El «Pensamiento Mao Zedong», teoría antimarxista; Enver Hoxha, 1978
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«La situación actual en el Partido Comunista de China, sus numerosos zigzags y sus posturas tambaleantes, oportunistas, los frecuentes cambios en la estrategia, la política que ha seguido y sigue su dirección para hacer de China una superpotencia, plantean de manera completamente natural el problema del lugar y del papel de Mao Zedong y de sus ideas, del llamado «Pensamiento Mao Zedong» en la revolución china.
El «Pensamiento Mao Zedong» es una «teoría» desprovista de los rasgos del marxismo-leninismo. Todos los dirigentes chinos, tanto los que estuvieron antes en el poder, como quienes lo han tomado actualmente, para llevar a la práctica sus planes contrarrevolucionarios, han especulado y especulan con el «Pensamiento Mao Zedong» en las formas de organización y los métodos de acción, en los fines estratégicos y tácticos.
Nuestras opiniones y nuestra convicción sobre el peligro que representa el «Pensamiento Mao Zedong», nosotros, los comunistas albaneses, las hemos formado gradualmente viendo la actividad sospechosa, las actitudes vacilantes y contradictorias, la ausencia de los principios y el pragmatismo de la política interior y exterior china, la desviación del marxismo-leninismo y la utilización de frases izquierdistas para disfrazarse. Cuando se fundó nuestro partido, durante la Lucha de Liberación Nacional, así como después de la Liberación, nuestra gente tenía conocimientos muy escasos sobre China. Pero, al igual que todos los revolucionarios del mundo, también nosotros habíamos formado una opinión progresista acerca de ella: «China es un gran continente, China lucha, en China bulle la revolución contra el imperialismo extranjero, contra las concesiones», etc., etc. En general, sabíamos algo sobre la actividad de Sun Yat-sen, sobre sus vínculos y su amistad con la Unión Soviética y con Lenin; por último sabíamos algo sobre el Kuomintang, conocíamos la lucha del pueblo chino contra los japoneses y la existencia del Partido Comunista de China, que era considerado como un partido grande, con un marxista-leninista a la cabeza, Mao Zedong. Y eso era todo.
Sólo después de 1956, nuestro partido tuvo los contactos más estrechos con los chinos. Estos contactos vinieron multiplicándose a causa de la lucha que nuestro partido desarrolló contra el revisionismo moderno jruschovista. En aquel entonces nuestros contactos con el Partido Comunista de China o, más exactamente, con sus cuadros dirigentes, se hicieron más frecuentes y más cercanos, sobre todo cuando el mismo Partido Comunista de China entró en abierto conflicto con los revisionistas jruschovistas. Pero debemos reconocer que, en las entrevistas que hemos mantenido con los dirigentes chinos, a pesar de que han sido buenas y camaraderiles, China, Mao Zedong y el Partido Comunista de China quedaban, en cierta medida, como un gran enigma para nosotros.
Pero, ¿por qué China, su Partido Comunista y Mao Zedong eran un enigma? Lo eran porque muchas posturas, no sólo generales, sino también personales de los dirigentes chinos sobre una serie de grandes problemas políticos, ideológicos, militares y organizativos, oscilaban unas veces hacia la derecha y otras hacia la izquierda. En unas ocasiones se mostraban decididos, en otras indecisos, de cuando en cuando también mantenían posiciones correctas, pero en la mayoría de los casos saltaban a la vista sus actitudes oportunistas. La política china, en general, a lo largo de todo el período en que vivió Mao Zedong, ha sido vacilante, era una política de coyunturas, carecía de la columna vertebral marxista-leninista. Un día se hablaba de una manera acerca de un problema político importante, y al día siguiente se hacía de otra. En la política china no se podía encontrar un hilo conductor estable y consecuente.
Naturalmente, todas estas posturas llamaban nuestra atención y no las aprobábamos, sin embargo, en la medida en que conocíamos la actividad de Mao Zedong, participábamos de la opinión general de que era un marxista-leninista. Sobre muchas tesis de Mao Zedong, tales como la de tratar las contradicciones entre el proletariado y la burguesía como contradicciones no antagónicas, la tesis de la existencia de las clases antagónicas durante todo el período del socialismo [véase la obra de Enver Hoxha: «Nuestro partido desarrollará como siempre con consecuencia, audacia y madurez la lucha de clases»; De una conversación con Chou En-lai; Obras Escogidas, Tomo IV, 24 de junio de 1966 - Anotación de E. H.], la tesis de que «el campo debe asediar la ciudad», que da carácter absoluto al papel del campesinado en la revolución, etc., teníamos nuestras reservas y nuestros puntos de vista marxista-leninistas, que, cuando se ha presentado la ocasión, hemos manifestado a los dirigentes chinos. En tanto que otras concepciones y posiciones políticas de Mao Zedong y del Partido Comunista de China, incompatibles con las concepciones y las posiciones marxista-leninistas de nuestro partido, las considerábamos como tácticas provisionales de un gran Estado dictadas por determinadas situaciones. Pero, con el tiempo, se hacía cada vez más evidente que las actitudes del Partido Comunista de China no eran sólo tácticas.
Nuestro partido, analizando los hechos, llegó a algunas conclusiones generales y particulares, que lo indujeron a estar vigilante, pero evitaba la polémica con el Partido Comunista de China y con los dirigentes chinos, no porque temiese polemizar, sino porque los datos de que disponía sobre el camino erróneo, antimarxista, de este partido y del propio Mao Zedong no eran completos, estos datos no permitían aún sacar conclusiones rotundas. Por otro lado, durante un tiempo el Partido Comunista de China se opuso al imperialismo estadounidense y a la reacción. Asimismo se puso en contra del revisionismo jruschovista soviético, a pesar de que ahora está claro que su lucha contra este revisionismo no estaba dictada por correctas posiciones de principio marxista-leninistas.
Además, no hemos tenido datos completos sobre la vida interna política, económica, cultural, social, etc., de China. La organización del partido y del Estado chinos siempre ha permanecido cerrada para nosotros. Por su parte, el Partido Comunista del China no nos ha dado ninguna posibilidad de estudiar las formas de organización del partido y del Estado chinos. Los comunistas albaneses estábamos al corriente únicamente de cierta organización estatal general de China y nada más, porque no se nos daba la oportunidad de conocer la experiencia del partido en China, de ver cómo actuaba, cómo estaba organizado, qué direcciones había tomado el desarrollo del trabajo en diversos sectores y cuáles eran en concreto estas direcciones.
Los dirigentes chinos han obrado astutamente. No han hecho públicos muchos documentos necesarios para conocer la actividad del partido y del Estado. Se guardaban y se guardan mucho de publicar sus documentos. Incluso los escasos documentos publicados de que se dispone, son fragmentarios. Mientras que los cuatro tomos con las obras de Mao Zedong, que pueden considerarse oficiales, no sólo contienen materiales escritos hasta 1949, sino que además han sido compuestos cuidadosamente, de manera que no aparecen con exactitud las situaciones reales que se han desarrollado en China.
La presentación política y teórica de los problemas en la prensa china, por no hablar de la literatura, que era totalmente confusa, sólo tenía carácter propagandístico. Los artículos estaban repletos de fórmulas estereotipadas típicamente chinas, enunciadas aritméticamente, tales como «las tres cosas buenas y las cinco malas», «las cuatro cosas viejas y las cuatro nuevas», «las dos advertencias y los cinco controles de sí mismo», «las tres cosas verdaderas y las siete falsas», etc., etc. El enjuiciamiento desde el punto de vista «teórico» de estas cifras aritméticas era difícil para nosotros que estamos acostumbrados a pensar, actuar y escribir según la teoría y la cultura marxista-leninista tradicional.
Los dirigentes chinos nunca invitaron a nuestro partido para que enviase alguna delegación a estudiar su experiencia. Incluso cuando alguna delegación, a petición de nuestro partido, ha viajado a China, más que darle alguna explicación o experiencia sobre el trabajo del partido se han dedicado a hacerle propaganda y a llevarla de un sitio a otro visitando comunas y fábricas. Y ¿con quiénes mantenían esta actitud rara? Con nosotros los albaneses, sus amigos, que les hemos defendido en las más difíciles situaciones. Para nosotros, todos estos actos eran incomprensibles, pero a la vez eran una señal de que el Partido Comunista de China no quería darnos una imagen clara de su situación.
Pero lo que más llamó la atención de nuestro partido fue la «Revolución Cultural», sobre la cual se nos presentaron varias grandes interrogantes. A lo largo de la «Revolución Cultural», que desencadenó Mao Zedong, en la actividad del Partido Comunista de China y del Estado chino se observaron ideas y hechos políticos, ideológicos y organizativos extraños que no estaban fundados en las enseñanzas de Marx, Engels, Lenin y Stalin. La apreciación de los actos dudosos habidos anteriormente, así como de los que se constataron durante la Revolución Cultural», pero sobre todo de los acontecimientos registrados después de esta revolución hasta el presente, los cambios en la dirección, la subida y la bajada de uno y otro grupo, hoy del grupo de Lin Piao, mañana del de Deng Xiaoping, o de un Hua Kuo-feng, etc., cada uno con su propia plataforma opuesta a la del otro, la apreciación de todo esto indujo a nuestro partido a profundizar todavía más en las concepciones y la práctica de Mao Zedong y del Partido Comunista de China, a adquirir un conocimiento más completo del «Pensamiento Mao Zedong». No nos parecía una conducta revolucionaría el que esta «Revolución Cultural» no estuviese dirigida por el partido, sino que fuese una explosión caótica tras un llamamiento que hizo Mao Zedong. La autoridad de Mao Zedong en China hizo que se levantasen millones de jóvenes no organizados, estudiantes y escolares, que marcharan hacia Pekín, hacía los comités del partido y del poder, disolviéndolos. Se decía que estos jóvenes representaban en aquel entonces en China la «ideología proletaria» y que ¡enseñarían al partido y a los proletarios el «verdadero» camino!
