errores y equivocaciones en la economía: «numerosos» casos de mala calidad en la producción, se convierten en «casos de mala calidad en la producción». En segundo lugar, Stalin demuestra su talento para la terminología colorida: las «malas personas que quieren derrocar el régimen», en la redacción de Malenkov, se convierten en «aquellos que quieren apuñalarnos por la espalda» según Stalin. (...) En cuarto lugar, Stalin, hizo una serie de modestas correcciones a las cifras de control sugeridas por Malenkov para el V Plan Quinquenal. (…) Las correcciones relativamente modestas de Stalin se pueden interpretar como poner más «optimismo social» en el discurso de Malenkov y como una confirmación de que todo estaba bajo control. El mejor ejemplo de esto último es la edición que hace Stalin de la parte donde Malenkov decía: «Después de la guerra se desaceleró el ingreso de nuevos miembros al Partido», cambiándola por «El Partido decidió frenar el reclutamiento de nuevos miembros del Partido». El único caso en que Malenkov no aceptó la corrección de Stalin, con respecto al asunto del «optimismo social», fue el pasaje sobre el papel de la sátira en la literatura soviética donde Malenkov insistía que los artistas soviéticos deben «con el fuego de la sátira quemar todo lo que en la vida soviética es negativo, podrido, muerto». Stalin probablemente pensó que era un método demasiado áspero para ser utilizado en la literatura soviética optimista». (Aleksei Tikhonov y Paul R. Gregory; El último Plan de Stalin, 2004)
Algunos se preguntaran bajo las formas de siempre: ¿si tan revisionista era Malenkov como que llegó a presentar el informe principal al congreso? Pues por la misma razón que en ese congreso Jruschov presentó el informe sobre la revisión de los estatutos del partido. ¡Porque no estaban destapados del todo y se sometían a la línea del partido que era la voluntad colectiva! En el caso de Malenkov esto indica que él: en caso de no haber superado sus desviacionistas o bien de haberlas profundizado desde 1946, no tenía oportunidad de presentar un informe revisionista saltándose la dirección colectiva y sin autodestapar una vez más sus divergencias con la línea oficial, algo que sabía de sobra que le volvería a poner bajo el foco del huracán, por lo que, pensase lo que pensase, jamás se atrevería a contradecir la línea oficial del partido mientras Stalin viviese y su autoridad estuviera intacta.
En este magnífico artículo, el autor anónimo en Pravda que seguramente fuera Stalin, se atacaba la falta de vigilancia y la autosatisfacción de los cuadros:
«El camarada Stalin ha advertido numerosas veces que nuestros éxitos tienen asimismo su aspecto negativo, que engendran en muchos de nuestros militantes responsables un estado de ánimo de placidez y cándido optimismo. Entre nosotros encontramos aún bastantes despreocupados. Precisamente esta despreocupación de nuestras gentes constituye el terreno favorable para el sabotaje criminal. Las relaciones socialistas dominan completamente en la Unión Soviética. En la gran guerra patria el pueblo soviético ha obtenido una victoria sin par en la historia. En un plazo extraordinariamente corto, las graves consecuencias de la guerra han sido reparadas. En todos los sectores de la edificación económica y cultural, obtenemos éxitos. De estos hechos algunos sacan la conclusión de que el peligro del sabotaje, de la diversión, del espionaje se encuentra ya actualmente descartado: que los magnates del mundo capitalista pueden renunciar a sus intentos de realizar una actividad de zapa contra la Unión Soviética. Pero sólo oportunistas de derecha, gentes que se atienen al punto de vista antimarxista de la «extinción» de la lucha de clases, pueden pensar y razonar de esa manera. No comprenden o no pueden comprender que nuestros éxitos conducen, no a la extinción de la lucha, sino a su agravación, que cuanto más progresemos con éxito más aguda será la lucha de los enemigos del pueblo, condenados a perecer, abocados a la desesperación». (Pravda; Espías y cobardes asesinos bajo la máscara de médicos y profesores, 13 de enero de 1953)
«Como cualquier pseudomarxista, Roberto Vaquero líder de Reconstrucción Comunista (RC) esquematiza los acontecimientos históricos entre «buenos» y «malos». A ejemplo de ello, en base a que si una figura es enemiga del villano mayor debe de tratarse de un héroe, y viceversa, no estudia nada más, todo se reduce a ese simplismo: «el enemigo de mi enemigo es mi amigo». Así de nuevo, presenta a Gueorgui Malenkov bajo esa visión ya que fue uno de los miembros condenado por Jruschov en 1957 ante el intento de destituirle, lo considera un «gran marxista» que se mantuvo siempre «fiel al marxismo», ignorando toda su biografía y sus actuaciones durante 1953-1957. Veamos:
«Los denominados por los revisionistas como grupo antipartido, fueron los camaradas que se opusieron a Jruschov y que intentaron deponerle como Secretario general en Junio de 1957. Las cabezas visibles fueron Malenkov, Kaganóvich y Molotov. (...) En nuestro recuerdo están todos los camaradas que se enfrentaron al revisionismo en aquellos momentos tan difíciles y que se mantuvieron fieles». (Universidad Obrera; Aspectos sobre el grupo antipartido, 2017)
Ante esto, nos vemos de nuevo en la necesidad de repasar los aspectos fundamentales de la biografía política de Malenkov, figura principal junto a Mólotov del llamado «grupo anti-Jruschov» o conocido por los propios jruschovistas como «grupo antipartido» en 1957.
