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    La represión emocional masculina como preparación psicológica para la guerra imperialista

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    La represión emocional masculina como preparación psicológica para la guerra imperialista Empty La represión emocional masculina como preparación psicológica para la guerra imperialista

    Mensaje por nunca Vie Dic 04, 2015 6:59 pm

    La represión emocional masculina: amistad entre hombres y homosexualidad

    Publicado el junio 28, 2013 por Carlos Rodríguez

    En esta entrada vamos a hablar de un aspecto clave en la represión emocional masculina: la dinámica de la amistad entre varones y el impacto de la homosexualidad en ésta. Para tal fin voy a traducir algunos fragmentos del artículo Amistad masculina: por qué no puedes cambiarla (y no deberías querer hacerlo). El tema principal de ese ensayo es otro: explicar a las mujeres por qué la amistad masculina no supone una amenaza para la novia o esposa. Aunque esto no es lo que quiero tratar aquí, para elaborar su argumento el autor explora las características de la amistad masculina (o al menos de un tipo extendido) que sí considero interesante para el tema que vamos a desarrollar.

    A continuación encontrarán la traducción de algunos fragmentos del artículo:

    Amistad masculina: por qué no puedes cambiarla (y no deberías querer hacerlo)

    “Sé que esto va a sonar un poco raro, ¡pero os quiero chicos!” Eso es lo más cerca que mis amigos y yo hemos estado de expresar en palabras cuánto significamos los unos para los otros. Normalmente se grita en medio de un abrazo mientras bebemos cerveza, entre el jaleo de una banda tocando para una boda, o en un bar abarrotado. Y siempre suena un poco raro. Pero sienta bien, más de lo que a ninguno de nosotros nos gustaría admitir.

    Hay dos factores cruciales que las mujeres deberían entender sobre al amor fraternal. Primero, está basado en la competición. Andrew O’Hagan [dijo] (…) “Nos comparamos con otros hombres, y nos vemos crecer o disminuir dependiendo de lo bien que podamos competir”(…). En pocas palabras, ser un hombre significa estar constantemente compitiendo con otros hombres. La amistad nos proporciona un entorno seguro donde podemos poner a prueba tanto a terceros como a nosotros mismos, creando un equipo de sparrings que en el fondo se animan unos a otros.

    Si llevamos la metáfora del boxeo un paso más allá, hablemos de Rocky Balboa. Para mí, la historia de amor más emotiva de la saga se da entre Rocky y Apollo Creed, su némesis convertida en entrenador, y no entre Rocky y Adrian, su sufrida (e insufrible, pero ésa es otra historia) compañera sentimental. Apollo sabe algo sobre Rocky que Adrian nunca sabrá, algo que ella probablemente ni siquiera está interesada en saber específicamente: el terreno y los límites de la masculinidad de Rocky, como los hombres la definen entre ellos.

    En mi caso, resultaba tranquilizador escuchar que a mis amigos no sólo les caía bien mi novia, sino que también pensaban que era mucho mejor que yo. Incluso habían apostado a ver cuándo se daría cuenta de ello y me dejaría como si fuera un mal hábito. En resumen, se alegran muchísimo por mí.


    Aquí termina la traducción.

    Hemos de recordar que no toda la amistad masculina se desarrolla bajo estos parámetros, pues hay numerosas variantes dependiendo del país, la edad y otros factores. Sin embargo, esta dinámica en la amistad masculina está lo suficientemente extendida, sobretodo en Occidente, como para que muchos piensen que se trata de un fenómeno universal. Es cierto que hay hombres cuya personalidad les lleva a actuar así, y no hay ningún problema en ese sentido, pero la mayoría lo hace debido a presiones sociales y culturales, pues el mismo autor reconoce que no se trata de una preferencia personal, sino de lo que significa ser un hombre.

    La amistad masculina descrita en el artículo se caracteriza no sólo por la competición y el mantener las distancias, sino también por la supresión de los sentimientos, que como mucho tienden a ser disfrazados bajo un velo de agresividad o sólo pueden emitirse cuando la cantidad de alcohol en sangre empieza a desinhibirte (y por tanto no eres completamente dueño de tus actos, o eso quieres creer). El propio autor afirma que expresar el afecto que tiene hacia sus amigos sienta bien, pero no explica qué exactamente le impide hacerlo más a menudo o sin tener que estar en un entorno donde pueda decirse a modo de broma.

