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    Revolución Cultural, Revolución en la Producción

    javicho II
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    Mensaje por javicho II Mar Jul 23, 2013 11:21 am

    REVOLUCIÓN CULTURAL, REVOLUCIÓN EN LA PRODUCCIÓN

    Por Horacio Ciafardini

    Revolución cultural y organización
    industrial en China, de Charles Bettelheim,
    Siglo XXI, Argentina, Buenos Aires, 1974, 153 pág



    Hablar hoy de China, en cualquier terreno específico, entraña una elaboración política. Tanto más cuando el terreno específico es el de la economía, cuya relación con la política trazó Lenin en dos palabras caracterizando a la segunda como una forma concentrada de la primera. Entre las diversas enseñanzas de validez universal que dio a los pueblos del mundo, el pueblo chino en su proceso revolucionario, las más recientes y originales atañen a la resolución de las tareas del período de la dictadura del proletariado, a través
    de la primera Revolución cultural proletaria. La primera pues, si hay un rasgo de la concepción expresada en ese proceso que constituye un aporte decisivo, éste ha de ser la refirmación de que el socialismo constituye un período histórico prolongado de transición revolucionaria del capitalismo al comumismo. De que China, por ejemplo, aún después de esa primera Revolución cultural, "hoy, es roja; mañana, puede ser blanca", como dice Mao Tse-tung.

    Que es necesario contemplar la posibilidad de que se requieran después de ella decenas, quizá centenares de períodos de lucha de esa índole para garantizar que la transición continúe orientada hacia el comunismo y culmine en él, pues ese proceso es objetivamente reversible y lo que es hoy "rojo" puede tornarse mañana "blanco"; una sociedad que protagonizaba la dictadura del proletariado puede, objetivamente, transitar hacia la restauración capitalista.

    La Revolución cultural proletaria marca un momento de transformación en la obra de Charles Bettelheim. A partir de ella, viene abordando la sistematización y difusión de conclusiones teóricas generales que de ella se desprenden como resultado.

    Problemas como los que se han señalado recién son abordados por él a la luz de tesis como la siguiente: "En la combinación fuerzas
    productivas-relaciones de producción, estas últimas juegan el papel dominante imponiendo a las fuerzas productivas las condiciones
    de su reproducción. A la inversa, el desarrollo de las fuerzas productivas nunca determina directamente la transformación de las relaciones de producción; esta transformación pasa siempre por la intervención de las clases existentes, es decir por la lucha de clases" (p. 110).

    Y la revolucionarización de las relaciones de producción, transformación constante y conciente de las relaciones en el proceso de producción mismo, pasa por la lucha política y, muy particularmente, por la lucha ideológica de clases en la que esta Revolución cultural marcó un hito esencial, en tanto proceso de lucha "entre las dos líneas", la Iínea proletaria y la línea burguesa, que, especialmente en el seno de la dictadura del proletariado, toma la forma de la política y la ideología revisionistas. De allí los
    principios de "la política al mando" y "la clase obrera lo dirige todo".

    Esta concepción no flota solitaria y sin rivales ni puede, tampoco, valorársela considerándola en sí misma. La línea proletaria para el abordaje de los problemas de la dictadura del proletariado se forjó en el Partido Comunista de China, bajo la dirección de Mao Tse-tung, sobre la experiencia propia pero, a la vez, sobre el análisis del proceso de deterioro de la dictadura del proletariado y, finalmente, de restauración burguesa en la URSS. Y, frente a la concepción que se expresa en la Revolución Cultural, se yergue la propuesta revisionista. Por un lado, el “Estado de todo el pueblo", que entraña la adopción del concepto burgués del estado, negando su caracterizaci6n marxista-leninista como aparato de dictadura de una u otra clase; el "socialismo" concebido como un modo de producción específico que, como tal, tendría el carácter de base económica de una sociedad de tipo específico cuyo desarrollo se basaría por consiguiente en la reproducción ampliada de relaciones de producción existentes y prácticamente irreversibles, más bien
    que en su revolucionarización, a la vez que se esfuma la perspectiva del Comunismo; la asignación mecanicista de un papel determinante al crecimiento cuantitativo de las fuerzas productivas -confundido con su desarrollo en una determinada dirección-, idea que permitió a Jrushchov anunciar el "comunismo" para cuando la URSS superara en el volumen de su producción material a algunas metrópolis imperialistas. Por el otro, la reivindicación de la dictadura del proletariado como la esencia del socialismo y de éste, por consiguiente, como un período de agudísima lucha de clases -de agudización sin precedentes de la lucha de clases, como declaró Lenin-, de tránsito revolucionario al comunismo, sociedad sin clases; la transformación incesante de las relaciones de producción y, por esa vía, la impresión de una dirección determinada al desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad -que ejemplifican las Comunas- para afianzar, con "la política al mando" el curso revolucionario y forjar progresivamente algo completamente original, cuyas formas concretas sólo la práctica puede ir revelando, que es la base material del comunismo.

