Anatoli Karlin publica en su blog Sublime Oblivion el siguiente texto sobre algunos mitos de la II guerra mundial.
MITO I: Los heroicos americanos y sus aliados británicos ganaron la II guerra mundial, mientras que la campaña rusa fue algo secundario.
REALIDAD: Aunque el programa de préstamo y arriendo y los bombardeos estratégicos fueron muy útiles, la realidad es que la gran mayoría de soldados y aviadores alemanes lucharon y murieron en el frente del este.
Rüdiger Overmans en Deutsche militärische Verluste im Zweiten Weltkrieg estima que desde la campaña polaca hasta finales de 1944, el 75-80% del personal de todas las fuerzas armadas alemanas murió o desapareció en combate en el frente del este. Según las investigaciones de Krivosheev, a lo largo de la guerra, la gran mayoría de las divisiones alemanas se concentraron contra la Unión soviética. En 1942, por ejemplo, había 250 luchando en el Este y 15 en África del Norte. En 1943 había 257 en el este y 26 en Italia. Incluso en 1944 había más de 200 en el este frente a 50 divisiones sin todas sus fuerzas en el oeste. Desde junio de 1941 hasta junio de 1944, 505 divisiones alemanas (607 incluyendo a sus aliados) y 77000 cazas fueron destruidos en el este, frente a 176 divisiones y 23000 cazas en el oeste. Las dos batallas fundamentales, Stalingrado y El Alamein difieren en una escala de un factor 10.
Prestamo y arriendo: Una línea de la vida a la Unión soviética en 1942-1943
No se trata de menospreciar a los soldados aliados que lucharon y murieron para liberar al mundo del nazismo. En particular, los marinos que por el programa de Préstamo y arriendo, con un alto riesgo por los ataques submarinos, transportaron alimentos, camiones y aviones a rusia, lo cual tuvo un papel crucial para evitar su colapso en 1941-1942. La contribución aliada a la victoria soviética, tras es fin de la guerra fría, ha sido reconocida de buena gana por los líderes actuales rusos como Vladimir Putin y por la historiografía contemporánea. El Museo memorial de la Gran Guerra Patria en Moscú tiene una sección dedicada al programa de préstamo y arriendo. La película “Peregon” (Transporte) sobre las mujeres pilotos que traían cazas norteamericanos desde Alaska a Chukotka durante la guerra ha sido un gran éxito en Rusia. No olvidemos que los bombarderos americanos y británicos atacaron masivamente el potencial industrial bélico de Alemania con un elevado coste de bajas, lo que acortó significativamente la guerra (en Alemania se les acusa de haber matado a 600.000 personas, pero no tuvieron problemas en llevar a cabo una guerra de exterminio en el este donde fueron responsables de decenas de millones de víctimas).
MITO II: Los rusos simplemente lanzaron millones de soldados sin armas frente a los cañones alemanes.
REALIDAD: La mayoría de los soldados alemanes murieron, fueron heridos o tomados prisioneros en el frente del este. El ratio de pérdidas soviético frente al eje fue de 1,3:1. La URSS superó a Alemania en la producción de todos los tipos de armamentos.
Según el meticuloso trabajo post-soviético de G.I. Krivosheev (Soviet Casualties and Combat Losses) el número total de hombres (y en el caso soviético cerca de un millón de mujeres) que pasaron por las fuerzas armadas de la URSS fue de 34.476.700 y por las alemanas de 21.107.000. De ellos los muertos o desaparecidos en combate, prisioneros de guerra, y otros muertos fueron 11.285.057 para la URSS, 6.231700 para Alemania, 6.923700 para Alemania y los territorios ocupados y 8.649500 para todas las fuerzas del Eje en el frente del este. Por tanto, el ratio de pérdidas Soviéticas/Eje fue de 1,3:1. Lejos de las “hordas asiáticas” de la imaginación nazi y rusofóbica (por cierto, frente a la creencia popular, los ejércitos mongoles siempre eran algo más pequeños que sus enemigos, conseguían la victoria debido a su mayor movilidad y coordinación, no por su número).