Es posible que Malenkov, a pesar de sus limitados conocimientos se haya podido camuflar como un pretendido marxista, pero para el final de su vida se destapó como tantos otros, como un seguidista, un hombre pragmático que jugaba a dos bandas para intentar sobrevivir; y es que así se puede resumir su carrera: apostó siempre fuerte y perdió en varias de sus aventuras políticas.
Malenkov, como tantos otros casos de políticos en que a la postre la historia las destaparía como antimarxistas consumados, ya tuvo roces con el partido comunista y su línea durante diversas épocas, algo que como el lector comprobará no es casualidad. Si algo podemos reprochar a los marxista-leninistas del partido bolchevique, fue el darle varias oportunidades a este oportunista.
Entre 1941-1943 la responsabilidad de Malenkov fue supervisar la producción militar en la fuerza aérea. En 1946 la mayoría de sus subalternos fueron juzgados por errores técnicos y malgastar recursos en la producción de aviones, posición que obviamente también afectó a Malenkov que era el encargado de supervisar todo esto, siendo sustituido el 4 de mayo de 1946 del puesto de Secretario del Comité Central del PCUS:
«La estrella política de Malenkov se fue atenuando. En abril de 1946, él aún presidía las sesiones del Orgbiuro, pero el arresto del comandante de la fuerza aérea soviética A.A. Novikov el 23 de abril de 1946 debilitaba aún más sus posiciones. Otros miembros del Consejo Militar de las Fuerza Aérea, del cual Malenkov era el miembro líder, fueron arrestados; bajo los interrogatorios. (...) denunciaron a Malenkov como un conspirador que se esforzaba por sabotear la fuerza aérea soviética. (...) El 4 de mayo, en una reunión del Politburó, Malenkov fue relevado de su trabajo en el Secretariado del Comité Central, principalmente bajo alegaciones de haber descuidado la supervisión sobre las fuerzas aéreas y la industria de aviación, que dio como resultado la construcción de aviones defectuosos». (Kees Boterbloem; Vida y época de Andréi Zhdánov, 2004)
Malenkov perdió definitivamente su autoridad y prestigió cuando apoyó las tesis del revisionista Varga en su libro «Los cambios en la economía del capitalismo resultantes de la Segunda Guerra Mundial» de 1946, un libro que en realidad no se diferenciaba mucho de las tesis de Browder. Posteriormente sería la Biblia político-económica para los revisionistas soviéticos en los años posteriores. Entre otras cosas este libro condensaba lo siguiente:
1) Propagaba la idea de que las contradicciones entre la URSS y el imperialismo eran limitadas, y que el imperialismo estadounidense pese a ser más poderoso ahora era más «razonable», alegaba que gracias a los cambios de la Segunda Guerra Mundial, tras el fin de las potencias fascistas, los conflictos entre el campo capitalista y el campo socialista podrían ser solucionados de forma cordial, que las guerras podían ser inevitables. .
2) Sobreestimaba el rol «progresista» del sector estatal en los países capitalistas y las medidas de «planificación» que supuestamente se habían implantado durante la guerra.
