Una ciudad donde todos son ricos, en China.
Si tuviéramos que describir Huaxi, podríamos decir que es un pueblo en donde todos sus habitantes están embarcados en el proyecto de hacerse ricos, o cada vez más ricos de lo que son, un proyecto que de momento está funcionando (de hecho ya es el poblado más rico de China).
Huaxi es un pueblo de apenas 2.000 habitantes en su corazón urbano, habitantes que conforman la comunidad más rica del país. Para evidencias, tan sólo al acercarnos observaremos un rascacielos de más de 300 metros de altura (algo que ni siquiera la mayoría de los países del planeta pueden presumir, si es que hay algo que presumir con ello). Si un rascacielos es asumido como un símbolo de poder y desarrollo, en Huaxi han apostado sin tapujos a dar una señal que se puede divisar desde kilómetros a la redonda.
Diagramado bajo la estética de la perfección, el pueblo ha apostado por acrecentar aún más sus ambiciones construyendo réplicas millonarias de edificios notables de China y del mundo. En los alrededores de la ciudad se suceden edificios clonados que incluyen desde réplicas del Arco de Triunfo de París, hasta una extensa reproducción de la Gran Muralla China, tan sólo para sentir que nada tienen que envidiar y atraer turistas.
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Imagen en Shanghaiist
La vieja aldea rural llamada Huaxi se va transformando de un modo acelerado y pretencioso bajo el plan ideado por un funcionario local del Partido Comunista, Wu Renbao, mentor de un proyecto que realiza una mezcla entre socialismo y capitalismo. Huaxi debe mucho de su actual pasar a Wu Renbao, un pionero gurú de los negocios en tiempos de la apertura China, mentor del proyecto para hacer crecer un pueblo junto un comglomerado de empresas que está dispuesto a incorporar a quienes quisieran sumarse.
En Huaxi, todos sus habitantes comparten la propiedad de la “gallina de los huevos de oro”. La gallina, es una empresa (Jiangsu Huaxi) que genera ingresos, invierte en el pueblo y distribuye dividendos anuales para cada uno de sus accionistas-habitantes. Todos los ciudadanos son accionistas del Grupo Jiangsu Huaxi Co, un conglomerado que controla 58 empresas en ramas industriales y da trabajo no sólo a los habitantes de Huaxi, sino también a las ciudades vecinas.
Todo parece perfecto, y sin embargo, algunos analistas no dudan en calificar a la rica aldea como un “pueblo Potemkin” (aldeas de fantasías construidas para impresionar a visitantes temporales), aunque será el tiempo el que tenga el veredicto final.
La comunidad más rica de China está situada cerca de la ciudad de Jiangyin, en el centro del delta del río Yantsé, en la provincia de Jiangsu, y hoy exhibe en su transformación, un resultado parcial que como mínimo llamaría extravagante. Todos sus habitantes (que suman unos 2.000) poseen una abultada cantidad de dinero, fruto de sus ahorros, trabajos, y su participación como accionistas de la empresa: cada uno de ellos posee un mínimo de cien mil euros, aunque en otras webs se atreven a afirmar un mínimo de 1 a 10 millones de dólares en activos y propiedades por cada habitante. Viven en viviendas suntuosas con varios coches carísimos estacionados cerca de la puerta, acceden a educación y salud de calidad y gratuita, además de cobros extras anuales que les permiten hasta viajar por el mundo.
Huaxi podría ser la “ciudad aspiracional” del nuevo socialismo Chino, un cuento de hadas compartido por unos poquísimos pocos, dentro de un país donde decir que viven muchos, es quedarse corto. Sin embargo, suma unos 50.000 habitantes con sus comunidades satélite, gracias a iniciativas como las del propio mentor Wu RenBao, de convocar trabajadores los siete días de la semana en las fábricas del entorno, a cambio de propiedades gratuitas, servicios públicos, y un buen sueldo. Y todo, a sólo dos horas de Shangai.
