Edit: Postearé un texto más completo.
MANUAL DE ECONOMÍA POLÍTICA - Lapidus y Ostrovitianov escribió:3. ¿Cuáles son las condiciones que determinan el precio? Utilidad, oferta y demanda.
Si entro en una tienda y pido un par de zapatos, el empleado me ofrece sonriendo no un par sino varios, de forma y calidad distintas. Se comprende que el precio no va a ser siempre el mismo. Si el vendedor me pide por un par de zapatos ciento veinte escudos y por otro sólo ochenta escudos, puedo, naturalmente, informarme de la causa de esta diferencia de precios. ¿Qué me contestará el empleado? Ya sea que el primer par es de mejor calidad o que está más de moda. En una palabra me explicará primero la diferencia
de precio por la calidad de los zapatos, por el uso que se puede hacer de ellos.
¿Es exacta esta explicación? A primera vista puede parecerlo. Es cierto que podré ponerme un par de años el par de zapatos de buena calidad. El otro me durará menos. ¿No será ésta la razón por la cual el primero cuesta más caro? Estudiemos más a fondo esta explicación, consideremos, en vez del precio de dos pares de zapatos, el precio de un par y de otra mercancía, por ejemplo, un plato. Un plato, se sabe, es mucho más barato que un par de zapatos. Vamos a admitir que es cuatro veces más barato. ¿Se puede deducir de esto que dura menos que el par de zapatos? Por cierto no. Un plato, sobre todo si es metálico puede durar largos años, mientras que un par de zapatos sólo puede soportar algunas temporadas.
La duración acerca del uso de una mercancía no es pues el factor decisivo. Pero, ¿quizás el par de zapatos sea más caro que el plato porque resulta, en general, más útil? Es posible no usar plato y tomar la sopa en la olla que sirvió para cocerla, como lo siguen haciendo ciertos campesinos. Se puede pedir prestado un plato al vecino pero no resulta tan fácil pedir prestado un par de zapatos ni tampoco salir sin nada cuando hace frío.
Pero pensándolo bien, esta explicación de la diferencia de precios de las distintas mercancías
tampoco resulta satisfactoria. Es real que el pan es infinitamente más barato que el diamante; y, sin embargo, el hombre lo necesita mucho más que al diamante. Aún más, todos sabemos que ciertas cosas de las cuales tenemos la más grande necesidad, son muy baratas, algunas nos son regaladas gratuitamente como el aire, el agua del río, etc. ¿ Podríamos decir entonces, que el par de zapatos cuesta cuatro veces más caro que el plato porque lo necesitamos cuatro veces más? ¿Dónde encontrar la medida que permita expresar en cifras la intensidad de la necesidad que el hombre tiene de un objeto determinado? Es imposible encontrar esta clase de medida; es
menos posible de medir que la utilidad y la necesidad que se siente por una cosa. Son nociones relativas y muy variables.
Supongamos que dos personas entran en una tienda para comprarse pantalones: un estudiante pobre que gastó tanto los suyos que tuvo que pedir prestado un pantalón a un compañero para ir a la tienda, y un funcionario bien pagado que ya tiene una vestimenta muy completa y desea comprarse uno nuevo para estar más elegante en el teatro o cuando vaya de visita. Admitamos que ambos compradores eligen el mismo pantalón. ¿Cuál de los dos lo necesita más? El vendedor les pedirá, sin embargo, el mismo precio a ambos.
Parece, no obstante, que se puede hacer una objeción muy seria a todo lo anterior. Es verdad que no se puede determinar con precisión en qué medida un objeto es más útil que otro, pero sí se puede determinar a cuántas personas les gustaría comprar un objeto determinado y a cuántas otras les gustaría venderlo. Es cierto que no puedo determinar cuántas veces más necesita el hombre los zapatos de goma que el pan, pero se puede determinar cuántas personas han ido hoy al mercado o a la tienda a comprarse zapatos de goma, cuántos había en venta en el mercado o en la tienda.
