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    Elecciones a las Asambleas Populares provinciales - Actualidad RPDC

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    Elecciones a las Asambleas Populares provinciales - Actualidad RPDC - Página 15 Empty Re: Elecciones a las Asambleas Populares provinciales - Actualidad RPDC

    Mensaje por marsupial Miér Feb 22, 2017 11:22 am

    Identificado un diplomático norcoreano como sospechoso del asesinato de Kim Jong-Nam

    Las tensas relaciones diplomáticas entre Malasia y Corea del Norte vuelven a precipitarse al abismo tras la identificación, por parte de la Policía malasia, del segundo secretario de la Embajada norcoreana en Kuala Lumpur como sospechoso de haber participado en la organización del crimen que acabó con la vida de Kim Jong-nam, hermano mayor del Líder Supremo, Kim Jong-un, el 13 de febrero.

    El inspector jefe de la Policía malasia, Khalid Abu Bakar, ha confirmado que se trata del segundo secretario de la legación diplomática norcoreana en Kuala Lumpur, Hyon Kwang Song, de 44 años, y también ha anunciado la identificación de un empleado Air Koryo, la compañía aérea norcoreana, como otro presunto implicado. Según el inspector, ambos permanecen en territorio malasio y han sido convocados para ser sometidos a un interrogatorio.

    "Hemos entregado [a la Embajada norcoreana] una petición hoy [para que colaboren]", ha indicado Abu Bakar. "Si rechazan cooperar, entonces emitiremos órdenes de captura para ambos".

    Sus nombres se suman a la lista de sospechosos norcoreanos buscados por las autoridades: cuatro de ellos, identificados gracias al circuito cerrado de televisión del aeropuerto, habrían huido momentos después del crimen mediante una complicada ruta aérea que les habría dejado en Pyongyang. Sobre ellos, el inspector indicó en una rueda de prensa ofrecida hoy que "creemos que están seriamente implicados en el ataque" y anunció haber solicitado la cooperación de Pyongyang para que les entregue y puedan ser así investigados. Las autoridades malasias también han recurrido a Interpol para solicitar la colaboración internacional.

    Pocos confían en que el régimen norcoreano acceda a la entrega de sus ciudadanos, aunque el viceministro del Interior, Nur Jazlan Mohamad, parece consciente de ello. "Si la muerte ocurre en circunstancias sospechosas, la Policía tiene derecho a solicitar la extradición de los cuatro hombres para ayudar en la investigación", indicó. "La cuestión es si Corea del Norte nos va a entretener. ¿Qué pasaría si dicen que no pueden encontrarlos? ¿Qué podríamos hacer?"

    El inspector malasio también denunció varios intentos de asalto en el Instituto Forense, donde permanece el cadáver del primogénito de Kim Jong-il. "Sabemos de varios intentos por parte de alguien de irrumpir en la morgue. Hemos tenido que tomar precauciones. No permitiremos que nadie manipule la morgue", añadió, citado por el Malay Mail.
    Norcoreano detenido

    Hasta el momento, hay cuatro personas presuntamente vinculadas al asesinato bajo arresto. Entre ellos sólo figura un norcoreano, Ri Jong-chol, de 47 años, que aparentemente llevaba tres años viviendo en Malasia con su familia sin acudir a su puesto de trabajo ni recibir un salario.

    Según una investigación de Reuters, Jong-chol disponía de un visado de trabajo que le había facilitado un empresario vinculado a Corea del Norte, Chonh Ah Kow, quien admitió haberle ayudado a legalizar su situación en el país haciéndole pasar por uno de sus empleados en Tombo, empresa dedicada a la comercialización de hierbas medicinales.

