Remedios Montero (Celia) y Florián Gracía (Grande), entrevistados en 2003 por La Gavilla Verde
extractos de la entrevista publicados en la web del PCEml tras el fallecimiento de Celia
¿Remedios, cómo era la vida de una mujer en los campamentos guerrilleros?
Remedios: En los campamentos guerrilleros era muy difícil, lo mismo en los campamentos que en todas las marchas de guerrillas, claro, no podías hacer nada. No podías cambiarte, lavarte, no podías, nada más que de uvas a peras, cuando había un río cerca ir y lavar la ropa y lavarte. Pero dentro de lo difícil que era, nosotras nos manteníamos muy bien y estábamos contentas pues era menos difícil que estar en la guerrilla del pueblo. En el pueblo estabas siempre pendiente de la guardia civil y no podías defenderte con nada. En cambio aquí, estabas con ellos y tenías un arma, y siempre tenías una ayuda para poder sobrevivir. Por otra parte, la vida en el campamento era estudio. Te levantabas y después de desayunar lo que teníamos, lo que podíamos, te ponías a estudiar. La mayoría de nosotros sabíamos muy poco, cuanto leer o escribir, entonces había gente muy capacitada que nos daban clases. Lo empleábamos en capacitarnos, en adquirir cultura y políticamente. Había reuniones, participábamos en todas las reuniones, si había que tomar decisiones, las tomábamos todos en conjunto. En fin no había ninguna, ninguna discriminación. Es una cosa que lo mismo éramos nosotras que eran ellos, nada de decir las chicas, éramos camaradas todos y así se hacía en el campamento. No podíamos hacer muchas actividades porqué claro en un campamento teníamos que estar quietas y no hacer muchos ruidos y tener siempre mucho cuidado. Siempre había guardia alrededor. Lo que no hacíamos era ir a suministrar. Era llevar mucho peso e ir muy lejos y cosas de esas. Decir que lo recuerdo con mucho cariño a pesar del sufrimiento, recuerdo con mucho cariño esa época porqué es donde aprendí a saber que una mujer era igual que un hombre, que nos trataban igual y que podíamos desempeñar el mismo papel. Es donde me conciencié que éramos iguales.
¿Cuándo te incorporaste a las Guerrillas?
Reme: En guerrillas en 1949. Me incorporé porqué me descubrió la guardia civil después de haber estado durante dos o tres años haciendo de punto de apoyo. Se trataba de ir a la cárcel o subirme al monte, con lo que me subí al monte. Estuve dos años con ellos en el monte.
Háblanos de “La Madre”
Reme: En los primeros meses, después de mi incorporación, oí hablar mucho de la Madre y la Madre, y tenía unas ganas enormes de conocerla. Con el tiempo, vinimos por estos parajes, cerca de Cofrentes, y la primera oportunidad que tuvimos de bajar a su casa, fue cuando conocí a la Madre. Me causó una impresión inmejorable, porque era una mujer pequeñita, pero todo lo que tenía de pequeña, lo tenía de buena, de buena voluntad, de maravillosa, no sabía qué hacer con nosotros, incluso cuando yo salí de allí para Francia, estuve en su casa, me tintaron el pelo, para ir disfrazada y que no me conocieran, en fin, hemos tenido con ella unas relaciones muy buenas. No la volví a ver hasta que me metieron en la cárcel. Ella estaba en la cárcel porqué la habían descubierto ya que en su casa teníamos a una hermana de Esperanza, una chica joven que la sacaron del monte para que estuviera allí. Y la tuvieron un año o medio año. Cuando ya se descubrió todo, los metieron a la cárcel y en ella nos encontramos. En la Cárcel, era igual de animosa, igual de cariñosa, en fin, yo, igual que todos, la queríamos muchísimo.
¿Cómo se puede concebir que personas sin apenas conciencia política, cuando aparecen los guerrilleros cerca de donde viven y trabajan, sean solidarios con ellos?
Reme: Se comprende porqué es gente de izquierdas también, porqué a pesar de todos lo que dicen de nosotros, nos conoce, y al conocernos nosotros les decimos quienes somos, lo que queremos, por lo que estamos luchando y claro, ellos, no cabe dudad que están de acuerdo, bien porque es gente de izquierdas, no es gente franquista y se da cuenta de que necesitamos ayuda. Gente de esta buena, pues hemos tenido muchísima.
¿Qué ventajas tenía ser mujer para realizar el trabajo de enlace?