Una revolución de este tipo, de acentuado carácter político, fue llamada cultural. Para nuestro partido esta denominación era inexacta, porque en realidad en China se había desatado un movimiento político y no cultural. Pero lo principal era que esta «gran revolución proletaria» no estaba dirigida ni por el partido, ni por el proletariado. Esta grave situación tenía su origen en los viejos conceptos antimarxistas de Mao Zedong que subestiman el papel dirigente del proletariado y sobreestiman a la juventud en la revolución. Mao Zedong había escrito:
«¿Qué papel ha desempeñado la juventud china a partir de entonces? En cierta medida, un papel de vanguardia, que, salvo los recalcitrantes, todo el país reconoce. ¿En qué consiste ese papel de vanguardia? En tomar la cabeza, en marchar al frente de las filas revolucionarias». (Mao Zedong; La orientación del movimiento juvenil; Obras Escogidas, Tomo II, 4 de mayo de 1939)
Así la clase obrera fue dejada de lado y hubo numerosos casos en que se opuso a los guardias rojos, e incluso se enfrentó con ellos. Nuestros camaradas, que en aquel entonces se encontraban en China, han visto con sus propios ojos a los obreros de las fábricas luchar contra los jóvenes. El partido fue disuelto, fue liquidado, y los comunistas y el proletariado no eran tenidos en cuenta. Esta situación era muy grave.
Nuestro partido apoyó la «Revolución Cultural», porque en China estaban en peligro las conquistas de la revolución. Personalmente Mao Zedong nos dijo que allí el partido y el Estado habían sido usurpados por el grupo renegado de Liu Shao-chi y Deng Xiaoping y que las victorias de la revolución china corrían peligro. En estas condiciones, independientemente de quién era el responsable de que las cosas hubiesen ido tan lejos, nuestro partido apoyó la «Revolución Cultural». Nuestro partido defendió al hermano pueblo chino, la causa de la revolución y del socialismo en China y no la lucha fraccionalista de los grupos antimarxistas que chocaban entre sí y que llegaban incluso a enfrentamientos armados para tomar el poder.
El curso de los acontecimientos demostró que la «Gran Revolución Cultural Proletaria» no era ni revolución, ni grande, ni cultural y, sobre todo, que no era en absoluto proletaria [véase la obra de Enver Hoxha: «¿Puede calificarse la revolución china de revolución proletaria?»; Reflexiones sobre China, Tomo II, 26 de diciembre de 1977 - Anotación de E. H.]. Era un putsch de palacio a nivel «panchino» para liquidar a un puñado de reaccionarios que habían tomado el poder.
Naturalmente, dicha «Revolución Cultural» era una mistificación. Liquidó al mismo Partido Comunista de China e incluso a las organizaciones de masas, y hundió a China en un nuevo caos. Esta revolución fue dirigida por elementos no marxistas, que a su vez fueron liquidados por medio de un putsch militar por otros elementos antimarxistas y fascistas.
En nuestra prensa Mao Zedong ha sido calificado de gran marxista-leninista, pero nunca hemos empleado ni aprobado las definiciones de la propaganda china que llamaba a Mao Zedong clásico del marxismo-leninismo y al «Pensamiento Mao Zedong» su tercera y más alta etapa. Nuestro partido ha considerado incompatible con el marxismo-leninismo el culto desmesurado a Mao Zedong en China.
El desarrollo caótico de la «Revolución Cultural» y sus resultados reforzaron aún más nuestra opinión, todavía no bien cristalizada, de que en China el marxismo-leninismo no era conocido ni aplicado, de que, en el fondo, el Partido Comunista de China y Mao Zedong no sostenían puntos de vista marxista-leninistas, independientemente de su fachada y de los eslóganes que solían emplear, como «por el proletariado, por su dictadura y por la alianza con el campesinado pobre» y muchas más fórmulas análogas.
A la luz de estos acontecimientos nuestro partido empezó a ver más profundamente las causas de las vacilaciones que se habían observado en la actitud de la dirección china hacia el revisionismo jruschovista, como por ejemplo en 1962 cuando buscaba la reconciliación y la unión con los revisionistas soviéticos en nombre de un pretendido frente común contra el imperialismo estadounidense [véase las obras de Enver Hoxha: «Los chinos tienden la mano a Jruschov»; Reflexiones sobre China, Tomo I, 6 de abril de 1962; «China marcha por una vía centrista»; Reflexiones sobre China, Tomo I, 13 de julio de 1962; «Los chinos van hacia la conciliación con los jruschovistas»; Reflexiones sobre China, Tomo I, 2 de julio de 1962; «En la línea china se observan marcadas tendencias a la moderación, a la aprensión y a la pasividad»; Reflexiones sobre China, Tomo I, 10 de julio de 1962; «Los chinos dicen hoy de Jruschov lo que Jruschov decía ayer de Tito»; Reflexiones sobre China, Tomo I, 11 de julio de 1962 más la obra: «Los jruschovistas» de 1980 - Anotación de E. H.].
O en 1964 cuando Chou En-lai, reanudando sus esfuerzos por reconciliarse con los soviéticos, fue a Moscú para saludar la llegada al poder del grupo de Brézhnev [véase las obras de Enver Hoxha: «¿Qué resultados obtuvo Chou En-lai en Moscú?»; Reflexiones sobre China; Tomo I, 15 de noviembre de 1964 y «Derrota de Chou En-lai en Moscú; Reflexiones sobre China, Tomo I, 21 de noviembre de 1964» - Anotación de E. H.]
Estas fluctuaciones no eran casuales, reflejaban la ausencia de los principios y de la consecuencia revolucionaria.
Cuando Richard Nixon fue invitado a China y la dirección china, con Mao Zedong a la cabeza, proclamó la política de aproximarse y unirse al imperialismo estadounidense, quedó patente que la línea y la política chinas estaban en completa oposición al marxismo-leninismo y al internacionalismo proletario. Después, comenzaron a ser más evidentes los objetivos chovinistas y hegemonistas de China. La dirección china empezó a oponerse más abiertamente a las luchas revolucionarias y de liberación de los pueblos, al proletariado mundial y al auténtico movimiento marxista-leninista. Desplegó la llamada teoría de los «tres mundos», que estaba esforzándose por imponer a todo el movimiento marxista-leninista como línea general.
El Partido del Trabajo de Albania, partiendo de los intereses de la revolución y del socialismo, y pensando que los errores que se constataban en la línea del Partido Comunista de China se debían a apreciaciones incorrectas de las situaciones y a una serie de dificultades, más de una vez ha intentado ayudar a la dirección china a corregir y superar estos errores. Nuestro partido ha manifestado abiertamente, de manera sincera y camaraderil, sus puntos de vista a Mao Zedong y a los otras dirigentes chinos, y, sobre una serie de actos de China, que perjudicaban directamente la línea general del movimiento marxista-leninista, los intereses de los pueblos y de la revolución, ha manifestado oficialmente y por escrito sus observaciones y su disconformidad al Comité Central del Partido Comunista de China [véase la obra de Enver Hoxha: «El recibimiento de Nixon en Pekín no es justo, nosotros no lo apoyamos; Carta dirigida al Comité Central del Partido Comunista de China»; Obras Escogidas, Tomo IV, 6 de agosto de 1971 - Anotación de E. H.]
Pero, por parte de la dirección china jamás han sido bien acogidas las justas observaciones de principio de nuestro partido. Nunca nos ha contestado y jamás ha aceptado discutir sobre ellas.
Mientras tanto los actos antimarxistas de la dirección china, tanto en el interior como en el exterior, pasaron a ser más abiertos y evidentes. Todo esto obligó a nuestro partido, así como a todos los demás marxista-leninistas, a reconsiderar la línea del Partido Comunista de China, las concepciones políticas e ideológicas por las que se ha guiado, la actividad concreta y sus consecuencias. Debido a ello, vimos que el «Pensamiento Mao Zedong», que es el que ha guiado y guía al Partido Comunista de China, representa una peligrosa variante del revisionismo moderno, contra la cual es preciso desarrollar una lucha multilateral en el plano teórico y político.
El «Pensamiento Mao Zedong» es una variante del revisionismo
El «Pensamiento Mao Zedong» es una variante del revisionismo, que comenzó a tomar cuerpo ya antes de la Segunda Guerra Mundial, y de manera particular después del 1935, cuando Mao Zedong se afirmó en el poder. En este período Mao Zedong, con sus secuaces, desencadenó una campaña «teórica» bajo la consigna de la lucha contra el «dogmatismo», los «esquemas hechos», los «estereotipos extranjeros», etc., y planteó el problema de elaborar el marxismo nacional, negando el carácter universal del marxismo-leninismo. En lugar del marxismo-leninismo, predicaba la «manera china» de tratar los problemas:
«Dando paso al estilo y espíritu chinos llenos de vida y lozanía; que gustan a la gente sencilla de nuestro país». (Mao Zedong; El papel del Partido Comunista Chino en la guerra nacional; Obras Escogidas, Tomo II, octubre de 1938)
Propagando así la tesis revisionista de que el marxismo debe tener en cada país un contenido peculiar, específico.
