Trabajo productivo versus trabajo improductivo
Fuente: blog “A Critique of Crisis Theory”. Título original: Sam Williams, “Productive Versus Unproductive Labor”, año 2010.
Traducido para el blog “Crítica Marxista-Leninista”, en donde se publica en mayo de 2013, por Facundo Borges.
Nota: El artículo tiene una segunda parte titulada “More on Productive and Unproductive Labor”, que discute algunas interpretaciones del trostkista Ernest Mandel:
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
El concepto de trabajo productivo según el marxismo sigue estando bajo discusión cuando se trata de su aplicación a la realidad cotidiana. Se ha publicado mucho sobre el tema. Ofrecemos al lector un artículo que aborda el tema de forma sencilla y concreta, discutiendo el caracter productivo o improductivo del trabajo según ciertos tipos de actividad económica. Un artículo que ayuda a resolver algunas interrogantes pero que seguramente planteará otras.
Trabajo productivo versus trabajo improductivo
artículo de Sam Williams
El lector Mike Treen –que es líder sindical en Nueva Zelanda– tiene algunas preguntas acerca de qué es y qué no es trabajo productivo. Da ejemplos específicos, y se pregunta si el trabajo en cuestión es trabajo productivo o improductivo. Voy a examinar sus preguntas a continuación.
En primer lugar, voy a comenzar con algunas observaciones generales.
Los economistas clásicos, Marx y el trabajo productivo versus el trabajo improductivo
Los economistas políticos clásicos burgueses hicieron una distinción entre trabajo productivo e improductivo. Marx mejoró en gran medida la teoría del valor y la plusvalía estableciendo de manera clara lo que se entiende por trabajo productivo e improductivo en el modo de producción capitalista.
¿Cuál es el objetivo de la producción capitalista? Es la producción de una masa cada vez mayor de ganancia. Pero la ganancia es sólo la forma-dinero de la plusvalía. Por lo tanto, en lo que al sistema capitalista se refiere, el trabajo sólo es productivo si crea plusvalía. No es suficiente que el trabajo cree valor –es decir, el trabajo abstracto incorporado en un producto material o servicio–, además debe crear plusvalía.
La crítica de Marx a Adam Smith
Los economistas clásicos consideraban el trabajo de los sirvientes personales improductivo en el sentido capitalista –el único sentido que les interesaba. Estaban en lo correcto en esto. Pero, según la opinión de Marx, esto hizo que Adam Smith hiciera una generalización incorrecta. Smith sostenía que sólo el trabajo que produce bienes materiales, en contraposición a los servicios, es trabajo productivo.
Supongamos que soy un hombre rico –no interesa si soy un capitalista o un propietario– que decide contratar obreros para producir una pieza de mobiliario que voy a utilizar sólo como un artículo de consumo personal. En este caso, a pesar de que los obreros que contraté produjeron un valor de uso material y realizaron un trabajo excedente (trabajo por encima del valor de su fuerza de trabajo), su trabajo no tomará la forma de valor porque los muebles no serán intercambiados. Nunca se venderán en el mercado. Dado que no se produjo ningún valor, tampoco se produjo plusvalía. Por lo tanto, el hecho de que el trabajo de los obreros produzca un valor de uso material y tangible no hace que su trabajo sea productivo en el sentido capitalista de la palabra.
Pero ¿qué pasa con la situación contraria? ¿Qué pasa si como propietario de un teatro, que administro como una empresa con fines de lucro, contrato a una cantante de ópera con la intención de que haga presentaciones en vivo, a las que sólo asistan clientes que paguen dinero? ¿El trabajo de la cantante de ópera es productivo en el sentido capitalista? ¿Produce plusvalía?
Smith versus Marx sobre el trabajo que produce servicios
Adam Smith respondió que no, porque no se produce ninguna mercancía tangible. El producto de la cantante de ópera, señaló Smith, desaparece tan pronto como se realiza. Smith argumentó que dado que no se produjo ningún producto material, tampoco se produjo plusvalía, para usar la terminología de Marx.
Marx no estuvo de acuerdo con Smith en este punto. Es cierto que el trabajo de la cantante de ópera no es productivo desde el punto de vista de los miembros de la audiencia que pagan por escuchar la interpretación. Para ellos, el trabajo de la cantante no es más productivo de lo que sería si ellos mismos la contrataran para que interpretara personalmente para ellos.
Sin embargo, según Marx, desde el punto de vista del dueño del teatro que contrata la fuerza de trabajo de la cantante, el trabajo de la cantante es trabajo productivo [1]. La cantante no sólo produce valor, también produce plusvalía para el dueño del teatro, si asumimos que se le paga el valor de su fuerza de trabajo. Por lo tanto, desde el punto de vista capitalista, y eso es lo que interesa aquí, la mano de obra de la cantante es trabajo productivo.
De acuerdo con Marx, no hay ninguna diferencia en cuanto a que la producción de la plusvalía creada por la fuerza de trabajo de la cantante –vibraciones en los gases que conforman el aire del teatro, percibidos por el oído y el cerebro humanos como música– sólo dure un instante.
Ahora, teniendo en mente la crítica de Marx a Adam Smith, vamos a examinar algunos de los ejemplos de Mike, a la luz de la distinción que hace Marx entre trabajo productivo e improductivo.
Los trabajadores de la industria nacionalizada
“Si una industria (donde los obreros producen mercancías y plusvalía, como la industria del carbón) es nacionalizada”, comenta Mike, “entonces seguramente seguirán produciéndolas”.
Esta afirmación es cierta. Si el Estado se hace cargo de una industria rentable, como la industria minera, el Estado actuará como un capitalista industrial colectivo. Les comprará su fuerza de trabajo y utilizará la fuerza de trabajo comprada para producir plusvalía.
Sin embargo, por regla general, el Estado capitalista no se hace cargo de las industrias rentables. Como es el Estado de la clase capitalista, se esfuerza mucho para evitar competir con los capitalistas industriales.
El Estado podría, sin embargo, hacerse cargo de la industria del carbón si la industria no estuviera produciendo ganancias para sus propietarios capitalistas. Por ejemplo, el Estado podría hacerse cargo si la productividad del trabajo en la industria del carbón de una determinada nación –ya sea debido al agotamiento de las minas de carbón o debido al descubrimiento de minas de carbón más ricas en el extranjero– es tan baja comparada con el promedio en el mercado mundial, que una hora de trabajo concreto realizado por sus mineros del carbón sólo cuenta como una media hora de trabajo abstracto en el mercado mundial.
Supongamos que en promedio en el mercado mundial, los mineros del carbón trabajan la mitad del tiempo para sí mismos y la otra mitad del tiempo para los patrones –una cuota de plusvalía del 100 por ciento. Mientras que en nuestras minas de carbón no rentables, una hora de trabajo concreto en promedio representa sólo una media hora de trabajo abstracto. Esto quiere decir que en términos de trabajo abstracto, los mineros sólo estarían realizando cuatro horas de trabajo por día.
Dado que suponemos que se les paga el valor total de su fuerza de trabajo –el carácter improductivo de las minas de carbón no afecta el valor de la fuerza de trabajo de los obreros que trabajan en ellas–, los obreros trabajarán para sí mismos toda la jornada laboral. No realizarán ningún trabajo no retribuido para el patrón. Y pese a que los obreros producen tanto valores de uso como valores desde la perspectiva de los dueños de las minas, el trabajo de los obreros de estas minas de carbón es improductivo porque no producen plusvalía.
Debido a que en el ejemplo anterior, los mineros de carbón no producen plusvalía, las minas no pueden funcionar como capital. Los propietarios de la mina al evaluar que no pueden operar como capitalistas industriales al explotar estas minas –en tanto se ven obligados a pagar la fuerza de trabajo de los mineros a su valor–, entonces venden las minas al Estado.
