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    Dificultades neoclásicas debajo de la alfombra

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    grouchomarx
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    Dificultades neoclásicas debajo de la alfombra Empty Dificultades neoclásicas debajo de la alfombra

    Mensaje por grouchomarx Lun Nov 16, 2015 1:27 pm

    En un comentario que Ezequiel envió hace unos días a este blog, cuenta que un amigo, economista recién egresado de la Universidad Torcuato Di Tella, desestimó la importancia de la vieja crítica de los keynesianos y ricardianos a la teoría neoclásica del capital, porque se trataba de una polémica “vieja” y “los métodos actuales son distintos”. No es la primera ver que escucho esta excusa ni será la última. Es una forma de mantener la tranquilidad espiritual, y evitarse problemas. Recuerdo que hace ya algunos años, un profesor de microeconomía me pedía que, por favor, no explicara la crítica de Cambridge a mis alumnos (muchos compartían los cursos), porque “me vas a generar un lío”. Por eso, para que continúe la clama chicha, los manuales y cursos eluden la cuestión. A lo sumo, en algunos cursos de Crecimiento se presenta a los alumnos la polémica, como si fuera una curiosidad de la historia del pensamiento. Pero en textos modernos de crecimiento, el tema ni se menciona. Sala i Martin, Barro, Romer, los “popes” actuales de crecimiento, pasan olímpicamente por alto los cuestionamientos a la función de producción neoclásica. Aunque no por ello se privan de utilizar la función como base para sus razonamientos. En textos y cursos jamás se comunica a los  alumnos que la crítica a la función de producción neoclásica, y a la teoría del capital, nunca pudo ser respondida por los neoclásicos.

    En este respecto es necesario también hacer mención a Macroeconomía de Blanchard y Pérez Enrri, que se ha convertido en “el” manual de macro de nuestras Universidades. Alumnos, e incluso docentes, me han manifestado que este texto no apela al arsenal neoclásico, e incluso es “heterodoxo”. Pero esto no es cierto. Blanchard y Pérez Enrri reivindican la función de producción neoclásica, con todo lo que ello implica: rendimientos constantes a escala; rendimientos decrecientes del capital y del trabajo; tecnología concebida como gestión, organización y sofisticación de los mercados, más seguridad jurídica y clima político (véase pp. 492-493), más un concepto de capital que está “en el limbo”. En este marco, Blanchard y Pérez Enrri dicen que el modelo de Solow “ha resultado ser útil y sólido”. Pero este modelo se basa enteramente en la función de producción neoclásica. ¿Alguien puede explicarme qué hay aquí de “heterodoxia”? Constatamos, por otra parte, que los “métodos nuevos” siguen basándose en los “métodos viejos” (la función de producción), mal que le pese al egresado de la universidad Di Tella.

    Por supuesto, la formación de los Blanchard, Sala i Martin y Romer se refleja en la producción de los economistas. Cantidad de egresados realizan sus especializaciones y encaran proyectos de investigación desde estos fundamentos teóricos. Así, por ejemplo muchísimos estudios sobre crecimiento y desarrollo tratan de dilucidar en qué medida la “acumulación de los factores” y la “productividad total de los factores” contribuyen al crecimiento de los países. La crítica de Cambridge demostró que todo esto carece de sentido, pero el establishment académico está muy interesado en mantener la antigua crítica de Cambridge debajo de la alfombra. Sin embargo, la cuestión sigue respirando por debajo de la alfombra; y va a estallar algún día, como nos lo recuerda un artículo de Avio Cohen y G. C. Harcourt, publicado en el Journal of Economic Perspectives, en 2003. Dada la importancia del tema, y del Journal que publica este paper, resumo sus planteos más importantes, con la esperanza de que anime a estudiantes y jóvenes economistas a interesarse por la cuestión.

