Todo tipo de izquierda actual, desde la más moderada y vendida hasta la más extrema (en la que englobo a anarquistas, movimientos autónomos, estalinistas y trotskistas) parecen haber perdido el rumbo en este tema. Consecuencia de la época tan posmoderna, tan posmoderna en la que estamos.
Voy a aportar unos artículos, desde la izquierda y alejados de discursos xenófobos, que considero vital que leamos todo/as. Da igual la corriente revolucionaria en la que estemos.
Voy a intentar dejar clara una idea antes de publicar los artículos: la palabra "islamófobo" se acuñó con la misma intención que las palabras "feminazi", "perroflauta" o, más claro todavía: "rojo de mierda".
La intención de todas estas palabras es la de condenar a quienes se atreven a cuestionar la forma en la que están establecidas el orden de las cosas.
Las primeras personas que fueron acusados de "islamófobas" también eran musulmanas. Hoy, el calificativo abarca a cualquier persona crítica...pero se sigue acusando de "islamófobos" a musulmanes/as que cuestionen temas cómo los velos para la mujer o la imposición de ramadán obligatorio en algunos países islámicos.
El wahabismo saudí y el jomeinismo iraní coinciden en castigar la blasfemia: nombrándola "islamofobia", disfrazándola de "racismo" y ejecutando a los blasfemos.
¿Por qué no se habla de "musulmánfobia"? La elección de la palabra "islamofobia" advierte de fobia, críticas hacia una religión, una espiritualidad...no hacia las personas que la practican.
Se demuestra que la verdadera intención es salvaguardar la integridad del islam. No la de los musulmanes, los cuales se convierten en meros recipientes de una espiritualidad mucho más valiosa que sus propias vidas....
El primer y muy, muy ilustrativo artículo:
1) "Desgraciadamente, más que denunciar este racismo contra los musulmanes, con frecuencia se prefiere llamarlo con una denominación más corta pero más confusa: la de “islamofobia”. Aunque a veces se utiliza de buena fe, su etimología –“fobia hacia el islam”—sirve sobre todo para hacer pasar cualquier crítica hacia la religión musulmana, o hacia el integrismo musulmán, por una forma de racismo hacia los musulmanes, una suerte de “musulmanofobia”. Algo que contribuye a sembrar la confusión, incluso a hacer derivar el combate antirracista en una lucha anti-blasfemia. Este es, por otro lado, el objetivo que persiguen las redes que empezaron a utilizar el término. Un ejemplo entre otros: en Inglaterra, a finales de los años ochenta, poco después de haber liderado la campaña contra los “Versos satánicos” de Salman Rushdie, diversos grupos islamistas comprendieron que su batalla sería más eficaz si reclamaran la censura no debido a la blasfemia, sino en tanto que minoría víctima de “islamofobia”. La forma cambia, pero el objetivo persiste: acallar cualquier crítica al islam. La Islamic Human Right Foundation, una de esas organizaciones islamistas que intentan hacerse pasar por el equivalente musulmán de Amnistía Internacional, y como tal participa en todo evento antirracista o antiglobalización, definía la “islamofobia” como un “atentado contra los derechos de Dios”.
A sus ojos, las principales víctimas de islamofobia son los talibanes, y los principales islamófobos no son otros que Taslima Nasreen y Salman Rushdie. Esta trampa semántica, diseñada para hacer pasar las demandas de censura integrista como reivindicaciones antirracistas, y a los apóstatas como racistas, se parece mucho a otra concebida en la misma época en las redes de la extrema derecha cristiana, bajo la batuta de Bernard Antony, electo del FN y jefe de la Asociación General por el Respeto a la Identidad Francesa. Tras haber liderado una campaña contra la “Última tentación de Cristo” de Martin Scorsese, comprendió que sería más eficaz denunciar como “racismo anti-cristiano” cualquier dibujo o cartel que ofendiera la fe cristiana. Lo cual afectaba, con cierta frecuencia, a Charlie Hebdo. Sin embargo, la misma izquierda antirracista que entiende rápidamente la trampa tendida en torno a la expresión “racismo anti-cristiano” o “cristianofobia”, se desgarra a causa del término “islamofobia”.
Ciertos sectores utilizan el término para dirigir su combate más contra la difamación de religiones que contra el racismo. Y la confusión avanza entre la juventud: según un sondeo realizado por “La Croix” en el momento del proceso de las caricaturas de Mahoma, tres cuartas partes de los entrevistados entre 18 y 25 años piensan que reírse en público de la religión es racista. Estos jóvenes parecen no distinguir entre una crítica de carácter esencialista, orientada a inferiorizar una categoría de individuos, de la crítica a una ideología o a una religión. Algunos emplean el término “islamofobia” como utilizan “homofobia”, sin observar que existe una diferencia semántica de categoría. La homosexualidad no es ni un sistema de pensamiento, ni una religión: es una orientación sexual. Difícilmente se puede tener fobia a la homosexualidad sin tenérsela a los homosexuales."
