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    Unión de Comunistas para la Construcción del Partido: "La espontaneidad de las masas y la actuación de los comunistas. "

    FelixP
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    Mensaje por FelixP Dom Oct 28, 2012 3:41 pm

    [...] El modo tan súbito como ha aparecido la crisis y como expresión de la especulación financiera, está reforzando la idea entre las masas obreras de que esta ha sido consecuencia del mal funcionamiento de las instituciones democráticas que no han sabido o podido controlar la acción depredadora del capital financiero, sin reparar que en realidad esta es precisamente resultado del normal funcionamiento del sistema capitalista, de las leyes de un régimen de producción sometido al interés individual y colectivo de la burguesía.


    Las amplias masas explotadas no pueden sacar otra conclusión, pues el conocimiento de los fenómenos sociales es fruto de la investigación científica, de la intervención de la teoría marxista en la realidad social, que no puede ser elaborada a través de la experiencia directa por muy combativa y radical que sea. Para ello es necesario contar con un aparato teórico y de una actividad revolucionaria que se sintetiza en la existencia del partido encargado de dirigir el proceso revolucionario que supere la estructura de la sociedad capitalista.

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    pedrocasca
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    Mensaje por pedrocasca Sáb Dic 29, 2012 9:31 pm

    Para quien lo quiera leer sin necesidad de descargarlo:

    La espontaneidad de las masas y la actuación de los comunistas

    tomado del blog Por la construcción del Partido - octubre de 2012

    El marco ideológico de la lucha de clases

    Es una verdad evidente, de Perogrullo, que el normal funcionamiento del sistema capitalista provoca enfrentamientos entre las clases sociales, fundamentalmente entre la burguesía y el proletariado, por las propias condiciones de la producción burguesa. La existencia de la propiedad privada capitalista y el trabajo asalariado determina que los lugares y funciones de los agentes de la producción sean estancos, articulados por la dirección del proceso de producción mediante una relación despótica de la burguesía que obliga a los asalariados a trabajar bajo sus órdenes e interés privado so pena de ser despedidos y enviados al arroyo del paro y la indigencia.

    El resultado del proceso de producción capitalista individual es la producción de plusvalía mediante la explotación de la fuerza de trabajo asalariada. Objetivo de todos los capitalistas, que posteriormente convierten en capital por el carácter social de la producción burguesa mediante el mecanismo de la multiplicidad del intercambio de mercancías. La forma de explotación de la fuerza de trabajo es genuina del capital (lo que le diferencia de otros regímenes de explotación, de sociedades clasistas), que se concreta en la compra de la fuerza de trabajo por un salario, pagando en realidad los capitalistas el valor de la reproducción de la fuerza de trabajo y no el valor del trabajo, el valor creado por el trabajo: la diferencia es la plusvalía o valor del trabajo excedente. De la explotación económica y opresión política de la fuerza de trabajo asalariada es de donde emana el enfrentamiento de clases, aunque los agentes de la producción se resistan a ello, pues condicionan su existencia como personas y clases, su comportamiento social, y la dirección y finalidad de su lucha.

    Los agentes de la producción no actúan como personas individuales, aunque así lo quieran, sino como clases, que están sometidos a las normas y leyes que dicta el régimen social dominante, y que son las que disponen las formas y contenidos de las relaciones sociales. En este sentido, el Estado capitalista es el aparato colectivo del interés individual burgués, colectivizando la actuación de los burgueses como clase, a la vez que impone a los proletarios, mediante la coerción ideológica y política, las condiciones de su actuación como clase: actúa en la reproducción de las condiciones de la producción capitalista externamente como soporte político ideológico para que los agentes sociales asuman y vivan de manera natural las leyes de la producción capitalista.

    Del mismo modo, los proletarios forman una clase por las propias condiciones de la producción capitalista, pero no actúan como tal porque no tienen ese concepto en sus cabezas, que es obra de un conocimiento científico de la realidad y/o de una aportación ideológica del andamiaje político revolucionario de su clase. Este desconocimiento los hace moverse en el enfrentamiento de clase de manera espontánea, reaccionando a los estímulos que perciben.

