D. B. Riazanov, “el erudito marxista más importante y de mayor renombre de nuestra época”, según el órgano oficial de la Internacional Comunista (Imprecorr nº 26, 19 de marzo de 1930), “el más eminente marxólogo de nuestros tiempos” (Izvestia, 10 de marzo de 1930), “una personalidad científica mundial” que ha dado “más de cuarenta años de su vida a la causa de las clases trabajadoras” (Pravda, 10 de marzo de 1930), ha sido arrestado y encarcelado en Moscú el pasado febrero, deportado al campo de Souzdal y luego a Saratov por un periodo de tiempo indefinido, sin ningún proceso ni posibilidad de demostrar su inocencia o de defenderse, gracias a una simple medida policial.
Riazanov se inició en la vida política a los diecisiete años de edad, organizando un círculo socialista en Odessa. Fue uno de los primeros en ponerse en contacto con la Liga para la Emancipación del Trabajo de Plejánov, el germen de la socialdemocracia rusa, y emprendió la publicación en ruso de las principales obras marxistas. Detenido en 1891, sufrió cinco años de cárcel y trabajos forzados para más tarde ser deportado durante un largo periodo de tiempo.
Marchó al extranjero en 1900 y colaboró con el Iskra y la Zarya de Plejánov, Lenin y Martov y con la prensa socialdemócrata alemana, creando el grupo Borba que permaneció al margen de los bolcheviques y los mencheviques, consagrado principalmente a las publicaciones marxistas. La revolución de 1905 le trajo de nuevo a Rusia, donde tomó parte activa en la lucha contra el zarismo y en todo el nuevo movimiento sindical: se le conoce por ser uno de los fundadores de la Unión de los Trabajadores del Ferrocarril. Detenido y deportado de nuevo en 1907, logró emigrar.
En el extranjero siguió con su intensa actividad como autor, historiador, conferenciante y profesor de las escuelas del partido (como la de Lenin en Longjumeau) y como militante de gran actividad. Sus trabajos sobre las ideas de Marx y Engels respecto a Rusia dejaron una huella imborrable. Publico Las relaciones anglo-rusas según Karl Marx, y luego Karl Marx y los rusos durante los años 1940, empezó una historia de la Primera Internacional, la socialdemocracia alemana le encargó la edición del “legado literario” de Marx y Engels, cuya publicación, que llevó a cabo junto a Dietz, tras la aparición de diez volúmenes, quedó interrumpida por la guerra. Mientras, colaboraba en los documentos y revistas de Lenin.
El primer volumen de su Historia de la Internacional, con el que se enfrentó a las deformaciones y falsificaciones de los historiadores anarquistas con la rica documentación fruto de un intenso trabajo, fue redactada en 1914, pero la guerra impidió publicarla. Riazanov participó en la Conferencia de Zimmerwald durante la guerra, volvió a Rusia tras la Revolución de marzo, se unió al partido bolchevique cuando este acababa de ser derrotado (tras la Jornadas de julio), tomando parte en los preparativos militares de la Revolución de Octubre.
Fue sucesivamente Comisario de Pueblo de las Comunicaciones de Odessa, representante de Odessa en la Asamblea Constituyente y miembro del ejecutivo de la Unión de Ferroviarios, creó el Archivo Central en 1918, se convirtió en profesor de la Universidad de Sverdlov, participó en la fundación de la Academia Socialista (rebautizada luego como Comunista), y en 1921 “organizó un instituto científico que es el orgullo de nuestra ciencia revolucionaria”, como calificaba el Pravda del 10 de marzo de 1930 al Instituto Marx-Engels.
Este Instituto, continuaba el Pravda, “bajo la dirección científica y administrativa directa de Riazanov, ha sacado adelante un trabajo impresionante” (a este respecto se puede consultar el artículo de L. B. que se reproduce más abajo). Riazanov, dice el Pravda, disculpen nuestros lectores la jerga de estas citas “estuvo en los primeros puestos en la lucha por el triunfo de la teoría revolucionaria del proletariado”, tanto “por su considerable labor científica e investigadora en el terreno de la marxología” (nos arriesgamos a emplear este neologismo como única traducción posible del término ruso) como por su actividad “en el movimiento sindical mundial” (en realidad en los sindicatos rusos).
Riazanov ha publicado varias colecciones de artículos marxistas y estudios tras la revolución: El proletariado internacional y la guerra, George Plejánov y la Liga para la Emancipación del Trabajo, Esbozos de la Historia del Marxismo, Las tareas de los sindicatos antes y durante la Dictadura del proletariado y Marx y Engels (conferencias), pero su principal obra escrita está diseminada en una multitud de prefacios, introducciones y notas a pie de página en los trabajos que ha editado, estudios, resúmenes, notas críticas, históricas o documentales en las revistas que ha fundado y editado: Los Archivos Marx-Engels y los Anales del Marxismo.
