Cumpliendo con mi promesa de traducir algunos documentos del MGS, voy a empezar por la publicación del "Arredista", del que ir publicando aquí algunos de sus textos junto con otros que considero importantes, todos ellos traducidos empleando mi tiempo libre. Dejo aquí uno de ellos:
La unidad posible
Si imaginamos el nacionalismo gallego en un prisma podemos descomponerlo en un amplio espectro de principios, orientaciones, contenidos y formas: los colores del derecho a la autodeterminación, del poder popular gallego, del anti-imperialismo, del internacionalismo y también los de la unidad y auto-organización nacional. Con certeza parte de esta historia es la de los esfuerzos por construír, ampliar y mantener una organización unitaria desde 1982 hasta el día de hoy, así como la de los sucesivos abandonos, por motivos legítimos y espurios según los casos, que desembocaron en la proliferación de organizaciones externas a al frente mayoritario, hasta llegar a la reciente y traumática y restructuración del mapa político
La unidad del nacionalismo fue el principal leitmotiv de la fundación del BNG hace más de 3 décadas. Respondía en parte a las necesidades coyunturales derivadas de una crisis política concreta y un contexto hostil, en el contexto del inicio de la etapa autonómica, pero también pretendía construir una herramienta estable. Se aspiraba a articular el referente de expansión soberanista, desarollar una cultura política nacionalista más allá del ciclo electoral y garantizar la unidad de acción entre organizaciones y sectores con identidades y propuestas estratégicas diferentes, conscientes de que el todo es más que la suma de las partes, como afirma la teoría de Gestalt
Esta fórmula desarolló un largo camino no exento de contradicciones, nunca faltaron voces que cuestionaban la viabilidad global del proyecto. Hasta donde llegan las memorias y las hemerotecas, nos persigue una melodía que el oído avisado reconoce de inmediato: el nacionalismo no puede alcanzar sus objetivos, ni siquiera avanzar hacia ellos, a menos que se adate a los llamados nuevos tiempos, incesantemente nuevos. La sentencia, válida desde los 80 hasta los años 10 del nuevo milenio, incluye movimientos diferentes, que van desde el abandono del frentismo a la renuncia más o menos velada de los objetivos estratégicos, en particular, la reorientación hacia el autonomismo, el regionalismo, o al conservadurismo, o la adopción de una imagen más homologable a la de los partidos convencionales
Con todo, fueron relativamente minoritarias las posturas que sugerían abandonar la auto-organización. La integración en partidos de obediencia estatal, o la conformación de alianzas estratégicas con ellos, contradecía tanto los principios operativos ( aglutinación de fuerzas propias, como los programáticos, la liberación nacional y social del pueblo gallego). Sin embargo este principio se desvió por un camino diferente en los últimos años, tanto por la alianza de ANOVA con la sucursal gallega de Izquierda Unida como por la aparición posterior de Podemos y la creación de candidaturas municipales con presencia de estos tres actores. La tesis es presentada de forma amable y en términos sencillos: la unidad de la izquierda” garantiza mayores éxitos que su fragmentación. De forma semejante, están ya prefabricadas las acusaciones contra la negativa a abandonar la auto-organización, representada como sectaria y fracasada de antemano
Sin caer en la descalificación rudimentaria con aquellos de aquellos con los que discrepamos (una mala costumbre a desterrar) podemos someter estos argumentos a una legítima crítica política e ideológica, que no ignore ni la disposición permanente al debate, por duro que sea el legítimo cuestionamiento mutuo, ni la parte de verdad que los nutre: que vivimos tiempos abismales para la mayoría, y que la mayoría debe encabezar un cambio social. Pero de una proposición inicial común se puede llegar a conclusiones muy diferentes, y los argumentos se pueden ir distancviando más con el tiempo, como en una partida de ajedrez, desarollada en un número muy pequeño de casillas, que en las que cada turno abre nuevas posibilidades de movimiento, en la que cada jugada implica una nueva recombinación, hasta que acaba el juego
La política de alianzas no es meramente instrumental, si no que define realidades políticas y su modificación abrupta implica también un desplazamiento radical en los objetivos pretendidos. No es creíble la posibilidad de un nacionalismo o independentismo homeopático que se diluye en organizaciones en que no se pueden desarollar ingredientes activos a favor de la soberanía. Por el contrario se debilita la consciencia nacional de forma inmediata, al desaparecer por completo la confrontación con el Estado y la voluntad de organizar y acumular fuerzas para enfrentarse a él. Aún es peor: se argumenta que el pueblo gallego carece de capacidad para protagonizar su propia liberación y que esta debilidad justifica cualquier estructura subordinada. Una concepción derrotista, determinista y fatalista que niega la posibilidad de ruptura
A esta propuesta que pretende salir del soberanismo y al mismo tiempo conservar sus principios, podemos oponerles las mismas chatas que Sartre señalaba de los que pretendían “ir más allá del marxismo”: en el peor de los casos, solo puede significar un retorno a las limitaciones imanentes de las etapas previas. En la mejor de las posibilidades, solo llevaría al redescubrimiento, lento o rápido, natural o traumático, de un pensamiento que ya estaba contenido en un movimiento que se pretendió superar