    Algunos datos sobre las consecuencias del régimen de producción burgués, agravado por la crisis económica, en las condiciones de existencia de la clase obrera

    Los datos que aportamos los podemos encontrar en las distintas estadísticas de las instituciones burguesas. Resultan escandalosos y especialmente llamativos porque emergen a partir del último Diálogo Social que firmaron los sindicatos CCOO y UGT con las patronal CEOE y CEPYME, a iniciativa del PSOE y del PP. Estos acuerdos recogen el espíritu e interés de los sindicatos y patronal en cuanto a la política a impulsar desde las empresas para salir de la crisis, centrada en aumentar la explotación de la clase obrera en beneficio de la burguesía.

    Los acuerdos giraban, entre otros aspectos no menos importantes, en:

    - Recomendar la congelación salarial para la firma de los convenios para estimular la acumulación de capital.
    - Limitar el reparto del beneficio empresarial como medio para la inversión de capital.
    - Limitar el IPC vía contención de precios para reducir los costes de producción.
    - Todo ello con la finalidad de sanear las empresas y conseguir frenar la destrucción de empleo.

    Sin embargo, los resultados han sido otros:

    El paro ha aumentado hasta el umbral del 25 por ciento de la población activa, rozando la cifra de seis millones de parados.

    Los precios han subido un 3,4 por ciento en los últimos doce meses.

    Los salarios han subido una media, según los convenios firmados, del 1,3 por ciento, lo que supone una pérdida de poder adquisitivo de los salarios de un 2,1 por ciento.

    El 25 por ciento de la población total está en riesgo de pobreza.

    Los desahucios han aumentado progresivamente hasta alcanzar la cifra de 330 al día en la actualidad.

    Estos pocos datos son suficientes para hacerse una representación de la extrema situación de explotación económica que vive la clase obrera, apoyada por una represión ideológica de las organizaciones colaboracionistas con el capital, y desintegradora de la conciencia obrera revolucionaria por la práctica del revisionismo y del oportunismo en el seno de la clase obrera. La penuria ideológica en que vive el proletariado necesita de un rearme a través de la difusión de la teoría marxista y de la práctica de una línea revolucionaria si quiere aspirar a liberarse del yugo del capital.

    Las recetas de las políticas burguesas para luchar contra la crisis

    La persistencia de la crisis económica capitalista ya ha empezado a manifestarse en la economía española junto a la de un grupo de países (fundamentalmente los que están en la nómina de rescatados) como decrecimiento continuado, como la caída del PIB, a diferencia de otros países de la zona euro que están consiguiendo remontar algo el vuelo. Esta excepcional situación de la economía española tiene sus raíces en dos factores fundamentales: uno, coyuntural, debido al derrumbe del sector de la construcción como consecuencia de la saturación del mercado y el sobre endeudamiento de las economías domésticas; otro, estructural, motivado por la baja productividad media del trabajo en su competencia con otros capitales a nivel internacional, más productivos por su elevada composición orgánica, en donde prevalece la inversión en capital constante en relación con la inversión en capital variable.

    La crisis económica está reforzando en el terreno político dos líneas principales de actuación que se complementan entre sí: la encabezada por el PP, que prima la austeridad como medio para controlar el gasto público, y la del PSOE, que, insistiendo también en el control del gasto público pone el énfasis en la preservación de la estructura del Estado de Bienestar aunque se merme su intervención desde el punto de vista cuantitativo.

    El modo tan súbito como ha aparecido la crisis y como expresión de la especulación financiera, está reforzando la idea entre las masas obreras de que esta ha sido consecuencia del mal funcionamiento de las instituciones democráticas que no han sabido o podido controlar la acción depredadora del capital financiero, sin reparar que en realidad esta es precisamente resultado del normal funcionamiento del sistema capitalista, de las leyes de un régimen de producción sometido al interés individual y colectivo de la burguesía.

