Tales son los hechos. Veamos ahora qué hay de cierto en lo tocante a las ideas que Marx, según se dice, ha "saqueado" a Rodbertus. "En mi tercera carta social -dice Rodbertus-, he puesto de manifiesto sustancialmente lo mismo que Marx, sólo que de un modo más breve y más claro, de dónde nace la plusvalía del capitalista." El punto cardinal es, por tanto, la teoría de la plusvalía; y, en realidad, nadie sería capaz de decir qué otra cosa podría Rodbertus reivindicar de Marx como propiedad suya. Rodbertus se hace aparecer, pues, aquí como el verdadero autor de la teoría de la plusvalía, pretendiendo que Marx se la ha saqueado.
Pues bien; ¿qué nos dice la tercera carta social [p. 87] respecto al nacimiento de la plusvalía? Nos dice, sencillamente, que la "renta", término en el que el autor sintetiza la renta del suelo y la ganancia no nace de un "recargo de valor" sobre el valor de la mercancía, sino "como consecuencia de una deducción de valor que se le impone al salario; en otros términos, porque el salario sólo representa una parte del valor del producto del trabajo" y porque allí donde la productividad del trabajo es suficiente, "no necesita ser igual al valor natural de cambio de su producto, con objeto de que quede un remanente para la reposición del capital (!), y para la renta". Sin que se nos diga qué "valor natural de cambio" del producto es ése en el que no queda ningún remanente para la "reposición del capital", es decir, para la reposición de las materias primas y del desgaste de las herramientas.
Afortunadamente, tenemos la posibilidad de comprobar la impresión que este sensacional descubrimiento de Rodbertus causó a Marx. En el cuaderno X, pp. 445 ss., del manuscrito titulado "Contribución a la crítica, etc.", nos encontramos con una "digresión" titulada "El señor Rodbertus. Una nueva teoría de la renta del suelo". Es el único punto de vista desde el cual se examina aquí la tercera carta social. Marx liquida la teoría rodbertiana de la plusvalía en general con esta observación irónica: "El señor Rodbertus empieza investigando el aspecto que presenta un país en que la posesión de la tierra y la del capital no se hallan separadas, para llegar luego al resultado importante de que la renta (por la cual entiende toda la plusvalía) equivale simplemente al trabajo no retribuido o a la cantidad de productos en que toma cuerpo."
Ahora bien, la humanidad capitalista se ha pasado varios siglos produciendo plusvalía y, poco a poco ha ido formándose, además, una idea acerca del nacimiento de ésta. La primera noción fue la que brotó de la práctica mercantil inmediata: la de que la plusvalía nacía de un recargo sobre el valor del producto. Esta idea predominaba entre los mercantilistas, pero ya James Steuart se dio cuenta de que, si fuese así, lo que unos ganaban tenían necesariamente que perderlo otros. A pesar de eso, esta idea siguió apuntando todavía durante mucho tiempo, sobre todo entre los socialistas; fue A. Smith quien la desplazó de la ciencia clásica.
En su Riqueza de las Naciones, libro 1, cap. VI, se dice: "Tan pronto como el capital se acumula en poder de personas determinadas, algunas de ellas procuran regularmente emplearlo en dar trabajo a gentes laboriosas, suministrándoles materiales y alimentos, para sacar provecho de la venta de su producto o del valor que el trabajador añade a los materiales." Éste "se resuelve en dos partes; una de ellas paga el salario de los obreros, y la otra las ganancias del empresario, sobre el fondo entero de materiales y salarios que adelanta." Y un poco más adelante: "Desde el momento en que las tierras de un país se convierten en propiedad privada de los terratenientes, éstos, como los demás hombres, desean cosechar donde nunca sembraron, y exigen una renta hasta por el producto natural del suelo..." El obrero "ha de pagar al terrateniente una parte de lo que su trabajo produce o recolecta. Esta porción, o lo que es lo mismo, el precio de ella, constituye la renta de la tierra".
En el citado manuscrito "Contribución a la crítica, etc.", p. 253. Marx comenta así este pasaje: "Para A. Smith, la plusvalía, es decir, el trabajo sobrante, el remanente de trabajo invertido y materializado en la mercancía después de cubrir el trabajo retribuido, cuyo equivalente es el salario, constituye por tanto la categoría general de que la ganancia propiamente dicha y la renta del suelo no son más que modalidades."
