Deseamos dejar un breve extracto que podrá servir al lector comprender la diferencia entre compromisos necesarios y temporales, y compromisos pragmáticos que falten a los principios básicos fundamentales de la doctrina a seguir. Traemos también este documento para intentar aclarar que la actual posición de muchas personas de «izquierda», «marxistas» etc., a la hora de analizar la cuestión candente en Siria, deja mucho que desear. No se puede esperar que otro Estado dominado por burgueses, terratenientes, etc. sea el as en la manga para los pueblos, en su intento de frenar a otros imperialismos, si un régimen no puede garantizar la soberanía y las libertades plenas de su propio pueblo, ni mucho menos podrá asistir de tal forma ante sus «protegidos», al menos no desde el punto de vista de intereses internacionalistas, sino siempre partiendo de intereses de clase reaccionarios que ofrezcan cuantiosas recompensas a cambio de emprender tal empresa. Esto que comentamos obviamente hace alusión a las ilusiones de carácter reformista sobre la esencia de los imperialismos, en este caso del imperialismo ruso y chino.
Para ver los paralelismos históricos hemos decidido traer de nuevo la infame «teoría de los tres mundos» para observar cuales son las consecuencias directas de albergar dichas ilusiones sobre que un imperialismo es mejor que otro, que otro es mejor agresivo que otro, o que otro da mejores y más afables ayudas que otros. Y de nuevo demostrando que dicha política no es casual tras la muerte de Mao Zedong, dejaremos ciertas citas que demuestran que dicho pensamiento existía en el PCCh antes de Mao muriera, y antes de que tras los conflictos a la muerte de Mao, Deng Xiao-ping llegará al poder de forma completa. Veamos pues, inicialmente la tendencia maoísta hacía este pensamiento antimarxista hoy repetido por todos los círculos de pseudo marxistas:
«La fuente de guerra más posible viene hoy día desde el ambicioso socialimperialismo soviético». (Pekin Review, 30 de enero de 1976)
«La disputa entre las dos superpotencias, la Unión Soviética y Estados Unidos, por la hegemonía mundial se torna cada vez más enconada, el peligro de una nueva guerra mundial va en notable aumento, y ellas irán, tarde o temprano, a una guerra entre sí. El ambicioso socialimperialismo soviético es hoy precisamente el foco de guerra más peligroso». (Pekin Review, 4 de febrero de 1976)
«Todos estos puntos hacen al socialimperialismo soviético más sediento y más rapaz que la vieja línea colonialista que explotaba a África». (Pekin, Review, 13 de febrero de 1976)
«Esto ha llevado hasta nuestro días el hecho de que la agresión y la expansión de los nuevos zares sobre todo el mundo les garantice una dominación en el mundo sin precedentes». (Pekin Review, 13 de febrero de 1976)
«No es fortuito que el socialimperialismo soviético sea el enemigo más peligroso para el tercero mundo». (Pekin Review, 29 de octubre de 1976)
En realidad no nos hace falta citar estas frases de parte de la dirección china donde se muestran de forma abierta en su estrategia, ya que, como hemos demostrado anteriormente en nuestros capítulos uno, dos, y tres, a cerca de la «teoría de los tres mundos» y el apoyo que supuso especialmente a la «Europa Unida» capitalista, dicha opinión china, se reflejó previamente en la praxis.
Para el lector novel aclarar que cuando Enver Hoxha habla de «socialimperialismo soviético» se refiere explícitamente al capitalismo de Estado desarrollado desde finales de los cincuentas –en el periodo jruschovista– hasta la desintegración de la Unión Soviética, de hecho analizando el punto de partida de la restauración capitalista; de la paulatina destrucción de la dictadura del proletariado, del centralismo democrático, de la democracia interna del PCUS, del enquistamiento de la burguesía burocrática en el Estado soviético –la nomenklatura–, del inicio del militarismo, de la exportación de capitales que buscaba influencia de poder y no relaciones entre pueblos hermanos y el desarrollo del socialismo, es decir, a todas esas deformaciones ocurridas en la Unión Soviética, se detectan siempre tras el aciago XXº congreso del PCUS, a partir del cual el revisionismo jruschovista se impuso sobre el marxismo-leninismo en la URSS y en el movimiento comunista internacional. En el caso del maoísmo el término es meramente propagandístico en su propaganda, y de hecho respondería más tarde a su aproximación al imperialismo estadounidense.
El documento:
Con sus elucubraciones de que los Estados Unidos «desean el statu quo», que «están en decadencia», que el socialimperialismo soviético es «el más peligroso, el más agresivo, el más belicista» etc., los revisionistas chinos quieren demostrar que los Estados Unidos pueden y deben hacerse aliados de China contra la Unión Soviética. Una prueba de esto es la ampliación de los diversos acuerdos, el apoyo abierto que prestan al aumento de los presupuestos de guerra y al mayor armamento de los Estados Unidos.
Los revisionistas chinos predican que en la situación actual los marxista-leninistas, los revolucionarios y los pueblos pueden hacer compromisos con el imperialismo norteamericano y apoyarse en él. Nuestro Partido está en contra de cualquier compromiso con el feroz imperialismo norteamericano, porque esto no corresponde a los intereses de la revolución y de la liberación de los pueblos. Hemos combatido al imperialismo norteamericano, lo combatimos y lo combatiremos hasta su completa destrucción. Asimismo, estamos en lucha contra el socialimperialismo soviético y lo estaremos hasta el fin.
El apoyo que China presta al imperialismo norteamericano no favorece en absoluto a la revolución y a los pueblos, sino a la contrarrevolución. Con su línea política e ideológica reaccionaria, la dirección china deja a los pueblos del mundo a merced de las garras del imperialismo norteamericano. Esta dirección desea que los pueblos permanezcan quietos, que no se levanten, que incluso se unan con el imperialismo norteamericano contra la otra superpotencia, la cual quiere arrebatar a los Estados Unidos las riquezas que han creado con el esfuerzo y el sudor de los pueblos y que expoliaron en su día. La dirección china recomienda a los países capitalistas de Europa, agrupados en el Mercado Común Europeo, que se unan. Alinea con esta praxis también, a los pueblos para que celebren la unión capitalista de Europa. Esta actitud significa: estaos quietos, no habléis más de revolución, no habléis más de dictadura del proletariado, al contrario, poneos al servicio de los trusts, de los capitalistas y, junto con ellos, cread una fuerza económica y militar aún más grande, para hacer frente al socialimperialismo soviético.