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Los habitantes, además de ser los accionistas, reciben una parte de las ganancias anuales del emprendimiento, aunque la mayor parte, la deben reinvertir en Huaxi. Incluso, hay excedentes para “pequeñas locuras”. En sintonía con la mejor “filosofía dubaiana”, sus autoridades pretenden atraer turistas construyendo edificios curiosos. Por ejemplo, en el entorno y dentro de la ciudad se reproducen en pequeña escala algunos de los edificios más famosos del mundo, lo que convierte a Huanxi en el pueblo de la imitación.
Las clonaciones de edificios realizadas van desde una falsa Plaza de Tiananmen ocupando 10.000 metros cuadrados, hasta una insólita réplica de la Gran Muralla de 10.000 metros de longitud, en la que se rumorea, gastaron 100 millones de yuanes. También hay una imitación (bastante mal lograda) del Capitolio de Estados Unidos, el Arco de Triunfo de París, la Ópera de Sidney, villas de República Checa, Filipinas o hasta Italia, todas dentro del Parque Mundial al sur de la montaña Longshan. No es por nada que desde Huanxi, sus autoridades presumen de que tienen mucho que mostrar. Y hay otros parques públicos “temáticos”. El Parque Farmer por ejemplo, hace un recorrido por todas las épocas de China.
Huanxi tiene 2.000 habitantes, pero en su planta urbana emerge un rascacielos de 328 metros donde funciona un hotel, un “pequeño regalo” que se permitieron para celebrar los 50 años de la aldea, y al que decoraron entre otros lujos (o derroches) con una escultura de oro macizo en su recepción. Se llama Hotel Long Wish, inaugurado hace apenas pocos meses. Es obviamente, el símbolo de la ostentación de la ciudad visible desde kilómetros a la redonda.
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Pero desde la ciudad de Huanxi, a la distancia también emergen en la altura numerosas pagodas que parecen “hacer guardia” a la comunidad. La Pagoda de Oro, dominaba el horizonte hasta la construcción del hotel, con sus 98 metros de altura que acogen a un hotel tres estrellas con 119 habitaciones. No está sola, la acompañan otras nueve pagodas en el centro urbano que alcanzan los 70 metros de altura. Al parecer, la política de construir edificios curiosos está dando resultados, tanto como para atraer dos millones de turistas anuales.
Pero nada resulta más curioso de Huaxi, que ese experimental proyecto de sus habitantes por convertirse en ricos todos al unísono, un sueño idealizado que algunos observan con escepticismo. Huaxi, hoy ofrece la experiencia de visitar la villa más rica de China, en medio de hermosos paisajes y acompañado de anfitriones orgullosos y sedientos por recibir visitantes. Pero sobre todo, el lugar donde el sueño de una vida de lujo, imposible para la mayoría de los habitantes de China, parece ser realidad.
Según como miremos, encontraremos la “comunidad socialista ideal”, donde todos son dueños de una gran infraestructura (la ciudad = medios de producción) administrada con éxito como una empresa que redistribuye ganancias entre sus accionistas. O encontraremos, un proyecto que se ve bien, pero que genera cientos de dudas, aunque está evidentemente comandado por alguien como mínimo habilidoso para generar dinero. Quizás haya que creer en Huaxi, como el lugar donde un habilidoso empresario tan sólo aplica un esquema muy diferente de administrar las riquezas generadas. La historia de un emprendimiento exitoso de industrialización y generación de riquezas de un modo cooperativo y muy adaptados a los nuevos tiempos de la economía China.
Huaxi es hoy un modelo para el Gobierno central de China, un experimento exitoso para promover el desarrollo de las zonas rurales, las más postergadas del país. Mientras tanto, en la ciudad, varios carteles recuerdan que “la tierra de Huaxi, es la tierra del socialismo”. Viajar al lugar, será como mínimo una aproximación a la pretenciosa nueva cara de China en su apuesta para liderar el siglo XXI.
