“Con estas papas nuevas que nos trajeron hay que usar mucho fertilizante y desinfectante, si no no da papas, y eso (los fertilizantes artificiales) cuesta. Y hay que cocinar más y comerla caliente para no enfermarse, eso
no pasaba con las papas de antes.”
Fragmento de una conversación con Walter Mamani mientras comemos chuño y oca fermentada en su choza.
Lunlaya, valle de Charazani, Provincia de Bautista Saavedra, Bolivia. Enero del 2001
Esta simple conversación pone en evidencia un problema que, lejos de ser un tema reservado sólo a los proteccionistas, amenaza con convertir la seguridad alimentaria del planeta en un negocio manejado por unas
cuantas transnacionales que ya están teniendo más poder que los gobiernos. Desde hace algún tiempo escuchamos críticas y hasta de manifestaciones bastante multitudinarias contra la globalización de la economía. Hasta el momento para la mayoría de las personas esto parece un tema un poco alejado de su realidad o simplemente desconocen del todo el tema. En estas páginas quisiera referirme a un aspecto en particular de la
globalización, no con un afán reduccionista, sino porque el tema de la globalización es bastante extenso como para analizarlo aquí. De todas maneras es importante dejar en claro que el tema escogido no constituye
un hecho aislado sino que es absolutamente coherente con la lógica de la globalización. Los transgénicos, o la falsa promesa de la revolución verde.
Si juntamos la visión reduccionista que caracteriza al pensamiento lógico occidental con el afán compulsivo de generar ganancias encontramos la clave para hacer funcionar una empresa dedicada a la agricultura industrial o “moderna”. Bajo esta perspectiva desde la década de los 60 la mecanización de la agricultura y posteriormente los descubrimientos de la ingeniería genética fueron presentados como la solución para acabar con
el problema del hambre en el mundo, es la llamada “revolución verde”. Los pilares de esta revolución verde son el desarrollo de los monocultivos, la mecanización de la agricultura y la utilización de semillas transgénicas
(Organismos Genéticamente Modificados, OGM). A primera vista parece una loable intención la de privilegiar extensas zonas de monocultivo con semillas de alto rendimiento para lograr grandes cantidades de alimento, que tanta falta hace si consideramos que la mitad de la población del planeta pasa hambre
1.
Las razones por las que se ha generado una fuerte oposición en torno a esta supuesta revolución son de ámbitos diversos. Por una parte las verdaderas motivaciones de las industrias que participan en este negocio son muy distintas a las enarboladas en sus múltiples campañas publicitarias. El verdadero objetivo de las pocas empresas transnacionales que manejan este negocio es controlar por completo el ciclo productivo agrícola y enfocarlo a las necesidades del “mundo desarrollado”, y no realmente a terminar con el hambre en el planeta. Otras muy importantes razones que provocan el rechazo hacia los OGM son las consecuencias para la salud humana, el peligro de dañar irreparablemente la biodiversidad y la diversidad cultural. La tecnología de las semillas transgénicas opera de la siguiente manera:
-Se interviene a nivel genético una semilla para modificar sus características. Estas modificaciones tienen por objeto principalmente:
-modificar la adaptabilidad de la planta para ser cultivada en zonas ecológicas o climáticas diferentes. Esto se logra de manera artificial, desconociendo realmente las consecuencias para la salud, a diferencia de lo hecho por la agricultura tradicional que logra estas adaptaciones pero como resultado del cruce natural de las especies. La tecnología transgénica logra estas modificaciones, por ejemplo, añadiendo el gen de un pez de las aguas frías del mar del norte a una especie vegetal para que esta pueda germinar en zonas frías.
-hacer más resistentes las plantas a los herbicidas. Con esto se puede utilizar herbicidas cada vez más poderosos pero que afectan al resto de los organismos provocando un desequilibrio ecológico.
-alterar la duración del producto después de su cosecha (esto no quiere decir que el producto siga siendo fresco, sólo tarda más tiempo en descomponerse, no es lo mismo)
-y uno de los últimos progresos, la incapacitación genética para que la semilla germine luego de cosechada. Esto obliga a los agricultores a comprar semillas nuevas para cada siembra. Esta tecnología, bautizada como “Terminator” entre los opositores, está inscrita en USA con el número de patente 5.723.765 por la empresa
Delta & Pine Land Co (actualmente propiedad de Monsanto). En 1998 ya habían presentado solicitud de patente en 78 países, con el inminente riesgo de que esta tecnología abarque no solo el negocio del algodón y la soja, como en su inicio, sino además la de los productos alimentarios básicos a escala planetaria
2.Otro tipo de semilla desarrollada posteriormente es la “Traitor” que depende de un paquete de agroquímicos para su germinación
3. El gran negocio, o el caballo de Troya.
Estamos en presencia del gran negocio del futuro, donde, las principales empresas fabricantes de pesticidas se han transformado en proveedores de todo el ciclo productivo agrícola. Semillas, fertilizantes y pesticidas son
fabricados para que funcionen sólo entre sí y obligan a los agricultores a comprar todo el paquete y además a hacerlo todos los años. De hecho no es extraño que sean unas pocas empresas productoras de pesticidas las
que a través de fusiones y compras de empresas menores sean actualmente productoras de semillas y de toda la gama de insumos necesarios para la agricultura (Monsanto, Novartis, Du Pont, Sakata, Pionner entre otras).