Más adelante, libro 1, cap. VIII, dice también A. Smith:
"Tan pronto como la tierra se convierte en propiedad privada, el propietario exige una parte de todo cuanto producto obtiene o recolecta en ella el trabajador. Su renta es la primera deducción que se hace del producto del trabajo aplicado a la tierra. Rara vez ocurre que la persona que cultiva la tierra disponga de lo necesario para mantenerse hasta la recolección. La subsistencia que se le adelanta procede generalmente del capital de un amo, el granjero que lo emplea, y que no tendría interés en ocuparlo sino participando en el producto del trabajador... este beneficio viene a ser la segunda deducción que se hace del producto del trabajo empleado en la tierra. El producto de cualquier otro trabajo está casi siempre sujeto a la misma deducción de un beneficio. En todas las artes y manufacturas, la mayor parte de los operarios necesitan de un patrón que les adelante los materiales de su obra, los salarios y el sustento hasta que la obra se termina. El patrón participa en el producto del trabajo de sus operarios, o en el valor que el trabajo incorpora a los materiales, y en esta participación consiste su beneficio."
Glosa de Marx (manuscrito p. 256): "En este pasaje, A. Smith presenta lisa y llanamente la renta del suelo y la ganancia del capital como simples deducciones hechas sobre el producto del obrero o sobre el valor de su producto, e iguales a la cantidad de trabajo añadida por él a las materias primas. Pero esta deducción sólo puede consistir, como el propio A. Smith pone en claro con anterioridad, en la parte del trabajo que el obrero añade a las materias primas después de cubrir la cantidad de trabajo que su salario se limita a resarcir o arroja un equivalente de éste; dicho, en otros términos, no puede consistir más que en plusvalía, en trabajo no retribuido."
Como vemos, ya A. Smith sabía "de dónde nace la plusvalía del capitalista" y, además, la del terrateniente; Marx lo reconoce sinceramente ya en 1861, mientras Rodbertus y todo el tropel de sus admiradores, que brotan como las setas bajo la lluvia caliente de estío del socialismo de Estado, parecen haberlo olvidado en absoluto.
"Sin embargo -prosigue Marx-, A. Smith no diferencia la plusvalía de por sí, como categoría propia, de las formas específicas bajo las que se presenta como ganancia y renta del suelo. De aquí todos los errores y los defectos de que adolece su investigación, y más aún la de Ricardo." Frase ésta que podría ser aplicada literalmente a Rodbertus. Su "renta" es, sencillamente, la suma de la renta del suelo + la ganancia; de la renta del suelo se forma una teoría totalmente falsa, y la ganancia la toma, sin molestarse en lo más mínimo, tal y como la encuentra en sus predecesores. En cambio, la plusvalía de Marx es la forma general de la suma de valor que se apropian sin equivalencia los poseedores de los medios de producción, suma que se descompone en las formas específicas, transformadas, de ganancia y renta del suelo, con arreglo a leyes muy peculiares, que Marx fue el primero en descubrir. Estas leyes se desarrollan en el libro III, donde se verá por vez primera cuántos eslabones son necesarios para llegar de la comprensión de la plusvalía en general a la de su transformación en ganancia y renta del suelo, es decir, a la comprensión de las leyes que rigen el reparto de la plusvalía en el seno de la clase capitalista.
Ricardo va ya bastante más allá que A. Smith. Basa su concepción de la plusvalía en una nueva teoría del valor, que aunque aparecía ya como un conato en A. Smith se perdía nuevamente entre los desenvolvimientos de este autor y que habría de constituir, el punto de partida de toda la ciencia económica posterior. De la determinación del valor de la mercancía por la cantidad de trabajo materializado en ella, deriva Ricardo la distribución entre obrero y capitalista de la cantidad de valor añadida a las matearías primas por el trabajo, su división en salario y ganancia (es decir, aquí, plusvalía). Demuestra que el valor de las mercancías es siempre el mismo, por mucho que cambie la proporción entre estas dos partes; ley a la que sólo admite excepciones aisladas. Establece, incluso, algunas leyes fundamentales acerca de la proporción inversa entre el salario y la plusvalía (concebida bajo la forma de ganancia), aunque en una formulación demasiado general (Marx, El Capital, I, cap. XV, I) [435-438], y demuestra la renta del suelo como un remanente que en determinadas circunstancias se desprende de la ganancia. Rodbertus no se remonta por encima de Ricardo en ninguno de estos dos puntos. Las contradicciones internas de la teoría de Ricardo, que condujeron al fracaso a su escuela, pasaron completamente inadvertidas para Rodbertus o sólo sirvieron para inducirle (Zur Erkenntniss, etc., p. 130), a reivindicaciones utópicas, y no a soluciones económicas.