El problema es que durante la guerra fría la historiografía del oeste fue dominada por las memorias de Tippelskirch, que escribió en los años 50 sobre unos ratios soviético-alemanes de 7:1 y un ratio de pérdidas de 10:1. Esto se ha reproducido hasta los años 90 (incluso por “historiadores” populares como Anthony Beevor), aunque hay que hacer notar que gente más profesional como Richard Overy están pendientes de una nueva investigación. Hay que onotar también que el 28% y 57% de las pérdidas soviéticas lo fueron en 1941 y 1942 respectivamente (según Krivosheev), el periodo en que el ejército soviético estaba relativamente desorganizado e inmóvil, mientras que el balance de pérdidas alemanas es el contrario, concentrado principalmente en 1944-1945.
La idea de que había dos soldados por cada rifle en el ejército rojo, como lo muestra la antihistórica película de propaganda “Enemigo a las puertas”, es totalmente un producto de la imaginación occidental. De 1939 a 1945 la URSS superó a Alemania en la producción de aviones (en un factor de 1,3), tanques (1,7), cañones motorizados (2,2), artillería (3,2) y morteros (5,5). De hecho, el ejercito rojo estuvo mejor equipado que la Wehrmacht (fuentes: Richard Ovey, Why the Allies Won; Chris Chant, Small Arms).
MITO III: los alemanes lucharon con honor y dignidad en el frente del este, mientras que los rusos mataban a los prisionerso de guerra alemanes y saqueaban y violaban a las mujeres en Alemania.
REALIDAD: La Gran Guerra Patria fue una guerra total, más brutal que ninguna otra vista en el oeste por cualquier orden de magnitud. Los cientos de miles de civiles alemanes y prisioneros de guerra muertos a manos soviéticas, aunque trágicos, no son nada frente a los 15-20 millones de civiles soviéticos muertos y el ratio del 60% de prisioneros de guerra soviéticos muertos en los campos alemanes. Comparados con estas cifras, las del ejército rojo en el este de Alemania son pequeñas.
Uno de los mayores crímenes de guerra en Europa occidental fue la masacre de Oradour-sur-Glane, en donde fueron asesinados 642 civiles por un batallos de Waffen SS. En una sola región en el este, en Bielorrusia, con una población del 205 de la francesa, hubo el equivalente de más de 3000 Oradours. 2.230.000 personas fueron asesinadas en Bielorrusia durante los 3 años de la ocupación alemana, un cuarto de su población. Al menos 5.295 poblaciones bielorrusas fueron destruidas por los nazis y 600 pueblos como Khatyn fueron aniquilados con toda su población bajo la cubierta de operaciones contra partisanos.
La Academia de Ciencias de Rusia publicó un informe en 1995 sobre las víctimas en la URSS a manos alemanas que, incluyendo judíos, totalizaba 13,7 millones de muertos, el 20% de los 68 millones de habitantes de la parte ocupada de la URSS. Habría 3 millones adicionales muertos por hambre en la parte no ocupada.
Esto era parte de un plan nazi, el Generalplan Ost, que hablaba del exterminio de la intelligentsia eslava y de la mayoría de su población urbana, así como la esclavización o exilio a Siberia de sus campesinos. Confirmado por documentos internos y numerosas citas de portavoces nazis:
La guerra entre Alemania y Rusia no es una guerra entre dos estados o dos ejércitos, sino entre dos ideologías, el nacional socialismo y el bolchevismo. El soldado del ejército rojo debe ser mirado no como un soldado, en el sentido de la palabra que aplicamos a nuestros oponentes occidentales sino como un enemigo ideológico. Debe ser visto como el archienemigo del nacional socialismo y debe ser tratado en consecuencia. General Hermann Reinecke.
Debemos olvidarnos del principio de la camaradería de soldados. El comunista no ha sido ni será un camarada. Llevamos a cabo una lucha de aniquilación. Adolf Hitler.
