Lenin y el revisionismo
artículo de Miguel Urbano Rodrigues - agosto de 2014
fuente: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] - traducción: Jazmín Padilla
Una extraña fiebre ideológica gana actualidad y destacados intelectuales del sistema vomitan apologías del neoliberalismo y exorcizan al marxismo como antigüedad obsoleta.
Los dirigentes de la Unión Europea –especialmente Merkel, Hollande y Cameron- intensificaron en las últimas semanas sus críticas a Rusia. El pretexto son los acontecimientos de Ucrania.
Un objetivo prioritario es Vladimir Putin. Uno de los absurdos de esa campaña es la insistencia en presentar al presidente de Rusia como un dictador que estaría empeñado en una política que intentaría la reconstitución parcial de la Unión Soviética.
Un anticomunismo evidente es identificable en crónicas de influyentes analistas occidentales. No obstante que Rusia es hoy un país capitalista, slogans de la Guerra Fría son retomados.
Putin es acusado de recurrir a métodos y al lenguaje de comunistas históricos. Aun la realización de la marcha de la Victoria en Moscú, el 9 de Mayo, para conmemorar la derrota del Reich nazi, fue interpretada como una amenaza en Washington y algunas capitales de la Unión Europea.
Una extraña fiebre ideológica gana súbitamente actualidad y destacados intelectuales del sistema capitalista divulgan a (des)propósito entusiastas apologías del neoliberalismo y exorcizan al marxismo como antigüedad obsoleta.
Y en esa atmósfera es que se inserta el nuevo discurso anticomunista que, agitando fantasmas, falsifica la Historia.
En la tentativa de presentar a Marx y a Lenin como enemigos de la democracia, intervienen figuras exponenciales de una ideología inseparable del engranaje liberticida que amenaza a la humanidad y es el responsable de crímenes monstruosos.
En Portugal los comentaristas de servicio en la TV, en la radio y en los periódicos de “referencia” cumplen con celo su tarea, difundiendo tonterías en el combate al supuesto renacimiento de la “nostalgia comunista” en Rusia.
Creo por ello que es útil recordar datos y situaciones históricas que desmontan la actual campaña ideológica del imperialismo.
Comenzaré por llamar la atención sobre la falsedad de las tesis de académicos anticomunistas que atribuyen a Lenin un dogmatismo rígido en la utilización del marxismo para la comprensión y transformación del mundo. Se trata de una grosera mentira. El fundador del primer Estado socialista no veía en el marxismo una ciencia inmóvil, de fronteras definitivas.
“No consideramos de modo alguno –escribió- a la teoría de Marx como algo acabado e intocable, estamos por el contrario convencidos de que ella apenas asentó la piedra angular de la ciencia que los socialistas deben hacer avanzar en todas las direcciones, si no quieren atrasarse en relación a la vida. Pensamos que para los socialistas rusos es especialmente necesaria la elaboración independiente de la teoría de Marx, pues esta teoría ofrece solamente postulados generales orientadores que en particular a Inglaterra se aplican de manera diferente en Francia, en Francia de manera diferente de Alemania, en Alemania de manera diferente a Rusia.” (1)
Lenin repitió incansablemente que sin teoría revolucionaria no puede triunfar ningún movimiento revolucionario. Y consiguió, con imaginación y talento, ser simultáneamente flexible en la aplicación del método marxista e intransigente en el combate a las ideas y maniobras de aquellos que, afirmando ser marxistas, asumían en la práctica posiciones incompatibles con la ideología del autor de El Capital.
Contrariamente a la convicción de muchos jóvenes, que identifican en los “renovadores” que contribuyeron a la socialdemocratización de muchos partidos comunistas europeos un fenómeno relativamente reciente, el revisionismo del marxismo se sumerge en las raíces del siglo XIX.
