Apunte sobre el movimiento republicano
En los últimos años se ha producido un cierto auge del movimiento republicano. Se han creado diversas plataformas y coordinadoras; se han realizado manifestaciones, algunas de ellas relativamente numerosas... Esto, sin duda, es una buena noticia. La lucha por la república es un pilar básico de la lucha antifascista y revolucionaria general
.
Ahora bien, consideramos que el movimiento republicano, tal como se nos presenta en el momento actual, resulta muy limitado en cuanto a su contenido y sus objetivos políticos. Esto viene determinado por el carácter de algunas de las organizaciones que están integradas en él, cuyo reformismo, inconsecuencia política y, en algunos casos, su complicidad con el poder están más que avalados por una muy larga trayectoria de mercenarismo político y claudicación.
En este movimiento nos encontramos a los renegados de Izquierda Unida y a sus satélites. Éstos, en su momento, allá por la Transición (y antes), ya vendieron por un plato de lentejas al movimiento obrero, a la lucha por la república y a todo lo que pudieron vender; se cubrieron con la bandera monárquica y, desde entonces, se han encontrado muy a gusto a la sombra del fascismo postfranquista, colaborando con él en todo lo que ha hecho falta.
Por lo tanto, el movimiento republicano, si quiere ser consecuente, si realmente quiere contribuir al advenimiento de la III República, debe, en primer lugar, deshacerse del lastre que supone toda esta morralla reformista y vendida. ¿O es que van a ayudar a traer la III República quienes se prostituyeron a esta pretendida democracia coronada que sufrimos y contribuyeron (y continúan haciéndolo) a su estabilización?
Con estas compañías no se puede llegar a buen destino; la puñalada trapera y por la espalda, en la que son unos auténticos expertos, se puede producir en cualquier momento. Además, ¿qué buscan con su participación en los movimientos populares? No otra cosa que valerse de esa participación para sus chalaneos políticos. Es lo que han hecho siempre. A esta supuesta izquierda no le interesa otra cosa que la poltrona y seguir viviendo a cuerpo de rey como concejales, diputados y demás formas de parasitismo.
A esta gentuza hay que mandarla con los suyos; y los suyos no son otros que los GALosos, los falangistas del PP y demás partidos institucionales, sus cómplices en esta gran mentira que llevan vendiéndonos 30 años.
Pero, aparte de lo que podríamos llamar la composición orgánica del movimiento republicano, hay que abordar otra cuestión: la de los objetivos que debe tener y qué tipo de república queremos.
Ya hemos dicho que nosotros consideramos la lucha por la república como parte de la lucha antifascista y revolucionaria general. De modo que se entiende que no buscamos una república burguesa que nos explote, nos persiga, nos torture y nos encarcele como el régimen vigente. Lo que reivindicamos y lo que los obreros y el pueblo trabajador necesitan es una república popular, como condición previa para acceder al socialismo; una república que lleve a cabo la demolición completa de todo el aparato estatal actual y permita a los pueblos de España decidir su propio futuro en lo político, en lo social, en lo económico y en lo territorial. Esto, evidentemente, sólo puede hacerse por vía revolucionaria. Revolución y república están inseparablemente unidas. El movimiento republicano debe tener, por tanto, un contenido revolucionario; sin este contenido, no pasará de ser un movimiento más o menos burgués y, en determinado momento, podría ser manipulado por el poder.
No hay que olvidar que una república, entendida simplemente como un cambio formal en la jefatura del Estado, puede dárnosla el régimen vigente si ello le sirve para ganar la legitimidad que no tiene o para superar algún momento político delicado. La oligarquía financiera española, con tal de mantener en pie su chiringuito, es capaz de sacrificar sin ningún problema a la corona y a lo que haga falta.
El movimiento republicano no puede prestarse a este juego, no puede dejarse manipular. Ha de estar radicalmente enfrente de los socialfascistas, de los peperos, de las izquierdas unidas y demás partiduchos que han contribuido y siguen contribuyendo al sostenimiento de la monarquía fascista. Debe combatir, no por una república cualquiera, sino por una república popular, la cual, insistimos, sólo puede erigirse sobre los escombros del régimen actual.