Pero la teoría ricardiana del valor y de la plusvalía no necesité esperar a que apareciese la obra Zur Erkenntniss, etc., de Rodbertus para ser utilizada en un sentido socialista. En la p. 495 del primer tomo de El Capital encontramos citado el estudio "The possessors of surplus produce or capital", tomado de una obra titulada The Source and Remedy of the National Difficulties. A letter to Lord John Rusell, Londres, 1821. En esta obra, hacia cuya importancia hubiera debido llamar la atención, por si sola, la expresión de "surplus produce or capital" y que es un folleto de 40 páginas, arrancado por Marx al olvido, se dice:
"Cualquiera que sea lo que al capitalista le corresponda (desde el punto de vista del capitalista), sólo puede apropiarse el trabajo excedente (surplus labour) del obrero, pues el obrero necesita vivir" (p. 23). Pero, cómo viva el obrero y cuán grande pueda ser, por tanto, el trabajo excedente apropiado por el capitalista, es una cosa muy relativa. "Si el capital no disminuye de valor en la proporción en que aumenta de volumen, el capitalista estrujará al obrero el producto de cada hora de trabajo por encima del mínimo que el obrero necesita para vivir... El capitalista puede, en último término, decirle al obrero: no comas pan, pues puedes vivir comiendo nabos y patatas; hasta este punto hemos llegado" (p. 24). "Si se puede hacer que el obrero se alimente de patatas en vez de pan, es indiscutible que se podrá arrancar un producto mayor a su trabajo; es decir, sí el obrero para vivir de pan, necesita retener para su sustento y el de su familia el trabajo del lunes y del martes, alimentándose de patatas sólo retendrá para si la mitad del lunes, con lo cual el resto del lunes y todo el martes quedarán libres en provecho del Estado o para el capitalista"(p. 26). "Todos están de acuerdo (it is admited) en que los intereses abonados a los capitalistas, sea en forma de renta o en forma de réditos o de ganancia comercial o industrial, se pagan a costa del trabajo de otros" (p. 23). He aquí, pues, toda la "renta" de Rodbertus, con la diferencia de que en vez de "renta", aquí se dice intereses.
Glosa de Marx (manuscrito "Contribución a la crítica, etc.", p. 852): "Este folleto casi desconocido -que apareció por la época en que empezaba a hacerse célebre el `increíble chapucero' MacCulloch- representa un progreso muy notable respecto a Ricardo. Define directamente la plusvalía o 'ganancia', como Ricardo la llama (y también, con frecuencia, producto excedente, surplus product) o interest, como lo llama el autor del folleto, como surplus labour, trabajo excedente, como el trabajo que el obrero rinde gratis, después de cubrir la cantidad de trabajo que sirve para reponer el valor de su fuerza de trabajo y que, por tanto, produce un equivalente para su salario. Tan importante como era reducir el valor al trabajo, era reducir la plusvalía (surplus value) materializada en un producto excedente (surplus product) a trabajo excedente (surplus labour)
Esto aparece ya dicho, en efecto, en Adam Smith y constituye una fase fundamental en la evolución de Ricardo. Pero no aparece nunca expresado y plasmado en ellos en forma absoluta." Y más adelante, en la p. 859 del manuscrito, se dice: "Por lo demás, el autor sigue aferrado a las categorías económicas anteriores a él. En Ricardo la confusión de plusvalía y ganancia conduce a contradicciones desagradables. Exactamente lo mismo le ocurre a él, que bautiza la plusvalía con el nombre de interés del capital. Es cierto que le lleva a Ricardo la ventaja de que, en primer lugar, reduce toda la plusvalía a trabajo excedente, y de que, además, aunque llame a la plusvalía interés del capital, hace resaltar, al mismo tiempo, que entiende por interest of capital la forma general de la plusvalía, a diferencia de sus formas específicas, renta, interés y ganancia comercial e industrial. Pero vuelve a tomar el nombre de una de estas formas específicas, el interest, como el nombre de la forma general. Y esto basta para que vuelva a reincidir en la vieja jerga [slang, dice el manuscrito] económica."