Comenzó aún en vida de Marx y fue permanente. En 1894, cuando Lenin preparaba la fundación del futuro partido bolchevique, tuvo que librar una lucha dura contra los “marxistas legales”, tendencia liderada por el alemán Struve que procuraba “tomar del marxismo todo aquello que era aceptable para la burguesía liberal, incluyendo la lucha por reformas, incluyendo la lucha de clases (sin la dictadura del proletariado), incluyendo el reconocimiento “general” de los ideales socialistas y la sustitución del capitalismo por un “nuevo sistema” y rechazar “solamente el alma viva del marxismo, y su carácter revolucionario”.
La segunda ofensiva de los oportunistas para desvirtuar el marxismo en beneficio de la burguesía tuvo su epicentro en el Partido Socialdemócrata Alemán, en su tiempo muy prestigioso, cuando su dirigente Edward Bernstein publicó en 1899 una serie de artículos en que revisaba tesis fundamentales del marxismo. En su apología del reformismo lanzó una consigna famosa: “el movimiento lo es todo, el objetivo final casi nada”. (2)
Lenin y Rosa Luxemburgo le arrancaron la máscara, denunciándolo como un tergiversador del marxismo. Para los comunistas “el objetivo final” lo es todo y el reformismo de Bernstein apuntaba para una conciliación con la burguesía. En la práctica, Bernstein retomaba tesis reaccionarias de la filosofía de Kant. Pero su prédica influyó en un amplio sector del Partido Socialdemócrata Alemán, entonces marxista, con repercusiones negativas en Rusia. (3)
Una tercera gran ofensiva del revisionismo ocurrió en 1908. Dos filósofos, el austriaco Ernst Mach y el alemán Richard Avenarius, que negaban la existencia objetiva del mundo material, difundieron la llamada filosofía de la “experiencia crítica”, más conocida por el nombre de Empiriocriticismo. Según ellos, los cuerpos serían solamente “complejos de sensaciones”. Los trabajos de ambos dieron origen a una corriente del pensamiento que se popularizó con el nombre de “machismo”. Mach sobre todo, aunque pretendiendo ser marxista, rechazó lo esencial del materialismo histórico y del materialismo dialéctico.
Una parte considerable de la intelectualidad progresista europea se adhirió con entusiasmo a esa nueva filosofía, aceptándola como puntera en la ciencia. Kautsky, abriendo las columnas del órgano central de la socialdemocracia alemana a la apología del Empiriocriticismo, contribuyó a aumentar la confusión generada.
Los mencheviques se adhirieron inmediatamente, más la propaganda machista perturbó también a cuadros de la fracción bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia- POSDR-b. Esa influencia negativa llevó inclusive a la formación de un grupo oportunista, los “oztovistas” que defendía la retirada del Parlamento Ruso (la Duma) de los diputados bolcheviques, afirmando que el Partido debería realizar solamente actividades ilegales.
Fue entonces que Lenin declaró la guerra a esa peligrosa modalidad del revisionismo, primero a través de artículos, después en un libro, Materialismo y empiriocriticismo, ensayo filosófico que con el tiempo se volvió un clásico del marxismo como obra teórica. Demostró que Mach y sus seguidores, simulando realizar un trabajo científico innovador, se limitaban al final a colocar un nuevo rotulo a a viejas tesis idealistas (4).
Los esfuerzos para destruir al marxismo fueron permanentes en vida de Lenin y prosiguieron después de su muerte.
EL MODERNO REVISIONISMO
Desde el inicio de la Primera Guerra Mundial una onda de falso patriotismo barrió Europa. Pisoteando sus programas, y violando compromisos asumidos en nombre del internacionalismo proletario, partidos que pretendían ser socialistas votaron los créditos de guerra de las grandes potencias envueltas en el conflicto, volviéndose cómplices de la hecatombe que afectó a la humanidad. Esa opción fue decisiva para el descredito y agonía de la II Internacional. La lucha contra el imperialismo pierde mucho de su significado, decía Lenin, si no “está indisolublemente ligada a la lucha contra el oportunismo”. El gran revolucionario fue por tanto implacable en la denuncia del social-chauvinismo, desmintiendo que la defensa de la libertad y de los verdaderos intereses nacionales fuese el motivo de la guerra.