Si tuviéramos que describir Huaxi, podríamos decir que es un pueblo en donde todos sus habitantes están embarcados en el proyecto de hacerse ricos, o cada vez más ricos de lo que son, un proyecto que de momento está funcionando (de hecho ya es el poblado más rico de China).
Huaxi es un pueblo de apenas 2.000 habitantes en su corazón urbano, habitantes que conforman la comunidad más rica del país. Para evidencias, tan sólo al acercarnos observaremos un rascacielos de más de 300 metros de altura (algo que ni siquiera la mayoría de los países del planeta pueden presumir, si es que hay algo que presumir con ello). Si un rascacielos es asumido como un símbolo de poder y desarrollo, en Huaxi han apostado sin tapujos a dar una señal que se puede divisar desde kilómetros a la redonda.
Diagramado bajo la estética de la perfección, el pueblo ha apostado por acrecentar aún más sus ambiciones construyendo réplicas millonarias de edificios notables de China y del mundo. En los alrededores de la ciudad se suceden edificios clonados que incluyen desde réplicas del Arco de Triunfo de París, hasta una extensa reproducción de la Gran Muralla China, tan sólo para sentir que nada tienen que envidiar y atraer turistas.
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La vieja aldea rural llamada Huaxi se va transformando de un modo acelerado y pretencioso bajo el plan ideado por un funcionario local del Partido Comunista, Wu Renbao, mentor de un proyecto que realiza una mezcla entre socialismo y capitalismo. Huaxi debe mucho de su actual pasar a Wu Renbao, un pionero gurú de los negocios en tiempos de la apertura China, mentor del proyecto para hacer crecer un pueblo junto un comglomerado de empresas que está dispuesto a incorporar a quienes quisieran sumarse.
En Huaxi, todos sus habitantes comparten la propiedad de la “gallina de los huevos de oro”. La gallina, es una empresa (Jiangsu Huaxi) que genera ingresos, invierte en el pueblo y distribuye dividendos anuales para cada uno de sus accionistas-habitantes. Todos los ciudadanos son accionistas del Grupo Jiangsu Huaxi Co, un conglomerado que controla 58 empresas en ramas industriales y da trabajo no sólo a los habitantes de Huaxi, sino también a las ciudades vecinas.
Todo parece perfecto, y sin embargo, algunos analistas no dudan en calificar a la rica aldea como un “pueblo Potemkin” (aldeas de fantasías construidas para impresionar a visitantes temporales), aunque será el tiempo el que tenga el veredicto final.
La comunidad más rica de China está situada cerca de la ciudad de Jiangyin, en el centro del delta del río Yantsé, en la provincia de Jiangsu, y hoy exhibe en su transformación, un resultado parcial que como mínimo llamaría extravagante. Todos sus habitantes (que suman unos 2.000) poseen una abultada cantidad de dinero, fruto de sus ahorros, trabajos, y su participación como accionistas de la empresa: cada uno de ellos posee un mínimo de cien mil euros, aunque en otras webs se atreven a afirmar un mínimo de 1 a 10 millones de dólares en activos y propiedades por cada habitante. Viven en viviendas suntuosas con varios coches carísimos estacionados cerca de la puerta, acceden a educación y salud de calidad y gratuita, además de cobros extras anuales que les permiten hasta viajar por el mundo.
Huaxi podría ser la “ciudad aspiracional” del nuevo socialismo Chino, un cuento de hadas compartido por unos poquísimos pocos, dentro de un país donde decir que viven muchos, es quedarse corto. Sin embargo, suma unos 50.000 habitantes con sus comunidades satélite, gracias a iniciativas como las del propio mentor Wu RenBao, de convocar trabajadores los siete días de la semana en las fábricas del entorno, a cambio de propiedades gratuitas, servicios públicos, y un buen sueldo. Y todo, a sólo dos horas de Shangai.
