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Marx escribió:
La intervención en México.
Por Carlos Marx.
23 de noviembre de 1861.
La propuesta intervención en México por Inglaterra, Francia y España es, en mi opinión, una de las más monstruosas empresas jamás registradas en los anales de la historia internacional. (1)
Es una maquinación que lleva evidentemente la marca de Palmerston, asombrando a los no iniciados por la insanidad de propósitos e imbecilidad de medios empleados que hasta parecen incompatibles con la conocida capacidad del viejo político.
Es probable que, entre las muchas maromas que para divertir al público francés haya ideado Luis Bonaparte, obligado siempre a permanecer en la línea de fuego, figure una expedición a México.
Es seguro que España, cuya cabeza nunca demasiado fuerte se ha trastornado algo por sus recientes éxitos baratos en Marruecos y Santo Domingo, sueñe con una restauración en México.
Pero, no obstante, es seguro que el plan francés está lejos de haber madurado y que España y Francia se oponen fuertemente a efectuar una expedición conjunta a México bajo la dirección de Inglaterra.
El día 24 de septiembre, el periódico oficial de Palmerston, el Morning Post de Londres, anunció por primera vez, en detalle, el esquema de la intervención conjunta, de acuerdo con los términos de un tratado, recién terminado, decía, entre Inglaterra, Francia y España.
Esta declaración no había aún cruzado el Canal cuando el gobierno francés, a través de las columnas del periódico parisino Patrie, lo calificó directamente de mentira.
El periódico de Londres, The Times, de septiembre 27, órgano nacional de la política de Palmerston, rompió su silencio sobre el asunto, contradiciendo, pero sin citar, al periódico francés.
El Times llegó a declarar que lord Russell había comunicado al gobierno francés la resolución a que llegó Inglaterra de intervenir en México y que Mr. de Thouvenel repuso que el emperador de los franceses había llegado a una conclusión similar.
Ahora viene el turno de España.
Un periódico oficioso de Madrid que, afirmando al mismo tiempo la intención española de intervenir en México, repudiaba la idea de una intervención conjunta con Inglaterra.
Los desmentidos no se acabaron todavía.
El Times había declarado categóricamente que el presidente norteamericano "había dado su total consentimiento a la expedición".
Todos los periódicos norteamericanos, al referirse al asunto, han contradicho hace mucho tiempo esta declaración.
Por tanto, es cierto y ha sido admitido expresamente por The Times que el proyecto de intervención conjunta en su actual forma es inglés — es decir palmerstoniana— en su factura.
Se obtuvo la adhesión de España, intimidada por la presión de Francia y el consentimiento de esta última se obtuvo mediante concesiones hechas en el terreno de la política europea.
En este respecto, es una coincidencia muy significativa que el número de The Times de noviembre 6, en el que anuncia la terminación en París de una convención para la intervención conjunta en México, publique simultáneamente un editorial dando de lado y tratando con exquisita contumacia la protesta de Suiza contra la reciente invasión de su territorio, hecho que ocurrió en Dappenthal por una fuerza militar francesa.
Como gracia por su participación en la expedición mexicana, Luis Bonaparte ha obtenido carta blanca para sus proyectados deseos de inmiscuirse en Suiza y posiblemente en otras partes del continente europeo.
Las transacciones sobre estos puntos entre Inglaterra y Francia, han durado la totalidad de los meses de septiembre y octubre.
Los únicos ingleses que en Inglaterra desean una intervención en México, son los tenedores de bonos mexicanos, los que, naturalmente, nunca han presumido de ejercer ninguna influencia sobre la opinión nacional.
De aquí la dificultad de dar publicidad al proyecto palmerstoniano.
Los medios más aproximados a la bondad, fueron los de aturdir al elefante británico con declaraciones contradictorias procedentes todas del mismo laboratorio, compuestas de los mismos materiales y variando sólo en las dosis suministradas al animal.
The Morning Post en su edición del 24 de septiembre, anunciaba que no habría "guerra territorial en México" y que el único punto a discutir serían las reclamaciones financieras sobre el tesoro mexicano; que "era imposible negociar con México como con un gobierno establecido y organizado" y que, consecuentemente, "los principales puertos mexicanos serían temporalmente ocupados y secuestradas sus rentas aduanales".
