Piotr Fedoseev, Academia de Ciencias de la URSS, 1978
La época que atravesamos está saturada de cambios profundísimos en todas las esferas de la vida social de la humanidad. Los nuevos fenómenos y procesos de que somos contemporáneos requieren ser interpretados teóricamente en todos sus aspectos. En tales circunstancias incrementa la significación del materialismo dialéctico e histórico como método del conocimiento de los fenómenos sociales.
En el clima de la actual lucha ideológica, es particularmente importante aplicar de un modo consecuente la metodología marxista-leninista. La experiencia prueba que cualquier revisión del marxismo o cualquier desviación respecta de su metodología al explicar los fenómenos sociales están irremisiblemente vinculados, a fin de cuentas, con la renuncia a la teoría materialista del conocimiento.
V.I.Lenin, quien defendía y desarrolló la concepción materialista del mundo y la concepción materialista de la historia en pugna infatigable contra los enemigos y los tergiversadores del marxismo, comprendía perfectamente este nexo.
Lenin descubrió las posiciones metodológicas de partida de los enemigos de la teoría y la práctica del marxismo revolucionario. Demostró que la base metodológica de las concepciones burguesas y revisionistas del desarrollo social ya bien son subjetivismo en historia, correspondiendo en la practica al voluntarismo, ya bien fatalismo, emanante de la concepción mecanicista y metafísica de las leyes objetivas del desarrolla social.
En todos sus años de actividad, Lenin combatió sistemáticamente estas corrientes de la vida y de la práctica sociales, demostrando su inconsistencia teórica en filosófica, sociológica, económica política, y dilucidando su orientación clasista reaccionaria.
El valor de la lucha de Lenin contra el objetivismo y el subjetivismo no se reduce, en modo alguno, solo a la defensa del método marxista del conocimiento de la vida social. Lenin brindó ejemplos clásicos de aplicación de este método a los nuevos fenómenos históricos, contribuyendo a su ulterior enriquecimiento y desarrollo. Reiteradas veces se halló que no bastaba con ser un entendido y saber conservar la herencia teórica legada por los fundadores del marxismo, sino que era preciso aplicar con pericia esa herencia en las situaciones sociales concretas y en el análisis de cada nuevo giro de los acontecimientos, especialmente cuando las condiciones históricas cambiadas requerían una reconsideración de algunas formulas anteriormente establecidas y la elaboración de nuevos postulados teóricos.
El subjetivismo, enemigo del materialismo
Los críticos burgueses del marxismo y los revisionistas acusan con frecuencia a Lenin de subjetivismo y de subestimar los procesos objetivos “espontáneos” del desarrollo social. Tales interpretadores de la historia del marxismo confrontan a Lenin y Marx, diciendo que Marx habría puesto el acento en las bases materiales, objetivas, del proceso revolucionario, y que Lenin, según ellos, menospreciaba esos procesos, cifrando todas las esperanzas en los factores subjetivos en la historia. Por ejemplo, en agosto de 1969, el revisionista austriaco Ernst Fischer publicó en el periódico “Times” un artículo en el que afirma que Lenin subestimaba los procesos espontáneos del movimiento revolucionario y lo reducía todo a la organización de la minoría revolucionaria.
En realidad, Lenin consideraba el subjetivismo como antípoda del marxismo, antípoda del enfoque científico de los problemas de la lucha revolucionaria. A fines del siglo pasado, en los trabajos “Quiénes son los 'amigos del pueblo' y cómo luchan contra los socialdemócratas”, “El contenido económico del populismo y su crítica en el libro del señor Struve”, “Para una caracterización del romanticismo económico”, basándose en el análisis crítico de la sociología subjetiva de los populistas y en las concepciones subjetivistas en economía política, Lenin puso de manifiesto la inconsistencia metodológica del subjetivismo y del arbitrismo social -relacionado con él-, propio de los ideólogos pequeñoburgueses.
Los partidarios del método subjetivo en sociología (N.Mijailovski y otros) trataban de demostrar cuan “limitado” era el marxismo, diciendo que presuntamente no tomaba en cuenta el papel de la personalidad en la historia y solo admitía la “necesidad histórica” y las “categorías económicas”. Lenin, en contrapeso a esas invenciones, declaraba -en el espíritu de la doctrina de Marx- que “toda la historia se compone precisamente de acciones de individuos que son indudablemente personalidades” (1).
Señalando la banalidad de los razonamientos de los populistas acerca de las “personalidades vivientes” que, según ellos, eran omitidas por los marxistas, Lenin indicaba que en este caso los populistas repetían, en esencia, las debilidades y los errores de los filósofos del siglo XVIII, contraponiendo al individuo, con sus objetivos y representaciones acerca de lo que debe ser el medio socio-histórico. El populista critica el marxismo desde las posiciones de la filosofía del día de ayer. Cuando aborda el medio y a cierto individuo abstracto, suprahistórico, el concepto de los factores independientes del desarrollo histórico, “borra sencillamente toda la evolución de la ciencia social desde fines del siglo pasado y vuelve a la ingenua especulación racionalista que ignora la existencia de relaciones sociales determinadas y su desarrollo. ¡De un solo plumazo borra todo lo valioso que obtuvo el pensamiento humano, al precio de búsquedas seculares, al esforzarse por comprender los fenómenos sociales!” (2).