    "Sólo era una formalidad, sólo documentos, nunca le pagué. No sé cómo sobrevivía. No sé de dónde sacaba el dinero", explicó Chong, de nacionalidad malasia. "Sólo intentaba ayudarle", añadió el empresario quien, tras ser interrogado por la Policía, se mostró dispuesto a afrontar las consecuencias legales de sus actos. La hija del detenido está matriculada en la Universidad Help, la misma que concedió un doctorado honorario a Kim Jong-un en 2013 en reconocimiento de "sus incansables esfuerzos por la educación del país y el bienestar de su pueblo".

    En cuanto a las mujeres detenidas, una indonesia y una vietnamita, la Policía considera que ambas eran plenamente conscientes de sus acciones, por lo cual han solicitado la extensión del mandato de arresto al menos por una semana. "Estamos descartando la posibilidad de que pensaran que el ataque era una broma, o incluso de que creyesen estar participando en un programa de televisión", explicó el inspector Khaled. "Por supuesto que sabían [lo que hacían]", aseveró Khalid abu Bakar. "La mujer movía las manos de camino al baño. Era muy consciente de que [el producto] era tóxico y de que debía lavarse las manos".

    Nueve días después del crimen, aún se desconoce la causa de la muerte de Kim Jong-nam: la autopsia ha descartado que sufriese un fallo cardíaco y también que el cadáver presentase ningún tipo de punción que haga pensar en una sustancia inyectada. Se sigue primando la teoría de un líquido inhalado o pulverizado en el rostro de la víctima. En cualquier caso, hoy se espera que los resultados del informe forense sean completados, lo que podría arrojar luz sobre la sustancia usada para asesinarle.

    Tras la identificación del diplomático sospechoso, la embajada de Corea del Norte en Malasia ha emitido un comunicado este miércoles en el que pide la "liberación inmediata" de los detenidos.
    Identificación

    Las autoridades malasias todavía esperan la llegada de algún familiar de Kim Jong-nam que pueda identificar visualmente el cadáver. Durante varios días se ha especulado con la inminente visita de su hijo, Kim Han-sol, de 22 años, que podría volar a Kuala Lumpur para realizar la ingrata tarea, si bien las autoridades insisten en la discreción que requeriría una visita tan delicada. "Todo lo que tiene que hacer es contactar con Wisma Putra [Ministerio de Exteriores malasio] o con las autoridades. Nosotros le protegeremos, dado que no queremos más muertes aquí", indicó el viceministro de Interior Nur Jazlan Mohamed.

    Mientras tanto, en Malasia crecen las dudas sobre los beneficios de mantener relaciones diplomáticas con Corea del Norte, especialmente a raíz de la reacción de Pyongyang, que acusa a Kuala Lumpur de esconder motivos políticos tras su investigación y de bloquear la repatriación del cadáver, como solicita el régimen comunista.

    En la prensa malasia, numerosos artículos cuestionan la idoneidad de mantener lazos con el Gobierno de Kim Jong-un, que permiten a los ciudadanos norcoreanos viajar a Malasia sin visado. "Los beneficios de la política de la exención de visados son marginales. Romper el arreglo no conllevaría ningún problema", indicó Oh Ei Sun, experto de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad de S. Rajaratnam de Singapur.

    Los acuerdos comerciales apenas ascienden a 4.7 millones de euros anuales, lo cual aumenta las dudas sobre la idoneidad de mantener a toda costa las relaciones, como explicaba el analista del Instituto de Estudios Estratégicos e Internacionales de Malasia, Shahriman Lockman, citado por el New Straits Times. "Nuestro comercio bilateral anual con Corea del Norte es minúsculo, sólo representa el 0,002% de nuestro comercio total, y tiene pocos visos de crecimiento ", explicó el experto.

    "Malasia es la fuente de muchas operaciones de contrabando de Corea del Norte para recaudar dinero", añadió por su parte el director del Instituto de Asia de la Universidad australiana de Tasmania, James Chin, citado por Reuters. "También compra grandes cantidad de bienes de consumo de alta calidad en Malasia para la élite en Pyongyang".