Tal vez el Estado capitalista esté dispuesto a operar las minas a pérdida o a un nivel de equilibrio. Por ejemplo, el gobierno podría estar preocupado por lo que pasaría si hubiera un embargo o un bloqueo energético. Así, el Estado –pero no los capitalistas individuales o corporativos (colectivos)– podría estar dispuesto a operar las minas en un nivel de equilibrio o incluso, dentro de ciertos límites, a pérdida total. La tarea principal del Estado, después de todo, es velar por los intereses generales de los capitalistas de una determinada nación, en vez de obtener ganancias y actuar como capitalista industrial por cuenta propia.
El trabajo de las prostitutas
Mike escribe: “El intercambio de un servicio por ingresos (como la prostitución) no produce plusvalía. Si esa industria se organiza sobre cauces capitalistas (en burdeles), aún así no produce plusvalía”.
Es cierto que si yo soy “Juan”, el cliente del dueño del burdel, la prostituta no hará ningún dinero para mí al satisfacer mi necesidad de gratificación sexual. Desde mi punto de vista, el trabajo de la prostituta no es un trabajo productivo, porque no produce plusvalía.
Sin embargo, desde el punto de vista del propietario del burdel, el trabajo de la prostituta es una fuerza de trabajo muy productiva, de la misma forma en que el trabajo de una cantante es trabajo productivo desde el punto de vista del dueño del teatro. El hecho de que las cantantes sean muy admiradas por la sociedad oficial, mientras que la prostitución es condenada tan universalmente como es practicada, no hace ninguna diferencia en este caso, en absoluto.
Los trabajadores de la industria de las armas
“La industria de las armas”, Mike continúa, “(aunque improductiva desde el punto de vista social) sí produce mercancías (y plusvalía), sea nacionalizada o no”.
En este caso, la nacionalización hace la diferencia. Si los fabricantes de armas venden armas –mercancías– al Estado y esas armas tienen valor de uso para el Estado, entonces los obreros que trabajan para los fabricantes de armas –los capitalistas industriales– son trabajadores productivos (de plusvalía), no importando si el valor de uso de su trabajo pueda ser más destructivo para la sociedad que el valor de uso del trabajo de las prostitutas que he examinado anteriormente.
Pero supongamos que la planta de armas está nacionalizada. El Estado no puede venderse las armas a sí mismo [3]. En ese caso, el Estado consume el valor de uso –las armas– que produce para su propio uso, de la misma forma que cuando yo produzco una silla con mi propio trabajo para mi propio uso. Ahí no ocurre ningún intercambio. Por lo tanto, no hay forma de que el trabajo concreto de los obreros empleados en una fábrica estatal de armas pueda reducirse a trabajo abstracto humano encarnado en las armas. Donde no hay producción de valor, no puede haber ninguna producción de plusvalía. Desde el punto de vista capitalista, la producción que se lleva a cabo en una fábrica estatal de armas es trabajo improductivo.
La única manera en que el trabajo empleado en una planta estatal de armas pueda ser trabajo productivo, sería si el Estado vende las armas que produce a otros gobiernos o a otros compradores de armas, obteniendo una ganancia. En este caso, el Estado estaría actuando como un capitalista industrial colectivo.
El trabajo de los educadores
“Los servicios de educación y salud son más complicados”, escribe Mike. “Si se trata de servicios personales (de un tutor o un médico local trabajando por su cuenta), ellos no producen plusvalía. Y sin embargo, ellos me hacen capaz de trabajar o más calificado en mi trabajo y por lo tanto hacen un beneficio indirecto al capital, asumiendo que estoy produciendo plusvalía. Y supongo que es por eso que el Estado ha entrado en estos roles más ampliamente en las sociedades capitalistas más avanzadas. Pero no estoy seguro de que poniendo este trabajo en una escuela u hospital con fines de lucro cree plusvalía”.
La fuerza de trabajo no es producida de forma capitalista. Es decir, no es producida por un capitalista industrial explotando trabajo asalariado con la intención de realizar la plusvalía en forma de dinero, como ganancia. Pero si el trabajo de educadores contratados por obreros que se están capacitando aumenta el valor de la fuerza de trabajo de esos obreros, ¿eso no convierte en capitalistas industriales a los obreros que contratan la fuerza de trabajo de los educadores?, ¿al menos en cierto grado?.
En mi opinión, no. No importa en cuánto aumenta el valor de la fuerza de trabajo de un obrero; los dueños de la fuerza de trabajo mejorada aún tienen que vender su fuerza de trabajo a un comprador para vivir. Podemos estar bastante seguros de que el comprador de esa fuerza de trabajo, la pondrá a trabajar. Por lo tanto, no importa cuán compleja se hace mi fuerza de trabajo, todavía tendré que trabajar para vivir. Un verdadero capitalista, por otra parte, vende mercancías o servicios (producidos por otros) con el fin de ser capaz de vivir sin trabajar. ¡Esta no es una pequeña diferencia!
Por lo tanto, si soy un obrero capacitándose, no soy un capitalista industrial. No importa lo mucho que la fuerza de trabajo de los capacitadores que yo consumo aumente el valor de mi fuerza de trabajo, el ingreso que recibiré cuando encuentre –y si lo encuentro– un comprador para mi fuerza de trabajo es un sueldo o salario y no ganancia. Mientras tenga que vender mi fuerza de trabajo con el fin de obtener los ingresos que necesito para vivir, no soy un capitalista.
Sin embargo, si contrato la fuerza de trabajo de los profesores para establecer un negocio con fines de lucro, la fuerza de trabajo de los profesores que yo contrate –mis trabajadores industriales– será productiva para mí como capitalista industrial. En este caso, los profesores realmente producirán plusvalía, por lo que su trabajo será productivo en el sentido capitalista. El valor de uso de esa fuerza de trabajo, para su comprador, será la producción de plusvalía.
Trabajadores de la industria de comida rápida
“La industria de comida rápida parece diferente”, escribe Mike. “Aquí tenemos un servicio (cocción de alimentos) que se transforma en mercancía (un Big Mac) y una industria que produce plusvalía. Mi sindicato en Nueva Zelanda organiza esta industria y ciertamente ese parece ser el caso”.
Correcto. Excepto que yo no diría “servicio”. Cocinar los alimentos produce un bien material. Podríamos muy bien decir también que cierto servicio se transforma en lingotes de acero, otra mercancía material. Aunque la industria de comida rápida no es ciertamente “industria pesada”, esto no tiene nada que ver con si los trabajadores son productivos.
En efecto, al igual que en la industria del acero, estos trabajadores producen una mercancía muy tangible, un Big Mac. En realidad, los trabajadores de los restaurantes son verdaderos trabajadores industriales, trabajando para capitalistas industriales, los dueños de la industria de comida rápida. Además, aunque como hemos visto anteriormente esto no hace ninguna diferencia en cuanto a si su trabajo es trabajo productivo, los trabajadores de comida rápida producen una mercancía material –una comida cocida, tal como un Big Mac–, ¡aún si el valor de uso pueda ser bastante dudoso en este caso! Incluso si usamos la definición de Adam Smith de trabajo productivo, opuesta a la de Marx, los trabajadores que producen los Big Macs son trabajadores productivos.
A los estadísticos capitalistas les gusta clasificar a los trabajadores de comida rápida como trabajadores de servicios. Lo hacen para hacer parecer que la clase obrera industrial –los trabajadores que producen plusvalía– se está reduciendo rápidamente en tamaño, si es que no está desapareciendo por completo. Este es un ejemplo de por qué tenemos que acercarnos a las estadísticas oficiales económicas emitidas por los gobiernos capitalistas con la mayor cautela, ya se trate de la definición de una “recesión” o del número de trabajadores de la industria en un país y en un momento dados.
Hace poco, si no recuerdo mal, se propuso en los Estados Unidos que los trabajadores de comida rápida sean reclasificados: de trabajadores de servicios a trabajadores de la producción. ¿La razón de esta propuesta?: La disminución de los “trabajadores manufactureros” –según la definición del gobierno de los EE.UU.– está alcanzando proporciones tan alarmantes que la economía de EE.UU. podría parecer más saludable si el número de estos trabajadores recibiera un impulso mediante la redefinición de algunos trabajadores, como los trabajadores de comida rápida, que ahora están clasificados como trabajadores de servicios, y que pasarían a ser trabajadores manufactureros.