3) Creía que la clase obrera podía ir «asegurando su dominio» en el aparato estatal de los países capitalistas de forma pacífica y progresiva.
4) Subestimaba las nuevas formas de dominación del imperialismo tras el comienzo del fin del colonialismo, no entendiendo el peligro del neocolonialismo y en concreto de la exportación de capitales, precisamente uno de los rasgos que caracteriza al capitalismo en su etapa monopolística, imperialista.
5) Despreciaba los cambios introducidos por los partidos comunistas en las democracias populares, creía que aunque eran efectivamente muy progresistas no dejaban de ser nacionalizaciones similares a las que se producían en el resto de países capitalistas-burgueses como Gran Bretaña o Francia, creía que ese sector era un simple capitalismo de Estado, para más inri, añadía que la influencia económica de estos nuevos regímenes en el mundo no era algo determinante ni podía influenciar en demasía al resto de luchas y nuevos regímenes que se fuesen formando.
La mayoría del PCUS, no paró durante años de criticar sus teorías durante años, véase de ejemplo las críticas emitidas por nueve eminentes académicos que en la Conferencia celebrada entre el 14 y 21 de noviembre de 1947 criticando de arriba a abajo el libro en cuestión. Esto demuestra varias cosas que los historiadores esquemáticos metafísicos a todas luces no llegan a comprender:
1) en la URSS no todas las publicaciones diferentes a la línea eran prohibidas ipso facto debido a varios motivos, lejos de lo que creen algunos, se publicaron muchos libros en todos los campos que produjeron diversos debates;
2) en la URSS se estimulaba el debate de las obras que se consideraban ajenas a la línea política oficial, se animaba a ejercer una lucha ideológica sobre ellas dejando a los asistentes exponer sus argumentos, es más, ello se consideraba necesario para desenmascarar las desviaciones de los autores de dichos errores, tanto para atraerlos al partido si eran salvables, como por encima de todo para convencer a los trabajadores del partido y fuera del partido, el marxismo nunca ha considerado convencer o censurar a golpe de decretazo.
Hay que decir de paso, que aquellos idiotas estilo Vijay Singh y demás, que creen que automáticamente todo material político, económico y cultural en el PCUS o en otros partidos comunistas durante 1924-1953 llevaban el «sello de aprobación» de Stalin para intentar justificar a autores como Mao, están dando a entender que Stalin supervisaba toda obra publicada en la URSS o fuera de ella, lo cual no solo no es cierto sino que sería imposible y es una calumnia sobre el funcionamiento interno del PCUS, propagan una devoción y fe hacia una persona la cual debe controlar todo, lo cual es una tiranía profundamente antimarxista, y tratan de paso abalar la política desviacionista o ya directamente revisionista de muchas figuras que precisamente empezaban a asomarse como renegados antes de ser destapados años después.
Durante el periodo de Stalin en los diferentes partidos comunistas y por supuesto en los medios de la URSS se publicaron otras de diferentes autores nacionales e internacionales que luego se vería que no eran marxistas o que degeneraron: Bradler, Browder, Bujarin, Tito, Mao, Thorez, Ibárruri, Togliatti, Varga, Voznesensky, Dej, Kim Il Sung, Jruschov, y muchos otros. Algunos fueron destapados en vida de Stalin, algunos otros obviamente Stalin nunca llegó a leer todas sus obras ni conocía todos sus actos, por lo que no captó su esencia, hubo otros casos en los que personalmente aportó su grano de arena para desenmascararlo y éstos accedieron bajo autocríticas cínicas a renunciar momentáneamente de sus posiciones, pero igualmente quedaron registros del criticismo de Stalin hacia sus políticas, lo que nos ayuda a entender sus desarrollos posteriores: ¿y por qué estos autores circulaban libremente por estos partidos y publicaban tales aberraciones? Evidentemente porque había un bajo nivel ideológico, un espíritu de autosatisfacción, formalismo y otros defectos que el lector se puede imaginar, los cuales Stalin criticó si se revisan sus obras del último periodo como veremos más adelante.