    El debate en retrospectiva

    “Whatever Happened to the Cambridge Capital Theory Controversies?” de Cohen y Harcourt (Journal of Economic Perspectives, 2003, vol. 17, pp. 199-213) comienza recordando el famoso pasaje en el que Joan Robinson, en su artículo abría fuego contra la función de producción:

    “Al estudiante de teoría económica se le enseña a escribir x = f(L, K), siendo L la cantidad de trabajo, K una cantidad de capital y x una tasa de output de mercancías. Se le alecciona a suponer que todos los trabajadores son iguales y a medir L en hombres-hora de trabajo; se le menciona la existencia de un problema de números índices en cuanto a la elección de una unidad de output; y luego se le apremia a pasar al problema siguiente, con la esperanza de que se le olvidará preguntar en qué unidades se mide K. Antes de que llegue a preguntárselo, ya será profesor y de ese modo se va transmitiendo de generación en generación unos hábitos de pensamiento poco rigurosos”.

    Estas líneas fueron publicadas en la Review of Economic Studies 1953-4, y desde entonces la situación en los cursos de economía sigue más o menos igual. Hoy miles de estudiantes se reciben sin haberse preguntado jamás en qué se mide el capital, ni haber reflexionado acerca del significado que pueda tener esta pregunta para el concepto de capital. Continúa perpetuándose así el hábito “poco riguroso” de pensamiento, del que hablaba Robinson. Como dicen CyH, actualmente los neoclásicos tratan de disimular aquella crítica diciendo que la polémica fue “una tormenta en un vaso de té”. Por este motivo, cuando en los ochenta se lanzaron las teorías de crecimiento endógeno y ciclo real de negocios, sus autores utilizaron las funciones agregadas de producción como si nunca hubiera existido la controversia. Sin embargo, sostienen CyH, el debate involucraba cuestiones profundas, que no están resueltas, y por eso mismo “inevitablemente van a hace erupción en una controversia futura”. Explicamos brevemente el centro de la vieja crítica de Cambridge.

    El nudo del problema

    Partimos de la función de producción, tal como se enseña en cualquier curso básico de micro, Q = f(K,L), donde Q es producto, K capital y L trabajo.

    La teoría dice que la tasa de retorno (la tasa de interés) del capital es igual a la productividad marginal física del capital, y los rendimientos de éste son decrecientes. De la misma manera, el salario es igual a la productividad física del trabajo, y los rendimientos también son decrecientes.

    Por lo tanto, a mayor cantidad de capital, menor producto marginal del capital adicional, y menor tasa de interés. En consecuencia, a medida que aumenta la acumulación aumenta la relación K/Q, y baja el nivel de consumo sustentable per cápita. En base a lo anterior, entonces, se explica la distribución del ingreso entre trabajadores y capital. El precio de los servicios del capital (= tasa de interés) depende de la escasez del capital y de su productividad marginal; el precio del servicio del trabajo (= salario) depende de la escasez del trabajo y su productividad marginal. En este razonamiento siempre las variaciones de las cantidades del capital o el trabajo generan cambios inversos en los precios.

    ¿Cuál es el problema irresoluble en todo esto? Para responder esta pregunta tenemos que recordar que cuando se habla de productividad marginal del capital siempre se está hablando de productividad física. Esto es, una cierta cantidad física de capital da como resultado una cierta cantidad física de output. Lo cual significa que deben agregarse bienes de capital heterogéneos. Por caso, hay que agregar a torno + b varillas de hierro + c cantidad de electricidad que da lugar a j cantidad de output. Pero no hay manera de sumar torno, varillas de hierro y kilovatios de electricidad. Por eso el único recurso es utilizar los precios. Sin embargo los precios del torno, de las varillas de hierro y la electricidad dependen de la tasa de interés y de los salarios (variaciones de tasa de interés y salarios modifican los precios relativos). Por lo tanto, para agregar el capital necesitamos conocer la tasa de interés. Con lo cual hemos llegado a un razonamiento circular, porque con la función de producción se procuraba averiguar la tasa de interés, pero es necesaria la tasa de interés para obtener la cantidad de capital. En términos del gráfico de la función de producción, si en el eje de abscisas se coloca k (capital por obrero) y el eje de las ordenadas y (producto por obrero), necesitamos la tasa de interés para saber qué cantidades de capital ponemos en el eje de abscisas. Pero la función de producción supuestamente nos iba a dar la tasa de interés.