Si, por ejemplo, doscientas personas han pedido hoy el N° 39 de los cuales sólo había cien pares en venta, sólo se pudo satisfacer a la mitad de los compradores. Esto significará que la demanda es mayor que la oferta. Si mañana hay en las tiendas 200 pares para 100 compradores, significará que la demanda será inferior a la oferta. ¿El precio de los zapatos de goma y de otras mercancías no se determinará así en el mercado? ¿No será por la relación entre la oferta y la demanda? La experiencia de la vida confirma todas estas
reflexiones. Cuando hay pocas mercancías sobre el mercado los precios suben.
Recordemos la inflación del precio del trigo en las provincias de la U.R.S.S. en 1922, durante la hambruna. Recordemos las ventas a precios rebajados de los productos a fines de temporada, cuando las necesidades y la demanda disminuyen. Todos saben que el precio del trigo sube durante el verano, cuando las existencias se agotan y hay poco trigo en venta en el momento preciso en que la
demanda aumenta, cuando muchos campesinos pobres tienen que comprarlo, y que, después de la cosecha, el precio del trigo baja rápidamente. Todo el que estudia economía política sabe que la ley de dependencia de los precios de la oferta y de la demanda hace que los precios aumenten cuando hay una mayor demanda.
¿Puede esta ley satisfacernos y hacernos declarar que finalmente hemos encontrado el factor determinante del precio de un producto determinado en una sociedad mercantil? No es tan sencillo y el problema no termina aquí. Veamos lo que resultaría si la ley de la oferta y de la demanda proporcionara una explicación plenamente satisfactoria del precio de los productos y de las proporciones de los cambios. El precio de dos mercancías en que la oferta y la demanda se encuentran en las mismas proporciones tendría que ser el mismo. Si, por ejemplo, hay mil kilos de azúcar en el mercado cuando los compradores sólo piden quinientos, y si, por otro lado, hay en el mercado cien máquinas de coser para las cuales sólo se presentan cincuenta compradores, es evidente que en el mercado del azúcar y de las máquinas de coser, la oferta alcanza al doble de la demanda y que, en la hipótesis del precio determinado por la oferta y la demanda, el kilo de azúcar y la máquina de coser deberían de venderse al mismo precio. Pero nunca ocurre así. Y aún en estas
condiciones la máquina de coser cuesta bastante más cara que el kilo de azúcar.
La ley de la oferta y de la demanda puede explicar por qué la libra de azúcar costaba ayer treinta y dos kopecks y hoy cuesta treinta y cinco, por qué las máquinas de coser costaban cien rublos y cuestan hoy ciento diez; pero esta ley nunca explicará por qué el precio de las máquinas de coser se expresan en centenas de rublos cuando el precio del azúcar se expresa solamente en kopecks.
La ley de la oferta y la demanda puede modificar los precios de las mercancías pero no determinar las proporciones en las cuales las mercancías se cambian en el mercado, una por otra o por dinero. Las variaciones de los precios en el mercado, bajo la influencia de la oferta y de la demanda, no sobrepasan, por otro lado, ciertos límites.
Si, por ejemplo, a consecuencia de una oferta insuficiente, los precios de un producto determinado llegaran a subir demasiado, podría ocurrir que varias personas que antes lo pedían, dejaran de pedirlo. Esto puede pasar no sólo durante el alza de los precios de los artículos de lujo, que no son indispensables, sino también cuando suben los precios de artículos muy necesarios. Todos saben que cuando la carne es cara, los obreros se alimentan esencialmente de pan, que cuando el pan es caro se alimentan de papas y que desde hace varios años la gran mayoría de los obreros alemanes no consume mantequilla sino margarina, porque no puede pagar la mantequilla.