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2) "Charlie Hebdo suscita una especie de auto de fe de la inquisición, una cábala alimentada por los (y las) idiotas útiles de los islamistas, que buscan una popularidad fácil, respaldada por el instinto gregario y la ignorancia.
La islamofobia. Qué concepto más maravilloso. Tan amplio como la chilaba de un integrista. Es capaz de absorber todo lo que no le plazca: la razón, el espíritu crítico, incluso el humor. El término, hoy día tan consagrado como la xenofobia -concepto mucho más preciso-, se escuchó por primera vez de boca de los mulás iraníes que exigían asesinar a Salman Rushdie. Eso les importa poco a los (y las) idiotas útiles de los islamistas, cuando hoy lo ponen al servicio de su falsa filantropía.
El resultado de sus investigaciones es la conclusión, sin la sombra de una duda, que ser islamófobo es ser racista, y de paso atacan a la religiofobia, igual de sospechosa. Para ellos, el derecho de criticar una religión se debe limitar al catolicismo. Los musulmanes, en cambio, se meten en el saco de los minusválidos, víctimas por haber nacido así, en resumen: aquellos de los que uno no se puede reír porque la vida ya los ha castigado lo suficiente. Vaya visión de igualdad.
El (o la) idiota útil sostiene que un religiófobo no tiene derecho a criticar el islam, dado que sin duda no lo conoce lo suficiente como para hacerlo. Este argumento lo he escuchado mil veces de parte de los radicales al sur del Mediterráneo, allí donde el islam ocupa el lugar de la ley, y donde sería muy extraño llamar racistas a los “islamófobos”, hijos del país; es más fácil tacharlos de occidentalizados. “Usted critica el islam porque lo desconoce: usted no tiene derecho a hablar de él”. Porque evidentemente, si una conoce el islam, con sus cinco rezos diarios, su ramadán y sus placeres polígamos, no hay más remedio que amarlo.
Yo, Zineb, nacida en Casablanca, donde me he criado, me reservo el derecho. En nombre de los 16 años de educación islámica obligatoria, desde Primaria al bachillerato, me reservo el derecho de criticar el islam como me venga en gana, sin que ningún(a) idiota útil de los barbudos me explique que yo estoy sufriendo un síndrome de odio a mí misma. Estos impostores de la diversidad deben en primer lugar comprender que criticar una idea no es lo mismo que insultar a quien la defiende. Sin este postulado de base, no se puede llevar a cabo ningún debate de opiniones.
La cultura del argumento ad hominem, que tanto les gusta a los integristas musulmanes, no vale para los laicos. En los ambientes en los que ejercen un poder de coacción, los islamistas no dudan en calificar de “puta” o “maricón”, según el sexo, a cualquier persona que se atreva a criticar su ideología. Sí: es así de trivial, ellos no se esfuerzan en buscar respuestas elaboradas; aquello les basta para condenar a muerte, o a prisión, a sus adversarios.
Pero respetemos, aun así, su particularidad, dirá el (o la) idiota útil. ¿Relativismo cultural? Podría contentarse con responder “bua”. El argumento importa muy poco, el respaldo de las masas está garantizado.
Otro linchamiento fácil, sin correr riesgo alguno, es el de atacar a las Femen, que desde luego deben de ser racistas, dado que están indignadas con la situación de las mujeres en los países árabes… según piensa el (o la) idiota útil. Un argumento, presentado con toda seriedad, es que las Femen se expresan como Chuck Norris. ¿Humor? Amén. Pero ¿se puede tener el mismo sentido de humor en todo? ¿Realmente en todo? No: del islam no se puede burlar uno, responderán.
Idiota útil, permíteme que te diga: tu obsesión con que te puedan tomar por racista hace que defiendas a la extrema derecha musulmana. Entre los 1.500 millones de musulmanes en cuyo nombre tú crees hablar, sólo algunas miles quieren llevar el niqab. La mezquita de La Meca, el lugar más sagrado del islam, prohíbe entrar con niqab, y tú defiendes que se lleve en la Universidad en Francia. Al tomar partido por el ala fascista del islam, arrojas a sus fauces a los demás, a la mayoría silenciosa y a la minoría laica militante. La Historia no te lo agradecerá."
