“Una clase obrera sin partido político es un cuerpo sin cabeza”
texto publicado por el Partido Comunista Marxista Leninista del Ecuador en la revista En Marcha en agosto de 2012
“El proletariado mundial se halla en vísperas de una lucha decisiva. La época en que vivimos es una época de acción directa contra la burguesía. La hora decisiva se acerca. Pronto, en todos los países donde existe un movimiento obrero consciente, la clase obrera tendrá que librar una serie de combates encarnizados, con las armas en las manos. En este momento más que nunca, la clase obrera tiene necesidad de una sólida organización. De ahora en adelante la clase obrera debe prepararse infatigablemente para esta lucha, sin perder un solo minuto.” Así inicia la ‘Resolución sobre el papel del partido comunista en la revolución proletaria’, aprobado en el II Congreso de la Internacional Comunista, celebrado entre julio y agosto de 1920 en Petrogrado, Unión Soviética.
De ese trascendental documento reproducimos extractos, válidos no sólo por su significado histórico, sino por su vigencia en estos tiempos.
“Si en 1871, durante la Comuna de París, la clase obrera hubiese tenido un Partido comunista sólidamente organizado, aunque fuese poco numeroso, la primera insurrección del heroico proletariado francés habría sido mucho más fuerte y habría evitado muchos errores. Las batallas que el proletariado tendrá que librar ahora, en coyunturas históricas muy diferentes, tendrán resultados mucho más graves que en 1871.
El 2º Congreso mundial de la Internacional comunista señala a los obreros revolucionarios de todo el mundo la importancia de las siguientes consideraciones:
1. El partido comunista es una fracción de la clase obrera y desde luego es su fracción más avanzada, la más consciente y, por consiguiente, la más revolucionaria. Se crea mediante la selección espontánea de los trabajadores más conscientes, adictos y esclarecidos. El Partido comunista no tiene intereses diferentes de los de la clase obrera. El Partido comunista sólo difiere de la gran masa de trabajadores en lo que él considera la misión histórica del conjunto de la clase obrera y se esfuerza en todo momento en defender no los intereses de algunos grupos o profesiones sino los de toda la clase obrera. El Partido comunista constituye la fuerza organizadora y política, con ayuda de la cual la fracción más adelantada de la clase obrera dirige por el buen camino a las masas del proletariado y del semiproletariado.
2. Mientras el poder gubernamental no sea conquistado por el proletariado y en tanto este último no haya consolidado, de una vez por todas, su predominio y haya prevenido toda tentativa de restauración burguesa, el Partido comunista sólo englobará en sus filas organizadas a una minoría obrera. Hasta la toma del poder y en la época de transición, el Partido comunista puede, gracias a circunstancias favorables, ejercer una influencia ideológica y política incuestionable en todos los sectores proletarios y semiproletarios de la población, pero no puede reunirlos organizadamente en sus filas. Sólo cuando la dictadura proletaria prive a la burguesía de medios de acción tan poderosos como la prensa, la escuela, el parlamento, la Iglesia, la administración, etc., cuando la derrota definitiva del régimen burgués sea evidente para todos, entonces todos los obreros, o al menos la mayoría, comenzarán a entrar en las filas del Partido comunista.
