Un artículo recién salido del horno de Vestrynge que trata estos temas. Por qué se parece tanto al de los rojos?
Los inmigracionistas
El "multiculturalismo" ha muerto. Así lo reconoce la canciller Ángela Merkel. A buenas horas. Lo han matado los excesivos y unilaterales llamamientos a la inmigración y a la apertura de fronteras. Las fronteras de los demás, además de las suyas... Hemos pasado del "Heil Hitler" al "refugees welcome" solo que, otra vez, sin pedir permiso. Una nueva ocupación a instancias del alto capitalismo alemán (sediento de mano de obra barata, por no decir esclava). Hemos pasado del "Hitler, una maldición alemana", de E. Niekish (uno de los fundadores del nacional comunismo alemán) a "Merkel, otra maldición, esta vez a escala continental". Un interesante caso de psiquiatría... Es cierto que este "multiculturalismo visto como religión política" (según el politólogo de Quebec Mathieu Bock-Coté) tardará algo más en desaparecer, porque tiene a su servicio legiones de monjas, curas y ONGs y se beneficia de que la "izquierda" (sobre todo la gauche divine) ha abjurado de la defensa de las clases obreras propias para sustituirla por el antirracismo ("mejor buenista que racista", ha dicho la ministra de Trabajo Magdalena Valerio). Y es que, como explica Hubert Védrine, ex ministro de Asuntos Exteriores francés, "hay una extrema izquierda que apuesta por los lobbies nacidos de la emigración" (Compte a rebours, Paris 2018), lo cual eterniza el problema. Y qué bien le viene a los políticos que nos gobiernan (que en realidad solo obedecen a la Casa Blanca, lo vemos muy claro en el caso iraní), tanto monja y tanto cura movilizado, laico y ordenado. Como parte de esta maquinaria buenista observamos también el rechazo generalizado de los medios de comunicación a Matteo Salvini, ministro del Interior italiano, tras la decisión de no amparar las acciones de las ONG´s. Cuando mayores eran los ataques recibidos, la popularidad de Salvini se disparó en las encuestas italianas. También el caso de Viktor Orban, primer ministro húngaro, siempre acompañados de sonoros y emocionados llantos en favor de la "Einwanderung kanzlerin" (la "canciller de la inmigración") o en favor del señor Macron, "jupiteriano y vertical" presidente de Francia que ataca por igual al húngaro, al italiano o a esos 'populismos'. Y que lo que pretende es repetir la exitosa jugada del "mejor que gane yo a que lo haga Le Pen", olvidando, eso sí, que él (tan dado ahora a regañar "moral y éticamente" a los populistas) provocó que el partido de la señora Le Pen alcanzara el 30% de los votos, convirtiéndose así en el segundo partido de Francia y casi al grito de "después de mí, el diluvio". Pues bien, resulta que hay quien no encaja en el discurso perfectamente orquestado y la historia se repite. Suecia, Francia, Austria, Italia, Grecia, Alemania... ciudadanos que reaccionan a los Merkel y Macron votando Salvini, Orbán, Le Pen, Homer... y el grito es otro... cierre de fronteras, vuelta a las identidades nacionales, fin de la época del 'yo' e inicio del 'nosotros'.
La cuestión del umbral
En la obra de ficción Guérilla (2018), de Laurent Obertone, seudónimo de un periodista muy introducido en los medios policiales franceses que relata una sublevación por parte de los extranjeros migrantes en Francia, hay una referencia al "inevitable trasvase de votos de la Liga Musulmana". Y hay que reconocer que esto fue lo que Marine Le Pen padeció cuando miles de votos "socialistas" (del "partido de los magrebíes", como algunos llamaban al Partido Socialista francés), se reportaron sobre el señor Macron. Ese es el drama francés actual y próximamente el alemán. Pero para Francia, las opciones de dar marcha atrás se acaban; son tantos millones los "migrantes" nacionalizados que "el viejo fondo francés" puede no ser ya mayoritario, haciendo que la reacción francesa sea a estas alturas imposible. Ya avisaron de ello Jean Raspail en 1973 (obra: Le camp des Saints), Eric Zemmour en 2014 (en Le suicide francais), Georges Bensoussan en el 2004 y de nuevo en el 2017 (obras: Les territoires perdus de la republique, y Une france soumise). El último, Stephen Smith, autor del libro El Asalto hacia Europa (2018), que vaticina que más de un cuarto de la población europea será en el año 2050 de origen africano, porque "la explosión demográfica subsahariana va a conducir a una emigración masiva hacia el Viejo Continente. Tanto más en cuanto África haya rebasado el primer umbral de la prosperidad". (Porque se diga lo que se diga, para emigrar hace falta dinero, como explico en la primera parte de este artículo). Entre tanto, y según The Guardian (27/09/18), la población musulmana en Europa se habrá multiplicado por trece. Recordemos que, como explica el polemólogo Bruno Tertrais, el auténtico imán de la emigración es la existencia de una diáspora ( La revanche de l'histoire -París 2018).