    La experiencia soviética muestra que la polémica entre "centralistas" y "descentralizadores", ya se presenta bajo ropaje "técnico" -enfatizando las ventajas organizativas atribuidas a una u otra variante-, o atribuyéndose a la "planificación centralizada" el carácter de fórmula específica del socialismo, o a la "reforma económica" un "rostro humano" que sólo a través de ella podría adquirir al socialismo, resulta un falso eje, pues ambos términos de la pretendida alternativa de hierro representan concretamente, en la URSS y otros países del Este europeo, variantes revisionistas y vías de acceso primero, manifestaciones después, de la restauración del capitalismo.

    "Si la política proletaria no se halla en primer término en la gestión de las empresas, éstas se dividen entre ellas, al igual que los productores inmediatos se dividen entreellos. En consecuencia, el dominio pasa a pertenecer, ya a las relaciones mercantiles y monetarias, ya a un plan de producción impuesto desde afuera a los productores inmediatos. En el primer caso, las ganancias se hallan en un primer término; en el segundo, la producción. En síntesis, en ambos casos la actividad de los productores inmediatos está sometida a los intereses particulares y no a los intereses de conjunto de la revolución" (p. 119).

    Es que la estatización de los medios de producción no es sino una relación jurídica, distinta de la socialización real o efectiva de los medios de producción, que supone una transformación del conjunto de las relaciones de producción conducente a la disposición efectiva, a la decisión directa de la masa de los productores sobre los medios de producción y su utilización, y a que esta disposición -como condición incluso de su existencia verdadera- se efectúe en función de los intereses del conjunto y no del individuo ni del grupo, sin lo cual se mantienen y reproducen, incluso en escala ampliada, necesariamente, la apropiación privada y relaciones de explotación aunque se den bajo la forma de "una 'propiedad del estado” o una “propiedad colectiva”(estas formas son incluso las que mejor disimulan las relaciones de explotaci6n, pues representan la apropiación privada bajo la forma de su contrario)"(p. 118).

    El logro de la preeminencia de la unidad de los productores directos sobre su separación entre sí, y de su unidad con sus medios de producción sobre la separación de los primeros con respecto a los segundos, contenido de la socialización efectiva, requiere el partido del proletariado como "instrumento de la unidad ideológica y política de la clase obrera y de las masas populares, y por lo tanto instrumento necesario para la dictadura del proletariado" (p. 115), implantado en el interior de las masas como su instrumento y dotado de una línea justa que haga de él un instrumento apto para lograr aquellos objetivos.

    Tales son algunas de las ideas centrales en las que desemboca este nuevo trabajo de Bettelheim, contenidas en el capítulo IV, "La revolucionarización de las relaciones de producción". Este va precedido por una ilustración general del manejo de las unidades de producción antes de la Revolución cultural, y de las organizaciones de masas, que vehiculizan luego su reemplazo por una nueva política: grupos de gestión obrera, guardias rojos, comités revolucionarios y comité del Partido, en la Fábrica General de Bonetería de Pekín, establecimiento que constituye permanentemente la base de la ejemplificación en el libro; y por un análisis de los rasgos del proceso de planificación industrial y de los criterios con los que se aborda actualmente en China la lucha por la superación de la división social del trabajo en sus aspectos de tareas de dirección y de ejecución en general y, más particularmente, trabajo manual y trabajo intelectual. Cierra el libro un "Posfacio" dedicado a poner de manifiesto diversos aspectos de la contradicción entre la línea proletaria encabezada por Mao Tse-tung y la línea "ultraizquierdista" encabezada por el mariscal Lin Piao.