Dotado de una memoria y una capacidad de trabajo excepcionales, dominando fácilmente las cuatro principales lenguas europeas, adquirió una erudición enciclopédica reconocida fuera de su propio partido. Sólo él podía al mismo tiempo que organizaba la edición de las obras completas de Marx y Engels, Plejánov, Kautsky y Lafargue, descifrar la masa de material inédito dejado por Marx y Engels, descubrir la mayor parte de su correspondencia, corregir las erratas de las publicaciones anteriores y editar la Biblioteca Marxista, luego la Biblioteca del Materialismo (Gassendi, Hobbes, La Mettrie, Helvetius, d’Holbach, Diderot, J. Toland, Priestley y Feuerbach) y los trabajos filosóficos de Hegel, etc., mientras dirigía el Instituto, completaba la biblioteca y organizaba exposiciones.
También ha trabajado a conciencia como miembro del Comité Ejecutivo de los Soviets, y de su comisión presupuestaria. Fue el primer comunista en ser miembro de la Academia de Ciencias. Ha participado siempre en la vida del partido y de los sindicatos como marxista concienzudo, un comunista demócrata, dicho de otra forma, enfrentado a toda dictadura sobre el proletariado. Cuando instigó en 1921 al congreso pan-ruso de los sindicatos para que adoptara una resolución que no se ajustaba a los conceptos del “bolchevismo”, según los cuales los sindicatos deben ser un instrumento pasivo del partido, mientras la resolución de Riazanov les permitía decidir acerca de la política sindical del comité central, se tomaron medidas para restablecer el orden: al presidente del Congreso, Tomsky, se le envió a Turquestán y a Riazanov el partido le prohibió acceder a su sindicato, tomar la palabra en cualquier reunión o dar cursos en la universidad.
Entonces se consagra por completo al trabajo histórico y a la cultura marxista y, al margen de las fracciones y reagrupamientos, mantiene no obstante su espíritu crítico y sus facultades de juicio intactas, salvaguardando al Instituto de las modas y manteniendo lo mejor de las tradiciones científicas, desarrollando un trabajo cualificado, honesto y concienzudo, en feliz contraste con a los procedimientos de las instituciones que estaban en manos de funcionarios serviles.
Cuando la Academia Socialista, con su visto bueno, cambia su nombre por el de Comunista en 1924, Riazanov dice: “No soy un bolchevique, no soy un menchevique, no soy leninista. Únicamente me considero marxista, y como marxista, comunista.” (Boletín de la Academia Comunista, nº 8, Moscú, 1924). Este discurso, que ya era subversivo en su época, hoy se considera crimen de lesa majestad en la Rusia pretendidamente soviética.
Con motivo del sexagésimo aniversario de Riazanov el pasado año, la prensa soviética vertió flores y elogios a este anciano hombre, “que no trabaja como un hombre de sesenta años sino como tres jóvenes de veinte”. El comité ejecutivo de los Soviets le otorgó la ridícula distinción de la Bandera Roja del Trabajo. Todas las organizaciones oficiales, el Ejecutivo de la Internacional Comunista, el comité central del partido, la Academia Comunista, la Academia de las Ciencias, las editoriales estatales, etc., le han ofrecido calurosas e hipócritas felicitaciones. Puede leerse una colección completa de ellos en el Pravda y el Izvestia del 10 de marzo: Na boiévom postou (Moscú 1930), seguido de cartas llenas de elogios de parte de Kalinin, Rykov y Clara Zetkin, elocuentes artículos de Deborin, Lunacharski, Steklov, Lozovsky y Milioutine, además de unos discursos de Pokrovski, Bujarin y otros.
Un año más tarde, Riazanov es arrestado, encarcelado y deportado sin juicio alguno, quedando en suspenso el trabajo de su Instituto y siendo apartados casi todos sus colaboradores. Un poder omnipotente y autocrático le había condenado sin proceso, sin posibilidad de hacerse oír. Así terminaba la existencia del último refugio de la ciencia social y de la cultura marxista en Rusia.
Con esta bárbara hazaña, puede que la dictadura del secretariado haya dado el golpe de gracia a uno de los mayores y más desinteresados servidores de la causa del proletariado y del comunismo. Seguramente hemos perdido una preciosa fuente de conocimientos y se ha destruido un centro de estudios único en el mundo. Pero a la vez esto puede ayudarnos a disipar el último espejismo capar de crear ilusiones en el extranjero, revelando su verdadera naturaleza, demostrando que el bolchevismo post-leninista y el marxismo son absolutamente incompatibles.
