Hola a todo el mundo. Yo también llevo mucho tiempo sin entrar en el foro. No tengo tiempo de leer todo el hilo, polemizar con todos ni de responder a todos los comentarios. En cualquier caso quisiera dejar mi aportación a este debate.
El materialismo histórico, el método del marxismo para estudiar las sociedades humanas y su desarrollo, distingue entre dos categorías: la nación, entendida como concepto político y la nacionalidad, entendida como concepto ento-cultural.
Esto lo podemos ver en la definición del manual de materialismo histórico redactado por la Academia de Ciencias de la URSS:
La nacionalidad no es todavía la nación, sino una agrupación de tribus afines por su idioma y origen, que viven en el mismo territorio. Las naciones surgen al desaparecer la dispersión feudal, en la época del capitalismo ascensional, sobre la base de la comunidad de vida económica, relacionada, a su vez, con la creación del mercado nacional.
Esta distinción no se la sacaron los soviéticos de la manga, sino que ya esta en clásicos del marxismo tan tempranos como Engels. Concretamente voy a citar su artículo
¿Que tiene que ver la clase obrera con Polonia?. Lo he traducido del inglés, ya que no lo encuentro en castellano:
Engels escribió:No hay país en Europa donde no haya diferentes nacionalidades bajo el mismo gobierno. Los habitantes de las Tierras Altas de Escocia y del País de Gales son indudablemente de diferentes nacionalidades que los infleses, aunque nadie le dará a estos restos de pueblos desaparecidos hace mucho el título de naciones, lo mismo respecto a los habitantes celtas de Bretaña en Francia. Más aún, ninguna frontera estatal coincide con la frontera natural de la nacionalidad, de la lengua. Hay mucha gente fuera de Francia cuya lengua materna es el francés, lo mismo que hay mucha gente de lengua alemana fuera de Alemania; y con toda probabilidad continuará siendo así. Es una consecuencia natural del desarrollo histórico lento y confuso por el que Europa ha pasado durante los últimos mil años, que casi toda gran nación se ha separado con algunas porciones periféricas de su propio cuerpo, las cuales han acabado separadas de la vida nacional, y en la mayoría de los casos han participado en la vida nacional de otro pueblo; tanto es así, que no desean reunirse con su tronco principal. Los alemanes en Suiza y Alsacia no desean volver a unirse a Alemania, no más de lo que los franceses en Bélgica y Suiza desean atarse políticamente a Francia. Al fin y al cabo, no es pequeña ventaja que varias naciones, políticamente constituidas, tengan en su mayoría elementos extranjeros en su seno, que forman enlaces de conexión con sus vecinos, y por otra parte varían la uniformidad demasiado monótona del carácter nacional.
El problema del famoso texto de Stalin es que está muy marcado por las particularidades de Rusia, que en 1913 no era un Estado-nación moderno y constituido mediante una revolución burguesa, sino un imperio multiétnico en el que los movimientos democráticos aún sólo estaban comenzando. Así, Stalin habla claramente de naciones políticamente constituidas al referirse a Europa Occidental (haciendo, claro está, la excepción de Irlanda):
Stalin escribió:La nación no es simplemente una categoría histórica, sino una categoría histórica de una determinada época, de la época del capitalismo ascensional. El proceso de liquidación del feudalismo y de desarrollo del capitalismo es, al mismo tiempo, el proceso en que los hombres se constituyen en naciones. Así sucede, por ejemplo, en la Europa Occidental. Los ingleses, los franceses, los alemanes, los italianos, etc. se constituyeron en naciones bajo la marcha triunfal del capitalismo victorioso sobre el fraccionamiento feudal.
Pero allí, la formación de naciones significaba, al mismo tiempo, su transformación en Estados nacionales independientes. Las naciones inglesa, francesa, etc. son, al mismo tiempo, los Estados inglés, etc. El caso de Irlanda, que queda al margen de este proceso, no cambia el cuadro general.
Pero antes al definir el concepto de nación Stalin parece que habla de nacionalidades (en el sentido etno-cultural), sobre todo cuando ejemplifica para explicar lo que define como "carácter nacional", uno de los rasgos distintivos de la nación:
Stalin escribió:Podemos imaginarnos hombres con comunidad de territorio y de vida económica, y, no obstante, no formarán una nación si entre ellos no existe comunidad de idioma y de "carácter nacional". Tal es el caso, por ejemplo, de los alemanes y los letones en la región del Báltico.