Lenin consideraba un grandioso adelanto de la ciencia social del siglo XIX (pasado por alto por la escuela subjetiva en sociología) la concepción materialista de la historia, argumentada en los trabajos de los fundadores del marxismo. Fue Marx, precisamente, quien logró superar la contraposición del individuo al medio social, en la que se habían enredado los autores de las construcciones racionalistas del siglo XVIII.
La verdadera diferencia entre el populista y el marxista, según Lenin, no reside en que uno estudia las “personalidades vivientes” y otro estima que ese estudio no es sustancial, sino en la disimilitud que hay entre los enfoques científico y acientífico del estudio de la sociedad, incluidas las acciones y el proceder de individuos reales, de los cuales se compone la sociedad. Tan solo cuando se demostró que los móviles del comportamiento de los individuos son determinados, en última instancia, por las relaciones económicas, no dependientes de su voluntad, fue posible, por primera vez, describir y explicar esos móviles.
Lenin comienza el examen de la sociología subjetiva de los populistas desde este ángulo: ¿en que medida satisface los requisitos que se plantean al conocimiento científico? El análisis lo lleva a la deducción de que la sociología subjetiva no puede ser otra cosa que una forma ideológica para expresar “las ideas y los sentimientos” de sus autores, que son, a su vez, representantes de un determinado grupo social. En otros términos, el problema del carácter científico de la teoría se convierte inevitablemente en problema de la esencia social, clasista, de la teoría.
La lógica del razonamiento de Lenin es de particular importancia, por cuanto los críticos burgueses del leninismo machacan sin cesar que Lenin habría “impuesto” a la teoría social el problema del partidismo, y que habría “exigido” a la ciencia social -neutral por su esencia teórico-cognoscitiva- que se situara en una posición clasista determinada. Sin embargo, es todo lo contrario. Lenin llegó a la deducción acerca de la función ideológica de la teoría social, en particular, como resultado del análisis de sus aspectos cognoscitivos. Veamos el examen de las posiciones metodológicas de Mijailovski, hecho en “Quienes son los 'amigos del pueblo' y como luchan contra los socialdemócratas”.
Mijailovski inculpa a Marx de no haber dado definiciones del tipo “¿que es la sociedad, en general?”, “¿que es el progreso, en general?”, etc., y, sobre esta base, concluye que la concepción materialista de la historia, elaborada por Marx, simplemente no existe.
Lenin deja constancia, ante todo, de que el propio planteamiento del problema por Mijailovski no coincide con los criterios de la investigación científica. La concepción científica de la sociedad, del progreso, etc., puede ser el resultado y no la premisa de la investigación. La ciencia tiene un solo procedimiento para llegar al concepto de la “sociedad”: analizando y sintetizando los hechos empíricos, que componen el contenido de los estados sociales históricos reales, destacando de estos hechos los rasgos más sustanciales, estableciendo sus repeticiones en los distintos estados sociales. Pero lo que exige Mijailovski de la sociología es, por el contrario, “el síntoma más evidente de la metafísica por la que comenzaba toda ciencia: cuando no se sabía iniciar el estudio de los hechos, se inventaban a priori teorías generales que siempre eran estériles” (3).
Lenin llama la atención a la circunstancia de que las teorías sociales contemporáneas a él estaban formadas, en sus nueve décimas partes, por razonamientos especulativos de esa índole. Claro que eso no podía explicarse solo por los errores individuales de los investigadores. Si tales métodos “no hicieron avanzar un solo paso la comprensión, por el hombre, de las relaciones sociales” y siguen, no obstante, siendo utilizados una y otra vez por los científicos, por consiguiente no cumplen una función cognoscitiva, sino alguna otra función. Lenin la define en los siguientes términos: “Tales métodos, en lugar de contribuir al estudio y la explicación del problema, solo conducen a suplantar el concepto de la sociedad por las ideas burguesas de un mercader ingles o por los ideales filisteos socialistas de un demócrata ruso, y nada mas” (4). Al abordar el problema del carácter científico de la teoría social, llegamos al problema del carácter clasista y partidista de esta teoría.
Pero de este modo pierde todo fundamento la acusación que se hace al marxismo-leninismo de que plantea “artificial” e “ilegítimamente” el problema de la naturaleza clasista del saber social. La teoría marxista-leninista solo registra el estado real de la ciencia social en la sociedad de clases y que esta ciencia, conjuntamente con la función cognoscitiva, cumple, de facto, la función ideológica.
Cabe subrayar que Lenin criticó las teorías populistas no solo porque, al ser una ideología, reflejaran los intereses y los anhelos de determinados grupos sociales. Lenin criticó la sociología populista, ante todo, porque en ella se confrontaron las funciones ideológica y cognoscitiva, en tanto que el método científico del análisis era sustituido por construcciones subjetivistas.