Reme: Tenía bastante ventaja, tú sabes que las mujeres hemos estado discriminadas, siempre. La mujer no ha hecho nada, la mujer para casa. El hombre era el que tenía que hacer el trabajo de todo, y claro, nosotras, en aquella época, lo mismo Esperanza que yo, éramos dos crías que teníamos de dieciséis a dieciocho años y nadie se iba a pensar que nosotras íbamos a meternos a esa faena. Y nos vino muy bien. Entonces, Esperanza venía desde, Atalaya, una aldea que estaba a una hora del pueblo, Morte. Unas veces, venía con una borrica que tenía, otras veces, nos íbamos con un caballito blanco que yo tenía, y nos íbamos a Cuenca porque en los pueblos no se podía comprar, eran pueblos pequeños, nos conocía todo el mundo, todo el mundo nos señalaba como que éramos rojos, rojos, rojos, así todo el mundo nos tenía vigilados al completo. No había mucho dinero, así que si tu ibas y comprabas más de la cuenta era muy visto y era muy peligroso. Entonces nos íbamos a Cuenca por la mañana, comprábamos en diferentes sitios y nos volvíamos. Había veces que hasta eso era muy difícil porqué en el camino había parejas de guardias civiles, y había veces que no te miraban, pero si miraban y nos veían que llevo esto o llevo lo otro, se iban a mosquear y que les íbamos a decir. Recuerdo que una de las veces nos encontramos a una pareja de la Guardia Civil y nos paró. ¿De donde venís? De Cuenca ¿Y qué lleváis? Y yo así en un plan de chunga le digo: Qué llevamos, pues bombas, qué se cree usted que llevo, bombas. Y aquel se echó a reír. Mírelas, mírelas, a ver si le estalla alguna, pero todo en guasa y como era una cría, a aquel le dio por reír: Va, Va, iros, iros.
Cuando volvíamos de Cuenca, cerca de mi casa, a las afueras, tenía un pajar y allí descargábamos la comida y lo que les llevábamos. Que no había peligro, nosotras les dejábamos en la estafeta el aviso y bajaban ellos al pajar a recogerlo. Si por casualidad había guardia civil o algún peligro, éramos nosotras, cuando ya había pasado, que a la madrugada nos acercábamos a lo más próximo de los pinos y les llevábamos la comida. Era muy difícil la vida del punto de apoyo y con la contrapartida, más aún. Iban disfrazados, te tocaban en las ventanas, se hacían pasar por guerrilleros y no sabías que hacer. Nosotros como estábamos avisados no les hacíamos ni caso, pero llegó un momento que nos descubrieron. Al día siguiente de venirnos al monte, la guardia civil se presentó en nuestra casa para detenernos.
Cuando te vas al monte, ¿tu padre ya se había incorporado a la guerrilla?
Reme: No. Nos incorporamos mi padre, mi hermano de 16 años y yo. Mi madre ya había muerto. A mi padre lo mataron a los cuatro o cinco meses, a mi hermano, al poco tiempo y solo quedé yo. Estuve con Esperanza, porque a sus dos hermanas las sacaron fuera. A una, a la casa de la Madre y a la otra a casa de otros camaradas. Pero a mí me mandaron a Villalonga, un pueblo cerca de Valencia, porque querían reorganizar el partido. Estuve cuatro o cinco meses allí, pero también me descubrió la guardia civil. Tuve la mala sombra de que coincidió que un guardia civil era natural del lugar de nacimiento del que yo llevaba en la documentación. Volví al monte a través de los puntos de apoyo que tenía. En Utiel me escondieron y dieron aviso de que vinieran a por mí. Estuvimos cinco meses, pero cuando se iba a deshacer la guerrilla nos enviaron a Francia a Esperanza y a mí, con el fin de que hiciéramos de enlaces para llevarnos a gente del monte. Tuve tan mala sombra que en el primer viaje que hice, al salir, venían camaradas conmigo para pasarme y al salir de Francia, en la frontera hubo un revuelo de gendarmes muy grande y cogieron a uno. El partido mandó a Esperanza, como era la única que me conocía, para que me dijera que cambiáramos de frontera, pero el que venía con ella era un traidor, y al pasar a España la entregó a ella y delató nuestro camino. En Salamanca había recogido a tres camaradas e iniciamos el camino de vuelta, pero al llegar a Burgos estaba todo rodeado y la Guardia Civil nos detuvo y a la cárcel.