3,3 millones de prisioneros de guerra soviéticos murieron en los campos de prisioners nazis, de un tatoal de 5,7 millones, la gran mayoría de ellos entre julio de 1941 y enero de 1942 (cuando los alemanes aún creían que vencerían rápidamente y por tanto no habría consecuencias para sus prisioners de guerra. El porcentaje de muertos del 60% se puede comparar con los 8.300 de 231.00 británicos y americanos que murieron (el 3,6%) en los campos nazis, o incluso con los 580.548 de 4.126.964 prisioneros del Eje que murieron en campos soviéticos (Krivosheev), que son alrededor del 15%. (La cuestión de cuántos prisioneros de guerra alemanes murieron en campos occidentales es ampliamente discutida hoy en día. Aunque seguían ostensiblemente las convenciones de Ginebra, y las cifras citadas son tipicamente bajas, de los 1000 combatientes estadounidenses veteranos que entrevistó Stephen Ambrose, un tercio de ellos dijo que habían visto a las tropas americanas matando prisioneros alemanes. El controvertido historiados James Bacque dice que el comandante supremo aliado Dwight Eisenhower causó deliberadamente la muerte de 790.000 cautivos alemanes en campos de internamiento mediante enfermedades, habre y frío entre 1944 y 1949 y que 250.000 murieron en campos franceses en condiciones similares, aunque muchos otros historiadores discuten esas cifras).
El Ejército Rojo tiene mala prensa por su comportamiento durante la invasión final de Prusia, en que se les describe como saqueadores borrachos y violadores. El consenso parece decir que aunque las órdenes formales estaban contra tales actividades, en la práctica se miraba para otra parte ante tales hechos. Aunque los hechos son trágicos, no merecen la centralidad que le ofrecen muchos seudohistoriadores anticomunistas (o a veces simplemente rusófobos).
Consideremos lo que un soldado típico del ejército rojo había experimentado antes de llegar a Berlín: años de lucha brutal con un gran riesgo de muerte o de ser herido en cualquier momento; las historias de los prisioneros de guerra rusos asesinados, la vista de miles de pueblos quemados, mujeres, nichos y viejos masacrados en Rusia Occidental, Bielorrusia, Ucrania y Polonia, los campos de la muerte de Auschwitz y Treblinka; y finalmente el relativo lujo en que aún vivían los ciudadanos alemanes (los cuales, no lo olvidemos, eligieron democráticamente a Hitler y que salvo unas pocas honorables excepciones como el movimiento de la Rosa Blanca o alguna iglesia, habían aceptado pasiva o entusiásticamente el nazismo).
Se trataba, en palabras de los propios líderes nazis, de una guerra de exterminio. Puesto contra las atrocidades alemanas en el este o incluso las frecuentes limpiezas étnicas de millones de alemanes en países como Polonia o Checoeslovaquia, es un error dar tal centralidad al asalto de Berlín.
Un mito más. Muchos historiadores alegan que los soviéticos enviaron a todos sus prisioneros de guerra que volvieron al GULAG. En realidad, de acuerdo con Krivosheev, 233.400 fueron encontrados culpables de colaboración con el enemigo y enviados al GULAG de un total de 1.836.562 soldados soviéticos que volvieron de la cautividad.
MITO IV: El curso principal de la descripción occidental del frente del este durante la II guerra mundial estaba realizado por historiadores académicos y es en lo fundamental objetivo y correcto.
REALIDAD: Las exigencias de la guerra fría, unidad con el tradicional anticomunismo estadounidense llevaron a que muchos americanos simpatizaran con la descripción alemanea de la guerra. En particular los oficiales de la Wehrmacht hablaban y escribían sobre el ejército alemán como no cómplice de los crímenes de guerra nazis para unir a la Alemania Occidental (y sus propias carreras) a la Alianza Occidental en terminos de igualdad. Las complicidades y compromisos del ejército en el genocidio del este fueron disfrazados con una imagen kitsch del soldado alemán como un patriota que defendía la familia y la patria de las hordas bolcheviques. El ejército y los políticos estadounidenses lo aceptaron porque se enfrentaban a una lucha ideológica y a una posible tercera guerra mundial en Europa contra la Unión Soviética. Aunque hay trabajos académicos occidentales serios y razonablemente objetivos sobre el frente del este, la cultura popular sigue dominada por las memorias de alemanes y romanticismos ahistóricos.