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3) Marieme-Hélie Lucas, feminista socialista y reconocida luchadora laicista argelina:
"A mí me gustaría que la vociferante defensa de la “elección” de las mujeres con velo y del “derecho al velo” por parte de “gentes progresistas” anduviera a la par con su defensa de las mujeres masacradas por no llevar velo. Pero lo que, en cambio, vemos esconderse tras la defensa unilateral de los derechos humanos de las mujeres con velo por parte de la izquierda postlaica y de la comunidad de derechos humanos en Europa y en Norteamérica es, de hecho, una posición claramente política. Los pretendidos “progresistas” han optado por defender a los fundamentalistas como víctimas del imperialismo estadounidense antes que a las víctimas de esos fundamentalistas, es decir, entre otras, a los millones de mujeres sin velo que han resistido a las imposiciones de sus victimarios, así como a los millones de laicos, agnósticos, ateos, etc., a quienes se ha abandonado a su suerte como a “occidentalizados”, o aun como “aliados del imperialismo”! La historia juzgará esa miope opción política de modo no menos inmisericorde a como ha juzgado la cobardía de los países europeos en el arranque del nazismo en Alemania. "
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4) "El debate tras la prohibición del burkini en algunas playas de Francia ha revelado la dimensión del colaboracionismo europeo con la expansión de la mortífera ideología wahabí. En su afán de “dar voz al colectivo afectado”, la prensa española publica artículos en los que salen a posicionarse... mujeres españolas conversas, como Laure Quiroga o Amanda Figueras, apoyadas por personajes como Brigitte Vasallo que sin declararse musulmanas defienden a ultranza el hiyab como “libertad de vestir”. Beneficiándose del secuestro del término “feminismo”, al definir el “feminismo islámico” como una postura que da a la mujer plena libertad de someterse a la doctrina religiosa elaborada por teólogos para proteger al varón contra la perniciosa influencia de la fémina.
Porque eso, y no otra cosa, es la justificación teológica del dogma del velo, el niqab y el burkini en el islam fundamentalista que hoy se ha hecho con el poder: evitar al hombre en el espacio público el mal trago de ver la piel o, Dios no lo quiera, el pelo de una mujer. Si lo atisbara, afirma la doctrina, podría tener pensamientos impuros e incluso verse incitado a asaltarla y violarla. Para proteger la sociedad contra tales desmanes que forman parte de la naturaleza del varón, deben ocultarse “los encantos” de la mujer: hiyab para las normales, niqab -tapando todo salvo los ojos- para las especialmente guapas (esto no es una broma mía: es la doctrina oficial).
Es curioso el argumento final de las islamistas mencionadas cuando se llega a este punto: se declaran “hartas de que un hombre
"A mí me gustaría que la vociferante defensa de la “elección” de las mujeres con velo y del “derecho al velo” por parte de “gentes progresistas” anduviera a la par con su defensa de las mujeres masacradas por no llevar velo. Pero lo que, en cambio, vemos esconderse tras la defensa unilateral de los derechos humanos de las mujeres con velo por parte de la izquierda postlaica y de la comunidad de derechos humanos en Europa y en Norteamérica es, de hecho, una posición claramente política. Los pretendidos “progresistas” han optado por defender a los fundamentalistas como víctimas del imperialismo estadounidense antes que a las víctimas de esos fundamentalistas, es decir, entre otras, a los millones de mujeres sin velo que han resistido a las imposiciones de sus victimarios, así como a los millones de laicos, agnósticos, ateos, etc., a quienes se ha abandonado a su suerte como a “occidentalizados”, o aun como “aliados del imperialismo”! La historia juzgará esa miope opción política de modo no menos inmisericorde a como ha juzgado la cobardía de los países europeos en el arranque del nazismo en Alemania. " opine sobre cómo visten las mujeres”. Una frase que revela la ideología que comparten con el burkini: el derecho a la palabra se da en función del sexo de las personas. Argumentar entre iguales sobre qué ocurre con la sociedad, debatir posturas políticas, eso ha quedado desfasado. Ahora se trata de segregar la humanidad en dos mitades, hombres y mujeres, que no deben tener opinión respecto a lo que haga el otro sexo. Encaja perfectamente con la ideología que, basándose en Biblia y Corán, niega a las mujeres el derecho al voto, porque la política es cosa de hombres.
Pero extrañamente, esa “hartura” de que “un hombre opine sobre cómo visten las mujeres” solo se aplica a quienes estén en contra del velo. Porque de la opinión de miles de teólogos, todos ellos hombres, que a lo largo de los siglos han elaborado la doctrina de la sexualidad del pelo de una mujer, de esa opinión no están hartas en absoluto. Que ni siquiera podrían imaginar qué es un 'hiyab' -no lo explica el Corán- sin esa opinión detallada de hombres barbudos sobre lo pernicioso que es su cuerpo, de eso se olvidan.