    La planificación china presenta un aspecto de "planificación descentralizada" cuyo carácter es necesario subrayar, pues seria nefasto que se lo confundiese con uno de los polos de la polémica sobre la "centralización-descentralización" desatada en el marco de la "reforma económica" en la URSS y otros países del Este europeo. La literatura de esa procedencia suele presentarla como un debate "técnico" sobre las virtudes de estos contrapuestos "métodos de planificación". A veces, se atribuye a la " planificación centralizada" (por oposición a la "economía de mercado") el carácter de atributo fundamental del "socialismo" soviético actual (por oposición al capitalismo), y la aplicación de algún tipo de programas de desarrollo económico en países del Tercer Mundo se convierte en base suficiente para que los funcionarios soviéticos los sitúen en el seno de la categoría por ellos inventada, de la "vía de desarrollo no capitalista". Por otra parte, esta concepción es retomada muchas veces por ideólogos de la socialdemocracia lisa y llana para
    hacer de Suecia u Holanda modelos de "socialismo democrático". Por otro lado, no falta quien caracterice la "descentralización" a lo Liberman o a lo Ota Sik, o incluso la "autogestión" yugoslava -en la que la restauración capitalista se presenta con 'la máxima nitidez- como socialismo auténtico, en tanto colocaría verdaderamente en manos de los productores la disposición efectiva de los medios de producción. En realidad si, en las relaciones de producción, en el proceso de producción mismo, persisten y se desarrollan en escala ampliada relaciones jerárquicas que hacen que en la fábrica o la granja decidan el director, los funcionarios del partido y/o los técnicos, al margen de la masa, tal "descentralización" tiene que corresponder a un grado avanzado de individualización no sólo de la posesión efectiva, sino incluso de la propiedad formal de los medios de producción, abriendo paso a la concurrencia abierta que, en tales condiciones, es el sustituto necesario de una emulaci6n socialista inexistente.

    Esta polémica, y las luchas reales que tienen lugar en torno de ella, recubren las agudas contradicciones propias de la restauración de hecho de las relaciones de producción capitalistas y del correspondiente estado -cualquiera sea la originalidad de las formas que esto revista, en relación con el original camino histórico por el cual se ha verificado ta formación de la burguesía monopolista de estado allí: el de la restauración del capitalismo a partir de la dictadura del proletariado. Los propios interesados suelen señalar hechos como la imposibilidad de elaborar y controlar adecuadamente un plan único en escala nacional en virtud del control efectivo de la información y del manejo concreto de los establecimientos que ejercen las "empresas", falseando los datos y violando las directivas por vías "negras" con el objeto de obtener planes fáciles y granjearse premios mediante su "sobrecumplimiento", etc., desordenándose toda la economía al tiempo que quedan sin aprovechar múltiples recursos. Se trata de síntomas de que la disposición efectiva de los medios de producción está de hecho en manos "descentralizadas" y, por tanto, en esta realidad se apoya de fondo la propuesta de "descentralización" formal: en tales condiciones, propias de la sociedad capitalista, para alcanzar al menos resultados comparables con los del capitalismo puro y simple, es "necesario" abrir ancho cauce a la concurrencia, formalmente. El plan puede convertirse incluso en una traba para el desarrollo de la producción, en tales condiciones sociales. Son manifestaciones de lo mismo la presencia del salario y la ganancia (con sus respectivos premios) como objetivos que guían directamente la producción; las indicaciones en el sentido de que se hace sentir la "necesidad" de contar con un ejército industrial de reserva, etc.