La victoria de la Revolución Rusa forjó, en tanto, las condiciones que permitieron la creación de la III Internacional. Pero, como era de esperar, la existencia de la Unión Soviética fue por si sola un incentivo para una ofensiva permanente en múltiples frentes contra el marxismo.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, la lucha contra el comunismo asumió facetas muy diferenciadas. Los partidos comunistas europeos habían desempeñado un gran papel en la lucha contra el fascismo.
Debilitarlos, instalar en ellos el divisionismo, empujarlos al antisovietismo y al alejamiento del marxismo fue una constante en las campañas de la burguesía y del imperialismo.
En el auge de la guerra fría, el Manifiesto de Champigny en Francia, en 1968, cuando Waldeck Rochet era secretario general del Partido Comunista Francés, cumplió importante papel en debates ideológicos que abrieron la puerta al eurocomunismo. Invocando la necesidad de renovar al marxismo, dirigentes como los franceses Georges Marchais, Roger Garaudy y Louis Althusser, el italiano Enrico Berlinguer, el español Santiago Carrillo y otros serán recordados como arquitectos de un revisionismo que encaminó a sus partidos a la socialdemocratización.
En el caso del Partido Comunista Italiano el viraje a la derecha funcionó además como etapa rumbo a su autodestrucción. Fausto Bertinotti, que fue secretario general de Refundacion Comunista, tuvo incluso la abyeccion de renegar el comunismo.
El revisionismo actuó con máscaras muy diferentes. Después de la disgregación de la Unión Soviética surgieron en muchos partidos dirigentes que, presentándose como empeñados en renovar el marxismo, pasaron rápidamente al ataque al leninismo y al centralismo democrático. Algunos acabaron ingresando en partidos socialistas integrados en el sistema capitalista.
Las universidades produjeron una generación de académicos que, iniciando por lecturas perversas de Marx, no tardaron en procurar justificaciones para la defensa de las políticas neoliberales.
Ganaron también alguna notoriedad revisionistas (oportunistas de izquierda) que, pretendiendo exhibir una supuesta pureza marxista, recurrieron a los textos de Gramsci y del Che Guevara para irles deformando el pensamiento en obras de cariz antisoviético, aplaudidas por el imperialismo.
Una modalidad del anticomunismo, más sutil, es la practicada por intelectuales que, criticando el capitalismo, identifican en los movimientos sociales la fuerza revolucionaria con vocación para salvar a la humanidad (John Holloway, Bernard Cassen, Ignacio Ramonet, Boaventura Sousa Santos, Heinz Dietrich, etc) negando a los partidos protagonismo en la lucha contra el sistema.
Aceptar en Marx el economista y rechazar al ideólogo es actitud frecuente en cenáculos de intelectuales que satanizan a Lenin.
EL PELIGRO OPORTUNISTA
La palabra oportunista se volvió incómoda para muchos dirigentes de partidos comunistas europeos y latinoamericanos. Esa actitud traduce la consciencia de estrategias y tácticas que afectan la unidad del movimiento comunista internacional. Sus últimas reuniones confirmaron la existencia de discordancias profundas que lo debilitan.
El panorama actual es muy complejo. En Europa, la mayoría de los partidos están hoy integrados en el Partido de la Izquierda Europea (PIE), hombro a hombro con partidos burgueses como el Die Link alemán, la Syriza de Grecia y el Bloco de Esquerda de Portugal.
La función inconfesada de ese partido es neutralizar a los trabajadores, dificultando su participación en las grandes luchas contra el imperialismo y las políticas neoliberales impuestas en la Unión Europea. No sorprende que el PIE cuente con la simpatía de los medios controlados por el capital y la benevolencia de los gobiernos que lo representan.
Muchos partidos comunistas fueron contaminados en las últimas décadas.
Algunos participaron en la orquesta del antisovietismo. Robert Hue, cuando era secretario nacional del PCF, tuvo el descaro de afirmar que “todo fue negativo en la Unión Soviética”.