Por supuesto, el sentido de la crítica leninista de la concepción populista no se reduce a denunciar a una escuela sociológica concreta. Lenin enfoca la escuela dada como una de las posibles manifestaciones de subjetivismo en la ciencia, de ahí que su crítica revista carácter universal. “La raíz del subjetivismo en sociología”, escribía Lenin, consistía en no saber o en no querer distinguir “en la complicada red de fenómenos sociales, los fenómenos importantes de los que no lo eran”, en no saber o en no querer hallar el criterio objetivo para hacer esa delimitación (5).
El subjetivismo, como el método teórico, está presente siempre que topamos con la negación de que existen la verdad objetiva y los criterios objetivos del saber social, siempre que las búsquedas de la verdad científica son suplantadas por especulaciones y por sofística, por el relativismo histórico y sociológico. Mas el peligro del subjetivismo no solo existe donde está formalizado en un acabada sistema de principios. La sustitución de lo importante por lo que no lo es, la confusión de lo sustancial con lo que no lo es, la absolutización de una u otra tesis teórica pueden hacer que cualquier investigador llegue a errores de plano subjetivista en cada una de las etapas de su penetración en la esencia de los fenómenos sociales.
El subjetivismo dista de romper siempre con lo científico y de oponer construcciones utópicas a la indagación estrictamente científica de las relaciones sociales. El utopismo y el “romanticismo”, al ser las causas típicas -y al mismo tiempo, los efectos- de las desviaciones subjetivistas respecto del modo científico de la indagación, aparecen sin embargo con frecuencia a modo de verdades científicamente argumentadas, que supuestamente computan los adelantos del pensamiento científico y se apoyan en elementos del análisis científico.
En esta circunstancia hacía hincapié Lenin al criticar, entre otras, las concepciones románticas en la esfera de las doctrinas económicas.
La teoría subjetivista puede registrar los mismos fenómenos y los mismos procesos de la vida de la sociedad que se describen en la teoría científica. En “Para una caracterización del romanticismo económico” Lenin subraya especialmente que la concepción de los economistas románticos y la teoría de Marx indican las mismas contradicciones de la economía social en el capitalismo. Puede dejarse constancia de tales fenómenos objetivos en la economía de la sociedad capitalista como son las crisis, las búsquedas del mercado exterior, el crecimiento de la producción con una baja simultánea del consumo, la existencia de los monopolios, el efecto pernicioso de la industria maquinizada sobre el trabajador, etc., sin ir mas allá de la teoría económica subjetivista. Al respecto, ante la crítica científica del subjetivismo se plantean dos problemas: primero, donde, a qué nivel de la investigación y en virtud de que causas el “romántico” comienza a apartarse de los requisitos del método científico; segundo, que actitud debe adoptar la teoría científica (marxista) hacia las investigaciones en las ciencias sociales concretas, realizadas por científicos no situados en las posiciones de la filosofía científica (marxista).
En cuanto a la primera pregunta, Lenin responde que el “romántico” comienza a apartarse de los requisitos del método científico cuando el análisis del estado económico real de la sociedad estipula la apreciación de ese estado desde el punto de vista de las perspectivas de la lucha de las fuerzas y tendencias sociales, desde el punto de vista de la lucha de clases y cuando la posición ideológica del investigador entra en contradicción con su escrupulosidad científica.
En cuanto a la segunda pregunta, encontramos respuesta en trabajos posteriores de Lenin y, en particular, en “Materialismo y empiriocriticismo”, libro en que menciona la diferencia que existe entre las investigaciones especiales en las ciencias sociales y las deducciones que manifiestan la posición partidista del científico. Lenin subrayaba que la tarea del marxista consiste en asimilar y reelaborar los resultados concretos que se hacen en esas investigaciones y en saber sajar su línea reaccionaria.
En “Materialismo y empiriocriticismo” Lenin demostró la absoluta inconsistencia de las interpretaciones subjetivo-idealistas del problema de la verdad y dilucidó la significación de la concepción materialista-dialéctica de la verdad objetiva en la teoría del conocimiento, en la ciencia y en la práctica.
La objetividad de la verdad es uno de los problemas centrales que analiza Lenin en este libro. Como se sabe, en aquellos tiempos, bajo el influjo del impetuoso progreso de los conocimientos científicos, de la revisión de las representaciones científicas que parecían inamovibles, del quebrantamiento de las viejas teorías y su sustitución por otras nuevas, se estilaba tratar de interpretar la verdad en el espíritu del relativismo y el convencionalismo.
A tales tendencias se opuso la doctrina leninista de la dialéctica del conocimiento, de la correlación entre la verdad absoluta y la relativa. Al tiempo que reconocía el carácter relativo de nuestros conocimientos, Lenin se pronunciaba contra el dogmatismo, contra la osificación del pensamiento, por el desarrollo de la teoría con sentido creador. Simultáneamente, afirmando la objetividad del conocimiento humano y demostrando la dialéctica de la transformación de la verdad relativa en verdad absoluta, Lenin combatió el relativismo, que niega la veracidad de los postulados cardinales de la ciencia, incluida la teoría marxista del desarrollo social.