Es cierto que existieron y crecen dificultades (españolización social, resultados electorales, substitución lingüística) que explican la pérdida de confianza en un movimiento autónomo. Manuel Sacristán analizó la evolución del PCI en los años 20 del pasado siglo para concluir que en toda crisis en que se aparentan agotar las posibilidades antes entreabiertas nacen posibilidades de liquidación del movimiento revolucionario a la derecha y a la izquierda. El izquierdismo se refugia tradicionalmente en frases sonoras para ignorar las circunstancias concretas y las luchas abiertas en el presente, por su parte el derechismo cuestiona las orientaciones fundamentales de su movimiento, que ahora son consideradas no sólo inútiles, sino contraproducentes. En nuestro caso, la auto-organización pasa de instrumento aglutinante y proyectado hacia el exterior (en el ámbito sindical, agrario, cultural, juvenil) a barrera limitante y prescindible, la frontera arbitraria, el muro que nos separa. En este sentido, la alianza con el reformismo español es un movimiento que podemos calificar de oportunista en la vieja tradición del término, ya que sacrifica intereses prolongados y esenciales en beneficio de ganar movimientos, secundarios y previsiblemente muy transitorios, envueltos del viejo culto a las reformas del movimiento
En la realidad tampoco es cierto que esta estrategia nos situe cerca de un avance significativo. No hay ninguna razón plausible que permita afirmar que nuestros intereses de clase ( ni siquiera los ciudadanistas en la significativa terminología hegemónica) estén más garantizados en el marco de lucha español, pero por su parte lo contrario si es cierto: la dependencia de nuestra nación es la clave de bóveda que sostiene toda la arquitectura de la explotación, y la ruptura con ella representaría siempre un paso de gigante para las clases populares y un golpe terrible par la burguesía. No existió, ni está en el horizonte próximo, un proceso constituyente popular en el estado español. Las nuevas opciones electorales construídas desde entramados cupulares y mediáticos, y no ciudadanos y alternativos, no dejan de subrayar el carácter regeneracionista de las instituciones españolas, y su concepción de la soberanía española, fuera de referencias retóricas y segmentadas a una plurinacionalidad desvinculada de cualquier derecho político, y que ya se revelaron en conflicto directo con la voluntad mayoritaria a favor de la construcción de un nuevo estado en Cataluña. Si es cierto que la ideología reformó la producción de imágenes, pero como afirmaba Susan Sontag el cambio en las imágenes es lo que nos ofrecen para negarnos el cambio social
La estrategia soberanista y la reformista española no son compatibles ni pueden sumarse, ya que una va en detrimento de la otra: la primera quiere organizar la consciencia nacional y acumular fuerzas populares, la segunda debilita la consciencia nacional y se supedita a unas directrices ajenas, no solo a nuestro país sino también a sus aparentes protagonistas, una quiere impulsar nuestro propio proceso de liberación, de forma solidaria y en pie de igualdad con el resto de pueblos, la otra tiene como objetivo una vaga reforma del estado ( antes mismo se apelaba a una reforma instiutcional más profunda que llevaría a una III República, ahora guardada) que cierra las puertas de cualquier soberanía; en fin, para la primera el sucursalismo metropolitano es aun adversario político por su complicidad funcional con la continuidad del status quo y por lo tanto con los intereses de la oligarquía, y en la segunda es el motor fundamental del cambio de silueta imprecisa
Berger señala que el éxito en la sociedad actual es una cuestión de cantidades, cuantificables por el mercado, ( número de copias de un disco, de visitantes de una exposición, de libros vendidos) pero lo que importa del arte es su vida subterránea, lo que ocurre cuando una persona se ve afectada por lo visto, escuchado o leído. También la política se reduce últimamente a una cuestión cuantitativa ( número de votos, número de escaños), de la capacidad de encontrar consumidores en un mercado electoral en el que ya es común hablar de “ marcas”, en el que se busca captar un comprador que siempre desea encontrar algo nuevo y con el menor precio posible. Pero las pretensiones del soberanismo gallego son incompatibles con ese molde: antes deberíamos preguntarnos lo que ocurre en las masas, cuando actuamos desde nosotros, por la vía subterránea de los materiales con los que emprender la construcción nacional contra y más allá del capitalismo
Gramcsi comparaba la indiferencia con un pantano que rodeaba la ciudad vieja, para defenderla mejor que una muralla, al engullir en sus remolinos a los atacantes. En este sentido, todo lo que no permita construir una vía autónoma equivale a marcar el límite en la mejora de las relaciones de dependencia, y no en su superación , a prolongar la posición del subalterno, a rodear la soberanía secuestrada, ya bien cubierta por fortalezas, de un enorme pantano que atrapa toda ofensiva, aunque actue de forma aparentemente pasiva. Para ganar esa ciudad es por lo que necesitamos la unidad desde nosotros, la mayoría organizada que nos saque, de verdad y para siempre del abismo