Juguetes y género, ¿sociedad o genética?Publicado por Damián Santos García Díaz | Last updated Jul, 03 2013
En esta sociedad, existe lo que se denomina "roles de género" que delimitan cómo debe de ser el comportamiento tanto de un hombre cómo de una mujer en determinadas situaciones.
Estos roles se inculcan en las personas desde que son muy pequeñas por parte de distintos agentes socializadores, entre los que destacan los padres.
No obstante, algunos autores defienden que la existencia de comportamientos "típicos" de cada género está motivada (o al menos influida) por motivos biológicos.
Camiones y muñecas
Uno de los primeros patrones de comportamiento donde aparecen estas diferencias es en el juego, donde siempre se han catalogado tanto los juegos como los juguetes, pertenecientes a un género o a otro.
Los niños suelen tender al juego de "acoso y derribo", que consiste en el contacto físico. Las niñas, sin embargo, tienden a preferir el juego "socio-dramático", en el cual, interpretan un papel (por ejemplo, el de mamá).
Expuesto así, parece contingente que a los niños se les regale camiones de juguete o piezas de construcción y que a las niñas se les entregue muñecas o juegos de café que les permiten realizar este tipo de juegos.
Componente social de los juguetes en función del género
Resulta evidente que este tipo de diferencias es incentivada por la sociedad, sobre todo por las personas más allegadas al niño. No solo porque los padres tiendan a hacer esta distinción en los juguetes sin necesidad de recapacitar en ello, sino porque es común que cuando un infante realiza una actividad (lúdica o de cualquier otro tipo) que no es contingente con su género, suele ser reprimido por sus cuidadores y recibir burlas por parte de sus iguales.
Identidad y constancia de género
"Identidad de género" es la conciencia por parte de un sujeto de que hombres y mujeres son distintos, no sólo por sus rasgos físicos, sino también por sus roles sociales. "Constancia de género" se refiere a la comprensión de que el género es una característica propia e inmutable de cada persona.
Ambos conceptos no se empiezan a desarrollar hasta los 18 meses de edad (aproximadamente) y no terminan de desarrollarse hasta los seis o siete años.
Una vez expuestos estos términos se debe aceptar que, hasta alrededor de los 18 meses, un niño no es capaz de entender que "debe" de jugar con un determinado juguete por que eso sea lo socialmente aceptado.
Perspectiva biológica
En el año 2008, la doctora Gerianne M. Alexander realizó un experimento en el que sometía a niños menores de estas edades a dos estímulos visuales, el primero de ellos era un camión de juguete y el segundo una muñeca. La doctora registró el movimiento pupilar de cada uno de los niños para comprobar cuál de los dos estímulos le llamaban más la atención a cada sujeto.
Los resultados del experimento demostraron que las niñas, incluso antes de los nueve meses de edad, mostraban una clara predilección por la muñeca. Los niños, a la misma edad también mostraban preferir el camión, pero esta diferencia era menor, probablemente porque el desarrollo cerebral femenino es más avanzado en esta etapa que el masculino.
Por lo tanto, encontramos que los niños pueden presentar comportamientos diferenciales dependientes de su género aun sin ser conscientes de pertenecer a un género.
Este experimento, no obstante, no está exento de detractores, pues podría argumentarse que aunque el niño no sea consciente de que deba jugar con ese tipo de juguetes, probablemente sus padres ya le hayan hecho jugar con ellos, por lo que ya han asociado ese estímulo a algo positivo, mientras que el otro juguete permanece como un estímulo neutro. Esto podría explicar dicha preferencia visual.
Los monos vervet
La misma doctora Alexander realizó también un experimento con los monos vervet (a los cuales sólo un 1% de sus genes les diferencia de la raza humana). Para dicho experimento, soltó en una jaula poblada de dichos monos, un juguete de cada tipo. Nuevamente, la muñeca llamó más la atención de las hembras de la especie y el camión la de los machos.
Parece pues evidente que a pesar del enorme peso que la sociedad posee en que se mantengan este tipo de conductas, todo se inicia debido a un instigador biológico, aunque su peso final no se haya delimitado aún.
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