Los subjetivistas tratan habitualmente de presentarse como adversarios de los dogmas. Pero comprenden el dogma como simple sinónimo de todo lo asentado y reconocido por todos. De ahí que conviertan la lucha contra el dogmatismo en una negación nihilista de cualesquiera valores del pasado, abogando por la innovación en aras de la innovación.
Para Lenin, por el contrario, el dogmatismo fue siempre el reverso del subjetivismo, una tergiversación y una desviación de la verdad objetiva. Por eso, subrayaba Lenin, “no puede haber dogmatismo allí donde el criterio supremo y único de la doctrina es la conformidad de esta con el proceso real del desarrollo económico-social” (6).
Al denunciar el subjetivismo y el relativismo, al elucidar la dialéctica de la verdad absoluta y la verdad relativa en el proceso del conocimiento, Lenin mostró el papel de la práctica como base del conocimiento y del criterio objetivo de la verdad.
En contrapeso al pragmatismo, para el cual el criterio de la verdad es la utilidad y la ventaja, Lenin demostró que la verdad objetiva no depende de las finalidades ni de las intenciones del hombre. El propio saber puede ser útil precisamente por contener la verdad objetiva. Lenin formuló con precisión los postulados de principios de la teoría materialista del conocimiento al respecto: “El conocimiento puede ser biológicamente útil, útil en la practica del hombre, en la conservación de la vida, en la conservación de la especie, únicamente cuando refleja la verdad objetiva, independiente del hombre” (7).
El objetivismo, fundamento ideológico del reformismo
Al tiempo que criticaba el subjetivismo, Lenin no cejaba en la lucha contra otra posición metodológica de partida, adoptada por los adversarios de la teoría y la práctica del marxismo. revolucionario: el objetivismo burgués. En este sentido, es particularmente notable el trabajo de Lenin “El contenido económica del populismo y su critica en el libro del señor Struve”. A fines del siglo XIX, en el denominado marxismo legal y en el bernsteinismo -respectivamente en Rusia y en Occidente- se divulgaron ampliamente tergiversaciones fatalistas del socialismo científico. Era típico de esas tendencias apartarse del análisis clasista de los fenómenos, interpretar desde el ángulo objetivista los procesos sociales. En el examen crítico que hace Lenin del libro de Struve, va retirando consecuentemente del objetivismo burgués, una por una, las capas de “imparcialidad científica” y pone al desnudo su esencia burguesa clasista.
En cuanto al aspecto metodológico, es típico del objetivismo acentuar, de un modo unilateral y metafísico, la inevitabilidad histórica del régimen social vigente, menoscabar su carácter contradictorio intrínseco que, en última instancia, debe llevar -con la misma inevitabilidad- al surgimiento de una nueva calidad.
En su crítica de las posiciones metodológicas de los subjetivistas y los “objetivistas” Lenin se guío invariablemente por el método dialéctico. “En una palabra, la dialéctica puede ser definida -escribía Lenin- como la doctrina de la unidad de los contrarios. Esto encarna la esencia de la dialéctica, pero exige explicaciones y desarrollo” [8]. Encontraremos dichas “explicaciones y desarrollo” en muchos trabajos de Lenin, en los cuales las plasma sobre la base del análisis de un profundo material socio-histórico y científico, así como de la solución de problemas básicos del desarrollo social que tienen significación metodológica general y conceptual. Los “Cuadernos filosóficos” de Lenin son un ejemplo de enfoque -con sentido creador- del método revolucionario del marxismo.
Cabe señalar que algunos teóricos revisionistas, como R. Garaudy, por ejemplo, afirman que en los “Cuadernos filosóficos” Lenin se habría replegado de las posiciones del materialismo y reconocido la insuficiencia de la teoría del reflejo, la cual, según Garaudy, no toma en consideración el carácter activo del conocimiento. Para ello se remiten a la conocida frase de Lenin en los “Cuadernos filosóficos”: la conciencia no solo refleja el mundo, sino también lo crea. En realidad, los “Cuadernos filosóficos” son la continuación consecuente y el desarrollo de las obras precedentes de Lenin. En cuanto a la tesis de que la conciencia no solo refleja el mundo, sino también lo crea, cualquier lector honesto verá que, en este caso, Lenin resume e interpreta a su modo las ideas de Hegel, confrontándolas con las representaciones mecanicistas del materialismo premarxista. Al dar a estas ideas una interpretación materialista, Lenin dice que cuando el hombre no esta satisfecho con la realidad, decide cambiarla con sus acciones (9). Esto concuerda en plena medida con la conocida tesis de Marx: “Los filósofos no han hecho mas que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo” (10).
La concepción objetivista de las leyes del desarrollo social se convierte en fatalismo, en confianza en el automatismo del proceso histórico, en veneración ante lo espontáneo en la práctica de la transformación revolucionaria del mundo. La negación o la comprensión estrecha de la lucha de clases y de su significación para el progreso social redundan en el menoscabo del papel del factor subjetivo.
