Escrito por Luis I. Gómez
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ESTADO SÍ, ESTADO NO. ¿Y SI HUERTA DE SOTO NO SE EQUIVOCA?
La meta del liberalismo – tal y como yo lo entiendo – es garantizar la libertad y la mejora de las condiciones de vida de las personas, no necesariamente la eliminación del estado. El estado debe ser entendido como una unión de ciudadanos bajo unas leyes que faciliten y garanticen la misma libertad para todos.
A lo largo de la historia son incontables los diferentes sistemas de estado bajo los que los humanos nos hemos organizado. La calidad y cualidad de esas formas de organización “estatal” casi nunca ha dependido de la voluntad de quienes a ellas se acogían (por lo general debido a la residencia en una zona geográfica y/o el hecho de haber nacido en ella) sino del cuerpo legal bajo el que se regían esos estados. Y éste a su vez dependía en la mayoría de los casos de la voluntad e intereses de la clase dominante.
No, no se trata de propugnar un regreso a la caverna medieval-feudalista, escenario probable en caso de que desapareciesen los estados que hoy conocemos de la noche a la mañana. Se trata de poner en perspectiva si los estados actuales cumplen con el objetivo principal de garantizar nuestras vidas, nuestra libertad, nuestra propiedad y nuestros contratos y si el precio legal (los límites a nuestra vida, nuestra libertad, nuestra propiedad y nuestros contratos) que pagamos por ello está justificado o es excesivo. Permítanme utilizar para ello el epílogo de la obra de Ken Schoolland “Las Aventuras de Jonathan Gullible” (que pueden leer completas en Mises Hipano aquí). En la columna de la izquierda lo que debe pretender para sí mismo un “liberal” (según Schoolland, con quien coincido al 100%), en la de la derecha lo que nuestros estados nos ofrecen hoy:
El estado liberal se basa en:
… el prinicipio de propiedad sobre uno mismo.
Uno es dueño de su propia vida. Negar esto implica que otra persona tiene un mayor derecho sobre tu vida que tú mismo. Ninguna otra persona, o grupo de personas, es dueña de tu vida ni tú de las vidas de otros.
Existes en el tiempo: futuro, presente y pasado. Esto se manifiesta en la vida, la libertad y en el producto de tu vida y de tu libertad. El ejercicio de las decisiones sobre la vida y la libertad es tu prosperidad. Perder tu vida es perder tu futuro. Perder tu libertad es perder tu presente. Y perder el producto de tu vida y de tu libertad es perder la porción de tu pasado que lo ha producido.
El producto de tu vida y de tu libertad es tu propiedad. La propiedad es el fruto de tu trabajo, el producto de tu tiempo, energía y talento. Es esa parte de la naturaleza que conviertes en un uso valioso. Y es la propiedad de otros la que se te da voluntariamente y por consentimiento mutuo. Dos personas que intercambian propiedad voluntariamente se benefician mutuamente, de no ser así no harían el intercambio. Sólo ellos pueden tomar esa decisión.
Ha habido épocas en que algunas personas utilizaron la fuerza y el fraude para sacarle algo a los demás sin el consentimiento voluntario. Normalmente, el inicio en el uso de la fuerza para tomar la vida es homicidio, para tomar la libertad es esclavitud, y para tomar la propiedad es robo. Resulta exactamente igual si estas acciones las realiza una persona, muchas personas contra unos pocos, o incluso si la realizan funcionarios públicos con sombreros elegantes.
Tienes el derecho de proteger tu vida, libertad y propiedad correctamente adquirida, contra la agresión violenta de otros. Así que tienes el derecho de pedirle a otros que te ayuden a defenderte. Pero no tienes el derecho de iniciar el uso de la fuerza contra la vida, la libertad o la propiedad de otros. Por ende, no tienes derecho a designar a ninguna persona a que inicie el uso de la fuerza contra otros en tu nombre.