3. Las nociones de partido y de clase deben ser distinguidas con el mayor cuidado. Los miembros de los sindicatos “cristianos” y liberales de Alemania, de Inglaterra y de otros países pertenecen indudablemente a la clase obrera. Los grupos obreros más o menos considerables que todavía se ubican en las filas de Scheidemann, Gompers y otros también pertenecen a ella. En esas condiciones históricas, es muy posible que surjan numerosas tendencias reaccionarias en el seno de la clase obrera. La tarea del comunismo no consiste en adaptarse a esos elementos atrasados de la clase obrera sino en elevar a toda la clase obrera al nivel de la vanguardia comunista. La confusión entre esas dos nociones de partido y de clase puede conducir a errores y malentendidos muy graves. Es evidente, por ejemplo, que los partidos obreros debían, pese a los prejuicios y al estado de ánimo de un sector de la clase obrera durante la guerra imperialista, rebelarse a cualquier precio contra esos prejuicios y ese estado de ánimo, en nombre de los intereses históricos del proletariado que colocaban a su partido en la obligación de declarar la guerra a la guerra. 1654641
Es así, por ejemplo, cómo a comienzos de la guerra imperialista de 1914, los partidos socialistas de todos los países, al apoyar a “sus” respectivas burguesías, no olvidaban de justificar su conducta invocando la voluntad de la clase obrera. Al hacerlo, olvidaban que, aun cuando hubiere sido así, la tarea del partido proletario consistía en reaccionar contra la mentalidad obrera general y defender a cualquier precio los intereses históricos del proletariado. Por eso a comienzos del siglo XX los mencheviques rusos (que en ese entonces se llamaban economistas) repudiaban la lucha abierta contra el zarismo porque, según decían, la clase obrera en su conjunto no se encontraba aún en condiciones de comprender la necesidad de la lucha política. Trascrito por Célula II.
Por eso también los independientes de derecha en Alemania siempre justificaron sus medidas moderadas diciendo que ante todo era preciso comprender los deseos de las masas, y ellos mismos no comprendían que el partido está destinado a marchar a la cabeza de las masas y a mostrarles el camino.
4. La Internacional comunista está absolutamente convencida de que el fracaso de los antiguos partidos “socialdemócratas” de la II Internacional en ningún caso puede ser considerado como el fracaso de los partidos proletarios en general. La época de la lucha directa en vistas de la dictadura del proletariado exige un nuevo partido proletario mundial: el partido comunista.
5. La Internacional comunista repudia categóricamente la opinión según la cual el proletariado puede realizar su revolución sin tener un partido político. Toda lucha de clases es una lucha política. El objetivo de esta lucha, que tiende a transformarse inevitablemente en guerra civil, es la conquista del poder político. Por eso el poder político sólo puede ser conquistado, organizado y dirigido por un determinado partido político. Únicamente en el caso en que el proletariado esté guiado por un partido organizado y experimentado, que persiga fines claramente definidos y que posea un programa de acción susceptible de ser aplicado tanto en la política interna como en la política exterior, la conquista del poder político puede ser considerada no como un episodio sino como el punto de partida de un trabajo duradero de construcción comunista de la sociedad por el proletariado.
La misma lucha de clases exige también la centralización y la dirección única de las diversas formas del movimiento proletario (sindicatos, cooperativas, comités de fábricas, educación, elecciones, etc.). El centro organizador y dirigente sólo puede ser un partido político. Negarse a creerlo y a afirmarlo, negarse a someterse a ese principio equivale a repudiar el mando único de los contingentes del proletariado que actúan en puntos diferentes. La lucha de clase proletaria exige una agitación concentrada, que esclarezca las diversas etapas de la lucha desde un único punto de vista y atraiga en todo momento la atención del proletariado sobre las tareas que le interesan en su conjunto. Todo esto no puede ser realizado sin un aparato político centralizado, es decir fuera del marco de un partido político.
La propaganda de ciertos sindicalistas revolucionarios y de los adherentes al movimiento industrialista de todo el mundo (IWW) contra la necesidad de un partido político que se baste a sí mismo objetivamente sólo ayudó y ayuda a la burguesía y a los “social-demócratas” contrarrevolucionarios. En su propaganda contra un partido comunista al que querrían remplazar con sindicatos o con uniones obreras de formas poco definidas y demasiado vastas, los sindicalistas y los industrialistas tienen puntos de coincidencia con oportunistas reconocidos.