El «Pensamiento Mao Zedong» fue proclamado como el grado sumo del marxismo-leninismo en la época actual. Los dirigentes chinos han declarado que «Mao Zedong ha hecho más que Marx, Engels y Lenin». En los Estatutos del Partido Comunista de China, aprobados en su IXº Congreso de 1969, que desarrolló sus trabajas bajo la dirección de Mao Zedong, se dice que:
«El Pensamiento Mao Zedong es el marxismo-leninismo de la era en que el imperialismo se dirige a un colapso total y el socialismo avanza a todo el mundo la victoria. (...) El camarada Mao Zedong ha integrado la verdad universal del marxismo-leninismo con la práctica concreta de la revolución, ha heredado, defendido y desarrollado el marxismo-leninismo y la ha llevado a una etapa superior y completamente nueva». (Partido Comunista de China; Estatutos del Partido Comunista de China; Adoptados en el ºIX Congreso Nacional del Partido Comunista de China, 14 de abril de 1969)
El que la actividad del partido se basara no en los principias y las normas del marxismo-leninismo, sino en el «Pensamiento Mao Zedong», abrió aún más las puertas al oportunismo y a la lucha fraccionalista en las filas del Partido Comunista de China.
El «Pensamiento Mao Zedong» es una amalgama de concepciones que mezcla ideas y tesis tomadas de prestado del marxismo con otros principias filosóficos, idealistas, pragmáticos y revisionistas. Sus raíces se remontan a la antigua filosofía china y al pasado político e ideológico de China, a su práctica estatal y militarista.
Todos los dirigentes chinos, tanto los que actualmente han tomado el poder, como aquellas que han estado en él y han sido derrocados, pero que han maniobrado para materializar sus planes contrarrevolucionarios, han tenido y tienen por base ideológica el «Pensamiento Mao Zedong». El propio Mao Zedong ha admitido que su pensamiento puede ser aprovechado por todos, tanto por los de izquierda como por los de derecha, como él llama a los diversos grupos que constituyen la dirección china. En la carta dirigida a Chiang Ching el 8 julio de 1966, Mao Zedong admite que:
«La derecha en el poder puede utilizar mis palabras para hacerse fuerte durante un cierto tiempo, pero la izquierda puede utilizar otras palabras mías y organizarse para derrocar a los de derecha». (Carta de Mao Zedong a Chiang Ching, 8 de julio de 1966. Publicada en «Le Monde», 2 de diciembre de 1972)
Esto demuestra que Mao Zedong no ha sido un marxista-leninista, que sus puntos de vista son eclécticos. Esto resalta en todas las «obras teóricas» de Mao Zedong, que a pesar de estar disfrazadas con fraseología y eslóganes «revolucionarios», no pueden ocultar que el «Pensamiento Mao Zedong» no tiene nada en común con el marxismo-leninismo.
Un vistazo crítico, aunque sea parcial, a los escritos de Mao Zedong, a su manera de tratar los problemas fundamentales relativos al papel del partido comunista, a las cuestiones de la revolución, de la edificación del socialismo, etc., pone completamente al desnudo la diferencia radical entre el «Pensamiento Mao Zedong» y el marxismo-leninismo.
La cuestión de la organización del partido y de su papel dirigente
Tomemos en un comienzo la cuestión de la organización del partido y de su papel dirigente. Mao Zedong pretendía hacer creer que estaba por la aplicación de los principios leninistas acerca del partido, pero si se analizan en concreto sus ideas sobre el partido, y especialmente la práctica diaria de éste, se ve a todas luces que ha substituido los principios y las normas leninistas con tesis revisionistas.
Mao Zedong no ha organizado el Partido Comunista de China sobre la base de los principios de Marx, Engels, Lenin y Stalin. No ha trabajado para hacer de él un partido de tipo leninista, un partido bolchevique. Mao Zedong no estaba por un partido de clase proletario, sino por un partido sin fronteras de clase. Ha utilizado la consigna de hacer masivo el partido para borrar la línea de demarcación entre el partido y la clase. Por consiguiente, en este partido podía entrar y salir cualquiera y cuando quisiera. En este aspecto las concepciones del «Pensamiento Mao Zedong» son idénticas a las de los revisionistas yugoslavos y de los «eurocomunistas».
Paralelamente a esto, Mao Zedong, siempre ha subordinado la construcción, los principios y las normas del partido a sus posiciones y a sus intereses políticos, a su política aventurera, oportunista, unas veces de derecha y otras de izquierda, a la lucha entre las fracciones, etc.
En el Partido Comunista de China no ha existido ni existe la verdadera unidad marxista-leninista de pensamiento y de acción. La lucha entre las fracciones, que ha existido desde la fundación del Partido Comunista de China, ha hecho que en este partido no se instaurara una correcta línea marxista-leninista, que no se guiara por el Pensamiento marxista-leninista. Las diversas tendencias que se manifestaban en los principales dirigentes del partido, unas veces eran de izquierda, otras oportunistas de derecha, algunas veces centristas e incluso llegaban a ser puntos de vista abiertamente anarquistas, chovinistas y racistas. Mientras Mao Zedong y su grupo estuvieron a la cabeza del partido, estas tendencias fueron una de las características distintivas del Partido Comunista de China. El propio Mao Zedong ha predicado la necesidad de la existencia de las «dos líneas» en el partido. Según él, la existencia de ambas líneas y la lucha entre ellas es algo natural, es una expresión de la unidad de los contrarios, es una política elástica que conjuga en sí misma el espíritu de principios y el compromiso:
«Así, actuamos con dos manos: una para la lucha con los camaradas que incurren en errores y la otra para la unidad con ellos. El propósito de la lucha es perseverar en los principios marxistas, lo cual supone la fidelidad a los principios. Esta es una mano; la otra es para velar por la unidad. El propósito de la unidad es dar una salida a esos camaradas, contrayendo compromisos con ellos, lo que significa flexibilidad. La integración de la fidelidad a los principios con la flexibilidad constituye un principio marxista-leninista y es una unidad de contrarios». (Mao Zedong; Método dialéctico para la unidad interna del partido; Parte de una intervención del Camarada Mao Zedong en la Conferencia de Representantes de Partidos Comunistas y Obreros celebrado en Moscú; Obras Escogidas, Tomo IV, 18 de noviembre de 1957)
Estos puntos de vista son diametralmente opuestos a las enseñanzas leninistas sobre el partido comunista como destacamento organizado y de vanguardia, que debe tener una sola línea y una férrea unidad de pensamiento y de acción.
La lucha de clases en el seno del partido, como reflejo de la lucha de clases que se desarrolla fuera del mismo, no tiene nada en común con las concepciones de Mao Zedong sobre las «dos líneas en el partido». El partido no es arena de las diversas clases y de la lucha de las clases antagónicas, no es una reunión de personas con objetivos opuestos. El verdadero partido marxista-leninista es únicamente partido de la clase obrera y se basa en los intereses de esta clase. Este es el factor decisivo para el triunfo de la revolución y la edificación del socialismo. Iósif Stalin, defendiendo los principios leninistas acerca del partido, que no permiten la existencia de numerosas líneas, de corrientes opuestas en el seno del partido comunista, señalaba que:
«El partido comunista es el partido monolítico del proletariado y no el partido de un bloque de elementos de las diversas clases». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre la industrialización del país y la desviación de derecha en el Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 28 de noviembre de 1928)
En tanto que Mao Zedong concibe el partido como una unión de clases con intereses opuestos, como una organización en que están enfrentadas y luchan dos fuerzas, el proletariado y la burguesía, el «cuartel general proletario» y el «cuartel general burgués», los cuales deben tener sus representantes en todo el partido, desde la base hasta los más altos órganos dirigentes. Así, en 1956 exigía que fueran elegidos al Comité Central los dirigentes de las fracciones de izquierda y de derecha, presentando a este efecto argumentos tan ingenuos como ridículos:
«Ellos son famosos en el país y en el mundo entero por los errores de línea que cometieron. La razón por la cual los elegimos estriba precisamente en que ellos son famosos. ¡Qué otro remedio hay si gozan de fama y la fama de los que no han cometido errores o sólo han cometido pequeños errores no puede compararse con la suya! En nuestro país, que tiene una gran masa de pequeño burgueses, ellos son sus banderas». (Mao Zedong; Fortalecer la unidad del partido, continuar sus tradiciones, Obras Escogidas, Tomo V, 30 de agosto de 1956)
Renunciando a la lucha de principios en las filas del partido, Mao Zedong hacía el juego a las fracciones, buscaba concertar compromisos con algunas de ellas para oponerse a otras y reforzar así sus posiciones.
Con tal plataforma organizativa, el Partido Comunista de China nunca ha sido ni podía ser un partido marxista-leninista. En él no se respetaban los principios y las normas leninistas. El congreso del partido, en tanto que órgano supremo de dirección colectiva del mismo, no ha sido convocado regularmente. Así, por ejemplo, entre el VIIº Congreso de 1945 y el VIIIº de 1956 trascurrieron 11 años, y 13 años desde el VIIIº de 1956 al IXº de 1969, realizados después de la guerra. Además, los congresos desarrollados han sido, a su vez, formales, más bien reuniones de exhibición que de trabajo. Los delegados a los congresos no eran elegidos con arreglo a los principios y las normas marxista-leninistas de la vida del partido, sino que eran designados por los órganos dirigentes y actuaban según el sistema de representación permanente [durante un período de más de 40 años, de 1928 a 1969, el Partido Comunista de China no celebró más que 4 congresos: el VIº Congreso tuvo lugar en 1928, el VIIº Congreso en 1945, el VIIIº Congreso en 1956 y el IXº Congreso en 1969 - Anotación de E. H.].