El Partido Comunista Italiano desapareció después de cambiar de nombre. El Partido Comunista Francés, en rápida metamorfosis, renegó de su pasado y se transformó en una caricatura de partido obrero. El Partido Comunista de España, hoy antileninista, se diluyó en una Izquierda Unida inofensiva.
Una epidemia de oportunismo se instaló en el movimiento comunista internacional.
Una de sus manifestaciones es la crítica –abierta o indirecta- a Partidos que, en la fidelidad a los principios continúan asumiéndose como marxistas-leninistas. Son apuntados entre otros el Partido Comunista de Grecia-KKE, el Partido Comunista de México-PCM, y el Partido Comunista Brasileño-PCB.
No cabe en este artículo comentar la estrategia de esos partidos revolucionarios. No me identifico con todas las posiciones que asumen. Pero ellos me hacen recordar que el Partido Comunista Portugués, por la fidelidad a los principios y a su historia, resistió victoriosamente con firmeza la ola de anticomunismo, que, sobre todo en el inicio de los años 90, descaracterizó o destruyó a otros.
Hoy es precisamente esa fidelidad a los principios del KKE, del PCM y del PCB, y su firmeza en el combate al revisionismo y en la denuncia del oportunismo, lo que me inspira respeto y admiración.
Ellos y otros fundadores de la Revista Comunista Internacional son hoy una minoría en el Movimiento Comunista Internacional. Mas por la coherencia demostrada en la fidelidad al pensamiento y la obra de Marx y el coraje con que asumen la herencia de Lenin cuentan con mi solidaridad fraterna.
Notas:
(1) V.Lenin, O Nosso Programa, Obras Completas, in Tomo 4, pág. 184
(2) V.I.Lenin, A Falência da II Internacional,idem,Tomo 26, pág. 227
(3) V.Lenin, Uma Orientação Retrógrada na Social-democracia Russa, idem, Tomo 4, pág. 265
(4) V.i.Lenin, Materialismo e Empiriocriticismo, Edições Avante! 1982, Lisboa
artículo de Miguel Urbano Rodrigues - agosto de 2014
fuente: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] - traducción: Jazmín Padilla
Una extraña fiebre ideológica gana actualidad y destacados intelectuales del sistema vomitan apologías del neoliberalismo y exorcizan al marxismo como antigüedad obsoleta.
Los dirigentes de la Unión Europea –especialmente Merkel, Hollande y Cameron- intensificaron en las últimas semanas sus críticas a Rusia. El pretexto son los acontecimientos de Ucrania.
Un objetivo prioritario es Vladimir Putin. Uno de los absurdos de esa campaña es la insistencia en presentar al presidente de Rusia como un dictador que estaría empeñado en una política que intentaría la reconstitución parcial de la Unión Soviética.
Un anticomunismo evidente es identificable en crónicas de influyentes analistas occidentales. No obstante que Rusia es hoy un país capitalista, slogans de la Guerra Fría son retomados.
Putin es acusado de recurrir a métodos y al lenguaje de comunistas históricos. Aun la realización de la marcha de la Victoria en Moscú, el 9 de Mayo, para conmemorar la derrota del Reich nazi, fue interpretada como una amenaza en Washington y algunas capitales de la Unión Europea.
Una extraña fiebre ideológica gana súbitamente actualidad y destacados intelectuales del sistema capitalista divulgan a (des)propósito entusiastas apologías del neoliberalismo y exorcizan al marxismo como antigüedad obsoleta.
Y en esa atmósfera es que se inserta el nuevo discurso anticomunista que, agitando fantasmas, falsifica la Historia.
En la tentativa de presentar a Marx y a Lenin como enemigos de la democracia, intervienen figuras exponenciales de una ideología inseparable del engranaje liberticida que amenaza a la humanidad y es el responsable de crímenes monstruosos.
En Portugal los comentaristas de servicio en la TV, en la radio y en los periódicos de “referencia” cumplen con celo su tarea, difundiendo tonterías en el combate al supuesto renacimiento de la “nostalgia comunista” en Rusia.