Luego de la derrota de la revolución de 1905, los mencheviques rusos difundieron durante algunos años la idea de un Congreso obrero (así lo denominaban ellos) que debía remplazar al partido revolucionario de la clase obrera. Los “laboristas amarillos” de toda clase en Inglaterra y EE.UU. quieren remplazar el partido político por informes uniones obreras, e inventan, al mismo tiempo, una táctica política absolutamente burguesa. Los sindicalistas revolucionarios e industrialistas quieren combatir la dictadura de la burguesía, pero no saben cómo hacerlo. No comprenden que una clase obrera sin partido político es un cuerpo sin cabeza. El sindicalismo revolucionario y el industrialismo significan un paso adelante sólo en relación a la vieja ideología inerte y contrarrevolucionaria de la II Internacional. En relación al marxismo revolucionario, es decir al comunismo, el sindicalismo y el industrialismo significan un paso hacia atrás. La declaración de los comunistas “de la izquierda alemana KAPD” (programa elaborado por su congreso constitutivo de abril último) afirmando que forman un partido, pero “no un partido en el sentido corriente del término” (keine partei im überlieferten Sinne) constituye una capitulación ante la opinión sindicalista e industrialista, y es un hecho reaccionario.
Pero no es mediante la huelga general, mediante la táctica de los brazos cruzados como la clase obrera puede lograr la victoria sobre la burguesía. El proletariado debe llegar a la insurrección armada. El que comprende esto debe también comprender que un partido político organizado es necesario y que no pueden existir difusas uniones obreras.
Los sindicalistas revolucionarios hablan con frecuencia del gran papel que debe desempeñar una minoría revolucionaria resuelta. Ahora bien, en realidad, esta minoría resuelta de la clase obrera que se demanda, esta minoría que es comunista y que tiene un programa, que quiere organizar la lucha de las masas, es el Partido comunista”.
“Únicamente en el caso en que el proletariado esté guiado por un partido organizado y experimentado, que persiga fines claramente definidos y que posea un programa de acción susceptible de ser aplicado tanto en la política interna como en la política exterior, la conquista del poder político puede ser considerada no como un episodio sino como el punto de partida de un trabajo duradero de construcción comunista de la sociedad por el proletariado.”
texto publicado por el Partido Comunista Marxista Leninista del Ecuador en la revista En Marcha en agosto de 2012
“El proletariado mundial se halla en vísperas de una lucha decisiva. La época en que vivimos es una época de acción directa contra la burguesía. La hora decisiva se acerca. Pronto, en todos los países donde existe un movimiento obrero consciente, la clase obrera tendrá que librar una serie de combates encarnizados, con las armas en las manos. En este momento más que nunca, la clase obrera tiene necesidad de una sólida organización. De ahora en adelante la clase obrera debe prepararse infatigablemente para esta lucha, sin perder un solo minuto.” Así inicia la ‘Resolución sobre el papel del partido comunista en la revolución proletaria’, aprobado en el II Congreso de la Internacional Comunista, celebrado entre julio y agosto de 1920 en Petrogrado, Unión Soviética.
De ese trascendental documento reproducimos extractos, válidos no sólo por su significado histórico, sino por su vigencia en estos tiempos.
“Si en 1871, durante la Comuna de París, la clase obrera hubiese tenido un Partido comunista sólidamente organizado, aunque fuese poco numeroso, la primera insurrección del heroico proletariado francés habría sido mucho más fuerte y habría evitado muchos errores. Las batallas que el proletariado tendrá que librar ahora, en coyunturas históricas muy diferentes, tendrán resultados mucho más graves que en 1871.
El 2º Congreso mundial de la Internacional comunista señala a los obreros revolucionarios de todo el mundo la importancia de las siguientes consideraciones:
1. El partido comunista es una fracción de la clase obrera y desde luego es su fracción más avanzada, la más consciente y, por consiguiente, la más revolucionaria. Se crea mediante la selección espontánea de los trabajadores más conscientes, adictos y esclarecidos. El Partido comunista no tiene intereses diferentes de los de la clase obrera. El Partido comunista sólo difiere de la gran masa de trabajadores en lo que él considera la misión histórica del conjunto de la clase obrera y se esfuerza en todo momento en defender no los intereses de algunos grupos o profesiones sino los de toda la clase obrera. El Partido comunista constituye la fuerza organizadora y política, con ayuda de la cual la fracción más adelantada de la clase obrera dirige por el buen camino a las masas del proletariado y del semiproletariado.