Boris Souvarine.
¿Cuales fueron los actos de Riazanov para que personalidades del gobierno sovietico actuasen como actuaron?
¿Creeis que fue justo el modo de proceder?
Riazanov se inició en la vida política a los diecisiete años de edad, organizando un círculo socialista en Odessa. Fue uno de los primeros en ponerse en contacto con la Liga para la Emancipación del Trabajo de Plejánov, el germen de la socialdemocracia rusa, y emprendió la publicación en ruso de las principales obras marxistas. Detenido en 1891, sufrió cinco años de cárcel y trabajos forzados para más tarde ser deportado durante un largo periodo de tiempo.
Marchó al extranjero en 1900 y colaboró con el Iskra y la Zarya de Plejánov, Lenin y Martov y con la prensa socialdemócrata alemana, creando el grupo Borba que permaneció al margen de los bolcheviques y los mencheviques, consagrado principalmente a las publicaciones marxistas. La revolución de 1905 le trajo de nuevo a Rusia, donde tomó parte activa en la lucha contra el zarismo y en todo el nuevo movimiento sindical: se le conoce por ser uno de los fundadores de la Unión de los Trabajadores del Ferrocarril. Detenido y deportado de nuevo en 1907, logró emigrar.
En el extranjero siguió con su intensa actividad como autor, historiador, conferenciante y profesor de las escuelas del partido (como la de Lenin en Longjumeau) y como militante de gran actividad. Sus trabajos sobre las ideas de Marx y Engels respecto a Rusia dejaron una huella imborrable. Publico Las relaciones anglo-rusas según Karl Marx, y luego Karl Marx y los rusos durante los años 1940, empezó una historia de la Primera Internacional, la socialdemocracia alemana le encargó la edición del “legado literario” de Marx y Engels, cuya publicación, que llevó a cabo junto a Dietz, tras la aparición de diez volúmenes, quedó interrumpida por la guerra. Mientras, colaboraba en los documentos y revistas de Lenin.
El primer volumen de su Historia de la Internacional, con el que se enfrentó a las deformaciones y falsificaciones de los historiadores anarquistas con la rica documentación fruto de un intenso trabajo, fue redactada en 1914, pero la guerra impidió publicarla. Riazanov participó en la Conferencia de Zimmerwald durante la guerra, volvió a Rusia tras la Revolución de marzo, se unió al partido bolchevique cuando este acababa de ser derrotado (tras la Jornadas de julio), tomando parte en los preparativos militares de la Revolución de Octubre.
Fue sucesivamente Comisario de Pueblo de las Comunicaciones de Odessa, representante de Odessa en la Asamblea Constituyente y miembro del ejecutivo de la Unión de Ferroviarios, creó el Archivo Central en 1918, se convirtió en profesor de la Universidad de Sverdlov, participó en la fundación de la Academia Socialista (rebautizada luego como Comunista), y en 1921 “organizó un instituto científico que es el orgullo de nuestra ciencia revolucionaria”, como calificaba el Pravda del 10 de marzo de 1930 al Instituto Marx-Engels.
Este Instituto, continuaba el Pravda, “bajo la dirección científica y administrativa directa de Riazanov, ha sacado adelante un trabajo impresionante” (a este respecto se puede consultar el artículo de L. B. que se reproduce más abajo). Riazanov, dice el Pravda, disculpen nuestros lectores la jerga de estas citas “estuvo en los primeros puestos en la lucha por el triunfo de la teoría revolucionaria del proletariado”, tanto “por su considerable labor científica e investigadora en el terreno de la marxología” (nos arriesgamos a emplear este neologismo como única traducción posible del término ruso) como por su actividad “en el movimiento sindical mundial” (en realidad en los sindicatos rusos).
Riazanov ha publicado varias colecciones de artículos marxistas y estudios tras la revolución: El proletariado internacional y la guerra, George Plejánov y la Liga para la Emancipación del Trabajo, Esbozos de la Historia del Marxismo, Las tareas de los sindicatos antes y durante la Dictadura del proletariado y Marx y Engels (conferencias), pero su principal obra escrita está diseminada en una multitud de prefacios, introducciones y notas a pie de página en los trabajos que ha editado, estudios, resúmenes, notas críticas, históricas o documentales en las revistas que ha fundado y editado: Los Archivos Marx-Engels y los Anales del Marxismo.
