El estalinismo y el fin de la vanguardia
Juan Manuel Aragüés
tomado de Marx desde cero en agosto de 2014
publicado en el foro en tres mensajes
La Revolución Rusa de 1917 conmovió y cambió el mundo. Una gran ruptura que cambió todos los órdenes de un país atrasado, feudal. Luego la cosa fue como fue y evolucionó como pudo. Pues bien, en ese proceso de ruptura apareció lo que conocemos como “las vanguardias soviéticas”. ¿Qué es eso? Malevich, Kandinskii, Chagall, Eisenstein, Vertov, Rodchenko, Maiakovskii, Pasternak, Meyerhold, Shostakovich… ¿Te suena ahora?. Y como no podía ser de otro modo, también el marxismo se ha encargado de reflexionar sobre la producción artística, sobre la continuidad, derrota o absorción por parte del mercado de la misma.
La ruptura política que supuso la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia vino acompañada de una ruptura paralela en todos los órdenes sociales, incluido el ámbito estético. Es cierto que las vanguardias aparecen en toda Europa y que, por tanto, su surgimiento no puede ser puesto en relación con el acontecimiento revolucionario ruso. Pero sí que es posible establecer una vinculación en Rusia entre experimentación política y experimentación estética, pues la búsqueda de una nueva sociedad se hará en todas las dimensiones de la misma. Por ello, la desaparición de la vanguardia y su sustitución por el realismo socialista en los primeros años 30 1, las continuas acusaciones de formalismo referidas a los artistas soviéticos, deben ser entendidas como un síntoma más de la evolución de la URSS bajo el estalinismo.
1. La vanguardia rusa
Resulta obligado señalar la especificidad de la vanguardia rusa. Una especificidad que cabe relacionar con la especial coyuntura que el país empieza a vivir a partir de 1917 como consecuencia de la Revolución bolchevique. A la traumática experiencia de la I Guerra Mundial, vivida por, casi, el conjunto de Europa, Rusia añade la Revolución y la consiguiente Guerra Civil alentada por la intervención contrarrevolucionaria llevada a cabo por diferentes potencias mundiales. Rusia vive unas condiciones históricas que le permiten llevar a la práctica de un modo más preciso esa voluntad de ruptura con el pasado que representa la vanguardia. Ruptura política, por la gestación de una nueva forma de organización de la sociedad, pero también ruptura material, por la necesidad de reconstrucción del país tras ser arrasado en los diferentes conflictos que lo atraviesan entre 1914 y 1920.
Como apunta con sarcasmo el poeta Andrei Belii, “la victoria del materialismo en Rusia condujo a la completa desaparición de toda materia en el país” 2.
La potencia de la vanguardia rusa se desprende del simple enunciado de la nómina de sus componentes. Sin pretender ser exhaustivos, podemos señalar nombres tales como los de Malevich, Kandinskii, Chagall, Eisenstein, Vertov, Rodchenko, Maiakovskii, Pasternak, Meyerhold, Shostakovich, Prokof´ev, en muy diferentes campos de la creación estética. En todos los casos, su obra aboga por una ruptura radical con el pasado; en algunos, esa apuesta transformadora va acompañada de una paralela voluntad política, favorecida, como en ningún otro lugar de Europa, por una coyuntura social propicia. Por poner un ejemplo, cuando Lunacharskii se convierte en Comisario de Cultura, piensa en Maiakovskii para el departamento de poesía, en Meyerhold para el de teatro y en Chagall para el de arte 3. En Rusia como en ningún sitio, la ruptura formal fue acompañada de una ruptura en los contenidos.
En muchos sentidos, la vanguardia rusa cree haber contemplado el fin de la historia, la muerte de Dios, acontecimientos ambos que, deseados o no, resultan, para ella, incontestables. Y ello urge la creación de una nueva realidad. El arte ya no tendrá por objeto representar una realidad que ha resultado aniquilada, deberá esforzarse en la producción de una nueva realidad.