Últimamente el diario «Renmin Ribao» publicó un artículo escrito por un denominado grupo teórico del «Gabinete General» del Comité Central del Partido Comunista de China [véase el artículo de «Renmin Ribao» llamado: «Tengamos siempre en la mente las enseñanzas del presidente Mao Zedong» del 8 septiembre de 1977. Los puntos de vista manifestados en este artículo, han sido analizados por el camarada Enver Hoxha en su obra: «¿Que es el Gabinete General en China?»; Reflexiones sobre China, Tomo II, 7 se septiembre de 1977 - Anotación de E. H.]
El artículo afirma que, bajo el nombre de «Gabinete General», Mao Zedong había creado en torno suyo un aparato especial que vigilaba y controlaba al Buró Político, al Comité Central del partido, a los cuadros del Estado, del ejército, de la seguridad, etc. Todos ellos, incluidos los miembros del Comité Central y del Buró Político, tenían prohibida la entrada en este gabinete y conocer su trabajo. En él eran trazados los proyectos para derrocar o llevar a la dirección a este o aquel grupo fraccionalista. El personal de este gabinete se encontraba en todos lados, vigilaba, espiaba e informaba de manera independiente y fuera del control del partido. Además, el gabinete tenía a su disposición toda una serie de destacamentos armados, que se ocultaban tras el nombre de «guardia del presidente Mao Zedong». Esta guardia pretoriana integrada por más de 50.000 hombres entraba en acción cuando el presidente decidía «actuar de un solo golpe», como ha ocurrido a menudo en la historia del Partido Comunista de China y como sucedió recientemente con la detención de los «cuatro» y sus partidarios por Hua Kuo-feng.
So pretexto de mantener contacto con las masas, Mao Zedong había creado al mismo tiempo una red especial de informadores sobre el terreno, a los cuales se les había asignado la tarea de vigilar a los cuadros de la base y de indagar el estado de ánimo y la psicología de las masas, sin que nadie se enterase de ello. Esta red informaba directa y únicamente a Mao Zedong, quien había interrumpido todos los contactos con las masas y veía el mundo a través de los datos que le proporcionaban los agentes del «Gabinete General». Mao Zedong ha dicho:
«En lo que a mí se refiere, no escucho las radios; ni las extranjeras ni las de China, sólo transmito». (Archivos Centrales del Partido del Trabajo de Albania; (De la conversación de Mao Zedong con camaradas de nuestro partido, 3 de febrero de 1967)
También ha afirmado:
«He declarado públicamente que no voy a leer más el diario «Renmin Ribao». Lo mismo le dije a su redactor jefe: no leo tu diario». (Archivos Centrales del Partido del Trabajo de Albania; (De la conversación de Mao Zedong con camaradas de nuestro partido, 3 de febrero de 1967)
El mencionado artículo de «Renmin Ribao» ofrece nuevos datos para comprender aún mejor el rumbo antimarxista que Mao Zedong había impreso al partido y al Estado chinos y el poder personal que ejercía sobre ellos. Mao Zedong no ha tenido la menor consideración hacia el Comité Central y el congreso del partido, y no hablemos ya del partido en su conjunto y de sus comités de base. Los comités del partido, los cuadros dirigentes e incluso el propio Comité Central recibían órdenes del «Gabinete General», de este «cuartel general especial», que consultaba únicamente a Mao Zedong. Las instancias del partido, sus órganos electos no tenían ninguna competencia. En el artículo de «Renmin Ribao» se dice que «ningún telegrama, ninguna carta, ningún papel, ninguna orden podían despacharse por nadie sin ser controlados y aprobados previamente por Mao Zedong». Resulta que desde el año 1953 Mao Zedong había dado la siguiente orden categórica:
«De hoy en adelante, cualquier documento o telegrama que se haya de expedir en nombre del Comité Central, sólo podrá ser despachado después que yo lo haya leído; de otra manera, no tendrá validez». (Mao Zedong; Crítica a Liu Shaoqi y Yang Shangkun por su infracción disciplinaria cometida al expedir abiertamente documentos en nombre del Comité Central; Obras Escogidas, Tomo IV, 19 de mayo de 1953)
En estas condiciones no se puede hablar de dirección colectiva, ni de democracia interna en el partido, ni de normas leninistas.
El poder ilimitado de Mao Zedong llegaba al extremo de que designaba a sus herederos. En un tiempo nombró a Liu Shao-chi como sustituto suyo. Más tarde proclamó que el heredero del poder y del partido, tras su muerte, sería Lin Piao. Esto, que era algo sin precedentes en la práctica de los partidos marxista-leninistas, fue sancionado incluso en los estatutos del partido. También fue Mao Zedong quien designó a Hua Kuo-feng para presidente del partido, después de su muerte. El propio Mao Zedong, teniendo en sus manos los resortes del poder, criticaba, juzgaba, castigaba y después rehabilitaba a altos dirigentes del partido y del Estado. Así ocurrió con Deng Xiaoping, que, en su llamada autocrítica del 23 de octubre de 1966, ha afirmado:
«Liu Shao-chi y yo somos auténticos monárquicos. (...) La esencia de mis errores radica en que no confío en las masas, no apoyo a las masas revolucionarias, sino que estoy en contra de ellas, he seguido una línea reaccionaria para aplastar la revolución, en la lucha de clases no he permanecido al lado del proletariado, sino de la burguesía. (...) Todo esto demuestra que (...) no soy apto para ocupar puestos de responsabilidad». (Deng Xiaoping; Autocrítica en la Conferencia de Trabajo del Comité Central, 23 de octubre de 1966)
Y a pesar de todos estos crímenes, este revisionista de marca mayor volvió a la poltrona en que estaba.
Las relaciones entre el partido y el ejército
La esencia antimarxista del «Pensamiento Mao Zedong» acerca del partido y de su papel, se ve también en la forma de concebir teóricamente y de aplicar en la práctica las relaciones entre el partido y el ejército. Dejando aparte las fórmulas utilizadas por Mao Zedong de que «el partido está por encima del ejército», «la política por encima del fusil», etc., en la práctica concedía al ejército el papel político principal en la vida del país. Ya en los tiempos de la guerra decía:
«Todos los cuadros del ejército deben aprender cómo tomar posesión de las ciudades y cómo administrarlas. (…) Dirigir a los obreros y organizar sindicatos, movilizar y organizar a la juventud, unirse con los cuadros de las regiones liberadas nuevas e instruirlos, administrar la industria y el comercio, dirigir escuelas, periódicos, agencias de noticias y radiodifusoras, conducir los asuntos extranjeros, arreglar los problemas relativos a los partidos democráticos y a las organizaciones populares, coordinar las relaciones entre la ciudad y el campo, resolver los problemas de víveres, carbón y otros artículos de primera necesidad y arreglar los problemas bancarios y financieros». (Mao Zedong; Hacer del ejército un destacamento de trabajo; Obras Escogidas, Tomo IV, 8 de febrero de 1949)
Por lo tanto, el ejército estaba por encima del partido, por encima de los órganos estatales, por encima de todo. De esto se desprende que las palabras de Mao Zedong acerca del papel del partido, como factor decisivo para la dirección de la revolución y la edificación socialista no han sido más que eslóganes. Tanto en el periodo de la guerra de liberación, como después de la creación de la República Popular China, en todas las luchas que de continuo se han desatado para la toma del poder por parte de una u otra fracción, el ejército ha jugado el papel decisivo. Asimismo, durante la «Revolución Cultural» el ejército desempeñó el papel principal, fue la última reserva de Mao Zedong:
«Nosotros, nos apoyamos en la fuerza del ejército. En Beijing teníamos únicamente dos divisiones, pero en mayo trajimos otras dos, para saldar las cuentas con el ex comité de Beijing del partido». (Archivos Centrales del Partido del Trabajo de Albania; Extracto de la conversación de Mao Zedong con la delegación de Amistad de la República Popular de Albania, 18 de diciembre de 1967)
Para liquidar a sus adversarios ideológicos, Mao Zedong siempre ha movilizado al ejército. Levantó al ejército con Lin Piao a la cabeza para actuar contra el grupo de Liu Shao-chi y Deng Xiaoping. Más tarde, junto con Chou En-lai, organizó y lanzó al ejército contra Lin Piao. También después de la muerte de Mao Zedong, el ejército, inspirado en el «Pensamiento Mao Zedong», ha desempeñado el mismo papel. Al igual que todos los que han llegado al poder en China, Hua Kuo-feng se apoyó en el ejército y actuó por medio de él. Éste, nada más morir Mao Zedong, levantó al ejército, y organizó, junto con los militares Ye Chien-ying, Wang Tung-sing y otros, el putsch, deteniendo a sus adversarios.
En China el poder sigue estando en manos del ejército, mientras que el partido va a su zaga. Esto es una característica general de los países dominados por el revisionismo. Los países verdaderamente socialistas refuerzan el ejército, como poderosa arma de la dictadura del proletariado, para aplastar a los enemigos del socialismo, en caso de que se sublevaran, así como para defender el país frente a un posible ataque por parte de los imperialistas y la reacción externa. Pero para que el ejército desempeñe en todo momento este papel, debe estar siempre, como nos enseña el marxismo-leninismo, bajo la dirección del partido y no ser el partido quien esté bajo la dirección del ejército.
Actualmente en China la ley es dictada por las fracciones más poderosas del ejército, precisamente las más reaccionarias, las cuales tienen como meta transformar a China en un país socialimperialista.
En el futuro, a la par que China se convierte en una superpotencia imperialista, crecerán cada vez más el papel y la fuerza del ejército en la vida del país. Se reforzará como una guardia pretoriana armada hasta los dientes para defender un régimen y una economía capitalistas. Será el instrumento de una dictadura burguesa capitalista, de una dictadura que, en caso de que la resistencia popular sea fuerte, podrá adquirir formas fascistas abiertas.