Tienes derecho a escoger tus líderes, pero no tienes el derecho de imponer gobernantes sobre otros. Sin importar cómo se elijan los funcionarios, sólo son seres humanos y no tienen derechos superiores a los de ningún otro ser humano. Más allá de los creativos títulos que se le ponga al comportamiento o al número de las personas que lo alientan, los funcionarios no tienen derecho a asesinar, esclavizar, o robar. No puedes darles ningún derecho que tú mismo no tienes.
Como eres dueño de tu vida, eres responsable de ella. No alquilas la vida de otros que exigen tu obediencia. Tampoco eres un esclavo de otros que exigen tu sacrificio. Eliges tus propios objetivos en base a tus propios valores. El éxito y el fracaso son ambos incentivos necesarios para aprender y crecer. Tus acciones en nombre de otros, o sus acciones en tu nombre, sólo son virtuosas cuando derivan del mutuo consentimiento voluntario. Dado que la virtud sólo puede existir cuando hay decisiones libres. Ésta es la base de una verdadera sociedad libre. No sólo es el principio más práctico y humanitario para la acción humana, sino que también es el más ético.
.
Los problemas surgidos del inicio en el uso de la fuerza por parte del gobierno tienen una solución. La solución es que las personas del mundo dejen de pedirle a sus funcionarios de gobierno que inicien el uso de la fuerza en su nombre. El mal no sólo surge de la gente mala, sino también de la gente buena que tolera el inicio del uso de la fuerza como un medio para sus propios fines. De esta manera, la buena gente ha dado poder a la gente mala a lo largo de la historia.
.
Confiar en una sociedad libre es centrarse en el proceso de descubrimiento del mercado de valores más que centrarse en alguna visión u objetivo impuestos. Utilizar la fuerza gubernamental para imponer una visión sobre otros es una pereza intelectual y generalmente resulta en perversas consecuencias indeseadas. Para alcanzar una sociedad libre se necesita del valor para pensar, hablar y actuar; especialmente cuando es más fácil no hacer nada.
Los estados actuales se basan en:
en el principio de las acciones de compromiso social.
Eres dueño de tu vida, pero a veces el gobierno puede usar tu vida para alcanzar metas más altas que tus metas personales, como la defensa de los intereses nacionales en el mundo.
.
Tú disfrutas de libre albedrío, pero el gobierno puede restringirlo y guiarlo para que tus acciones sean socialmente justas y redunden en el bien general. Eres dueño de tu propiedad, pero el gobierno puede disponer de una parte ilimitada de tu propiedad o lo obtenido por el uso de la misma.
Al mismo tiempo, tú puedes influenciar la acción de gobierno con el fin de utilizar la propiedad y las acciones de los demás, incluso en contra de su voluntad, por el bien común o para el beneficio del estado. ¡Propiedad obliga! La propiedad pública es una forma justa de propiedad. La propiedad privada es importante, pero sólo con moderación y regulada por los límites legales. La redistribución de la propiedad es socialmente justa. El intercambio privado de propiedad se basa principalmente en la codicia y por lo general convierte a una de las partes en perdedora. Otros, aunque no participen en el intercambio, y de manera especial el estado, saben mejor que tú cómo utilizar tu propiedad o parte ella.
La restricción de tu libertad y la restricción del uso de tu propiedad se llama estado social de bienestar. El estado de bienestar es democrático. La acción democrática es buena. El estado de bienestar te protege, te da seguridad social y garantiza la igualdad de oportunidades. Por lo tanto, el estado de bienestar es la forma más moral de sociedad en la historia de la humanidad. Los representantes del interés público siempre buscan el bien común, mientras que tú persigues sólo tus intereses personales. Tú puedes, sin embargo, legitimar democráticamente a otras personas para que usen la coerción para imponer tus intereses sociales, especialmente si es sobre personas que no actúan como la mayoría opina que deben hacerlo. Personas elegidas democráticamente tienen derechos especiales y legítimas necesidades que no tienen los demás. Los miembros del parlamento se han ganado una pensión vitalicia si han contribuido a la aplicación de la voluntad popular; también gozan de inmunidad judicial. Así se compensa su gran responsabilidad política.