Este programa es desarrollado milimétricamente por el suprematismo, cuyo máximo exponente es Malevich. La apuesta por un nuevo mundo, jalonada por expresiones de cuño nietzscheano, aparece con claridad en su Declaración, redactada el 15 de junio de 1918: “Hoy ha llegado el superhombre por sorpresa para extraer del hombre lo que le sucederá y colocar la nueva sabiduría en el nuevo cráneo del hombre de nuestro siglo (…) Desgarrad las telas y los libros que contienen vuestras páginas de esquemas si lo que traslucen es el mundo deformado del pasado [.] arrancad todo lo que ha hecho la razón de la antigua cultura para que el hombre nuevo pueda en el curso de unos instantes trazar rápidamente por sí mismo los sistemas de las vías con que se desatan los nudos de la antigua sabiduría escondida que no es otra cosa en realidad que vieja estopa roída por el tiempo” 4. En el tiempo del fin de la historia, la comunidad, trasunto de Dios 5, se convierte en la ‘humanidad blanca’, que contempla un mundo anobjetual, Nada absoluta 6. La tarea de esta nueva humanidad comunitaria es otorgar nuevo sentido al mundo nuevo. Así lo expresa el Unovis, colectivo de artista suprematistas, ‘Utverditeli Novogo Iskusstva’ (Corroboradores del Nuevo Arte), en una hoja suelta de 1920 titulada Queremos: “Crearemos vestiduras nueva y daremos al mundo un sentido como nunca tuvo, porque poseemos derechos y libertades que jamás existieron (…). El rojo muestra al hombre la vía nueva. Nosotros mostraremos la nueva obra artística creadora” 7. La alianza de lo político y lo estético se entiende como una necesidad epocal. Malevich se considera la culminación del proceso de la vanguardia: “Con nuestros programas y nuestros sistemas nuevos haremos las artes revolucionarias: cubismo, futurismo y suprematismo, ya que ellos contienen la marcha de los acontecimientos que conducen al signo creador único. El cubismo y el futurismo han destruido el antiguo mundo de las cosas y nosotros hemos llegado a lo no objetivo, es decir, al despojamiento de todo lo antiguo, a fin de desembocar en el mundo de las cosas, espiritual, suprematista, utilitario y dinámico” 8. A pesar de ello, el constructivismo, luego productivismo, de Rodchenko y Tatlin, entre otros, denunciará lo que considera una tendencia excesivamente contemplativa del suprematismo y abogará por la total fusión del la actividad artística con lo social, a través del concepto de ‘máquina artística’. Como apunta Groys, “los constructivistas mismos no consideraban sus construcciones como obras de arte autosuficientes, sino como modelos de una nueva organización del mundo, como elaboración experimental de un único plan de dominio del material mundial” 9.
No cabe duda de que la gran figura literaria de la Revolución es Vladímir Maiakovskii. Cabeza del futurismo ruso, fundador, junto con Pasternak y Tretiakov de la revista LEF (Levii Front Iskusstva, Frente Izquierdista del Arte), quizá la más influyente del ámbito de la vanguardia soviética, su temprano suicidio, el 14 de abril de 1930, antes de que comenzara la brutal represión estalinista, le convirtió en indiscutible figura de la literatura revolucionaria. Los temas más recurrentes de la vanguardia encuentran acogida en la poesía de Maiakovskii. Una poesía que no es meramente el acto escritural o recitativo, sino una propuesta de intervención en la vida cotidiana. Maiakovskii destaca por su empeño en poetizar todos los aspectos de la vida soviética, al tiempo que su poesía se impregnará de todo lo que en su tiempo acontece. Por ello no duda en recorrer el país ofreciendo su palabra en los lugares más diversos, desde astilleros hasta fábricas, pasando por teatros y escuelas; por ello permite que su poesía se impregne de todo lo que sus ojos ven. Buen ejemplo es lo que plantea en la que fue su última intervención pública, en la Casa del Komsomol (la juventud comunista) de Moscú, el 25 de marzo de 1930, con motivo de la exposición dedicada a los 20 años de trabajo del poeta. En un momento de la misma, dirigiéndose a un auditorio compuesto mayoritariamente por obreros, dice: “Esto es necesario para poder idear consignas destinadas a que los obreros se cuiden, actuaciones poéticas que apoyen las indicaciones que aconsejan no meter las manos en las máquinas con corriente eléctrica, que no se dejen nada encima de una escalera para que, al moverla, el martillo no les golpee en la cabeza. Con nuestra pluma, con nuestros versos y nuestros ritmos, debemos trabajar en ese sentido y ayudar a que se cumplan esas tareas y se valore la seguridad para los obreros, y esto no es menos importante que los temas cantados por nuestros líricos melenudos que abundan por ahí” 10. Una nueva sociedad exige una nueva poesía que se convierta en instrumento de transformación de la realidad. Pues, como afirma Jabo Pizarroso en la introducción al mencionado texto, “la política se había hecho poesía y la poesía se estaba armando de política” 11. Por ello, en Maiakovskii la poesía adquiere en muchos momentos una dimensión político-militar, pues el arte no es sino otro frente en la acción transformadora. Su último poema, leído en esta reunión, lo muestra de manera evidente:
Yo, basurero
Y aguador,
Por la revolución,
Movilizado y dirigido
Fui al frente
Del jardín aristócrata
De la poesía 12
Para añadir más adelante:
Yo despliego en formación
El ejército de mis páginas
Y paso revista
A las tropas de mis versos.
