Resulta que buscando un texto llegué a un blog neonazi en el que se publicaban su típica y graciosa historia de la conspiración judeocomunistailluminati. Para darle aire de teoría respetable citaban a autores conservadores y también a Bakunin. Resulta que en 1872 el destacado anarquista escribió Polemique contre les Juifs ("Polémica Contra los Judíos"), que es lo que sigue a continuación:
Marx es un judío y está rodeado por una pandilla de pequeños, medianamente inteligentes, astutos, ágiles y especuladores judíos, así como los judíos lo son en todas partes agentes bancarios y comerciales, escritores, políticos, corresponsales de periódicos de todas las tendencias políticas; en pocas palabras, corredores literarios así como corredores de la Bolsa, con un pie en la Banca y el otro en el movimiento socialista, y con sus traseros sobre la prensa alemana. Se han apoderado de todos los periódicos y ya se pueden imaginar la nauseabunda literatura que producen.
Ahora, todo este mundo judío, que constituye una secta explotadora, un pueblo de sanguijuelas, un parásito voraz, sinvergüenzas, cercanos e íntimamente conectados el uno con el otro, sin importar no sólo las fronteras sino tampoco las diferencias políticas. Este mundo Judío está hoy a disposición de Marx o de los Rothschild. Estoy seguro que, por un lado, los Rothschild aprecian los méritos de Marx y por el otro lado, Marx siente una inclinación instintiva y un amor por los Rothschild. Esto puede parecer extraño. ¿Qué podrían tener en común el comunismo y la Alta Finanza? ¡Oh, oh! El comunismo de Marx busca un fuerte estado centralizado, y donde ello exista debe, inevitablemente, existir un Banco Central estatal, y donde esto exista allí la parasitaria Nación Judía –que especula con el trabajo del pueblo- encontrará el medio para su propia existencia.
En realidad, esto significa para el proletariado un régimen de cuartel, bajo el cual los trabajadores y trabajadoras –convertidos en una masa uniforme- se levantarán, irían a dormir, trabajarían y vivirían al compás de un tambor; el privilegio de conducir quedaría en las manos de los técnicos y educados por la masonería, con un amplio campo para negociados provechosos realizados por los judíos, que serían atraídos por la enorme extensión de las especulaciones internacionales de los bancos nacionales.