.
Tú no eres completamente responsable de tu vida a menos que haya igualdad de oportunidades. Por lo tanto, tú tienes una serie de derechos, cuyos costes son asumidos por el Estado. Si fallas alguna vez, el Estado te ayudará. El gobierno busca extender estos derechos y conseguir así que todos sean tan iguales como fuere posible. A cambio, tú debes, como ciudadano obediente, respetar las leyes, aunque no siempre te parezcan plausibles o justas. Tus acciones son virtuosas si son políticamente correctas, si eres altruista y si actúas de una manera social aceptable, socialmente responsable y socialmente equitativo. Sólo entonces eres parte de un estado realmente justo.
Para todos los problemas en el mundo hay una solución. La solución es que el Estado protege a las personas en casi todas las situaciones, procura reparación de daños y la paz social y siempre que sea necesario lleva a la gente al camino de la virtud. Pilares importantes para ello son las políticas sociales y la legislación. Los gobiernos europeos y la UE se esfuerzan por alcanzar normas sociales de igualdad en Europa. Otro objetivo es lograr la igualdad de derechos y condiciones de vida para todas las personas en la tierra.
Una sociedad libre tiene muchos peligros. Uuna economía de libre mercado es en realidad una economía de mercado sin límites que sólo beneficia a los ricos a expensas de los pobres. El capitalismo conduce a las crisis económicas. Los expertos en el gobierno, la burocracia y la ciencia saben mejor lo que debes hacer tú para el bien público. Orientarse en sus propuestas y seguir sus metas, produce el bien y genera una convivencia armoniosa.
Ignoro lo que ustedes piensan. Ignoro lo que piensan los anarcocapitalistas seguidores de Huerta de Soto. Lo ignoro casi todo, pero creo que entre la marabunta de ideas que resuenan en nuestros días se esconden las calves de nuestro futuro. Ni idea de cómo será. Sí puedo decirles que cualquier acción premeditada es libre y, por lo tanto, no puede ser regulada apriorísticamente por el gobierno, ni sus consecuencias pueden ser gravadas o penalizadas, a menos que se pueda demostrar que es criminal. Mi tesis moral básica es que las leyes que incluyen la obligación de obediencia política deben ser rechazadas. La sumisión involuntaria a una voluntad política, a menudo formulada por una minoría y prácticamente nunca por unanimidad por un colectivo, es moralmente inaceptable.
¿Soy entonces anarcocapitalista y deseo el fin de los estados? No lo sé. No necesariamente. Como siempre me piden más “carne” y menos “humo” (olvidando que, sin ahumar – o preparar, trocear, librar de huesos o piel vamos- , no se puede comer la carne) les dejo algo de carne ahumada:
Tarea y razón de ser del Estado es proteger la vida, la integridad física y los bienes de los ciudadanos que lo han creado con este fin. El Estado de Derecho y sus leyes son también aplicables al estado y sus funcionarios/gerentes. En otras palabras: eliminación de cualquier privilegio legal tanto de políticos como de funcionarios, ya sean cargos electos o “nombramientos”, eliminación de toda subvención a la actividad política y/o social.
No interferencia: la no-acción como acción y la no injerencia en los asuntos de otras naciones son máximas indiscutibles de cualquier Estado. Pero también está la no-injerencia en los asuntos de las personas. Eliminación de las leyes que regulan las familias, el matrimonio, las adopciones, el consumo de cualesquiera substancias, la libre circulación, la creación de empresas, …
La guerra como último recurso, sólo para restablecer la paz: la política exterior liberal no tiene por qué ser pacifista, pero nunca será iniciadora de violencia. La violencia sí puede ser respondida con violencia.
