Corriente Roja ha sacado un comunicado
Artículo de los corresponsales de la LIT en Oriente Medio.
Una vez más, cadáveres en fila de civiles sirios llenaron las noticias de la semana. La fuerza de las imágenes, especialmente la alta proporción de niños entre los muertos, impresionó al mundo. Los pulmones de las pequeñas víctimas, con baja capacidad de absorción de oxígeno, los hicieron víctimas fáciles de las armas químicas del dictador Bashar Al Assad.
El día 21 de agosto, las zonas rebeldes de Damasco fueron víctimas del ataque con gas más brutal de los últimos 25 años. Desde los crímenes del dictador iraquí Saddam Hussein contra los kurdos no se veía tal barbarie. No es que sea la primera vez que la dictadura siria utiliza agentes tóxicos contra su población, sin embargo nunca fueron usados de forma tan generalizada en áreas urbanas. Frente a la crisis abierta por la masacre, el dictador sirio ha intentado desvincularse del crimen. Al final, este hecho bien podría costarle el poder.
Materialmente, los argumentos de Assad de que los rebeldes se bombardearos a sí mismos, no se sostienen. Tanto la cantidad de misiles disparados como el carácter uniforme de las armas y sus números de serie indican que los mismos no podrían ser producto del trabajo artesanal de los rebeldes, como alega la prensa del gobierno.
Se suma a esto el hecho de que las guerrillas en la región del gran Damasco son formadas esencialmente por grupos de habitantes locales. Al contrario que en la región norte del país, hay pocos ultra-radicales islámicos de fuera de la comunidad. La estrategia militar de estos luchadores reside en la búsqueda del apoyo de su base social, muchos de los cuales tienen vínculos familiares con los rebeldes. La idea de que bombardearan con gas mortífero a sus propias familias integra menos el campo lógico del raciocinio y más las teorías de la conspiración.
Los argumentos propagados por algunos, de que militarmente el ataque tiene poco sentido, es también falso. Al contrario de lo que alega Assad, el régimen ha tenido pocas victorias militares significativas en el país. En las últimas semanas, una de las principales bases aéreas de la dictadura en la región norte de Siria cayó bajo control rebelde, abriendo así las puertas para que el interior de Alepo sea totalmente liberado por las fuerzas de la Revolución. A pesar de algunas victorias de Assad en la región central del país, las mismas sólo ocurrieron debido a la intervención militar directa de sus aliados extranjeros, como la milicia libanesa Hezbollah y grupos armados iraquís - ambos actuando con el apoyo logístico de Irán.
En la región de Damasco, escenario más importante de la guerra, el régimen ha perdido continuamente espacio, principalmente en las zonas atacadas con gas. Estas regiones han sido bombardeadas de forma intensiva durante todo el último mes, principalmente después de los ataques con gas del día 21. Incluso con la intervención pesada de las Fuerzas Armadas de la dictadura en la capital, hay una tendencia a la unificación territorial de las diferentes zonas controladas por la guerrilla siria. En suma, desde una perspectiva militar, Assad tiene razones de sobra para querer envenenar a los rebeldes.
El argumento político dado por el dictador, supuestamente tiene más consistencia. No le interesaría, políticamente, unificar al mundo contra su barbarie. El ataque con gas, según los apoyadores del régimen, seria necesariamente un tiro en el pié. El argumento tiene lógica, sin embargo es frágil. Es sabido por todos que, desde el inicio de la guerra, Bashar Al Assad fue gradualmente perdiendo control sobre su ejército y servicios de información. Dependiente cada vez más de las milicias paramilitares (los "shabiha") y las tropas extranjeras, la jerarquía del comando militar nacional perdió casi enteramente su significado.
Incluso si Assad no comandó personalmente el ataque, él es directamente responsable por el mismo. La "anarquía militar" que hoy reina en Siria y el fin de una cadena de mando unificada y disciplinada que corresponde al jefe de Estado fue una opción política del régimen para enfrentarse al levantamiento popular. Independientemente de si Assad estuvo involucrado personalmente o no en la masacre, ciertamente el ataque con gas fue obra de su régimen.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen] El crimen de Assad no se reduce a los muertos de su ataque químico, también tiene otra dimensión, Assad es directamente responsable por hacer que el imperialismo norteamericano y europeo probablemente bombardee su país.
