A continuación, dejo mi opinión personal respecto al tema, y al final del mismo voy a colocar extractos de “Stalin” (2º Volumen) de Ian Grey, en los cuales el autor explica el origen de las purgas de los años 30, y el rol que Stalin tuvo en ellas y con qué finalidad. Me adscribo casi enteramente a su postura.
En este tema controversial me sitúo en un área gris: Por un lado, a diferencia de lo universalmente creído y propagado en occidente, la idea de que Stalin haya estado envuelto en el asesinato de Sergey Kirov me resulta ridícula: Es una teoría sin pies ni cabeza. Kirov, su amigo y mano derecha, asesinado por su propio camarada, que lo tenía en altísima estima y cuyas políticas liberales estaba implementando muy de a poco. Incluso si se hace caso a las fuentes de occidente y se concede la idea de que hubiese considerado a Kirov como un “rival político”, una “potencial amenaza a su poder”, pensar en asesinarlo suena absurdo: Todas las oposiciones a las que Stalin se había enfrentado durante la pugna por la construcción del socialismo tras la muerte de Lenin, habían sido derrotadas una tras otra de forma democrática, mediante debates, discursos, argumentos, evidencias y votos en cada Conferencia y Congreso del Partido, y eso en una época en la que su influencia sobre el mismo no era ni el cuarto de la influencia que ejercía ahora: ¿Por qué entonces matarlo? ¿Por qué no simplemente removerlo del liderazgo? Por todo ello, que Stalin haya tenido un rol en la muerte de Kirov me resulta un sinsentido.
Yo me considero Marxista-Leninista, pero, a diferencia de muchos Marxistas-Leninistas (no sé si la mayoría o no), no me creo el cuento, por ser lo más respetuoso posible, de que las purgas que siguieron al asesinato de Kirov y que claramente fueron consecuencia de este hecho, no hayan sido iniciadas, ni conducidas, de forma premeditada e intencionada, por el propio Stalin. Los argumentos cliché de que “La purga ocurrió de forma espontánea, y terminó saliendose de control”, o de que “los camaradas Yagoda y Yezhov fueron los verdaderos responsables de las purgas”, son aún más ridículos que un rol de Stalin en la muerte del camarada Kirov. Equivale a decir que el Fuhrer no se hallaba al tanto de la persecución judía en su nación y más tarde en toda Europa, que no conocía la verdadera extensión del holocausto, y que el verdadero responsable era Heinrich Himmler, y llegar a esa fantástica conclusión simplemente porque no existe ni un solo documento con la firma de Hitler ordenando la ejecución de judíos, o porque no halla pisado jamás un campo de exterminio. Vamos camaradas, el Capitán siempre está al tanto de lo que ocurre en su barco: Las purgas fueron iniciadas y concluidas por Stalin. Yagoda y Yezhov fueron designados por Stalin y seguían sus instrucciones, más allá de la libertad de acción que hubieren tenido respecto al propio Stalin, y más allá de si su “extremismo” coincidía con el de Stalin o era mucho peor. La pregunta crucial es si las purgas fueron realizadas por una buena causa, o como se propagandea en occidente, por pura ambición política.
Nuevamente a diferencia de los detractores de Stalin, la idea de que las purgas hayan tenido el objetivo simplista y escueto de “eliminar a todos sus posibles rivales al poder, para de esa forma consolidar su “dictadura” sobre la URSS”, me es evidente como una falacia total. Stalin no actuaba por crueldad, sadismo, ambición o ansia de poder político, sino por su firme convicción de proteger a la revolución a como dé lugar. Tenía en mente la seguridad de la URSS y la revolución. Le resultaba evidente que, ante la creciente amenaza de la guerra, y con ella la posibilidad de que cuando las cosas estuvieran mal, hubiere personas tanto en el partido como en las fuerzas armadas que intentarían traicionar a la revolución, pactando, por ejempl en caso de guerra, una paz con los invasores tras la realización de algún golpe de estado. Las posibilidades de que esto ocurriera son perfectamente factibles y es reconocido hasta por historiadores claramente anti-comunistas: Las oposiciones en el partido, que lo eran de forma oculta y pasiva, representaban potenciales “gobiernos alternativos”, que, ante las espectaculares derrotas de las fuerzas armadas soviéticas en 1941, con el enemigo a 20 kilómetros del Kremlin, se hubiesen sentido muy motivadas a intentar algo como lo descripto arriba y como lo que Stalin temía. Era necesario por tanto unir ideológicamente al partido, crear una unidad genuina para fortalecerlo y así defender y salvar a la revolución. Y para ello era necesario depurar al Gobierno, y al partido.
Aunque Stalin actuaba por esa convicción, su actuar se veía exacerbado y "fanatizado" por su creciente paranoia y muy perturbado estado mental, resultado de su desconfianza en otros camaradas por los enfrentamientos contra la oposición, el suicidio de su esposa y el asesinato político de su mano derecha.