He sido escéptico durante mucho tiempo sobre la forma en que los rusos eran retratados en las descripciones de la II guerra mundial. Son embargo algunos (generalmente recientes) trabajos muestran empatía y aprecio por las capacidades de combate del ejército rojo (p.ej. Chris Bellamy). Pero la mayoría ponen énfasis en la parte alemana del conflicto. Lo habitual suele ser la admiración por la supuesta brillanted de los generales alemanes como von Manstein y Guderian, que habrían vencido de no ser por la interferencia de Hitler. La referencia constante a la supuesta superioridad numérica y el desprecio por las bajas de los soviéticos; en énfasis en los crímenes de guerra “rusos” (las ofensiva, etc suelen ser sin embargo “soviéticas”) mientras que los crímenes de guerra alemanes se atribuyen a los “nazis”, centrándolos a menudo en grupos como los Einsatzgruppen o las SS, evitando hablar de la complicidad del ejército regular en los crímenes de guerra
Gracias a Dios, dos autores, Ronald Smelser y Edgard J. Davies han escrito recientemente un libro, EL mito del frente del este: la guerra nazi-soviética en la cultura popular, que coteja y confirma con autoridad las fuertes sospecha sobre la falta de objetividad de la historiografía popular occidental en el tema de una manera accesible y bien narrada. La mayor parte de lo que sigue está tomado directamente del libro, en orden cronológico.
1) profunda ambivalencia. Antes de la II guera mundial muchos estadounidenses tenían actitudes profundamente ambivalentes hacia la Unión Soviética. Aunque los bloggers suelen considerar la dicotomía rusofilia-rusofobia en términos contemporáneso, esta división era igual de clara y relevante en los años 30. John Scout en Behind the Urals (aunque era considerado un apologista soviético por algunos, de hecho es objetivo y certero, no un propagandista soviético) escribe: “Al hablar con gente en Francia y en América quedé impresionado por el interés en la Unión Soviética y por la desinformación tan extendida sobre Rusia y todo lo ruso. Todo aquel que encuentro es testarudo. Los comunistas y sus simpatizantes apoyan a Rusia como una panacea… Otra gente creía las historias de Eugene Lyons y no concedía la posibilidad de que Rusia hubiera producido nada durante los últimos años salvo caos, sufrimiento y desorden. No daban valor a los éxitos industriales y materiales de los rusos. Cualquier economista sería capaz de ver que triplicar la producción de acero en una decada era un gran logro y tendría necesariamente reflejo en el balance económico, y por tanto militar, de Europa”. Así que ya había (¿Cómo hoy?) un fleco de rusofilia/comunismo, un notable bloque anticomunista y una mayoría que era mayoritariamente apática pero en conjunto desaprobador.
2) Guerra y amistad. Las exigencias de la guerra contra un enemigo común, la Alemania nazi, requería una rehabilitación de la Unión Soviética a los ojos americanos. En contraste con los “campesinos sucios, ignorantes y embrutecidos de la mitología nazi” y los estereotipos tradicionales de los rusos como “ineptos y estúpidos”, los americanos comenzaron a enfatizar la escala de modernización industrial de la Unión Soviética, su creciente religiosidad (ayudados por la rehabilitación de la iglesia por Stalin) y su valor de la familia – según Life magazine, los rusos “se parecen ahora a los americanos, se visten y piensan como americanos”: El ejército rojo era alabado por su creciente competencia técnica y operacional, y sus soldados presentados como gente ordinaria decente que defendía a su familia y la madre patria de la depredación nazi, que no quería morir pero que no tenía miedo de ello (ver el documental de Frank Capra Why We Fight: The Battle for Russia, filmado en 1943 como un ejemplo excelente de este género). Los americanos construyeron “puentes” hacia los trabajadores soviéticos, tales como escribir cartas a gente con trabajos similares u organizar acciones humanitarias tales como proveer de alimentos a los rusos.