Las letras se cuadran con firmeza
Duras como el plomo
Preparadas para la muerte
Y preparadas también para la gloria.
Los poemas inmóviles,
Cuando por la boca del cañón
Fijado el objetivo
Se disparan los títulos.
Mi arma
Preferida
Certera
Como un dardo,
La caballería de las agudezas
Alza las rimas afiladas de las lanzas.
Y todos
Mis ejércitos armados hasta los dientes
Con veinte años de victorias,
Hasta
La última hoja,
Yo
Te los entrego
Proletariado del planeta 13.
El poeta futurista tiene como objetivo, para Maiakovskii, la construcción del socialismo, labor que se entiende, entre otras cosas, como exacerbación del espíritu crítico, siempre atento a “combatir la inercia que ha penetrado ya en nuestros trece años de república soviética” 14. No parece que esa apelación al proletariado mundial y a algo que se pudiera entender como una revolución permanente pudiera ser muy del gusto de un Stalin que acababa de expulsar a Trotskii y que había declarado la doctrina del “Socialismo en un solo país”.
Pues si la vanguardia, la parte revolucionaria de la vanguardia, apoya los planteamientos bolcheviques, pues ve en ellos la posibilidad de transformación de la realidad que se encuentra en su programa estético, la dirección bolchevique mantiene respecto de la vanguardia una posición mucho más matizada. Ciertamente, Lunacharskii, como comisario de cultura, se apoyó desde su nombramiento en lo más representativo de la misma, pero se detecta una actitud de incomprensión por parte de la dirección soviética hacia buena parte de las actitudes y propuestas de la vanguardia. Chagall, en 1919, a la sazón Comisario de Bellas Artes en Vitebsk, ciudad también de Malevich, se ve forzado a defender el carácter revolucionario de su arte. Lo hace en un artículo titulado “La Revolución en el arte”, publicado en la revista Revolutsionnoe Iskusstvo: “El arte de hoy, como el de mañana, no quiere ‘contenido’ alguno. El arte realmente proletario será aquel que sepa romper interna y externamente, con sencilla sabiduría, con todo aquello que sólo se puede denominar ‘literatura’” 15. No en vano, la posición bolchevique, se desmarca del apoyo a una tendencia artística concreta, como se deduce de la tesis 4ª del Narkompros (Comisariado Popular para la Instrucción): “ni el poder estatal ni la asociación de sindicatos [de artistas] deben reconocer ninguna orientación como algo estatal-oficial; por el contrario, han de ser el máximo apoyo a todas las iniciativas en el campo del arte” 16. La discrepancia entre el poder soviético y la vanguardia se sustancia también en la diferente relación que mantienen hacia el arte del pasado. Frente a la pretensión vanguardista de ruptura total con el pasado, la posición oficial acabará cristalizando en la teoría de ‘las dos culturas dentro de una cultura’ 17, que defenderá la existencia en toda época de posiciones estéticas de carácter revolucionario que es preciso reivindicar.