Creo por ello que es útil recordar datos y situaciones históricas que desmontan la actual campaña ideológica del imperialismo.
Comenzaré por llamar la atención sobre la falsedad de las tesis de académicos anticomunistas que atribuyen a Lenin un dogmatismo rígido en la utilización del marxismo para la comprensión y transformación del mundo. Se trata de una grosera mentira. El fundador del primer Estado socialista no veía en el marxismo una ciencia inmóvil, de fronteras definitivas.
“No consideramos de modo alguno –escribió- a la teoría de Marx como algo acabado e intocable, estamos por el contrario convencidos de que ella apenas asentó la piedra angular de la ciencia que los socialistas deben hacer avanzar en todas las direcciones, si no quieren atrasarse en relación a la vida. Pensamos que para los socialistas rusos es especialmente necesaria la elaboración independiente de la teoría de Marx, pues esta teoría ofrece solamente postulados generales orientadores que en particular a Inglaterra se aplican de manera diferente en Francia, en Francia de manera diferente de Alemania, en Alemania de manera diferente a Rusia.” (1)
Lenin repitió incansablemente que sin teoría revolucionaria no puede triunfar ningún movimiento revolucionario. Y consiguió, con imaginación y talento, ser simultáneamente flexible en la aplicación del método marxista e intransigente en el combate a las ideas y maniobras de aquellos que, afirmando ser marxistas, asumían en la práctica posiciones incompatibles con la ideología del autor de El Capital.
Contrariamente a la convicción de muchos jóvenes, que identifican en los “renovadores” que contribuyeron a la socialdemocratización de muchos partidos comunistas europeos un fenómeno relativamente reciente, el revisionismo del marxismo se sumerge en las raíces del siglo XIX.
Comenzó aún en vida de Marx y fue permanente. En 1894, cuando Lenin preparaba la fundación del futuro partido bolchevique, tuvo que librar una lucha dura contra los “marxistas legales”, tendencia liderada por el alemán Struve que procuraba “tomar del marxismo todo aquello que era aceptable para la burguesía liberal, incluyendo la lucha por reformas, incluyendo la lucha de clases (sin la dictadura del proletariado), incluyendo el reconocimiento “general” de los ideales socialistas y la sustitución del capitalismo por un “nuevo sistema” y rechazar “solamente el alma viva del marxismo, y su carácter revolucionario”.
La segunda ofensiva de los oportunistas para desvirtuar el marxismo en beneficio de la burguesía tuvo su epicentro en el Partido Socialdemócrata Alemán, en su tiempo muy prestigioso, cuando su dirigente Edward Bernstein publicó en 1899 una serie de artículos en que revisaba tesis fundamentales del marxismo. En su apología del reformismo lanzó una consigna famosa: “el movimiento lo es todo, el objetivo final casi nada”. (2)
Lenin y Rosa Luxemburgo le arrancaron la máscara, denunciándolo como un tergiversador del marxismo. Para los comunistas “el objetivo final” lo es todo y el reformismo de Bernstein apuntaba para una conciliación con la burguesía. En la práctica, Bernstein retomaba tesis reaccionarias de la filosofía de Kant. Pero su prédica influyó en un amplio sector del Partido Socialdemócrata Alemán, entonces marxista, con repercusiones negativas en Rusia. (3)
Una tercera gran ofensiva del revisionismo ocurrió en 1908. Dos filósofos, el austriaco Ernst Mach y el alemán Richard Avenarius, que negaban la existencia objetiva del mundo material, difundieron la llamada filosofía de la “experiencia crítica”, más conocida por el nombre de Empiriocriticismo. Según ellos, los cuerpos serían solamente “complejos de sensaciones”. Los trabajos de ambos dieron origen a una corriente del pensamiento que se popularizó con el nombre de “machismo”. Mach sobre todo, aunque pretendiendo ser marxista, rechazó lo esencial del materialismo histórico y del materialismo dialéctico.