En el libro “¿Que hacer?” y en trabajos posteriores, dedicados a la crítica de los mencheviques y de los oportunistas de Europa Occidental, Lenin denunció consecuentemente la concepción fatalista del proceso histórico, como ideología de adaptación a las relaciones burguesas vigentes, como ideología de renuncia a los métodos revolucionarios de lucha. Lenin puso a las teorías oportunistas el análisis de la dialéctica de lo subjetivo y lo objetivo en el proceso del desarrollo social, la doctrina acerca de la significación del elemento consciente para la transformación revolucionaria de la sociedad.
En la herencia teórica de Lenin ocupa un señalado lugar la teoría de la revolución socialista. El estudio de la elaboración hecha por Lenin precisamente de esta cuestión es particularmente aleccionador por cuanto, por un lado, permite comprender el alcance de la aplicación consciente y consecuente de la metodología científica para la teoría social. Por otra parte, en el ejemplo de la teoría de la revolución socialista confeccionada por V.I.Lenin, vemos que es inconcebible dar un nuevo paso en el conocimiento científico de la sociedad al margen de la lucha contra las concepciones subjetivistas y objetivistas, de la lucha en la cual se ponen irremisiblemente de manifiesto los problemas nuevos y los enfoques nuevos para el estudio de los procesos sociales. La teoría científica de la revolución socialista, no podía haber surgido en el marco de las representaciones metafísicas acerca de las leyes del desarrollo social; para crearla fue preciso aplicar el método dialéctico.
Para Lenin la dialéctica no es un conjunto de procedimientos formales de descripción ni cierto esquema dado de antemano e impuesto al objeto. Para Lenin el enfoque dialéctico de la realidad es, en primer termino, la exigencia de “sumergirse” en el material concreto económico, político, etc., es decir, en la propia dialéctica objetiva de la realidad. Y solo a medida que el pensamiento investigador asimila verdaderamente ese material, la sociedad se descubre en su complejidad y carácter contradictorio reales.
Para elaborar la teoría de la revolución socialista y esclarecer las perspectivas del proceso revolucionario mundial, Lenin recurrió, ante todo, al análisis de las relaciones económicas de la nueva época mundial, iniciada en la delimitación de los siglos XIX y XX. Descubrir la esencia económica del imperialismo, el desarrollo económico y político desigual, la influencia del capital monopolista sobre la distribución de las fuerzas de clases, sobre el desarrollo político e ideológico de la sociedad. Expuso el balance de esas investigaciones en el libro “El imperialismo, fase superior del capitalismo” y en otras obras.
Para renunciar a la lucha revolucionaria los reformistas burgueses y los revisionistas se remiten hoy a los nuevos fenómenos que tienen lugar en la sociedad capitalista. Aseveran que el capitalismo contemporáneo ha llegado a la planificación sin que los medios de producción pasaran a la propiedad social y, de este modo, habría terminado con la anarquía de la producción y el desempleo.
Entretanto, hace mas de medio siglo Lenin hizo no solo el análisis de la esencia del imperialismo en su totalidad, sino fue el primero que advirtió la aparición del capitalismo monopolista de Estado y le dio una evaluación científica. Fue Lenin quien demostró la posibilidad de la planificación en las condiciones del capitalismo monopolista, especialmente en su fase monopolista de Estado. Pero, al mismo tiempo, señalo que, al aplicar la planificación en el capitalismo, no se eliminaría la explotación de los trabajadores y se intensificaría el dominio del capital. “La planificación -decía- no librará a los obreros de la esclavitud; mientras sean los capitalistas quienes se embolsen las ganancias conseguidas 'según esos planes'. Lo que estamos presenciando ahora es el tránsito directo del capitalismo a su forma superior, planificada” (11).
Con su análisis de la naturaleza del imperialismo, Lenin demuestra la inconsistencia de las teorías reformistas y burguesas del “ultraimperialismo”, del “capitalismo organizado”, etc. Tampoco en su fase superior de desarrollo, el capitalismo puede superar los antagonismos sociales que le son inherentes.
Al criticar la teoría del “ultraimperialismo” de Kautsky, basada en la idea de que en el curso de su desarrollo el imperialismo llegaría a un trust universal único, Lenin subrayaba que la historia real jamás se cumple de un modo tan fatal. El contenido del proceso histórico nunca es el incremento puramente mecánico de una sola calidad ni la intensificación automática de una sola tendencia. La historia siempre es la interacción de una pluralidad de fuerzas, de tendencias, de las cuales jamás se realiza una sola en su aspecto puro. Por eso, aunque se pueda imaginar, de un modo abstracto, que la tendencia a la centralización del capital llegue hasta la organización de un trust mundial, tal posibilidad jamás se realizará en la realidad.
La definición dada por Lenin al imperialismo ayuda a comprender también el desarrollo contemporáneo del capitalismo mundial. Continúa creciendo gigantescamente la concentración y la internacionalización del capital. Presionado por las circunstancias, en algunos países se acentúa la regulación estatal de la producción y la distribución. Pero por parte del Estado, esa regulación implica la protección de las crecientes ganancias de los capitalistas, una forma organizada, ajustada a un plan, para explotar el trabajo.