Lo cierto es que en el coloquio del Consejo Superior de la formación y de la Investigación estratégica (París, 30 de Noviembre de 2017) los altos representantes rusos dieron cuenta de la intención de su país de "prepararse para hacer frente, hacia el 2050, a una Francia y a una Europa islamizadas, cuyas leyes, intereses y alianzas estarán dictadas por el Islam; es decir: por una minoría movilizada, reforzada". Por su parte, en su enorme obra Ese extraño suicidio de Europa (París, 2018), Douglas Murray, del Wall Street Journal, viene a confirmar este aspecto. Y añado: una Francia con poder nuclear, con un ejército cada vez más multi-racial, no podrá reconquistar los suburbios regidos por la Sharía (la ley islámica). El propio presidente del Centro de Reflexión sobre la Seguridad francés, Thibault de Monbrial, afirma que nos hallamos en un "periodo de falsa calma".
Otro mito: delincuencia e inmigración. Lo que se oculta
A saber: que no existe relación entre los migrantes y la delincuencia. El sentido común lo desmiente: aislamiento, censura de la sexualidad y el deseo, precariedad, luchas territoriales y religiosas... son solo algunas de las razones que contradicen el mito de la no existencia de esta relación.
Veamos el discreto caso danés, cuyo primer ministro acaba de presentar un plan para conseguir un país "sin sociedad paralela": renovación urbanística, prohibición a los migrantes que perciben la renta mínima de inserción o ayudas públicas de mudarse a los guetos "más duros", multiplicación por dos de las condenas por venta de droga, violencia, robos y vandalismo para las poblaciones de los mencionados guetos, etc. Además, los migrantes tendrán que mandar a sus hijos, a partir del primer año de vida, a la escuela de párvulos 25 horas por semana (ver "En Dinamarca un nuevo arsenal jurídico para los guetos musulmanes" en Le Figaro 29/08/18).
Y en Alemania ¿tampoco pasa nada con los migrantes? Ciudades como Chemnitz, Friburgo, Wiesbaden, Kandel, Munich, Wurzburg, Berlín... han visto como el cómputo de delitos arroja, que, para un 2% de población migrante, un 8,5% de delitos totales son cometidos por esta fracción de la población. Pero, además, la cifra de migrantes agresores sexuales se dispara hasta el 15,9% del total y hasta 15,1% para la criminalidad violenta. La proporción de migrantes sospechosos de actos criminales pasó del 28,7% en el 2014 al 35% en el 2017. Véase un informe de enero del 2018 sobre el caso de Baja Sajonia: en más del 90% de los casos, el incremento de crímenes violentos se atribuye a varones migrantes.
Vámonos a Suecia, tan valorada por la "gauche caviar". Dominique Reynie, profesor de ciencia Política y director de la Fundación para la Innovación Política (en francés, Fondapol) expresa que, a pesar de los esfuerzos considerables consentidos por Suecia para la acogida de migrantes (ayudas para la vivienda, sanidad, formación, empleo), la integración tropieza con los mecanismos de separatismo comunitarista (forma suave de referirse al comunitarismo islámico) y de la exclusión social. Y, por lo demás, los lazos entre delincuencia y criminalidad por un lado e inmigración, por otro, se confirman estadísticamente. Tan solo durante 2016 hubo en Suecia 190.000 agresiones sexuales y 6.715 denuncias por violación. Un informe gubernamental sueco del 22/08/2018 sobre el periodo 2012/2017 demuestra que en los casos de violación en los que la víctima no conocía a su agresor este era no-europeo en el 85% de los casos. Por lo demás, se han propagado comportamientos antisociales, multiplicándose las escenas a las que los suecos no terminan de acostumbrarse: automóviles incendiados, degradación del mobiliario público, peleas, tráficos, fraudes, etc, y se observa una sobrerrepresentación de los no-europeos entre los autores de dichos delitos (Le Figaro 09/09/2018). Solo que, en el 2016, el país contaba con un 8% de musulmanes: si se detiene la inmigración, esta cifra subirá (tasa de natalidad diferencial por medio) hasta el 11% en el 2050. Pero si sigue la inmigración al ritmo actual, el porcentaje ascenderá al 31%... y eso obviando los casos de ocultamiento y autocensura sistemáticos de los medios de comunicación.
