Sexualidades, Desigualdades, y Derechos
Reflexiones en torno a los derechos sexuales y reproductivos
coordinadores: José Manuel Morán Faúndes, María Candelaria Sgró Ruata y Juan Marco Vaggione - Universidad de Córdoba, Argentina
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El control de la sexualidad es un rasgo común de las sociedades que, en muchas circunstancias, genera desigualdades y exclusiones injustas. Si bien lo sexual, en general, se piensa como aquello que corresponde a lo íntimo, a un espacio privado donde el poder no penetra, es una de las esferas de la vida sobre la cual se despliegan diversos discursos y técnicas de vigilancia y control. El pecado, primero, y el delito, después, por ejemplo, son regulaciones culturales que oprimen, pero también construyen, lo sexual. Estas regulaciones otorgan valores diferenciados y establecen fronteras que demarcan, diferencian y estratifican el orden sexual. En la cúspide de ese orden se ubican las prácticas, actitudes e identidades sexuales que se consideran legítimas, y al ir descendiendo de la pirámide ese reconocimiento va disminuyendo hasta llegar a aquellas prohibidas, invisibilizadas o, incluso, criminalizadas. Esta jerarquía sexual imprime, sin dudas, desigualdades en la distribución de reconocimientos, derechos y garantías que si bien en ciertos momentos son consideras aceptables, en otros se vuelven materia de debate, antagonismo y redefiniciones. (Extraído de la Introducción).
Reflexiones en torno a los derechos sexuales y reproductivos
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El control de la sexualidad es un rasgo común de las sociedades que, en muchas circunstancias, genera desigualdades y exclusiones injustas. Si bien lo sexual, en general, se piensa como aquello que corresponde a lo íntimo, a un espacio privado donde el poder no penetra, es una de las esferas de la vida sobre la cual se despliegan diversos discursos y técnicas de vigilancia y control. El pecado, primero, y el delito, después, por ejemplo, son regulaciones culturales que oprimen, pero también construyen, lo sexual. Estas regulaciones otorgan valores diferenciados y establecen fronteras que demarcan, diferencian y estratifican el orden sexual. En la cúspide de ese orden se ubican las prácticas, actitudes e identidades sexuales que se consideran legítimas, y al ir descendiendo de la pirámide ese reconocimiento va disminuyendo hasta llegar a aquellas prohibidas, invisibilizadas o, incluso, criminalizadas. Esta jerarquía sexual imprime, sin dudas, desigualdades en la distribución de reconocimientos, derechos y garantías que si bien en ciertos momentos son consideras aceptables, en otros se vuelven materia de debate, antagonismo y redefiniciones. (Extraído de la Introducción).