—fin del mensaje nº 1—
Juan Manuel Aragüés
tomado de Marx desde cero en agosto de 2014
publicado en el foro en tres mensajes
La Revolución Rusa de 1917 conmovió y cambió el mundo. Una gran ruptura que cambió todos los órdenes de un país atrasado, feudal. Luego la cosa fue como fue y evolucionó como pudo. Pues bien, en ese proceso de ruptura apareció lo que conocemos como “las vanguardias soviéticas”. ¿Qué es eso? Malevich, Kandinskii, Chagall, Eisenstein, Vertov, Rodchenko, Maiakovskii, Pasternak, Meyerhold, Shostakovich… ¿Te suena ahora?. Y como no podía ser de otro modo, también el marxismo se ha encargado de reflexionar sobre la producción artística, sobre la continuidad, derrota o absorción por parte del mercado de la misma.
La ruptura política que supuso la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia vino acompañada de una ruptura paralela en todos los órdenes sociales, incluido el ámbito estético. Es cierto que las vanguardias aparecen en toda Europa y que, por tanto, su surgimiento no puede ser puesto en relación con el acontecimiento revolucionario ruso. Pero sí que es posible establecer una vinculación en Rusia entre experimentación política y experimentación estética, pues la búsqueda de una nueva sociedad se hará en todas las dimensiones de la misma. Por ello, la desaparición de la vanguardia y su sustitución por el realismo socialista en los primeros años 30 1, las continuas acusaciones de formalismo referidas a los artistas soviéticos, deben ser entendidas como un síntoma más de la evolución de la URSS bajo el estalinismo.
1. La vanguardia rusa
Resulta obligado señalar la especificidad de la vanguardia rusa. Una especificidad que cabe relacionar con la especial coyuntura que el país empieza a vivir a partir de 1917 como consecuencia de la Revolución bolchevique. A la traumática experiencia de la I Guerra Mundial, vivida por, casi, el conjunto de Europa, Rusia añade la Revolución y la consiguiente Guerra Civil alentada por la intervención contrarrevolucionaria llevada a cabo por diferentes potencias mundiales. Rusia vive unas condiciones históricas que le permiten llevar a la práctica de un modo más preciso esa voluntad de ruptura con el pasado que representa la vanguardia. Ruptura política, por la gestación de una nueva forma de organización de la sociedad, pero también ruptura material, por la necesidad de reconstrucción del país tras ser arrasado en los diferentes conflictos que lo atraviesan entre 1914 y 1920.
Como apunta con sarcasmo el poeta Andrei Belii, “la victoria del materialismo en Rusia condujo a la completa desaparición de toda materia en el país” 2.
La potencia de la vanguardia rusa se desprende del simple enunciado de la nómina de sus componentes. Sin pretender ser exhaustivos, podemos señalar nombres tales como los de Malevich, Kandinskii, Chagall, Eisenstein, Vertov, Rodchenko, Maiakovskii, Pasternak, Meyerhold, Shostakovich, Prokof´ev, en muy diferentes campos de la creación estética. En todos los casos, su obra aboga por una ruptura radical con el pasado; en algunos, esa apuesta transformadora va acompañada de una paralela voluntad política, favorecida, como en ningún otro lugar de Europa, por una coyuntura social propicia. Por poner un ejemplo, cuando Lunacharskii se convierte en Comisario de Cultura, piensa en Maiakovskii para el departamento de poesía, en Meyerhold para el de teatro y en Chagall para el de arte 3. En Rusia como en ningún sitio, la ruptura formal fue acompañada de una ruptura en los contenidos.
En muchos sentidos, la vanguardia rusa cree haber contemplado el fin de la historia, la muerte de Dios, acontecimientos ambos que, deseados o no, resultan, para ella, incontestables. Y ello urge la creación de una nueva realidad. El arte ya no tendrá por objeto representar una realidad que ha resultado aniquilada, deberá esforzarse en la producción de una nueva realidad.
