x Red Roja
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Catalunya vive desde hace cinco años un intenso debate social y nacional que va a tener un hito decisivo de expresión en las elecciones del 27 de Setiembre. Se dirime la voluntad de iniciar un proceso de ruptura con el régimen del 78 y la posibilidad de abrir un proceso constituyente donde el pueblo catalán dé curso a las reivindicaciones democráticas y sociales para cambiarlo todo, desde la forma de Estado hasta la de organizarse socialmente.
El movimiento popular por la emancipación nacional en Catalunya no es una maniobra del presidente Mas, ni siquiera de la burguesía nacionalista manipulando a una población crédula como aseguran los medios de comunicación -casi todos al servicio del capital y el nacionalismo español-: es un movimiento complejo y socialmente transversal que recoge la conciencia histórica de humillación y opresión nacional, de prohibiciones e imposiciones lingüísticas, culturales, económicas y de discriminación política y jurídica… A la salida del franquismo, la Constitución del 78 cerró en falso las cuestiones democráticas con un pacto entre el gran capital estatal y las burguesías nacionalistas que dejaba intactos los pilares del régimen, el ejército, las fuerzas represivas, la judicatura, los privilegios de la Iglesia Católica, etc. y la forma de estado con la Monarquía y la negación de la autodeterminación de las naciones históricas integradas por la fuerza en el estado español. El allanamiento a ese pacto por las direcciones del PSOE y del PCE, renunciando a la República y al programa democrático y social, dio paso al “Estado de las autonomías” que la crisis económica y la corrupción han corroído y agrietado en extremo.
Catalunya es, pues, el punto álgido de una triple crisis y el actual proceso político actúa como catalizador en todo el Estado: una crisis nacional abierta desde que el politizado Tribunal Constitucional emitió la sentencia contra el Estatut aprobado y refrendado, poniendo en primer plano de la respuesta popular el derecho a la autodeterminación. Una crisis económica y social que es el estallido de la crisis estructural del capitalismo agravada por los recortes impuestos por la UE, el FMI y el BM para asegurarse el pago de la deuda y eliminar las conquistas sociales. Una crisis democrática que ha revelado la podredumbre de las instituciones, la corrupción generalizada y la necesidad de una nueva política basada en la participación, la democracia directa y la autoorganización popular.
Ciertamente esa crisis de hondo calado en el Estado español explica el “pulso institucional” entre colaboradores de siempre. En este sentido, hemos de alertar de que la “apuesta por la independencia” por parte de Más y su rechazo frontal por parte de Madrid sean utilizados para desviar responsabilidades políticas en la gestión de los brutales recortes sociales que padecemos. E incluso de que devenga en arma de negociación de cuotas de poder dentro del Estado español. Pero lo esencial a resaltar es que por la gruesas grietas de ese “Estado de las autonomías” vuelven a emerger las reivindicaciones históricas, las contradicciones de clase y las aspiraciones nacionales nunca resueltas democráticamente.
El 27-S se va a expresar también, por tanto, una voluntad real de superar el Estado de las autonomías y de que el pueblo de Catalunya decida por sí mismo el futuro, rompiendo unilateralmente el candado del Régimen y la Constitución antidemocrática. Ante esta situación, los comunistas no somos neutrales, estamos incondicionalmente con el pueblo oprimido y por que pueda ejercer su decisión, independencia incluida. Pero los comunistas también tenemos otras tareas que se desprenden de nuestro internacionalismo proletario y del reto de mantener la independencia estratégica y de clase en la presente coyuntura de auge del movimiento nacional en Catalunya.
Una vez dejado claro nuestro apoyo de principio al derecho de autodeterminación y, por tanto, de independencia (sea cual sea la línea de clase que se imponga en el movimiento nacional), debemos intervenir en varios sentidos. Por un lado, para que lo “nacional” no trabe la unidad de clase (independiente de la procedencia nacional e incluso de la posición que se tenga al respecto), empujando al máximo la movilización social contra las medidas de recortes socio-laborales, etc. y advirtiendo sobre la utilización de “lo nacional” por parte de la burguesía catalana para tapar su agresión de clase. Por otro lado, estaremos codo a codo con aquellos compañeros de la izquierda independentista –que hoy por hoy trabajan mayoritariamente en el seno de la CUP- y que alertan contra la amenaza de que la propia burguesía nacionalista traicione hasta las mismas tareas nacionales (tal como ha venido haciendo históricamente). Y, por supuesto, hemos de combatir que “los recortes” y “la lucha contra los corruptos” se utilicen demagógicamente para negar el derecho de autodeterminación, tal como hacen de hecho PODEMOS e ICV haciéndole el juego al nacionalismo españolista más rancio y peligroso.
Y finalmente hemos de advertir también de que ocurra lo que ocurra no habrá liberación social si no se comienza a postular una confrontación clara con la política imperialista de la Unión Europea, contra la OTAN y se denuncian todos los acuerdos que limitan la capacidad de decisión incluido el euro y el futuro TTIP, para no pagar la deuda impuesta y poder destinar los recursos a la creación de empleo y las necesidades sociales acuciantes. Grecia es un ejemplo de esto: la decisión del referéndum de julio no ha sido respetada y sigue el austericidio de la Troika, aún peor. No hay verdadera soberanía ni salida a la crisis sin romper con el capital, sin una lucha unida de los pueblos europeos del Sur y la solidaridad internacional en las dos orillas del Mediterráneo. Para ello es preciso trabajar desde ya (también independientemente de lo que ocurra en “lo nacional”) entre la clase y otros sectores populares para acumular el máximo de fuerzas, aprovechando incluso todas las posibilidades que nos ofrecen los actuales marcos estatales existentes. En un verdadero espíritu de unidad de clase y de internacionalismo consecuente.
A fin de conseguir la verdadera emancipación política y social es necesario, pues, mantener que el Proceso Constituyente sea un extenso movimiento de base, donde la clase obrera mantenga la independencia política, extienda la auto-organización por la base y articule el debate más allá del Parlament en la búsqueda de una transformación profunda que pase por la expropiación de la banca y de las grandes empresas, por tanto, no sólo de un cambio formal de país.
Porque el proceso hacia la independencia es progresivamente revolucionario, entendemos que la Independencia puede convertirse en un paso decisivo para derribar el Régimen del 78 y la Constitución que impidió la ruptura democrática.
Contra las amenazas del aparato de estado y la Banca, la patronal y la Troika
¡Por la libertad y el socialismo!