2. Mientras el poder gubernamental no sea conquistado por el proletariado y en tanto este último no haya consolidado, de una vez por todas, su predominio y haya prevenido toda tentativa de restauración burguesa, el Partido comunista sólo englobará en sus filas organizadas a una minoría obrera. Hasta la toma del poder y en la época de transición, el Partido comunista puede, gracias a circunstancias favorables, ejercer una influencia ideológica y política incuestionable en todos los sectores proletarios y semiproletarios de la población, pero no puede reunirlos organizadamente en sus filas. Sólo cuando la dictadura proletaria prive a la burguesía de medios de acción tan poderosos como la prensa, la escuela, el parlamento, la Iglesia, la administración, etc., cuando la derrota definitiva del régimen burgués sea evidente para todos, entonces todos los obreros, o al menos la mayoría, comenzarán a entrar en las filas del Partido comunista.
3. Las nociones de partido y de clase deben ser distinguidas con el mayor cuidado. Los miembros de los sindicatos “cristianos” y liberales de Alemania, de Inglaterra y de otros países pertenecen indudablemente a la clase obrera. Los grupos obreros más o menos considerables que todavía se ubican en las filas de Scheidemann, Gompers y otros también pertenecen a ella. En esas condiciones históricas, es muy posible que surjan numerosas tendencias reaccionarias en el seno de la clase obrera. La tarea del comunismo no consiste en adaptarse a esos elementos atrasados de la clase obrera sino en elevar a toda la clase obrera al nivel de la vanguardia comunista. La confusión entre esas dos nociones de partido y de clase puede conducir a errores y malentendidos muy graves. Es evidente, por ejemplo, que los partidos obreros debían, pese a los prejuicios y al estado de ánimo de un sector de la clase obrera durante la guerra imperialista, rebelarse a cualquier precio contra esos prejuicios y ese estado de ánimo, en nombre de los intereses históricos del proletariado que colocaban a su partido en la obligación de declarar la guerra a la guerra. 1654641
Es así, por ejemplo, cómo a comienzos de la guerra imperialista de 1914, los partidos socialistas de todos los países, al apoyar a “sus” respectivas burguesías, no olvidaban de justificar su conducta invocando la voluntad de la clase obrera. Al hacerlo, olvidaban que, aun cuando hubiere sido así, la tarea del partido proletario consistía en reaccionar contra la mentalidad obrera general y defender a cualquier precio los intereses históricos del proletariado. Por eso a comienzos del siglo XX los mencheviques rusos (que en ese entonces se llamaban economistas) repudiaban la lucha abierta contra el zarismo porque, según decían, la clase obrera en su conjunto no se encontraba aún en condiciones de comprender la necesidad de la lucha política. Trascrito por Célula II.
Por eso también los independientes de derecha en Alemania siempre justificaron sus medidas moderadas diciendo que ante todo era preciso comprender los deseos de las masas, y ellos mismos no comprendían que el partido está destinado a marchar a la cabeza de las masas y a mostrarles el camino.
4. La Internacional comunista está absolutamente convencida de que el fracaso de los antiguos partidos “socialdemócratas” de la II Internacional en ningún caso puede ser considerado como el fracaso de los partidos proletarios en general. La época de la lucha directa en vistas de la dictadura del proletariado exige un nuevo partido proletario mundial: el partido comunista.
