Los objetivos neocolonialistas de los socialimperialistas soviéticos para América Latina
“Zëri i Popullit”, órgano del CC del PTA
(1974)
“Zëri i Popullit”, órgano del CC del PTA
(1974)
En la etapa actual del desarrollo del imperialismo, la competencia con los EE.UU para hacerse con las cuantiosas riquezas de América Latina ha comprometido a los círculos monopolistas de Alemania Occidental, Japón y otros. Emergiendo en la arena internacional como una potencia expansionista, neocolonialista y socialimperialista, la Unión Soviética también está haciendo todo lo posible para asegurarse una parte de las ganancias extraídas del duro trabajo y el sudor del pueblo latinoamericano. Sus objetivos y las formas de las expansión económica y política en América Latina no difieren de aquellas empleadas por las otras potencias imperialistas.
En algunos países latinoamericanos el poder está en manos de juntas militares que actúan bajo el mandato del imperialismo norteamericano. Pero esto no impidió a Brezhnev, en su discurso de Alma Ata, describir la colaboración con estos regímenes como una de las tareas más relevantes de la actividad política internacional de la Unión Soviética. Esforzándose por blanquear los regímenes dictatoriales de los países del continente latinoamericano, los revisionistas de Moscú condenan, minan y sabotean el movimiento antiimperialista y revolucionario de los pueblos de esa región, llamando a los luchadores por la libertad “aventureros irresponsables”, gente que “artificialmente precipita el proceso revolucionario”, etc.
Los caciques del Kremlin conceden apoyo político a los regímenes dictatoriales latinoamericanos ayudándoles a retener el poder, con miras a asegurar sus privilegios neocolonialistas. “Cada rublo invertido debe traer muchos más rublos” — este es el lema base de las relaciones económicas de Moscú con los países en vías de desarrollo. Como los otros imperialistas, los revisionistas soviéticos consiguen grandes ganancias de su capital invertido, ganando del interés sobre préstamos, del cambio desigual y de otras maneras, saqueando grandes cantidades de café, cacao, azúcar, arroz, aceite vegetal, lana, cueros, algodón, metales no-ferrosos y otros productos elaborados con el trabajo y sudor de los trabajadores de América Latina.
Los revisionistas soviéticos son persistentes en esta expansión económica, a pesar de los zigzags y de los obstáculos. En comparación con 1960, el intercambio de mercancías entre la Unión Soviética y los países latinoamericanos casi se ha triplicado. Por ejemplo los revisionistas han concedido al régimen dictatorial de Brasil aproximadamente 400 millones de dólares en créditos. Tan solo para la construcción de la central hidroeléctrica “Capivara” en el río de Parapaneva, Moscú ha invertido 32 millones de dólares.
Los neocolonialistas revisionistas soviéticos proponen a los imperialistas norteamericanos la creación de empresas conjuntas a fin de surgir de manera conjunta en los mercados de América Latina, y a fin de explotar conjuntamente al pueblo trabajador y a las riquezas de ese continente. Según la revista norteamericana “Newsweek”, lo revisionistas soviéticos han sostenido conversaciones sobre esto con el monopolio norteamericano United Fruit Company, con la corporación de metal Windsor, y con otras compañías monopolistas norteamericanas que chupan la sangre de los trabajadores latinoamericanos y, de hecho, mueven los hilos de la gestión económica en la mayoría de los países de América Latina.
Un campo hacia el cual se han ampliado los revisionistas soviéticos siguiendo su objetivo neocolonialista, es el de los recursos naturales de las aguas costeras del continente latinoamericano. El pescado y las otras riquezas de los mares y océanos costeros a América Latina se han convertido en un objeto de explotación y saqueo no sólo por las potencias marítimas, como los EE.UU, Japón y Gran Bretaña, sino también por la Unión Soviética. Ella envía numerosos buques y fábricas flotantes para capturar y procesar el pescado de aquellas regiones, haciendo caso omiso de las numerosas y continuas protestas de los pueblos de América Latina, para algunos de los cuales la pesca y la explotación de otras riquezas marítimas representa una cuestión vital. En marzo del año pasado, el presidente de México condenó esta política de las potencias neocolonialistas, incluyendo a la Unión Soviética, indicando que “la Unión Soviética es muy similar a los Estados Unidos y al Japón cuando se trata de hacer ganancias”.
En estas condiciones, muchos estados latinoamericanos han tomado medidas defensivas, no sólo económicas, sino también medidas de seguridad, ya que, disfrazados como barcos de pesca, numerosos barcos espías militares, principalmente norteamericanos y soviéticos, se ciernen sobre las costas de estos países. Estas medidas han encontrado una fuerte oposición por parte de las dos superpotencias imperialistas, que están ejerciendo una fuerte presión sobre estos países para hacerlos capitular. En lugar de defender la riqueza marítima y la soberanía estatal, los revisionistas de Moscú exigen la apertura de los puertos de los países latinoamericanos a los barcos soviéticos, la creación de empresas conjuntas de pesca, etc. Así, apuntan a penetrar, tanto como sea posible, no sólo en los puertos, sino también en esta importante rama económica de muchos países de América Latina.