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«La situación actual en el Partido Comunista de China, sus numerosos zigzags y sus posturas tambaleantes, oportunistas, los frecuentes cambios en la estrategia, la política que ha seguido y sigue su dirección para hacer de China una superpotencia, plantean de manera completamente natural el problema del lugar y del papel de Mao Zedong y de sus ideas, del llamado «Pensamiento Mao Zedong» en la revolución china.
El «Pensamiento Mao Zedong» es una «teoría» desprovista de los rasgos del marxismo-leninismo. Todos los dirigentes chinos, tanto los que estuvieron antes en el poder, como quienes lo han tomado actualmente, para llevar a la práctica sus planes contrarrevolucionarios, han especulado y especulan con el «Pensamiento Mao Zedong» en las formas de organización y los métodos de acción, en los fines estratégicos y tácticos.
Nuestras opiniones y nuestra convicción sobre el peligro que representa el «Pensamiento Mao Zedong», nosotros, los comunistas albaneses, las hemos formado gradualmente viendo la actividad sospechosa, las actitudes vacilantes y contradictorias, la ausencia de los principios y el pragmatismo de la política interior y exterior china, la desviación del marxismo-leninismo y la utilización de frases izquierdistas para disfrazarse. Cuando se fundó nuestro partido, durante la Lucha de Liberación Nacional, así como después de la Liberación, nuestra gente tenía conocimientos muy escasos sobre China. Pero, al igual que todos los revolucionarios del mundo, también nosotros habíamos formado una opinión progresista acerca de ella: «China es un gran continente, China lucha, en China bulle la revolución contra el imperialismo extranjero, contra las concesiones», etc., etc. En general, sabíamos algo sobre la actividad de Sun Yat-sen, sobre sus vínculos y su amistad con la Unión Soviética y con Lenin; por último sabíamos algo sobre el Kuomintang, conocíamos la lucha del pueblo chino contra los japoneses y la existencia del Partido Comunista de China, que era considerado como un partido grande, con un marxista-leninista a la cabeza, Mao Zedong. Y eso era todo.
Sólo después de 1956, nuestro partido tuvo los contactos más estrechos con los chinos. Estos contactos vinieron multiplicándose a causa de la lucha que nuestro partido desarrolló contra el revisionismo moderno jruschovista. En aquel entonces nuestros contactos con el Partido Comunista de China o, más exactamente, con sus cuadros dirigentes, se hicieron más frecuentes y más cercanos, sobre todo cuando el mismo Partido Comunista de China entró en abierto conflicto con los revisionistas jruschovistas. Pero debemos reconocer que, en las entrevistas que hemos mantenido con los dirigentes chinos, a pesar de que han sido buenas y camaraderiles, China, Mao Zedong y el Partido Comunista de China quedaban, en cierta medida, como un gran enigma para nosotros.
Pero, ¿por qué China, su Partido Comunista y Mao Zedong eran un enigma? Lo eran porque muchas posturas, no sólo generales, sino también personales de los dirigentes chinos sobre una serie de grandes problemas políticos, ideológicos, militares y organizativos, oscilaban unas veces hacia la derecha y otras hacia la izquierda. En unas ocasiones se mostraban decididos, en otras indecisos, de cuando en cuando también mantenían posiciones correctas, pero en la mayoría de los casos saltaban a la vista sus actitudes oportunistas. La política china, en general, a lo largo de todo el período en que vivió Mao Zedong, ha sido vacilante, era una política de coyunturas, carecía de la columna vertebral marxista-leninista. Un día se hablaba de una manera acerca de un problema político importante, y al día siguiente se hacía de otra. En la política china no se podía encontrar un hilo conductor estable y consecuente.
Naturalmente, todas estas posturas llamaban nuestra atención y no las aprobábamos, sin embargo, en la medida en que conocíamos la actividad de Mao Zedong, participábamos de la opinión general de que era un marxista-leninista. Sobre muchas tesis de Mao Zedong, tales como la de tratar las contradicciones entre el proletariado y la burguesía como contradicciones no antagónicas, la tesis de la existencia de las clases antagónicas durante todo el período del socialismo [véase la obra de Enver Hoxha: «Nuestro partido desarrollará como siempre con consecuencia, audacia y madurez la lucha de clases»; De una conversación con Chou En-lai; Obras Escogidas, Tomo IV, 24 de junio de 1966 - Anotación de E. H.], la tesis de que «el campo debe asediar la ciudad», que da carácter absoluto al papel del campesinado en la revolución, etc., teníamos nuestras reservas y nuestros puntos de vista marxista-leninistas, que, cuando se ha presentado la ocasión, hemos manifestado a los dirigentes chinos. En tanto que otras concepciones y posiciones políticas de Mao Zedong y del Partido Comunista de China, incompatibles con las concepciones y las posiciones marxista-leninistas de nuestro partido, las considerábamos como tácticas provisionales de un gran Estado dictadas por determinadas situaciones. Pero, con el tiempo, se hacía cada vez más evidente que las actitudes del Partido Comunista de China no eran sólo tácticas.
Nuestro partido, analizando los hechos, llegó a algunas conclusiones generales y particulares, que lo indujeron a estar vigilante, pero evitaba la polémica con el Partido Comunista de China y con los dirigentes chinos, no porque temiese polemizar, sino porque los datos de que disponía sobre el camino erróneo, antimarxista, de este partido y del propio Mao Zedong no eran completos, estos datos no permitían aún sacar conclusiones rotundas. Por otro lado, durante un tiempo el Partido Comunista de China se opuso al imperialismo estadounidense y a la reacción. Asimismo se puso en contra del revisionismo jruschovista soviético, a pesar de que ahora está claro que su lucha contra este revisionismo no estaba dictada por correctas posiciones de principio marxista-leninistas.
Además, no hemos tenido datos completos sobre la vida interna política, económica, cultural, social, etc., de China. La organización del partido y del Estado chinos siempre ha permanecido cerrada para nosotros. Por su parte, el Partido Comunista del China no nos ha dado ninguna posibilidad de estudiar las formas de organización del partido y del Estado chinos. Los comunistas albaneses estábamos al corriente únicamente de cierta organización estatal general de China y nada más, porque no se nos daba la oportunidad de conocer la experiencia del partido en China, de ver cómo actuaba, cómo estaba organizado, qué direcciones había tomado el desarrollo del trabajo en diversos sectores y cuáles eran en concreto estas direcciones.
Los dirigentes chinos han obrado astutamente. No han hecho públicos muchos documentos necesarios para conocer la actividad del partido y del Estado. Se guardaban y se guardan mucho de publicar sus documentos. Incluso los escasos documentos publicados de que se dispone, son fragmentarios. Mientras que los cuatro tomos con las obras de Mao Zedong, que pueden considerarse oficiales, no sólo contienen materiales escritos hasta 1949, sino que además han sido compuestos cuidadosamente, de manera que no aparecen con exactitud las situaciones reales que se han desarrollado en China.
La presentación política y teórica de los problemas en la prensa china, por no hablar de la literatura, que era totalmente confusa, sólo tenía carácter propagandístico. Los artículos estaban repletos de fórmulas estereotipadas típicamente chinas, enunciadas aritméticamente, tales como «las tres cosas buenas y las cinco malas», «las cuatro cosas viejas y las cuatro nuevas», «las dos advertencias y los cinco controles de sí mismo», «las tres cosas verdaderas y las siete falsas», etc., etc. El enjuiciamiento desde el punto de vista «teórico» de estas cifras aritméticas era difícil para nosotros que estamos acostumbrados a pensar, actuar y escribir según la teoría y la cultura marxista-leninista tradicional.
Los dirigentes chinos nunca invitaron a nuestro partido para que enviase alguna delegación a estudiar su experiencia. Incluso cuando alguna delegación, a petición de nuestro partido, ha viajado a China, más que darle alguna explicación o experiencia sobre el trabajo del partido se han dedicado a hacerle propaganda y a llevarla de un sitio a otro visitando comunas y fábricas. Y ¿con quiénes mantenían esta actitud rara? Con nosotros los albaneses, sus amigos, que les hemos defendido en las más difíciles situaciones. Para nosotros, todos estos actos eran incomprensibles, pero a la vez eran una señal de que el Partido Comunista de China no quería darnos una imagen clara de su situación.
Pero lo que más llamó la atención de nuestro partido fue la «Revolución Cultural», sobre la cual se nos presentaron varias grandes interrogantes. A lo largo de la «Revolución Cultural», que desencadenó Mao Zedong, en la actividad del Partido Comunista de China y del Estado chino se observaron ideas y hechos políticos, ideológicos y organizativos extraños que no estaban fundados en las enseñanzas de Marx, Engels, Lenin y Stalin. La apreciación de los actos dudosos habidos anteriormente, así como de los que se constataron durante la Revolución Cultural», pero sobre todo de los acontecimientos registrados después de esta revolución hasta el presente, los cambios en la dirección, la subida y la bajada de uno y otro grupo, hoy del grupo de Lin Piao, mañana del de Deng Xiaoping, o de un Hua Kuo-feng, etc., cada uno con su propia plataforma opuesta a la del otro, la apreciación de todo esto indujo a nuestro partido a profundizar todavía más en las concepciones y la práctica de Mao Zedong y del Partido Comunista de China, a adquirir un conocimiento más completo del «Pensamiento Mao Zedong». No nos parecía una conducta revolucionaría el que esta «Revolución Cultural» no estuviese dirigida por el partido, sino que fuese una explosión caótica tras un llamamiento que hizo Mao Zedong. La autoridad de Mao Zedong en China hizo que se levantasen millones de jóvenes no organizados, estudiantes y escolares, que marcharan hacia Pekín, hacía los comités del partido y del poder, disolviéndolos. Se decía que estos jóvenes representaban en aquel entonces en China la «ideología proletaria» y que ¡enseñarían al partido y a los proletarios el «verdadero» camino!