Durante la revolución científico-técnica en varios países capitalistas incrementa la eficacia de la producción. Pero se profundiza más aún la desigualdad del desarrollo económico y político propia del capitalismo. Conjuntamente con el crecimiento de la economía de algunos países altamente desarrollados (crecimiento que dista de ser igual inclusive en este grupo de Estados), recrudece en la mayor parte del mundo capitalista el atraso económico, la indigencia, la miseria.
El capitalismo monopolista de Estado socializa en grandiosa escala la producción de los países capitalistas desarrollados. El proceso de socialización también se refleja a escala internacional: crecen las compañías internacionales del capital monopolista, surgen complejos de producción que engloban a varios países. Como resultado de ello, se ahonda en extremo la contradicción fundamental del capitalismo: la contradicción entre el carácter social de la producción y el modo privado de apropiación, planteándose de un modo más acuciante aun la tarea de trasferir los medios de producción a la propiedad social.
Lenin desarrolló y defendió la teoría de la revolución socialista en lucha contra numerosos enemigos del marxismo; mencheviques y eseristas, trotskistas y comunistas de “izquierda”, contra los líderes de la II Internacional y toda suerte de anarquistas.
La critica hecha por Lenin a todas estas tergiversaciones y desviaciones respecto del marxismo, basadas en las variantes ya bien objetivistas o ya bien subjetivistas de la metodología de la filosofía burguesa, tiene significación de principios para nuestra época, para la lucha ideológica contra los revisionistas de derecha y de “izquierda”, contra la ideología del social democratismo y las concepciones reformistas burguesas de toda índole. También hoy se divulgan concepciones, análogas a la teoría populista-eserista, que negaba el papel dirigente de la clase obrera en la revolución, contraponía el campo a la ciudad, las masas campesinas a la clase obrera. En diversas combinaciones y variaciones se divulgan criterios que recuerdan en mucho la concepción menchevique-trotskista de la revolución, que menoscababa el papel revolucionario del campesinado y negaba la capacidad del proletariado de arrastrar a las masas populares no proletarias. En los últimos anos han revivido las teorías anarquistas de la revolución: las de la explosión espontánea, y de la rebelión. Estas teorías objetan la necesidad de que el proletariado esté organizado y de una dirección estatal de la sociedad por parte del proletariado.
Queda en el arsenal de los oportunistas el bagaje ideológico de los líderes reformistas de la II Internacional, que sustituían la perspectiva revolucionaria por las reformas parciales, por la transformación espontánea del capitalismo en socialismo. Por eso es tan aleccionadora la crítica hecha por Lenin a las concepciones antimarxistas en los problemas de la revolución.
La dialéctica y el enfoque creador de la teoría
Lenin decía que la dialéctica es el alma del marxismo. La dialéctica, al examinar todos los fenómenos en desarrollo, exige que se enfoque con sentido creador la teoría y el análisis de los procesos sociales.
La concepción dialéctica de las contradicciones presupone analizar las condiciones en las cuales la posibilidad se convierte en realidad. Nos referimos a la tesis de que la necesidad histórica no es una inevitabilidad fatal, sino que se manifiesta en cada “momento” histórico solo en forma de tendencia, solo en forma de posibilidad, mayor o menor, de desarrollarse por este camino “históricamente necesario”, y en cada momento histórico concreto -especialmente en los cruciales- también existe la posibilidad de otro desarrollo. Y cual camino -entre los objetivamente posibles- tomara el desarrollo de la sociedad, depende, en gran medida, del factor subjetivo, de la confrontación de las clases, los grupos, los partidos y los individuos.
Lenin planteó con mayor agudeza este problema al analizar las perspectivas de la edificación del socialismo en nuestro país. Al definir el peligro que implicaba el elemento pequeñoburgués después del triunfo de la Revolución de Octubre, dijo: “O bien sometemos a estos pequeños burgueses a nuestro control y contabilidad (y podemos hacerlo si organizamos a los pobres, o sea, a la mayoría de la población, a los semiproletarios, en torno a la consciente vanguardia proletaria), o será inevitable e irrevocable que ellos derriben nuestro poder obrero, tal como los Napoleón y los Cavaignac -que se reproducen justamente en este terreno de pequeños propietarios- hundieron la revolución” (12). Es evidente que una comprensión tal de la necesidad histórica no tiene nada de común con la concepción fatalista de las regularidades del desarrollo histórico.
Lenin especificó su posición al respecto en el trabajo “Nuestra revolución”, en el cual partió de la diferenciación entre la “línea general de la historia mundial” (que registra el orden de aparición de las “premisas fundamentales de la civilización” en el marco de toda la humanidad) y la posibilidad de diferentes formas del “paso a la creación de las premisas fundamentales de la civilización” que tiene cada pueblo. La consecutividad históricamente inevitable del surgimiento de las premisas fundamentales del socialismo es obligatoria sólo en el marco de la historia universal. Por ejemplo, el socialismo no podía aparecer antes que la humanidad, en su totalidad, no hubiera pasado la fase del capitalismo y alcanzado el nivel de civilización correspondiente a esta fase. Mas en el marco de la historia de algunos pueblos pueden ser diferentes la consecutividad y la forma de aparición de las premisas fundamentales de la civilización. “Dicen que para implantar el socialismo hace falta cierto grado de civilización -respondía Lenin a los teóricos de la II Internacional-. Muy bien. Pero entonces ¿por qué no podíamos crear primero en nuestro país premisas de civilización tales como la expulsión de los terratenientes y los capitalistas rusos, y después iniciar el movimiento hacia el socialismo? ¿Donde han leído que es inadmisible o imposible semejante modificación del orden histórico habitual?” (13).