El Mercado Común Europeo, que es apoyado y potenciado económicamente por China, no es otra cosa que un medio para que los trusts monopolistas de Europa Occidental conserven el máximo de beneficios y para agrupar a los Estados industriales desarrollados, donde las clases ricas, como dice Lenin, obtienen un tributo colosal procedente de África, Asia, etc. Los dirigentes chinos, al apoyar a estos Estados capitalistas, de hecho apoyan el parasitismo de un puñado de capitalistas a costa de los mismos pueblos de estos países, –y con ello obviamente– a los pueblos de los países en los cuales han clavado sus garras.
La teoría de los «tres mundos» de los revisionistas chinos, con la cual intentan legitimar sus posturas contrarrevolucionarias, no es más que una variante del oportunismo en las filas del movimiento obrero, que ayuda al imperialismo a crear mercados y a obtener ganancias en detrimento de los otros pueblos, con no otro objetivo que el de recibir su parte de las migajas que les dejarán los capitalistas al apoyar dicha política nefasta para los destinos de los pueblos.
Es un hecho innegable que la dirección china defiende a las fuerzas y los Estados capitalistas, y no a las fuerzas revolucionarias –como el proletariado europeo– para que se levanten y destruyan los planes del imperialismo norteamericano, del socialimperialismo soviético, de la «Europa Unida», del Mercado Común Europeo y del COMECON, en una palabra, para que pongan fin de forma definitiva a las tramas y deseos de todos los puntales del sistema imperialista que, erguidos todos ellos como uno, cual hidra, chupa la sangre a los pueblos.
No obstante introducir dentro del «segundo mundo» a los Estados capitalistas desarrollados como la Alemania Occidental, Inglaterra, Japón, Francia, Italia, etc., la dirección revisionista china no los considera como enemigos de la revolución, independientemente de sus fruslerías teóricas sobre su «doble» carácter. Por el contrario, los chinos han creído oportuno hacerse los ciegos y establecer compromisos abiertos con estos Estados, supuestamente para servirse de ellos contra el socialimperialismo soviético.
La dirección china que está ofuscada por su política pragmática y antimarxista, «olvida» que Estados como Alemania Occidental, Inglaterra, Japón, Francia, Italia y otros similares siguen siendo imperialistas, que sus tendencias a subyugar y colonizar –las cuales han sido sus características tradicionales– no han desaparecido y no pueden desaparecer. Es cierto que después de la Segunda Guerra Mundial estas potencias imperialistas se han debilitado incluso mucho, y que sus posiciones anteriores han cambiado en beneficio del imperialismo norteamericano, sin embargo ni Francia, ni Inglaterra ni otros han renunciado a la lucha por defender sus mercados y conquistar otros en África, Asia y los países de América Latina.
Entre todos estos Estados capitalistas e imperialistas menos poderosos que el imperialismo norteamericano existen contradicciones, pero al mismo tiempo existe también la tendencia a entenderse mutuamente.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el imperialismo norteamericano ayudó a levantarse a sus ex aliados de Europa, y los monopolios norteamericanos se ligaron con los de éstos en un cúmulo de intereses comunes. Pero entre ellos han existido y existen contradicciones en los esfuerzos por tener cada uno las manos libres para acaparar mercados, importar materias primas y exportar sus productos industriales. La realidad internacional ha confirmado, y vuelve a confirmar en este caso, la justeza de la tesis de Lenin sobre las dos tendencias objetivas del capital.
Es cierto, asimismo, que estos Estados capitalistas tienen contradicciones no sólo con el imperialismo norteamericano, sino también con el socialimperialismo soviético. Se plantea el siguiente problema: ¿cómo deben aprovecharse estas contradicciones? Las contradicciones interimperialistas de ninguna manera pueden ser aprovechadas de la forma como predican los revisionistas chinos. Los marxista- leninistas no podemos defender por ejemplo a los diversos reaccionarios en Alemania y a los cabecillas conservadores o laboristas en Inglaterra, en función de que tienen contradicciones con el socialimperialismo soviético. Si hiciéramos esto y secundáramos las prédicas de los chinos de que «los Estados capitalistas de Europa deben unirse al Mercado Común», de que la «Europa Unida» debe fortalecerse para hacer frente al socialimperialismo soviético, significaría que aceptamos que el proletariado de estos países sacrifique su lucha y sus esfuerzos por romper las cadenas de la esclavitud, que se sabotee la perspectiva de la revolución en ellos.
Los revisionistas chinos, contrayendo compromisos carentes de principios con el imperialismo norteamericano, han traicionado al marxismo-leninismo y a la revolución. Los marxista-leninistas interpretan la tesis de Marx, Engels, Lenin y Stalin sobre las contradicciones y sobre los compromisos en su verdadero espíritu. Los chinos interpretan esta tesis de una manera diametralmente opuesta a la verdad.