Una revolución de este tipo, de acentuado carácter político, fue llamada cultural. Para nuestro partido esta denominación era inexacta, porque en realidad en China se había desatado un movimiento político y no cultural. Pero lo principal era que esta «gran revolución proletaria» no estaba dirigida ni por el partido, ni por el proletariado. Esta grave situación tenía su origen en los viejos conceptos antimarxistas de Mao Zedong que subestiman el papel dirigente del proletariado y sobreestiman a la juventud en la revolución. Mao Zedong había escrito:
«¿Qué papel ha desempeñado la juventud china a partir de entonces? En cierta medida, un papel de vanguardia, que, salvo los recalcitrantes, todo el país reconoce. ¿En qué consiste ese papel de vanguardia? En tomar la cabeza, en marchar al frente de las filas revolucionarias». (Mao Zedong; La orientación del movimiento juvenil; Obras Escogidas, Tomo II, 4 de mayo de 1939)
Así la clase obrera fue dejada de lado y hubo numerosos casos en que se opuso a los guardias rojos, e incluso se enfrentó con ellos. Nuestros camaradas, que en aquel entonces se encontraban en China, han visto con sus propios ojos a los obreros de las fábricas luchar contra los jóvenes. El partido fue disuelto, fue liquidado, y los comunistas y el proletariado no eran tenidos en cuenta. Esta situación era muy grave.
Nuestro partido apoyó la «Revolución Cultural», porque en China estaban en peligro las conquistas de la revolución. Personalmente Mao Zedong nos dijo que allí el partido y el Estado habían sido usurpados por el grupo renegado de Liu Shao-chi y Deng Xiaoping y que las victorias de la revolución china corrían peligro. En estas condiciones, independientemente de quién era el responsable de que las cosas hubiesen ido tan lejos, nuestro partido apoyó la «Revolución Cultural». Nuestro partido defendió al hermano pueblo chino, la causa de la revolución y del socialismo en China y no la lucha fraccionalista de los grupos antimarxistas que chocaban entre sí y que llegaban incluso a enfrentamientos armados para tomar el poder.
El curso de los acontecimientos demostró que la «Gran Revolución Cultural Proletaria» no era ni revolución, ni grande, ni cultural y, sobre todo, que no era en absoluto proletaria [véase la obra de Enver Hoxha: «¿Puede calificarse la revolución china de revolución proletaria?»; Reflexiones sobre China, Tomo II, 26 de diciembre de 1977 - Anotación de E. H.]. Era un putsch de palacio a nivel «panchino» para liquidar a un puñado de reaccionarios que habían tomado el poder.
Naturalmente, dicha «Revolución Cultural» era una mistificación. Liquidó al mismo Partido Comunista de China e incluso a las organizaciones de masas, y hundió a China en un nuevo caos. Esta revolución fue dirigida por elementos no marxistas, que a su vez fueron liquidados por medio de un putsch militar por otros elementos antimarxistas y fascistas.
En nuestra prensa Mao Zedong ha sido calificado de gran marxista-leninista, pero nunca hemos empleado ni aprobado las definiciones de la propaganda china que llamaba a Mao Zedong clásico del marxismo-leninismo y al «Pensamiento Mao Zedong» su tercera y más alta etapa. Nuestro partido ha considerado incompatible con el marxismo-leninismo el culto desmesurado a Mao Zedong en China.
El desarrollo caótico de la «Revolución Cultural» y sus resultados reforzaron aún más nuestra opinión, todavía no bien cristalizada, de que en China el marxismo-leninismo no era conocido ni aplicado, de que, en el fondo, el Partido Comunista de China y Mao Zedong no sostenían puntos de vista marxista-leninistas, independientemente de su fachada y de los eslóganes que solían emplear, como «por el proletariado, por su dictadura y por la alianza con el campesinado pobre» y muchas más fórmulas análogas.
A la luz de estos acontecimientos nuestro partido empezó a ver más profundamente las causas de las vacilaciones que se habían observado en la actitud de la dirección china hacia el revisionismo jruschovista, como por ejemplo en 1962 cuando buscaba la reconciliación y la unión con los revisionistas soviéticos en nombre de un pretendido frente común contra el imperialismo estadounidense [véase las obras de Enver Hoxha: «Los chinos tienden la mano a Jruschov»; Reflexiones sobre China, Tomo I, 6 de abril de 1962; «China marcha por una vía centrista»; Reflexiones sobre China, Tomo I, 13 de julio de 1962; «Los chinos van hacia la conciliación con los jruschovistas»; Reflexiones sobre China, Tomo I, 2 de julio de 1962; «En la línea china se observan marcadas tendencias a la moderación, a la aprensión y a la pasividad»; Reflexiones sobre China, Tomo I, 10 de julio de 1962; «Los chinos dicen hoy de Jruschov lo que Jruschov decía ayer de Tito»; Reflexiones sobre China, Tomo I, 11 de julio de 1962 más la obra: «Los jruschovistas» de 1980 - Anotación de E. H.].
O en 1964 cuando Chou En-lai, reanudando sus esfuerzos por reconciliarse con los soviéticos, fue a Moscú para saludar la llegada al poder del grupo de Brézhnev [véase las obras de Enver Hoxha: «¿Qué resultados obtuvo Chou En-lai en Moscú?»; Reflexiones sobre China; Tomo I, 15 de noviembre de 1964 y «Derrota de Chou En-lai en Moscú; Reflexiones sobre China, Tomo I, 21 de noviembre de 1964» - Anotación de E. H.]
Estas fluctuaciones no eran casuales, reflejaban la ausencia de los principios y de la consecuencia revolucionaria.
Cuando Richard Nixon fue invitado a China y la dirección china, con Mao Zedong a la cabeza, proclamó la política de aproximarse y unirse al imperialismo estadounidense, quedó patente que la línea y la política chinas estaban en completa oposición al marxismo-leninismo y al internacionalismo proletario. Después, comenzaron a ser más evidentes los objetivos chovinistas y hegemonistas de China. La dirección china empezó a oponerse más abiertamente a las luchas revolucionarias y de liberación de los pueblos, al proletariado mundial y al auténtico movimiento marxista-leninista. Desplegó la llamada teoría de los «tres mundos», que estaba esforzándose por imponer a todo el movimiento marxista-leninista como línea general.
El Partido del Trabajo de Albania, partiendo de los intereses de la revolución y del socialismo, y pensando que los errores que se constataban en la línea del Partido Comunista de China se debían a apreciaciones incorrectas de las situaciones y a una serie de dificultades, más de una vez ha intentado ayudar a la dirección china a corregir y superar estos errores. Nuestro partido ha manifestado abiertamente, de manera sincera y camaraderil, sus puntos de vista a Mao Zedong y a los otras dirigentes chinos, y, sobre una serie de actos de China, que perjudicaban directamente la línea general del movimiento marxista-leninista, los intereses de los pueblos y de la revolución, ha manifestado oficialmente y por escrito sus observaciones y su disconformidad al Comité Central del Partido Comunista de China [véase la obra de Enver Hoxha: «El recibimiento de Nixon en Pekín no es justo, nosotros no lo apoyamos; Carta dirigida al Comité Central del Partido Comunista de China»; Obras Escogidas, Tomo IV, 6 de agosto de 1971 - Anotación de E. H.]
Pero, por parte de la dirección china jamás han sido bien acogidas las justas observaciones de principio de nuestro partido. Nunca nos ha contestado y jamás ha aceptado discutir sobre ellas.
Mientras tanto los actos antimarxistas de la dirección china, tanto en el interior como en el exterior, pasaron a ser más abiertos y evidentes. Todo esto obligó a nuestro partido, así como a todos los demás marxista-leninistas, a reconsiderar la línea del Partido Comunista de China, las concepciones políticas e ideológicas por las que se ha guiado, la actividad concreta y sus consecuencias. Debido a ello, vimos que el «Pensamiento Mao Zedong», que es el que ha guiado y guía al Partido Comunista de China, representa una peligrosa variante del revisionismo moderno, contra la cual es preciso desarrollar una lucha multilateral en el plano teórico y político.
El «Pensamiento Mao Zedong» es una variante del revisionismo
El «Pensamiento Mao Zedong» es una variante del revisionismo, que comenzó a tomar cuerpo ya antes de la Segunda Guerra Mundial, y de manera particular después del 1935, cuando Mao Zedong se afirmó en el poder. En este período Mao Zedong, con sus secuaces, desencadenó una campaña «teórica» bajo la consigna de la lucha contra el «dogmatismo», los «esquemas hechos», los «estereotipos extranjeros», etc., y planteó el problema de elaborar el marxismo nacional, negando el carácter universal del marxismo-leninismo. En lugar del marxismo-leninismo, predicaba la «manera china» de tratar los problemas:
«Dando paso al estilo y espíritu chinos llenos de vida y lozanía; que gustan a la gente sencilla de nuestro país». (Mao Zedong; El papel del Partido Comunista Chino en la guerra nacional; Obras Escogidas, Tomo II, octubre de 1938)
Propagando así la tesis revisionista de que el marxismo debe tener en cada país un contenido peculiar, específico.