    Las amplias masas explotadas no pueden sacar otra conclusión, pues el conocimiento de los fenómenos sociales es fruto de la investigación científica, de la intervención de la teoría marxista en la realidad social, que no puede ser elaborada a través de la experiencia directa por muy combativa y radical que sea. Para ello es necesario contar con un aparato teórico y de una actividad revolucionaria que se sintetiza en la existencia del partido encargado de dirigir el proceso revolucionario que supere la estructura de la sociedad capitalista.

    La actuación de las políticas burguesas de distintos signos está determinada por el lugar que ocupan los partidos que tienen que aplicarla socialmente: El PP, al estar gobernando con mayoría absoluta y contar con el visto bueno de la Unión Europea, dicta las normas de su actuación a través del BOE; el PSOE, desde la oposición, tiene que recurrir a la combinación de la lucha parlamentaria con el apoyo a la movilización de su base social a través de los sindicatos integracionistas y otras organizaciones colaboracionistas que actúan a su amparo, y que empujan en la calle para desgastar política y electoralmente al PP.

    La base social de los sindicatos integracionistas y de las demás organizaciones que apoyan sus acciones en un frente común está ligada fundamentalmente al área del movimiento obrero, y dentro de ello, al sector público, concretamente la sanidad, educación y servicios sociales. Este sector constituye el grueso mayoritario de su afiliación, que se ha ido consolidando al calor del desarrollo de las estructuras asistenciales del llamado Estado de Bienestar, lo que les obliga a tener que dar la cara ante estos afiliados, a salir de las cloacas del Estado burgués en donde se ceban con las subvenciones del Estado por los servicios que prestan.

    Para comprender su actuación táctica en la actual coyuntura hay que recurrir al estudio de sus calculados movimientos, y a tener una amplia visión del movimiento de la clase. Está claro que en esta situación se encuentran forzados a actuar bajo la presión de los sectores más afectados económicamente, los trabajadores del sector público, y la posición del movimiento 15-M, que con su actuación desenmascara, en parte, su función de prótesis de PSOE e IU, en particular, y soporte necesario del sistema capitalista, en general. Con el calendario de movilizaciones de estos sindicatos tratan de contener el empuje de los afectados afines a sus opciones políticas, -propio de la aristocracia obrera que sólo se moviliza cuando peligran sus privilegios en relación al conjunto de la clase obrera- para que no se alejen electoralmente de las opciones políticas de la que forman parte, aunque formalmente y desde un punto de vista organizativo aparezcan como independientes. A su vez tratan de ser un polo de atracción para el movimiento 15-M, al que intentan restar protagonismo desde la unidad política, aunque no organizativa, como las dos patas de una misma posición contra la política neoliberal de austeridad del PP.

    Aunque existen diferencias formales entre ambos movimientos confluyen en su objetivo de defender la democracia burguesa y el Estado de Derecho burgués. En esencia participan de esa idea común, aunque se diferencian en que los sindicatos basan el desarrollo democrático en el triunfo de la izquierda parlamentaria, y el movimiento 15-M más bien en la regeneración democrática por la vía de la democracia participativa a través del control de las listas electorales, mayor protagonismo a partidos más pequeños en las consultas electorales, y el endurecimiento de las penas para los corruptos y chorizos. También influye en sus diferentes posiciones el lugar que ocupan en el desarrollo reivindicativo. La estructura organizativa del movimiento sindical está ligada a la estructuras del Estado, insertados en los aparatos para vivir de las subvenciones y de los privilegios que le otorga la burguesía por los servicios que le presta. La estructura organizativa del movimiento 15-M no está ligada al Estado, lo que le expone a los vaivenes del mercado laboral y social del sistema capitalista, que en estos momentos no ofrece una perspectiva de futuro para asegurar y satisfacer los deseos privados de ninguna fracción de clase que viva de su propio trabajo.

    En el tercer vértice de este bloque se encuentra el revisionismo y el oportunismo, que con diferentes caras se integran en la corriente que defiende el Estado de Bienestar frente a la acometida del capital financiero. Esta posición la justifican con la argumentación de que es la forma más consecuente de actuar debido a la situación de debilidad de la clase obrera, una forma hábil pero rastrera de esconder su falta de principios revolucionarios y derrotismo ideológico frente a la burguesía. Su falta de visión histórica de la lucha de clases y la pérdida de confianza en la actuación de la clase obrera los lleva a ponerse a remolque del movimiento reivindicativo y espontáneo, condenándolo de por vida a la lucha por las migajas económicas que ofrece la burguesía cuando se empieza a traspasar las líneas rojas del sistema capitalista.