Un alza demasiado importante de los precios a consecuencia de la demanda, de la disminución de la oferta, o por cualquiera otra razón provoca a su vez una disminución de la demanda, hasta que vuelvan a bajar los precios. De la misma manera, cuando ciertas mercancías abundan en el mercado y se deprecian, la producción de estas mercancías llega a ser desventajosa y se detiene, lo que provoca la disminución de la oferta, mientras las existencias van vendiéndose, y, finalmente, los precios vuelven a subir. En numerosos casos no son la oferta y la demanda las que influyen sobre los precios, sino que es el precio el que influye sobre la oferta y la demanda.
No podemos por todas estas razones contentarnos con explicar el precio por la ley de la oferta y la demanda y tenemos que seguir investigando.
4. Los gastos de producción.
Acabamos de decir que el productor deja de producir una mercancía cuando su precio de venta resulta desventajoso o cuando al venderla, pierde. ¿Cómo se da cuenta que la producción de mercancías es desventajosa o deficitaria? Evidentemente se da cuenta por lo que le cuestan. Escuchen al comprador en el mercado o en una tienda regatear con el comerciante y ofrecerle la mitad de lo que le han pedido: escuchen al comerciante asegurar que la mercancía “le cuesta más cara a él mismo”. El sastre explica sus precios por la carestía de la vida, por el alza de los arriendos, etc.
¿Significa todo esto que el precio de las mercancías se determina finalmente por los gastos de producción? Estudiemos más a fondo este punto, aunque sólo sea en el caso del sastre. Acordémonos de que todavía no se trata de un capitalista que emplea obreros para ganar a costa del trabajo de ellos y que estamos en presencia de un pequeño productor, de un representante típico de la economía mercantil simple que vende la ropa que el mismo ha confeccionado, para recibir a cambio los artículos que necesita para
su propio consumo. ¿Cómo determina este sastre los gastos de confección de un terno?
En primer lugar tiene que considerar el costo de las materias primas, precio del paño y del forro, de los botones, del hilo, etc. Tendrá que añadir los gastos de calefacción, luz y mantenimiento general del taller. Evidentemente, estos gastos no van a entrar totalmente en el precio de un terno, sino que en un porcentaje muy bajo; si el sastre ha dedicado una jornada de trabajo a un terno el precio del terno sólo incluirá la calefacción y la luz de una jornada. También tendrá que incluir el desgaste de la máquina de coser. Si la máquina de coser cuesta mil escudos y sólo puede servir para coser mil ternos es natural que el desgaste de la máquina entre en el precio del terno por el valor de un escudo.
Pero el sastre mismo ha trabajado, ha dedicado una jornada entera a la confección del terno. ¿Tiene que considerar esto? Por cierto. En caso contrario ¿para qué trabajaría? No ha trabajado para compensar sus gastos, sino para recibir una remuneración por su trabajo. Cuando vende el terno hecho busca antes que nada recibir a cambio del producto de su trabajo, los productos del trabajo de los demás. Así, el precio de un pantalón se puede considerar de la siguiente forma:
Paño Eº 160
forro, botones, hilo, etc. 20
calefacción y luz 10
desgaste de la máquina 10
trabajo del sastre 60
Eº 260
¿Venderá nuestro sastre sus pantalones a doscientos sesenta escudos, o sea al precio que cubre exactamente sus gastos? Desde luego intentará obtener por ellos un precio más elevado, pero sólo podrá hacer esto si la demanda es superior a la oferta.
Supongamos que así sea. El sastre conseguirá vender el pantalón a trescientos escudos en vez de doscientos sesenta. Ya sabemos lo que resultará de ello. La confección de pantalones aumentará en el mercado y el precio bajará hasta doscientos sesenta. Entonces la confección de este artículo será menos provechosa y se restringirá. En consecuencia, habrá nuevas alzas de precios, etc.
En resumen, asistimos a las variaciones de los precios en relación con las modificaciones de la oferta y la demanda. Pero observamos que estas variaciones no se alejan mucho de un nivel determinado por los gastos de producción y el trabajo del sastre.