Malenkov también fue criticado en 1946 por apoyas algunas de estas teorías o sus variantes:
«Los puntos de vista de Malenkov encajaban con los argumentos de Eugene Varga, que afirmaban que los cambios institucionales en el Estado estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial habían hecho un competidor internacional más fuerte pero menos agresivo, más capaz de controlar sus impulsos agresivos de los monopolios capitalistas. (...) Malenkov buscó un apoyo para estas tesis entre las clases medias urbanas y la intelectualidad cultural y técnica. (...) Los cargos asestados por los inquisidores zhdanovistas contra el libro de Varga expusieron el perfil de Malenkov como consecuentemente: «técnico» y «apolítico», que sufría de «empirismo», «objetivismo burgués» y un punto de vista «sin partido». Durante las discusiones de la obra Varga fue obligado a rectificar en todas sus posiciones. La famosa obra de Stalin «Problemas económicos del socialismo en la URSS» de 1952: «Estaba claramente dirigido contra Varga». (Erik P. Hoffmann, Robbin Frederick; La política exterior soviética 1917-, 2009)
Lo que aquí recoge el autor burgués de Zhdánov sobre Malenkov no es para nada casual, Zhdánov tenía toda la razón del mundo en calificar a Malenkov como un «apolítico» y «empirista», es decir alguien que se movía en base al pragmatismo, lo que le era útil de sus experiencias lo repetía sin mirar si concordaba con los principios, esto sería la constante en su carrera política, camuflarse dentro de la línea de debate que creía que iba a salir victoriosa.
Tras la crítica a Varga, el apoyo otorgado por Malenkov a las tesis de este le valieron el ser degradado también en el Buró Político:
«[En]las listas electorales de los miembros del Politburó. Durante las elecciones de enero de 1946, el nombre de Malenkov era tercero en la lista; él cayó al noveno lugar en noviembre de 1947, de 1946 hasta a mediados de 1948, la obra de Malenkov nunca apareció como el de un miembro del Secretariado del Partido Comunista». (Martin Ebon; Malenkov el sucesor de Stalin, 1953)
La prueba de su rol secundario pudo verse en la conformación de la Kominform donde Zhdánov encabezada siempre la delegación soviética: en la primera y la segunda Conferencia de 1947 y 1948. Es solo a partir de la muerte de Zhdánov cuando empieza a tener un rol más protagónico tanto en las sesiones de la Kominform como en el PCUS en sí.
Es precisamente durante esta época de 1947 de pleno apogeo de Zhdánov y ante su propuesta de celebrar el XIXº Congreso del PCUS, cuando según algunas fuentes señalan que Malenkov y Beria serían unos de los culpables del retraso de la celebración del congreso hasta 1952:
«Los archivos Hoover revelan la intención poco conocida del Buró Político de convocar al XIX Congreso del Partido a principios de 1947, asignándole a A. Zhdánov el papel más importante en su organización. En ese momento, Zhdánov era el segundo en el Partido, solo después de Stalin, y encabezaba el secretariado. Esta asignación del Buró Político situaba claramente a Zhdánov como el previsible sucesor de Stalin. El 7 de enero de 1947, el Buró Político aprobó la decisión de convocar un Pleno del Comité Central para el 21 de febrero, que incluía como tema principal la convocatoria del XIX Congreso del Partido, encargando a Zhdánov la responsabilidad de establecer su agenda [4]. El XIX Congreso del Partido se reunió finalmente cinco años más tarde, bajo la dirección de G. Malenkov, rival de Zhdánov. (...) La colección personal de materiales de Zhdánov contiene en efecto su intervención en el Pleno de 1947, en el que propuso que los principales puntos de la agenda del XIX Congreso sean el nuevo programa del Partido y los nuevos estatutos partidarios. (...) Zhdánov, el ex primer secretario de Leningrado y miembro del Buró Político desde 1939, se desempeñaba como secretario del Comité Central y ocupaba claramente el segundo lugar, solamente después de Stalin, en la organización del Partido a finales de 1940. Es en esa capacidad que el Buró Político le asignó en febrero de 1947 que realizara los preparativos para el XIX Congreso del Partido. Al parecer, el contrapeso de sus rivales Malenkov y Beria estancó la primera convocatoria del Congreso del Partido. Dieciocho meses más tarde, antes de que se convocara el Congreso, murió Zhdánov (31 de agosto de 1948), aparentemente de un ataque al corazón, aunque no se puede descartar el juego sucio. La muerte de Zhdánov perturbó el frágil equilibrio político. (...) Los Congresos del Partido exigen un tema principal. Si el XIX Congreso del Partido se hubiera llevado a cabo como estaba previsto en 1947 bajo Zhdánov, el tema habría sido el nuevo programa del Partido. Pero bajo Malenkov-Beria, el tema principal era la ratificación del segundo plan quinquenal de la posguerra –el quinto plan quinquenal– para el período 1951-1955». (Aleksei Tikhonov y Paul R. Gregory; El último Plan de Stalin, 2004)
Malenkov sólo pudo volver a puestos de poder de importancia tras la misteriosa muerte de su principal detractor: Andréi Zhdánov a mediados de 1948, otra famosa muerte que no está exenta de polémicas:
Malenkov fue recobrando su influencia poco a poco y en silencio. Seguramente los elementos sanos del partido pensaron que Malenkov había aprendido la lección de 1946 y que se dedicaría con diligencia al trabajo en el partido, Zhdánov que había calado muy bien su carácter, estaba fallecido, por lo que Malenkov se concentró en ganarse la confianza de Stalin no desentonando en los años sucesivos, y no reviviendo sus pensamientos desviacionistas hasta que éste falleció.