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    A ver sí nuestros queridos norcoreanos nos proporcionan información oficial procedente de la RPDC sobre este suceso, ya que ellos tienen tan amplios contactos.
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    Mensaje por marsupial Jue Mar 16, 2017 1:07 pm

    Discípulos de Kim Jong Un en Japón

    La historia de los Zainichi -coreanos residentes en Japón- está vinculada a la iconografía dominante en Corea del Norte. A imágenes como las que muestra el vídeo grabado durante uno de los aniversarios del calendario norcoreano que se suelen conmemorar en el Instituto Joseon, del barrio de Kita. En él, se muestra un teatro abarrotado y presidido por dos enormes retratos de Kim Il Sung y su sucesor, Kim Jong Il. Los responsables de la ceremonia depositan unas ofrendas florales frente a sus fotografías. Los participantes han accedido a la sala tras pasear por el patio exterior, engalanado con una hilera de banderas del estado comunista.

    Hoy es jornada lectiva y la parafernalia que relaciona a este recinto educativo con Pyongyang no resulta tan evidente, aunque las sempiternas imágenes de la dinastía Kim siguen dominando las aulas de los alumnos más veteranos. Quien fuera el segundo dirigente de Corea del Norte aparece en otra ilustración rodeado de niños sonrientes.

    La influencia entre los estudiantes de la ideología Juche -la teoría oficial del país norteño formulada por su primer líder- tan sólo se percibe cuando se le inquiere a una de las alumnas por un cartel que representa un curioso caballo con alas junto a un misil y ella responde con prestancia: «Se refiere al gran movimiento Chollima que lanzó Kim Il Sung».

    Para Corea del Norte, Chollima -un caballo alado heredado de la mitología china- se ha convertido en un elemento icónico que alude a la campaña de producción acelerada que promovió Kim Il Sung en los 50. «Representa el poder de ese país», añade la chiquilla, que deambula por el recinto escolar vistiendo su uniforme, inspirado en el traje tradicional coreano.

    El Instituto de Kita no desentonaría en ninguna localidad norcoreana. Pero esta barriada no se encuentra en la Corea del Norte marxista, sino al noroeste de Tokio, la capital de un país capitalista que mantiene una creciente rivalidad con su vecino norteño.

    Este centro es uno más de las decenas de recintos similares diseminados por Japón destinados a educar a la minoría coreana asentada en este país. Desde hace años, son objeto de una viva polémica por su vinculación con la Asociación General de Residentes Coreanos en Japón (Chongryon), una institución que actúa como la embajada no oficial de Corea del Norte en esta nación que nunca ha tenido relaciones diplomáticas con Pyongyang.

    «No somos colegios propiedad de Corea del Norte, pero es cierto que les estamos agradecidos. Fue el único país que nos apoyó cuando empezábamos. Nos mandaban dinero y libros de texto. Por eso mantenemos el retrato de sus líderes. ¡Pero este no es un colegio lleno de espías!».

    Quien habla es Gil Ung Shin, director del Instituto Joseon, sentado en su despacho ante la atenta mirada de un alto cargo de Chongryon que, en el mejor estilo de los funcionarios de Corea del Norte, no cesa de tomar notas de su conversación con el periodista en una pequeña libreta.

    El diálogo continúa mientras recorremos el instituto, de cuyas paredes cuelgan mapas de la Península coreana -sin división entre las dos mitades- e instantáneas de los sonrientes alumnos aventajados que logran cada año un singular regalo de fin de curso: viajar a Corea del Norte. «Cada año van 600 de todos los colegios coreanos de Japón», añade Shin.

    El Instituto Joseon y la comunidad norcoreana en Japón son el resultado de esos habituales vaivenes de la historia que hacen saltar por los aires fronteras, nacionalidades y la misma identidad de los que los sufren. Cuando Japón se anexionó la Península de Corea en 1910, la migración coreana hacia el territorio insular todavía era mínima. Esa dinámica se trastocó con el flujo masivo de coreanos de las décadas subsiguientes. Muchos eligieron cruzar la división marítima acuciados por la carestía económica pero muchos más fueron forzados a viajar hasta la madre patria para convertirse en mano de obra esclava. Decenas de miles murieron trabajando en condiciones brutales en las minas y factorías del imperio del Sol Naciente.