    Las organizaciones revisionistas y oportunistas se adhieren a cualquier movilización de manera automática, sin principios, pues consideran a los sindicatos el referente de las masas populares con el argumento de que cuentan con una filiación importante, reconocidos tanto por la patronal como por el Estado, sin tener en cuenta la opción política que representan. La deriva ideológica de esta corriente y la bancarrota política de que son presos, los convierte en enemigos del marxismo al proyectar en la conciencia de la clase obrera la inviabilidad del socialismo, como no sea por etapas en donde lo determinante sean las alianzas de clase y sus medios democrático-burgueses.

    La política revolucionaria en el contexto de la movilización actual

    No nos cansaremos de repetir que la tarea principal de los comunistas en estos momentos es la construcción del partido. Esa construcción será fruto de un largo proceso histórico que se tiene que ir articulando de manera ideológica, política y organizativa a la par que se desarrolla la vida social, la lucha de clases, unas veces de manera silenciosa y otras veces abiertamente, aunque sin estar supeditado a dichos acontecimientos, pues depende de la constitución y formación de la vanguardia comunista, actividad ligada a la comprensión del papel de la teoría marxista a la lucha de clases, y a su ligazón con las masas explotadas, donde prima la aplicación de dicha teoría a la realidad concreta. Tenemos que apuntar, en cuanto a esta cuestión, que nos encontramos en la fase de la formación de la vanguardia que marca sus tareas, y estas están situadas en el campo teórico, en la lucha teórica contra el revisionismo y el oportunismo y en la elaboración de la línea política revolucionaria. Sobre ello debemos seguir discutiendo muy a fondo con el objetivo de proseguir el proceso colectivo de superar la actual atomización de los distintos núcleos de apoyo de la revolución proletaria con el propósito de la constitución cualitativa de la vanguardia teórica.

    Pero todo esto no quita de ningún modo que los comunistas tengamos que intervenir en el desarrollo de los acontecimientos sociales, de las contradicciones concretas que vayan apareciendo. La cuestión desde nuestro punto de vista no es si participar o no en las luchas sociales, sino determinar el sentido y el contenido de la combinación de las dos tareas señaladas, es decir, cómo abordar la actividad práctica en su relación con la formación teórica de la vanguardia. Debemos determinar el por qué y el para qué de la actividad práctica de los comunistas.

    En cuanto al por qué, pensamos que es de obligado cumplimiento ya que adquirimos un compromiso con nuestra propia conciencia militante de difundir la teoría marxista y los principios generales de la revolución proletaria, que es en lo que consiste la actividad prácticade los comunistas en la actual situación partiendo de las fuerzas con que contamos.

    Y el para qué, pues para educar políticamente a las masas luchando contra las políticas erróneas que tratan de desviar al proletariado de sus objetivos estratégicos, con la finalidad de atraer a los más avanzados e incorporarlos a las tareas de la revolución en el contexto de sus diferentes niveles de conciencia. Si tenemos claridad política sobre esta cuestión, la participación será positiva para los intereses del proletariado, pues va adiestrando y consolidando a los núcleos de apoyo a la revolución proletaria, además de ser un polo de referencia de los elementos más avanzados del movimiento espontáneo.

    La participación de los comunistas debe tener en cuenta cinco aspectos:

    Partir de unos principios irrenunciables, los cuales deben ponerse en primer lugar de la propaganda.

    Ponerse unos objetivos y ver como los llevas a cabo

    Partir de sus propias fuerzas, adecuando su actuación a lo que objetivamente puede realizar sin querer abarcar más de lo que le permite su realidad.

    Extraer de las masas a los elementos más destacados para seguir trabajando con ellos.

    Sacar conclusiones de su actuación, detectando sus errores para corregirlos a través de la lucha ideológica.