Durante el caso de Leningrado de 1949, a petición de Stalin, Malenkov fue a investigar junto a otros las irregularidades del partido in situ, como tantos otros. Finalmente Malenkov se mantuvo en la línea del partido y participó en la lucha contra las tesis económicas desviacionistas de Voznesensky, Kusznetov, Rodionov y Popkov. Voznesensky había participado en la crítica a Varga como la mayoría del partido, pero en 1947 había publicado su obra «La Economía de la URSS durante la II Guerra Mundial» lleno de errores antimarxistas, obra que a la postre sería la brújula de los jruschovistas y maoístas en el futuro. El hecho de que la obra hubiera sido publicitada y alabada en los medios soviéticos, volvía a demostrar, como en el caso de la obra antimarxista de Varga anteriormente, que el nivel de conocimientos económicos en el partido era realmente pobre, y que el partido dependía en gran parte, de la iniciativa de la crítica de los cuadros con mayor prestigio, de otro modo el indiferentismo reinaba.
Stalin como dijeron muchos historiadores, dirigió gran parte de la crítica de su obra «Problemas económicos del socialismo» hacia algunos de los aspectos de la obra de Voznesensky de 1947:
1) Stalin condenó a quienes negaban como Voznesensky la base objetiva y científica de las leyes económicas:
«Algunos camaradas niegan el carácter objetivo de las leyes de la ciencia, principalmente de las leyes de la economía política en el socialismo. Niegan que las leyes de la economía política reflejan el carácter regular de procesos que se operan independientemente de la voluntad de los hombres. Consideran que en virtud del papel especial que la historia ha asignado al Estado soviético, éste y sus dirigentes pueden abolir las leyes de la economía política existentes, pueden «formar» nuevas leyes, «crear» nuevas leyes.
Esos camaradas se equivocan profundamente. Por lo visto, confunden las leyes de la ciencia, que reflejan procesos objetivos de la naturaleza o de la sociedad, procesos independientes de la voluntad de los hombres, con las leyes promulgadas por los gobiernos, creadas por la voluntad de los hombres y que tienen únicamente fuerza jurídica. Pero no se debe confundirlas de ningún modo.
