nPCI escribió:La fase imperialista del capitalismo se caracteriza por la contradicción entre la propiedad individual de las fuerzas productivas (que es un elemento constitutivo esencial del capitalismo) y el carácter colectivo alcanzado por las mismas fuerzas productivas (3). En las sociedades imperialistas, el elemento esencial del capitalismo (la propiedad individual de las fuerzas productivas) encuentra su mediación (4) con el carácter colectivo alcanzado por las fuerzas productivas en el capital colectivo, en las asociaciones de capitalistas o sociedades de capital y en las formas antitéticas de la unidad social. De aquí surgen los monopolios, el capital financiero, el reparto del mundo entre grupos y Estados imperialistas, las empresas multinacionales, las políticas económicas, el capitalismo de Estado, etc. Esta tesis, importante para entender el movimiento económico de las sociedades imperialistas, está expuesta ampliamente en “Rapporti Sociali, nº 4, págs. 5-25.
En el mismo artículo se demuestra también que la propiedad capitalista colectiva de las fuerzas productivas, lejos de eliminar la propiedad capitalista individual, le abre un nuevo y vasto campo de acción. Es cierto que las principales estructuras productivas (5) se han convertido, en los países imperialistas, en propiedad directa de asociaciones de capitalistas (sociedades por acciones, entes económicos públicos, fondos de seguros u otros organismos del mismo tipo). Pero también es cierto que el capitalista-individual, excluido de la propiedad directa de las estructuras productivas por el hecho de su carácter social, aparece como propietario individual de una cuota de su valor y hace valer como tales los derechos que ya no puede hacer valer completa y directamente con respecto a las estructuras productivas, a pesar del carácter social que éstas han alcanzado. Si, por ejemplo, se consideran las recientes vicisitudes de la Societé Générale de Bélgica, de la Montedison, de Parmalat, de Enron, del Credit Lyonnais, etc. (grandes asociaciones de capitalistas o capitalistas colectivos) aparece inmediatamente el campo de acción que éstas suponen para capitalistas individuales como De Benedetti y Gardini. No se pueden comprender los negocios en los que están mezcladas las grandes sociedades multinacionales (General Motors, Standard Oil of N.Y., Ford Motors, Shell, General Electric, IBM, etc.) si se prescinde de los lazos de éstas con sus grandes accionistas, con los que aspiran a su control ( raiders ), con los aventureros de las finanzas, con la multitud de pequeños accionistas y ahorradores, con los capitalistas individuales, sus clientes y proveedores, hasta descender al abigarrado mundo de la pequeña producción mercantil individual en el que se mueven millones de individuos, buscando todos la “fortuna”. No se puede comprender nada del movimiento de las estructuras e instituciones típicas del “capital colectivo”, de los “capitalistas asociados”, si se prescinde del capital individual y de la producción mercantil. El imperialismo, el monopolio, el capital financiero, el capitalismo de Estado y el capitalismo burocrático se apoyan en la amplia base del capitalismo de viejo tipo, en la propiedad individual de las fuerzas productivas, en las pequeñas y medianas empresas capitalistas, en las relaciones mercantiles, en las relaciones monetarias y en las relaciones de valor.
El monopolio, en la sociedad burguesa (6), es una mediación entre la propiedad individual de las fuerzas productivas y su carácter colectivo. El monopolio surge como desarrollo e inversión de la producción mercantil de la que vive: toda la ventaja que un capitalista saca del precio y de las condiciones de monopolio tiene su origen en el marco no-monopolista en el que opera el monopolio. Donde no hay libre competencia no puede haber monopolio capitalista, de la misma manera que no puede haber islas sin mar.
El capital financiero, en la sociedad burguesa, surge y se desarrolla bajo la forma de asociaciones de capitalistas individuales y el dinero asume la forma de títulos de crédito como desarrollo de su forma en oro. Esta sigue siendo también en la sociedad imperialista la amarra más segura del poder personal de cada capitalista, a la cual retorna cada vez que dejan de existir las condiciones que han llevado al dinero a cambiar de forma.
El colonialismo, el sometimiento y explotación de los países más atrasados surgen y se desarrollan, en la sociedad burguesa, como resultado o instrumento del empeño de los capitalistas de mantener lo más elevada posible la cuota de ganancia de las fracciones individuales de capital.
El capitalismo de Estado surge y se desarrolla como intervención del Estado y utilización de los recursos políticos de éste para mantener una cuota elevada de ganancia de los capitales privados y capitalistas individuales y tratar las contradicciones entre ellos.