Nuestro Partido, siguiendo el camino leninista, no está en contra de todo compromiso, sino que está en contra de los compromisos traidores. Cuando el compromiso es necesario y sirve a los intereses de la clase y de la revolución, entonces es posible concluirlo, pero teniendo siempre presente que no afecte a la estrategia, la fidelidad a los principios del marxismo-leninismo, que no afecte a los intereses de la clase y de la revolución. Respecto a la actitud hacia los compromisos, Lenin, entre otras cosas, dice:
«¿Puede un partidario de la revolución proletaria concertar compromisos con los capitalistas o con la clase capitalista? (...) En verdad, sería un evidente absurdo responder negativamente en general a esta cuestión. Es claro que un partidario de la revolución proletaria puede concertar compromisos o acuerdos con los capitalistas. Todo depende de qué acuerdos y en qué circunstancias se concierten. En esto y sólo en esto se puede y debe buscar la diferencia entre el acuerdo legítimo, desde el punto de vista de la revolución proletaria, y el acuerdo entreguista y traidor –desde el mismo punto de vista–». (5) (Lenin, Sobre los compromisos, 1920)
Y más abajo, en la misma obra, Lenin continúa:
«La conclusión es evidente: tan absurdo es renunciar a todo acuerdo o compromiso con los bandidos, como justificar la complicidad en un acto de bandidaje partiendo de la tesis abstracta de que, en general, son admisibles y necesarios a veces los acuerdos con los bandidos». (6) (Lenin, Sobre los compromisos, 1920)
Si queremos, se podría citar las mismas conclusiones por el mismo autor, un último ejemplo:
«La tarea de un partido auténticamente revolucionario no consiste en declarar imposible la renuncia a todo compromiso, sino en saber mantenerse fiel, pese a todos los compromisos –en la medida de que sean inevitables-, a sus principios, a su clase, y a su misión revolucionaria: a la obra de preparar la revolución y de educar a las masas populares para triunfar en la revolución». (7) (Lenin, Acerca de los compromisos, 1917)
Los compromisos están permitidos sólo cuando se parte de estas enseñanzas de Lenin. Pero ¿cómo puede estar en interés del socialismo y de la revolución mundial actualmente un compromiso con el imperialismo norteamericano o con el socialimperialismo soviético, cuando es sabido que estas dos superpotencias son los más feroces enemigos de los pueblos y de la revolución? Este compromiso no sólo no es necesario, sino que, por el contrario, es peligroso para los intereses de la revolución. Concertar compromisos o violar los principios en estos problemas de tanta importancia, significa traicionar al marxismo-leninismo.
Si Mao Zedong y los demás dirigentes chinos han hablado y hablan mucho «teóricamente» de las contradicciones, entonces deben hablar no sólo de aprovechar las contradicciones interimperialistas y los compromisos con los imperialistas, sino, en primer lugar, de las contradicciones que están en los cimientos de la época actual, de las contradicciones entre el proletariado y la burguesía, de las contradicciones que tienen los pueblos y los países oprimidos con las dos superpotencias y todo el imperialismo mundial, de las contradicciones entre el socialismo y el capitalismo. Pero de estas contradicciones –que existen objetivamente y que no pueden ser ocultadas– los dirigentes chinos no dicen nada. Hablan sólo de una contradicción que, según ellos, es la existente entre el mundo entero y el socialimperialismo soviético, queriendo justificar con esto sus compromisos sin principio con el imperialismo norteamericano y todo el capitalismo mundial.
El análisis de clase marxista-leninista y los hechos demuestran que la existencia de las contradicciones y las discrepancias entre las potencias y las agrupaciones imperialistas no elimina en absoluto ni relega a segundo plano las contradicciones entre el trabajo y el capital en los países capitalistas e imperialistas o las contradicciones entre los pueblos oprimidos y sus opresores imperialistas. Precisamente las contradicciones entre el proletariado y la burguesía, entre los pueblos oprimidos y el imperialismo, entre el socialismo y el capitalismo son las más profundas, son constantes, irreductibles. De ahí que el aprovechamiento de las contradicciones interimperialistas o entre los Estados capitalistas y revisionistas sólo tenga sentido cuando sirve para crear las condiciones lo más favorables posible para el poderoso desarrollo del movimiento revolucionario y de liberación contra la burguesía, el imperialismo y la reacción. Por eso, estas contradicciones deben ser explotadas sin crear ilusiones en el proletariado y los pueblos acerca del imperialismo y la burguesía. Es indispensable esclarecer las enseñanzas de Lenin a los trabajadores y a los pueblos, hacerles conscientes de que sólo mediante una actitud intransigente hacia los opresores y los explotadores, que sólo la resuelta lucha contra el imperialismo y la burguesía, que sólo la revolución como tal, les asegurará la verdadera liberación social y nacional.
La explotación de las contradicciones entre los enemigos no puede constituir la tarea fundamental de la revolución ni puede ser contrapuesta a la lucha por derrocar a la burguesía, a sus dictaduras fascistas, o la opresión del imperialismo en sí.
La actitud de los marxista-leninistas en esta cuestión es clara. Ellos se dirigen a los pueblos, al proletariado, llaman a las masas a que se pongan en pie para destruir los planes hegemonistas, opresores, agresivos y belicistas de los imperialistas norteamericanos y de los socialimperialistas soviéticos, para derrocar a la burguesía reaccionaria y su dictadura, tanto en el Oeste como en el Este.
Nuestro Estado socialista, por su parte, ha aprovechado, y lo sigue haciendo, las contradicciones que existen en el campo adversario. Al explotarlas, nuestro Partido parte de la justa valoración del carácter de las contradicciones que existen entre el país socialista y los países imperialistas y burgués-revisionistas, de la justa valoración de las contradicciones interimperialistas.
El marxismo-leninismo nos enseña que las contradicciones entre el país socialista y los países capitalistas y revisionistas, en tanto que expresión de las contradicciones entre dos clases con intereses diametralmente opuestos, la clase obrera y la burguesía, son pues: permanentes, radicales, e irreconciliables. Estas contradicciones atraviesan como un hilo rojo toda la época histórica de la transición del capitalismo al socialismo a escala mundial. Mientras que las contradicciones entre las potencias imperialistas son expresión de las contradicciones en el seno de los explotadores, de las clases con intereses fundamentales comunes. Por eso, por agudas que sean las contradicciones y los conflictos entre las potencias imperialistas, el peligro real de los actos agresivos del imperialismo mundial o de sus diversos destacamentos contra el país socialista sigue siendo permanente y es siempre actual. La división entre los imperialistas, las riñas y los conflictos interimperialistas pueden, a lo sumo, debilitar y postergar temporalmente el peligro de las acciones del imperialismo contra el país socialista, por eso va en interés de éste el aprovechar estas contradicciones que hay en las filas de los enemigos, aunque no conjuren este peligro. Esto ha sido acentuado con energía por Lenin al decir que:
«Es inconcebible pensar que la República Soviética pueda existir durante mucho tiempo al lado de los estados imperialistas. En último término tendrá que triunfar una de las dos partes. Y mientras ese desenlace no se produzca serán inevitables una serie de choques terribles entre la República Soviética y los Estados burgueses». (8.) (Lenin, Informe al CC en el VIIIº Congreso del Partido Comunista (b) de toda Rusia, 1919)
Estas enseñanzas de Lenin conservan toda su actualidad. Han sido confirmadas perfectamente por una serie de acontecimientos históricos, como la agresión fascista contra la Unión Soviética en los años de la Segunda Guerra Mundial, la agresión del imperialismo norteamericano en Corea y posteriormente en Vietnam, la actividad hostil y los diversos complots imperialistas y socialimperialistas contra Albania, etc. Por eso, nuestro Partido ha puntualizado y puntualiza que toda subestimación de las contradicciones del Estado socialista con las potencias imperialistas y los países capitalista-revisionistas, que toda subestimación del peligro de los actos agresivos de estos últimos contra la Albania socialista, que todo relajamiento de la vigilancia como consecuencia de la idea de que las contradicciones entre las propias potencias imperialistas son muy agudas, y que, por esta razón, no pueden emprender tales actos contra nuestra Patria; entrañaría finalmente consecuencias extremadamente peligrosas para nuestras supervivencia.