Una parte considerable de la intelectualidad progresista europea se adhirió con entusiasmo a esa nueva filosofía, aceptándola como puntera en la ciencia. Kautsky, abriendo las columnas del órgano central de la socialdemocracia alemana a la apología del Empiriocriticismo, contribuyó a aumentar la confusión generada.
Los mencheviques se adhirieron inmediatamente, más la propaganda machista perturbó también a cuadros de la fracción bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia- POSDR-b. Esa influencia negativa llevó inclusive a la formación de un grupo oportunista, los “oztovistas” que defendía la retirada del Parlamento Ruso (la Duma) de los diputados bolcheviques, afirmando que el Partido debería realizar solamente actividades ilegales.
Fue entonces que Lenin declaró la guerra a esa peligrosa modalidad del revisionismo, primero a través de artículos, después en un libro, Materialismo y empiriocriticismo, ensayo filosófico que con el tiempo se volvió un clásico del marxismo como obra teórica. Demostró que Mach y sus seguidores, simulando realizar un trabajo científico innovador, se limitaban al final a colocar un nuevo rotulo a a viejas tesis idealistas (4).
Los esfuerzos para destruir al marxismo fueron permanentes en vida de Lenin y prosiguieron después de su muerte.
EL MODERNO REVISIONISMO
Desde el inicio de la Primera Guerra Mundial una onda de falso patriotismo barrió Europa. Pisoteando sus programas, y violando compromisos asumidos en nombre del internacionalismo proletario, partidos que pretendían ser socialistas votaron los créditos de guerra de las grandes potencias envueltas en el conflicto, volviéndose cómplices de la hecatombe que afectó a la humanidad. Esa opción fue decisiva para el descredito y agonía de la II Internacional. La lucha contra el imperialismo pierde mucho de su significado, decía Lenin, si no “está indisolublemente ligada a la lucha contra el oportunismo”. El gran revolucionario fue por tanto implacable en la denuncia del social-chauvinismo, desmintiendo que la defensa de la libertad y de los verdaderos intereses nacionales fuese el motivo de la guerra.
La victoria de la Revolución Rusa forjó, en tanto, las condiciones que permitieron la creación de la III Internacional. Pero, como era de esperar, la existencia de la Unión Soviética fue por si sola un incentivo para una ofensiva permanente en múltiples frentes contra el marxismo.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, la lucha contra el comunismo asumió facetas muy diferenciadas. Los partidos comunistas europeos habían desempeñado un gran papel en la lucha contra el fascismo.
Debilitarlos, instalar en ellos el divisionismo, empujarlos al antisovietismo y al alejamiento del marxismo fue una constante en las campañas de la burguesía y del imperialismo.
En el auge de la guerra fría, el Manifiesto de Champigny en Francia, en 1968, cuando Waldeck Rochet era secretario general del Partido Comunista Francés, cumplió importante papel en debates ideológicos que abrieron la puerta al eurocomunismo. Invocando la necesidad de renovar al marxismo, dirigentes como los franceses Georges Marchais, Roger Garaudy y Louis Althusser, el italiano Enrico Berlinguer, el español Santiago Carrillo y otros serán recordados como arquitectos de un revisionismo que encaminó a sus partidos a la socialdemocratización.
En el caso del Partido Comunista Italiano el viraje a la derecha funcionó además como etapa rumbo a su autodestrucción. Fausto Bertinotti, que fue secretario general de Refundacion Comunista, tuvo incluso la abyeccion de renegar el comunismo.
El revisionismo actuó con máscaras muy diferentes. Después de la disgregación de la Unión Soviética surgieron en muchos partidos dirigentes que, presentándose como empeñados en renovar el marxismo, pasaron rápidamente al ataque al leninismo y al centralismo democrático. Algunos acabaron ingresando en partidos socialistas integrados en el sistema capitalista.
Las universidades produjeron una generación de académicos que, iniciando por lecturas perversas de Marx, no tardaron en procurar justificaciones para la defensa de las políticas neoliberales.