Esta confusión no hace sino expresar la complejidad del contexto ruso de la época, en el que las naciones en el sentido político y moderno de la palabra no estaban aún constinuidas. Es más, varias de ellas, como los ucranianos o los kazajos, se constituyeron como tales precisamente gracias a la Revolución rusa primero y el poder soviético después, pues fue bajo éste cuando se estandarizaron los idiomas diferentes del ruso, salvando a muchos de extinguirse, se definió las fronteras entre nacionalidades y se unió en una misma vida económica a pueblos que en muchos casos eran conglomerados de tribus mal unidas. Son las particularidades de la Revolución rusa, que tuvo que afrontar tareas democrático-burguesas y proletario-socialistas simultáneamente. Por ello, el movimiento obrero ruso tenía en movimientos democrático-burgueses de las nacionalidades no rusas un aliado en la revolución contra el zarismo. Por ello, se reconocía el derecho de autodeterminación de estas nacionalidades/naciones, porque era un elemento que sellaba la alianza entre el movimiento obrero y los movimientos democrático-burgueses (cuya base era campesina).
Lenin lo deja bastante claro cuando dice en su sobre el derecho de autodeterminación que:
Lenin escribió:Si el programa marxista no se interpreta de manera pueril, sino marxista, no cuesta ningún trabajo percatarse de que se refiere a los movimientos nacionales democráticos burgueses. Siendo así -y es así, sin duda alguna-, se deduce "evidentemente que ese programa concierne "en general", como "lugar común", etc., a todos los casos de movimientos nacionales democráticos burgueses. No menos evidente sería también para Rosa Luxemburgo, de haberlo pensado lo más mínimo, la conclusión de que nuestro programa se refiere tan sólo a los casos en que existe tal movimiento.
Años después Stalin también recordará que la cuestión nacional en la URSS es esencialmente la cuestión campesina. Es decir, el reconocimiento del derecho de autodeterminación de las nacionalidades/naciones no rusas es parte de la alianza obrero-campesina, pilar fundamental de la revolución rusa/soviética y su paso de las tareas burguesas a las socialistas.
Sé que esto tiene poco que ver con España, pero es neceario aclararlo para no continuar con la confusión ideológica consistente en aplicar un programa específico para la Rusia de 1917 a la España de 2018. Como bien ha recordado Matemático, el movimiento nacional democrático que tiene lugar en España durante la época del capitalismo ascensional es el español, sobre todo en la lucha por la independencia frente a la invasión napoleónica, pero también en las sucesivas intentonas revolucionarias liberales primero y democráticas después durante los dos primeros tercios del siglo XIX. España se constituye políticamente como nación en 1812 aprobando su primera constitución en las Cortes de Cádiz. Y culmina la forja de una comunidad de vida económica durante el llamado Sexenio Democrático o Revolucionario de 1868 a 1874, en el que se acuña la peseta como moneda única nacional. Medida adoptada, por cierto, por un ministro de hacienda catalán: Laureano Figuerola. Esta medida culminó la unificación monetaria que ya había empezado con Isabel II en 1864. Y la unificación monetaria culminó el proceso de unificación económica que ya habían comenzado los liberales de las Cortes de Cádiz aboliendo las aduanas interiores.
El surgimiento de los nacionalismos periféricos en el País Vasco y Cataluña es posterior a todo eso. Surgen cuando la constitución de España como nación política y la unificación de su vida económica ya estaban realizadas y cuando el sistema capitalista mundial ya está pasando de su etapa ascensional a su etapa monopolista. Son también la manifestación de las debilidades estructurales del desarrollo capitalista español, que dependía de un equilibrio de poder no muy sólido entre los indsutriales catalanes y vascos y los terratenientes y burócratas castellanos. Así, la forja de una identidad nacional española se vio entorpecida. Así, elementos como la lengua, la cultura, las "instituciones perdidas", la historia, etc., pudieron ser utilizados por burguesías periféricas para fomentar identidades segregadoras. Pierre Vilar en su manual introductorio sobre La historia de España lo resume este proceso de un modo bastante ilustrativo. Cuelgo aquí un fragmento que ya he reproducido en otros hilos del foro:
Pierre Vilar escribió:Problema regionalista. - En efecto, es curioso observar que el movimiento de «las nacionalidades» ha tenido consecuencias perniciosas en un edificio tan viejo y glorioso como el de la unidad española. Pero sabemos que la monarquía de los Habsburgo no desempeñó la función unificadora de la monarquía francesa, ni las Cortes de Cádiz la de la Revolución de 1789. El carlismo a la derecha y el federalismo a la izquierda atestiguan el fenómeno centrífugo en el siglo XIX. Pero hubo más: a finales de siglo, las regiones adquieren espíritu de grupo hasta afirmarse como «naciones».