    "La gestión económica a nivel provincial apunta a coordinar las distintas actividades de las unidades de producción y no a aplastar sus iniciativas. En el curso de este último período, China asistió a una lucha contra la centralización; ésta correspondía a la línea de Liu Shaochi. En algunas provincias, las del Norte en particular, se pusieron en práctica formas de organización al estilo de 'trusts' que fueron eliminadas durante la Revolución cultural. "La naturaleza de la descentralización china es, pues, radicalmente diferente de la que puede observarse en la URSS y en las 'democracias populares' europeas (desarrollo del papel de las uniones de empresas, indices planificados, cuyo número disminuye, etc.). En primer lugar, el contexto es políticamente distinto: en la descentralización soviética actual, quienes adquieren más poder paulatinamente son los jefes de empresas y no los trabajadores. Esta descentralización consiste, en concreto, en un nuevo reparto de los poderes en el seno de una burguesía estatal. Desde el punto de vista de las condiciones económicas, ella se combina en la URSS con un aflojamiento de la planificación de los precios y con un acrecentamiento del papel desempeñado por las ganancias.

    "Por el contrario, en China la descentralización es uno de los elementos que permiten a los trabajadores dominar colectivamente sus condiciones de existencia. En China, los precios están planificados y no son precisamente las ganancias las consideradas en primer término. Por lo tanto la planificación china se distingue de la· soviética hasta en sus propios métodos.

    "La descentralización explica el dinamismo excepcional de la economía China y la reducción al mínimo del aparato administrativo, algo que se comprueba en todas partes. Esta descentralización es, además, una de las condiciones del desarrollo de las formas de gestión socialistas, la participación de los trabajadores en la gestión. Tal descentralización se combina de un modo efectivo con un plan económico en la medida en que cada empresa ubica los intereses de conjunto, tal como ella los evalúa y tal como resultan concretados por el plan, por sobre sus propios intereses. Si no se da esta condición ideológica, ninguna descentralización puede conciliarse con la planificación; es preciso entonces limitarse a dar órdenes imperativas y detalladas y ceñirse a verificar burocráticamente su realización. Y ya se sabe qué produce esto" (p. 59-60).

    La organización de la economía en china, en gran parte, sobre la base de planes de alcance provincial orientados a lograr mediante el tensamiento de las fuerzas de las masas mismas y la incorporación de las innovaciones que ellas son capaces de introducir sobre la base de su práctica productiva y de la cooperación, un alto grado de autoabastecimiento y complementación en escala regional, apunta a ir avanzando sin pausa en el camino de la abolición de la contradicción entre el campo y la ciudad, a la superación práctica de la división social del trabajo (de dirección y de ejecución manual e intelectual) rumbo a la realización de la sociedad sin clases.

    Esta descentralización se relaciona asimismo con una concepción de la defensa nacional y de clase basada en el pueblo en armas, en centenares de millones de milicianos, en mayor medida aun que en un ejército profesional ("cuerpo separado", necesariamente, del conjunto de la sociedad y, por consiguiente, siempre susceptible en última instancia de convertirse en instrumento de opresión). En este marco es esencial la seguridad de que el eventual aislamiento de una provincia, por ejemplo, en caso de intervención armada extranjera, no anule su capacidad de lucha por privarla de abastecimientos externos.

    Naturalmente, la unidad nacional, y la de la clase obrera, supone una intervención permanente en el proceso de los órganos centrales, de los que proceden habitualmente las propuestas iniciales y a los que cabe la última palabra. Más que una norma administrativa, la clave para esto reside en la índole de clase del poder político, que se expresa en cada establecimiento en el papel de los comités revolucionarios, comités del Partido y “grupos de triple unión” -obreros, cuadros políticos y técnicos-, así como en el echar mano de los aportes específicos de que son capaces hombres y mujeres, y las diversas generaciones coexistentes en determinado lugar de trabajo de acuerdo, por ejemplo, con el principio de la combinaci6n de las tres generaciones en los cuerpos encargados de la elaboración y la adopción de decisiones y propuestas.

    El "plan unificado" resultante permite, pues, que las masas productoras protagonicen la plan ificación expresando en ella su lucha por la transformación revolucionaria de la sociedad. Esto supone una promoción del conjunto de los productores al trabajo intelectual y de dirección (así como la norma del trabajo productivo periódico para los cuadros políticos, intelectuales, etc. tiende a la integración en sentido inverso). En la URSS, en cambio, la reducción del procedimiento de vaivén de los órganos centrales a cada fábrica y viceversa, en la planificación, a simples formalidades, mostró en la práctica que es un resultado del deterioro de la dictadura del
    proletariado y, sobre tal base, también una vía altamente eficaz para la reversión de esa dictadura en dictadura de la burguesía restaurada.