    Volvemos a repetir que los comunistas no podemos ser espectadores de las movilizaciones. No podemos dedicarnos a ver pasar los acontecimientos como si con nosotros no fuera la cosa, aunque sean dirigida por una política de claro contenido pequeño burgués, de defensa de los pilares de la democracia burguesa, y reaccionario, en el caso de los sindicatos, que defienden los intereses exclusivos de la aristocracia obrera en oposición al interés del conjunto de la clase.

    Las movilizaciones convocadas por los sindicatos integracionistas tienen por objetivo contrarrestar cualquier movimiento que se salga de los cauces del sistema parlamentario burgués, además de satisfacer los intereses políticos y económicos de la burocracia sindical. Los que acompañan a esta burocracia en las distintas movilizaciones siempre son los mismos: los trabajadores afectados por problemas concretos, que a renglón seguido se retiran de la escena social, y una retahíla de organizaciones revisionistas y oportunistas que aportan el colorido “rojo” en las distintas procesiones que siguen un curso casi religioso por la formalidad y obediencia al sistema burgués.

    A los sindicatos integracionistas y a los que de una u otra manera les apoyan no se les pueden cambiar pues forman parte de los aparatos del Estado. El tratamiento que hay que darle es el mismo que a cualquier aparato burgués pero teniendo en cuenta que adoptan la forma, ante los ojos de muchos trabajadores, de que están para defender los intereses de los obreros. Hay que combatirlos, comprendiendo la política que tienen de atraerse a las masas para atacar y debilitar las políticas revolucionarias, denunciando el papel que representan ante las amplias masas y su carácter de clase, enemigos del proletariado revolucionario. No podemos apoyar en ningún caso sus acciones. La actuación de los comunistas en sus movilizaciones debe ir encaminada a denunciar sus maniobras de pacto y colaboración de clases con la burguesía y el Estado para desviar a los trabajadores de sus verdaderos intereses. Debemos utilizar sus actividades para sacar propaganda según el caso concreto, dependiendo de nuestras fuerzas. Debemos enfrentarnos con estas políticas, sin tener miedo a asistir a sus convocatorias para desde fuera denunciar su carácter de clase reaccionario aportando como alternativa una línea política revolucionaria.

    En cuanto al movimiento 15-M debemos diferenciar entre el carácter de clase de sus propuestas, que se inscriben dentro del sistema democrático-burgués, del carácter interclasista de sus planteamientos, bajo la categoría de “ciudadano”, y la forma de sus acciones, que rompe con los cauces normales permitido por la democracia parlamentaria, aunque tenga un carácter pacífico, lo que le ha dado hasta ahora cierta permisibilidad por parte del Estado y la opinión pública en general. Los objetivos de este movimiento no se salen de los límites del sistema capitalista, no lo cuestiona ni impugna, pues lo que persigue es una cierta regeneración política a través de una profundización de la democracia (listas abiertas, denuncia del bipartidismo) y un mayor equilibrio y reparto en lo económico y aplicar controles a la actuación de los monopolios económicos, al capital financiero, además de poner coto a la corrupción y el despilfarro de los grandes partidos políticos.

    El tratamiento que tenemos que darle es distinto que a los sindicatos pues no forman parte integrante del Estado. Debemos aprovechar sus convocatorias para: 1) hacer propaganda con el objetivo de combatir sus concepciones pequeño burguesas, y 2) asistir a sus manifestaciones para repartir propaganda, además de llevar una pancarta con una consigna general adecuada a la situación. Debemos considerar especialmente a los elementos proclives a la discusión política con una posición de clase con el objetivo de abonar el camino para empezar a establecer relaciones en un futuro. Para los comunistas lo importante no es el movimiento 15-M en sí, sino los elementos más conscientes y politizados que actúan en él.

    La influencia que se puede ir recogiendo con nuestra actuación debe servir para ir fructificando políticamente mediante la discusión política y el debate ideológico en estructuras adecuadas a tal fin: los círculos de discusión y debate marxista, que hemos de impulsar allí donde se pueda.

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