El Partido del Trabajo de Albania parte asimismo del hecho de que sólo las fuerzas revolucionarias, libertadoras, amantes de la libertad y del progreso, pueden ser aliados verdaderos y seguros de nuestro país en tanto que país socialista. Nuestro país tiene relaciones estatales con diversos países del mundo burgués-revisionista, aprovecha las contradicciones entre los países imperialistas, y los países capitalista-revisionistas y, al mismo tiempo, respalda poderosamente la lucha revolucionaria y de liberación de la clase obrera, de las masas trabajadoras y de los pueblos de cualquier país en que se desarrolla una lucha de este tipo, considerando este respaldo como su alta tarea internacionalista. El Partido del Trabajo de Albania se ha atenido y se atiene consecuentemente a este punto de vista, y como muestra de dicho apoyo, también en su VIIº Congreso volvió a señalar que apoyará al proletariado y a los pueblos, a los partidos marxista-leninistas, a los revolucionarios y a los hombres progresistas, que luchan contra las superpotencias, contra la burguesía capitalista y revisionista que forma toda la reacción mundial que frena la liberación social y nacional.
En otro tiempo el Partido Comunista de China en relación con las contradicciones ha citado también conocidos principios y tesis marxista-leninistas. Así por ejemplo, los chinos, en el conocido documento titulado: «Proposición acerca de la línea general del movimiento comunista internacional» publicado por el Comité Central del Partido Comunista de China en 1963, escribían: «Los compromisos necesarios entre los países socialistas y los países imperialistas no exigen que los pueblos y las naciones oprimidas contraigan, a su vez, compromisos con el imperialismo y sus instrumentos». Y agregaban: «Nadie debe exigir, en ninguna circunstancia, so pretexto de la coexistencia pacífica, que los pueblos y naciones oprimidos renuncien a su lucha revolucionaria». La dirección china hablaba así en aquel entonces, porque en esa época era la dirección jruschovista la que exigía a los pueblos y a los partidos comunistas que admitiesen que el imperialismo norteamericano y sus cabecillas se habían vuelto pacíficos y eran ellos quien animaban al resto a que se sometiesen a la política soviética de acercamiento al imperialismo norteamericano. Ahora es la dirección del Partido Comunista de China la que predica a los pueblos, a los revolucionarios, a los partidos marxista-leninistas y a todo el proletariado mundial que se alíen con los países imperialistas y capitalistas, que se unan con la clase burguesa y con todo el resto de las clases reaccionarias de esos países contra el socialimperialismo soviético. Y los chinos no expresan estas ideas con frases disimuladas, sino abiertamente. Estos bandazos y virajes de 180 grados no tienen nada en común con la política de principios marxista-leninista, son rasgos de la política pragmática que siguen todos los revisionistas, los cuales subordinan los principios a sus intereses burgueses e imperialistas.
Los dirigentes chinos y todos los partidarios de la teoría de los «tres mundos» para justificar sus compromisos sin principio con el imperialismo norteamericano y la burguesía internacional, especulan tergiversando la verdad histórica hablando del pacto de no-agresión soviético-alemán de 1939, así como con la alianza anglo-soviético-norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial.
El pacto soviético-alemán de no-agresión era una manera hábil de aprovechar las contradicciones interimperialistas por parte de Stalin. En esa época la agresión hitleriana contra la Unión Soviética era inminente. Era el periodo en que la Alemania nazi había invadido Austria y Checoslovaquia, y la Italia fascista Albania, en que se había realizado los acuerdos de Múnich y la máquina de guerra alemana avanzaba velozmente hacia el Este. La Unión Soviética concluyó con Alemania no una alianza sino un pacto de no-agresión, después de que las potencias occidentales se negaran a responder al llamamiento de Stalin a actuar conjuntamente con el estado soviético para frenar a los agresores nazifascistas, y cuando se vio claramente que estas potencias imperialistas azuzaban a Hitler contra el país de los soviets. El pacto soviético-alemán frustró estos planes y dio tiempo a que la Unión Soviética se preparase aún más en adelante para enfrentar la agresión nazi.
En lo referente a la alianza anglo-soviético-norteamericana, es sabido que fue concluida cuando la Alemania hitleriana, después que había ocupado Francia y estaba en guerra con Inglaterra, desencadenó su feroz agresión contra la Unión Soviética, cuando la lucha contra las potencias del Eje adquirió un claro y acentuado carácter antifascista y libertador. Hay que recalcar que en aquel tiempo, Stalin y la Unión Soviética nunca y en ningún caso preconizaron y llamaron al proletariado y a los partidos comunistas a que desistieran de la revolución y se unieran con la burguesía reaccionaria. Incluso cuando Browder renunció a la lucha de clases y predicaba la conciliación de clases, porque supuestamente así lo exigían los intereses de la alianza anglo-soviético-norteamericana, fue estigmatizado por Stalin y el movimiento comunista como revisionista y renegado de la revolución. (9) (Véase: Enver Hoxha. Eurocomunismo es anticomunismo, 1978)
Como se ve, nada justifica los compromisos y las alianzas sin principio de los chinos con el imperialismo norteamericano y con las diversas fuerzas reaccionarias. La analogía histórica que quieren hacer los revisionistas chinos es infundada.