El capitalismo, entendido como economía de libre mercado, es el mejor garante de la paz: los mercados abiertos, la libertad contractual, de propiedad privada, el libre comercio y la seguridad jurídica permiten el intercambio a través de las fronteras políticas, y por lo tanto la colaboración entre diferentes personas y entre los pueblos. En otras palabras: eliminación de las leyes que regulan los mercados (también el laboral), eliminación de aranceles aduaneros, eliminación de la intervención estatal en los contratos privados, eliminación de las leyes que regulan la propiedad privada y sus usos, eliminación de toda carga impositiva a las transacciones comerciales (IVA, por ejemplo), …
La concesión de un derecho ilimitado a la secesión es un principio profundamente liberal, consagrado en el derecho a la autodeterminación de los pueblos.
Si aplicásemos todos estos cambios, seguiríamos teniendo un estado, pero no lo reconocería ni la madre que lo parió. Y estaría, sin duda, más cerca de lo que piensa Huerta de Soto que de lo que piensan en la PPSOE. Seguiría habiendo jueces y leyes y policía y ejército, pero muchos menos políticos, funcionarios y vividores cuya única razón de ser es vivir a costa de nuestro trabajo vendiéndonos el espejismo de la seguridad. Los jueces podrían dedicarse a juzgar delitos reales, la policía a perseguir delincuentes de verdad y el ejército a defendernos de los ataques que de fuera pudiesen venir.
El individuo libre no debe ser socializado, pues ya lo es. El individuo libre intercomunica (muestra un comportamiento social) con las otras personas sin perder de vista el contexto en el que se produce tal comunicación. Para ello no es necesaria más instancia que los mismos individuos. No es necesaria una orientación desde afuera para poder actuar de forma conjunta. El secreto es muy sencillo: “El Libre no exige de sus conciudadanos “coincidencia en los fines”, pero la sabe cierta, pues nos es común a todos los humanos” (Die Philosophie der Freiheit; Steiner, Rudolf. Berlín 1891).
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La meta del liberalismo – tal y como yo lo entiendo – es garantizar la libertad y la mejora de las condiciones de vida de las personas, no necesariamente la eliminación del estado. El estado debe ser entendido como una unión de ciudadanos bajo unas leyes que faciliten y garanticen la misma libertad para todos.
A lo largo de la historia son incontables los diferentes sistemas de estado bajo los que los humanos nos hemos organizado. La calidad y cualidad de esas formas de organización “estatal” casi nunca ha dependido de la voluntad de quienes a ellas se acogían (por lo general debido a la residencia en una zona geográfica y/o el hecho de haber nacido en ella) sino del cuerpo legal bajo el que se regían esos estados. Y éste a su vez dependía en la mayoría de los casos de la voluntad e intereses de la clase dominante.
No, no se trata de propugnar un regreso a la caverna medieval-feudalista, escenario probable en caso de que desapareciesen los estados que hoy conocemos de la noche a la mañana. Se trata de poner en perspectiva si los estados actuales cumplen con el objetivo principal de garantizar nuestras vidas, nuestra libertad, nuestra propiedad y nuestros contratos y si el precio legal (los límites a nuestra vida, nuestra libertad, nuestra propiedad y nuestros contratos) que pagamos por ello está justificado o es excesivo. Permítanme utilizar para ello el epílogo de la obra de Ken Schoolland “Las Aventuras de Jonathan Gullible” (que pueden leer completas en Mises Hipano aquí). En la columna de la izquierda lo que debe pretender para sí mismo un “liberal” (según Schoolland, con quien coincido al 100%), en la de la derecha lo que nuestros estados nos ofrecen hoy:
El estado liberal se basa en:
… el prinicipio de propiedad sobre uno mismo.
Uno es dueño de su propia vida. Negar esto implica que otra persona tiene un mayor derecho sobre tu vida que tú mismo. Ninguna otra persona, o grupo de personas, es dueña de tu vida ni tú de las vidas de otros.