Por medio de paquetes tecnológicos, que incluyen las semillas transgénicas, sistemas de riego, monocultivos, mecanización y estandarización de la agricultura, los promotores de esta revolución verde proponen terminar con el hambre. Pero lo que no se dice es que el hambre en el mundo es el resultado de otros factores, no precisamente de la escasez de alimentos. El principal factor es la desigualdad económica que limita el acceso a la alimentación. En la economía globalizada los alimentos son para los que tienen el poder adquisitivo, y en las actuales condiciones de desigualdad hay personas que ganan 25 dólares al año y que tienen que competir por la comida con otros que ganan 25 dólares por hora o más 4. Contrariamente a lo argumentado por esta revolución verde encontramos que el aumento en la productividad y las modificaciones genéticas apuntan a otros objetivos. Por ejemplo, de los principales productos transgénicos cultivados en USA, entre el 90 y el 95% de la soja y
el 60 % del maíz no está destinado al consumo humano sino que al consumo animal 5. La carne no está destinada obviamente a terminar con el hambre, sino que a satisfacer la demanda de los países con mayor poder
adquisitivo. Además se estima que dos tercios de la población mundial tiene una dieta básicamente vegetariana.. Otro ejemplo, a mediados de los 80 se sufría una gran hambruna en Burkina Faso, Mali, Senegal y Chad
pero al mismo tiempo en estos países se recogían cosechas récord de algodón para exportar a los países industrializados 6. Un elemento que no deja duda sobre las verdaderas intenciones de estas
industrias es lo que está sucediendo con la carrera por patentar todo organismo vivo posible, especialmente semillas y plantas medicinales. En un afán por establecer un monopolio sobre la industria agrícola se
seleccionan las mejores semillas alrededor del mundo y se patentan. Las semillas son sometidas a ligeras modificaciones genéticas o simplemente aparecen como inventadas por los laboratorios aunque sean de uso común por los agricultores tradicionales (normalmente poblaciones indígenas que son marginadas de estos procesos comerciales). A modo de ejemplo: -La patente americana Nº 5304718 otorga el monopolio exclusivo entre 1994 y el 2011 a dos investigadores de la Universidad Estatal de Colorado sobre la variedad Apelawa de la quinoa. La quinoa es un cereal de alto valor proteico superior a la leche 7 que se ha cultivado tradicionalmente
en las zonas andinas. Esta patente cubre, además, a todas las variedades híbridas que se deriven de la Apelawa y que se cultivan en Bolivia, Perú, Ecuador y Chile [8].
-La empresa Rice Tec reclama los derechos del famoso arroz aromático Basmati a través de la patente norteamericana Nº 5663454. Esta variedad de arroz ha sido cultivada en la India durante siglos por los agricultores
tradicionales, junto a otras 100.000 variedades de arroz, pero la empresa presenta este producto como una nueva línea de arroz creada por ellos [9].
El 95% de las patentes alimentarias se concentra en sólo 7 países, y en estos países sólo en unas cuantas empresas [10]. Estos países, en realidad las empresas a través de sus respectivos gobiernos, presionan a todo nivel a los países en vías de desarrollo para que acepten la patentabilidad de las formas de vida. Los acuerdos comerciales internacionales tienen por objeto establecer el nuevo orden económico, donde los países que quieran exportar sus productos tendrán que someterse al monopolio de estas pocas empresas, utilizando sólo las semillas patentadas y todos los productos y consecuencias asociados. Dicho de manera más práctica, cualquier productor, sea este indígena, pequeño agricultor o empresa agrícola se verá en la obligación, si quiere
vender sus productos en el mercado global, de utilizar las semillas patentadas, con sus fertilizantes y herbicidas de alto costo, y además de comprar estas semillas todos los años (por las tecnologías esterilizantes
descritas anteriormente). De no entrar en este sistema, tanto los agricultores como los países en vías de desarrollo, se verían impedidos de participar del comercio internacional, además de arriesgarse a sanciones
por cometer un acto ilegal en el caso de no pagar los derechos de patente por organismos que eran su patrimonio biológico natural. Basta calcular el gasto que deberían realizar los agricultores de un país para mantenerse en este sistema, multiplicarlo por cada año, multiplicarlo por la mayoría de los países obligados a hacerlo, volver a multiplicarlo por los principales productos alimenticios en cuestión y nos encontramos con el gran negocio. Nada más alejado del eslogan de la “revolución verde” de terminar con el hambre en el mundo. El caballo de Troya.