Este programa es desarrollado milimétricamente por el suprematismo, cuyo máximo exponente es Malevich. La apuesta por un nuevo mundo, jalonada por expresiones de cuño nietzscheano, aparece con claridad en su Declaración, redactada el 15 de junio de 1918: “Hoy ha llegado el superhombre por sorpresa para extraer del hombre lo que le sucederá y colocar la nueva sabiduría en el nuevo cráneo del hombre de nuestro siglo (…) Desgarrad las telas y los libros que contienen vuestras páginas de esquemas si lo que traslucen es el mundo deformado del pasado [.] arrancad todo lo que ha hecho la razón de la antigua cultura para que el hombre nuevo pueda en el curso de unos instantes trazar rápidamente por sí mismo los sistemas de las vías con que se desatan los nudos de la antigua sabiduría escondida que no es otra cosa en realidad que vieja estopa roída por el tiempo” 4. En el tiempo del fin de la historia, la comunidad, trasunto de Dios 5, se convierte en la ‘humanidad blanca’, que contempla un mundo anobjetual, Nada absoluta 6. La tarea de esta nueva humanidad comunitaria es otorgar nuevo sentido al mundo nuevo. Así lo expresa el Unovis, colectivo de artista suprematistas, ‘Utverditeli Novogo Iskusstva’ (Corroboradores del Nuevo Arte), en una hoja suelta de 1920 titulada Queremos: “Crearemos vestiduras nueva y daremos al mundo un sentido como nunca tuvo, porque poseemos derechos y libertades que jamás existieron (…). El rojo muestra al hombre la vía nueva. Nosotros mostraremos la nueva obra artística creadora” 7. La alianza de lo político y lo estético se entiende como una necesidad epocal. Malevich se considera la culminación del proceso de la vanguardia: “Con nuestros programas y nuestros sistemas nuevos haremos las artes revolucionarias: cubismo, futurismo y suprematismo, ya que ellos contienen la marcha de los acontecimientos que conducen al signo creador único. El cubismo y el futurismo han destruido el antiguo mundo de las cosas y nosotros hemos llegado a lo no objetivo, es decir, al despojamiento de todo lo antiguo, a fin de desembocar en el mundo de las cosas, espiritual, suprematista, utilitario y dinámico” 8. A pesar de ello, el constructivismo, luego productivismo, de Rodchenko y Tatlin, entre otros, denunciará lo que considera una tendencia excesivamente contemplativa del suprematismo y abogará por la total fusión del la actividad artística con lo social, a través del concepto de ‘máquina artística’. Como apunta Groys, “los constructivistas mismos no consideraban sus construcciones como obras de arte autosuficientes, sino como modelos de una nueva organización del mundo, como elaboración experimental de un único plan de dominio del material mundial” 9.
No cabe duda de que la gran figura literaria de la Revolución es Vladímir Maiakovskii. Cabeza del futurismo ruso, fundador, junto con Pasternak y Tretiakov de la revista LEF (Levii Front Iskusstva, Frente Izquierdista del Arte), quizá la más influyente del ámbito de la vanguardia soviética, su temprano suicidio, el 14 de abril de 1930, antes de que comenzara la brutal represión estalinista, le convirtió en indiscutible figura de la literatura revolucionaria. Los temas más recurrentes de la vanguardia encuentran acogida en la poesía de Maiakovskii. Una poesía que no es meramente el acto escritural o recitativo, sino una propuesta de intervención en la vida cotidiana. Maiakovskii destaca por su empeño en poetizar todos los aspectos de la vida soviética, al tiempo que su poesía se impregnará de todo lo que en su tiempo acontece. Por ello no duda en recorrer el país ofreciendo su palabra en los lugares más diversos, desde astilleros hasta fábricas, pasando por teatros y escuelas; por ello permite que su poesía se impregne de todo lo que sus ojos ven. Buen ejemplo es lo que plantea en la que fue su última intervención pública, en la Casa del Komsomol (la juventud comunista) de Moscú, el 25 de marzo de 1930, con motivo de la exposición dedicada a los 20 años de trabajo del poeta. En un momento de la misma, dirigiéndose a un auditorio compuesto mayoritariamente por obreros, dice: “Esto es necesario para poder idear consignas destinadas a que los obreros se cuiden, actuaciones poéticas que apoyen las indicaciones que aconsejan no meter las manos en las máquinas con corriente eléctrica, que no se dejen nada encima de una escalera para que, al moverla, el martillo no les golpee en la cabeza. Con nuestra pluma, con nuestros versos y nuestros ritmos, debemos trabajar en ese sentido y ayudar a que se cumplan esas tareas y se valore la seguridad para los obreros, y esto no es menos importante que los temas cantados por nuestros líricos melenudos que abundan por ahí” 10. Una nueva sociedad exige una nueva poesía que se convierta en instrumento de transformación de la realidad. Pues, como afirma Jabo Pizarroso en la introducción al mencionado texto, “la política se había hecho poesía y la poesía se estaba armando de política” 11. Por ello, en Maiakovskii la poesía adquiere en muchos momentos una dimensión político-militar, pues el arte no es sino otro frente en la acción transformadora. Su último poema, leído en esta reunión, lo muestra de manera evidente:
Yo, basurero
Y aguador,
Por la revolución,
Movilizado y dirigido
Fui al frente
Del jardín aristócrata
De la poesía 12
Para añadir más adelante:
Yo despliego en formación
El ejército de mis páginas
Y paso revista
A las tropas de mis versos.