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Para ver los paralelismos históricos hemos decidido traer de nuevo la infame «teoría de los tres mundos» para observar cuales son las consecuencias directas de albergar dichas ilusiones sobre que un imperialismo es mejor que otro, que otro es mejor agresivo que otro, o que otro da mejores y más afables ayudas que otros. Y de nuevo demostrando que dicha política no es casual tras la muerte de Mao Zedong, dejaremos ciertas citas que demuestran que dicho pensamiento existía en el PCCh antes de Mao muriera, y antes de que tras los conflictos a la muerte de Mao, Deng Xiao-ping llegará al poder de forma completa. Veamos pues, inicialmente la tendencia maoísta hacía este pensamiento antimarxista hoy repetido por todos los círculos de pseudo marxistas:
«La fuente de guerra más posible viene hoy día desde el ambicioso socialimperialismo soviético». (Pekin Review, 30 de enero de 1976)
«La disputa entre las dos superpotencias, la Unión Soviética y Estados Unidos, por la hegemonía mundial se torna cada vez más enconada, el peligro de una nueva guerra mundial va en notable aumento, y ellas irán, tarde o temprano, a una guerra entre sí. El ambicioso socialimperialismo soviético es hoy precisamente el foco de guerra más peligroso». (Pekin Review, 4 de febrero de 1976)
«Todos estos puntos hacen al socialimperialismo soviético más sediento y más rapaz que la vieja línea colonialista que explotaba a África». (Pekin, Review, 13 de febrero de 1976)
«Esto ha llevado hasta nuestro días el hecho de que la agresión y la expansión de los nuevos zares sobre todo el mundo les garantice una dominación en el mundo sin precedentes». (Pekin Review, 13 de febrero de 1976)
«No es fortuito que el socialimperialismo soviético sea el enemigo más peligroso para el tercero mundo». (Pekin Review, 29 de octubre de 1976)
En realidad no nos hace falta citar estas frases de parte de la dirección china donde se muestran de forma abierta en su estrategia, ya que, como hemos demostrado anteriormente en nuestros capítulos uno, dos, y tres, a cerca de la «teoría de los tres mundos» y el apoyo que supuso especialmente a la «Europa Unida» capitalista, dicha opinión china, se reflejó previamente en la praxis.
Para el lector novel aclarar que cuando Enver Hoxha habla de «socialimperialismo soviético» se refiere explícitamente al capitalismo de Estado desarrollado desde finales de los cincuentas –en el periodo jruschovista– hasta la desintegración de la Unión Soviética, de hecho analizando el punto de partida de la restauración capitalista; de la paulatina destrucción de la dictadura del proletariado, del centralismo democrático, de la democracia interna del PCUS, del enquistamiento de la burguesía burocrática en el Estado soviético –la nomenklatura–, del inicio del militarismo, de la exportación de capitales que buscaba influencia de poder y no relaciones entre pueblos hermanos y el desarrollo del socialismo, es decir, a todas esas deformaciones ocurridas en la Unión Soviética, se detectan siempre tras el aciago XXº congreso del PCUS, a partir del cual el revisionismo jruschovista se impuso sobre el marxismo-leninismo en la URSS y en el movimiento comunista internacional. En el caso del maoísmo el término es meramente propagandístico en su propaganda, y de hecho respondería más tarde a su aproximación al imperialismo estadounidense.
El documento:
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Zhou Enlai reuniéndose con miembros de visita del Comité Central Ejecutivo y Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Rumania Ilie Verdet en un hospital el 7 de septiembre de 1975
El mismo planteamiento de la cuestión de que un imperialismo es más fuerte y el otro menos fuerte, uno agresivo y el otro manso, no es marxista-leninista
Zhou Enlai reuniéndose con miembros de visita del Comité Central Ejecutivo y Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Rumania Ilie Verdet en un hospital el 7 de septiembre de 1975
El mismo planteamiento de la cuestión de que un imperialismo es más fuerte y el otro menos fuerte, uno agresivo y el otro manso, no es marxista-leninista
Con sus elucubraciones de que los Estados Unidos «desean el statu quo», que «están en decadencia», que el socialimperialismo soviético es «el más peligroso, el más agresivo, el más belicista» etc., los revisionistas chinos quieren demostrar que los Estados Unidos pueden y deben hacerse aliados de China contra la Unión Soviética. Una prueba de esto es la ampliación de los diversos acuerdos, el apoyo abierto que prestan al aumento de los presupuestos de guerra y al mayor armamento de los Estados Unidos.
Los revisionistas chinos predican que en la situación actual los marxista-leninistas, los revolucionarios y los pueblos pueden hacer compromisos con el imperialismo norteamericano y apoyarse en él. Nuestro Partido está en contra de cualquier compromiso con el feroz imperialismo norteamericano, porque esto no corresponde a los intereses de la revolución y de la liberación de los pueblos. Hemos combatido al imperialismo norteamericano, lo combatimos y lo combatiremos hasta su completa destrucción. Asimismo, estamos en lucha contra el socialimperialismo soviético y lo estaremos hasta el fin.
El apoyo que China presta al imperialismo norteamericano no favorece en absoluto a la revolución y a los pueblos, sino a la contrarrevolución. Con su línea política e ideológica reaccionaria, la dirección china deja a los pueblos del mundo a merced de las garras del imperialismo norteamericano. Esta dirección desea que los pueblos permanezcan quietos, que no se levanten, que incluso se unan con el imperialismo norteamericano contra la otra superpotencia, la cual quiere arrebatar a los Estados Unidos las riquezas que han creado con el esfuerzo y el sudor de los pueblos y que expoliaron en su día. La dirección china recomienda a los países capitalistas de Europa, agrupados en el Mercado Común Europeo, que se unan. Alinea con esta praxis también, a los pueblos para que celebren la unión capitalista de Europa. Esta actitud significa: estaos quietos, no habléis más de revolución, no habléis más de dictadura del proletariado, al contrario, poneos al servicio de los trusts, de los capitalistas y, junto con ellos, cread una fuerza económica y militar aún más grande, para hacer frente al socialimperialismo soviético.