El marxismo concibe las leyes de la ciencia –lo mismo si se trata de las leyes de las ciencias naturales que de las leyes de la economía política– como reflejo de procesos objetivos que se operan independientemente de la voluntad de los hombres. Los hombres pueden descubrir estas leyes, llegar a conocerlas, estudiarlas, tomarlas en consideración al actuar y aprovecharlas en interés de la sociedad; pero no pueden modificarlas ni abolirlas. Y aún menos pueden formar o crear nuevas leyes de la ciencia. ¿Quiere decir eso que, por ejemplo, los efectos de la acción de las leyes naturales, los efectos de la acción de las fuerzas de la naturaleza sean en absoluto ineluctables, que las acciones destructivas de las fuerzas naturales tengan siempre y en todas partes la fuerza inexorable de elementos que no se someten a la influencia del hombre? No, no quiere decir eso. Si excluimos los procesos astronómicos, geológicos y otros análogos en los que los hombres, incluso cuando han llegado a conocer las leyes de su desarrollo, son verdaderamente impotentes para influir en ellos, en muchos otros casos los hombres no son, en absoluto, impotentes para influir en los procesos naturales. En todos esos casos, los hombres, una vez que han conocido las leyes de la naturaleza, pueden, tomándolas en consideración y apoyándose en ellas, utilizándolas y aprovechándolas debidamente, reducir la esfera de su acción, encauzar en otra dirección las fuerzas destructivas de la naturaleza y hacer que rindan provecho a la sociedad». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Problemas económicos del socialismo, 1952)
2) Stalin negaba que la ley del valor ejerciera una influencia reguladora en una economía socialista, y que de igual modo fuese un factor clave de todos los periodos de desarrollo, incluido el comunista:
«Ya he dicho que la esfera de acción de la producción mercantil está en nuestro régimen circunscrita y limitada. Lo mismo hay que decir de la esfera de acción de la ley del valor. Es indudable que la ausencia de la propiedad privada sobre los medios de producción y que la socialización de estos medios tanto en la ciudad como en el campo no pueden por menos de limitar la esfera de acción de la ley del valor y su influencia en la producción.
En el mismo sentido actúa la ley del desarrollo armónico –proporcional– de la economía del país, que ha sustituido a la ley de la concurrencia y de la anarquía de la producción.
En el mismo sentido actúan nuestros planes anuales y quinquenales, y, en general, toda nuestra política económica, que se basan en las exigencias de la ley del desarrollo armónico de la economía del país.
Todo ello, sumado, hace que la esfera de acción de la ley del valor esté en nuestro país rigurosamente limitada y que en nuestro régimen la ley del valor no pueda desempeñar el papel de regulador de la producción.
Ello, precisamente, explica el hecho «asombroso» de que, a pesar del desarrollo ininterrumpido e impetuoso de nuestra producción socialista, la ley del valor no conduzca en nuestro país a crisis de superproducción, mientras esa misma ley del valor, que en el capitalismo tiene amplio campo de acción, conduce en los países capitalistas, a pesar del bajo ritmo del incremento de la producción en esos países, a crisis periódicas de superproducción.
Se dice que la ley del valor es una ley constante, obligatoria para todos los períodos del desarrollo histórico, y que, si pierde su fuerza como regulador de las relaciones de cambio en el período de la segunda fase de la sociedad comunista, conservará en esa fase de desarrollo su fuerza como regulador de las relaciones entre las distintas ramas de la producción, como regulador de la distribución del trabajo entre las ramas de la producción.
Eso es completamente equivocado. El valor, lo mismo que la ley del valor, es una categoría histórica vinculada a la existencia de la producción mercantil. Cuando la producción mercantil desaparezca, desaparecerán también el valor, en todas sus formas, y la ley del valor». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Problemas económicos del socialismo, 1952)
3) Stalin criticaba la afirmación de Voznesensky sobre que la ley del valor regulaba las proporciones de la distribución del trabajo:
«Es también completamente errónea la afirmación de que en nuestro sistema económico actual, en la primera fase de desarrollo de la sociedad comunista, la ley del valor regula las «proporciones» de la distribución del trabajo entre las distintas ramas de la producción.
Si ello fuera así, no se comprendería por qué en nuestro país no se desarrolla al máximo la industria ligera, la más rentable, dándole preferencia frente a la industria pesada, que con frecuencia es menos rentable y a veces no lo es en absoluto.