En nuestra opinión, el movimiento republicano ha de guiarse por un programa democrático-revolucionario que recoja todas las reivindicaciones populares y que le dote de un contenido y unos objetivos políticos claros, desmarcándolo de manera clara de los reformistas y los colaboracionistas. Consideramos que en este programa habrían de constar los siguientes puntos:
Ä Formación de un Gobierno Provisional Democrático Revolucionario
Ä Creación de Consejos obreros y populares como base del nuevo poder.
Ä Disolución de todos los cuerpos represivos de la reacción y armamento general del pueblo.
Ä Liberación de los presos políticos antifascistas y procesamiento de los torturadores y asesinos contrarrevolucionarios. Amplio indulto para los presos por causas sociales.
Ä Expropiación, y paso a manos del Estado, de la Banca, las grandes propiedades agropecuarias, los monopolios industriales y comerciales y los principales medios de comunicación.
Ä Reconocimiento del derecho a la autodeterminación de los pueblos vasco, catalán y gallego. Independencia para la colonia africana de Canarias. Devolución de Ceuta y Melilla a Marruecos.
Ä Supresión de todos los privilegios económicos y políticos de la Iglesia; separación radical de la Iglesia y la enseñanza. Libertad de conciencia.
Ä Libertad de expresión, organización y manifestación para el pueblo. El derecho de huelga será una conquista irrenunciable de los trabajadores.
Ä Incorporación de la mujer, en pie de absoluta igualdad con el hombre, a la vida económica, política y social.
Ä Reconocimiento de todos los derechos laborales, políticos, sociales, etc., de los obreros inmigrantes. Erradicación de toda forma de opresión y de discriminación racial, sexual y cultural.
Ä Reducción de la jornada laboral. Trabajo para todos. Mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo.
Ä Viviendas dignas y económicas; seguridad social, sanidad y enseñanza a cargo del Estado.
Ä Derecho de la juventud a recibir una formación integral y gratuita, a un trabajo sano y bien retribuido, a contar con locales y otros medios para el libre desarrollo de sus actividades.
Ä Salida inmediata de la OTAN y de la UE, así como de las demás organizaciones creadas para la agresión y el pillaje imperialista.
Ä Desmantelamiento de las bases militares extranjeras de nuestro territorio y reintegración de Gibraltar.
Ä Aplicación de los principios de coexistencia pacífica en las relaciones con todos los países. Apoyo a la lucha de liberación de los pueblos oprimidos.
En los últimos años se ha producido un cierto auge del movimiento republicano. Se han creado diversas plataformas y coordinadoras; se han realizado manifestaciones, algunas de ellas relativamente numerosas... Esto, sin duda, es una buena noticia. La lucha por la república es un pilar básico de la lucha antifascista y revolucionaria general
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Ahora bien, consideramos que el movimiento republicano, tal como se nos presenta en el momento actual, resulta muy limitado en cuanto a su contenido y sus objetivos políticos. Esto viene determinado por el carácter de algunas de las organizaciones que están integradas en él, cuyo reformismo, inconsecuencia política y, en algunos casos, su complicidad con el poder están más que avalados por una muy larga trayectoria de mercenarismo político y claudicación.
En este movimiento nos encontramos a los renegados de Izquierda Unida y a sus satélites. Éstos, en su momento, allá por la Transición (y antes), ya vendieron por un plato de lentejas al movimiento obrero, a la lucha por la república y a todo lo que pudieron vender; se cubrieron con la bandera monárquica y, desde entonces, se han encontrado muy a gusto a la sombra del fascismo postfranquista, colaborando con él en todo lo que ha hecho falta.
Por lo tanto, el movimiento republicano, si quiere ser consecuente, si realmente quiere contribuir al advenimiento de la III República, debe, en primer lugar, deshacerse del lastre que supone toda esta morralla reformista y vendida. ¿O es que van a ayudar a traer la III República quienes se prostituyeron a esta pretendida democracia coronada que sufrimos y contribuyeron (y continúan haciéndolo) a su estabilización?
Con estas compañías no se puede llegar a buen destino; la puñalada trapera y por la espalda, en la que son unos auténticos expertos, se puede producir en cualquier momento. Además, ¿qué buscan con su participación en los movimientos populares? No otra cosa que valerse de esa participación para sus chalaneos políticos. Es lo que han hecho siempre. A esta supuesta izquierda no le interesa otra cosa que la poltrona y seguir viviendo a cuerpo de rey como concejales, diputados y demás formas de parasitismo.
A esta gentuza hay que mandarla con los suyos; y los suyos no son otros que los GALosos, los falangistas del PP y demás partidos institucionales, sus cómplices en esta gran mentira que llevan vendiéndonos 30 años.