El «Pensamiento Mao Zedong» fue proclamado como el grado sumo del marxismo-leninismo en la época actual. Los dirigentes chinos han declarado que «Mao Zedong ha hecho más que Marx, Engels y Lenin». En los Estatutos del Partido Comunista de China, aprobados en su IXº Congreso de 1969, que desarrolló sus trabajas bajo la dirección de Mao Zedong, se dice que:
«El Pensamiento Mao Zedong es el marxismo-leninismo de la era en que el imperialismo se dirige a un colapso total y el socialismo avanza a todo el mundo la victoria. (...) El camarada Mao Zedong ha integrado la verdad universal del marxismo-leninismo con la práctica concreta de la revolución, ha heredado, defendido y desarrollado el marxismo-leninismo y la ha llevado a una etapa superior y completamente nueva». (Partido Comunista de China; Estatutos del Partido Comunista de China; Adoptados en el ºIX Congreso Nacional del Partido Comunista de China, 14 de abril de 1969)
El que la actividad del partido se basara no en los principias y las normas del marxismo-leninismo, sino en el «Pensamiento Mao Zedong», abrió aún más las puertas al oportunismo y a la lucha fraccionalista en las filas del Partido Comunista de China.
El «Pensamiento Mao Zedong» es una amalgama de concepciones que mezcla ideas y tesis tomadas de prestado del marxismo con otros principias filosóficos, idealistas, pragmáticos y revisionistas. Sus raíces se remontan a la antigua filosofía china y al pasado político e ideológico de China, a su práctica estatal y militarista.
Todos los dirigentes chinos, tanto los que actualmente han tomado el poder, como aquellas que han estado en él y han sido derrocados, pero que han maniobrado para materializar sus planes contrarrevolucionarios, han tenido y tienen por base ideológica el «Pensamiento Mao Zedong». El propio Mao Zedong ha admitido que su pensamiento puede ser aprovechado por todos, tanto por los de izquierda como por los de derecha, como él llama a los diversos grupos que constituyen la dirección china. En la carta dirigida a Chiang Ching el 8 julio de 1966, Mao Zedong admite que:
«La derecha en el poder puede utilizar mis palabras para hacerse fuerte durante un cierto tiempo, pero la izquierda puede utilizar otras palabras mías y organizarse para derrocar a los de derecha». (Carta de Mao Zedong a Chiang Ching, 8 de julio de 1966. Publicada en «Le Monde», 2 de diciembre de 1972)
Esto demuestra que Mao Zedong no ha sido un marxista-leninista, que sus puntos de vista son eclécticos. Esto resalta en todas las «obras teóricas» de Mao Zedong, que a pesar de estar disfrazadas con fraseología y eslóganes «revolucionarios», no pueden ocultar que el «Pensamiento Mao Zedong» no tiene nada en común con el marxismo-leninismo.
Un vistazo crítico, aunque sea parcial, a los escritos de Mao Zedong, a su manera de tratar los problemas fundamentales relativos al papel del partido comunista, a las cuestiones de la revolución, de la edificación del socialismo, etc., pone completamente al desnudo la diferencia radical entre el «Pensamiento Mao Zedong» y el marxismo-leninismo.
La cuestión de la organización del partido y de su papel dirigente
Tomemos en un comienzo la cuestión de la organización del partido y de su papel dirigente. Mao Zedong pretendía hacer creer que estaba por la aplicación de los principios leninistas acerca del partido, pero si se analizan en concreto sus ideas sobre el partido, y especialmente la práctica diaria de éste, se ve a todas luces que ha substituido los principios y las normas leninistas con tesis revisionistas.
Mao Zedong no ha organizado el Partido Comunista de China sobre la base de los principios de Marx, Engels, Lenin y Stalin. No ha trabajado para hacer de él un partido de tipo leninista, un partido bolchevique. Mao Zedong no estaba por un partido de clase proletario, sino por un partido sin fronteras de clase. Ha utilizado la consigna de hacer masivo el partido para borrar la línea de demarcación entre el partido y la clase. Por consiguiente, en este partido podía entrar y salir cualquiera y cuando quisiera. En este aspecto las concepciones del «Pensamiento Mao Zedong» son idénticas a las de los revisionistas yugoslavos y de los «eurocomunistas».
Paralelamente a esto, Mao Zedong, siempre ha subordinado la construcción, los principios y las normas del partido a sus posiciones y a sus intereses políticos, a su política aventurera, oportunista, unas veces de derecha y otras de izquierda, a la lucha entre las fracciones, etc.
En el Partido Comunista de China no ha existido ni existe la verdadera unidad marxista-leninista de pensamiento y de acción. La lucha entre las fracciones, que ha existido desde la fundación del Partido Comunista de China, ha hecho que en este partido no se instaurara una correcta línea marxista-leninista, que no se guiara por el Pensamiento marxista-leninista. Las diversas tendencias que se manifestaban en los principales dirigentes del partido, unas veces eran de izquierda, otras oportunistas de derecha, algunas veces centristas e incluso llegaban a ser puntos de vista abiertamente anarquistas, chovinistas y racistas. Mientras Mao Zedong y su grupo estuvieron a la cabeza del partido, estas tendencias fueron una de las características distintivas del Partido Comunista de China. El propio Mao Zedong ha predicado la necesidad de la existencia de las «dos líneas» en el partido. Según él, la existencia de ambas líneas y la lucha entre ellas es algo natural, es una expresión de la unidad de los contrarios, es una política elástica que conjuga en sí misma el espíritu de principios y el compromiso:
«Así, actuamos con dos manos: una para la lucha con los camaradas que incurren en errores y la otra para la unidad con ellos. El propósito de la lucha es perseverar en los principios marxistas, lo cual supone la fidelidad a los principios. Esta es una mano; la otra es para velar por la unidad. El propósito de la unidad es dar una salida a esos camaradas, contrayendo compromisos con ellos, lo que significa flexibilidad. La integración de la fidelidad a los principios con la flexibilidad constituye un principio marxista-leninista y es una unidad de contrarios». (Mao Zedong; Método dialéctico para la unidad interna del partido; Parte de una intervención del Camarada Mao Zedong en la Conferencia de Representantes de Partidos Comunistas y Obreros celebrado en Moscú; Obras Escogidas, Tomo IV, 18 de noviembre de 1957)
Estos puntos de vista son diametralmente opuestos a las enseñanzas leninistas sobre el partido comunista como destacamento organizado y de vanguardia, que debe tener una sola línea y una férrea unidad de pensamiento y de acción.
La lucha de clases en el seno del partido, como reflejo de la lucha de clases que se desarrolla fuera del mismo, no tiene nada en común con las concepciones de Mao Zedong sobre las «dos líneas en el partido». El partido no es arena de las diversas clases y de la lucha de las clases antagónicas, no es una reunión de personas con objetivos opuestos. El verdadero partido marxista-leninista es únicamente partido de la clase obrera y se basa en los intereses de esta clase. Este es el factor decisivo para el triunfo de la revolución y la edificación del socialismo. Iósif Stalin, defendiendo los principios leninistas acerca del partido, que no permiten la existencia de numerosas líneas, de corrientes opuestas en el seno del partido comunista, señalaba que:
«El partido comunista es el partido monolítico del proletariado y no el partido de un bloque de elementos de las diversas clases». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre la industrialización del país y la desviación de derecha en el Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 28 de noviembre de 1928)
En tanto que Mao Zedong concibe el partido como una unión de clases con intereses opuestos, como una organización en que están enfrentadas y luchan dos fuerzas, el proletariado y la burguesía, el «cuartel general proletario» y el «cuartel general burgués», los cuales deben tener sus representantes en todo el partido, desde la base hasta los más altos órganos dirigentes. Así, en 1956 exigía que fueran elegidos al Comité Central los dirigentes de las fracciones de izquierda y de derecha, presentando a este efecto argumentos tan ingenuos como ridículos:
«Ellos son famosos en el país y en el mundo entero por los errores de línea que cometieron. La razón por la cual los elegimos estriba precisamente en que ellos son famosos. ¡Qué otro remedio hay si gozan de fama y la fama de los que no han cometido errores o sólo han cometido pequeños errores no puede compararse con la suya! En nuestro país, que tiene una gran masa de pequeño burgueses, ellos son sus banderas». (Mao Zedong; Fortalecer la unidad del partido, continuar sus tradiciones, Obras Escogidas, Tomo V, 30 de agosto de 1956)
Renunciando a la lucha de principios en las filas del partido, Mao Zedong hacía el juego a las fracciones, buscaba concertar compromisos con algunas de ellas para oponerse a otras y reforzar así sus posiciones.
Con tal plataforma organizativa, el Partido Comunista de China nunca ha sido ni podía ser un partido marxista-leninista. En él no se respetaban los principios y las normas leninistas. El congreso del partido, en tanto que órgano supremo de dirección colectiva del mismo, no ha sido convocado regularmente. Así, por ejemplo, entre el VIIº Congreso de 1945 y el VIIIº de 1956 trascurrieron 11 años, y 13 años desde el VIIIº de 1956 al IXº de 1969, realizados después de la guerra. Además, los congresos desarrollados han sido, a su vez, formales, más bien reuniones de exhibición que de trabajo. Los delegados a los congresos no eran elegidos con arreglo a los principios y las normas marxista-leninistas de la vida del partido, sino que eran designados por los órganos dirigentes y actuaban según el sistema de representación permanente [durante un período de más de 40 años, de 1928 a 1969, el Partido Comunista de China no celebró más que 4 congresos: el VIº Congreso tuvo lugar en 1928, el VIIº Congreso en 1945, el VIIIº Congreso en 1956 y el IXº Congreso en 1969 - Anotación de E. H.].