¿Cómo recibiste la noticia de la muerte de tu padre y de tu hermano?
Reme: Muy mal. La recibí muy mal, porque mira, si hubiera sido en una batalla, que dices bueno tienes un tiroteo y en una batalla mueres y eso, pues me hubiera conformado más. Pero, al ser de una manera tan tonta, que fue porque no tuvieron cuidado, que fue porque el que al frente de él, que era el Manco de la Pesquera, en vez de hacer frente los abandonó y se fue y cada uno tuvo que ir por su sitio, pues me dolió más, porque dije, claro, podían haberse salvado. Y con mi hermano pasó igual. Fue por no hacer caso de los que les dijeron y fue por un imprudencia. Cuando tu sabes que caes luchando, te das más ánimos, pero cuando caes por una imprudencia, es normal que te rebeles y digas, pero bueno y esto por qué. Tengo que deciros también que mataron al primer hermano que se fue a guerrillas en Cuenca. Fue allí a hacer un servicio y tenían que ir a la plaza Mayor, cuando llegaron, había habido un chivatazo, los habían rodeado y allí los mataron.
¿Reme como se desenvuelve tu vida desde tu detención en Burgos hasta tu encuentro con Florián en Checoslovaquia? ¿Cómo se produce tu detención?
Reme: Cuando se iban a disolver las guerrillas, estaba en Villalonga y me descubrieron y tuve que volver a las guerrillas. Allí encontré a Esperanza y estuve unos meses allí y como se trataba de sacar a las guerrillas, me enviaron a Francia para hacer contacto de ir y venir y traer camaradas. Entonces tuve muy mala sombra porque la primera vez que yo vine, me acompañaban unos cuantos camaradas para pasar la frontera, ya que no podía venir sola, y cuando llegamos, la gendarmería cogió a uno de los nuestros y se armó un revuelo brutal por allí, de buscar gente y un revuelo de vigilancia. El partido se enteró de eso y enviaron a una persona para que nos dijeran que cambiáramos de frontera, que no fuéramos por esa y enviaron a Esperanza porque me conocía con otro, con tan mala sombra que cuando llegó a España Esperanza, aquel tipo, la delató a ella y dijo por dónde teníamos que pasar nosotros. Yo ya había recogido a tres camaradas en Salamanca e íbamos camino de Burgos, lugar donde nos íbamos a desplazar a la frontera, y cuando llegamos teníamos toda la estación rodeada y cuando llegamos nos detuvieron a los tres camaradas y a mí y nos llevaron a la cárcel. Nos tuvieron en Burgos, una semana o dos, y después nos llevaron a Madrid a los calabozos de la Dirección General. Allí estuvimos por lo menos quince o veinte días, en aquellos calabozos, que no es ni para describirlos. Allí te apalean, te desprecian, te hacen chinas, es algo que nadie sabe las barbaridades que se les ocurren. Una de las cosas que te dicen es “túmbate en el suelo”, y yo decía “cómo me voy a tumbar en el suelo, túmbate tú si quieres” Y como no te tumbabas, te pegaban con las vergas hasta que caías y entonces te pisoteaban, te pegaban, en fin, calamidades no se pueden ni describir las que hacía esta gente porque eso es algo inhumano. De allí nos trajeron a Valencia y aquí estuvimos cuatro años. En Valencia la cárcel era muy mala, pues no había talleres ni nada. Todo el día en el patio, formaciones por aquí, formaciones por allí, y bueno, pues, pocas cosas podías hacer, las funcionarias hacían la vida imposible, lo peor que podían. Te castigaban de vez en cuando a no comunicar, en fin, las cosas que más mal podían hacerte.
Explican la anécdota del niño Jesús.