Los trabajadores de salas de cine
“Otra industria que organizamos son los trabajadores de salas de cine”, escribe Mike. “Una vez más no hay ningún producto que se venda directamente. A los clientes se les vende un servicio. Sin embargo, las ventas de DVD parecen ser ventas de mercancías y productoras de plusvalía. La dificultad que tenemos aquí es la ‘película’ en sí. El trabajo entra en su producción, en tanto que la proyección de la película es una forma de venta poco a poco, de tal manera que con el tiempo los ingresos reflejan su ‘venta’ y por lo tanto la realización de la plusvalía que contiene”.
Esto involucra realmente dos cuestiones en la teoría del valor. Una parte de los comentarios de Mike involucra la cuestión de si los trabajadores de cine son productivos (de plusvalía). Creo que ya he contestado a esta pregunta cuando tuve que abordar la crítica de Marx de Adam Smith que incluía la cuestión de si el trabajo de los cantantes contratados por los propietarios de teatros es productivo. Mientras que Smith dijo que el trabajo de una cantante no es productivo, Marx dijo que sí lo era.
Si los empleados de cine son los que preparan las palomitas de maíz, ellos crean la mercancía material palomitas de maíz, al igual que en la industria de comida rápida. Pero esto realmente no importa. Los trabajadores que mantienen y hacen que el teatro funcione, por ejemplo, la limpieza de los baños, la limpieza al final de la jornada, el manejo del proyector, son productivos, tanto como la cantante dando una presentación en vivo.
El trabajo de Mike como dirigente sindical es asegurarse de que los trabajadores de cine, que su sindicato representa, obtengan todo el valor de su fuerza de trabajo. Tengo serias dudas de que los líderes estén ofreciendo a los trabajadores que están representados por el sindicato de Mike, algo más que el valor de su fuerza de trabajo. Los trabajadores necesitan un sindicato para asegurarse de que obtienen más o menos el valor de su fuerza de trabajo.
El único ejemplo posible del tipo de trabajadores de cine, que el sindicato de Mike podría representar, que no sería productivo (de plusvalía) sería el de vendedores de entradas, ya que su trabajo se ocupa de que la gente pague por el derecho a consumir los servicios –la proyección de películas– prestados por la sala de cine. Los vendedores de entradas pertenecen a lo que Marx llamó el proletariado comercial, mientras que todos los demás trabajadores de cine pertenecen a lo que Marx llamó proletariado industrial, los trabajadores que realmente producen la plusvalía.
Pero también en el caso de los vendedores de entradas de cine, Mike como líder sindical tiene el deber de asegurarse de que también se les pague el valor total de su fuerza de trabajo, incluso si el valor de uso de su fuerza de trabajo para sus explotadores capitalistas no sea la producción de plusvalía.
Los productos digitales
El valor de las películas en DVD que la sala de cine alquila [para proyectarlas al público] –o que uno alquila con la intención de reproducirlas en TV o en un ordenador– es una cuestión diferente. Y aquí los cambios en la tecnología durante las últimas décadas hacen la diferencia.
¿Qué clase de trabajo es necesaria para producir un DVD? En primer lugar, usted tiene que hacer la película. La producción de una película requiere muchos diferentes tipos de fuerzas de trabajo. Por ejemplo, necesita la fuerza de trabajo de los escritores, actores, directores, técnicos, camarógrafos, electricistas y trabajadores de limpieza para limpiar los baños en los estudios, por ejemplo.
Luego se necesita mano de obra humana para producir el medio, en este caso el DVD. La mano de obra utilizada para producir el DVD como objeto físico no implica problemas especiales en la teoría del valor. Para el propietario de la sala de cine, el DVD como objeto físico es una forma de capital fijo, a pesar de que la cantidad de capital –valor– en juego aquí es extremadamente pequeño. No hay duda de que el trabajo que fabrica el DVD es productivo de plusvalía.
La información quiere ser libre
Sin embargo, el valor del medio –el DVD– representa sólo una pequeña parte del precio de un DVD con una película grabada en él. ¿De qué consiste la película? La película en sí es un archivo de datos informático –una secuencia de ceros y unos representada como señales diminutas en la superficie del DVD. Se necesita el trabajo de escritores, actores, directores, conserjes los estudios y demás para producir la información que será codificada mediante las secuencias de ceros y unos.
Sin embargo, para reproducir las secuencias de ceros y unos, con toda la información que esas secuencias de ceros y unos codifica, sólo tengo que insertar en un ordenador un DVD con la película en él y otro DVD en blanco, utilizar el software apropiado y grabar una copia nueva de la película en el DVD en blanco. ¿Cuánto trabajo tomará esto? Una cantidad trivial. Y si copio el DVD no como parte de un negocio capitalista, sino simplemente para verlo yo mismo, entonces no hay ningún intercambio. Y puesto que la pequeña cantidad de trabajo que realizo no implica ningún intercambio, entonces no se produce ni un átomo de valor, para no hablar de la plusvalía.
Pero si la grabación del DVD se realiza a escala industrial por capitalistas industriales que contratan obreros para hacer ese trabajo con la intención de vender los DVD “quemados”, este trabajo producirá valor y plusvalía. Esto no plantea problemas especiales en la teoría del valor.
El valor del trabajo de los actores, directores y demás, sin embargo, plantea una cuestión interesante en la teoría del valor. Con la tecnología digital actual, una vez que una película se hace, puede ser copiada indefinidamente sin degradar su calidad. Y ni siquiera se necesita un DVD con la película en él para hacer una copia. Todo lo que se necesita es un ordenador conectado a Internet para copiar o reproducir el archivo de la película que codifica toda la información que nosotros llamamos “película”. Este copiado o reproducción puede hacerse tantas veces como se desee sin tener que emplear nuevamente las fuerzas de trabajo de escritores, actores, directores, camarógrafos, electricistas, personal de limpieza, etc.
De hecho, tan pronto como una nueva película está cerca a su estreno en esos días, aparecen sitios en Internet que permiten descargar la película de forma ilegal a cambio de nada. Sólo las leyes de derechos de autor y la policía del Estado capitalista impiden que los propietarios de salas de cine y residentes respetuosos de la ley obtengan copias de películas sin pagar absolutamente nada, aunque tienen que pagar por los ordenadores y la conexión a Internet –todos ellos, verdaderas mercancías producidas por trabajadores productivos (de plusvalía). Con la tecnología actual, la industria de producir películas –que los capitalistas llaman su negocio modelo– colapsaría rápidamente si no fuese por las leyes de derechos de autor y la policía que las hace cumplir.
El problema es que, en ausencia de la intervención del Estado capitalista y su aparato policial, el valor de la película está determinado por la cantidad de trabajo (abstracto) que es necesario para producir una mercancía idéntica en las condiciones actuales de producción, es decir, la cantidad de trabajo humano abstracto que es necesario para reproducirlo. Necesitamos la fuerza de trabajo de escritores, actores, y demás para hacer nuevas películas conteniendo nueva información, pero no necesitamos su trabajo para reproducir copias de películas existentes que contengan información que ya existe.
Software para ordenadores
Esto no se aplica sólo a las películas. Si usted está ejecutando, en su ordenador, el sistema operativo Windows que cuesta más de $ 100, usted puede, si lo desea, ir a un sitio web y descargar de forma absolutamente legal una copia del poderosos sistema operativo GNU/Linux, sin pagar nada. El sistema operativo GNU/Linux se utiliza para operar todo, desde simples notebooks hasta los más poderosos superordenadores.