Este último pasaje le viene a nuestro Rodbertus como anillo al dedo. También él se aferra a las categorías económicas anteriores. Y bautiza a la plusvalía con el nombre de una de sus modalidades transformadas, a la que, además, da una gran vaguedad: la renta. El resultado de estas dos pifias es que reincida en la vieja jerga económica, que no lleve adelante de un modo crítico su progreso respecto a Ricardo y que, en vez de eso, se deje inducir a hacer de su conato de teoría, antes de que ésta se haya desprendido del cascarón, la base de una utopía, que, como siempre, llega tarde. El folleto de referencia se publicó en 1821 y se adelanta ya plenamente a la "renta" rodbertiana de 1842.
El folleto comentado por Marx no es más que la avanzada extrema de toda una literatura que en la década del veinte endereza la teoría ricardiana del valor y de la plusvalía, en interés del proletariado contra la producción capitalista, combatiendo a la burguesía con sus propias armas. Todo el comunismo de Owen, en la medida en que reviste una forma económico-polémica, se basa en Ricardo. Y junto a él encontramos toda una serie de escritores, entre los cuales Marx se limita, ya en 1847, a citar unos cuantos en contra de Proudhon (Misére de la Philosophie, p. 49): Edmonds, Thompson, Hodgskin, etc., etc., "y cuatro páginas más de etcéteras". Entre este sinnúmero de obras, citaré una, tomada al azar: An Inquiry into the Principles of the Distribution of Wealth, most conducive to Human Happiness, por William Thompson; nueva edición, Londres, 1850. La primera edición de esta obra, escrita en 1822, se publicó por vez primera en 1824. También aquí se define constantemente, y con palabras bastantes contundentes, la riqueza apropiada por las clases no productoras como deducción del producto del obrero. "La aspiración constante de lo que llamamos sociedad ha consistido en mover al obrero productivo, por el engaño o la persuasión, por la coacción o el terror, a trabajar percibiendo la parte más pequeña posible del producto de su propio trabajo" (p. 28). "¿Por qué el obrero no ha de percibir todo el producto absoluto de su trabajo?" (p. 32). "Esta compensación que los capitalistas le arrancan al obrero productivo bajo el nombre de renta del suelo, o de ganancia, se le reclama por el uso de la tierra o de otros objetos... Puesto que todas las materias físicas sobre las cuales o por medio de las cuales puede poner en práctica su capacidad de producción el obrero productivo desposeído, al que no se le deja más que su capacidad de producir, se hallan en posesión de otros cuyos intereses son antagónicos a los suyos y cuyo consentimiento es condición previa para su trabajo, ¿no depende y no tiene necesariamente que depender de la buena voluntad de estos capitalistas la parte de los frutos de su propio trabajo que se le deje como remuneración de éste (p. 125)... en proporción a la magnitud del producto retenido, ya se dé... a estos desfalcos el nombre de impuestos, el de ganancia o el de robo?" (p. 126), etcétera.
Confieso que siento, al escribir estas líneas, un poco de vergüenza. Pase el que la literatura inglesa anticapitalista de las décadas del veinte y del treinta sea tan absolutamente ignorada en Alemania, a pesar de que ya en la Misére de la Philosophie, Marx alude directamente a ella y de que en el primer tomo de El Capital cita repetidas veces algunas de estas publicaciones: el folleto de 1821, a Ravenstone, a Hodgskin, etc. Pero el hecho de que no sólo el literatus vulgaris que se agarra desesperadamente a los faldones de la levita de Rodbertus, ese literato "que no ha aprendido realmente nada", sino incluso el profesor de oficio que "se jacta de erudición" haya olvidado su economía clásica hasta el punto de poder acusar seriamente a Marx de copiar de Rodbertus, cosas que pueden leerse ya en A. Smith y en Ricardo, demuestra cuán bajo ha caído hoy, en Alemania, la economía oficial.