    Cuando Japón firmó su derrota en la Segunda Guerra Mundial, los 2,4 millones de coreanos que residían allí iniciaron otro éxodo, esta vez en dirección opuesta. Los que se quedaron en Japón se vieron atrapados en un limbo histórico y legal. Habían pasado de ser coreanos a súbditos del imperio japonés, foráneos en su tierra natal a partir de 1952 -cuando Tokio les retiró la nacionalidad- y finalmente se vieron divididos entre ciudadanos de un estado sureño y otro norteño con ideologías antagónicas. Olvidados en plenas rivalidades de la Guerra Fría, los zainichi decidieron establecer una red de escuelas para incidir en sus orígenes étnicos.

    Nacida en Japón hace 57 años, con pasaporte norcoreano y antigua estudiante de los colegios relacionados con Pyongyang, C.H. -no da su nombre- pretende romper el esquema de blanco y negro que se ha establecido para describir la actividad de estos centros. «Son colegios que quieren mantener nuestras raíces coreanas», asevera en la elegante oficina del centro de Tokio donde trabaja. «Es más un esfuerzo cultural que ideológico. Yo soy madre de dos niños que estudian en ellos y fuimos los padres los que exigimos que no se impartiera ideología... Para nosotros no se trata de elegir entre norte o sur porque consideramos que sólo existe una Corea».

    Es cierto que el Instituto Joseon rezuma sabor coreano. No sólo se estudia en ese idioma sino que se miman hasta los detalles. En la cafetería, por ejemplo, se degustan platos como el típico cuenco de arroz bibimbap o el kimchi, las dos recetas más emblemáticas de la Península. «Ama a tu país, ama a tu etnia y compórtate como un verdadero patriota», se lee en un enorme cartel que domina la fachada del edificio.

    Sin embargo, también es cierto que el currículum que se enseña en estos enclaves no está controlado por Japón y sí por unas editoriales regentadas por Chongryon, como aclara el director. Él mismo reconoce que a los chavales se les instruye en las tesis políticas que dominan en Corea del Norte -«pero sólo algunas horas a la semana», puntualiza- y se les enseña Historia «desde el punto de vista norcoreano». «Les explicamos quiénes fueron los líderes de Corea del Norte y lo que hicieron, pero son los estudiantes los que tienen que decidir si apoyan ese sistema político», asevera.

    Uno podría pensar que a fuerza de estudiar en un entorno próximo a Pyongyang, todos los alumnos desean concluir su aprendizaje para reintegrarse al estado comunista, lo que dista mucho de ser una realidad. «No pienso instalarme en Corea del Norte. Mi realidad es Japón y desde aquí puedo ayudar mejor a mi tierra natal», responde Chisun Kim, de 17 años, una de las estudiantes del Instituto, emulando a otros muchos alumnos que se expresan de igual manera.

    De hecho, el 52% de los alumnos del recinto han optado por un pasaporte surcoreano frente al 45% que continúan portando el de Pyongyang. «Casi ninguno quiere irse a vivir a Corea del Norte. Los chavales piensan que Japón les ofrece mejores oportunidades laborales», confirma el director.

    La situación de los colegios coreanos sigue sujeta a los altibajos de la compleja relación que ha mantenido Tokio con Chongryon, una entidad que llegó a establecer un mini imperio financiero e inmobiliario. Con todo, su principal bandera de enganche fueron siempre los colegios que apadrinaba, que llegaron a ser 160 en sus años de apogeo e incluyen hasta una universidad propia. Pyongyang sustentó su fidelidad ideológica con donaciones de cientos de millones de euros, incluidos 1,8 en 2014 a cargo de Kim Jong Un «en fondos destinados a la ayuda educativa y becas», según la agencia oficial norcoreana KCNA.