Existes en el tiempo: futuro, presente y pasado. Esto se manifiesta en la vida, la libertad y en el producto de tu vida y de tu libertad. El ejercicio de las decisiones sobre la vida y la libertad es tu prosperidad. Perder tu vida es perder tu futuro. Perder tu libertad es perder tu presente. Y perder el producto de tu vida y de tu libertad es perder la porción de tu pasado que lo ha producido.
El producto de tu vida y de tu libertad es tu propiedad. La propiedad es el fruto de tu trabajo, el producto de tu tiempo, energía y talento. Es esa parte de la naturaleza que conviertes en un uso valioso. Y es la propiedad de otros la que se te da voluntariamente y por consentimiento mutuo. Dos personas que intercambian propiedad voluntariamente se benefician mutuamente, de no ser así no harían el intercambio. Sólo ellos pueden tomar esa decisión.
Ha habido épocas en que algunas personas utilizaron la fuerza y el fraude para sacarle algo a los demás sin el consentimiento voluntario. Normalmente, el inicio en el uso de la fuerza para tomar la vida es homicidio, para tomar la libertad es esclavitud, y para tomar la propiedad es robo. Resulta exactamente igual si estas acciones las realiza una persona, muchas personas contra unos pocos, o incluso si la realizan funcionarios públicos con sombreros elegantes.
Tienes el derecho de proteger tu vida, libertad y propiedad correctamente adquirida, contra la agresión violenta de otros. Así que tienes el derecho de pedirle a otros que te ayuden a defenderte. Pero no tienes el derecho de iniciar el uso de la fuerza contra la vida, la libertad o la propiedad de otros. Por ende, no tienes derecho a designar a ninguna persona a que inicie el uso de la fuerza contra otros en tu nombre.
Tienes derecho a escoger tus líderes, pero no tienes el derecho de imponer gobernantes sobre otros. Sin importar cómo se elijan los funcionarios, sólo son seres humanos y no tienen derechos superiores a los de ningún otro ser humano. Más allá de los creativos títulos que se le ponga al comportamiento o al número de las personas que lo alientan, los funcionarios no tienen derecho a asesinar, esclavizar, o robar. No puedes darles ningún derecho que tú mismo no tienes.
Como eres dueño de tu vida, eres responsable de ella. No alquilas la vida de otros que exigen tu obediencia. Tampoco eres un esclavo de otros que exigen tu sacrificio. Eliges tus propios objetivos en base a tus propios valores. El éxito y el fracaso son ambos incentivos necesarios para aprender y crecer. Tus acciones en nombre de otros, o sus acciones en tu nombre, sólo son virtuosas cuando derivan del mutuo consentimiento voluntario. Dado que la virtud sólo puede existir cuando hay decisiones libres. Ésta es la base de una verdadera sociedad libre. No sólo es el principio más práctico y humanitario para la acción humana, sino que también es el más ético.
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Los problemas surgidos del inicio en el uso de la fuerza por parte del gobierno tienen una solución. La solución es que las personas del mundo dejen de pedirle a sus funcionarios de gobierno que inicien el uso de la fuerza en su nombre. El mal no sólo surge de la gente mala, sino también de la gente buena que tolera el inicio del uso de la fuerza como un medio para sus propios fines. De esta manera, la buena gente ha dado poder a la gente mala a lo largo de la historia.
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Confiar en una sociedad libre es centrarse en el proceso de descubrimiento del mercado de valores más que centrarse en alguna visión u objetivo impuestos. Utilizar la fuerza gubernamental para imponer una visión sobre otros es una pereza intelectual y generalmente resulta en perversas consecuencias indeseadas. Para alcanzar una sociedad libre se necesita del valor para pensar, hablar y actuar; especialmente cuando es más fácil no hacer nada.