Usted puede instalar este sistema operativo en su ordenador. Usted tiene no sólo el sistema operativo básico, sino el acceso a miles de aplicaciones. El número exacto depende de los distribuidores de GNU/Linux –hay tantos para elegir–, de quienes usted puede descargar por Internet, absolutamente a cambio de nada. O puede descargar el código fuente de sitios como SourceForge y compilarlo usted mismo, también de forma absolutamente gratuita. En cualquier caso, no tiene que pagar un sólo centavo por nuevo software.
No hace falta decir que el trabajo que produce un producto gratuito (a precio cero), como el sistema operativo GNU/Linux, no puede producir posiblemente ninguna ganancia para el productor, y no es trabajo que produce valor. Y donde no se produce ningún valor, no se produce plusvalía. Ese trabajo es, por lo tanto, trabajo no productivo en el sentido capitalista de la palabra.
Al igual que el caso de Hollywood, dada la tecnología actual, las empresas de software como Microsoft, Adobe y Oracle no podrían existir como empresas capitalistas sin el conjunto de las leyes de derechos de autor y de patentes y el aparato policial que las hacer cumplir. Sin estas leyes especiales, el precio de los programas para ordenadores –que dan instrucciones– y los archivos de datos informáticos, como películas que las salas de cine exhiben, caería hasta cero, haciendo imposible hacer películas, música grabada y producir software complejos como los sistemas operativos, procesadores de texto, programas de bases de datos o cualquier otro tipo de software de ordenador, sobre bases capitalistas.
El “star system” de Hollywood
Incluso si dejamos de lado el problema de la cantidad prácticamente nula de trabajo necesario para reproducir, en oposición a producir, la información que nosotros llamamos “película” en una secuencia de ceros y unos, la cuestión de si el trabajo de actores y directores es productivo también se ve afectada por el “star system” de Hollywood. A las más grandes “estrellas” de cine se les paga un millón de dólares o más por semana. Su trabajo crearía plusvalía si se les pagara sólo el valor real de su fuerza de trabajo; pero cuando se les paga millones de dólares por semana su trabajo no es productivo.
Supongamos que soy una estrella de Hollywood y gano un millón de dólares a la semana. El valor de la cantidad de lingotes de oro que representa un millón de dólares será mucho mayor a la cantidad de trabajo humano abstracto que realizo en una semana, incluso si concedemos que el trabajo de un actor cualificado representa un trabajo con un alto grado de complejidad. Por lo tanto, la cuota de plusvalía sería negativa. A diferencia de un trabajador productivo (de plusvalía), se me estaría pagando por todo mi trabajo más una cantidad considerable de trabajo que en realidad yo no realicé.
Lo mismo se aplica a las estrellas del deporte profesional, a quienes se les paga montos similares. Toda la industria del “entretenimiento” –el cine, la música y el deporte– es monopolista, de arriba a abajo.
Conviértete en una estrella, conviértete en capitalista
En el caso de los trabajadores a los que se les paga salarios excepcionalmente altos –como a las estrellas de Hollywood y figuras deportivas de un millón de dólares a la semana–, incluso si no son capitalistas, ellos rápidamente se convertirán, al menos, en capitalistas monetarios. Acumularán tanto dinero –capital adinerado– que pronto serán capaces de vivir muy bien sólo de los intereses. Pueden optar por seguir trabajando, pero incluso si no lo hacen o no pueden, serán capaces de vivir en considerable lujo sin trabajar. Se han convertido en capitalistas a gran escala.
La única forma en que las estrellas no se convertirían en capitalistas sería si encuentran la manera de gastar un millón de dólares o más a la semana en artículos de consumo personal, o si conservan su dinero en forma de billetes, monedas de oro o barras de oro, en cuyo caso serán avaros, y no capitalistas, o si hacen malas inversiones en los mercados bursátiles y de commodities hasta ser “limpiados” (que tal vez ocurra de vez en cuando).
Pero, como regla general, si usted tiene un ingreso de un millón de dólares o más a la semana y lo invierte de manera razonablemente, de forma conservadora e inteligente, usted se convertirá en un capitalista que será capaz de vivir sin realizar ningún tipo de trabajo.
Lo mismo puede decirse de los ejecutivos mejor pagados. Estas personas no son capitalistas porque dirigen grandes corporaciones. En esa capacidad, son trabajadores, no capitalistas. Pero pronto se convierten en capitalistas, si no lo son ya, porque sus salarios, bonos, opciones sobre acciones, etc., son de cantidades tales que rápidamente serán capaces de vivir en lujo –de los dividendos e intereses, solamente.
Por lo tanto, las estrellas de Hollywood y los “héroes” deportistas profesionales, junto con los ejecutivos de alto rango, pueden por lo general ser considerados parte de la clase capitalista.
Arquitectos, contadores, trabajadores de “call centers” y tomadores de pedidos de restaurante
“Una categoría más de trabajadores a considerar:”, concluye Mike. “Los trabajadores del ‘sector servicios’ que son realmente necesarios para el proceso productivo, pero que han sido puestos en una empresa independiente. Estos pueden incluir arquitectos (necesarios para las constructoras) y, posiblemente, incluso los contadores (al menos de contabilidad básica). Una categoría de la que no estoy seguro es la de los trabajadores de ventas en los supermercados (¿solo existen debido al carácter capitalista de la distribución?) o en los ‘call centers’ [contact centers]”.
Los arquitectos, incluso si están directamente empleados por una empresa constructora, asumiendo que se les paga de acuerdo al valor de su fuerza de trabajo, serían trabajadores productivos, dado que los arquitectos son trabajadores altamente calificados y su fuerza de trabajo es muy compleja. La fuerza de trabajo del arquitecto como mercancía representa muchas fuerzas de trabajos simples.
Sin embargo, a diferencia de los trabajadores que son necesarios para producir –pero no reproducir– una película, un arquitecto es necesario cada vez que se construye un edificio. No hay dos edificios que tengan el mismo plan, si hacemos a un lado el “tract housing”. Esto también es cierto cada vez que se modifica una edificación.
Los contadores o tenedores de libros son generalmente considerados como trabajadores improductivos, porque tienen que ver con los cambios en los títulos de propiedad y tareas relacionadas. Sin embargo, si están empleados por un capitalista que ofrece el servicio de contabilidad a otros capitalistas, el trabajo de los contadores sería productivo de plusvalía, por las mismas razones que el trabajo de un cantante o de una prostituta es productivo para el capitalista que compra su fuerza de trabajo, y no para el consumidor de su fuerza de trabajo.
Los “vendedores” puros –trabajadores de tiendas que son empleados para convencer a los clientes para que compren cosas, o cajeros que no hacen nada más que poner mercaderías en los estantes o limpiar los pisos– pertenecen al proletariado comercial, son trabajadores no productivos (de plusvalía). Pero el resto de trabajadores de la tienda es productivo (de plusvalía).
¿Qué pasa con los “call centers”? Si los trabajadores de “call center” –generalmente de países como la India, donde el valor de la fuerza de trabajo es, por razones históricas, muy bajo– son contratados por las grandes empresas capitalistas para actuar exclusivamente como trabajadores de ventas, pertenecerían al proletariado improductivo (de plusvalía). Sin embargo, si una empresa entra al mercado y ofrece a otras empresas su servicio de llamadas, entonces, los trabajadores del “call center” podrían producir plusvalía para la empresa que los emplea.
Finalmente, Mike planteó la cuestión de los que toman los pedidos en un restaurante. Sin los tomadores de pedidos, el restaurante no sabría lo que sus clientes quieren, independientemente de las relaciones sociales de producción que prevalecen. Así el restaurante no sería capaz de preparar las comidas que los clientes desean. Por lo tanto, incluso el trabajo de los tomadores de pedidos es una forma de trabajo productivo si los tomadores de pedidos trabajan para un capitalista que compra su fuerza de trabajo, a pesar de que están realizando un trabajo improductivo (de plusvalía) desde la perspectiva de los clientes del restaurante. Los cajeros, por otra parte, serían improductivos en el sentido capitalista, porque los trabajadores comerciales, no son productivos (de plusvalía).