    Ahora, la era dorada de Chongryon es una simple memoria que se diluye entre sobresaltos financieros y choques políticos. Su declive se acentuó tras confirmarse en 2002 que Corea del Norte había secuestrado al menos a 13 japoneses en territorio nipón. La revelación causó una conmoción y las autoridades lanzaron una ofensiva legal contra Chongryon: inspecciones forzosas de la policía, confiscación de bienes... Todo eso, unido a la merma en las donaciones de Corea del Norte tras la hambruna de los 90 desembocó en una crisis financiera que les hizo vender hasta su cuartel general en Tokio.

    Es sus mejores tiempos, la mayoría de los cerca de 600.000 coreanos-japoneses se declaraban afiliados a Chongryon. La decadencia de la asociación y la apertura de relaciones diplomáticas entre Japón y Corea del Sur en 1965 provocó otra oscilación pendular y hoy la mayoría de los zainichi disponen de pasaportes emitidos por Seúl. «De los 600.000 sólo unos 100.000 tienen pasaporte norcoreano, antes era al revés», estima C.H.

    Los colegios dependientes de Chongryon no pudieron eludir las consecuencias de este ocaso y a partir de 2010 comenzaron a ser excluidos de los subsidios oficiales japoneses. Shin Ung Gil no necesita describir las carestías que afronta. Basta con mirar la sala de recepciones de su despacho. No sólo está anclada en un estilo que recuerda a los 70, sino que su presupuesto ya no alcanza ni para sustituir los roídos sofás en los que nos sentamos o la moqueta, repleta de lamparones.

    El director fue él mismo estudiante en este centro, en el que se enroló en 1965. «En aquellos años éramos casi 2.000 estudiantes, hoy son 600», admite Shin, de 67 años. «Es una dinámica general. Todos los centros coreanos no exceden los 10.000 alumnos (en los 70 llegaron a ser cerca de 46.000). El gobierno japonés nos margina y por ello nuestros colegios cuestan más que los locales. Además, entre las nuevas generaciones algunos han decidido quedarse para siempre en Japón y se plantean cuál es la utilidad de educarse en coreano».

    El rapto de japoneses y los repetidos ensayos nucleares de Corea del Norte han agravado la incertidumbre de los Zainichi, víctimas de un acoso cada vez más intenso por parte de los sectores ultraderechistas de Japón. Grupos xenófobos como Zaitokukai han protagonizado numerosas marchas y asaltos contra estas instituciones. En un vídeo de diciembre de 2009 se puede ver a los exaltados a las puertas de una de estas escuelas en Kyoto gritando mensajes tan explícitos como: «¡Todos son ñiños espías!» o «¡Volved a Corea del Norte y comed mierda!». Otras manifestaciones han exigido el «exterminio» de esta minoría que han llegado a equiparar con «cucarachas».

    En realidad, la relación entre japoneses y la minoría coreana nunca estuvo exenta de incidentes. Tras el terrible terremoto de Kanto en 1923, el mero rumor de que esta comunidad estaba aprovechándose de la catástrofe para cometer toda suerte de desmanes generó un auténtica razzia donde cientos, si no miles, fueron masacrados. Aquellas imágenes de cadáveres empalados o con los ojos arrancados han quedado marcadas de forma indeleble en acervo de los zainichi.

    «El racismo japonés siempre ha estado dirigido hacia los coreanos, no contra los brasileños o los africanos de Ghana», opina Kim Tong Hak, responsable del departamento de Derechos Humanos de Chongryon, una ocupación peculiar para quien defiende a un gobierno acusado de múltiples violaciones en ese mismo dominio. «El problema es que no sé si las informaciones que leemos en los medios son ciertas o no».

    Cuando se le inquiere a C.H. por qué no quiere revelar su identidad, la norcoreana-japonesa acepta que es por miedo: «Hay muchos zainichi que ocultan su origen. En Japón nos consideran como perros, como ganado».

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