De este modo, al elaborar la teoría de la revolución, Lenin pone de manifiesto, al mismo tiempo, la inconsistencia del reformismo, del oportunismo de derecha -que menoscaba las posibilidades revolucionarias y la necesidad de utilizarlas activamente-, así como del revolucionarismo voluntarista, que niega las leyes objetivas de la revolución.
En muchos trabajos escritos por Lenin después de la victoria de la revolución de Octubre y dedicados a la confección de los planes de edificación del socialismo en nuestro país, a la fijación de las regularidades básicas para la transformación socialista de la sociedad, así como a la solución de las tareas económicas, políticas y culturales concretas que se planteaban en aquellos años a la Rusia soviética, hallaremos la critica a las deformaciones y las desviaciones de todo genero respecto del método marxista del conocimiento y la transformación de la vida social.
En aquella situación histórica concreta era preciso librar una lucha consecuente y tenaz contra las manifestaciones de subjetivismo y de voluntarismo. No era casual, por supuesto, que se intensificara el peligro de tergiversaciones subjetivistas y voluntaristas de la teoría y la práctica marxistas. Por una parte, la revolución había sacudido a enormes masas de la población pequeñoburguesa, que, incorporada al proceso impetuoso de las transformaciones revolucionarias no podía por menos, naturalmente, de ejercer una influencia inversa sobre la psicología y la mentalidad de algunas capas del proletariado, no podía por menos de contribuir al incremento de estados de ánimo anarquistas. Por otra parte, la insuficiente experiencia y la carencia de idoneidad para la dirección impulsaban a muchos jóvenes funcionarios de los Soviets a emplear el método de ordeno y mando y a tomar decisiones voluntaristas. Por ultimo, no hay que olvidar que los enormes éxitos logrados en los primeros años de la revolución socialista amortiguaban a veces entre algunos de sus participantes la noción de las posibilidades reales, creando la ilusión de que era posible resolver textualmente todos los problemas de la edificación económica “tan solo con el entusiasmo”.
La práctica de la edificación socialista dio por tierra con las representaciones utópico-subjetivistas acerca del salto espontáneo al comunismo, sin formar la correspondiente base material y sin tomar en cuenta las posibilidades reales, o sea, tan solo con consignas archirrevolucionarias y con prédicas morales. La misma suerte corrió la esperanza fatalista de que las relaciones sociales socialistas y la nueva conciencia -que es, presuntamente, una simple función del crecimiento de las fuerzas productivas- automáticamente pasarían a ser socialistas. Se confirmó la tesis del marxismo-leninismo de que únicamente en el proceso de las transformaciones revolucionarias cardinales en la vida social y de creación de la base material del socialismo, en la lucha contra los elementos hostiles desde el punto de vista de clase, se pueden cambiar las relaciones sociales y la conciencia de los hombres y asegurar la victoria del socialismo.
Las tesis de principios de la doctrina -elaborada por Lenin- sobre las vías de edificación del socialismo y el comunismo fueron materializadas consecuentemente en la actividad práctica del Partido Comunista y de todo el pueblo soviético. Basándose en el enfoque leninista de la teoría revolucionaria, el Partido Comunista de la Unión soviética, conjuntamente con los partidos fraternales, continua desarrollando con sentido creador el marxismo-leninismo, elabora nuevos problemas de la época contemporánea, problemas del movimiento comunista mundial y de la edificación del comunismo. Con la particularidad de que los comunistas rechazan de plano la “innovación” revisionista. En teoría, la creación no reside, en modo alguno, en inventar nuevas variantes del marxismo, distintas de las deducciones fundamentales del leninismo o que las suplanten por otras ideas presuntamente nuevas, que son, en esencia, viejas ideas revisionistas. La creación no consiste en componer diferentes “modelos del socialismo” y concepciones modernistas, que darían respuesta a las últimas tendencias del desarrollo social, cuando en realidad rompen con el comunismo científico. Los comunistas estiman que su deber teórico principal es determinar las nuevas tareas en la lucha por el comunismo y hallar nuevos medios y fuerzas para resolverlas, sobre la base del análisis de la realidad que cambia.
El análisis marxista-leninista puso también de relieve los cambios habidos en la economía y en la estructura del capitalismo contemporáneo, que condiciona las nuevas posibilidades de la lucha revolucionaria. El capitalismo monopolista de Estado contemporáneo, al socializar en forma gigantesca la producción y centralizar su administración, agudiza en extremo las contradicciones entre la cúspide monopolista y las inmensas masas de la clase obrera y de todos los trabajadores.