Los domingos hacían misa y el reglamento te obligaba a estar en misa, pero no te obligaba a rezar. Nosotros íbamos a misa por disciplina, pero nunca rezábamos. En noche buena hacían una misa especial y había un pasillo largo, largo, muy largo y ancho, allí estaba el altar donde hacían la misa y en un sitio se ponía toda la jerarquía, el director, el subdirector, los funcionarios, la gente que traían para que vieran la misa aquella y la presenciaran y por medio nos pasaban a las reclusas y el cura se ponía con el niño Jesús así en la mano y cada reclusa lo iba besando y pasaba a otro patrio. Veníamos las tres y una me decía ¿qué vas a hacer? “Hacer lo que queráis, no hagáis lo que yo haga sino queréis” Cuando llego a pasar por el niño, yo pasaba formada con todo el respeto que nos exigían, pero no le besé, porque no tenía obligación y no quería besarle. Y una funcionaria muy, muy mala, se llamaba Purificación, me cogió así del cuello y me dijo “bésalo” y en ese momento me puse tan nerviosa, que en vez de besarlo, le mordí, le di un mordisco que casi le dejo el dedito en la boca. Se quedaron espantados, como estaba la jerarquía allí y todo el mundo me vio, pues estaban asustadísimos. Me cogieron y me metieron en una celda. Me tuvieron un mes en la celda a pan y agua, y sin salir ni ver a nadie y al mes, cuando se cansaron, me soltaron. Las compañeras se reían, me decían “bruta, ahora si que van a decir que los comunistas se comen a los niños crudos” Eso fue una anécdota que lo pasé mal, pero me alegré porque tuve la ocasión de demostrarles que no tenía que hacer lo que el reglamento no me mandaba. Otra de las veces que estuve castigada también por el mismo cura, es que no rezaba, y como no rezaba un día me llamó a su despacho y me preguntó “usted por qué no reza” “pues por qué no tengo porque rezar porque no soy católica” “¿Cómo que no eres católica, tu no estas bautizada?” “Estoy bautizada pero no profeso la religión católica, entonces no soy católica” “¿Tú por qué estás aquí?” “Quiere usted saber por qué, por cumplir los mandamientos de la ley de dios” Y aquel me hecha una mirada y me dice “¿Cómo que por cumplir los mandamientos?” “Sí. Ustedes dicen hay que dar de comer al hambriento, de beber al sediento y posada al peregrino ¿verdad que en los mandamientos dicen eso?” “Si” “Eso es lo que yo hice, dar de comer, de beber y albergar al que lo necesitaba que todos son hijos de dios ¿no?” “Ya sé, usted está aquí por bandolerismo” Llamó a una funcionaria, me metió en la celda otra vez y me chupé otro mes de celdas solo por decir eso. Por algo digo yo que no hay ni un cura bueno.
¿Cuánto tiempo estás en la cárcel?
Reme: En la cárcel, estuve ocho años y medio. Me pusieron veinte años y un día, pero como teníamos talleres de costura redimíamos por cada dos días, te quitaban medio. Luego hubo un indulto, no sé por qué, y también me cogió. Total salí con condicional eran dos años, lo que me correspondía. Había uno que respondía por ti y podías estar en la calle con el aval de esa persona hasta que cumplías dos años. Mi cuñado tenía una hermana en Valencia y mi cuñado fue el responsable. Me fui a Valencia y estuve presentándome todos los meses en la comisaría y cuando terminé la condicional, me hice un pasaporte con muchas dificultades y por mediación de amistades me hicieron uno y me marché a Francia. Allí hice contacto con el partido, como es natural y seguí trabajando con el partido. A los seis o siete meses el partido, me mandó a Praga. Necesitaban una persona de confianza, si yo quería ir a llevar unas cosas. Les dije que sí. Me dieron un número y me dijeron que cuando llegara allí llamara a la delegación, que había una delegación de camaradas y que salgan a por ti que vienes de París. Llamé al número y me contestaron que venían a por mí, “cómo vas vestida, para que te conozca. Yo soy un hombre pequeño con un sombrero” Y entonces conocí enseguida que era Florián porqué su voz es inconfundible. La alegría que me llevé fue menuda, porque creía que lo habían matado. Nos habían dicho en Valencia que había muerto en el paso de la frontera. Él no me conoció. Cuando llegó allí en la estación y nos vimos, podéis imaginaros el abrazo que nos dimos llorando los dos como dos críos al vernos y ya llegué allí. Hice el trabajo que el partido me mandaba, entregué lo que llevaba, pero se me pasó el pasaporte y no me lo daban. Entonces ya coincidimos todo el tiempo y ya decidimos casarnos. Se vivía bien, de todos los países, era uno de los que mejor se vivía. La cosa del idioma a mi me amargaba, sobre todo los primeros meses, porque empecé trabajando en un taller de costura y allí no había ningún español solo checos y checas y es el idioma más enrevesado que te puedes imaginar. Por señas, cuando me faltaba algo de costura, cualquier cosa y llegaba a casa amargada, gracias a que el carácter de Florián que cuando me veía así empezaba a reírse y a decirme bobadas y se me pasaba. Pasé a los dos años pasé a trabajar en la Federación Sindical Mundial y allí era otra cosa. Había gente española, era otro trabajo, hacíamos un periódico y revistas para todos los países.