Pero, aparte de lo que podríamos llamar la composición orgánica del movimiento republicano, hay que abordar otra cuestión: la de los objetivos que debe tener y qué tipo de república queremos.
Ya hemos dicho que nosotros consideramos la lucha por la república como parte de la lucha antifascista y revolucionaria general. De modo que se entiende que no buscamos una república burguesa que nos explote, nos persiga, nos torture y nos encarcele como el régimen vigente. Lo que reivindicamos y lo que los obreros y el pueblo trabajador necesitan es una república popular, como condición previa para acceder al socialismo; una república que lleve a cabo la demolición completa de todo el aparato estatal actual y permita a los pueblos de España decidir su propio futuro en lo político, en lo social, en lo económico y en lo territorial. Esto, evidentemente, sólo puede hacerse por vía revolucionaria. Revolución y república están inseparablemente unidas. El movimiento republicano debe tener, por tanto, un contenido revolucionario; sin este contenido, no pasará de ser un movimiento más o menos burgués y, en determinado momento, podría ser manipulado por el poder.
No hay que olvidar que una república, entendida simplemente como un cambio formal en la jefatura del Estado, puede dárnosla el régimen vigente si ello le sirve para ganar la legitimidad que no tiene o para superar algún momento político delicado. La oligarquía financiera española, con tal de mantener en pie su chiringuito, es capaz de sacrificar sin ningún problema a la corona y a lo que haga falta.
El movimiento republicano no puede prestarse a este juego, no puede dejarse manipular. Ha de estar radicalmente enfrente de los socialfascistas, de los peperos, de las izquierdas unidas y demás partiduchos que han contribuido y siguen contribuyendo al sostenimiento de la monarquía fascista. Debe combatir, no por una república cualquiera, sino por una república popular, la cual, insistimos, sólo puede erigirse sobre los escombros del régimen actual.
En nuestra opinión, el movimiento republicano ha de guiarse por un programa democrático-revolucionario que recoja todas las reivindicaciones populares y que le dote de un contenido y unos objetivos políticos claros, desmarcándolo de manera clara de los reformistas y los colaboracionistas. Consideramos que en este programa habrían de constar los siguientes puntos:
Ä Formación de un Gobierno Provisional Democrático Revolucionario
Ä Creación de Consejos obreros y populares como base del nuevo poder.
Ä Disolución de todos los cuerpos represivos de la reacción y armamento general del pueblo.
Ä Liberación de los presos políticos antifascistas y procesamiento de los torturadores y asesinos contrarrevolucionarios. Amplio indulto para los presos por causas sociales.
Ä Expropiación, y paso a manos del Estado, de la Banca, las grandes propiedades agropecuarias, los monopolios industriales y comerciales y los principales medios de comunicación.
Ä Reconocimiento del derecho a la autodeterminación de los pueblos vasco, catalán y gallego. Independencia para la colonia africana de Canarias. Devolución de Ceuta y Melilla a Marruecos.
Ä Supresión de todos los privilegios económicos y políticos de la Iglesia; separación radical de la Iglesia y la enseñanza. Libertad de conciencia.
Ä Libertad de expresión, organización y manifestación para el pueblo. El derecho de huelga será una conquista irrenunciable de los trabajadores.
Ä Incorporación de la mujer, en pie de absoluta igualdad con el hombre, a la vida económica, política y social.
Ä Reconocimiento de todos los derechos laborales, políticos, sociales, etc., de los obreros inmigrantes. Erradicación de toda forma de opresión y de discriminación racial, sexual y cultural.
Ä Reducción de la jornada laboral. Trabajo para todos. Mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo.
Ä Viviendas dignas y económicas; seguridad social, sanidad y enseñanza a cargo del Estado.
Ä Derecho de la juventud a recibir una formación integral y gratuita, a un trabajo sano y bien retribuido, a contar con locales y otros medios para el libre desarrollo de sus actividades.
Ä Salida inmediata de la OTAN y de la UE, así como de las demás organizaciones creadas para la agresión y el pillaje imperialista.
Ä Desmantelamiento de las bases militares extranjeras de nuestro territorio y reintegración de Gibraltar.
Ä Aplicación de los principios de coexistencia pacífica en las relaciones con todos los países. Apoyo a la lucha de liberación de los pueblos oprimidos.