El «nacionalismo vasco» se desarrolla sobre todo en el siglo XX. Pero nace en el XIX con su apóstol Sabino Arana. Y se manifiesta primero en Bilbao, lo que permite clasificarlo menos como una herencia del viejo «fuerismo» que como reacción de una región económicamente avanzada contra la dirección política retrasada del centro del país.
El «catalanismo», más pronto formado y más pronto amenazador, responde aún mejor a esa definición. Sin embargo, había empezado como una manifestación de renovación lingüística. La lengua catalana recobró dignidad literaria entre 1833 y 1850, con la Oda a la Patria, de Aribau, las poesías de Rubió y Ors y los Juegos Florales. Los trabajos históricos de los Bofarull, Milá y Fontanals y Balaguer pusieron de moda el pasado catalán. Surgieron grandes poetas, como Verdaguer, y más tarde Maragall. Lo esencial es saber por qué esta corriente intelectual, cuyo valor literario no sobrepasa a la obra de Mistral, pudo encontrar a su servicio un teatro, una prensa, unas asociaciones, y por último, influir a todo un pueblo, en lugar de quedarse en una obra de capillas y de almanaque.
Sin duda «la tierra, la raza y la lengua» designan claramente una Cataluña. No obstante, la presión de estos hechos es discontinua: casi habían sido olvidados entre 1750 y 1830. Por otra parte, Cerdaña y Rosellón no les han vuelto a dar sentido político. Incluso la reconquista de la lengua (obra, sobre todo, de Pompeu Fabra, entre 1910 y 1925) sigue, más bien que precede, al entusiasmo político por la autonomía. Es decir, que el verdadero problema no reside en esos «hechos diferenciales» (geografía, etnia, lengua, derecho, psicología o historia), sino en las razones por las cuales un medio dado, en un momento dado, ha recobrado la conciencia de ellos. Estas razones son dobles: por una parte, la impotencia del Estado español; por otra, la disimilitud creciente entre la estructura social de Cataluña y la de la mayoría del resto de España.
¿Impotencia del Estado español? Pensemos en que, desde Carlos III, no cuenta con ningún éxito en su activo, y en que no ha hecho un esfuerzo eficaz para difundir el mito de la comunidad, en particular ningún esfuerzo escolar de gran envergadura.
¿Disimilitud entre las estructuras? En Cataluña existen una burguesía activa y toda suerte de capas medias acomodadas, que cultivan el trabajo, el ahorro y el esfuerzo individuales, interesadas por el proteccionismo, la libertad política y la extensión del poder de compra. En España dominan los viejos modos de vida: el campesino cultiva para vivir y no para vender; el propietario no busca acumular ni invertir; el hidalgo, para no desmerecer, busca refugio en el ejército o en la iglesia, y el burgués madrileño, en la política o en la administración; los conservadores condenan la libertad política, y los liberales, el proteccionismo. Dos estructuras, dos psicologías que, polemizando, se volverán más virulentas, una contra otra.
Las polémicas nacen a cada discusión fiscal o aduanera. Mítines, prensa, discursos parlamentarios, memorias al gobierno agitan Cataluña, y unen el orgullo de los intelectuales catalanes a los argumentos de los economistas y al descontento popular. Casi siempre, esta agitación consigue apuntarse un triunfo, pero la solidaridad regional se acrecienta cada vez más. En las regiones no industriales se declara, a su vez, un ataque general contra el viajante catalán «explotador», «organizador de la vida cara», con todos los sarcasmos que la psicología precapitalista sabe reservar al hombre de dinero. Así se forman dos imágenes: el castellano sólo ve en el catalán adustez, sed de ganancias y falta de grandeza; el catalán sólo ve en el castellano pereza y orgullo.
Un doble complejo de inferioridad - política en el catalán, económica en el castellano - llega a producir desconfianzas invencibles, para las que la lengua es un signo y el pasado un arsenal de argumentos.
Así se explica la evolución del propio catalanismo: del regionalismo intelectual pasa al autonomismo (1892: Bases de Manresa). Después de 1898, habla de «nacionalidad». En 1906, una Solidaridad Catalana obtiene, por encima de los partidos, un gran triunfo electoral. Hacia la misma fecha se sitúa otro cambio: como el primer partido catalán, la Lliga Regionalista, reunía sobre todo a elementos moderados (eruditos acomodados, «fuerzas vivas» industriales, campesinos y tenderos católicos), Madrid creyó que podría contrarrestarlo por medio del demagogo Lerroux, ídolo de las multitudes populares barcelonesaes. Pero Lerroux quedó desprestigiado, en 1909, por su poco glorioso papel en la «semana trágica». Desde, entonces el catalanismo reunió también a las posiciones de tipo democrático y pequeño burgués; un catalanismo «de izquierda» iba a unir a pequeños propietarios,«rabassaires», empleados, funcionarios e intelectuales modestos. Se perfilaba un bloque regional contra Madrid.