¿Qué es, entonces, lo que Marx dice de nuevo acerca de la plusvalía? ¿Cómo se explica que la teoría de la plusvalía de Marx haya desencadenado una tormenta repentina, y además en todos los países civilizados, mientras que las teorías de todos sus predecesores socialistas, incluyendo a Rodbertus, se esfumaron sin dejar rastro?
Podríamos explicar esto a la luz de un ejemplo sacado de la historia de la química.
A fines del siglo pasado, imperaba todavía en la química, como es sabido, la teoría flogística, la cual explicaba el proceso de toda combustión, a base de un cuerpo, hipotético, un combustible absoluto que según ella se desprendía en ese proceso y al que se daba el nombre de flogisto. Esta teoría bastaba para explicar la mayoría de los fenómenos conocidos por aquel entonces, aunque para ello, en ciertos casos, fuera necesario violentar un poco la cosa. En 1774, Priestley descubrió una clase de aire "tan puro o tan exento de flogisto que, a su lado, el aire corriente parecía estar ya corrompido". Y le dio el nombre de aire desflogistizado. Poco después, Scheele encontró en Suecia la misma clase de aire y demostró su existencia en la atmósfera. Descubrió, además, que desaparecía al quemar un cuerpo en él o en aire corriente, razón por la cual le dio nombre de "aire ígneo". "Estos resultados le llevaron a la conclusión de que la combinación que se produce por la unión del flogisto con una de las partes integrantes del aire (es decir, en el proceso de combustión) no es otra cosa que fuego o calor, que se escapa por el vidrio."
Tanto Priestley como Scheele habían descubierto el oxígeno, pero no sabían lo que tenían en la mano. Seguían aferrados a las categorías "flogísticas" anteriores a ellos. En sus manos, el elemento llamado a echar por tierra toda la concepción flogística y a revolucionar la química, estaba condenado a la esterilidad. Pero Priestley comunicó enseguida su descubrimiento a Lavoisier, en París, y Lavoisier se puso a investigar, a la luz de este nuevo hecho, toda la química flogística, hasta que descubrió que la nueva clase de aire era, en realidad, un nuevo elemento químico; que en la combustión no interviene ningún misterioso flogisto que se escape del cuerpo en ignición, sino que es el nuevo elemento el que se combina con el cuerpo que arde, y de este modo puso de pie toda la química, que bajo su forma flogística estaba de cabeza. Y aunque, como él mismo lo afirma, no presentó el oxígeno al mismo tiempo que los otros e independientemente de ellos, Lavoisier es, a pesar de ello, con respecto a los otros dos, el verdadero descubridor del oxígeno, ya que aquéllos no hicieron más que tropezar con el nuevo elemento sin sospechar siquiera qué era aquello en que tropezaban.
Pues bien; la relación que medía entre Lavoisier y Priestley y Scheele es la misma que media, en lo tocante a la teoría de la plusvalía, entre Marx y sus predecesores. La existencia de esa parte de valor del producto a que hoy damos el nombre de plusvalía, habíase comprobado mucho antes de Marx; y asimismo se había expresado, con mayor o menor claridad, en lo que consiste, a saber: en el producto del trabajo por el que quien se lo apropia no paga equivalente alguno. Pero no se pasaba de ahí. Los unos -los economistas burgueses clásicos- investigaban, a lo sumo, la proporción en que el producto del trabajo se repartía entre el obrero y el poseedor de los medios de producción. Los otros -los socialistas- encontraban este reparto injusto y buscaban medios utópicos para corregir la injusticia. Pero, tanto unos como otros seguían aferrados a las categorías económicas anteriores a ellos.