Si ello fuera así, no se comprendería por qué en nuestro país no se cierran las empresas de la industria pesada que por el momento no son rentables y en las que el trabajo de los obreros no da el «resultado debido» y no se abren nuevas empresas de la industria ligera, indiscutiblemente rentable, en las que el trabajo de los obreros podría dar «mayor resultado». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Problemas económicos del socialismo, 1952)
4) Stalin resumía a grandes rasgos las leyes económicas fundamentales del capitalismo moderno y del socialismo de esta forma:
«Los rasgos principales y las exigencias de la ley económica fundamental del capitalismo moderno podrían formularse, aproximadamente, como sigue: asegurar el máximo beneficio capitalista, mediante la explotación, la ruina y la depauperación de la mayoría de los habitantes del país dado, mediante el avasallamiento y el saqueo sistemático de los pueblos de otros países, principalmente de los países atrasados, y, por último, mediante las guerras y la militarización de la economía nacional, a las que se recurre para asegurar el máximo de beneficio. (...) Existe una ley económica fundamental del socialismo? Sí, existe. ¿En qué consisten los rasgos esenciales y las exigencias de esta ley? Los rasgos esenciales y las exigencias de la ley económica fundamental del socialismo podrían formularse, aproximadamente, como sigue: asegurar la máxima satisfacción de las necesidades materiales y culturales, en constante ascenso, de toda la sociedad, mediante el desarrollo y el perfeccionamiento ininterrumpidos de la producción socialista sobre la base de la técnica más elevada». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Problemas económicos del socialismo, 1952)
5) Stalin criticó el bajo nivel ideológico en economía política entre los comunistas de la época:
«Debido al insuficiente nivel de desarrollo marxista de la mayoría de los partidos comunistas de los demás países, un manual así sería también de gran utilidad a los cuadros comunistas no jóvenes de esos países». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Problemas económicos del socialismo, 1952)
La adhesión de Malenkov a la crítica de Voznesensky en 1949-1953 parece ser que fue más por cuestiones de viejas rencillas personales con el grupo de Leningrado y para aumentar su prestigio, que por motivos de convicciones ideológicas, ya que las tesis del grupo de Leningrado eran muy similares a las de Varga que Malenkov había apoyado en 1946 y que volvería a apoyar al morir Stalin en 1953. Por eso el 30 de abril de 1954 de la mano de Malenkov, Voznesenskyy sus compinches fueron rehabilitados, incluyendo sus ideas económicas.
Esto no lo decimos por decir, pues solamente hay que ver que a la muerte de Zhdánov en 1948 y de Stalin en 1953, los líderes soviéticos revisionistas que fueron escalando en el poder rebuscaron entre las teorías de Varga-Malenkov-Voznesensky para apoyar su nueva vía. He aquí un ejemplo:
«Jruschov y Brézhnev compartían las tesis «realistas» de Varga-Malenkov sobre Occidente y sobre la posibilidad de rebajar la tensión». (Erik P. Hoffmann, Robbin Frederick; La política exterior soviética 1917-, 2009)
Durante las discusiones de los 50 sobre la reciente obra de Stalin, se pudo ver al propio Varga lanzando una autocrítica:
«El académico Varga reconoció que se había equivocado al suponer que la tesis leninista de la inevitabilidad de las guerras entre los países capitalistas había quedado obsoleta en las condiciones actuales. «Reconozco que me equivoqué en esta cuestión», dijo el académico Varga. «El camarada Stalin dio una minuciosa demostración de la inevitabilidad de las guerras entre los países capitalistas, incluso en la etapa actual. Considero que si en el curso de nuestro trabajo hemos cometido un error, estamos obligados honradamente a reconocerlo y no repetirlo». (Current Digest of the Soviet Press; Tareas del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias de la URSS en relación con la publicación de la brillante obra de Stalin «Problemas económicos y socialismo en la URSS», Volumen 5, No. 3 26 de febrero de 1953)
Como diría en los años 60 esta autocrítica fue fingida, con ello estaba siguiendo los pasos de lo que ya hacía Malenkov, es decir, intentar recobrar su autoridad perdida, lo que nos indica el nivel de cinismo y arribismo que había en el partido.