    El razonamiento también se puede hacer de la siguiente manera. Si queremos saber el precio de capital, podemos partir de su costo de producción. Pero dado que la producción requiere tiempo, el costo está influenciado por la tasa de interés. De manera que no se puede saber el precio del capital sin tener la tasa de interés. Alternativamente, si se sostiene (como acostumbran los neoclásicos) que el precio del capital es igual al valor presente de los flujos de ingresos futuros, hay que conocer la tasa de interés para calcular el valor presente. Todo conduce a concluir que no hay manera de medir el capital en términos físicos; por lo tanto no hay manera de construir la función de producción, en la que se basan las teorías de macroeconomía y crecimiento neoclásicas.

    A partir de aquí, se pueden plantear otros problemas. En particular, que no existe, como afirma la economía neoclásica, una relación monótona e inversa entre la tasa de interés y la cantidad de capital por trabajador. Por ejemplo, supongamos una economía en la que existen dos técnicas, α y β, siendo β una técnica que implica una cantidad más baja de capital por trabajador. Al tomarse el sistema de conjunto, puede demostrarse que α puede ser más rentable a un determinado tipo de beneficios; luego, a un beneficio más alto, la técnica β pasa a ser más rentable; pero a un beneficio aún más alto, α vuelve a ser más rentable. Esto es, la misma técnica puede retornar, luego de haberse descartado, al modificarse el tipo de beneficio. Lo cual contradice la teoría neoclásica sobre que existe una relación monótona e inversa entre tipo de beneficio y cantidad de capital, y entre tipo de beneficio y producto neto por trabajador.

    Una economía sin tiempo

    Como recuerdan CyH, los autores de Cambridge también criticaron la falta de dimensión histórica de la economía neoclásica. En palabras de Joan Robinson, la real fuente de problemas es la confusión de los neoclásicos entre la comparación de posiciones de equilibrio y el proceso real de acumulación. Por este motivo Robinson planteó en la agenda de investigaciones y debates lo que hoy se llaman equilibrios dependientes del sendero. Esto es, el mismo proceso del movimiento tiene un efecto en el destino del movimiento, de manera que no existe una posición de equilibrio de largo plazo que exista independientemente del curso que la economía está llevando en una fecha particular. Robinson consideraba que esta crítica metodológica era aún más importante que la del retorno de las técnicas.

    Agreguemos en este punto que la economía del equilibrio general (el verdadero fundamento de la micro neoclásica, sobre la que se eleva todo el edificio) de hecho tiene que suprimir el tiempo. Esto aparece explícito en el mismo Walras, y precisamente en el momento en que aborda el mercado laboral. Es que no hay manera de determinar el salario real si no se determinan al mismo tiempo todas las demás variables que permiten determinarlo. La razón es simple. Si el salario real es igual a la productividad marginal, y ésta se modifica con el nivel de empleo, es necesario conocer el nivel de empleo para determinar el salario real. Pero para conocer el nivel de empleo es necesario conocer el nivel de producción; para lo cual (si ha de haber equilibrio) es necesario conocer la demanda; que a su vez depende del ingreso; que a su vez depende del salario real, con lo que llegamos al punto de partida. Razón por la cual Walras elimina el tiempo económico, y todo (nivel de empleo, nivel de gasto que están dispuestos a realizar los trabajadores, nivel de producción que establecerán los empresarios para satisfacer esa demanda, etc.) se decide, con el subastador, simultáneamente. ¿Cómo es posible entender el proceso de acumulación del capital en una economía sin tiempo?

    Cuestión de fe y de metáforas

    El ataque de Cambridge Inglaterra no pudo ser respondido por los neoclásicos. Solow sencillamente eliminó el problema suponiendo una economía que produce un solo bien, utilizando ese mismo bien. Esto es, supuso una economía “capitalista” en la que no hay intercambios. En defensa de este procedimiento explicó que “si dios hubiera querido que hubiera más de dos factores de producción, nos hubiera hecho más fácil dibujar diagramas en tres dimensiones” (citado por CyH). Alternativamente, Solow, y otros, también decidieron recurrir a las metáforas: el capital es masilla, mecano, gelatina o cualquier otro material que pudiera moldearse a voluntad, y fuera homogéneo. Una manera de resolver la agregación… eliminando la agregación. Samuelson por su parte intentó eludir los problemas inventando una economía en la cual la composición del capital (esto es, la relación entre el trabajo y los medios de producción) fuera la misma en todas las ramas. Una economía que no existe.