Se olvidan también de explicar que es esa ideología la que ha llevado a una australiana en 2004 a patentar la marca 'burkini' para “las mujeres deportistas y púdicas” y que la prenda es solo una expresión de ese “pudor” que consiste en no tocar a un hombre, salvo el marido o hermano, en no quedarse a solas con un hombre en una habitación “porque Satán es el tercero”. Con tal de camuflar la existencia de la inhumana ideología wahabí, todo vale, incluso proferir brillanteces como esta, dedicada al burka: “Pensar que esta prenda es patriarcal y que las mujeres no tienen manera de redomarla es una mirada totalmente colonial”. Palabra de Vasallo.
Colonial. Esa es la palabra. Las conversas españolas y sus aliadas tachan de “coloniales” a las feministas marroquíes, argelinas, tunecinas, egipcias, sirias o turcas que llevan décadas denunciando la expansión del islamismo radical. En sus intervenciones públicas no solo las silencian: las agreden y condenan cuando a alguien se le ocurre mencionarlas. “Me parece que el chico no se ha enterado que Wasila Tamzaly es atea y que no sé qué pinta opinando sobre islam o los musulmanes” se queja la conversa Quiroga tras descubrir el nombre de la feminista argelina Wassyla Tamzali, de 74 años, cerca al suyo en un reportaje. “Tampoco creo que nos vayamos a morir esperando que la señora colonial nos regale su sello de garantía feminista”.
Llamar “señora colonial” a una abogada argelina que ya como estudiante militaba en las filas del independentismo y que ha dedicado toda su vida a construir una Argelia con más derechos para sus ciudadanas, jugándose la vida, expresa esa inversión de la realidad: quien no apoye la doctrina wahabí respecto a la bondad de exhibir la marca de “identidad musulmana” que constituye el hiyab o niqab, solo puede ser “un macho blanco colonialista”. Cuando casualmente es una mujer magrebí, se le ha de llamar colonialista de todas formas.
Quien no apoye la doctrina wahabí respecto a la bondad de exhibir la marca de 'identidad musulmana' que constituye el hiyab o niqab, solo puede ser 'un macho blanco colonialista'Porque en nombre de “las musulmanas” solo pueden hablar las islamistas, aseveran las conversas, no una persona nacida como musulmana en un país que obliga a todos sus ciudadanos a ser musulmanes de por vida, y de cumplir con una legislación fundamentada sobre la teología musulmana. No no: ellas no deben opinar de la ideología que determina cada día la rutina de su vida, bajo amenaza y coacción.
Sorprende la soltura con la que manejan las conversas la maza de la “islamofobia” para quien denuncie la imposición de la ideología inhumana wahabí. Islamofobia es lo que practican ellas: acallar y denigrar a las mujeres nacidas musulmanas en un país musulmán, feministas que creen en la igualdad sin adjetivos religiosos, simplemente la igualdad.
Mujeres como Wassyla Tamzali (“El burka es el grado máximo de la deshumanización de la mujer, que empieza con el velo”) Nawal Saadawi (“Religión y feminismo son antagónicos. Hay profesoras que se ponen el velo porque tienen la mente velada”), Soumaya Naamane Guessous (“Lo que me molesta es que hay una vinculación fanática a la religiosidad. Todo debe pasar por la religión”), Salwa Neimi (“Lo que vivimos es una deformación de nuestra propia cultura árabo-musulmana”), Aïcha Maghrabi (“Desgraciadamente, las niñas en la escuela son ya obligadas a usar el hijab”), Sukran Moral (“El velo es una puesta en escena para conquistar toda la sociedad a través del cuerpo de las mujeres. Es un juego sucio”). A ellas y a todas las mujeres marroquíes que agradecen el aire de libertad en España y observan con preocupación cómo la ideología wahabí está llevando a cada vez más inmigrantes a adoptar un traje prescrito por normas ultramontanas que nunca existió en su patria ni su tradición, que nunca han visto en sus abuelas.
“No es que las musulmanas sean sumisas: es que son lo bastante rebeldes como para retar con sus cuerpos al Estado racista”, es la última perla de Vasallo. Claro, retar a un Estado laico que tiene entre sus fundamentos la igualdad de mujeres y hombres. Eso sí. Nunca retar la autoridad de los Estados que destierran esa igualdad, nunca la de los teólogos que decretan obligatorio el velo, la segregación de mujeres y hombres. No, Dios no lo quiera. Qué 'cool' queda rebelarse contra el sistema que le otorga a una la libertad de rebelarse, en lugar de amenazarla con violencia, cárcel y muerte.
No siempre es sumisión: hay mujeres que enarbolan esta ideología por decisión propia y que llevan orgullosamente la bandera de la segregación sexual en nombre de la fe. Han elegido el bando de quienes imponen esa ideología en medio mundo, mediante pistola, ley, cárcel, porra y ácido. No son sumisas ni oprimidas. Son opresoras."