Según la guerra se acercaba a su final, incluso la población de los USA, que había sufrido relativamente pocas bajas y cuyo territorio no había sido tocado, clamaba por venganza. Algunos planes (como el plan Morgenthau) pretendían la desindustrialización forzada de Alemania y su fragmentación en varios estados desmilitarizados.Según dijo James Bacque, partes de ese plan fueron llevados a cabo después de 1945, pero se abandonaron gradualmente a finales de los 40, cuando los Estados Unidos se dieron cuenta que que necesitaban una Alemania fuerte durante la guerra fría.
3) Inversión de la historia durante la guerra fría .Apoyado en la tradicional ambivalencia hacia el bolchevismo y los eslavos en general, la memoria de la amistad con Rusia se congeló durante la guerra fría, para ser sustituída por una versión proalemana, en la que se recalcaban las atrocidades rusas, el heroísmo alemán e incluso su sacrificio sobrehumano para defender la cultura occidental de las hordas orientales. A partir de los años 50 los estadounidenses se hicieron muy receptivos al punto de vista alemán sobre el conflicto (elaborado por oficiales alemanes que querían rehabilitar a la Wehrmacht de la complicidad en crímenes de guerra así como fortalecer al Bundeswerhr y a la alianza occidental en general). Veían al soldado alemán como un simple patriota de una causa perdida romántica de defensa de la familia, la iglesia y la madre patria contra la tiranía roja. Aunque la perspectiva de una guerra terrestre con Rusia ha desaparecido hace tiempo, este romanticismo mantiene su fuerza, poco afectado por las investigaciones académicas que a partir de los años 70 han cuestionado el mito de la “Wehrmacht limpia” y por la apertura de los archivos soviéticos y las memorias personales de los años 90.
Sin embargo gran parte de esto era simplemente falso. Ya en noviembre de 1942 la URSS preparó una comisión extraordinariapara examinar los crímenes de guerra, con juicios en en Jarkov y Krasnodar. La complicidad de los generales alemanes en las atrocidades apareció en los juicios de Nuremberg, en los cuales se condenó a muerte a los generales Keitel y Jold por planear guerras de agresión y participar en crímenes contra la humanidad, incriminados por sus firmas en documentos como la Orden Commissar (ejecución inmediata de todos los comisarios militares comunistas), la orden jurisdiccional (suspensión de las leyes tradicionales militares para la conducta apropiada de las tropas en el frente del este), la orden de rehenes (que permitía matar a 50-100 rehenes por cada soldado alemán muerto por los partisanos soviéticos), la orden de noche y humo (que permitía la desaparición de elementos indeseables en los territorios ocupados) y la orden Commando (ejecución inmediata de todos los comandos capturados tras las líneas alemanas).
Según Rode, mayor-general de las Waffen-SS, “los comandantes militares conocían en profundidad las misiones y los métodos operacionales de estas unidades. Aprobaban dichas misiones y métodos operacionales ya que, aparentemente, nunca se opusieron a ellos”, y admitió que quedaba claro para él que “la guerra contra los partisanos se fue transformando gradualmente en una excusa para la aniquilación sistemática de los judíos y eslavos”. Para el fiscal estadounidense Rapp, que dirigió los juicios del personal militar alemán, una preocupación clave fue que la “prevención de leyendas” sobre la no-complicidad de los militares alemanes en crímenes de guerra para que no pudiesen mantener su reputación, como tras la I guerra mundial, de “caballeros con clase, viejos y educados”. Ironicamente eso es lo que sucedió en los años 50.
