por Tontxu Miér Ago 10, 2011 1:37 pm
He estado leyendo algunas reseñas del biólogo celular Bruce H. Lipton en referencia a su libro “La biología de la crencia” , en la que defiende ciertas teorías de Lamarck en contraposición a la Teoría Sintética (TS) o neodarwinismo. Aunque todavía no he podido hacerme con el citado libro, las críticas al mismo son francamente positivas. Apoya y demuestra que lo que condiciona la evolución de los seres vivos es el entorno y la colaboración , no los genes (Dawkins), ni la mutaciones al azar que son fijadas (las positivas) por selección natural, ni la competencia, ni por supuesto la lucha de todos contra todos.
Hay una completa descripción en la Wikipedia que extracto (como avance) para no pecar de aséptico. Lipton postula cuatro propuestas fundamentales:
1- Lo que condiciona a todo organismo vivo es su «entorno» físico y energético, y no su carga genética como teoriza el neodarwinismo.
2- La «cooperación» es la base de la evolución para la supervivencia, y no un acto competitivo, como también indica Darwin, entre los organismos mas fuertes. Siendo los organismos con mayor capacidad de trabajar conjuntamente los que sobreviven. Entendiendo el sistema orgánico como el conjunto de elementos con capacidad de interactuar desde la especialización del trabajo y la cooperación para la resolución de problemas.
3- Y puesto que los seres humanos como organismos vivos, tampoco estamos determinados por nuestros genes, sino condicionados por el entorno y sobre todo por nuestras «creencias», somos dueños absolutos de nuestro destino.
4- La personalidad y la salud de los individuos se conforma como un «aprendizaje» en el vientre materno y en la niñez hasta aproximadamente los seis años.
Lipton parte de una idea básica fundamental, que no es el núcleo sino la membrana celular el auténtico «cerebro» de la célula. Ello lo explica mediante un relativamente sencillo experimento, inicialmente diseñado para probar que el núcleo y sus genes eran el auténtico cerebro celular. Si se enuclea una célula, es decir si se le extrae el núcleo, ésta no morirá, sino que continuará viviendo (hasta más de dos meses) y teniendo las mismas funciones que antes de la enucleación; ingerir y metabolizar sus alimentos, respirar, digerir, excretar, motilidad, etc. Y además, se conserva la capacidad de intercambiar información con otras células y desarrollan las apropiadas respuestas de crecimiento o protección desencadenadas por los estímulos del medio externo.
Aunque hay dos acciones que la célula no puede realizar, no puede dividirse ni puede reproducir las partes proteicas que se pierden a causa del propio desarrollo de la célula, lo que en última instancia le acarreará la muerte. Su conclusión es, que las células enucleadas siguen manteniendo los comportamientos vitales complejos y coordinados, y por tanto, el cerebro de la célula sigue intacto. La célula no muere al extraerle el supuesto cerebro o sistema nervioso central, como ocurre con cualquier organismo vivo. Muere porque ha perdido su capacidad reproductora, por ello más bien el núcleo y los genes serían el aparato reproductor.
El autentico cerebro de la célula sería por contra la membrana celular. La información se introduce en la célula a través de las proteínas receptoras de la membrana. Los receptores provocan a su vez las proteínas efectoras (de acción) y convierten la información del entorno en el lenguaje conductual biológico. Las proteínas serían pues las responsables de la estructura y las funciones de los organismos biológicos. Las señales medioambientales provocan cambios en la forma de las proteínas, y los movimientos resultantes de esos cambios originan las funciones vitales. Y por tanto, los interruptores proteicos (cada interruptor compuesto por un receptor y un efector proteico) situados en la membrana celular responden a las señales medioambientales mediante la regulación del comportamiento y las funciones celulares.
En definitiva, indica Lipton, el entorno y la percepción que de él tienen las células es el que interfiere en la regulación genética y guía la evolución del organismo, y no como postula el neodarwinismo sintético que son los genes los que lo dirigen (determinismo genético). Por tanto la evolución de nuestro cuerpo estaría regulada por las percepciones que tenemos del entorno, ya sea este el medio ambiente físico, cultural y social, además de los pensamientos y emociones propios.
Lipton no duda de la importancia de los patrones de ADN almacenados en el núcleo, pero indica que no controlan las operaciones celulares. Señala que el dogma central de la biología, conocido por «La supremacía del ADN», que postula un flujo de información unidireccional: ADN → ARN → Proteínas, no es cierto. Indica que el ADN, que es el molde de lo que se reproducirá, y que constituye el núcleo de los cromosomas, está recubierto por proteínas reguladoras, pero cuando los genes están cubiertos su información no puede ser reproducida sin más. Se necesita una señal externa que controle a las proteínas reguladoras y finalmente son estas las que controlan la actividad génica. Por tanto dicho flujo, sería el siguiente: Señal ambiental → Proteínas reguladoras → ADN → ARN → Proteínas.
Lipton, reivindica a Jean Baptiste de Lamarck, que postulaba:
“la evolución se basa en una interacción cooperativa e instructiva entre los organismos y el entorno que permite a los seres vivos sobrevivir y evolucionar en un mundo dinámico. Su idea era que los organismos adquieren y transmiten las adaptaciones necesarias para su supervivencia en un entorno cambiante”.
Y al que estima como el primer científico que consideró la evolución un hecho científico. Y cita en su libro, La biología de la creencia, al artífice principal del neodarwinismo (una actualización del darwinismo que incorpora la genética molecular), Ernst Mayr, que en su tratado Evolution and the Diversity of life,31 indica:
“Me parece que Lamarck tiene mucho más derecho a reclamar el título de descubridor de la teoría de la evolución, como de hecho así lo consideran muchos historiadores franceses... Fue el primer autor que dedicó todo un libro a presentar una teoría de la evolución de los organismos. Fue el primero en presentar el sistema animal al completo como producto de la evolución”. Ernst Mayr.
Lipton señala que un periodo de suma importancia, quizás el de mayor importancia de todos, es el que va desde el nacimiento hasta los seis años. Un periodo donde el cerebro opera en las frecuencias electroencefalográficas más bajas. Desde el nacimiento hasta los dos años, predominantemente entre 0.5 a unos 4 hertzios (ondas delta), y desde los dos años hasta aproximadamente los seis entre 4 y 8 hertzios (ondas theta). En dichos estados el sujeto es altamente sugestionable, abierto absolutamente al aprendizaje y pudiendo almacenar una increíble cantidad de información. Dicha capacidad es una adaptación neurológica muy importante que facilita el proceso de culturización, puesto que no sería ventaja evolutiva alguna transmitir los comportamientos culturales mediante instintos programados genéticamente. Y todos esos conocimientos se adquieren sin la participación activa de los padres, educadores, etc. Por tanto, los comportamientos, las actitudes y las creencias se almacenan en la memoria subconsciente, y cuando ello ocurre controlan toda la biología el resto de la vida. Pero hay que tener en cuenta, que el aprendizaje se realiza en el nivel de las percepciones (convertidos en senderos sinápticos rígidamente integrados), y que se transformarán en creencias subconscientes (no olvidar el poder de procesamiento del subconsciente ante el consciente descrito en el epígrafe anterior) a través de la que toda experiencia futura será filtrada y organizada. Extractado de Wikipedia, los énfasis son míos.
Intentaré recoger (a falta de conseguir el citado libro), más información acerca de la importancia de las tesis evolutivas que Lamarck lego a la comunidad científica. Un ejemplo claro es el desarrollo teórico y empírico acerca la epigenética.
Saludos.