    Veamos ahora una escena de la película Gran Torino donde el protagonista enseña a su pupilo a “hablar como un hombre”.



    Tanto el protagonista como el barbero son amigos de toda la vida, pero la única forma que conocen de expresar sus sentimientos el uno por el otro es jugando a ver quien propina el mejor insulto. Competitividad y agresividad, incluso entre amigos.

    Este tipo de amistad es, a mi entender, una de las grandes tragedias que sufre el varón. Quizá no sea comparable al reclutamiento forzoso para la guerra u otros abusos, pero forma parte del proceso de brutalización que comienza cuando se enseña a los niños que “los hombres no lloran”. Educar en este tipo de amistad tóxica propicia el aislamiento emocional del varón y su falta de empatía, características muy útiles para controlarlo y utilizar su agresividad en la guerra, pero cuyo resultado también se traduce en numerosos hombres alienados que en un ambiente de pobreza (y a veces sin ella) terminan en una vida delictiva, o en el mejor de los casos, emocionalmente vacía.

    De hecho, a partir del 2.000 se han multiplicado en Escocia, Sudáfrica, Estados Unidos, Canadá y otros países, programas que proporcionan mascotas a los presos (generalmente perros) para mejorar su empatía y lazos emocionales. En la mayor parte de los casos, estos perros son otorgados a los varones. La propia alcaidesa de una prisión en Philadephia, Karen Bryant, afirmó que la terapia con perros “libera una empatía que los presos no eran capaces de expresar (…). Tienen que cuidar un perro 24 horas al día, ser responsables, mostrarles amor y cariño…”. Algo que quizá no habría sido tan necesario si dichos criminales hubieran podido expresar esos sentimientos hacia quienes eran sus amigos de una forma saludable en sociedad.

    Además, esta tóxica versión de la amistad también tiene un impacto en cómo nos relacionamos con nuestros hijos y parejas. En algunos casos el hombre no consigue abrirse emocionalmente con su pareja, porque hacerlo siempre ha sido socialmente castigado. La figura del padre distante quizá puede estar relacionada con este tipo de educación.

    Otro resultado es que en ocasiones si el hombre consigue abrirse emocionalmente, sólo tiene una persona con quien expresar sus sentimientos, que es su pareja, provocando una gran dependencia emocional que puede no ser saludable para ninguno de los implicados. Esto no ocurre con tanta frecuencia entre las mujeres, a quienes se permite establecer amistades íntimas con menor penalización social (aunque en Occidente la distancia entre mujeres es mayor que en otros países). A veces, sin embargo, la pareja del hombre está perfectamente contenta con que el varón no muestre ninguna debilidad emocional, condenándolo a una vida de soledad interior.

    La amistad debería tener otro carácter para que sea significativa. Como dijo uno de los comentaristas del artículo “ninguna de mis amistades se basa en la competición. Son más bien un refugio de toda la mierda de competición a la que nos enfrentamos en todas partes”. La amistad debería ser el lugar donde podemos ser nosotros mismos, sin importarnos lo que otros puedan pensar. La sociedad obliga a los hombres a competir, especialmente en un sistema capitalista. No necesitamos que nuestra amistad sea una extensión del resto de la sociedad, con sus demandas y penalizaciones.

    Dicho esto. ¿Qué nos detiene a la hora de mostrar afecto por nuestros amigos varones? Al menos en Occidente, una de las mayores barreras ha sido la homofobia. El temor a ser percibidos como homosexuales, con todas las penalizaciones sociales que ello conlleva, e incluso legales en algunos países.

    Si bien la homosexualidad está o ha sido reprimida tanto en hombres como en mujeres, principalmente por motivos religiosos, suele tornarse especialmente virulenta en el caso de los varones. La mayor parte de las víctimas de linchamientos a homosexuales tienden a ser hombres. Por alguna razón la sociedad no ve con buenos ojos la cercanía entre varones, ya sea emocional o sexual. Esto no puede deberse a ninguna explicación biológica porque según estas teorías los otros “machos” se beneficiarían de que varones salieran de la competición por las mujeres. Pero al contrario, intentan hacer que regresen y formen parte de la competición. Se necesita, por tanto, una explicación cultural.