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Los habitantes, además de ser los accionistas, reciben una parte de las ganancias anuales del emprendimiento, aunque la mayor parte, la deben reinvertir en Huaxi. Incluso, hay excedentes para “pequeñas locuras”. En sintonía con la mejor “filosofía dubaiana”, sus autoridades pretenden atraer turistas construyendo edificios curiosos. Por ejemplo, en el entorno y dentro de la ciudad se reproducen en pequeña escala algunos de los edificios más famosos del mundo, lo que convierte a Huanxi en el pueblo de la imitación.
Las clonaciones de edificios realizadas van desde una falsa Plaza de Tiananmen ocupando 10.000 metros cuadrados, hasta una insólita réplica de la Gran Muralla de 10.000 metros de longitud, en la que se rumorea, gastaron 100 millones de yuanes. También hay una imitación (bastante mal lograda) del Capitolio de Estados Unidos, el Arco de Triunfo de París, la Ópera de Sidney, villas de República Checa, Filipinas o hasta Italia, todas dentro del Parque Mundial al sur de la montaña Longshan. No es por nada que desde Huanxi, sus autoridades presumen de que tienen mucho que mostrar. Y hay otros parques públicos “temáticos”. El Parque Farmer por ejemplo, hace un recorrido por todas las épocas de China.
Huanxi tiene 2.000 habitantes, pero en su planta urbana emerge un rascacielos de 328 metros donde funciona un hotel, un “pequeño regalo” que se permitieron para celebrar los 50 años de la aldea, y al que decoraron entre otros lujos (o derroches) con una escultura de oro macizo en su recepción. Se llama Hotel Long Wish, inaugurado hace apenas pocos meses. Es obviamente, el símbolo de la ostentación de la ciudad visible desde kilómetros a la redonda.
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Pero desde la ciudad de Huanxi, a la distancia también emergen en la altura numerosas pagodas que parecen “hacer guardia” a la comunidad. La Pagoda de Oro, dominaba el horizonte hasta la construcción del hotel, con sus 98 metros de altura que acogen a un hotel tres estrellas con 119 habitaciones. No está sola, la acompañan otras nueve pagodas en el centro urbano que alcanzan los 70 metros de altura. Al parecer, la política de construir edificios curiosos está dando resultados, tanto como para atraer dos millones de turistas anuales.
Pero nada resulta más curioso de Huaxi, que ese experimental proyecto de sus habitantes por convertirse en ricos todos al unísono, un sueño idealizado que algunos observan con escepticismo. Huaxi, hoy ofrece la experiencia de visitar la villa más rica de China, en medio de hermosos paisajes y acompañado de anfitriones orgullosos y sedientos por recibir visitantes. Pero sobre todo, el lugar donde el sueño de una vida de lujo, imposible para la mayoría de los habitantes de China, parece ser realidad.
Según como miremos, encontraremos la “comunidad socialista ideal”, donde todos son dueños de una gran infraestructura (la ciudad = medios de producción) administrada con éxito como una empresa que redistribuye ganancias entre sus accionistas. O encontraremos, un proyecto que se ve bien, pero que genera cientos de dudas, aunque está evidentemente comandado por alguien como mínimo habilidoso para generar dinero. Quizás haya que creer en Huaxi, como el lugar donde un habilidoso empresario tan sólo aplica un esquema muy diferente de administrar las riquezas generadas. La historia de un emprendimiento exitoso de industrialización y generación de riquezas de un modo cooperativo y muy adaptados a los nuevos tiempos de la economía China.
Huaxi es hoy un modelo para el Gobierno central de China, un experimento exitoso para promover el desarrollo de las zonas rurales, las más postergadas del país. Mientras tanto, en la ciudad, varios carteles recuerdan que “la tierra de Huaxi, es la tierra del socialismo”. Viajar al lugar, será como mínimo una aproximación a la pretenciosa nueva cara de China en su apuesta para liderar el siglo XXI.