Las letras se cuadran con firmeza
Duras como el plomo
Preparadas para la muerte
Y preparadas también para la gloria.
Los poemas inmóviles,
Cuando por la boca del cañón
Fijado el objetivo
Se disparan los títulos.
Mi arma
Preferida
Certera
Como un dardo,
La caballería de las agudezas
Alza las rimas afiladas de las lanzas.
Y todos
Mis ejércitos armados hasta los dientes
Con veinte años de victorias,
Hasta
La última hoja,
Yo
Te los entrego
Proletariado del planeta 13.
El poeta futurista tiene como objetivo, para Maiakovskii, la construcción del socialismo, labor que se entiende, entre otras cosas, como exacerbación del espíritu crítico, siempre atento a “combatir la inercia que ha penetrado ya en nuestros trece años de república soviética” 14. No parece que esa apelación al proletariado mundial y a algo que se pudiera entender como una revolución permanente pudiera ser muy del gusto de un Stalin que acababa de expulsar a Trotskii y que había declarado la doctrina del “Socialismo en un solo país”.
Pues si la vanguardia, la parte revolucionaria de la vanguardia, apoya los planteamientos bolcheviques, pues ve en ellos la posibilidad de transformación de la realidad que se encuentra en su programa estético, la dirección bolchevique mantiene respecto de la vanguardia una posición mucho más matizada. Ciertamente, Lunacharskii, como comisario de cultura, se apoyó desde su nombramiento en lo más representativo de la misma, pero se detecta una actitud de incomprensión por parte de la dirección soviética hacia buena parte de las actitudes y propuestas de la vanguardia. Chagall, en 1919, a la sazón Comisario de Bellas Artes en Vitebsk, ciudad también de Malevich, se ve forzado a defender el carácter revolucionario de su arte. Lo hace en un artículo titulado “La Revolución en el arte”, publicado en la revista Revolutsionnoe Iskusstvo: “El arte de hoy, como el de mañana, no quiere ‘contenido’ alguno. El arte realmente proletario será aquel que sepa romper interna y externamente, con sencilla sabiduría, con todo aquello que sólo se puede denominar ‘literatura’” 15. No en vano, la posición bolchevique, se desmarca del apoyo a una tendencia artística concreta, como se deduce de la tesis 4ª del Narkompros (Comisariado Popular para la Instrucción): “ni el poder estatal ni la asociación de sindicatos [de artistas] deben reconocer ninguna orientación como algo estatal-oficial; por el contrario, han de ser el máximo apoyo a todas las iniciativas en el campo del arte” 16. La discrepancia entre el poder soviético y la vanguardia se sustancia también en la diferente relación que mantienen hacia el arte del pasado. Frente a la pretensión vanguardista de ruptura total con el pasado, la posición oficial acabará cristalizando en la teoría de ‘las dos culturas dentro de una cultura’ 17, que defenderá la existencia en toda época de posiciones estéticas de carácter revolucionario que es preciso reivindicar.
—fin del mensaje nº 1—
Última edición por Chus Ditas el Jue Ago 14, 2014 9:32 pm, editado 1 vez