Los estados actuales se basan en:
en el principio de las acciones de compromiso social.
Eres dueño de tu vida, pero a veces el gobierno puede usar tu vida para alcanzar metas más altas que tus metas personales, como la defensa de los intereses nacionales en el mundo.
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Tú disfrutas de libre albedrío, pero el gobierno puede restringirlo y guiarlo para que tus acciones sean socialmente justas y redunden en el bien general. Eres dueño de tu propiedad, pero el gobierno puede disponer de una parte ilimitada de tu propiedad o lo obtenido por el uso de la misma.
Al mismo tiempo, tú puedes influenciar la acción de gobierno con el fin de utilizar la propiedad y las acciones de los demás, incluso en contra de su voluntad, por el bien común o para el beneficio del estado. ¡Propiedad obliga! La propiedad pública es una forma justa de propiedad. La propiedad privada es importante, pero sólo con moderación y regulada por los límites legales. La redistribución de la propiedad es socialmente justa. El intercambio privado de propiedad se basa principalmente en la codicia y por lo general convierte a una de las partes en perdedora. Otros, aunque no participen en el intercambio, y de manera especial el estado, saben mejor que tú cómo utilizar tu propiedad o parte ella.
La restricción de tu libertad y la restricción del uso de tu propiedad se llama estado social de bienestar. El estado de bienestar es democrático. La acción democrática es buena. El estado de bienestar te protege, te da seguridad social y garantiza la igualdad de oportunidades. Por lo tanto, el estado de bienestar es la forma más moral de sociedad en la historia de la humanidad. Los representantes del interés público siempre buscan el bien común, mientras que tú persigues sólo tus intereses personales. Tú puedes, sin embargo, legitimar democráticamente a otras personas para que usen la coerción para imponer tus intereses sociales, especialmente si es sobre personas que no actúan como la mayoría opina que deben hacerlo. Personas elegidas democráticamente tienen derechos especiales y legítimas necesidades que no tienen los demás. Los miembros del parlamento se han ganado una pensión vitalicia si han contribuido a la aplicación de la voluntad popular; también gozan de inmunidad judicial. Así se compensa su gran responsabilidad política.
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Tú no eres completamente responsable de tu vida a menos que haya igualdad de oportunidades. Por lo tanto, tú tienes una serie de derechos, cuyos costes son asumidos por el Estado. Si fallas alguna vez, el Estado te ayudará. El gobierno busca extender estos derechos y conseguir así que todos sean tan iguales como fuere posible. A cambio, tú debes, como ciudadano obediente, respetar las leyes, aunque no siempre te parezcan plausibles o justas. Tus acciones son virtuosas si son políticamente correctas, si eres altruista y si actúas de una manera social aceptable, socialmente responsable y socialmente equitativo. Sólo entonces eres parte de un estado realmente justo.
Para todos los problemas en el mundo hay una solución. La solución es que el Estado protege a las personas en casi todas las situaciones, procura reparación de daños y la paz social y siempre que sea necesario lleva a la gente al camino de la virtud. Pilares importantes para ello son las políticas sociales y la legislación. Los gobiernos europeos y la UE se esfuerzan por alcanzar normas sociales de igualdad en Europa. Otro objetivo es lograr la igualdad de derechos y condiciones de vida para todas las personas en la tierra.
Una sociedad libre tiene muchos peligros. Uuna economía de libre mercado es en realidad una economía de mercado sin límites que sólo beneficia a los ricos a expensas de los pobres. El capitalismo conduce a las crisis económicas. Los expertos en el gobierno, la burocracia y la ciencia saben mejor lo que debes hacer tú para el bien público. Orientarse en sus propuestas y seguir sus metas, produce el bien y genera una convivencia armoniosa.