    ¿Quién se beneficia?

    Como mencionamos anteriormente, el distanciamiento emocional y la falta de empatía son útiles para formar guerreros. La persona con menos empatía tiene una mayor facilidad para eliminar a su enemigo, y con menos lazos emocionales que lo mantengan atado a otros, puede se más maleable al influjo de ciertas instituciones que le hagan sentir parte de un grupo donde puede establecer estrechos lazos de amistad con otros varones pero (y esto es lo más importante) sin que se ponga en duda su masculinidad, ya que sus actividades son calificadas como hiper-masculinas. Un lugar así puede ser el ejército. Otro, por desgracia, son las bandas criminales. Y si bien estas relaciones de compañerismo y camaradería deberían propiciar una mayor empatía, el contexto en el que toman lugar terminan enturbiando el proceso. Con esto no estoy diciendo que los ejércitos o las bandas hayan inventado o promovido este tipo de amistad, pero ciertamente se benefician de ella.

    La conclusión que podemos sacar de todo esto es que la homofobia nos perjudica gravemente como varones, no sólo por supuesto a los homosexuales, sino también a los heterosexuales. El camino para alcanzar amistades de calidad pasa por desterrar el miedo a ser percibido como homosexual, y esto sólo puede hacerse cuando la homosexualidad per se deje de estar socialmente penalizada. Poco importará que nos acusen de homosexual por tener una amistad íntima cuando ser homosexual no sea considerado como algo negativo o merecedor de castigo, eliminando quizá la mayor barrera que nos separa a unos hombres de otros. Y para este fin todos podemos aportar nuestro grano de arena.

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    Mensaje por Máquina Vie Dic 04, 2015 7:49 pm

    Versión Resumen:

    Los hombres no estamos educados para expresar las emociones en público.
    Los hombres no tenemos a los largo de la vida mucha gente a la que contar nuestras emociones.
    Somos tan valientes que tememos expresar las emociones porque igual nos llaman maricones y demostramos que somos muy valientes con agresividad.
    No generar empatía viene bien para el ejército y las bandas.

    Espero la versión super polémica sobre las mujeres de esto mismo abordado de esta misma manera.
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    Mensaje por nunca Vie Dic 04, 2015 8:35 pm

    Espero la versión super polémica sobre las mujeres de esto mismo abordado de esta misma manera.


    Los problemas femeninos ya están bastante expuestos por los mass media y las instituciones.

    Por cierto, ¿en qué no estás de acuerdo con el artículo?
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    Mensaje por Máquina Vie Dic 04, 2015 10:26 pm

    En general no dice ninguna locura.
    La versión resumen es por si alguien no quiere leer el texto entero.
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    Mensaje por nunca Mar Dic 08, 2015 2:48 pm

    Hombres y sentimientos: la verdadera historia

    Publicado el noviembre 2, 2014 por Carlos Rodríguez

    Una de las afirmaciones más sorprendentes que he leído en los últimos tiempos ha sido que el momento histórico actual es responsable de que “por fin los hombres puedan expresar sus sentimientos”. Sorprendente, digo, porque con solo hurgar un poco en la Historia podemos sacar la conclusión opuesta: que es hoy cuando más inhibiciones tenemos para hacerlo, y aun así no son tantas como nos quieren hacer creer. De hecho, la historia del arte y la literatura universal se basan en una sucesión de hombres (y en menor medida, mujeres) expresando sus emociones.

    La presente entrada desterrará el mito del hombre que reprime sus sentimientos abordando tres áreas: las lágrimas masculinas, la amistad entre hombres y la expresión del amor.

    Las lágrimas masculinas

    Pese a que muchos de nosotros hemos oído más de una vez eso de “los hombres no lloran”, lo cierto es que en el pasado era aceptable para un hombre llorar. Quizá no por cualquier cosa, pero sí en un abanico de situaciones mucho más amplio del que existe en la actualidad.