Fue entonces cuando apareció Marx. Y apareció en directa contraposición con todos sus predecesores. Allí donde éstos veían una solución, Marx vio solamente un problema. Vio que aquí no se trataba ni de aire desflogistizado ni de aire ígneo, sino de oxígeno; que no se trataba ni de la simple comprobación de un hecho económico corriente, ni del conflicto de este hecho con la eterna justicia y la verdadera moral, sino de un hecho que estaba llamado a revolucionar toda la economía y que daba -a quien supiera interpretarlo- la clave para comprender toda la producción capitalista. A la luz de este hecho, investigó todas las categorías anteriores a él, lo mismo que Lavoisier había investigado a la luz del oxígeno todas las anteriores categorías de la química flogistica. Para saber qué era la plusvalía, tenía que saber qué era el valor. Y el único camino que se podía seguir, para ello, era el de someter a crítica, ante todo, la propia teoría del valor de Ricardo. Y así, Marx investigó el trabajo en su función creadora de valor y puso en claro por vez primera qué trabajo y por qué y cómo crea valor, descubriendo que el valor no es otra cosa que trabajo de esta clase cristalizado, punto éste que Rodbertus no llegó jamás a comprender. Luego, Marx investigó la relación entre la mercancía y el dinero y demostró cómo y por qué, gracias a la cualidad de valor inherente a ella, la mercancía y el cambio de mercancías tienen necesariamente que engendrar la antítesis de mercancía y dinero; su teoría del dinero cimentada sobre esta base, es la primera teoría completa, hoy tácitamente aceptada por todo el mundo. Investigó la conversión del dinero en capital y demostró que este proceso descansa en la compra y venta de la fuerza de trabajo. Y, sustituyendo el trabajo por la fuerza de trabajo, por la cualidad creadora de valor, resolvió de golpe una de las dificultades contra las que se había estrellado la escuela de Ricardo: la imposibilidad de poner intercambio de capital y trabajo en consonancia con la ley ricardiana de la determinación del valor por el trabajo. Sentando la distinción del capital en constante y variable, consiguió por vez primera exponer hasta en sus más pequeños detalles y, por tanto, explicarlo, el proceso de la formación de plusvalía en su verdadero desarrollo, cosa que ninguno de sus predecesores había logrado: estableció, por este camino, una distinción entre dos clases de capital de la que ni Rodbertus ni los economistas burgueses habían sido capaces de sacar nada en limpio y que, sin embargo, nos da la clave para resolver los problemas económicos más intrincados, como lo demuestra palmariamente, una vez más, este libro II y lo demostrará más aún, según se verá en su día, el libro III. Siguió investigando la misma plusvalía y descubrió sus dos formas: la plusvalía absoluta y la relativa, señalando el papel distinto, pero decisivo en ambos casos, que la plusvalía desempeña en el desarrollo histórico de la producción capitalista. Y, sobre la base de la plusvalía, desarrolló la primera teoría racional del salario que poseemos y trazó por vez primera las líneas generales para una historia de la acumulación capitalista y para una exposición de su tendencia histórica.
¿Y Rodbertus? Después de leer todo esto, ve en ello -economista de tendencia, como siempre- un "asalto a la sociedad", le parece que él ha dicho de un modo mucho más breve y más claro de dónde nace la plusvalía y encuentra, finalmente, que todo esto se amolda, indudablemente, a "la actual forma de capital", es decir, al capital tal como existe históricamente, pero no al "concepto del capital", es decir, a la idea utópica que del capital se ha formado el señor Rodbertus. Exactamente lo mismo que sucedía al vejo Priestley, que hasta su muerte ponía la mano en el fuego por el flogismo, sin querer saber absolutamente nada del oxígeno. Con la diferencia de que Priestley fue realmente el primero que tropezó con el oxígeno, mientras que Rodbertus, con su plusvalía, o mejor dicho con su "renta", no hizo más que volver a descubrir un lugar común, y de que Marx, al contrario que los predecesores de Lavoisier, jamás afirmó haber sido el primero en descubrir el hecho de la existencia de la plusvalía.
Las demás aportaciones de Rodbertus en materia de economía se hallan al mismo nivel de ésta. Su elaboración de la plusvalía hasta convertirla en un concepto utópico, fue criticada ya por Marx, sin proponérselo, en la Misére de la Philosophie; y cuanto restaba por decir acerca de esto, ha sido dicho por mí en el prólogo a la traducción alemana de la citada obra. La tendencia a las crisis comerciales por el déficit de consumo de la clase obrera la encontramos ya en los Nouveaux Principes de l'Économie Politique de Sismondi, libro IV, capítulo IV.³ Sólo que Sismondi no pierde de vista nunca el mercado mundial, mientras que el horizonte de Rodbertus queda encerrado dentro de las fronteras prusianas. Sus especulaciones sobre si el salario proviene del capital o de la renta son puro escolasticismo y quedan definitivamente liquidadas con la sección tercera de este libro II de El Capital. Su teoría de la renta es propiedad exclusiva suya y podrá seguir sesteando tranquilamente hasta que vea la luz el manuscrito de Marx en que se hace la crítica de ella. Finalmente, sus proposiciones encaminadas a emancipar la propiedad territorial de la vieja Prusia de la opresión del capital son también completamente utópicas; en ellas se elude, en efecto, la única cuestión práctica que aquí se ventila: la cuestión de saber cómo el terrateniente de la vieja Prusia puede ingresar, digamos, 20,000 marcos un año con otro y gastar, por ejemplo, 30,000, sin contraer deudas.