El Mercado Común Europeo, que es apoyado y potenciado económicamente por China, no es otra cosa que un medio para que los trusts monopolistas de Europa Occidental conserven el máximo de beneficios y para agrupar a los Estados industriales desarrollados, donde las clases ricas, como dice Lenin, obtienen un tributo colosal procedente de África, Asia, etc. Los dirigentes chinos, al apoyar a estos Estados capitalistas, de hecho apoyan el parasitismo de un puñado de capitalistas a costa de los mismos pueblos de estos países, –y con ello obviamente– a los pueblos de los países en los cuales han clavado sus garras.
La teoría de los «tres mundos» de los revisionistas chinos, con la cual intentan legitimar sus posturas contrarrevolucionarias, no es más que una variante del oportunismo en las filas del movimiento obrero, que ayuda al imperialismo a crear mercados y a obtener ganancias en detrimento de los otros pueblos, con no otro objetivo que el de recibir su parte de las migajas que les dejarán los capitalistas al apoyar dicha política nefasta para los destinos de los pueblos.
Es un hecho innegable que la dirección china defiende a las fuerzas y los Estados capitalistas, y no a las fuerzas revolucionarias –como el proletariado europeo– para que se levanten y destruyan los planes del imperialismo norteamericano, del socialimperialismo soviético, de la «Europa Unida», del Mercado Común Europeo y del COMECON, en una palabra, para que pongan fin de forma definitiva a las tramas y deseos de todos los puntales del sistema imperialista que, erguidos todos ellos como uno, cual hidra, chupa la sangre a los pueblos.
No obstante introducir dentro del «segundo mundo» a los Estados capitalistas desarrollados como la Alemania Occidental, Inglaterra, Japón, Francia, Italia, etc., la dirección revisionista china no los considera como enemigos de la revolución, independientemente de sus fruslerías teóricas sobre su «doble» carácter. Por el contrario, los chinos han creído oportuno hacerse los ciegos y establecer compromisos abiertos con estos Estados, supuestamente para servirse de ellos contra el socialimperialismo soviético.
La dirección china que está ofuscada por su política pragmática y antimarxista, «olvida» que Estados como Alemania Occidental, Inglaterra, Japón, Francia, Italia y otros similares siguen siendo imperialistas, que sus tendencias a subyugar y colonizar –las cuales han sido sus características tradicionales– no han desaparecido y no pueden desaparecer. Es cierto que después de la Segunda Guerra Mundial estas potencias imperialistas se han debilitado incluso mucho, y que sus posiciones anteriores han cambiado en beneficio del imperialismo norteamericano, sin embargo ni Francia, ni Inglaterra ni otros han renunciado a la lucha por defender sus mercados y conquistar otros en África, Asia y los países de América Latina.
Entre todos estos Estados capitalistas e imperialistas menos poderosos que el imperialismo norteamericano existen contradicciones, pero al mismo tiempo existe también la tendencia a entenderse mutuamente.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el imperialismo norteamericano ayudó a levantarse a sus ex aliados de Europa, y los monopolios norteamericanos se ligaron con los de éstos en un cúmulo de intereses comunes. Pero entre ellos han existido y existen contradicciones en los esfuerzos por tener cada uno las manos libres para acaparar mercados, importar materias primas y exportar sus productos industriales. La realidad internacional ha confirmado, y vuelve a confirmar en este caso, la justeza de la tesis de Lenin sobre las dos tendencias objetivas del capital.
Es cierto, asimismo, que estos Estados capitalistas tienen contradicciones no sólo con el imperialismo norteamericano, sino también con el socialimperialismo soviético. Se plantea el siguiente problema: ¿cómo deben aprovecharse estas contradicciones? Las contradicciones interimperialistas de ninguna manera pueden ser aprovechadas de la forma como predican los revisionistas chinos. Los marxista- leninistas no podemos defender por ejemplo a los diversos reaccionarios en Alemania y a los cabecillas conservadores o laboristas en Inglaterra, en función de que tienen contradicciones con el socialimperialismo soviético. Si hiciéramos esto y secundáramos las prédicas de los chinos de que «los Estados capitalistas de Europa deben unirse al Mercado Común», de que la «Europa Unida» debe fortalecerse para hacer frente al socialimperialismo soviético, significaría que aceptamos que el proletariado de estos países sacrifique su lucha y sus esfuerzos por romper las cadenas de la esclavitud, que se sabotee la perspectiva de la revolución en ellos.
Los revisionistas chinos, contrayendo compromisos carentes de principios con el imperialismo norteamericano, han traicionado al marxismo-leninismo y a la revolución. Los marxista-leninistas interpretan la tesis de Marx, Engels, Lenin y Stalin sobre las contradicciones y sobre los compromisos en su verdadero espíritu. Los chinos interpretan esta tesis de una manera diametralmente opuesta a la verdad.
Nuestro Partido, siguiendo el camino leninista, no está en contra de todo compromiso, sino que está en contra de los compromisos traidores. Cuando el compromiso es necesario y sirve a los intereses de la clase y de la revolución, entonces es posible concluirlo, pero teniendo siempre presente que no afecte a la estrategia, la fidelidad a los principios del marxismo-leninismo, que no afecte a los intereses de la clase y de la revolución. Respecto a la actitud hacia los compromisos, Lenin, entre otras cosas, dice:
«¿Puede un partidario de la revolución proletaria concertar compromisos con los capitalistas o con la clase capitalista? (...) En verdad, sería un evidente absurdo responder negativamente en general a esta cuestión. Es claro que un partidario de la revolución proletaria puede concertar compromisos o acuerdos con los capitalistas. Todo depende de qué acuerdos y en qué circunstancias se concierten. En esto y sólo en esto se puede y debe buscar la diferencia entre el acuerdo legítimo, desde el punto de vista de la revolución proletaria, y el acuerdo entreguista y traidor –desde el mismo punto de vista–». (5) (Lenin, Sobre los compromisos, 1920)
Y más abajo, en la misma obra, Lenin continúa:
«La conclusión es evidente: tan absurdo es renunciar a todo acuerdo o compromiso con los bandidos, como justificar la complicidad en un acto de bandidaje partiendo de la tesis abstracta de que, en general, son admisibles y necesarios a veces los acuerdos con los bandidos». (6) (Lenin, Sobre los compromisos, 1920)
Si queremos, se podría citar las mismas conclusiones por el mismo autor, un último ejemplo:
«La tarea de un partido auténticamente revolucionario no consiste en declarar imposible la renuncia a todo compromiso, sino en saber mantenerse fiel, pese a todos los compromisos –en la medida de que sean inevitables-, a sus principios, a su clase, y a su misión revolucionaria: a la obra de preparar la revolución y de educar a las masas populares para triunfar en la revolución». (7) (Lenin, Acerca de los compromisos, 1917)
Los compromisos están permitidos sólo cuando se parte de estas enseñanzas de Lenin. Pero ¿cómo puede estar en interés del socialismo y de la revolución mundial actualmente un compromiso con el imperialismo norteamericano o con el socialimperialismo soviético, cuando es sabido que estas dos superpotencias son los más feroces enemigos de los pueblos y de la revolución? Este compromiso no sólo no es necesario, sino que, por el contrario, es peligroso para los intereses de la revolución. Concertar compromisos o violar los principios en estos problemas de tanta importancia, significa traicionar al marxismo-leninismo.