El Times de septiembre 27 declaraba, por contrario, que "a la deshonestidad, a la repudiación, al saqueo irremediable y legal de nuestros compatriotas por quiebra de una nación en bancarrota, estamos acostumbrados por haberlo sufrido demasiado" y que, consiguientemente, "el robo privado de los tenedores de bonos ingleses", no era, como decía el Morning Post, la base de la intervención.
Pero, por otra parte, hacía constar, como de paso, que "la ciudad de México era suficientemente saludable en caso de que fuera necesario penetrar hasta allí", pero que el Times esperaba que "la mera presencia de un escuadrón combinado en el golfo y la toma de algunos puertos urgirían al gobierno mexicano a nuevas negociaciones para conservar la paz y convencerían a los descontentos que debían confinarse a una forma de oposición más constitucional que el latrocinio".
Si, de acuerdo con la declaración del Morning Post, la expedición se lleva a cabo porque "no existía gobierno en México", de acuerdo con la tesis del Times, sólo debe llevarse a cabo para fortalecer y sostener el gobierno mexicano existente.
¡Como si esto fuera posible con los medios declarados!
¡El medio más raro, jamás ideado para la consolidación de un gobierno cualquiera, consiste en apoderarse de su territorio y en secuestrar sus fondos!
Una vez que el Times y el Morning Post se soltaron la trenza, John Bull fue entregado a los oráculos ministeriales de menor cuantía, los que sistemáticamente lo trabajaron en el mismo estilo contradictorio durante cuatro semanas, hasta que la opinión pública se acostumbró suficientemente a la idea de una intervención conjunta en México, aunque se la conservó cuidadosamente en una deliberada ignorancia del fin y los propósitos de aquella intervención.
Al fin, cuando las transacciones con Francia hubieron llegado a su término, el periódico oficial francés anunció que la convención de las tres potencias intervencionistas habían concluido el 21 de noviembre y el Journal des Débats, uno de cuyos copropietarios ha sido nombrado para mandar uno de los navíos franceses, informó al mundo que no se intentaba ninguna conquista territorial permanente; que Veracruz y otros puntos de la costa serían ocupados y que se había convenido avanzar hacia la capital en el caso de que las autoridades constituidas de México se negaran a satisfacer las demandas de la intervención y que, además, se importaría un gobierno fuerte para la República.
El Times, que desde su primer anuncio hecho el 27 de septiembre parecía haber olvidado la total existencia de México, tuvo ahora que salir a la palestra.
A los ignorantes de sus conexiones con Palmerston y de la original introducción en las columnas de su proyecto, les sería fácil ser inducidos a considerar el editorial de hoy del Times, como la sátira más impiadosa y penetrante de la nueva aventura.
Comienza por declarar que "la expedición es muy notable —después dice que es curiosa—.
Tres estados se han combinado para obligar a un cuarto a portarse bien, no tanto, valiéndose de la guerra, como por una autorizada intervención en beneficio del orden".
¡Intervención autorizada en beneficio del orden!
Ésta es, literalmente, la jerga que hablaba la santa alianza y suena verdaderamente muy notable por parte de Inglaterra que se glorificaba en el principio de la no intervención! Y ¿por qué este "medio guerrero, de declaración de guerra, y otras medidas del derecho internacional" han sido suplantadas por "una intervención autorizada en beneficio del orden?"
El Times dice que porque "no existe gobierno en México".
Y ¿cuál es el fin declarado de la expedición? "Dirigir reclamaciones a las autoridades constituidas de México".
Las únicas quejas que podían presentar las potencias interventoras, las únicas causas que podían dar a su procedimiento hostil, una ligera sombra de justificación, pueden resumirse fácilmente.
Consisten en las reclamaciones monetarias de los tenedores de bonos y en una serie de quejas por atentados personales que se dice cometidos sobre súbditos de Inglaterra, Francia y España.
Éstas han sido las razones de la intervención, como originalmente las manifestó el Morning Post y como oficialmente fueron anunciadas por lord John Russell en una entrevista con algunos representantes de los tenedores de bonos mexicanos en Inglaterra.
El Times de hoy declara que "Inglaterra, Francia y España han concertado una expedición para obligar a México al cumplimiento de sus obligaciones específicas y para dar protección a los súbditos de sus respectivas coronas".
Pero, de todos modos, en el curso de su artículo, el Times efectúa un viraje y exclama: "sin duda alguna, obtendremos, por lo menos, el reconocimiento de nuestras reclamaciones pecuniarias y, para esto, hubiera bastado, de hecho, la sola presencia en cualquier momento, de una fragata de guerra británica.