La escuela ricardiana fracasó hacía 1830 por culpa de la plusvalía. El problema que ella no fue capaz de resolver siguió siendo un problema sin solución, con harta mayor razón, para su sucesora, la economía vulgar. He aquí los dos puntos contra los cuales Ricardo y su escuela se estrellaron:
Primero. El trabajo es la medida del valor. Sin embargo, el trabajo vivo, al ser cambiado por capital, presenta un valor inferior al del trabajo materializado por el que se cambia. El salario, el valor de una determinada cantidad de trabajo vivo, es siempre inferior al valor del producto creado por esta misma cantidad de trabajo vivo o en que ésta toma cuerpo. Así formulado, el problema es, en efecto, insoluble. Marx lo plantea en sus verdaderos términos y, al plantearlo así, lo resuelve. No es el trabajo el que tiene un valor. Como actividad creadora de valor que es, el trabajo no puede tener un valor especial, lo mismo que la gravedad no puede tener un peso especial, ni el calor una temperatura especial, ni la electricidad un voltaje especial. Lo que se compra y se vende como mercancía no es el trabajo, sino la fuerza de trabajo. Al convertirse en mercancía, su valor se rige por el trabajo encarnado en ella como producto social y equivale al trabajo socialmente necesario para su producción y reproducción. La compra y venta de la fuerza de trabajo sobre la base de este valor suyo no contradice, por tanto, en modo alguno, a la ley económica del valor.
Segundo. Según la ley ricardiana del valor, dos capitales que emplean la misma cantidad de trabajo vivo y con la misma remuneración, producen en tiempos iguales -suponiendo que todas las demás circunstancias sean idénticas- productos de igual valor y plusvalía o ganancia en cantidad también igual. Pero sí emplean cantidades desiguales de trabajo vivo, no pueden producir una plusvalía, o, como dicen los ricardianos, una ganancia de tipo igual. Pues bien, lo que ocurre es precisamente lo contrario. En realidad, capitales iguales, cualquiera que sea la cantidad, pequeña o grande, de trabajo vivo que empleen, producen en tiempos iguales por término medio, ganancias iguales. Se encierra aquí, por tanto, una contradicción a la ley del valor, contradicción descubierta ya por Ricardo, y que su escuela fue también incapaz de resolver. Rodbertus vio también esta contradicción; pero, en vez de resolverla, la convirtió en uno de los puntos de partida de su utopía (Zur Erkenntnis, etc., p. 131). La tal contradicción había sido ya resuelta por Marx en el manuscrito titulado "Contribución a la crítica, etc."; la solución se encuentra, con arreglo al plan de El Capital, en el libro III. Aún habrán de pasar varios meses antes de su publicación. Por tanto, los economistas que pretenden descubrirnos en Rodbertus la fuente secreta de Marx y un precursor aventajado de éste, tienen aquí una ocasión de demostrarnos lo que puede dar de sí la economía rodbertiana. Si son capaces de explicarnos cómo, no ya sin infringir la ley del valor, sino sobre la base precisamente de esta ley, puede y debe formarse una cuota medía de ganancia igual, entonces discutiremos mano a mano con ellos. Pero, tienen que darse prisa. Las brillantes investigaciones contenidas en este libro II de El Capital y los novísimos resultados a que llegan en terrenos que hasta aquí apenas había pisado nadie, no son más que las premisas para el contenido del libro III, en el que se desarrollan los resultados finales de la exposición marxista del proceso social de reproducción, sobre la base capitalista. Cuando este libro III vea la luz, ya casi nadie se acordará de que existió un economista llamado Rodbertus.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]