5. La Internacional comunista repudia categóricamente la opinión según la cual el proletariado puede realizar su revolución sin tener un partido político. Toda lucha de clases es una lucha política. El objetivo de esta lucha, que tiende a transformarse inevitablemente en guerra civil, es la conquista del poder político. Por eso el poder político sólo puede ser conquistado, organizado y dirigido por un determinado partido político. Únicamente en el caso en que el proletariado esté guiado por un partido organizado y experimentado, que persiga fines claramente definidos y que posea un programa de acción susceptible de ser aplicado tanto en la política interna como en la política exterior, la conquista del poder político puede ser considerada no como un episodio sino como el punto de partida de un trabajo duradero de construcción comunista de la sociedad por el proletariado.
La misma lucha de clases exige también la centralización y la dirección única de las diversas formas del movimiento proletario (sindicatos, cooperativas, comités de fábricas, educación, elecciones, etc.). El centro organizador y dirigente sólo puede ser un partido político. Negarse a creerlo y a afirmarlo, negarse a someterse a ese principio equivale a repudiar el mando único de los contingentes del proletariado que actúan en puntos diferentes. La lucha de clase proletaria exige una agitación concentrada, que esclarezca las diversas etapas de la lucha desde un único punto de vista y atraiga en todo momento la atención del proletariado sobre las tareas que le interesan en su conjunto. Todo esto no puede ser realizado sin un aparato político centralizado, es decir fuera del marco de un partido político.
La propaganda de ciertos sindicalistas revolucionarios y de los adherentes al movimiento industrialista de todo el mundo (IWW) contra la necesidad de un partido político que se baste a sí mismo objetivamente sólo ayudó y ayuda a la burguesía y a los “social-demócratas” contrarrevolucionarios. En su propaganda contra un partido comunista al que querrían remplazar con sindicatos o con uniones obreras de formas poco definidas y demasiado vastas, los sindicalistas y los industrialistas tienen puntos de coincidencia con oportunistas reconocidos.
Luego de la derrota de la revolución de 1905, los mencheviques rusos difundieron durante algunos años la idea de un Congreso obrero (así lo denominaban ellos) que debía remplazar al partido revolucionario de la clase obrera. Los “laboristas amarillos” de toda clase en Inglaterra y EE.UU. quieren remplazar el partido político por informes uniones obreras, e inventan, al mismo tiempo, una táctica política absolutamente burguesa. Los sindicalistas revolucionarios e industrialistas quieren combatir la dictadura de la burguesía, pero no saben cómo hacerlo. No comprenden que una clase obrera sin partido político es un cuerpo sin cabeza. El sindicalismo revolucionario y el industrialismo significan un paso adelante sólo en relación a la vieja ideología inerte y contrarrevolucionaria de la II Internacional. En relación al marxismo revolucionario, es decir al comunismo, el sindicalismo y el industrialismo significan un paso hacia atrás. La declaración de los comunistas “de la izquierda alemana KAPD” (programa elaborado por su congreso constitutivo de abril último) afirmando que forman un partido, pero “no un partido en el sentido corriente del término” (keine partei im überlieferten Sinne) constituye una capitulación ante la opinión sindicalista e industrialista, y es un hecho reaccionario.
Pero no es mediante la huelga general, mediante la táctica de los brazos cruzados como la clase obrera puede lograr la victoria sobre la burguesía. El proletariado debe llegar a la insurrección armada. El que comprende esto debe también comprender que un partido político organizado es necesario y que no pueden existir difusas uniones obreras.
Los sindicalistas revolucionarios hablan con frecuencia del gran papel que debe desempeñar una minoría revolucionaria resuelta. Ahora bien, en realidad, esta minoría resuelta de la clase obrera que se demanda, esta minoría que es comunista y que tiene un programa, que quiere organizar la lucha de las masas, es el Partido comunista”.
“Únicamente en el caso en que el proletariado esté guiado por un partido organizado y experimentado, que persiga fines claramente definidos y que posea un programa de acción susceptible de ser aplicado tanto en la política interna como en la política exterior, la conquista del poder político puede ser considerada no como un episodio sino como el punto de partida de un trabajo duradero de construcción comunista de la sociedad por el proletariado.”