Nuestra estancia allí fue muy maja, lo único es que teníamos muchas ganas de venir, tanto él como yo, estábamos locos por venirnos a España, nos acordábamos de España y decíamos “¿Y cuándo iremos?”. Había que comprar algo y decíamos “No, no, porque nos vamos a ir pronto” día si y día no, así nuestra vida, esperando, esperando para llegar a España, hasta que ya llegó el momento que por fin le dieron el pasaporte a Florián y a mi también y pudimos volver a España.
¿Qué sentisteis cuando murió Franco?
Reme: Una alegría muy grande y una pena. Una alegría porque se había muerto y una pena porque si se ha tenido que morir en la cama. Este tío cabrón se ha tenido que morir en su cama, si se merecía, haber muerto hecho chichinas. Pero bueno, lo celebramos con champan, teníamos la botella en la nevera esperando a que dieran la orden y dijimos por lo menos ahora algo cambiará. Y efectivamente algo cambió y cambió, pero no todo lo que hubiéramos querido, porque desde luego esta gente que ganó se hubiera comportado de otra manera no tendríamos a esta gente de nuevo en el poder.
¿Cómo consideras el trato que ha tenido el estado español con los guerrilleros?
Reme: Muy malo, porque no se ha acordado de nosotros para nada. Como si no hubiéramos existido, pero ellos saben que nosotros fuimos los primeros, fueron los camaradas, yo luego me incorporé, a defender la república y no éramos ningunos bandoleros, éramos gente republicana armada que luchábamos como se podía en el monte. Qué es lo que queremos ahora reivindicar. Y en cambio el estado democrático no se preocupó para nada de nosotros. Te tengo que decir que estoy amargada con ellos por eso. No solamente por lo poco que se han preocupado de nosotros, también por las cosas tan feas que han hecho. Hubo un decreto que todos los republicanos que habían estado en la cárcel les iban a dar una indemnización. Efectivamente, pero esa indemnización les alcanzaba solamente a los que habían cumplido los sesenta y cinco años y los que no habíamos cumplido los sesenta y cinco años, quedábamos bastantes, yo era una de ella. A mí que más me da que tuviera sesenta y cinco años cuando salió la ley o no los tuviera, si me pasé mi juventud en la cárcel. Cuando me pegaron no me dijeron “como no tienes los sesenta y cinco años, a ti no te vamos a tocar. Una cosa horrorosa que hicieron, que lo veo muy, muy, mal, porque tendría que haber sido para todos y no solamente para los que tuvieran los sesenta y cinco años.
¿Qué responsabilidad tiene la izquierda al no haberse realizado vuestro reconocimiento?
Reme: La izquierda tiene mucha, porque es la primera que tendría que haber empezado a luchar para que se reconociera. Porque esa gente de la que hablábamos, de Carrillo de todos los dirigentes que estaban con la guerrilla y que nos hicieron formar la guerrilla, ellos tienen su responsabilidad. En el momento de entrar en la democracia ellos son los que debieran haber hecho un decreto para que se reconociera a la guerrilla, sobre todo para que la gente lo supiera, porque ahora mismo en las escuelas no se tiene ni idea, ni los estudiantes saben qué fue la guerrilla y quién han sido los guerrilleros. He hablado con muchos jóvenes y me dicen: “Reme, en cuanto llega la guerra ya no te dice ningún libro, nada de nada” Entonces creo que la izquierda con tantos años que ha estado, sí que podría haber hecho algo. Por eso y por nosotros, por haber reconocido algo.
Reme: Unos jóvenes de un instituto que vinieron a hacernos una entrevista, me preguntaron: Nunca se han sido infieles ya que han estado por ahí tan lejos el uno del otro. Me entró una risa, les dije por mi parte no, por la de él no sé. Que chavales más ricos.
Dices de la juventud, pero da gusto verla. El otro día vino la hermana del Che Guevara a Valencia, a la universidad, si hubieras visto la cantidad de jóvenes que había y me dio una alegría ver tanta juventud, en los pasillos, en la tribuna, en las ventanas por el suelo, todo gente joven y yo digo no es la juventud tan pasota como dicen, hay juventud maja.