Dotado de una memoria y una capacidad de trabajo excepcionales, dominando fácilmente las cuatro principales lenguas europeas, adquirió una erudición enciclopédica reconocida fuera de su propio partido. Sólo él podía al mismo tiempo que organizaba la edición de las obras completas de Marx y Engels, Plejánov, Kautsky y Lafargue, descifrar la masa de material inédito dejado por Marx y Engels, descubrir la mayor parte de su correspondencia, corregir las erratas de las publicaciones anteriores y editar la Biblioteca Marxista, luego la Biblioteca del Materialismo (Gassendi, Hobbes, La Mettrie, Helvetius, d’Holbach, Diderot, J. Toland, Priestley y Feuerbach) y los trabajos filosóficos de Hegel, etc., mientras dirigía el Instituto, completaba la biblioteca y organizaba exposiciones.
También ha trabajado a conciencia como miembro del Comité Ejecutivo de los Soviets, y de su comisión presupuestaria. Fue el primer comunista en ser miembro de la Academia de Ciencias. Ha participado siempre en la vida del partido y de los sindicatos como marxista concienzudo, un comunista demócrata, dicho de otra forma, enfrentado a toda dictadura sobre el proletariado. Cuando instigó en 1921 al congreso pan-ruso de los sindicatos para que adoptara una resolución que no se ajustaba a los conceptos del “bolchevismo”, según los cuales los sindicatos deben ser un instrumento pasivo del partido, mientras la resolución de Riazanov les permitía decidir acerca de la política sindical del comité central, se tomaron medidas para restablecer el orden: al presidente del Congreso, Tomsky, se le envió a Turquestán y a Riazanov el partido le prohibió acceder a su sindicato, tomar la palabra en cualquier reunión o dar cursos en la universidad.
Entonces se consagra por completo al trabajo histórico y a la cultura marxista y, al margen de las fracciones y reagrupamientos, mantiene no obstante su espíritu crítico y sus facultades de juicio intactas, salvaguardando al Instituto de las modas y manteniendo lo mejor de las tradiciones científicas, desarrollando un trabajo cualificado, honesto y concienzudo, en feliz contraste con a los procedimientos de las instituciones que estaban en manos de funcionarios serviles.
Cuando la Academia Socialista, con su visto bueno, cambia su nombre por el de Comunista en 1924, Riazanov dice: “No soy un bolchevique, no soy un menchevique, no soy leninista. Únicamente me considero marxista, y como marxista, comunista.” (Boletín de la Academia Comunista, nº 8, Moscú, 1924). Este discurso, que ya era subversivo en su época, hoy se considera crimen de lesa majestad en la Rusia pretendidamente soviética.
Con motivo del sexagésimo aniversario de Riazanov el pasado año, la prensa soviética vertió flores y elogios a este anciano hombre, “que no trabaja como un hombre de sesenta años sino como tres jóvenes de veinte”. El comité ejecutivo de los Soviets le otorgó la ridícula distinción de la Bandera Roja del Trabajo. Todas las organizaciones oficiales, el Ejecutivo de la Internacional Comunista, el comité central del partido, la Academia Comunista, la Academia de las Ciencias, las editoriales estatales, etc., le han ofrecido calurosas e hipócritas felicitaciones. Puede leerse una colección completa de ellos en el Pravda y el Izvestia del 10 de marzo: Na boiévom postou (Moscú 1930), seguido de cartas llenas de elogios de parte de Kalinin, Rykov y Clara Zetkin, elocuentes artículos de Deborin, Lunacharski, Steklov, Lozovsky y Milioutine, además de unos discursos de Pokrovski, Bujarin y otros.
Un año más tarde, Riazanov es arrestado, encarcelado y deportado sin juicio alguno, quedando en suspenso el trabajo de su Instituto y siendo apartados casi todos sus colaboradores. Un poder omnipotente y autocrático le había condenado sin proceso, sin posibilidad de hacerse oír. Así terminaba la existencia del último refugio de la ciencia social y de la cultura marxista en Rusia.
Con esta bárbara hazaña, puede que la dictadura del secretariado haya dado el golpe de gracia a uno de los mayores y más desinteresados servidores de la causa del proletariado y del comunismo. Seguramente hemos perdido una preciosa fuente de conocimientos y se ha destruido un centro de estudios único en el mundo. Pero a la vez esto puede ayudarnos a disipar el último espejismo capar de crear ilusiones en el extranjero, revelando su verdadera naturaleza, demostrando que el bolchevismo post-leninista y el marxismo son absolutamente incompatibles.
Boris Souvarine.
¿Cuales fueron los actos de Riazanov para que personalidades del gobierno sovietico actuasen como actuaron?
¿Creeis que fue justo el modo de proceder?