    Si echamos un vistazo a obras de la antigüedad clásica, como la Odisea y la Iliada, nos encontramos que sus personajes lloran con inusitada frecuencia. En la obra Tears in the Graeco-Roman World (Lágrimas en el mundo grecorromano) Sabine Föllinger identifica varias ocasiones en las que era aceptable llorar, por ejemplo (p. 17-36):

    Furia. Aquiles llora cuando Agamenón se lleva a Briseida. Y va a llorarle nada menos que a su madre.
    Desesperanza. Cuando Agamenón llora a Zeus pidiendo ayuda, quien por cierto se apiada de él.
    Angustia. Cuando Aquiles llora por la muerte de Patroclo. O cuando Menelao piensa que ha perdido a su hermano.
    Miedo. Los griegos lloran por miedo a los troyanos. Por miedo a la batalla.
    Gozo. Cuando Odiseo se encuentra con su hijo, o su padre Laertes después del largo viaje.
    Anhelo. Cuando Odiseo piensa en su esposa Penélope, o Telémaco en su padre.
    Derrota en un evento deportivo (¡igual que ahora!). Cuando Diómedes es derrotado en una carrera.
    Por supuesto había ocasiones donde no se consideraba apropiado llorar, al menos en público. Odiseo (Ulises), que pasa buena parte de la Odisea llorando, llegó a cubrirse para que no lo vieran los feacios cuando la canción de Demódoco le hizo llorar, y parece que más por decoro que otra cosa. Cuando la canción paró, pudo calmarse y secarse las lágrimas, pero cuando Demódoco volvió a tocarla, Odiseo lloró nuevamente, y esta vez sí fue descubierto por el rey de los feacios, Alcínoo. Este último no pensó nada al respecto y le ayudó en su viaje, pese a las amenazas de Poseidón.

    Odiseo, que se pone a llorar por una canción, y se pasa la mayor parte de sus aventuras llorando por otros motivos, no es ni mucho menos descrito como afeminado o débil, pues estamos hablando de un hombre capaz de enfrentarse a un cíclope y ganar la Guerra de Troya. Las lágrimas no estaban reñidas con la masculinidad, al menos no como lo están hoy día.


    Pero la Antigüedad no es el único momento histórico en el que se aceptaba que los hombres lloraran ríos de lágrimas. En la literatura medieval también tenemos a numerosos hombres que lloran, por ejemplo en Beowulf, La canción de Roldán o Sir Orfeo. De hecho, el Cantar del Mío Cid empieza justamente con las lágrimas del héroe:

    De los sos ojos tan fuertemientre lorando

    tornava la cabeça i estávalos catando.


    En realidad, quienes han analizado seriamente el tema de las lágrimas masculinas coinciden en que su represión se establece a mediados del siglo XX. Las razones, sin embargo, no están muy claras, pero parece que podría deberse a la contraposición entre razón y emoción, que identificaba las lágrimas con la falta de autocontrol.

    Sea como sea, podemos afirmar que aquello de “los hombres no lloran” como prohibición absoluta dista mucho de ser un fenómeno ancestral y se remonta a tan sólo unas décadas.

    La amistad

    Al igual que ocurre con el mito de las lágrimas, la amistad entre hombres no siempre se ha caracterizado por una relación más o menos hostil donde los sentimientos se expresan a través de agresiones verbales. Pero al contrario que en el apartado anterior, esta vez dejaré que las imágenes hablen por sí solas.

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    Estas imágenes no son ni mucho menos excepcionales, pueden encontrar bastantes más aquí.

    Ninguno de estos hombres habría sido calificado de homosexual en el momento en que se tomaron las fotografías. Se trataba de hombres que expresaban sus lazos de amistad a través de un retrato.

    La razón por la que estas actitudes se transformaron parece tener que ver con cambios en la percepción de la homosexualidad. En el pasado, la homosexualidad no era una identidad, sino una actividad que dependiendo de la cultura podía percibirse con indiferencia, desdén o incluso como pecado. En cualquier caso, la actividad homosexual no te convertía en uno. Sin embargo, con la transformación de la homosexualidad en una forma de identidad en el siglo XX, muchos hombres tomaron precauciones para no verse identificados como tales, pues dicha etiqueta podía tener un impacto duradero.

    En otras culturas, sin embargo, la amistad masculina continúa siendo más estrecha que en Occidente.

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    El amor

    Y llegamos finalmente a la categoría donde la evidencia es más abrumadora: el amor. Como señalé al inicio de la entrada, la literatura y el arte universal no podrían entenderse sin los hombres expresando sus sentimientos. Y entre dichos sentimientos se encuentra uno de los que a priori parecen más vergonzosos de expresar hoy día: el amor del hombre hacia la mujer amada.