Antes de morir Stalin en marzo de 1953, Malenkov tuvo un peso fundamental en el XIXº Congreso del PCUS de 1952 conduciendo el informe principal, informe que debe decirse, fue revisado personalmente por Stalin y el Presídium, lo que demuestra que Malenkov no era entonces sino un engranaje de una dirección colectiva:
«En sus memorias, Kaganóvich confirmó que hubo una amplia discusión del informe Malenkov: «El borrador del discurso de Malenkov fue discutido bajo la dirección de Stalin en el Presídium y se hicieron correcciones varias veces». El archivo del XIX Congreso contiene la versión del informe de Malenkov con correcciones y comentarios de Stalin escritos a mano. Cabe señalar que estos comentarios se refieren en gran parte a la redacción, aunque algunos de ellos obviamente revelan diferencias de puntos de vista entre Stalin y Malenkov. En primer lugar, Stalin editó el discurso para «suavizar» el tono crítico de Malenkov en relación con fallos de la economía. Suprime adjetivos como «frecuente» o «numerosos» cuando se aplica a los errores y equivocaciones en la economía: «numerosos» casos de mala calidad en la producción, se convierten en «casos de mala calidad en la producción». En segundo lugar, Stalin demuestra su talento para la terminología colorida: las «malas personas que quieren derrocar el régimen», en la redacción de Malenkov, se convierten en «aquellos que quieren apuñalarnos por la espalda» según Stalin. (...) En cuarto lugar, Stalin, hizo una serie de modestas correcciones a las cifras de control sugeridas por Malenkov para el V Plan Quinquenal. (…) Las correcciones relativamente modestas de Stalin se pueden interpretar como poner más «optimismo social» en el discurso de Malenkov y como una confirmación de que todo estaba bajo control. El mejor ejemplo de esto último es la edición que hace Stalin de la parte donde Malenkov decía: «Después de la guerra se desaceleró el ingreso de nuevos miembros al Partido», cambiándola por «El Partido decidió frenar el reclutamiento de nuevos miembros del Partido». El único caso en que Malenkov no aceptó la corrección de Stalin, con respecto al asunto del «optimismo social», fue el pasaje sobre el papel de la sátira en la literatura soviética donde Malenkov insistía que los artistas soviéticos deben «con el fuego de la sátira quemar todo lo que en la vida soviética es negativo, podrido, muerto». Stalin probablemente pensó que era un método demasiado áspero para ser utilizado en la literatura soviética optimista». (Aleksei Tikhonov y Paul R. Gregory; El último Plan de Stalin, 2004)
Algunos se preguntaran bajo las formas de siempre: ¿si tan revisionista era Malenkov como que llegó a presentar el informe principal al congreso? Pues por la misma razón que en ese congreso Jruschov presentó el informe sobre la revisión de los estatutos del partido. ¡Porque no estaban destapados del todo y se sometían a la línea del partido que era la voluntad colectiva! En el caso de Malenkov esto indica que él: en caso de no haber superado sus desviacionistas o bien de haberlas profundizado desde 1946, no tenía oportunidad de presentar un informe revisionista saltándose la dirección colectiva y sin autodestapar una vez más sus divergencias con la línea oficial, algo que sabía de sobra que le volvería a poner bajo el foco del huracán, por lo que, pensase lo que pensase, jamás se atrevería a contradecir la línea oficial del partido mientras Stalin viviese y su autoridad estuviera intacta.
En este magnífico artículo, el autor anónimo en Pravda que seguramente fuera Stalin, se atacaba la falta de vigilancia y la autosatisfacción de los cuadros:
«El camarada Stalin ha advertido numerosas veces que nuestros éxitos tienen asimismo su aspecto negativo, que engendran en muchos de nuestros militantes responsables un estado de ánimo de placidez y cándido optimismo. Entre nosotros encontramos aún bastantes despreocupados. Precisamente esta despreocupación de nuestras gentes constituye el terreno favorable para el sabotaje criminal. Las relaciones socialistas dominan completamente en la Unión Soviética. En la gran guerra patria el pueblo soviético ha obtenido una victoria sin par en la historia. En un plazo extraordinariamente corto, las graves consecuencias de la guerra han sido reparadas. En todos los sectores de la edificación económica y cultural, obtenemos éxitos. De estos hechos algunos sacan la conclusión de que el peligro del sabotaje, de la diversión, del espionaje se encuentra ya actualmente descartado: que los magnates del mundo capitalista pueden renunciar a sus intentos de realizar una actividad de zapa contra la Unión Soviética. Pero sólo oportunistas de derecha, gentes que se atienen al punto de vista antimarxista de la «extinción» de la lucha de clases, pueden pensar y razonar de esa manera. No comprenden o no pueden comprender que nuestros éxitos conducen, no a la extinción de la lucha, sino a su agravación, que cuanto más progresemos con éxito más aguda será la lucha de los enemigos del pueblo, condenados a perecer, abocados a la desesperación». (Pravda; Espías y cobardes asesinos bajo la máscara de médicos y profesores, 13 de enero de 1953)