Psiquiatría e Islam
En uno de cada dos atentados de terroristas islámicos, la explicación oficial es "desequilibrados" o "enfermos psiquiátricos". Y es que como señala un informe confidencial y de distribución restringida de la UCLAT francesa (Unité de Coordination de la Lutte Antiterroriste), la pregunta "¿están locos los terroristas?" tiene como respuesta que los terroristas "que presentan problemas psicológicos están sobre-representados... Se confirma que el fenómeno consistente en el tránsito al acto por parte de individuos que presentan una inestabilidad psicológica resalta hoy como una tendencia profunda".
O es más bien que, como explicó en su día la excelente estudiosa del islam Marine Gozlan (recogido en mi libro Rebeldes, revolucionarios, refractarios) el Islam actúa como el refugio del hombre solo, desenraizado, abandonado, desesperado, orillado por la mundialización: el Islam actuaría así como un agente terapéutico, integrador, socializador... o debería ser así, si no fuera por la actitud, literalmente suicida, aplicada por los europeos (a instancias anglosajonas; esos anglosajones que, refugiados en sus malditas e inalcanzables islas -pregunten a Napoleón, Hitler, o al japonés Tojo- dictan a los gobiernos títeres europeos lo que conviene a esas islas y a todos los demás, aunque esas políticas sean suicidas para el continente ) y que han conducido al Islam a una lucha a muerte por su dignidad. Parece que esa religión (no es la única) atrae a muchos desequilibrados a los que con frecuencia desequilibra aún más.
Problema: si no hay más remedio que, a corto plazo, luchar contra la radicalidad musulmana, al menos vamos a enterarnos de cómo combatirla. Así que dejemos en paz a los religiosos, a la gente con barbas, que estos ni beben, ni fuman, ni se pinchan, ni violan. No nos obsesionemos con las mezquitas, pero fijémonos mejor, además de en las instituciones deportivas municipales, las escuelas, los comercios islamizados y las agencias de viaje a La Meca, en Internet, transformada en un "muezzin" que constantemente llama a la islamización mundial (Le Figaro del 10/09/18 y C. Fouret "Le beaujolais islam en France" in Marianne20.09.18)
Los nombres clave de esa propaganda masiva yihadista son, a ver si nos enteramos, Mishari Rashid Al-Afasy (14,1 millones de seguidores en twitter, imán de la gran mezquita de Kuwait City y dueño de la televisión Alafas); Ahmad Al-Shugairi (18 millones de seguidores, de la TV saudí); Mohamed Al-Arifi (21,6 millones de seguidores, teólogo saudí); Salman Al-Aodah (14,5 millones de seguidores), Aid-Al-Qarm (19,2 millones de seguidores); Tariq Ramadan (2,07 millones), etc. (Le Figaro del 10/09/18).
Según un informe del Instituto Montaigne, el Islam ha conquistado una posición dominante en las redes sociales. Mientras, Francia se dispone a proponer a los padres de los alumnos, en la escuela, que estos estudien árabe como primera lengua extranjera (Barbara Lefebvre en Le Figaro 12/09/18). Algo para "mejorar" que, si en Francia el 25% de los musulmanes aplican la Sharía, la mitad de estos tienen menos de 25 años. Y mientras, el señor Macron se prepara para (con ocasión de las elecciones europeas) "establecer un duelo con Le Pen" para lo que oportunamente "el Elíseo relanza el Gran Debate sobre la guerra de Argelia". Movilización, otra vez, del francés que no lo es de origen. Mejor, más facilón, insultar a Orban y Salvini que tener que pensar... Hipócritas.
Continuará..."