Ganaron también alguna notoriedad revisionistas (oportunistas de izquierda) que, pretendiendo exhibir una supuesta pureza marxista, recurrieron a los textos de Gramsci y del Che Guevara para irles deformando el pensamiento en obras de cariz antisoviético, aplaudidas por el imperialismo.
Una modalidad del anticomunismo, más sutil, es la practicada por intelectuales que, criticando el capitalismo, identifican en los movimientos sociales la fuerza revolucionaria con vocación para salvar a la humanidad (John Holloway, Bernard Cassen, Ignacio Ramonet, Boaventura Sousa Santos, Heinz Dietrich, etc) negando a los partidos protagonismo en la lucha contra el sistema.
Aceptar en Marx el economista y rechazar al ideólogo es actitud frecuente en cenáculos de intelectuales que satanizan a Lenin.
EL PELIGRO OPORTUNISTA
La palabra oportunista se volvió incómoda para muchos dirigentes de partidos comunistas europeos y latinoamericanos. Esa actitud traduce la consciencia de estrategias y tácticas que afectan la unidad del movimiento comunista internacional. Sus últimas reuniones confirmaron la existencia de discordancias profundas que lo debilitan.
El panorama actual es muy complejo. En Europa, la mayoría de los partidos están hoy integrados en el Partido de la Izquierda Europea (PIE), hombro a hombro con partidos burgueses como el Die Link alemán, la Syriza de Grecia y el Bloco de Esquerda de Portugal.
La función inconfesada de ese partido es neutralizar a los trabajadores, dificultando su participación en las grandes luchas contra el imperialismo y las políticas neoliberales impuestas en la Unión Europea. No sorprende que el PIE cuente con la simpatía de los medios controlados por el capital y la benevolencia de los gobiernos que lo representan.
Muchos partidos comunistas fueron contaminados en las últimas décadas.
Algunos participaron en la orquesta del antisovietismo. Robert Hue, cuando era secretario nacional del PCF, tuvo el descaro de afirmar que “todo fue negativo en la Unión Soviética”.
El Partido Comunista Italiano desapareció después de cambiar de nombre. El Partido Comunista Francés, en rápida metamorfosis, renegó de su pasado y se transformó en una caricatura de partido obrero. El Partido Comunista de España, hoy antileninista, se diluyó en una Izquierda Unida inofensiva.
Una epidemia de oportunismo se instaló en el movimiento comunista internacional.
Una de sus manifestaciones es la crítica –abierta o indirecta- a Partidos que, en la fidelidad a los principios continúan asumiéndose como marxistas-leninistas. Son apuntados entre otros el Partido Comunista de Grecia-KKE, el Partido Comunista de México-PCM, y el Partido Comunista Brasileño-PCB.
No cabe en este artículo comentar la estrategia de esos partidos revolucionarios. No me identifico con todas las posiciones que asumen. Pero ellos me hacen recordar que el Partido Comunista Portugués, por la fidelidad a los principios y a su historia, resistió victoriosamente con firmeza la ola de anticomunismo, que, sobre todo en el inicio de los años 90, descaracterizó o destruyó a otros.
Hoy es precisamente esa fidelidad a los principios del KKE, del PCM y del PCB, y su firmeza en el combate al revisionismo y en la denuncia del oportunismo, lo que me inspira respeto y admiración.
Ellos y otros fundadores de la Revista Comunista Internacional son hoy una minoría en el Movimiento Comunista Internacional. Mas por la coherencia demostrada en la fidelidad al pensamiento y la obra de Marx y el coraje con que asumen la herencia de Lenin cuentan con mi solidaridad fraterna.
Notas:
(1) V.Lenin, O Nosso Programa, Obras Completas, in Tomo 4, pág. 184
(2) V.I.Lenin, A Falência da II Internacional,idem,Tomo 26, pág. 227
(3) V.Lenin, Uma Orientação Retrógrada na Social-democracia Russa, idem, Tomo 4, pág. 265
(4) V.i.Lenin, Materialismo e Empiriocriticismo, Edições Avante! 1982, Lisboa