Fuente: blog “A Critique of Crisis Theory”. Título original: Sam Williams, “Productive Versus Unproductive Labor”, año 2010.
Traducido para el blog “Crítica Marxista-Leninista”, en donde se publica en mayo de 2013, por Facundo Borges.
Nota: El artículo tiene una segunda parte titulada “More on Productive and Unproductive Labor”, que discute algunas interpretaciones del trostkista Ernest Mandel:
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
El concepto de trabajo productivo según el marxismo sigue estando bajo discusión cuando se trata de su aplicación a la realidad cotidiana. Se ha publicado mucho sobre el tema. Ofrecemos al lector un artículo que aborda el tema de forma sencilla y concreta, discutiendo el caracter productivo o improductivo del trabajo según ciertos tipos de actividad económica. Un artículo que ayuda a resolver algunas interrogantes pero que seguramente planteará otras.
Trabajo productivo versus trabajo improductivo
artículo de Sam Williams
El lector Mike Treen –que es líder sindical en Nueva Zelanda– tiene algunas preguntas acerca de qué es y qué no es trabajo productivo. Da ejemplos específicos, y se pregunta si el trabajo en cuestión es trabajo productivo o improductivo. Voy a examinar sus preguntas a continuación.
En primer lugar, voy a comenzar con algunas observaciones generales.
Los economistas clásicos, Marx y el trabajo productivo versus el trabajo improductivo
Los economistas políticos clásicos burgueses hicieron una distinción entre trabajo productivo e improductivo. Marx mejoró en gran medida la teoría del valor y la plusvalía estableciendo de manera clara lo que se entiende por trabajo productivo e improductivo en el modo de producción capitalista.
¿Cuál es el objetivo de la producción capitalista? Es la producción de una masa cada vez mayor de ganancia. Pero la ganancia es sólo la forma-dinero de la plusvalía. Por lo tanto, en lo que al sistema capitalista se refiere, el trabajo sólo es productivo si crea plusvalía. No es suficiente que el trabajo cree valor –es decir, el trabajo abstracto incorporado en un producto material o servicio–, además debe crear plusvalía.
La crítica de Marx a Adam Smith
Los economistas clásicos consideraban el trabajo de los sirvientes personales improductivo en el sentido capitalista –el único sentido que les interesaba. Estaban en lo correcto en esto. Pero, según la opinión de Marx, esto hizo que Adam Smith hiciera una generalización incorrecta. Smith sostenía que sólo el trabajo que produce bienes materiales, en contraposición a los servicios, es trabajo productivo.
Supongamos que soy un hombre rico –no interesa si soy un capitalista o un propietario– que decide contratar obreros para producir una pieza de mobiliario que voy a utilizar sólo como un artículo de consumo personal. En este caso, a pesar de que los obreros que contraté produjeron un valor de uso material y realizaron un trabajo excedente (trabajo por encima del valor de su fuerza de trabajo), su trabajo no tomará la forma de valor porque los muebles no serán intercambiados. Nunca se venderán en el mercado. Dado que no se produjo ningún valor, tampoco se produjo plusvalía. Por lo tanto, el hecho de que el trabajo de los obreros produzca un valor de uso material y tangible no hace que su trabajo sea productivo en el sentido capitalista de la palabra.
Pero ¿qué pasa con la situación contraria? ¿Qué pasa si como propietario de un teatro, que administro como una empresa con fines de lucro, contrato a una cantante de ópera con la intención de que haga presentaciones en vivo, a las que sólo asistan clientes que paguen dinero? ¿El trabajo de la cantante de ópera es productivo en el sentido capitalista? ¿Produce plusvalía?
Smith versus Marx sobre el trabajo que produce servicios
Adam Smith respondió que no, porque no se produce ninguna mercancía tangible. El producto de la cantante de ópera, señaló Smith, desaparece tan pronto como se realiza. Smith argumentó que dado que no se produjo ningún producto material, tampoco se produjo plusvalía, para usar la terminología de Marx.
Marx no estuvo de acuerdo con Smith en este punto. Es cierto que el trabajo de la cantante de ópera no es productivo desde el punto de vista de los miembros de la audiencia que pagan por escuchar la interpretación. Para ellos, el trabajo de la cantante no es más productivo de lo que sería si ellos mismos la contrataran para que interpretara personalmente para ellos.
Sin embargo, según Marx, desde el punto de vista del dueño del teatro que contrata la fuerza de trabajo de la cantante, el trabajo de la cantante es trabajo productivo [1]. La cantante no sólo produce valor, también produce plusvalía para el dueño del teatro, si asumimos que se le paga el valor de su fuerza de trabajo. Por lo tanto, desde el punto de vista capitalista, y eso es lo que interesa aquí, la mano de obra de la cantante es trabajo productivo.
De acuerdo con Marx, no hay ninguna diferencia en cuanto a que la producción de la plusvalía creada por la fuerza de trabajo de la cantante –vibraciones en los gases que conforman el aire del teatro, percibidos por el oído y el cerebro humanos como música– sólo dure un instante.
Ahora, teniendo en mente la crítica de Marx a Adam Smith, vamos a examinar algunos de los ejemplos de Mike, a la luz de la distinción que hace Marx entre trabajo productivo e improductivo.
Los trabajadores de la industria nacionalizada
“Si una industria (donde los obreros producen mercancías y plusvalía, como la industria del carbón) es nacionalizada”, comenta Mike, “entonces seguramente seguirán produciéndolas”.
Esta afirmación es cierta. Si el Estado se hace cargo de una industria rentable, como la industria minera, el Estado actuará como un capitalista industrial colectivo. Les comprará su fuerza de trabajo y utilizará la fuerza de trabajo comprada para producir plusvalía.
Sin embargo, por regla general, el Estado capitalista no se hace cargo de las industrias rentables. Como es el Estado de la clase capitalista, se esfuerza mucho para evitar competir con los capitalistas industriales.
El Estado podría, sin embargo, hacerse cargo de la industria del carbón si la industria no estuviera produciendo ganancias para sus propietarios capitalistas. Por ejemplo, el Estado podría hacerse cargo si la productividad del trabajo en la industria del carbón de una determinada nación –ya sea debido al agotamiento de las minas de carbón o debido al descubrimiento de minas de carbón más ricas en el extranjero– es tan baja comparada con el promedio en el mercado mundial, que una hora de trabajo concreto realizado por sus mineros del carbón sólo cuenta como una media hora de trabajo abstracto en el mercado mundial.
Supongamos que en promedio en el mercado mundial, los mineros del carbón trabajan la mitad del tiempo para sí mismos y la otra mitad del tiempo para los patrones –una cuota de plusvalía del 100 por ciento. Mientras que en nuestras minas de carbón no rentables, una hora de trabajo concreto en promedio representa sólo una media hora de trabajo abstracto. Esto quiere decir que en términos de trabajo abstracto, los mineros sólo estarían realizando cuatro horas de trabajo por día.
Dado que suponemos que se les paga el valor total de su fuerza de trabajo –el carácter improductivo de las minas de carbón no afecta el valor de la fuerza de trabajo de los obreros que trabajan en ellas–, los obreros trabajarán para sí mismos toda la jornada laboral. No realizarán ningún trabajo no retribuido para el patrón. Y pese a que los obreros producen tanto valores de uso como valores desde la perspectiva de los dueños de las minas, el trabajo de los obreros de estas minas de carbón es improductivo porque no producen plusvalía.
Debido a que en el ejemplo anterior, los mineros de carbón no producen plusvalía, las minas no pueden funcionar como capital. Los propietarios de la mina al evaluar que no pueden operar como capitalistas industriales al explotar estas minas –en tanto se ven obligados a pagar la fuerza de trabajo de los mineros a su valor–, entonces venden las minas al Estado.