Ignoro lo que ustedes piensan. Ignoro lo que piensan los anarcocapitalistas seguidores de Huerta de Soto. Lo ignoro casi todo, pero creo que entre la marabunta de ideas que resuenan en nuestros días se esconden las calves de nuestro futuro. Ni idea de cómo será. Sí puedo decirles que cualquier acción premeditada es libre y, por lo tanto, no puede ser regulada apriorísticamente por el gobierno, ni sus consecuencias pueden ser gravadas o penalizadas, a menos que se pueda demostrar que es criminal. Mi tesis moral básica es que las leyes que incluyen la obligación de obediencia política deben ser rechazadas. La sumisión involuntaria a una voluntad política, a menudo formulada por una minoría y prácticamente nunca por unanimidad por un colectivo, es moralmente inaceptable.
¿Soy entonces anarcocapitalista y deseo el fin de los estados? No lo sé. No necesariamente. Como siempre me piden más “carne” y menos “humo” (olvidando que, sin ahumar – o preparar, trocear, librar de huesos o piel vamos- , no se puede comer la carne) les dejo algo de carne ahumada:
Tarea y razón de ser del Estado es proteger la vida, la integridad física y los bienes de los ciudadanos que lo han creado con este fin. El Estado de Derecho y sus leyes son también aplicables al estado y sus funcionarios/gerentes. En otras palabras: eliminación de cualquier privilegio legal tanto de políticos como de funcionarios, ya sean cargos electos o “nombramientos”, eliminación de toda subvención a la actividad política y/o social.
No interferencia: la no-acción como acción y la no injerencia en los asuntos de otras naciones son máximas indiscutibles de cualquier Estado. Pero también está la no-injerencia en los asuntos de las personas. Eliminación de las leyes que regulan las familias, el matrimonio, las adopciones, el consumo de cualesquiera substancias, la libre circulación, la creación de empresas, …
La guerra como último recurso, sólo para restablecer la paz: la política exterior liberal no tiene por qué ser pacifista, pero nunca será iniciadora de violencia. La violencia sí puede ser respondida con violencia.
El capitalismo, entendido como economía de libre mercado, es el mejor garante de la paz: los mercados abiertos, la libertad contractual, de propiedad privada, el libre comercio y la seguridad jurídica permiten el intercambio a través de las fronteras políticas, y por lo tanto la colaboración entre diferentes personas y entre los pueblos. En otras palabras: eliminación de las leyes que regulan los mercados (también el laboral), eliminación de aranceles aduaneros, eliminación de la intervención estatal en los contratos privados, eliminación de las leyes que regulan la propiedad privada y sus usos, eliminación de toda carga impositiva a las transacciones comerciales (IVA, por ejemplo), …
La concesión de un derecho ilimitado a la secesión es un principio profundamente liberal, consagrado en el derecho a la autodeterminación de los pueblos.
Si aplicásemos todos estos cambios, seguiríamos teniendo un estado, pero no lo reconocería ni la madre que lo parió. Y estaría, sin duda, más cerca de lo que piensa Huerta de Soto que de lo que piensan en la PPSOE. Seguiría habiendo jueces y leyes y policía y ejército, pero muchos menos políticos, funcionarios y vividores cuya única razón de ser es vivir a costa de nuestro trabajo vendiéndonos el espejismo de la seguridad. Los jueces podrían dedicarse a juzgar delitos reales, la policía a perseguir delincuentes de verdad y el ejército a defendernos de los ataques que de fuera pudiesen venir.
El individuo libre no debe ser socializado, pues ya lo es. El individuo libre intercomunica (muestra un comportamiento social) con las otras personas sin perder de vista el contexto en el que se produce tal comunicación. Para ello no es necesaria más instancia que los mismos individuos. No es necesaria una orientación desde afuera para poder actuar de forma conjunta. El secreto es muy sencillo: “El Libre no exige de sus conciudadanos “coincidencia en los fines”, pero la sabe cierta, pues nos es común a todos los humanos” (Die Philosophie der Freiheit; Steiner, Rudolf. Berlín 1891).