Si Mao Zedong y los demás dirigentes chinos han hablado y hablan mucho «teóricamente» de las contradicciones, entonces deben hablar no sólo de aprovechar las contradicciones interimperialistas y los compromisos con los imperialistas, sino, en primer lugar, de las contradicciones que están en los cimientos de la época actual, de las contradicciones entre el proletariado y la burguesía, de las contradicciones que tienen los pueblos y los países oprimidos con las dos superpotencias y todo el imperialismo mundial, de las contradicciones entre el socialismo y el capitalismo. Pero de estas contradicciones –que existen objetivamente y que no pueden ser ocultadas– los dirigentes chinos no dicen nada. Hablan sólo de una contradicción que, según ellos, es la existente entre el mundo entero y el socialimperialismo soviético, queriendo justificar con esto sus compromisos sin principio con el imperialismo norteamericano y todo el capitalismo mundial.
El análisis de clase marxista-leninista y los hechos demuestran que la existencia de las contradicciones y las discrepancias entre las potencias y las agrupaciones imperialistas no elimina en absoluto ni relega a segundo plano las contradicciones entre el trabajo y el capital en los países capitalistas e imperialistas o las contradicciones entre los pueblos oprimidos y sus opresores imperialistas. Precisamente las contradicciones entre el proletariado y la burguesía, entre los pueblos oprimidos y el imperialismo, entre el socialismo y el capitalismo son las más profundas, son constantes, irreductibles. De ahí que el aprovechamiento de las contradicciones interimperialistas o entre los Estados capitalistas y revisionistas sólo tenga sentido cuando sirve para crear las condiciones lo más favorables posible para el poderoso desarrollo del movimiento revolucionario y de liberación contra la burguesía, el imperialismo y la reacción. Por eso, estas contradicciones deben ser explotadas sin crear ilusiones en el proletariado y los pueblos acerca del imperialismo y la burguesía. Es indispensable esclarecer las enseñanzas de Lenin a los trabajadores y a los pueblos, hacerles conscientes de que sólo mediante una actitud intransigente hacia los opresores y los explotadores, que sólo la resuelta lucha contra el imperialismo y la burguesía, que sólo la revolución como tal, les asegurará la verdadera liberación social y nacional.
La explotación de las contradicciones entre los enemigos no puede constituir la tarea fundamental de la revolución ni puede ser contrapuesta a la lucha por derrocar a la burguesía, a sus dictaduras fascistas, o la opresión del imperialismo en sí.
La actitud de los marxista-leninistas en esta cuestión es clara. Ellos se dirigen a los pueblos, al proletariado, llaman a las masas a que se pongan en pie para destruir los planes hegemonistas, opresores, agresivos y belicistas de los imperialistas norteamericanos y de los socialimperialistas soviéticos, para derrocar a la burguesía reaccionaria y su dictadura, tanto en el Oeste como en el Este.
Nuestro Estado socialista, por su parte, ha aprovechado, y lo sigue haciendo, las contradicciones que existen en el campo adversario. Al explotarlas, nuestro Partido parte de la justa valoración del carácter de las contradicciones que existen entre el país socialista y los países imperialistas y burgués-revisionistas, de la justa valoración de las contradicciones interimperialistas.
El marxismo-leninismo nos enseña que las contradicciones entre el país socialista y los países capitalistas y revisionistas, en tanto que expresión de las contradicciones entre dos clases con intereses diametralmente opuestos, la clase obrera y la burguesía, son pues: permanentes, radicales, e irreconciliables. Estas contradicciones atraviesan como un hilo rojo toda la época histórica de la transición del capitalismo al socialismo a escala mundial. Mientras que las contradicciones entre las potencias imperialistas son expresión de las contradicciones en el seno de los explotadores, de las clases con intereses fundamentales comunes. Por eso, por agudas que sean las contradicciones y los conflictos entre las potencias imperialistas, el peligro real de los actos agresivos del imperialismo mundial o de sus diversos destacamentos contra el país socialista sigue siendo permanente y es siempre actual. La división entre los imperialistas, las riñas y los conflictos interimperialistas pueden, a lo sumo, debilitar y postergar temporalmente el peligro de las acciones del imperialismo contra el país socialista, por eso va en interés de éste el aprovechar estas contradicciones que hay en las filas de los enemigos, aunque no conjuren este peligro. Esto ha sido acentuado con energía por Lenin al decir que:
«Es inconcebible pensar que la República Soviética pueda existir durante mucho tiempo al lado de los estados imperialistas. En último término tendrá que triunfar una de las dos partes. Y mientras ese desenlace no se produzca serán inevitables una serie de choques terribles entre la República Soviética y los Estados burgueses». (8.) (Lenin, Informe al CC en el VIIIº Congreso del Partido Comunista (b) de toda Rusia, 1919)
Estas enseñanzas de Lenin conservan toda su actualidad. Han sido confirmadas perfectamente por una serie de acontecimientos históricos, como la agresión fascista contra la Unión Soviética en los años de la Segunda Guerra Mundial, la agresión del imperialismo norteamericano en Corea y posteriormente en Vietnam, la actividad hostil y los diversos complots imperialistas y socialimperialistas contra Albania, etc. Por eso, nuestro Partido ha puntualizado y puntualiza que toda subestimación de las contradicciones del Estado socialista con las potencias imperialistas y los países capitalista-revisionistas, que toda subestimación del peligro de los actos agresivos de estos últimos contra la Albania socialista, que todo relajamiento de la vigilancia como consecuencia de la idea de que las contradicciones entre las propias potencias imperialistas son muy agudas, y que, por esta razón, no pueden emprender tales actos contra nuestra Patria; entrañaría finalmente consecuencias extremadamente peligrosas para nuestras supervivencia.