Esperemos también que los más escandalosos de los desafueros cometidos sean expiados por medios más inmediatos y substanciales; pero resulta claro que si eso sólo hubiera de lograrse no hubiéramos necesitado recurrir a los extremos que se producen ahora".
El Times confiesa, pues, valiéndose de extensa palabrería, que las razones originalmente dadas para la expedición, son mero pretexto; que para lograr el objetivo indicado, no era necesario el procedimiento actual y que, de hecho, "el reconocimiento de reclamaciones pecuniarias y la protección de súbditos europeos" no tiene nada que ver en la actual expedición con una en México.
¿Cuál es pues, su propósito y su fin real? Antes de seguir al Times en el desarrollo de sus ideas, haremos notar de paso algunas "curiosidades" que se ha tenido mucho cuidado en no tocar.
En primer término, resulta una verdadera "curiosidad" ver a España ¡España, como ejemplo a otros países!, convertida en cruzado por la santidad de las deudas extranjeras.
En el último Courrier des Dimanches, se denuncia al gobierno francés la actitud española, para que se aproveche de la oportunidad y obligue a España a decidir su actitud en la "eternamente dilatada función de sus viejos compromisos con los tenedores franceses de bonos españoles".
La segunda y más notable "curiosidad", es que este mismo Palmerston, quien, de acuerdo con la declaración reciente de lord John Russell, está a punto de invadir a México para obligar a su gobierno a que pague a los acreedores ingleses, fue el mismo que, voluntariamente y en contra del gobierno mexicano, sacrificó derechos adquiridos por Inglaterra mediante tratado y las seguridades hipotecarias dadas por México a acreedores británicos.
Por el tratado concertado con Inglaterra en 1826, México se comprometió a no permitir el establecimiento de la esclavitud en ninguno de los territorios que entonces estaban bajo su dominio.
Por otra cláusula del mismo tratado, entregó a Inglaterra, como garantía de los préstamos obtenidos de capitalistas ingleses, hipoteca sobre 45’000,000 de acres de tierra del estado en Texas.
Fue Palmerston quien 10 u 11 años más tarde, intervino como mediador en beneficio de Texas contra México.
En el tratado que entonces concertó con Texas, sacrificó no sólo la causa antiesclavista, sino también la hipoteca sobre tierras del estado, defraudando así a los tenedores ingleses de aquella garantía.
El gobierno mexicano protestó oportunamente pero, mientras tanto, el entonces secretario de Estado de Norteamérica, John C. Calhoun, se pudo permitir la broma de informar al gobierno inglés, de que su deseo "de ver la esclavitud abolida en Texas, se realizaría" mejor, anexando aquel territorio a los Estados Unidos.
Los tenedores ingleses de bonos, perdieron, de hecho, todas reclamaciones sobre México por el sacrificio voluntario realizado por Palmerston de la garantía que se les había entregado en virtud del tratado de 1826.
Pero, desde el momento en que el Times declara que la actual intervención no tiene nada que ver con reclamaciones monetarias ni atropellos personales ¿cuál es, pues, su propósito real o pretendido? ¡Una intervención autorizada en beneficio del orden! Inglaterra, Francia y España concertan una nueva Santa Alianza y se han constituido en un areópago armado para la restauración del orden en todo el mundo.
"México —dice el Times— debe ser rescatado de la anarquía y colocado en la senda de la paz y el gobierno propio.
Un gobierno fuerte y estable debe ser establecido" allí por los invasores y ese gobierno será extraído de "algún partido mexicano".
Ahora, imagina alguien, que Palmerston y su portavoz The Times ¿consideran realmente la intervención conjunta como un medio para lograr el fin declarado, es decir, la extinción de la anarquía y el establecimiento en México de un gobierno fuerte y estable? Lejos de sustentar tan quimérica creencia, The Times declaró expresamente en su primer editorial de septiembre 27:
"El único punto en el cual puede posiblemente existir una diferencia entre nosotros y nuestros aliados, se refiere al gobierno de la República.
Inglaterra se alegrará de verlo permanecer en manos del partido liberal que se encuentra ahora en el poder, mientras que España y Francia son sospechosas de parcialidad en favor de la dominación eclesiástica que ha sido recientemente derribada. . .