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Voy a aportar unos artículos, desde la izquierda y alejados de discursos xenófobos, que considero vital que leamos todo/as. Da igual la corriente revolucionaria en la que estemos.
Voy a intentar dejar clara una idea antes de publicar los artículos: la palabra "islamófobo" se acuñó con la misma intención que las palabras "feminazi", "perroflauta" o, más claro todavía: "rojo de mierda".
La intención de todas estas palabras es la de condenar a quienes se atreven a cuestionar la forma en la que están establecidas el orden de las cosas.
Las primeras personas que fueron acusados de "islamófobas" también eran musulmanas. Hoy, el calificativo abarca a cualquier persona crítica...pero se sigue acusando de "islamófobos" a musulmanes/as que cuestionen temas cómo los velos para la mujer o la imposición de ramadán obligatorio en algunos países islámicos.
El wahabismo saudí y el jomeinismo iraní coinciden en castigar la blasfemia: nombrándola "islamofobia", disfrazándola de "racismo" y ejecutando a los blasfemos.
¿Por qué no se habla de "musulmánfobia"? La elección de la palabra "islamofobia" advierte de fobia, críticas hacia una religión, una espiritualidad...no hacia las personas que la practican.
Se demuestra que la verdadera intención es salvaguardar la integridad del islam. No la de los musulmanes, los cuales se convierten en meros recipientes de una espiritualidad mucho más valiosa que sus propias vidas....
El primer y muy, muy ilustrativo artículo:
1) "Desgraciadamente, más que denunciar este racismo contra los musulmanes, con frecuencia se prefiere llamarlo con una denominación más corta pero más confusa: la de “islamofobia”. Aunque a veces se utiliza de buena fe, su etimología –“fobia hacia el islam”—sirve sobre todo para hacer pasar cualquier crítica hacia la religión musulmana, o hacia el integrismo musulmán, por una forma de racismo hacia los musulmanes, una suerte de “musulmanofobia”. Algo que contribuye a sembrar la confusión, incluso a hacer derivar el combate antirracista en una lucha anti-blasfemia. Este es, por otro lado, el objetivo que persiguen las redes que empezaron a utilizar el término. Un ejemplo entre otros: en Inglaterra, a finales de los años ochenta, poco después de haber liderado la campaña contra los “Versos satánicos” de Salman Rushdie, diversos grupos islamistas comprendieron que su batalla sería más eficaz si reclamaran la censura no debido a la blasfemia, sino en tanto que minoría víctima de “islamofobia”. La forma cambia, pero el objetivo persiste: acallar cualquier crítica al islam. La Islamic Human Right Foundation, una de esas organizaciones islamistas que intentan hacerse pasar por el equivalente musulmán de Amnistía Internacional, y como tal participa en todo evento antirracista o antiglobalización, definía la “islamofobia” como un “atentado contra los derechos de Dios”.
A sus ojos, las principales víctimas de islamofobia son los talibanes, y los principales islamófobos no son otros que Taslima Nasreen y Salman Rushdie. Esta trampa semántica, diseñada para hacer pasar las demandas de censura integrista como reivindicaciones antirracistas, y a los apóstatas como racistas, se parece mucho a otra concebida en la misma época en las redes de la extrema derecha cristiana, bajo la batuta de Bernard Antony, electo del FN y jefe de la Asociación General por el Respeto a la Identidad Francesa. Tras haber liderado una campaña contra la “Última tentación de Cristo” de Martin Scorsese, comprendió que sería más eficaz denunciar como “racismo anti-cristiano” cualquier dibujo o cartel que ofendiera la fe cristiana. Lo cual afectaba, con cierta frecuencia, a Charlie Hebdo. Sin embargo, la misma izquierda antirracista que entiende rápidamente la trampa tendida en torno a la expresión “racismo anti-cristiano” o “cristianofobia”, se desgarra a causa del término “islamofobia”.
Ciertos sectores utilizan el término para dirigir su combate más contra la difamación de religiones que contra el racismo. Y la confusión avanza entre la juventud: según un sondeo realizado por “La Croix” en el momento del proceso de las caricaturas de Mahoma, tres cuartas partes de los entrevistados entre 18 y 25 años piensan que reírse en público de la religión es racista. Estos jóvenes parecen no distinguir entre una crítica de carácter esencialista, orientada a inferiorizar una categoría de individuos, de la crítica a una ideología o a una religión. Algunos emplean el término “islamofobia” como utilizan “homofobia”, sin observar que existe una diferencia semántica de categoría. La homosexualidad no es ni un sistema de pensamiento, ni una religión: es una orientación sexual. Difícilmente se puede tener fobia a la homosexualidad sin tenérsela a los homosexuales."