Tal vez el Estado capitalista esté dispuesto a operar las minas a pérdida o a un nivel de equilibrio. Por ejemplo, el gobierno podría estar preocupado por lo que pasaría si hubiera un embargo o un bloqueo energético. Así, el Estado –pero no los capitalistas individuales o corporativos (colectivos)– podría estar dispuesto a operar las minas en un nivel de equilibrio o incluso, dentro de ciertos límites, a pérdida total. La tarea principal del Estado, después de todo, es velar por los intereses generales de los capitalistas de una determinada nación, en vez de obtener ganancias y actuar como capitalista industrial por cuenta propia.
El trabajo de las prostitutas
Mike escribe: “El intercambio de un servicio por ingresos (como la prostitución) no produce plusvalía. Si esa industria se organiza sobre cauces capitalistas (en burdeles), aún así no produce plusvalía”.
Es cierto que si yo soy “Juan”, el cliente del dueño del burdel, la prostituta no hará ningún dinero para mí al satisfacer mi necesidad de gratificación sexual. Desde mi punto de vista, el trabajo de la prostituta no es un trabajo productivo, porque no produce plusvalía.
Sin embargo, desde el punto de vista del propietario del burdel, el trabajo de la prostituta es una fuerza de trabajo muy productiva, de la misma forma en que el trabajo de una cantante es trabajo productivo desde el punto de vista del dueño del teatro. El hecho de que las cantantes sean muy admiradas por la sociedad oficial, mientras que la prostitución es condenada tan universalmente como es practicada, no hace ninguna diferencia en este caso, en absoluto.
Los trabajadores de la industria de las armas
“La industria de las armas”, Mike continúa, “(aunque improductiva desde el punto de vista social) sí produce mercancías (y plusvalía), sea nacionalizada o no”.
En este caso, la nacionalización hace la diferencia. Si los fabricantes de armas venden armas –mercancías– al Estado y esas armas tienen valor de uso para el Estado, entonces los obreros que trabajan para los fabricantes de armas –los capitalistas industriales– son trabajadores productivos (de plusvalía), no importando si el valor de uso de su trabajo pueda ser más destructivo para la sociedad que el valor de uso del trabajo de las prostitutas que he examinado anteriormente.
Pero supongamos que la planta de armas está nacionalizada. El Estado no puede venderse las armas a sí mismo [3]. En ese caso, el Estado consume el valor de uso –las armas– que produce para su propio uso, de la misma forma que cuando yo produzco una silla con mi propio trabajo para mi propio uso. Ahí no ocurre ningún intercambio. Por lo tanto, no hay forma de que el trabajo concreto de los obreros empleados en una fábrica estatal de armas pueda reducirse a trabajo abstracto humano encarnado en las armas. Donde no hay producción de valor, no puede haber ninguna producción de plusvalía. Desde el punto de vista capitalista, la producción que se lleva a cabo en una fábrica estatal de armas es trabajo improductivo.
La única manera en que el trabajo empleado en una planta estatal de armas pueda ser trabajo productivo, sería si el Estado vende las armas que produce a otros gobiernos o a otros compradores de armas, obteniendo una ganancia. En este caso, el Estado estaría actuando como un capitalista industrial colectivo.
El trabajo de los educadores
“Los servicios de educación y salud son más complicados”, escribe Mike. “Si se trata de servicios personales (de un tutor o un médico local trabajando por su cuenta), ellos no producen plusvalía. Y sin embargo, ellos me hacen capaz de trabajar o más calificado en mi trabajo y por lo tanto hacen un beneficio indirecto al capital, asumiendo que estoy produciendo plusvalía. Y supongo que es por eso que el Estado ha entrado en estos roles más ampliamente en las sociedades capitalistas más avanzadas. Pero no estoy seguro de que poniendo este trabajo en una escuela u hospital con fines de lucro cree plusvalía”.
La fuerza de trabajo no es producida de forma capitalista. Es decir, no es producida por un capitalista industrial explotando trabajo asalariado con la intención de realizar la plusvalía en forma de dinero, como ganancia. Pero si el trabajo de educadores contratados por obreros que se están capacitando aumenta el valor de la fuerza de trabajo de esos obreros, ¿eso no convierte en capitalistas industriales a los obreros que contratan la fuerza de trabajo de los educadores?, ¿al menos en cierto grado?.
En mi opinión, no. No importa en cuánto aumenta el valor de la fuerza de trabajo de un obrero; los dueños de la fuerza de trabajo mejorada aún tienen que vender su fuerza de trabajo a un comprador para vivir. Podemos estar bastante seguros de que el comprador de esa fuerza de trabajo, la pondrá a trabajar. Por lo tanto, no importa cuán compleja se hace mi fuerza de trabajo, todavía tendré que trabajar para vivir. Un verdadero capitalista, por otra parte, vende mercancías o servicios (producidos por otros) con el fin de ser capaz de vivir sin trabajar. ¡Esta no es una pequeña diferencia!
Por lo tanto, si soy un obrero capacitándose, no soy un capitalista industrial. No importa lo mucho que la fuerza de trabajo de los capacitadores que yo consumo aumente el valor de mi fuerza de trabajo, el ingreso que recibiré cuando encuentre –y si lo encuentro– un comprador para mi fuerza de trabajo es un sueldo o salario y no ganancia. Mientras tenga que vender mi fuerza de trabajo con el fin de obtener los ingresos que necesito para vivir, no soy un capitalista.
Sin embargo, si contrato la fuerza de trabajo de los profesores para establecer un negocio con fines de lucro, la fuerza de trabajo de los profesores que yo contrate –mis trabajadores industriales– será productiva para mí como capitalista industrial. En este caso, los profesores realmente producirán plusvalía, por lo que su trabajo será productivo en el sentido capitalista. El valor de uso de esa fuerza de trabajo, para su comprador, será la producción de plusvalía.
Trabajadores de la industria de comida rápida
“La industria de comida rápida parece diferente”, escribe Mike. “Aquí tenemos un servicio (cocción de alimentos) que se transforma en mercancía (un Big Mac) y una industria que produce plusvalía. Mi sindicato en Nueva Zelanda organiza esta industria y ciertamente ese parece ser el caso”.
Correcto. Excepto que yo no diría “servicio”. Cocinar los alimentos produce un bien material. Podríamos muy bien decir también que cierto servicio se transforma en lingotes de acero, otra mercancía material. Aunque la industria de comida rápida no es ciertamente “industria pesada”, esto no tiene nada que ver con si los trabajadores son productivos.
En efecto, al igual que en la industria del acero, estos trabajadores producen una mercancía muy tangible, un Big Mac. En realidad, los trabajadores de los restaurantes son verdaderos trabajadores industriales, trabajando para capitalistas industriales, los dueños de la industria de comida rápida. Además, aunque como hemos visto anteriormente esto no hace ninguna diferencia en cuanto a si su trabajo es trabajo productivo, los trabajadores de comida rápida producen una mercancía material –una comida cocida, tal como un Big Mac–, ¡aún si el valor de uso pueda ser bastante dudoso en este caso! Incluso si usamos la definición de Adam Smith de trabajo productivo, opuesta a la de Marx, los trabajadores que producen los Big Macs son trabajadores productivos.
A los estadísticos capitalistas les gusta clasificar a los trabajadores de comida rápida como trabajadores de servicios. Lo hacen para hacer parecer que la clase obrera industrial –los trabajadores que producen plusvalía– se está reduciendo rápidamente en tamaño, si es que no está desapareciendo por completo. Este es un ejemplo de por qué tenemos que acercarnos a las estadísticas oficiales económicas emitidas por los gobiernos capitalistas con la mayor cautela, ya se trate de la definición de una “recesión” o del número de trabajadores de la industria en un país y en un momento dados.
Hace poco, si no recuerdo mal, se propuso en los Estados Unidos que los trabajadores de comida rápida sean reclasificados: de trabajadores de servicios a trabajadores de la producción. ¿La razón de esta propuesta?: La disminución de los “trabajadores manufactureros” –según la definición del gobierno de los EE.UU.– está alcanzando proporciones tan alarmantes que la economía de EE.UU. podría parecer más saludable si el número de estos trabajadores recibiera un impulso mediante la redefinición de algunos trabajadores, como los trabajadores de comida rápida, que ahora están clasificados como trabajadores de servicios, y que pasarían a ser trabajadores manufactureros.