    Impotente para responder, siguen CyH, hacia fines de la década de 1970 la economía neoclásica se refugió en los modelos de equilibrio general, sin que la función de producción, o la función neoclásica de demanda de capital obtuviera por eso respaldo alguno. Para los autores de Cambridge Inglaterra, el problema de fondo residía en la incapacidad de los neoclásicos de explicar el excedente (su origen y naturaleza); su falta de concepto de qué es capital; y también el abandono de la perspectiva de los clásicos, para quienes el problema económico fundamental no pasaba por la asignación óptima de recursos escasos entre fines alternativos (como sostienen los neoclásicos), sino por el proceso circular (o en espiral) de la acumulación de capital, a través de la reinversión del excedente. Más en general, en el enfoque neoclásico el centro de la escena lo ocupan los individuos que optimizan entre el consumo presente y futuro (y el ahorro va siempre a la inversión). En el enfoque heterodoxo, la historia pasa por las decisiones de las empresas de qué hacer con el excedente. La teoría neoclásica tiene por centro al “agente” (átomo aislado); en Ricardo o Marx, el centro son las clases sociales. En Marx, en particular, el comportamiento y la racionalidad del “agente” están determinadas (o condicionadas) por las relaciones sociales en las que está inmerso.

    Una resolución ambigua

    A pesar de las dificultades para responder a los críticos, CyH muestran que los neoclásicos se mantuvieron en sus posiciones. El modelo “a lo Solow”, de una sola mercancía, permaneció intacto y se constituyó en la base para los estudios empíricos. Los datos que obtenían Solow y otros autores neoclásicos de sus trabajos empíricos siempre podían ser considerados como generados por el modelo simple subyacente, en diversas aproximaciones. Los modelos teóricos entonces proveían las intuiciones y la base para el trabajo empírico, y en ese sentido seguirían siendo heurísticamente importantes (Nota: en una próxima nota trataremos por qué algunos resultados empíricos, como los cálculos sobre la productividad total de los factores parecen encajar en lo que dice la teoría neoclásica sobre la función de producción). En cuanto a los autores de Cambridge Inglaterra, no desarrollaron, según CyH, un conjunto de herramientas teóricas alternativas para superar las limitaciones del equilibrio neoclásico. Como adelantamos al comienzo, en la actualidad la función de producción neoclásica se utiliza profusamente en los modelos endógenos, que junto al de Solow, constituyen el sustento de los cursos de “Crecimiento”.

    El tema sigue latente

    Correctamente CyH sostienen que las controversias de Cambridge no fueron una tormenta en un vaso de agua. La teoría del capital no puede considerarse una sección separada de la teoría económica. El debate sobre el capital involucraba cuestiones claves, tales como la naturaleza y justificación de la ganancia del capital, los enfoques sobre la acumulación, las limitaciones del análisis del equilibrio general. Todas estas cuestiones no se han respondido, simplemente se enterraron (y muchos autores de Cambridge murieron, entre tanto). Pero, concluyen CyH, cuando los economistas decidan volver ahondar, volverán a ser revisadas.

    Personalmente, no tengo esperanzas en que los economistas de la corriente principal se decidan a “volver a ahondar” estas cuestiones. No quieren hacerlo porque no saben cómo defender lo que dicen, y porque hay mucho en juego: no solo prestigio y posiciones académicas, sino también, y más importante, una gigantesca construcción ideológica destinada a ocultar la naturaleza y el origen del excedente del que se apropia la clase dominante. Pero el tema, estoy seguro, interesará a la gente con ansias de avanzar en el conocimiento; a aquellos que se rigen por sus juicios, y no por prejuicios académicamente establecidos.

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