La manipulación del deseo sexual en beneficio de la producción capitalista“Hasta en el amor y en el odio, que son acciones tan libres, se ven forzados a obedecer.” (Séneca, De la brevedad de la vida, XIX)
El deseo sexual es una de las pulsiones que más condiciona el comportamiento de los seres humanos; esto se debe a su poderosa naturaleza instintiva. Desde hace ya mucho tiempo, el poder se dio cuenta de que si lograba direccionar los deseos sexuales de los miembros de una comunidad hacia unos determinados gustos, podría obtener grandes beneficios.
En nuestra sociedad, el hecho de que las mujeres se sientan atraídas por un determinado tipo de hombre y no por otro, y de que los hombres se sientan atraídos por un determinado tipo de mujer y no por otro, es algo que obedece más a causas culturales (políticas o económicas) que naturales.
Desde muy temprana edad y utilizando diferentes estrategias (1), el sistema ha tratado de adaptar el gusto de los hombres y de las mujeres a un determinado patrón o estereotipo femenino o masculino, respectivamente (actualmente, esta misma manipulación se lleva a cabo también entre los homosexuales). El objetivo es conseguir adaptar los deseos sexuales de los individuos (y, por lo tanto, al propio individuo) a las necesidades del sistema. En nuestros tiempos, esas necesidades tendrían que ver con el deseo de los poderosos por conseguir un aumento de la producción capitalista. El que los hombres se sientan atraídos por un tipo de mujeres que tratan y adornan sus cuerpos de una forma determinada, y el que las mujeres se sientan atraídas por un tipo de hombres con un determinado tipo de costumbres y hábitos tiene como resultado el fortalecimiento de la maquinaria capitalista.
Veamos algunos ejemplos de los modelos masculinos y femeninos que el sistema presenta y promociona como atractivos y el motivo por el que lo hace:
El promocionar como atractivo un modelo de cuerpo atlético, tanto de hombres como de mujeres, ha conseguido que las personas dediquen una parte muy importante de su tiempo libre a realizar todo tipo de actividades físicas con el fin de aproximarse lo máximo posible a lo que socialmente se considera como atractivo. Esto tiene como consecuencia directa individuos mucho más aptos para la producción capitalista (y para la guerra imperialista), pues, al seguir el modelo imperante de Actividad Física (esencialmente mecanicista), éstos tratan y se relacionan con sus cuerpos como si fueran simples máquinas, lo cual adapta al individuo al capitalismo no sólo física, sino sobre todo psicológicamente.
El presentar y promocionar como atractivos a aquellos hombres y mujeres que visten a la moda, que llevan una activa vida social o que conducen un deportivo último modelo, hace que hombres y mujeres tengan que someterse en cuerpo y alma a un trabajo asalariado que les permita costearse tales gastos si quieren resultar atractivos. Igualmente, alimenta en ellos el ansia por alcanzar un puesto de trabajo mejor remunerado que les permita un mayor nivel de gastos y, así, poder aumentar su grado de atractivo. Todo este esfuerzo tiene como consecuencia, como cabría suponer, un incremento de la producción capitalista.
Tampoco es casual que se promocionen determinadas modas. Por ejemplo, los actuales pantalones-braga entre las mujeres, o los vaqueros-pitillo entre los hombres, obliga a unas y a otros a tener que realizar un determinado grado de actividad física si quieren poder utilizarlos, lo cual redunda de nuevo (de forma similar a lo que expuse en el primer caso) en beneficio de la maquinaria capitalista.
Por otra parte, la sobreexcitación sexual artificialmente inducida por el sistema (a través de la televisión, internet, etc.) y las dificultades creadas por el propio sistema para resolver dicha sobreexcitación sexual (especialmente mediante el enfrentamiento entre sexos del que ya hablé en un artículo anterior) ha hecho que los esfuerzos que los individuos tengan que realizar por resultar atractivos deban ser aún mayores (2), algo que, indudablemente, sólo puede suponer beneficios para el sistema capitalista. Esta técnica no es muy diferente a las que se emplean con ciertos animales para obtener de ellos un mayor rendimiento; un hecho que nos puede dar una ligera idea del concepto que tienen de nosotros los actuales dirigentes, así como de su carácter y de la ideología (creencia) que les guía.
