A continuación publicamos la declaración de la Corriente Marxista Lucha de Clases sobre los convulsivos acontecimientos que hoy se desarrollan en Venezuela. En ella se fija una posición clara en repudio al golpe de estado y las amenazas belicistas del imperialismo estadounidense. La misma busca contribuir al debate sobre el papel de los revolucionarios ante la presente coyuntura, mientras enfatiza la necesidad de que se adopten medidas revolucionarias contundentes para derrotar la actual ofensiva reaccionaria. Invitamos a las organizaciones sociales, consejos de trabajadores, sindicatos, comunas y consejos comunales, otras corrientes políticas y a la militancia revolucionaria en general a que discutan el texto que presentamos en sus diferentes ámbitos de actuación.
Para aquellas personas u organizaciones que deseen suscribirlo, pueden escribirnos a comitecentralcmive@gmail.com, o se pueden comunicar a los siguientes números de teléfono: 0416-598-75-15 y 0424-120-07-37.
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En Venezuela está en marcha un nuevo intento reaccionario de asalto golpista al poder por parte del imperialismo estadounidense y la oligarquía criolla. Cumplidos 20 años desde que las clases dominantes perdieron el control directo del Estado venezolano, en la Casa Blanca han decidido retomarlo recurriendo a incontables presiones políticas, diplomáticas, económicas y militares contra el gobierno de Nicolás Maduro. Los fines que desde el norte se persiguen son conocidos por todo el mundo: controlar las innumerables riquezas de Venezuela, aplastar a la revolución bolivariana y aleccionar a los movimientos populares y obreros del continente y el mundo. Hemos arribado a un momento decisivo y definitorio en la lucha de clases nacional. La situación exige contundencia revolucionaria.
Con la auto-proclamación de Juan Guaidó como Presidente Encargado de Venezuela, se ha tratado de erigir un gobierno paralelo a control remoto desde la Casa Blanca. La marioneta imperialista que encabeza la Asamblea Nacional (AN) –de mayoría opositora, ha comenzado a nombrar sus representes diplomáticos en el exterior y también a gerentes de empresas estatales en el extranjero como CITGO. Esta iniciativa ilegal liderada por EEUU ha sido avalada y reconocida por numerosos gobiernos latinoamericanos serviles a Washington, el infame Grupo de Lima y la OEA. La Unión Europea (UE), que también se ha plegado a la caravana desestabilizadora, ha creado un Grupo de Contacto junto a varios Estados de la región con miras a que se produzca una salida negociada de Maduro bajo el disfraz de unas “elecciones libres”.
El imperialismo yankee secuestró enormes recursos financieros del Estado venezolano, más específicamente del BCV, con la promesa de trasferirlos a su títere criollo. En el Banco de Inglaterra han hecho lo propio impidiendo la repatriación de US$ 1.200 millones en oro perteneciente al Estado venezolano. Asimismo, el lunes 28 de enero desde la Casa Blanca se anunció un conjunto de sanciones contra PDVSA, que contemplan la retención de activos en EEUU por valor de US$ 7.000 millones y el bloqueo a las exportaciones de crudo de Venezuela. También, estas medidas suponen la restricción a empresas energéticas de suministrar materias primas, componentes y diluyentes necesarios para la actividad petrolera y la producción de derivados, lo que compromete seriamente las operaciones de PDVSA. La intención del imperialismo estadounidense es bastante clara: estrangular económicamente al gobierno bolivariano para ponerlo de rodillas y así precipitar una “transición política”.
A la par de las arremetidas diplomáticas y económicas, se inscriben incontables declaraciones de amenazas de intervención militar por parte de Trump, Pence, Pompeo y Bolton. A las reuniones entre el general Mark Stammer, comandante del comando sur, con representantes del gobierno colombiano en días recientes; se suma una mayor actividad de transporte de aviones militares estadounidenses por varias islas del Caribe, y también el desplazamiento de la Marina Real Británica hacia Curazao (a 80 km de las costas venezolanas), como alertó la cancillería de Cuba el 14 de febrero. Adicionalmente, Trump ha comisionado a Elliot Abrams como Enviado Especial para Venezuela, el mismo personaje que organizó la logística y el financiamiento a los Contras en Nicaragua y de los escuadrones de la muerte en El Salvador y Nicaragua en los años ochenta del siglo pasado.
Bajo el alegato de suministrar “ayuda humanitaria”, el imperialismo yankee aspira desatar una situación de extrema tensión en las fronteras venezolanas, especialmente en la colombo-venezolana, donde esperan ingresar supuestos cargamentos de medicinas y alimentos sin autorización del gobierno oficial y utilizando a civiles -organizados en brigadas de asistencia- como carne de cañón. Juan Guaidó ha anunciado que el día 23 de febrero entrará la “ayuda humanitaria” al país, por lo que ha intensificado su invitación a las FANB a que ejecuten un golpe militar cuanto antes. En la fecha prevista, un posible enfrentamiento violento y hasta una eventual masacre –generada por mercenarios, puede ser la excusa perfecta para iniciar una intervención directa de tropas estadounidenses en nuestro país, o bien el comienzo de una guerra civil donde el imperialismo intentará armar a los grupos reaccionarios a su servicio seguramente con los supuestos “cargamentos asistenciales”.