Los trabajadores de salas de cine
“Otra industria que organizamos son los trabajadores de salas de cine”, escribe Mike. “Una vez más no hay ningún producto que se venda directamente. A los clientes se les vende un servicio. Sin embargo, las ventas de DVD parecen ser ventas de mercancías y productoras de plusvalía. La dificultad que tenemos aquí es la ‘película’ en sí. El trabajo entra en su producción, en tanto que la proyección de la película es una forma de venta poco a poco, de tal manera que con el tiempo los ingresos reflejan su ‘venta’ y por lo tanto la realización de la plusvalía que contiene”.
Esto involucra realmente dos cuestiones en la teoría del valor. Una parte de los comentarios de Mike involucra la cuestión de si los trabajadores de cine son productivos (de plusvalía). Creo que ya he contestado a esta pregunta cuando tuve que abordar la crítica de Marx de Adam Smith que incluía la cuestión de si el trabajo de los cantantes contratados por los propietarios de teatros es productivo. Mientras que Smith dijo que el trabajo de una cantante no es productivo, Marx dijo que sí lo era.
Si los empleados de cine son los que preparan las palomitas de maíz, ellos crean la mercancía material palomitas de maíz, al igual que en la industria de comida rápida. Pero esto realmente no importa. Los trabajadores que mantienen y hacen que el teatro funcione, por ejemplo, la limpieza de los baños, la limpieza al final de la jornada, el manejo del proyector, son productivos, tanto como la cantante dando una presentación en vivo.
El trabajo de Mike como dirigente sindical es asegurarse de que los trabajadores de cine, que su sindicato representa, obtengan todo el valor de su fuerza de trabajo. Tengo serias dudas de que los líderes estén ofreciendo a los trabajadores que están representados por el sindicato de Mike, algo más que el valor de su fuerza de trabajo. Los trabajadores necesitan un sindicato para asegurarse de que obtienen más o menos el valor de su fuerza de trabajo.
El único ejemplo posible del tipo de trabajadores de cine, que el sindicato de Mike podría representar, que no sería productivo (de plusvalía) sería el de vendedores de entradas, ya que su trabajo se ocupa de que la gente pague por el derecho a consumir los servicios –la proyección de películas– prestados por la sala de cine. Los vendedores de entradas pertenecen a lo que Marx llamó el proletariado comercial, mientras que todos los demás trabajadores de cine pertenecen a lo que Marx llamó proletariado industrial, los trabajadores que realmente producen la plusvalía.
Pero también en el caso de los vendedores de entradas de cine, Mike como líder sindical tiene el deber de asegurarse de que también se les pague el valor total de su fuerza de trabajo, incluso si el valor de uso de su fuerza de trabajo para sus explotadores capitalistas no sea la producción de plusvalía.
Los productos digitales
El valor de las películas en DVD que la sala de cine alquila [para proyectarlas al público] –o que uno alquila con la intención de reproducirlas en TV o en un ordenador– es una cuestión diferente. Y aquí los cambios en la tecnología durante las últimas décadas hacen la diferencia.
¿Qué clase de trabajo es necesaria para producir un DVD? En primer lugar, usted tiene que hacer la película. La producción de una película requiere muchos diferentes tipos de fuerzas de trabajo. Por ejemplo, necesita la fuerza de trabajo de los escritores, actores, directores, técnicos, camarógrafos, electricistas y trabajadores de limpieza para limpiar los baños en los estudios, por ejemplo.
Luego se necesita mano de obra humana para producir el medio, en este caso el DVD. La mano de obra utilizada para producir el DVD como objeto físico no implica problemas especiales en la teoría del valor. Para el propietario de la sala de cine, el DVD como objeto físico es una forma de capital fijo, a pesar de que la cantidad de capital –valor– en juego aquí es extremadamente pequeño. No hay duda de que el trabajo que fabrica el DVD es productivo de plusvalía.
La información quiere ser libre
Sin embargo, el valor del medio –el DVD– representa sólo una pequeña parte del precio de un DVD con una película grabada en él. ¿De qué consiste la película? La película en sí es un archivo de datos informático –una secuencia de ceros y unos representada como señales diminutas en la superficie del DVD. Se necesita el trabajo de escritores, actores, directores, conserjes los estudios y demás para producir la información que será codificada mediante las secuencias de ceros y unos.
Sin embargo, para reproducir las secuencias de ceros y unos, con toda la información que esas secuencias de ceros y unos codifica, sólo tengo que insertar en un ordenador un DVD con la película en él y otro DVD en blanco, utilizar el software apropiado y grabar una copia nueva de la película en el DVD en blanco. ¿Cuánto trabajo tomará esto? Una cantidad trivial. Y si copio el DVD no como parte de un negocio capitalista, sino simplemente para verlo yo mismo, entonces no hay ningún intercambio. Y puesto que la pequeña cantidad de trabajo que realizo no implica ningún intercambio, entonces no se produce ni un átomo de valor, para no hablar de la plusvalía.
Pero si la grabación del DVD se realiza a escala industrial por capitalistas industriales que contratan obreros para hacer ese trabajo con la intención de vender los DVD “quemados”, este trabajo producirá valor y plusvalía. Esto no plantea problemas especiales en la teoría del valor.
El valor del trabajo de los actores, directores y demás, sin embargo, plantea una cuestión interesante en la teoría del valor. Con la tecnología digital actual, una vez que una película se hace, puede ser copiada indefinidamente sin degradar su calidad. Y ni siquiera se necesita un DVD con la película en él para hacer una copia. Todo lo que se necesita es un ordenador conectado a Internet para copiar o reproducir el archivo de la película que codifica toda la información que nosotros llamamos “película”. Este copiado o reproducción puede hacerse tantas veces como se desee sin tener que emplear nuevamente las fuerzas de trabajo de escritores, actores, directores, camarógrafos, electricistas, personal de limpieza, etc.
De hecho, tan pronto como una nueva película está cerca a su estreno en esos días, aparecen sitios en Internet que permiten descargar la película de forma ilegal a cambio de nada. Sólo las leyes de derechos de autor y la policía del Estado capitalista impiden que los propietarios de salas de cine y residentes respetuosos de la ley obtengan copias de películas sin pagar absolutamente nada, aunque tienen que pagar por los ordenadores y la conexión a Internet –todos ellos, verdaderas mercancías producidas por trabajadores productivos (de plusvalía). Con la tecnología actual, la industria de producir películas –que los capitalistas llaman su negocio modelo– colapsaría rápidamente si no fuese por las leyes de derechos de autor y la policía que las hace cumplir.
El problema es que, en ausencia de la intervención del Estado capitalista y su aparato policial, el valor de la película está determinado por la cantidad de trabajo (abstracto) que es necesario para producir una mercancía idéntica en las condiciones actuales de producción, es decir, la cantidad de trabajo humano abstracto que es necesario para reproducirlo. Necesitamos la fuerza de trabajo de escritores, actores, y demás para hacer nuevas películas conteniendo nueva información, pero no necesitamos su trabajo para reproducir copias de películas existentes que contengan información que ya existe.
Software para ordenadores
Esto no se aplica sólo a las películas. Si usted está ejecutando, en su ordenador, el sistema operativo Windows que cuesta más de $ 100, usted puede, si lo desea, ir a un sitio web y descargar de forma absolutamente legal una copia del poderosos sistema operativo GNU/Linux, sin pagar nada. El sistema operativo GNU/Linux se utiliza para operar todo, desde simples notebooks hasta los más poderosos superordenadores.
Usted puede instalar este sistema operativo en su ordenador. Usted tiene no sólo el sistema operativo básico, sino el acceso a miles de aplicaciones. El número exacto depende de los distribuidores de GNU/Linux –hay tantos para elegir–, de quienes usted puede descargar por Internet, absolutamente a cambio de nada. O puede descargar el código fuente de sitios como SourceForge y compilarlo usted mismo, también de forma absolutamente gratuita. En cualquier caso, no tiene que pagar un sólo centavo por nuevo software.