    La cooperación rebasa, en la planificación china, el marco de la unidad de producción considerada, no sólo hacia otras unidades de producción relacionadas con ella como proveedoras de sus insumos o utilizadoras de sus productos, sino asimismo hacia la masa de los consumidores a través de la indagación por parte de los trabajadores de las necesidades de los consumidores para saber qué, cuánto y cómo producir para "servir al pueblo". Por otra parte, a la vez que el autoabastecimiento regional, la norma en la planificación es anteponer la realización de los objetivos encaminados al abastecimiento de otras provincias y regiones a la realización de objetivos locales, desarrollarse al máximo por sus propias fuerzas, "prepararse para la eventualidad de una guerra y de catástrofes naturales".

    Es particularmente importante el papel de los precios. El papel que les cabe naturalmente en países que han recorrido el camino de la URSS es, en gran proporción, y a través de su formación semiespontánea en la concurrencia, el de guía directa de la producción misma. En China, la obtención de insumos de todo tipo y la distribución de los productos, cualesquiera éstos sean, corresponde para cada empresa, a órganos estatales específicos de comercialización. Esto hace posible que los precios no orienten la producción, sino que ésta dependa de la línea política y los precios mismos, a la inversa, "se encuentran afectados, en segundo grado, por la línea política" (p. 76). Así se hace posible que los precios no dependan simplemente de los costos o de otras bases "objetivas" capitalistas, sino que ellos se manejan, al mismo tiempo, según criterios muy variados, en el caso de los artículos de consumo, según sean esenciales o no, y en un determinado orden de prioridad, para la vida de las grandes masas.

    El marco básico es el de la estabilidad de los precios, que sólo excepcionalmente pueden aumentar y en general, a la inversa, tienden a reducirse en forma planificada, a largo plazo y según prioridades políticas ligadas al bienestar de las masas y a la construcción de la base material del comunismo.

    Las relaciones ooncientes, organizadas y democráticas entre los trabajadores nucleados en diversas unidades de producción, entre ellos y los consumidores respectivos, etc., en la medida en que "la política está al mando", se desarrollan impulsadas y enmarcadas en la cooperación socialista que, basada en objetivos político-ideológicos compartidos por la gran masa del pueblo a través de su experiencia revolucionaria, es capaz de orientarse a metas tan utópicas en un marco capitalista como la protección del medio ambiente contra la polución o el mejoramiento de la calidad por el bien de todos y el afianzamiento de la Revolución.

    "Al actuar de este modo, las empresas productoras ubican los intereses de conjunto del país por sobre su interés particular. He aquí el motor de un progreso económico de nuevo tipo que implica que la producción no se halle dominada por la búsqueda del acrecentamiento del valor de cambio, los ingresos monetarios o las ganancias, sino por la búsqueda del valor de uso. Esto supone
    trasformaciones radicales en las relaciones sociales, tanto a nivel de la base económica como de la superestructura.

    "Contrariamente a algunas concepciones que se titulan marxistas pero que reniegan de las ideas fundamentales, tales trasformaciones no son espontáneas; no están mecánicamente determinadas por el desarrollo de las fuerzas productivas. Asimismo, y este punto es esencial para comprender la Revolución cultural proletaria y su papel, debe considerarse que las trasformaciones en la base económica que se observan actualmente en China no pueden ser sino el producto de una lucha conducida -y que continúa siéndolo- por los trabajadores para trasformar la división social del trabajo, para terminar con las relaciones jerárquicas en el seno de las unidades de producción, para adueñarse de la gestión y para dominar la técnica. Tal lucha es una lucha poi ítica e ideológica. No es una simple rebelión. Tiene un carácter revolucionario. Y exige, para dar sus frutos, una unidad de concepción y de acción y una justa apreciaci6n de la naturaleza de las trasformaciones posibles y de su encadenamiento. A esto se debe que exija la dirección de un partido revolucionario" (p. 81-82).



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