Parece que hemos encontrado la causa que determina el nivel de los precios aparte de las variaciones provocadas por la oferta y la demanda. La contestación parece evidente. Un pantalón cuesta trescientas veces más caro, por ejemplo, que una libra de harina, porque la confección de este artículo exige gastos (gasto en dinero y trabajo) mucho más considerables.
Pero esta respuesta no nos satisface. Analicemos la noción misma de los gastos de producción. El precio del paño, ciento sesenta escudos en el ejemplo elegido, ocupa un lugar muy importante. Los gastos de botones, hilo, combustible (para calefacción y luz) representan los precios de estos distintos productos. Entonces, el precio de una prenda de vestir se explica, en su gran mayoría, por los precios de los productos que han entrado en su confección. Pero si los precios de ciertos productos se explican (en la mayoría de los casos) por los precios de otros productos, ¿no será esto quedarse en lo mismo? Comparar un precio con otro, ¿no será determinar un término desconocido por otro igualmente desconocido y hablar para no decir nada? ¿No hemos vuelto a nuestro punto de partida?
Observamos, sin embargo, que el precio del pantalón sólo se explica por el precio de las mercancías compradas por el sastre, que serían Eº 200 por los materiales y los otros Eº 60 representarían el valor de su jornada de trabajo,
Pero ¿cómo se forma el precio del paño y de los demás materiales? Primero el paño. ¿Por qué cuesta ciento sesenta escudos? Tenemos la respuesta lista: porque fue necesario, para confeccionarlo, por un lado comprar materias primas (la lana) y por el otro gastar, para transformar la lana en paño, cierta cantidad de trabajo. Admitamos que el precio de la materia prima sea de cien escudos. ¿De qué depende el precio de la lana? Una vez más del precio de las materias (digamos el precio de la oveja menos los huesos, la carne y la piel) y del trabajo (esquila). Pero el precio de la oveja se reduce, a su vez, a los gastos de alimentación y manutención. De manera que
podemos finalmente reducir todos los gastos que se necesitan para la producción de todos los materiales, a gastos de trabajo. Si llevamos adelante nuestro razonamiento, inevitablemente llegamos a un último término en el cual sólo vamos a descubrir, además del trabajo de ciertas categorías de trabajadores, materiales que existen ya en la naturaleza y que, por lo tanto, no pueden ser considerados como participando en los gastos de producción (en la medida en que el trabajo no se aplique a ellos). Y ello resulta verdad no sólo para el paño sino también para todos los demás elementos necesarios para el sastre.
De manera que, como los productores consideran sólo la fabricación de mercancías y como son, a su vez, los propietarios y los comerciantes de lo que producen, llegamos a la conclusión de que el nivel del precio de un producto, en torno al cual se hacen sentir en el mercado, variaciones limitadas, es finalmente determinado por los gastos de trabajo.
(...)
Durante esta regulación espontánea, no es corriente que el precio de un producto corresponda exactamente a su valor. El equilibrio de las relaciones de producción en este tipo de economía realizado por dicha regulación espontánea, de ninguna manera es estable, de ningún modo definitivo, sino que, por el contrario, es extraordinariamente inestable y móvil. La ley del valor no deja, por lo tanto, de cumplir con su función reguladora.
La economía basada en el intercambio sólo necesita del valor regulador espontáneo, porque es anárquica y desorganizada. Por lo tanto, la raíz del valor se hunde en relaciones sociales específicas, tales como las que se crean en esta economía que analizamos. Al desaparecer estas relaciones, las relaciones de producción de los hombres entre sí son sometidas a una regulación consciente, y la necesidad del valor desaparece.
Desde este punto de vista, el valor intrínseco es bastante diferente del valor de uso. El cambio de las relaciones sociales no modifica el valor de uso. El azúcar fabricado en un régimen capitalista no pierde a causa de la revolución y del establecimiento de un régimen socialista, ninguna de sus propiedades.
Saludos.