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2) "Charlie Hebdo suscita una especie de auto de fe de la inquisición, una cábala alimentada por los (y las) idiotas útiles de los islamistas, que buscan una popularidad fácil, respaldada por el instinto gregario y la ignorancia.
La islamofobia. Qué concepto más maravilloso. Tan amplio como la chilaba de un integrista. Es capaz de absorber todo lo que no le plazca: la razón, el espíritu crítico, incluso el humor. El término, hoy día tan consagrado como la xenofobia -concepto mucho más preciso-, se escuchó por primera vez de boca de los mulás iraníes que exigían asesinar a Salman Rushdie. Eso les importa poco a los (y las) idiotas útiles de los islamistas, cuando hoy lo ponen al servicio de su falsa filantropía.
El resultado de sus investigaciones es la conclusión, sin la sombra de una duda, que ser islamófobo es ser racista, y de paso atacan a la religiofobia, igual de sospechosa. Para ellos, el derecho de criticar una religión se debe limitar al catolicismo. Los musulmanes, en cambio, se meten en el saco de los minusválidos, víctimas por haber nacido así, en resumen: aquellos de los que uno no se puede reír porque la vida ya los ha castigado lo suficiente. Vaya visión de igualdad.
El (o la) idiota útil sostiene que un religiófobo no tiene derecho a criticar el islam, dado que sin duda no lo conoce lo suficiente como para hacerlo. Este argumento lo he escuchado mil veces de parte de los radicales al sur del Mediterráneo, allí donde el islam ocupa el lugar de la ley, y donde sería muy extraño llamar racistas a los “islamófobos”, hijos del país; es más fácil tacharlos de occidentalizados. “Usted critica el islam porque lo desconoce: usted no tiene derecho a hablar de él”. Porque evidentemente, si una conoce el islam, con sus cinco rezos diarios, su ramadán y sus placeres polígamos, no hay más remedio que amarlo.
Yo, Zineb, nacida en Casablanca, donde me he criado, me reservo el derecho. En nombre de los 16 años de educación islámica obligatoria, desde Primaria al bachillerato, me reservo el derecho de criticar el islam como me venga en gana, sin que ningún(a) idiota útil de los barbudos me explique que yo estoy sufriendo un síndrome de odio a mí misma. Estos impostores de la diversidad deben en primer lugar comprender que criticar una idea no es lo mismo que insultar a quien la defiende. Sin este postulado de base, no se puede llevar a cabo ningún debate de opiniones.
La cultura del argumento ad hominem, que tanto les gusta a los integristas musulmanes, no vale para los laicos. En los ambientes en los que ejercen un poder de coacción, los islamistas no dudan en calificar de “puta” o “maricón”, según el sexo, a cualquier persona que se atreva a criticar su ideología. Sí: es así de trivial, ellos no se esfuerzan en buscar respuestas elaboradas; aquello les basta para condenar a muerte, o a prisión, a sus adversarios.
Pero respetemos, aun así, su particularidad, dirá el (o la) idiota útil. ¿Relativismo cultural? Podría contentarse con responder “bua”. El argumento importa muy poco, el respaldo de las masas está garantizado.
Otro linchamiento fácil, sin correr riesgo alguno, es el de atacar a las Femen, que desde luego deben de ser racistas, dado que están indignadas con la situación de las mujeres en los países árabes… según piensa el (o la) idiota útil. Un argumento, presentado con toda seriedad, es que las Femen se expresan como Chuck Norris. ¿Humor? Amén. Pero ¿se puede tener el mismo sentido de humor en todo? ¿Realmente en todo? No: del islam no se puede burlar uno, responderán.
Idiota útil, permíteme que te diga: tu obsesión con que te puedan tomar por racista hace que defiendas a la extrema derecha musulmana. Entre los 1.500 millones de musulmanes en cuyo nombre tú crees hablar, sólo algunas miles quieren llevar el niqab. La mezquita de La Meca, el lugar más sagrado del islam, prohíbe entrar con niqab, y tú defiendes que se lleve en la Universidad en Francia. Al tomar partido por el ala fascista del islam, arrojas a sus fauces a los demás, a la mayoría silenciosa y a la minoría laica militante. La Historia no te lo agradecerá."