No hace falta decir que el trabajo que produce un producto gratuito (a precio cero), como el sistema operativo GNU/Linux, no puede producir posiblemente ninguna ganancia para el productor, y no es trabajo que produce valor. Y donde no se produce ningún valor, no se produce plusvalía. Ese trabajo es, por lo tanto, trabajo no productivo en el sentido capitalista de la palabra.
Al igual que el caso de Hollywood, dada la tecnología actual, las empresas de software como Microsoft, Adobe y Oracle no podrían existir como empresas capitalistas sin el conjunto de las leyes de derechos de autor y de patentes y el aparato policial que las hacer cumplir. Sin estas leyes especiales, el precio de los programas para ordenadores –que dan instrucciones– y los archivos de datos informáticos, como películas que las salas de cine exhiben, caería hasta cero, haciendo imposible hacer películas, música grabada y producir software complejos como los sistemas operativos, procesadores de texto, programas de bases de datos o cualquier otro tipo de software de ordenador, sobre bases capitalistas.
El “star system” de Hollywood
Incluso si dejamos de lado el problema de la cantidad prácticamente nula de trabajo necesario para reproducir, en oposición a producir, la información que nosotros llamamos “película” en una secuencia de ceros y unos, la cuestión de si el trabajo de actores y directores es productivo también se ve afectada por el “star system” de Hollywood. A las más grandes “estrellas” de cine se les paga un millón de dólares o más por semana. Su trabajo crearía plusvalía si se les pagara sólo el valor real de su fuerza de trabajo; pero cuando se les paga millones de dólares por semana su trabajo no es productivo.
Supongamos que soy una estrella de Hollywood y gano un millón de dólares a la semana. El valor de la cantidad de lingotes de oro que representa un millón de dólares será mucho mayor a la cantidad de trabajo humano abstracto que realizo en una semana, incluso si concedemos que el trabajo de un actor cualificado representa un trabajo con un alto grado de complejidad. Por lo tanto, la cuota de plusvalía sería negativa. A diferencia de un trabajador productivo (de plusvalía), se me estaría pagando por todo mi trabajo más una cantidad considerable de trabajo que en realidad yo no realicé.
Lo mismo se aplica a las estrellas del deporte profesional, a quienes se les paga montos similares. Toda la industria del “entretenimiento” –el cine, la música y el deporte– es monopolista, de arriba a abajo.
Conviértete en una estrella, conviértete en capitalista
En el caso de los trabajadores a los que se les paga salarios excepcionalmente altos –como a las estrellas de Hollywood y figuras deportivas de un millón de dólares a la semana–, incluso si no son capitalistas, ellos rápidamente se convertirán, al menos, en capitalistas monetarios. Acumularán tanto dinero –capital adinerado– que pronto serán capaces de vivir muy bien sólo de los intereses. Pueden optar por seguir trabajando, pero incluso si no lo hacen o no pueden, serán capaces de vivir en considerable lujo sin trabajar. Se han convertido en capitalistas a gran escala.
La única forma en que las estrellas no se convertirían en capitalistas sería si encuentran la manera de gastar un millón de dólares o más a la semana en artículos de consumo personal, o si conservan su dinero en forma de billetes, monedas de oro o barras de oro, en cuyo caso serán avaros, y no capitalistas, o si hacen malas inversiones en los mercados bursátiles y de commodities hasta ser “limpiados” (que tal vez ocurra de vez en cuando).
Pero, como regla general, si usted tiene un ingreso de un millón de dólares o más a la semana y lo invierte de manera razonablemente, de forma conservadora e inteligente, usted se convertirá en un capitalista que será capaz de vivir sin realizar ningún tipo de trabajo.
Lo mismo puede decirse de los ejecutivos mejor pagados. Estas personas no son capitalistas porque dirigen grandes corporaciones. En esa capacidad, son trabajadores, no capitalistas. Pero pronto se convierten en capitalistas, si no lo son ya, porque sus salarios, bonos, opciones sobre acciones, etc., son de cantidades tales que rápidamente serán capaces de vivir en lujo –de los dividendos e intereses, solamente.
Por lo tanto, las estrellas de Hollywood y los “héroes” deportistas profesionales, junto con los ejecutivos de alto rango, pueden por lo general ser considerados parte de la clase capitalista.
Arquitectos, contadores, trabajadores de “call centers” y tomadores de pedidos de restaurante
“Una categoría más de trabajadores a considerar:”, concluye Mike. “Los trabajadores del ‘sector servicios’ que son realmente necesarios para el proceso productivo, pero que han sido puestos en una empresa independiente. Estos pueden incluir arquitectos (necesarios para las constructoras) y, posiblemente, incluso los contadores (al menos de contabilidad básica). Una categoría de la que no estoy seguro es la de los trabajadores de ventas en los supermercados (¿solo existen debido al carácter capitalista de la distribución?) o en los ‘call centers’ [contact centers]”.
Los arquitectos, incluso si están directamente empleados por una empresa constructora, asumiendo que se les paga de acuerdo al valor de su fuerza de trabajo, serían trabajadores productivos, dado que los arquitectos son trabajadores altamente calificados y su fuerza de trabajo es muy compleja. La fuerza de trabajo del arquitecto como mercancía representa muchas fuerzas de trabajos simples.
Sin embargo, a diferencia de los trabajadores que son necesarios para producir –pero no reproducir– una película, un arquitecto es necesario cada vez que se construye un edificio. No hay dos edificios que tengan el mismo plan, si hacemos a un lado el “tract housing”. Esto también es cierto cada vez que se modifica una edificación.
Los contadores o tenedores de libros son generalmente considerados como trabajadores improductivos, porque tienen que ver con los cambios en los títulos de propiedad y tareas relacionadas. Sin embargo, si están empleados por un capitalista que ofrece el servicio de contabilidad a otros capitalistas, el trabajo de los contadores sería productivo de plusvalía, por las mismas razones que el trabajo de un cantante o de una prostituta es productivo para el capitalista que compra su fuerza de trabajo, y no para el consumidor de su fuerza de trabajo.
Los “vendedores” puros –trabajadores de tiendas que son empleados para convencer a los clientes para que compren cosas, o cajeros que no hacen nada más que poner mercaderías en los estantes o limpiar los pisos– pertenecen al proletariado comercial, son trabajadores no productivos (de plusvalía). Pero el resto de trabajadores de la tienda es productivo (de plusvalía).
¿Qué pasa con los “call centers”? Si los trabajadores de “call center” –generalmente de países como la India, donde el valor de la fuerza de trabajo es, por razones históricas, muy bajo– son contratados por las grandes empresas capitalistas para actuar exclusivamente como trabajadores de ventas, pertenecerían al proletariado improductivo (de plusvalía). Sin embargo, si una empresa entra al mercado y ofrece a otras empresas su servicio de llamadas, entonces, los trabajadores del “call center” podrían producir plusvalía para la empresa que los emplea.
Finalmente, Mike planteó la cuestión de los que toman los pedidos en un restaurante. Sin los tomadores de pedidos, el restaurante no sabría lo que sus clientes quieren, independientemente de las relaciones sociales de producción que prevalecen. Así el restaurante no sería capaz de preparar las comidas que los clientes desean. Por lo tanto, incluso el trabajo de los tomadores de pedidos es una forma de trabajo productivo si los tomadores de pedidos trabajan para un capitalista que compra su fuerza de trabajo, a pesar de que están realizando un trabajo improductivo (de plusvalía) desde la perspectiva de los clientes del restaurante. Los cajeros, por otra parte, serían improductivos en el sentido capitalista, porque los trabajadores comerciales, no son productivos (de plusvalía).
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Última edición por pedrocasca el Lun Mayo 06, 2013 12:07 pm, editado 1 vez