Muchos americanos encontraban difícil racionalizar las atrocidades alemanas. Los GIs que liberaron Europa Occidental fueron reemplazados por nuevos soldados que no habían luchado contra los alemanes, a los que les gustaba la hospitalidad alemana y con los que se fueron muchas novias de guerra a América. Muchos soldados de las fuerzas de ocupación mantenían la inocencia de los alemanes e incluso acusaban a sus superiores de propaganda antialemana. Esto se plantó en profundas actitudes americanas muy comunes a otras zonas de occidente, de antisemitismo, antieslavismo y prejuicios culturales contra el este en general. Los alemanes con su iglesia, familas y similar cultura material parecían mejores que los rusos, que eran percibidos como arrogantes y crueles en comparación con los nuevamente serviles alemanes. Los alemanes reforzaron estas percepciones con historias de rusos crueles y bestiales depredadores sexuales. Las políticas de interacción con civiles alemanes se relajaron gradualmente en los USA, mientras en la zona de ocupación soviética fueron más severas a partir de 1947 en que los soldados del ejército rojo en Alemania Oriental quedaron confinados en sus barracones.
Con el crecimiento de la guerra fría, primero con el bloqueo de Berlín y después con la guerra de Corea, los estadounidenses se dieron cuenta de que necesitaban a los alemanes, no como esclavos o clientes sino como amigos. De la misma manera, los antiguos oficiales de la Wehrmacht querían salvar sus carreras, continuar la buena lucha contra el bolchevismo para preservar la civilización occidental y salvar la reputación del cuerpo de oficiales alemanes. Bajo auspicios americanos comenzaron a reescribir la historia con estos tres objetivos fundamentales:
1) Establecer el mito de una “causa perdida” del ejército aleman, honorable y muy competente, que sirvió a la madre patria, no al Führer.
2) Aconsejar a la alianza occidental sobre cómo vencer en una guerra terrestre con la URSS y
3) Deshumanizar a los rusos en base al interés de la solidaridad de la guerra fría.
Este proceso se puede ilustrar con la historia de Franz Halder, un general alemán que llegó a ser el jefe de la Sección de historia operacional, un proyecto que reunión unos 2500 manuscritos de 700 antiguos oficiales de la Wehrmacht, que fueron editados para cumplir los 3 objetivos anteriores. En su trabajo de 1949 Hitler als Feldherr, Halder mantuvo los siguientes puntos:
a) No apoyó la guerra contra la URSS
b) no elaboró planes para un ataque contra la URSS hasta que Hitler se lo ordenó
c) ignoraba la naturaleza racial de la guerra como la preveía Hitler
e) no participó en el genocidio de civiles y prisioneros de guerra
f) era escéptico sobre las ideas de Hitler de una victoria fácil y rápida. Ya en sus diarios personales lo decía.
Con Hitler o sin Hitler, Alemania era una potencia expansionista en la primera mitad del siglo XX
Hay que recordar que el ejército alemán había estado pensando en su expansión y hegemonía mundial desde al menos la mitad de la I guerra mundial. El “Gran Plan” de 1925-1925 llamaba a la hegemonía en Europa, aunque no estaba todavía basado en términos explícitamente raciales. El Gran Plan fue resucitado tras la crisis de los sudetes en 1938.
Un plan menos racial para crear un gran imperio alemán en Mitteleuropa, el vasto territorio entre el Cáucaso y Polonia, que incluye Ucrania y los países bálticos, data de 1917 y fue el tema del controvertido libro del historiador alemán Fritz Fischer book Griff Nach Der Weltmacht. La publicación del libro de Fischer a finales de los años 60 (una era en que muchos alemanes miraban a su historia en colores más oscuros) permitió que muchos alemanes lamentasen que incluso sus abuelos y el régimen del kaiser Guillermo que les había dirigido a la I guerra mundial ya no podían seguir viéndose como honorables.
Aunque el régimen del kaiser no era genocida en sus objetivos económicos y geopolíticos, el segundo reich tenía más en común con el tercer reich de lo que muchos alemanes de después de la II guerra mundial querrían admitir. La tesis de Fischer, si fuese más influyente, negaría a los alemanes de postguerra la posibilidad de cargar toda la responsabilidad de la segunda guerra mundial en el tratado de Versalles. Incluso si Adolfo Hitler hubiera muerto en las trincheras en Francia en 1915, la segunda guerra mundial habría sucedido de todas formas, aunque bajo circunstancias diferentes.