Esos nacionalismos periféricos no nacen como movimientos democrático-burgueses antifeudales, sino como lobbies de unas burguesías industriales que mediante el proteccionismo aspiran a tener en España un mercado cautivo para sus productos. Es cierto que luego algunos de estos movimentos se le escaparon a esas burguesías de las manos y surgieron variantes pequeñoburguesas/campesinas que sí tenían demandas de tipo democrático, como es el caso de la facción dentro de ERC liderada por Companys, que representaba a los rabassaires, campesinos catalanes arrendatarios. La ley de contratos de cultivo, que mejoraba la situación de estos campesinos y su impugnaicón por el gobierno radical-cedista en 1934 fueron el pretexto con el que Companys se sublevó en ese año declarando el Estado catalán dentro de una república federal española. En Galicia el movimiento de Castelao también tenía un fuerte componente campesino. En Euskadi el PNV tuvo en ANV una escisión democrático-pequeñoburguesa que, al igual que ERC y el partido galleguista de Castelao, participó en el Frente Popular. La existencia de estas versiones de nacionalismos periféricos, unida al hecho de que los fundadores del PCE trasplantaban mecánicamente el programa bolchevique a España, probablemente llevara al PCE a considerar que en España había naciones oprimidas al estilo ruso y que era necesario reconocerles el derecho de autodeterminación. Incluso al comienzo se reclama directamente la independencia de Galicia, Euskadi y Cataluña. En cualquier caso, la política del PCE y del PSUC respecto a esto fue más compleja. Durante la guerra civil, cuando la relación de fuerzas se vuelve cada vez más favorable a Franco, los nacionalistas vascos y catalanes (incluyendo a Companys) tienen tentativas de negociar una paz por separado para Cataluña y Euskadi, utilizando, además, el ejemplo de los Sudetes, recién anexionados por los nazis. En este contexto el gobierno de Negrín interviene la autonomía catalana con el apoyo comunista (incluyendo al catalanista PSUC, ojo).
Pero volviendo a la España de hoy; que no sólo es un Estado-nación constituido políticamente, sino también un "Estado social", es decir, un Estado capitalista en el que existen conquistas obreras y populares tales como la seguridad social o la sanidad universal; un Estado que además forma parte de una unión económica y monetaria y una estructura política supranacional a través de la Unión Europea; y finalmente haciendo autocrítica de algunas de mis ideas anteriores; considero lo siguiente:
1) España es una nación políticamente constituida.
2) Cataluña, Euskadi y Galicia no son naciones, sino regiones en las que una parte importante de la población la constituye una nacionalidad que ha quedado como vestigio de los pueblos de los antiguos reinos hispánicos y que el desarrollo capitalista no ha barrido por completo por las razones que ya comenté más arriba.
3) Estas regiones no tienen derecho de autodeterminación, sino de autonomía y reconocimiento de la cooficialidad de sus lenguas con el castellano.
4) No se trata sólo de que sean nacionalidades y no naciones políticamente constituidas, sino ante todo de que su secesión o cantonalización implica la ruptura de las conquistas obreras antes mencionadas, que son comunes a toda la clase obrera española y también mecanismos de solidaridad entre territorios.
5) A esto se añade el desarrollo imperialista capitalista actual, que ha internacionalizado tanto las fuerzas productivas a través de las empresas multinacionales que incluso España como marco nacional se queda corto a la hora de afrontar su socialización.
Esto último me parece incluso lo más importante. Si ya España se queda corta, ¿cómo se quedarían una Euskadi o Cataluña independientes frente a las multinacionales? En mi opinión, la estrategia revolucionaria ya no sólo es que pase por la unión de todos los trabajadores y trabajadoras de España, es que pasa también por algún tipo de coordinación a escala europea. Cosa, que ya está empezando, por cierto. Y ya se ha visto espontáneamente con huelgas en multinacionales a escala europea en Coca-cola o Amazon. Esto está prácticamente ignorado por la gran mayoría de las organizaciones comunistas europeas y españolas. Solo he visto a los comunistas belgas y portugueses afrontar este problema con algo de seriedad. Y ésta, camaradas, es la verdadera cuestión nacional de nuestros días.
Saludos.