Quienes suscribimos la presente declaración repudiamos enérgicamente las maniobras intervencionistas, desestabilizadoras y golpistas del imperialismo estadounidense contra Venezuela. Para los revolucionarios consecuentes es imperativo impedir el retorno de la derecha al poder independientemente de la forma en como pueda darse. Entre las líneas del Plan País de Guaidó se dibuja el típico programa derechista que la derecha implementaría de hacerse del control del Estado. Este contempla más endeudamiento externo –esta vez con el FMI, mayor celeridad en cuanto a las privatizaciones de empresas y servicios públicos, y también brutales contrarreformas laborales y sociales; que profundizarán la gran austeridad que sufre el pueblo trabajador en la actualidad. Para emprender una agresiva política de ajuste macroeconómico con la menor resistencia posible, las clases dominantes demandan el aplastamiento de las organizaciones populares y obreras que no dejarán de plantar cara. Los asesinatos selectivos a líderes comunitarios, sindicalistas clasistas y campesinos; la persecución despiadada a todo lo que huela a izquierda y el cercenamiento de las garantías democráticas para tratar de acallar las múltiples expresiones de descontento; no se harán esperar. Además, el revanchismo con el que grupos violentos de derecha tratarán hacer pagar al chavismo tantos años de derrota y marginación política, puede tornarse incontrolable.
La política de conciliación de clases y de medias tintas ejecutada por el gobierno se ha mostrado perjudicial para batallar contra la reacción. En la actual coyuntura, la misma se ha caracterizado por constantes apelaciones a la paz y a la concertación dirigida a los mismos sectores que se preparan para hundir en sangre a la revolución, en lugar de preparar la defensa de la misma con organización popular desde abajo. Por otra parte, con el recrudecimiento de las presiones imperialistas no se han hecho esperar nuevas concesiones a la clase capitalista, como las recientes medidas de liberalización cambiaria y la devaluación del Bolívar a un nivel superior al marcaje del mercado paralelo de dólares, que van en detrimento de los intereses de los trabajadores. Esta política conduce hacia la desmoralización de la clase obrera y el pueblo pobre, que son la fuerza motriz de la revolución y las únicas que pueden salvarla de las amenazas presentes. El revolucionario francés Saint-Just, uno de los principales dirigentes políticos y militares de la revolución francesa señaló que “los que hacen una revolución a medias no hacen más que cavarse una tumba”.
Ante todos los escenarios previstos, se hace necesario acometer una serie de decisiones firmes y contundentes, que no solo planteen el derrotar la actual ofensiva imperialista, sino también el poner en marcha soluciones estructurales a todas las calamidades que padecen las masas trabajadoras producto de la crisis orgánica del capitalismo. En cuanto a la necesidad de abatir las amenazas de la reacción: es necesario apresar a Guaidó y disolver la AN pro-imperialista, que fungen como los principales agentes de desestabilización interna al servicio de Washington. Somos testigos de como la inacción en este terreno ha permitido que la marioneta norteamericana y sus cómplices han acrecentando las amenazas. Recientemente Guaidó declaró no descartar autorizar una invasión militar extranjera. Esperar más tiempo para proceder a hacer justicia significará comprometer aún más el futuro de la lucha.
Por otro lado, es imperativo implementar una política que se apoye en la organización e intervención armada de las masas en el plano interno y llamados internacionalistas al apoyo de la revolución bolivariana en el plano externo. Sobre lo primero, Maduro instruyó hace semanas el fortalecimiento de las milicias bolivarianas, con el establecimiento de más de 50 mil Unidades Populares de Defensa en todo el país. Sin embargo, tras el anuncio presidencial no hemos visto acciones concretas lo suficientemente significativas como para organizar la defensa popular en los barrios, a los trabajadores en las fábricas y en las instituciones del Estado. Entendiendo los peligros presentes en la situación, donde las clases dominantes pueden provocar una confrontación civil armada o una intervención militar foránea, los revolucionarios tenemos el derecho a exigir que se pase de las palabras a los hechos. Aunque repudiamos la posibilidad de una guerra, la violencia que la reacción burguesa está dispuesta a desatar nos obliga a estar preparados para ella.
Lo anterior, a su vez debe estar vinculado a la lucha por mejorar las condiciones de vida para los trabajadores venezolanos, quitando la enorme carga de la crisis de sus espaldas y poniéndola sobre los hombros de las clases dominantes. Ante la apremiante necesidad de impedir el retorno de la derecha al poder, los revolucionarios debemos combatir la nueva arremetida reaccionaria pero no para mantener el actual estado de cosas -caótico y degradante, sino para construir una nueva sociedad donde valga la pena vivir y defender hasta con la vida. En este sentido, y considerando las fuertes sanciones estadounidenses sobre la economía venezolana, se hace necesaria la confiscación de todos los monopolios imperialistas en el país, pero también los nacionales implicados en el golpe, bajo control obrero y popular. Esto debe ir acompañado del cese definitivo de los pagos a la deuda externa, la nacionalización sin compensación de la banca y el establecimiento de un monopolio estatal sobre el comercio exterior, buscando disponer de recursos para financiar un plan económico de emergencia revolucionario y facilitar el establecimiento de una economía planificada bajo control democrático de la clase obrera y el pueblo. La nacionalización sin compensación de los latifundios bajo control de los consejos campesinos y comunas rurales, también entra como actor clave en este programa.
¡Cárcel para Guaidó y sus cómplices!
¡No más impunidad para los golpistas!
¡Disolución de AN golpista ya!
¡Armar a las milicias bolivarianas ya!
¡Confiscación de las transnacionales imperialistas y monopolios nacionales implicados en el Golpe!
¡No más concesiones a la burguesía parásita!
¡Que la crisis la paguen los capitalistas!
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