Los pueblos de los países latinoamericanos tienen una larga experiencia de lucha contra las potencias imperialistas y expansionistas extranjeras. Están en condiciones de distinguir entre amigos y enemigos. Los objetivos neocolonialistas de los socialimperialistas soviéticos y su confianza en los renegados y traidores, en los regímenes dictatoriales de América Latina, muestran a los pueblos de ese continente que en su lucha de liberación deben dirigir sus ataques no sólo contra los imperialistas norteamericanos y sus lacayos, sino también contra los socialimperialistas soviéticos. Sólo de esta manera podrán las amplias masas trabajadoras y todas las fuerzas progresistas de América Latina completar su lucha por la verdadera independencia nacional y el progreso social.
En algunos países latinoamericanos el poder está en manos de juntas militares que actúan bajo el mandato del imperialismo norteamericano. Pero esto no impidió a Brezhnev, en su discurso de Alma Ata, describir la colaboración con estos regímenes como una de las tareas más relevantes de la actividad política internacional de la Unión Soviética. Esforzándose por blanquear los regímenes dictatoriales de los países del continente latinoamericano, los revisionistas de Moscú condenan, minan y sabotean el movimiento antiimperialista y revolucionario de los pueblos de esa región, llamando a los luchadores por la libertad “aventureros irresponsables”, gente que “artificialmente precipita el proceso revolucionario”, etc.
Los caciques del Kremlin conceden apoyo político a los regímenes dictatoriales latinoamericanos ayudándoles a retener el poder, con miras a asegurar sus privilegios neocolonialistas. “Cada rublo invertido debe traer muchos más rublos” — este es el lema base de las relaciones económicas de Moscú con los países en vías de desarrollo. Como los otros imperialistas, los revisionistas soviéticos consiguen grandes ganancias de su capital invertido, ganando del interés sobre préstamos, del cambio desigual y de otras maneras, saqueando grandes cantidades de café, cacao, azúcar, arroz, aceite vegetal, lana, cueros, algodón, metales no-ferrosos y otros productos elaborados con el trabajo y sudor de los trabajadores de América Latina.
Los revisionistas soviéticos son persistentes en esta expansión económica, a pesar de los zigzags y de los obstáculos. En comparación con 1960, el intercambio de mercancías entre la Unión Soviética y los países latinoamericanos casi se ha triplicado. Por ejemplo los revisionistas han concedido al régimen dictatorial de Brasil aproximadamente 400 millones de dólares en créditos. Tan solo para la construcción de la central hidroeléctrica “Capivara” en el río de Parapaneva, Moscú ha invertido 32 millones de dólares.
Los neocolonialistas revisionistas soviéticos proponen a los imperialistas norteamericanos la creación de empresas conjuntas a fin de surgir de manera conjunta en los mercados de América Latina, y a fin de explotar conjuntamente al pueblo trabajador y a las riquezas de ese continente. Según la revista norteamericana “Newsweek”, lo revisionistas soviéticos han sostenido conversaciones sobre esto con el monopolio norteamericano United Fruit Company, con la corporación de metal Windsor, y con otras compañías monopolistas norteamericanas que chupan la sangre de los trabajadores latinoamericanos y, de hecho, mueven los hilos de la gestión económica en la mayoría de los países de América Latina.
Un campo hacia el cual se han ampliado los revisionistas soviéticos siguiendo su objetivo neocolonialista, es el de los recursos naturales de las aguas costeras del continente latinoamericano. El pescado y las otras riquezas de los mares y océanos costeros a América Latina se han convertido en un objeto de explotación y saqueo no sólo por las potencias marítimas, como los EE.UU, Japón y Gran Bretaña, sino también por la Unión Soviética. Ella envía numerosos buques y fábricas flotantes para capturar y procesar el pescado de aquellas regiones, haciendo caso omiso de las numerosas y continuas protestas de los pueblos de América Latina, para algunos de los cuales la pesca y la explotación de otras riquezas marítimas representa una cuestión vital. En marzo del año pasado, el presidente de México condenó esta política de las potencias neocolonialistas, incluyendo a la Unión Soviética, indicando que “la Unión Soviética es muy similar a los Estados Unidos y al Japón cuando se trata de hacer ganancias”.
En estas condiciones, muchos estados latinoamericanos han tomado medidas defensivas, no sólo económicas, sino también medidas de seguridad, ya que, disfrazados como barcos de pesca, numerosos barcos espías militares, principalmente norteamericanos y soviéticos, se ciernen sobre las costas de estos países. Estas medidas han encontrado una fuerte oposición por parte de las dos superpotencias imperialistas, que están ejerciendo una fuerte presión sobre estos países para hacerlos capitular. En lugar de defender la riqueza marítima y la soberanía estatal, los revisionistas de Moscú exigen la apertura de los puertos de los países latinoamericanos a los barcos soviéticos, la creación de empresas conjuntas de pesca, etc. Así, apuntan a penetrar, tanto como sea posible, no sólo en los puertos, sino también en esta importante rama económica de muchos países de América Latina.
Los pueblos de los países latinoamericanos tienen una larga experiencia de lucha contra las potencias imperialistas y expansionistas extranjeras. Están en condiciones de distinguir entre amigos y enemigos. Los objetivos neocolonialistas de los socialimperialistas soviéticos y su confianza en los renegados y traidores, en los regímenes dictatoriales de América Latina, muestran a los pueblos de ese continente que en su lucha de liberación deben dirigir sus ataques no sólo contra los imperialistas norteamericanos y sus lacayos, sino también contra los socialimperialistas soviéticos. Sólo de esta manera podrán las amplias masas trabajadoras y todas las fuerzas progresistas de América Latina completar su lucha por la verdadera independencia nacional y el progreso social.
Publicado en Tiempos Rojos