    Los hombres han expresado lo que sentían hacia sus amadas desde que el mundo es mundo, comenzando por canciones populares y terminando en… canciones de gran popularidad (véase Alejandro Sanz). La literatura cuenta con innumerables ejemplos de hombres que expresan su amor en este contexto, comenzando en el Antiguo Egipto (por lo menos). Sólo España cuenta con un gran número de estos hombres que hoy día se nos hace creer no existieron. Veamos por ejemplo un fragmento del Soneto V de Garcilaso de la Vega (1539-1616):

    Yo no nací sino para quereros;

    mi alma os ha cortado a su medida;

    por hábito del alma misma os quiero.

    Cuanto tengo confieso yo deberos;

    por vos nací, por vos tengo la vida,

    por vos he de morir, y por vos muero.

    Es de imaginar que la sociedad no se reía de Garcilaso de la Vega cuando expresaba sus sentimientos, pues sus escritos se han preservado hasta hoy y su poesía se enseña en las escuelas españolas.

    Claro que Garcilaso no es una excepción: Gustavo Alfonso Bécquer, Antonio Machado, Federico García Lorca… todo esto sin entrar en poetas de otros países hispanohablantes o incluso otros idiomas.

    Algunos de ellos incluso escribieron sobre el mismo amor. Veamos este ejemplo de Francisco de Quevedo llamado Es hielo abrasador:

    Es hielo abrasador, es fuego helado,

    es herida que duele y no se siente,

    es un soñado bien, un mal presente,

    es un breve descanso muy cansado.

    Es un descuido que nos da cuidado,

    un cobarde con nombre de valiente,

    un andar solitario entre la gente,

    un amar solamente ser amado.

    Es una libertad encarcelada,

    que dura hasta el postrero paroxismo;

    enfermedad que crece si es curada.

    Éste es el niño Amor, éste es su abismo.

    ¿Mirad cuál amistad tendrá con nada

    el que en todo es contrario de sí mismo!

    Claro que la mayoría de los poetas o autores literarios no sólo hablan del amor. También expresan sus sentimientos sobre la muerte, la nostalgia, la guerra y un sinfín de temas.

    La expresión de los sentimientos hoy

    Queda claro, pues, que la idea de que los hombres tienen dificultades para expresar sus sentimientos es, desde una perspectiva histórica, completamente falsa. Otra cosa es que a día de hoy se nos presione para que no lo hagamos o se nos ignore cuando lo hacemos.

    Ahora bien, con esta entrada no pretendo decirle a nadie que exprese o deje de expresar lo siente, o que lo haga de una manera o de otra, pues cada uno tiene su propia personalidad, preferencias y circunstancias. Como siempre he defendido, toda masculinidad ha de ser respetada mientras no intente imponerse a otros o haga daño a los demás, con las excepciones de emplear la violencia en defensa propia, para defender a otros o por una exigencia profesional (ejército, policía, etc.).

    Tampoco todos nos expresamos de la misma manera, y no tenemos por qué hacerlo. Hay quienes expresan su decepción llorando, mientras que otros lo hacen maldiciendo o con un comentario sarcástico.

    Creo, sinceramente, que la represión actual de los sentimientos del varón también tiene algo que ver con un factor muy sencillo: no se nos escucha. Y cuando esto ocurre, se nos manda callar o se nos insulta. Numerosos hombres hemos expresado lo que sentimos con respecto a, por ejemplo, que perdamos rutinariamente la custodia de los hijos, que la palabra de una mujer baste para hacernos pasar por la cárcel, la demonización por parte de los medios de comunicación, el rescate del delito de autor y un largo etcétera. ¿Pero qué nos han dicho cuando hemos expresado lo que sentimos? Privilegiados, neomachistas e incluso bebés lloricas. Aparentemente, esos sentimientos no cuentan o son molestos.

    Expresaremos nuestros sentimientos si queremos, cuando queramos, como queramos y para lo que queramos. No para cumplir con las expectativas de otros o con el objetivo de probar algo por motivos ideológicos. Porque tan nocivo es no poder expresar lo que uno siente cuando lo necesita como tener que hacerlo porque alguien así lo espera.

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