Los generales nazis planearon con entusiasmo una guerra genocida en el este
b) tras la caída de Francia en mayo de 1940, Hitler estaba considerando una desmovilización a gran escala, pero Halder quería una guerra con la URSS y preparó un borrador de la “operación Otto”, precursora de Barbarossa, por su propia iniciativa en junio de 1940.
c) en febrero de 1941, Halder vió que un ataque soviético era “completamente improbable” (esto contradice la tesis del controvertido historiador ruso Suvorov en su libro “Icebreaker”, de que Stalin estaba preparando un ataque a su aliado nazi y los alemanes lanzaron un ataque preventivo).
d) Bajo el sugerente título de “Labores coloniales” escribió en su diario: “debemos olvidar el concepto de camaradería entre soldados. Un camarada no es un amigo antes o después de la batalla. Esta es una guerra de exterminio. Si no entendemos esto, podremos vencer al enemigo, pero dentro de 30 años tendermos que luchar de nuevo contra el comunismo. Esta guerra será muy diferente de la guerra en el oeste. En el este, dureza ahora significa benevolencia en el futuro. Los comandantes deberán realizar el sacrificio de vencer a sus escrúpulos morales”. En el margen añadió: “incluirlo en la orden del alto mando”).
e) La realidad de la guerra en el este se hizo clara después de la invasión de Polonia, cuando las SS y la Policía de Seguridad comenzaron a asesinar a la inteligentsia polaca. Aunque muchos oficiales alemanes expresaron reservas, no eran cercanos a Jaler o von Brauschitsch. Más tarde, entregó responsabilidades para mantener el orden en el frente y la retaguardia a los comandantes de Einnstzgruppen, y conoció y fue indiferente a las muertes de los prisioneros de guerra soviéticos. Su propio staff elaboró las mencionadas anteriormente Commissar Order y Jurisdictional Order. En efecto, el alto mando del ejército alemán llevó a efecto las ideas nazis. Aunque algunos oficiales como Hassell objetaron, la gran mayoría siguió a sus generales.
Puedes decir que te estás condenando a ti mismo si das una fuerte impresión de duplicidad engañosa porque siempre retratas a Hitler por su lado bueno. El fürher presumiblemente compartía esa impresión – sobornó a sus generales doblándoles en secreto su sueldo, condicionadamente a su lealtad y obediencia. Aunque sea un factor atenuante el que Halder fuese arrestado por sospechas de estar envuelto en el complot de la bomba de 1944 contra Hitler, es de observar que sus habitaciones y provisiones estaban bastante bien (ciertamente no las raciones de los campos de la muerte) y fue solo en enero de 1945 que fue formalmente expulsado del ejército.
Como cualquiera que haya seguido el debate entre los historiadores por la reciente película de Tom Cruise Valkiria es consciente de que algunos de los oficiales que participaron en el complot de 1944 para matar a Hitler eran miembros de las SS y no estaban motivados por acabar con las atrocidades nazis contra inocentes sino que deseaban obtener un trato más benévolo de los aliados occidentales que el que esperaban obtener de los soviéticos. El verdadero heroísmo del coronel Von Stauffenberg e el deseo del Bundeswehr de presentar un modelo de patriotismo para los oficiales alemanes ha ensombrecido este triste hecho durante muchos años.
En el caso de Halder, con oportunismo estaba jugando sus bazas porque para entonces la guerra ya estaba perdida tanto en el este como en el oeste. De acuerdo con Smelser/Davies, “Franz Halder personifica mejor que cualquier otro oficial alemán la dramática diferencia entre el mito y la realidad tal como emergió de la segunda guerra mundial, particularmente con la mirada dirigida a la guerra en el este”.
Las carreras de posguerra de los generales nazis y su obsequiosidad con los aliados occidentales
Aunque estaba bajo sospecha de ser un criminal de guerra, Halder fue liberado por los aliados en 1947. Se reconcilió con el ejército norteamericano y le hicieron jefe de la Sección de historia operacional de Alemania en verano de 1948, el proyecto antes mencionado para reescribir la historia y rehabilitar a la Wehrmacht y unir a Alemania a la alianza occidental (sin mencionar el rescate de las carreras de muchos antiguos oficiales de la Wehrmacht). En octubre de 1948 fue juzgado por un tribunal alemán de desnazificación y fue absuelto. La acusación se basó en sus diarios de guerra que le incriminaban y pidió un nuevo juicio, pero para entonces los americanos lo habían tomado bajo su protección, diciendo que les era indispensable. El tribunal fue obligado a retirar todos los cargos en 1950.