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3) Marieme-Hélie Lucas, feminista socialista y reconocida luchadora laicista argelina:
"A mí me gustaría que la vociferante defensa de la “elección” de las mujeres con velo y del “derecho al velo” por parte de “gentes progresistas” anduviera a la par con su defensa de las mujeres masacradas por no llevar velo. Pero lo que, en cambio, vemos esconderse tras la defensa unilateral de los derechos humanos de las mujeres con velo por parte de la izquierda postlaica y de la comunidad de derechos humanos en Europa y en Norteamérica es, de hecho, una posición claramente política. Los pretendidos “progresistas” han optado por defender a los fundamentalistas como víctimas del imperialismo estadounidense antes que a las víctimas de esos fundamentalistas, es decir, entre otras, a los millones de mujeres sin velo que han resistido a las imposiciones de sus victimarios, así como a los millones de laicos, agnósticos, ateos, etc., a quienes se ha abandonado a su suerte como a “occidentalizados”, o aun como “aliados del imperialismo”! La historia juzgará esa miope opción política de modo no menos inmisericorde a como ha juzgado la cobardía de los países europeos en el arranque del nazismo en Alemania. "
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4) "El debate tras la prohibición del burkini en algunas playas de Francia ha revelado la dimensión del colaboracionismo europeo con la expansión de la mortífera ideología wahabí. En su afán de “dar voz al colectivo afectado”, la prensa española publica artículos en los que salen a posicionarse... mujeres españolas conversas, como Laure Quiroga o Amanda Figueras, apoyadas por personajes como Brigitte Vasallo que sin declararse musulmanas defienden a ultranza el hiyab como “libertad de vestir”. Beneficiándose del secuestro del término “feminismo”, al definir el “feminismo islámico” como una postura que da a la mujer plena libertad de someterse a la doctrina religiosa elaborada por teólogos para proteger al varón contra la perniciosa influencia de la fémina.
Porque eso, y no otra cosa, es la justificación teológica del dogma del velo, el niqab y el burkini en el islam fundamentalista que hoy se ha hecho con el poder: evitar al hombre en el espacio público el mal trago de ver la piel o, Dios no lo quiera, el pelo de una mujer. Si lo atisbara, afirma la doctrina, podría tener pensamientos impuros e incluso verse incitado a asaltarla y violarla. Para proteger la sociedad contra tales desmanes que forman parte de la naturaleza del varón, deben ocultarse “los encantos” de la mujer: hiyab para las normales, niqab -tapando todo salvo los ojos- para las especialmente guapas (esto no es una broma mía: es la doctrina oficial).
Es curioso el argumento final de las islamistas mencionadas cuando se llega a este punto: se declaran “hartas de que un hombre
"A mí me gustaría que la vociferante defensa de la “elección” de las mujeres con velo y del “derecho al velo” por parte de “gentes progresistas” anduviera a la par con su defensa de las mujeres masacradas por no llevar velo. Pero lo que, en cambio, vemos esconderse tras la defensa unilateral de los derechos humanos de las mujeres con velo por parte de la izquierda postlaica y de la comunidad de derechos humanos en Europa y en Norteamérica es, de hecho, una posición claramente política. Los pretendidos “progresistas” han optado por defender a los fundamentalistas como víctimas del imperialismo estadounidense antes que a las víctimas de esos fundamentalistas, es decir, entre otras, a los millones de mujeres sin velo que han resistido a las imposiciones de sus victimarios, así como a los millones de laicos, agnósticos, ateos, etc., a quienes se ha abandonado a su suerte como a “occidentalizados”, o aun como “aliados del imperialismo”! La historia juzgará esa miope opción política de modo no menos inmisericorde a como ha juzgado la cobardía de los países europeos en el arranque del nazismo en Alemania. " opine sobre cómo visten las mujeres”. Una frase que revela la ideología que comparten con el burkini: el derecho a la palabra se da en función del sexo de las personas. Argumentar entre iguales sobre qué ocurre con la sociedad, debatir posturas políticas, eso ha quedado desfasado. Ahora se trata de segregar la humanidad en dos mitades, hombres y mujeres, que no deben tener opinión respecto a lo que haga el otro sexo. Encaja perfectamente con la ideología que, basándose en Biblia y Corán, niega a las mujeres el derecho al voto, porque la política es cosa de hombres.
Pero extrañamente, esa “hartura” de que “un hombre opine sobre cómo visten las mujeres” solo se aplica a quienes estén en contra del velo. Porque de la opinión de miles de teólogos, todos ellos hombres, que a lo largo de los siglos han elaborado la doctrina de la sexualidad del pelo de una mujer, de esa opinión no están hartas en absoluto. Que ni siquiera podrían imaginar qué es un 'hiyab' -no lo explica el Corán- sin esa opinión detallada de hombres barbudos sobre lo pernicioso que es su cuerpo, de eso se olvidan.