Mientras los americanos daban discursos a lo largo del último periodo en pró de la caída de Assad, desde mayo de 2013 los mismos han repetidamente intentado, junto con el régimen ruso, arreglar una salida negociada para el enfrentamiento. El patrocinio americano de la supuesta conferencia de Ginebra, que en la práctica nunca salió del papel, era un intento de las potencias mundiales para resolver, por las alturas, los problemas políticos del país. Sin embargo, Ginebra fracasó, no porque las potencias imperialistas quisieran, sino simplemente porque Assad rechazó cualquier compromiso con la oposición.
La razón por la cual los americanos no quieren la caída del dictador es simple. Una futura Siria libre de Assad constituye una amenaza mayor a sus intereses estratégicos que una Siria debilitada por una sangrienta y continua guerra civil.
Las palabras del imperialismo.
El discurso americano anti-Assad, durante el inicio de la Revolución, pretendía quedar sólo en el campo de las palabras. Pero en la política internacional, las palabras tienen su peso. Creyendo que Assad no lo desafiaría, el día 12 de agosto de 2012, Obama anunció que, en caso de que el régimen sirio utilizase armas químicas, atravesaría una "línea roja" delimitada por él.
Incluso así, la "línea roja" fue constamente flexibilizada para satisfacer las demandas del dictador. Cuando el régimen sirio, el 19 de marzo de 2013, utilizó armas químicas contra los revolucionarios en el norte del país, los americanos fingieron no haber visto el crimen. Los ataques fueron debidamente documentados por organismos internacionales, sin embargo Washington se escondió detrás de tecnicismos para no enfrentar al dictador. Según la Casa Blanca, apenas había "indicios" del crimen, pero no pruebas.
A pesar de todos los esfuerzos, la flexibilidad americana con Assad tiene sus límites. Al bombardear masivamente su capital con armas químicas, el dictador, en la práctica, cometió un acto de desobediencia a su maestro. No hay problema en tirar gas lejos de las lentes fotográficas, pero el último ataque sirio pasó de los límites permitidos por Obama.
No a la intervención imperialista.
Los crímenes del dictador abrieron las puertas de la intervención imperialista en Siria, sin embargo, tal intervención tiene poca relación con la revolución popular que ocurre en el país hace dos años y medio. Los americanos atacarán a Assad no para derrocarlo, sino para mantener su reputación de "policía" de la región y fomentar su industria de guerra. Los mercaderes de la muerte, tan fundamentales en el capitalismo norteamericano, se lucran mucho con el derramamiento de sangre.
Las declaraciones públicas de los EEUU enfatizan que cualquier medida será una respuesta a la utilización de armas químicas, sin embargo no es un apoyo al campo militar rebelde. Al mismo tiempo en que preparan el ataque, los americanos continúan dispuestos a negociar una resolución para la guerra civil que implique un acuerdo entre ambos lados, pero sin la figura de Assad en la presidencia del país. Por la vía de las bombas, quieren imponer al régimen sirio que entregue el anillo para no perder el dedo.
Las bombas americanas no reducirán el dolor impuesto por Assad a su pueblo, apenas lo hará más intenso. Los americanos pueden, por el aire, destruir la fuerza aérea del dictador y algunas estructuras militares del régimen, pero las milicias como los "shabiha", principales responsables de asesinatos de opositores del régimen en el país, permanecerán intactos con el ataque. Lo mismo se puede decir de la artillería de Assad. La propuesta militar americana, de bombardeos desde el mar, será incapaz de destruir los tanques de la dictadura, que se encuentran en los centros urbanos. A menos que los americanos estén dispuestos a destruir barrios enteros, algo que causaría mucho más sufrimiento que alivio al pueblo, la artillería del régimen no será eliminada.
Para derrotar al tirano sin destruir el país es necesario armar a los rebeldes. Como era de esperar, el imperialismo no ha dado indicciones de hacer esto.
Más que nunca es necesario dejar clara nuestra posición política de apoyo a la Revolución, apoyo al armamento de los rebeldes y total oposición a la intervención imperialista en el país. Derrocar a Assad sí, destruir Damasco desde el aire, no. El levantamiento popular, por democracia y justicia social se encuentra cercado de enemigos: desde el estalinismo al imperialismo y el fanatismo islámico, todos unidos contra la lucha del pueblo sirio. Más que nunca, está colocada la tarea de la clase trabajadora internacional de proclamar en voz alta: ¡Viva la revolución! ¡No al ataque imperialista! ¡Armas sí, bombas no!