Como véis, lo de escándalo lo he puesto entre comillas.
Para empezar, diré lo que a mi entender sí es un escándalo: que la momia del enano genocida siga siendo exaltada en un lugar patrimonio del Estado, se incluya en los tours de las agencias de viajes (para mayor escarnio de la imagen de este país), se permita la constante y creciente visita a ese lugar.
Que siga existiendo una Fundación con el nombre del genocida, que además goza de beneficios fiscales. Que se tolere la existencia de partidos fascistas y neonazis que pueden manifestarse con impunidad y agredir a quien les aguante la mirada.
Que cientos de miles de cadáveres de luchadores por la libertad y la legalidad permanezcan enterrados en fosas comunes, algunas de ellas ni siquiera ubicadas.
Que la Jefatura del Estado siga siendo detentada (pongo este verbo con toda intención) por la saga que planificó el enano genocida, y que se presente al pueblo (y muchos lo crean) como régimen legítimo, cuando es absolutamente ilegítimo y corrupto. Aquí, la única legitimidad existente es la que deriva de la Constitución del 31 y de las últimas elecciones democráticas que se celebraron en febrero del 36. Todo lo demás es humo para tontos.
Obviamente, en el apartado de escándalos omito muchos más, pero tampoco quiero hacer un listado riguroso. Sería interminable.
Y ahora vamos con Otegi. Habrá a quien le gustará más o menos este hombre, como pasa con todos los políticos, pero es el líder de un partido legal EH Bildu, refrendado por el voto de cientos de miles de ciudadanos, que puede hablar con todo derecho en los atriles de las instituciones, pero se forma ese "escándalo" cuando aparece en la tv pública.
No ya se desprecia a un partido, sino a toda la masa popular que lo sustenta. Gente que, al parecer, carece de los derechos de otros, o son de segunda o tercera división. Algo parecido con el ejercicio político activo que se les niega a los diputados y eurodiputados soberanistas, que en realidad es ningunear, engañar y reprimir la voluntad de los más de dos millones de votos que los respaldan.
Luego salen los gurús de la caverna mediática, que yo amplío a más gente de la que normalmente se considera como tal, y nos vienen a intentar convencer que hay gente que tiene o no derecho de aparecer en los medios.
Conclusión: vivimos en ese mismo país de charanga y pandereta que describía Machado. Y contra ese tsunami, a veces uno se siente impotente porque es mucha la fuerza del agua, y bastante tiene uno con asirse, como para convencer a los demás, que el ser arrastrado no es una buena idea.
Para empezar, diré lo que a mi entender sí es un escándalo: que la momia del enano genocida siga siendo exaltada en un lugar patrimonio del Estado, se incluya en los tours de las agencias de viajes (para mayor escarnio de la imagen de este país), se permita la constante y creciente visita a ese lugar.
Que siga existiendo una Fundación con el nombre del genocida, que además goza de beneficios fiscales. Que se tolere la existencia de partidos fascistas y neonazis que pueden manifestarse con impunidad y agredir a quien les aguante la mirada.
Que cientos de miles de cadáveres de luchadores por la libertad y la legalidad permanezcan enterrados en fosas comunes, algunas de ellas ni siquiera ubicadas.
Que la Jefatura del Estado siga siendo detentada (pongo este verbo con toda intención) por la saga que planificó el enano genocida, y que se presente al pueblo (y muchos lo crean) como régimen legítimo, cuando es absolutamente ilegítimo y corrupto. Aquí, la única legitimidad existente es la que deriva de la Constitución del 31 y de las últimas elecciones democráticas que se celebraron en febrero del 36. Todo lo demás es humo para tontos.
Obviamente, en el apartado de escándalos omito muchos más, pero tampoco quiero hacer un listado riguroso. Sería interminable.
Y ahora vamos con Otegi. Habrá a quien le gustará más o menos este hombre, como pasa con todos los políticos, pero es el líder de un partido legal EH Bildu, refrendado por el voto de cientos de miles de ciudadanos, que puede hablar con todo derecho en los atriles de las instituciones, pero se forma ese "escándalo" cuando aparece en la tv pública.
No ya se desprecia a un partido, sino a toda la masa popular que lo sustenta. Gente que, al parecer, carece de los derechos de otros, o son de segunda o tercera división. Algo parecido con el ejercicio político activo que se les niega a los diputados y eurodiputados soberanistas, que en realidad es ningunear, engañar y reprimir la voluntad de los más de dos millones de votos que los respaldan.
Luego salen los gurús de la caverna mediática, que yo amplío a más gente de la que normalmente se considera como tal, y nos vienen a intentar convencer que hay gente que tiene o no derecho de aparecer en los medios.
Conclusión: vivimos en ese mismo país de charanga y pandereta que describía Machado. Y contra ese tsunami, a veces uno se siente impotente porque es mucha la fuerza del agua, y bastante tiene uno con asirse, como para convencer a los demás, que el ser arrastrado no es una buena idea.