Sería en realidad extraño que Francia se constituyera, tanto en el viejo como en el nuevo mundo, en la protectora de los clérigos y los bandidos".
En su editorial de hoy el periódico citado continúa razonando en la misma vera y resume sus escrúpulos en esta frase:
"Resulta duro suponer que las potencias interventoras puedan todas coincidir en la preferencia absoluta para cualquiera de los dos partidos entre los cuales se encuentra dividido México e igualmente duro imaginar que se pueda efectuar un compromiso práctico entre enemigos tan decididos".
Palmerston y su órgano de prensa tienen, pues, cabal conocimiento de que "existe un gobierno en México"; de que el partido liberal "ostensiblemente favorecido por Inglaterra, se encuentra en la actualidad en el poder"; de que "la dominación eclesiástica ha sido derrocada"; de que la intervención española es la última esperanza de los clérigos y bandidos y, finalmente, de que la anarquía mexicana se está extinguiendo.
Ellos saben, en consecuencia, que la intervención conjunta, con él solo propósito declarado de rescatar a México de la anarquía, producirá, en consecuencia, el efecto opuesto, debilitando al gobierno constitucional y fortaleciendo al partido clerical, apoyado, en las bayonetas francesas y españolas, reencendiendo las cenizas de la guerra civil y, en lugar de extinguir, restaurando la anarquía en su florecimiento más perfecto.
La consecuencia que The Times deduce de esas premisas, es realmente "curiosa" y "notable".
"Aunque —dice The Times— las consideraciones hechas puedan inducirnos a esperar con ansiedad los resultados de la expedición, ellas no constituyen objeción alguna contra la conveniencia de la expedición en sí".
Consecuentemente, no se debe militar contra la conveniencia de la expedición en sí, porque la expedición milita contra su único propósito ostensible.
No se opone contra sus medios, porque ellos frustran su único fin declarado.
La mayor "curiosidad", señalada por The Times, la he mantenido todavía en secreto.
Hela aquí: "Si —dice— el presidente Lincoln acepta la invitación que se dispone por el convenio para participar en las próximas operaciones, el carácter de la obra será todavía más curioso".
Resultará indudablemente la mayor "curiosidad" de todas, si los Estados Unidos, que viven en amistad con México, se asociasen con los traficantes del orden europeo y, por participar en sus acciones, llegan a sancionar la intervención de un areópago armado europeo en los asuntos internos de las naciones americanas.
El primer proyecto de una tal trasplantación de la santa alianza a este otro lado del Atlántico, fue en tiempo de la restauración, ideado en beneficio de los borbones españoles y franceses por Chateaubriand.
La intentona fue extinguida por un ministro inglés, Mr. Canning y por un presidente americano, Mr. Monroe.
La presente convulsión en los Estados Unidos se le figura a Palmerston como el instante oportuno para renovar el viejo proyecto en una forma modificada.
Como los Estados Unidos, por el momento, no pueden permitir ninguna complicación extranjera que interfiera con su guerra en pro de la unión, todo lo que pueden hacer es protestar.
Sus más fervientes partidarios en Europa, esperan que proteste y así, ante los ojos del mundo, repudien firmemente cualquier complicidad en uno de los planes más nefastos.
Esta expedición militar de Palmerston, llevada a cabo mediante una coalición con dos potencias europeas, se ha iniciado durante la prórroga, sin la sanción y contra el deseo del parlamento británico.
La primera guerra extraparlamentaria de Palmerston, fue la guerra en el Afghan, justificada y suavizada con la publicación de documentos falsificados.
Otra guerra de esta clase, fue su guerra contra Persia en 1857 y 1858.
La defendió en aquel tiempo con el argumento de que "el principio de la sanción previa de la Cámara de los comunes no se aplica a las guerras asiáticas".
Parece que tampoco se aplica a las guerras americanas.
Con el control de las guerras extranjeras, el parlamento perderá todo control sobre el tesoro nacional y el gobierno parlamentario se convertirá en una mera farsa.
Fuente:
Benito Juárez. Documentos, Discursos y Correspondencia. Selección y notas de Jorge L. Tamayo. Edición digital coordinada por Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva. Versión electrónica para su consulta: Aurelio López López. CD editado por la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco. Primera edición electrónica. México, 2006.
Notas:
(1) Artículo originalmente publicado en el New York Tribune, el 23 de noviembre de 1861.
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