Las consecuencias sociales de la revolución científico-técnica, pese a las invenciones de los revisionistas, no llevan a la merma del papel dirigente de la clase obrera, sino a la elevación del mismo, a la ampliación de las filas de sus aliados. Al monopolizar los adelantos del progreso científico-técnico, el gran capital oprime cada vez mas a las capas medias de la ciudad y del campo. El progreso científico-técnico condiciona el crecimiento numérico del personal de ingenieros y técnicos y de otras capas de la intelectualidad. Al propio tiempo, intensifica la explotación de la masa fundamental de la intelectualidad por parte del capital monopolista. En lucha contra la omnipotencia y la arbitrariedad de los monopolios se dieron las posibilidades para unificar al campesinado, a las capas medias urbanas y a la intelectualidad, encabezados por la clase obrera, contra el gran capital, que pisotea sus intereses vitales y sus derechos.
En las nuevas condiciones históricas, los marxistas desarrollaron con espíritu creador la tesis de Lenin acerca de la diversidad de las formas de transición al socialismo. La existencia del sistema socialista mundial y su influencia decisiva sobre el curso de la historia universal brindan posibilidades cada vez más vastas y nuevas para hacer transformaciones sociales cardinales, para conjugar la lucha pacífica con la no pacífica, con miras a realizar la revolución socialista en uno u otro país. Al mismo tiempo, el desarrollo del socialismo mundial ha demostrado que la doctrina de los clásicos del marxismo-leninismo sobre las principales leyes generales para la edificación del socialismo y el comunismo ha resistido la prueba del tiempo y ha sido confirmada por la experiencia histórica. Se justificó la previsión de Engels de que, por mucho que se diferencie en los detalles el camino de los pueblos hacia el socialismo, “los principios y el objetivo de la política proletaria serán en todas partes los mismos” (14).
La aparición de Estados nacionales donde antes hubiera colonias y semicolonias aportó cambios sustanciales a la estructura política del mundo y contribuyó a cambiar la correlación de fuerzas en detrimento del imperialismo. Hoy, el movimiento de liberación nacional subió a un nuevo escalón en la búsqueda activa de las vías para el desarrollo. Marx y Engels formularon la idea de que cuando los países que se encuentran en el grado precapitalista cuentan con el ejemplo y el apoyo de los países del socialismo triunfante, pueden reducir considerablemente el proceso de su desarrollo hacia la sociedad socialista. V.I.Lenin fue más allá en esta idea y argumentó profundamente la posibilidad de la vía no capitalista de desarrollo en estos países. En la actualidad, gracias a la existencia del sistema socialista mundial, se facilito considerablemente el camino no capitalista de desarrollo para los jóvenes Estados nacionales. Sin embargo, en estos Estados se agudiza la lucha en torno a los problemas de las transformaciones sociales, entre las fuerzas progresistas que apoyan la orientación socialista y los medios reaccionarios que propugnan consolidar la estructura capitalista y propenden a la conciliación con el imperialismo.
La dialéctica de la transformación de las posibilidades en realidad es incompatible con el subjetivismo y con el fatalismo. Este proceso no es espontáneo, se produce durante la lucha de las fuerzas sociales contrarias y no por el deseo arbitrario de algunas personas o partidos, y depende de las condiciones objetivas. Tal es la deducción más importante de la teoría materialista-dialéctica del proceso histórico.
Notas:
(1) V.I.Lenin: “Quiénes son los 'amigos del pueblo' y como luchan contra los socialdemócratas, Obras Completas, 2ª Ed., Buenos Aires, 1969, t.1, pg. 177.
(2) V.I.Lenin: “Para una caracterización del romanticismo económico”, Obras Completas, ed.cit., t.2, pags. 216-217.
(3) V.I.Lenin: “Quiénes son los 'amigos del pueblo', Obras Completas, ed.cit., t.1, pg. 154.
(4) Ibid., pg. 155.
(5) Ibid., pg. 150.
(6) Ibid., pg. 314.
(7) V.I.Lenin: “Materialismo y empiriocriticismo”, Obras Completas, ed.cit., t.14, pg. 147.
[8] V.I.Lenin: “Cuadernos filosóficos”, Obras Completas, Buenos Aires, 1960, t.38, pg. 214.
(9) Véase ibid., pg. 204.
(10) C.Marx: “Tesis sobre Feuerbach”, Obras escogidas en dos tomos, Moscu, 1966, t.2, pg. 406.
(11) V.I.Lenin: “Septima Conferencia (de abril) del POSDR(b)”, Obras Completas, Buenos Aires, 1957, t.24, pg.301.
(12) V.I.Lenin: “Sobre el infantilismo de la 'izquierda' y el espíritu pequeñoburgués, Obras Completas, Buenos Aires, 1960, t.27, pgs. 330-331.
(13) V.I.Lenin: “Nuestra revolución”, Obras Completas, ed.cit., t.33, pg. 441.
(14) C.Marx y F.Engels: Obras, 2ª ed., Moscu, t.17, pg.291 (en ruso).