A estas alturas de nuestra vida, y debido a la presión social reinante, es muy difícil evitar vernos atraídos por aquello que han querido que nos sintiéramos atraídos. En cualquier caso, puede ser de gran utilidad para toda aquella persona cuya aspiración sea la de alcanzar el mayor grado de libertad posible saber que el modelo o estereotipo masculino y femenino que esta sociedad nos presenta como atractivo sólo tiene un objetivo: manipular nuestros apetitos sexuales con el fin de engrandecer el sistema de producción capitalista y esclavizarnos a él.
Esta toma de conciencia puede sernos de gran ayuda en nuestra lucha contra las cadenas con las que el capitalismo trata de someternos al empezar a ver como algo despreciable lo que hasta ahora considerábamos como atractivo, al reconocer como una astuta trampa del sistema lo que antes nos parecían cantos de sirenas, al identificar como colaboracionistas de nuestro adversario a todas aquellas personas sometidas a los patrones estéticos imperantes.
En este mismo sentido, tampoco debemos subestimar el potencial liberador de rebelarse contra la moda en los hábitos de vestir (como en su día hicieron los hippies hasta que el sistema fagocitó su rebelión convirtiéndola en moda). Este sencillo ejercicio de rebeldía puede ser de gran utilidad para alejarte y mantener alejadas de ti a aquellas personas que pudieran retenerte por más tiempo o dificultar tu huída de la prisión de la que estás tratando de escapar. Además, este ejercicio, al distanciarte de los hábitos mayoritarios, te permitirá percibir con una mayor claridad los enormes esfuerzos y sacrificios que hace la gente por resultar atractivos a los demás, y, por consiguiente, su continua y voluntaria renuncia a la libertad; quizás eso termine por convencerte de que, en última instancia, la falta de libertad entre los seres humanos está más relacionada con una cuestión de prioridades personales que con algún otro tipo de factor externo.
Sin duda alguna, se podrían decir muchas más cosas sobre este tema (y espero que así se haga), pero baste para terminar un par de reflexiones que toda persona que haya alcanzado un mínimo de lucidez en este asunto debería tener siempre presente: ¿hasta qué punto merece la pena convertirse en un esclavo del sistema para conseguir unas migajas de afecto por parte del sexo contrario (o del mismo, en el caso de los homosexuales), más teniendo en cuenta que está cesión voluntaria de nuestra libertad tampoco garantiza que aquello tenga necesariamente por qué ocurrir? y, lo más importante, ¿hasta qué punto merece la pena mendigar el afecto de unas criaturas que exigen que me convierta en un esclavo del sistema para resultarles atractivo?, ¿no sería esto como mendigar afecto a unos seres con un nivel intelectual no muy superior al de las nutrias?
Notas:
(1) Especialmente, mediante la manipulación del instinto gregario, algo que hoy en día se puede conseguir con gran facilidad gracias al poder de persuasión de los medios de comunicación de masas. El tener cualquier tipo de relación sentimental con hombres o mujeres considerados como socialmente atractivos suele ser presentado como un indicativo de prestigio social.
(2) Actualmente, el sistema exige un esfuerzo mucho mayor a los hombres para resultar atractivos a las mujeres debido a la labor de satanización de lo masculino que la propaganda feminista imperante lleva realizando durante hace ya varias décadas (aunque tampoco debemos obviar que los esfuerzos que tienen que realizar las mujeres ha aumentado considerablemente en los últimos tiempos). Cabría preguntarse, también, hasta qué punto todo este modelo de relaciones hombre-mujer ha contribuido a desarrollar una personalidad patológica en los individuos: exhibicionista, narcisista, ególatra...
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