Como director del proyecto solicitó y obtuvo 2500 manuscritos de 700 antiguos oficiales de la Wehrmacht, una mezcla de oficiales de Bunderwehr, veteranos y sospechosos de crímenes de guerra. Muchos de ellos trasladan la mitología nazi sobre los rusos a la audiencia americana, el propio Halder escribió: “la insensata y frecuente crueldad se encuentra mezclada con la adhesión, fidelidad y buena naturaleza bajo un trato correcto (presumiblemente alemán?)”; muchos eran peores, citando la supuesta naturaleza bestial, cruel, instintiva y primitiva del soldado del ejército rojo (aunque luego lo alaban por su valor). La parte más importante del proyecto, sin embargo, era enseñar cómo se podía ganar, o al menos no perder, una guerra terrestre contra la Unión Soviética.
Los oficiales alemanes criticaban los planes americanos de montar una línea de defensa en el Rin, y la implícita amenaza de usar armas nucleares tácticas para parar el avance soviético sobre suelo alemán, en vez de llevar a cabo una “defensa móvil”, concepto desarrolado por von Manstein en 1943-44. También recalcaron la importancia de la educación militar, basándose en sus éxitos militares de 1941-45.
La influencia sobre los generales aliados y la cultura popular
Con tal cantidad de información valiosa y material de propaganda, los estadounidenses dieron a los antiguos oficiales de la Wehrmacht la posibilidad de limpiar sus carreras y borrar sus registros de guerra. Eisenhower cambió completamente y de escritos como el “El alemán es una bestia” a su esposa en 1944, a disculpar a los oficiales de la Wehrmacht por la difamación, diciendo a principios de los 50 que “No creo que el soldado alemán como tal haya perdido su honor”: El general matthew Ridgeway solicitaba el perdón para los crímenes de guerra cometidos en el frente del este (¡solamente!), con la curiosa justificación de que el había dado en Corea las mismas órdenes por las que los generales alemanes estaban encarcelados. Y aunque el pánico rojo había pasado a mediados de los 50, para entonces ya había arraigado el mito de la “causa perdida”, los patriotas alemanes luchando por su familia y su patria contra las hordas bolcheviques.
Los oficiales alemanes establecieron contactos con los estadounidenses. Los generales alemanes, apuestos, ancianos, educanos, caballeros como Guderian o von Manstein (los cuales conocían con antelación los planes de Hitler para los pueblos soviéticos) publicaron sus memorias. Desde los años 70 fueron completados con narraciones populares del frente del este por parte de soldados alemanes ordinarios, que mostraban su lado humano. Las reconstrucciones se hicieron populares, en ellas los entusiastas combinaban una atención meticulosa a los detalles históricos tales commo uniformes y rangos con una mínima atención a colocar a sus héroes en el contexto histórico de la complicidad de la Wehrmacht en los crímenes nazis.
Aunque los historiadores académicos desde los años 70 se oponen cada vez más a esta narrativa, la cultura popular no se ve afectada, se encuentra prisionera desde hace tiempo de las imágenes de los bombarderos en picado Stuka o los tanques Tigre y los escritos de los generales alemanes. Sólo en los últimos 10 años, con la popularización de estos trabajos académicos, y con la apertura de los archivos soviéticos y los relatos desde el lado ruso, se ha añadido una gran perspectiva de visión. Como lo prueban los mitos anteriores, aún hay un gran trabajo que hacer, exponiendo la visión distorsionada de la guerra que tiene el gran público.
Para acabar con una idea, hay muchos relatos y memorias de la guerra desde el lado ruso, pero pocos de ellos han sido traducidos. Esto es inaceptable y debería cambiarse. ¿Sugerencias?
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