El capitalismo burocrático (o capitalismo burocrático de Estado) es el tipo de capitalismo que el imperialismo hace surgir en los países atrasados, semifeudales y semicoloniales, combinando los grupos imperialistas, los grandes propietarios de tierras y los grandes banqueros con el poder estatal (7).
Por tanto, no tiene sentido hablar de imperialismo, monopolio, capital financiero, capitalismo de Estado y capitalismo burocrático, refiriéndose a una sociedad en la que los capitalistas individuales, los capitalistas privados y la producción mercantil no constituyen el tejido básico de la actividad económica de la sociedad. Todas estas tesis ya han sido expuestas por Lenin en el VIII Congreso del PC(b) en su Informe sobre el programa del Partido del 19 de marzo de 1919 (Obras completas , vol. 29), criticando las tesis de Bujarin que mantenía que el imperialismo era un nuevo modo de producción que sucedía al capitalismo. Lenin concluía su crítica diciendo: «El imperialismo puro, sin el fundamento del capitalismo, no ha existido nunca, no existe en ningún lugar ni podrá existir jamás. Se ha generalizado erróneamente todo lo que se ha dicho sobre los consorcios, los carteles, los trusts, el capitalismo financiero, cuando se ha querido presentar a este ultimo como si no se apoyase enteramente sobre la base del viejo capitalismo. (...) Si Marx dice de la manufactura que es una superestructura de la pequeña producción mercantil de masas (El Capital , libro I, cap. 12 ), el imperialismo y el capital financiero son una superestructura del viejo capitalismo. Si se demuele la cima, aparecerá el viejo capitalismo. Decir que existe un imperialismo integral sin el viejo capitalismo, significa confundir los deseos con la realidad».
No se puede comprender el movimiento económico y político de las sociedades imperialistas si se prescinde de la existencia del viejo capitalismo como fundamento del que surgen continuamente las grandes sociedades y en las que se reparten continuamente grandes capitales, generando multitud de adjudicatarios, sub-adjudicatarios, proveedores, vendedores, aprovechados, aventureros, especuladores, estraperlistas, etc. El capital financiero, el monopolio y la burguesía imperialista son el sector dirigente de la sociedad imperialista: pero si se separa este sector del resto de la sociedad equivale a aislar las tropas de primera línea del resto del ejército y del país. Dicho en otras palabras, el imperialismo no es un nuevo modo de producción diferente del modo de producción capitalista. El imperialismo es la última fase del capitalismo, la antecámara del socialismo. El imperialismo es una superestructura del capitalismo, es la fase degenerativa del modo de producción capitalista que, al ser históricamente superado por el carácter colectivo ya alcanzado por las principales fuerzas productivas, sobrevive a sí mismo. Por otra parte, genera continuamente un nuevo capitalismo en el que se apoya. Concluyendo: el capital colectivo surge, existe y puede existir sólo como superestructura del capital individual, como mediación entre la propiedad individual de las fuerzas productivas y el carácter colectivo de las mismas; el monopolio moderno aparece, existe y sólo puede existir como limitación parcial de la competencia; el capital concentrado y centralizado surge, existe y sólo puede existir en el marco de un gran número de capitales opuestos en tanto que vendedores y compradores, generando continuamente capitales enfrentados en un movimiento centrífugo que se contrapone a su movimiento centrípeto; en la sociedad burguesa, la dirección consciente de todo el movimiento económico de la sociedad (a través del Estado o de “asociaciones privadas” de capitalistas) aparece, existe y sólo puede existir como forma antitética de la unidad social.
Los revisionistas modernos de los países imperialistas nos han habituado a considerar como fundamental la distinción entre propiedad privada (individual y de asociaciones privadas de capitalistas) y propiedad pública (es decir, de asociaciones públicas de capitalistas, del Estado, etc.). De aquí proviene el hecho de confundir espontáneamente las unidades productivas de un país socialista con las empresas públicas de un país imperialista.
En las sociedades imperialistas, las sociedades por acciones y los entes económicos públicos (las empresas estatales, las sociedades nacionales, los entes económicos del Estado, de las regiones, de los ayuntamientos, etc.) son una mediación entre la propiedad individual capitalista de las fuerzas productivas que sobrevive como elemento constitutivo principal de la sociedad y el carácter colectivo de las fuerzas productivas. Quien confunda las formas antitéticas de la unidad social (
con el capitalismo a secas, tomando a estas fuerzas productivas ya colectivas como si fueran toda la estructura económica de la sociedad imperialista (y, por tanto, borrando de un plumazo todo el tejido del viejo capitalismo que constituye la base de la sociedad actual), no puede comprender ni el capitalismo ni el socialismo.