Se olvidan también de explicar que es esa ideología la que ha llevado a una australiana en 2004 a patentar la marca 'burkini' para “las mujeres deportistas y púdicas” y que la prenda es solo una expresión de ese “pudor” que consiste en no tocar a un hombre, salvo el marido o hermano, en no quedarse a solas con un hombre en una habitación “porque Satán es el tercero”. Con tal de camuflar la existencia de la inhumana ideología wahabí, todo vale, incluso proferir brillanteces como esta, dedicada al burka: “Pensar que esta prenda es patriarcal y que las mujeres no tienen manera de redomarla es una mirada totalmente colonial”. Palabra de Vasallo.
Colonial. Esa es la palabra. Las conversas españolas y sus aliadas tachan de “coloniales” a las feministas marroquíes, argelinas, tunecinas, egipcias, sirias o turcas que llevan décadas denunciando la expansión del islamismo radical. En sus intervenciones públicas no solo las silencian: las agreden y condenan cuando a alguien se le ocurre mencionarlas. “Me parece que el chico no se ha enterado que Wasila Tamzaly es atea y que no sé qué pinta opinando sobre islam o los musulmanes” se queja la conversa Quiroga tras descubrir el nombre de la feminista argelina Wassyla Tamzali, de 74 años, cerca al suyo en un reportaje. “Tampoco creo que nos vayamos a morir esperando que la señora colonial nos regale su sello de garantía feminista”.
Llamar “señora colonial” a una abogada argelina que ya como estudiante militaba en las filas del independentismo y que ha dedicado toda su vida a construir una Argelia con más derechos para sus ciudadanas, jugándose la vida, expresa esa inversión de la realidad: quien no apoye la doctrina wahabí respecto a la bondad de exhibir la marca de “identidad musulmana” que constituye el hiyab o niqab, solo puede ser “un macho blanco colonialista”. Cuando casualmente es una mujer magrebí, se le ha de llamar colonialista de todas formas.
Quien no apoye la doctrina wahabí respecto a la bondad de exhibir la marca de 'identidad musulmana' que constituye el hiyab o niqab, solo puede ser 'un macho blanco colonialista'Porque en nombre de “las musulmanas” solo pueden hablar las islamistas, aseveran las conversas, no una persona nacida como musulmana en un país que obliga a todos sus ciudadanos a ser musulmanes de por vida, y de cumplir con una legislación fundamentada sobre la teología musulmana. No no: ellas no deben opinar de la ideología que determina cada día la rutina de su vida, bajo amenaza y coacción.
Sorprende la soltura con la que manejan las conversas la maza de la “islamofobia” para quien denuncie la imposición de la ideología inhumana wahabí. Islamofobia es lo que practican ellas: acallar y denigrar a las mujeres nacidas musulmanas en un país musulmán, feministas que creen en la igualdad sin adjetivos religiosos, simplemente la igualdad.
Mujeres como Wassyla Tamzali (“El burka es el grado máximo de la deshumanización de la mujer, que empieza con el velo”) Nawal Saadawi (“Religión y feminismo son antagónicos. Hay profesoras que se ponen el velo porque tienen la mente velada”), Soumaya Naamane Guessous (“Lo que me molesta es que hay una vinculación fanática a la religiosidad. Todo debe pasar por la religión”), Salwa Neimi (“Lo que vivimos es una deformación de nuestra propia cultura árabo-musulmana”), Aïcha Maghrabi (“Desgraciadamente, las niñas en la escuela son ya obligadas a usar el hijab”), Sukran Moral (“El velo es una puesta en escena para conquistar toda la sociedad a través del cuerpo de las mujeres. Es un juego sucio”). A ellas y a todas las mujeres marroquíes que agradecen el aire de libertad en España y observan con preocupación cómo la ideología wahabí está llevando a cada vez más inmigrantes a adoptar un traje prescrito por normas ultramontanas que nunca existió en su patria ni su tradición, que nunca han visto en sus abuelas.
“No es que las musulmanas sean sumisas: es que son lo bastante rebeldes como para retar con sus cuerpos al Estado racista”, es la última perla de Vasallo. Claro, retar a un Estado laico que tiene entre sus fundamentos la igualdad de mujeres y hombres. Eso sí. Nunca retar la autoridad de los Estados que destierran esa igualdad, nunca la de los teólogos que decretan obligatorio el velo, la segregación de mujeres y hombres. No, Dios no lo quiera. Qué 'cool' queda rebelarse contra el sistema que le otorga a una la libertad de rebelarse, en lugar de amenazarla con violencia, cárcel y muerte.
No siempre es sumisión: hay mujeres que enarbolan esta ideología por decisión propia y que llevan orgullosamente la bandera de la segregación sexual en nombre de la fe. Han elegido el bando de quienes imponen esa ideología en medio mundo, mediante pistola, ley, cárcel, porra y ácido. No son sumisas ni oprimidas. Son opresoras."
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Última edición por salto el Sáb Dic 03, 2016 8:03 pm, editado 4 veces