Últimamente el diario «Renmin Ribao» publicó un artículo escrito por un denominado grupo teórico del «Gabinete General» del Comité Central del Partido Comunista de China [véase el artículo de «Renmin Ribao» llamado: «Tengamos siempre en la mente las enseñanzas del presidente Mao Zedong» del 8 septiembre de 1977. Los puntos de vista manifestados en este artículo, han sido analizados por el camarada Enver Hoxha en su obra: «¿Que es el Gabinete General en China?»; Reflexiones sobre China, Tomo II, 7 se septiembre de 1977 - Anotación de E. H.]
El artículo afirma que, bajo el nombre de «Gabinete General», Mao Zedong había creado en torno suyo un aparato especial que vigilaba y controlaba al Buró Político, al Comité Central del partido, a los cuadros del Estado, del ejército, de la seguridad, etc. Todos ellos, incluidos los miembros del Comité Central y del Buró Político, tenían prohibida la entrada en este gabinete y conocer su trabajo. En él eran trazados los proyectos para derrocar o llevar a la dirección a este o aquel grupo fraccionalista. El personal de este gabinete se encontraba en todos lados, vigilaba, espiaba e informaba de manera independiente y fuera del control del partido. Además, el gabinete tenía a su disposición toda una serie de destacamentos armados, que se ocultaban tras el nombre de «guardia del presidente Mao Zedong». Esta guardia pretoriana integrada por más de 50.000 hombres entraba en acción cuando el presidente decidía «actuar de un solo golpe», como ha ocurrido a menudo en la historia del Partido Comunista de China y como sucedió recientemente con la detención de los «cuatro» y sus partidarios por Hua Kuo-feng.
So pretexto de mantener contacto con las masas, Mao Zedong había creado al mismo tiempo una red especial de informadores sobre el terreno, a los cuales se les había asignado la tarea de vigilar a los cuadros de la base y de indagar el estado de ánimo y la psicología de las masas, sin que nadie se enterase de ello. Esta red informaba directa y únicamente a Mao Zedong, quien había interrumpido todos los contactos con las masas y veía el mundo a través de los datos que le proporcionaban los agentes del «Gabinete General». Mao Zedong ha dicho:
«En lo que a mí se refiere, no escucho las radios; ni las extranjeras ni las de China, sólo transmito». (Archivos Centrales del Partido del Trabajo de Albania; (De la conversación de Mao Zedong con camaradas de nuestro partido, 3 de febrero de 1967)
También ha afirmado:
«He declarado públicamente que no voy a leer más el diario «Renmin Ribao». Lo mismo le dije a su redactor jefe: no leo tu diario». (Archivos Centrales del Partido del Trabajo de Albania; (De la conversación de Mao Zedong con camaradas de nuestro partido, 3 de febrero de 1967)
El mencionado artículo de «Renmin Ribao» ofrece nuevos datos para comprender aún mejor el rumbo antimarxista que Mao Zedong había impreso al partido y al Estado chinos y el poder personal que ejercía sobre ellos. Mao Zedong no ha tenido la menor consideración hacia el Comité Central y el congreso del partido, y no hablemos ya del partido en su conjunto y de sus comités de base. Los comités del partido, los cuadros dirigentes e incluso el propio Comité Central recibían órdenes del «Gabinete General», de este «cuartel general especial», que consultaba únicamente a Mao Zedong. Las instancias del partido, sus órganos electos no tenían ninguna competencia. En el artículo de «Renmin Ribao» se dice que «ningún telegrama, ninguna carta, ningún papel, ninguna orden podían despacharse por nadie sin ser controlados y aprobados previamente por Mao Zedong». Resulta que desde el año 1953 Mao Zedong había dado la siguiente orden categórica:
«De hoy en adelante, cualquier documento o telegrama que se haya de expedir en nombre del Comité Central, sólo podrá ser despachado después que yo lo haya leído; de otra manera, no tendrá validez». (Mao Zedong; Crítica a Liu Shaoqi y Yang Shangkun por su infracción disciplinaria cometida al expedir abiertamente documentos en nombre del Comité Central; Obras Escogidas, Tomo IV, 19 de mayo de 1953)
En estas condiciones no se puede hablar de dirección colectiva, ni de democracia interna en el partido, ni de normas leninistas.
El poder ilimitado de Mao Zedong llegaba al extremo de que designaba a sus herederos. En un tiempo nombró a Liu Shao-chi como sustituto suyo. Más tarde proclamó que el heredero del poder y del partido, tras su muerte, sería Lin Piao. Esto, que era algo sin precedentes en la práctica de los partidos marxista-leninistas, fue sancionado incluso en los estatutos del partido. También fue Mao Zedong quien designó a Hua Kuo-feng para presidente del partido, después de su muerte. El propio Mao Zedong, teniendo en sus manos los resortes del poder, criticaba, juzgaba, castigaba y después rehabilitaba a altos dirigentes del partido y del Estado. Así ocurrió con Deng Xiaoping, que, en su llamada autocrítica del 23 de octubre de 1966, ha afirmado:
«Liu Shao-chi y yo somos auténticos monárquicos. (...) La esencia de mis errores radica en que no confío en las masas, no apoyo a las masas revolucionarias, sino que estoy en contra de ellas, he seguido una línea reaccionaria para aplastar la revolución, en la lucha de clases no he permanecido al lado del proletariado, sino de la burguesía. (...) Todo esto demuestra que (...) no soy apto para ocupar puestos de responsabilidad». (Deng Xiaoping; Autocrítica en la Conferencia de Trabajo del Comité Central, 23 de octubre de 1966)
Y a pesar de todos estos crímenes, este revisionista de marca mayor volvió a la poltrona en que estaba.
Las relaciones entre el partido y el ejército
La esencia antimarxista del «Pensamiento Mao Zedong» acerca del partido y de su papel, se ve también en la forma de concebir teóricamente y de aplicar en la práctica las relaciones entre el partido y el ejército. Dejando aparte las fórmulas utilizadas por Mao Zedong de que «el partido está por encima del ejército», «la política por encima del fusil», etc., en la práctica concedía al ejército el papel político principal en la vida del país. Ya en los tiempos de la guerra decía:
«Todos los cuadros del ejército deben aprender cómo tomar posesión de las ciudades y cómo administrarlas. (…) Dirigir a los obreros y organizar sindicatos, movilizar y organizar a la juventud, unirse con los cuadros de las regiones liberadas nuevas e instruirlos, administrar la industria y el comercio, dirigir escuelas, periódicos, agencias de noticias y radiodifusoras, conducir los asuntos extranjeros, arreglar los problemas relativos a los partidos democráticos y a las organizaciones populares, coordinar las relaciones entre la ciudad y el campo, resolver los problemas de víveres, carbón y otros artículos de primera necesidad y arreglar los problemas bancarios y financieros». (Mao Zedong; Hacer del ejército un destacamento de trabajo; Obras Escogidas, Tomo IV, 8 de febrero de 1949)
Por lo tanto, el ejército estaba por encima del partido, por encima de los órganos estatales, por encima de todo. De esto se desprende que las palabras de Mao Zedong acerca del papel del partido, como factor decisivo para la dirección de la revolución y la edificación socialista no han sido más que eslóganes. Tanto en el periodo de la guerra de liberación, como después de la creación de la República Popular China, en todas las luchas que de continuo se han desatado para la toma del poder por parte de una u otra fracción, el ejército ha jugado el papel decisivo. Asimismo, durante la «Revolución Cultural» el ejército desempeñó el papel principal, fue la última reserva de Mao Zedong:
«Nosotros, nos apoyamos en la fuerza del ejército. En Beijing teníamos únicamente dos divisiones, pero en mayo trajimos otras dos, para saldar las cuentas con el ex comité de Beijing del partido». (Archivos Centrales del Partido del Trabajo de Albania; Extracto de la conversación de Mao Zedong con la delegación de Amistad de la República Popular de Albania, 18 de diciembre de 1967)
Para liquidar a sus adversarios ideológicos, Mao Zedong siempre ha movilizado al ejército. Levantó al ejército con Lin Piao a la cabeza para actuar contra el grupo de Liu Shao-chi y Deng Xiaoping. Más tarde, junto con Chou En-lai, organizó y lanzó al ejército contra Lin Piao. También después de la muerte de Mao Zedong, el ejército, inspirado en el «Pensamiento Mao Zedong», ha desempeñado el mismo papel. Al igual que todos los que han llegado al poder en China, Hua Kuo-feng se apoyó en el ejército y actuó por medio de él. Éste, nada más morir Mao Zedong, levantó al ejército, y organizó, junto con los militares Ye Chien-ying, Wang Tung-sing y otros, el putsch, deteniendo a sus adversarios.
En China el poder sigue estando en manos del ejército, mientras que el partido va a su zaga. Esto es una característica general de los países dominados por el revisionismo. Los países verdaderamente socialistas refuerzan el ejército, como poderosa arma de la dictadura del proletariado, para aplastar a los enemigos del socialismo, en caso de que se sublevaran, así como para defender el país frente a un posible ataque por parte de los imperialistas y la reacción externa. Pero para que el ejército desempeñe en todo momento este papel, debe estar siempre, como nos enseña el marxismo-leninismo, bajo la dirección del partido y no ser el partido quien esté bajo la dirección del ejército.
Actualmente en China la ley es dictada por las fracciones más poderosas del ejército, precisamente las más reaccionarias, las cuales tienen como meta transformar a China en un país socialimperialista.
En el futuro, a la par que China se convierte en una superpotencia imperialista, crecerán cada vez más el papel y la fuerza del ejército en la vida del país. Se reforzará como una guardia pretoriana armada hasta los dientes para defender un régimen y una economía capitalistas. Será el instrumento de una dictadura burguesa capitalista, de una dictadura que, en caso de que la resistencia popular sea fuerte, podrá adquirir formas fascistas abiertas.