El Partido del Trabajo de Albania parte asimismo del hecho de que sólo las fuerzas revolucionarias, libertadoras, amantes de la libertad y del progreso, pueden ser aliados verdaderos y seguros de nuestro país en tanto que país socialista. Nuestro país tiene relaciones estatales con diversos países del mundo burgués-revisionista, aprovecha las contradicciones entre los países imperialistas, y los países capitalista-revisionistas y, al mismo tiempo, respalda poderosamente la lucha revolucionaria y de liberación de la clase obrera, de las masas trabajadoras y de los pueblos de cualquier país en que se desarrolla una lucha de este tipo, considerando este respaldo como su alta tarea internacionalista. El Partido del Trabajo de Albania se ha atenido y se atiene consecuentemente a este punto de vista, y como muestra de dicho apoyo, también en su VIIº Congreso volvió a señalar que apoyará al proletariado y a los pueblos, a los partidos marxista-leninistas, a los revolucionarios y a los hombres progresistas, que luchan contra las superpotencias, contra la burguesía capitalista y revisionista que forma toda la reacción mundial que frena la liberación social y nacional.
En otro tiempo el Partido Comunista de China en relación con las contradicciones ha citado también conocidos principios y tesis marxista-leninistas. Así por ejemplo, los chinos, en el conocido documento titulado: «Proposición acerca de la línea general del movimiento comunista internacional» publicado por el Comité Central del Partido Comunista de China en 1963, escribían: «Los compromisos necesarios entre los países socialistas y los países imperialistas no exigen que los pueblos y las naciones oprimidas contraigan, a su vez, compromisos con el imperialismo y sus instrumentos». Y agregaban: «Nadie debe exigir, en ninguna circunstancia, so pretexto de la coexistencia pacífica, que los pueblos y naciones oprimidos renuncien a su lucha revolucionaria». La dirección china hablaba así en aquel entonces, porque en esa época era la dirección jruschovista la que exigía a los pueblos y a los partidos comunistas que admitiesen que el imperialismo norteamericano y sus cabecillas se habían vuelto pacíficos y eran ellos quien animaban al resto a que se sometiesen a la política soviética de acercamiento al imperialismo norteamericano. Ahora es la dirección del Partido Comunista de China la que predica a los pueblos, a los revolucionarios, a los partidos marxista-leninistas y a todo el proletariado mundial que se alíen con los países imperialistas y capitalistas, que se unan con la clase burguesa y con todo el resto de las clases reaccionarias de esos países contra el socialimperialismo soviético. Y los chinos no expresan estas ideas con frases disimuladas, sino abiertamente. Estos bandazos y virajes de 180 grados no tienen nada en común con la política de principios marxista-leninista, son rasgos de la política pragmática que siguen todos los revisionistas, los cuales subordinan los principios a sus intereses burgueses e imperialistas.
Los dirigentes chinos y todos los partidarios de la teoría de los «tres mundos» para justificar sus compromisos sin principio con el imperialismo norteamericano y la burguesía internacional, especulan tergiversando la verdad histórica hablando del pacto de no-agresión soviético-alemán de 1939, así como con la alianza anglo-soviético-norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial.
El pacto soviético-alemán de no-agresión era una manera hábil de aprovechar las contradicciones interimperialistas por parte de Stalin. En esa época la agresión hitleriana contra la Unión Soviética era inminente. Era el periodo en que la Alemania nazi había invadido Austria y Checoslovaquia, y la Italia fascista Albania, en que se había realizado los acuerdos de Múnich y la máquina de guerra alemana avanzaba velozmente hacia el Este. La Unión Soviética concluyó con Alemania no una alianza sino un pacto de no-agresión, después de que las potencias occidentales se negaran a responder al llamamiento de Stalin a actuar conjuntamente con el estado soviético para frenar a los agresores nazifascistas, y cuando se vio claramente que estas potencias imperialistas azuzaban a Hitler contra el país de los soviets. El pacto soviético-alemán frustró estos planes y dio tiempo a que la Unión Soviética se preparase aún más en adelante para enfrentar la agresión nazi.
En lo referente a la alianza anglo-soviético-norteamericana, es sabido que fue concluida cuando la Alemania hitleriana, después que había ocupado Francia y estaba en guerra con Inglaterra, desencadenó su feroz agresión contra la Unión Soviética, cuando la lucha contra las potencias del Eje adquirió un claro y acentuado carácter antifascista y libertador. Hay que recalcar que en aquel tiempo, Stalin y la Unión Soviética nunca y en ningún caso preconizaron y llamaron al proletariado y a los partidos comunistas a que desistieran de la revolución y se unieran con la burguesía reaccionaria. Incluso cuando Browder renunció a la lucha de clases y predicaba la conciliación de clases, porque supuestamente así lo exigían los intereses de la alianza anglo-soviético-norteamericana, fue estigmatizado por Stalin y el movimiento comunista como revisionista y renegado de la revolución. (9) (Véase: Enver Hoxha. Eurocomunismo es anticomunismo, 1978)
Como se ve, nada justifica los compromisos y las alianzas sin principio de los chinos con el imperialismo norteamericano y con las diversas fuerzas reaccionarias. La analogía histórica que quieren hacer los revisionistas chinos es infundada.
Enver Hoxha
El Imperialismo y la Revolución, 1978
El Imperialismo y la Revolución, 1978
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