El autor Ian Grey afirma que Stalin sabía muy bien que las acusaciones contra los viejos bolcheviques eran a menudo falsificaciones, inventadas como pretexto para deshacerse de ellos por las razones arriba citadas. Honestamente no investigué tanto sobre los juicios en sí mismos, así que no podría dar una opinión personal de qué tan veraces me parecen las acusaciones y justas las sentencias. Es evidente que de haber vivido en la época, y habiendo sido evidentemente culpables, hubiera justificado el accionar de Stalin. Si no hubieren habido pruebas y todo hubiese sido hecho en base a algo tan débil como *posibles* futuras amenazas, jamás hubiera justificado su accionar. Pero en retrospectiva, viendo cómo se desarrolló finalmente la historia, las acciones de Stalin me parecen justificadas y necesarias, y por ello estoy de acuerdo con el proceder de Stalin para proteger la revolución, incluso si occidente tuviera la razón en decir que los acusados eran inocentes, pues de igual forma se hubiesen revelado como amenazas reales contra la revolución en el contexto adecuado, contexto que Stalin se encargó de eliminar hasta como una remota posibilidad.
Extractos de "Stalin" por Ian Grey
“Dos acontecimientos, que afectaron personalmente a Stalin, hicieron retroceder cualquier débil avance que pudiera haber existido. La noche del 8-9 de noviembre de 1932… [Nadia] puso fin a su vida de un disparo, utilizando un pequeño revólver que su hermano Pavel había traído de Berlín.
Stalin estaba anonadado. No entendía por qué su mujer se había quitado la vida. Se revelaba contra las sugerencias de que había sido un marido huraño e inconsiderado, afirmando que siempre la había querido y respetado como esposa. Preguntaba a quienes le rodeaban si había sido realmente importante que no siempre pudiera ir al teatro con ella. El hecho de Nadia pudiera haberse quejado de esto demuestra lo poco que le entendía y le apoyaba en su trabajo.
Estaba herido y exasperado, además, por la nota que le había dejado. Fue destruida inmediatamente, pero su hija se enteró por quienes la leyeron de que la nota estaba llena de reproches y acusaciones, no sólo a nivel personal sino también a nivel político. Era una época angustiosa, cuando el hambre y la violencia habían alcanzado su máxima crudeza en el campo. Probablemente había oído contar a sus compañeros de estudios cosas horribles; estaba horrorizada y le acusaba.
Para Stalin, esta última nota de la mujer a la que había considerado su “amiga más íntima y leal”, fue una traición desoladora. Estaba fuera de sí, dolido y encolerizado. En la ceremonia de la despedida civil se acercó al féretro un momento. De pronto hizo un gesto de rechazo, giró sobre sus talones y se marchó. Ni siquiera fue al funeral. Y creyendo que ella le había abandonado por considerarle enemigo personal, se negó a visitar su tumba en el cementerio de Novo-Devichy… Pero nunca la olvidó, y años después mando que unas ampliaciones de fotografías hechas en la primavera y verano de 1929, cuando ella se sentía feliz, fueran colocadas en las paredes de su apartamento del Kremlin y de la casa de campo. Hablaba obsesivamente de ella, tratando de entender por qué se había quitado la vida.
Svetlana Alliluyeva, su hija, ha escrito que “la muerte de mi madre fue un golpe terrible y abrumador que destruyó su fe en los amigos y en la gente en general”. Su desconfianza en la gente se agudizó en los últimos meses de la vida de Lenin, pero la muerte de su esposa significó el comienzo del enturbamiento de su mente y de la atrofia de sus sentimientos…”
“La inesperada muerte de Kirov en Leningrado, el 1 de diciembre de 1934, fue la otra gran conmoción. La noche del 30 de noviembre estuvo trabajando hasta muy tarde en un informe sobre la reciente reunión del Comité Central, que iba a presentar a los altos cargos del partido en Leningrado. Llegó a la sede de éste, en el instituto Smolny, hacia las 16:30 horas. Se dirigía al despacho de un colega cuando su asesino, Nikolaev, surgió de una esquina y le disparó por la espalda causándole la muerte instantánea. Nikolaev cayó al lado de su víctima y fue detenido.
Leonid Nikolaev tenía entonces treinta años. Había participado en la guerra civil y había sido admitido en el partido sien aún muy joven. Ocupó un cargo en el comisariado de inspección de Leningrado hasta su abolición en enero de 1934. Se le asigno otro puesto, pero al protestar enérgicamente por considerar que había sido injustamente descendido de categoría entró en conflicto con los altos cargos del partido y fue expulsado. Se le readmitió unos dos meses después, una vez se hubo comprometido a aceptar la disciplina del partido. Era obvio, sin embargo, que estaba desequilibrado, al igual que mucha gente de su generación que había soportado los horrores de la guerra civil y las tensiones del primer plan quinquenal. Aunque militante del PCUS, tenía un agudo sentido de la injusticia, y el asesinato político era un medio de expresar su protesta.
Stalin fue informado inmediatamente de la muerte de Kirov. Decidió dirigir personalmente la investigación y abandonó Moscú en tren con destino a Leningrado aquella misma tarde, en compañía de Vorochilov, Molotov y Kaganovich. El asesinato de su íntimo colaborador demostraba con meridiana claridad que estaba rodeado de enemigos dentro del partido. Después de la muerte de su esposa estaba obsesionado por averiguar la causa de su acción. Su muerte había sido un suicidio, pero la muerte de Kirov era un asesinato político. Reaccionó violentamente. No podía admitir la posibilidad de que fuera el acto singular de un demente que trataba de vengarse o de manifestar su protesta. En cada acto de protesta Stalin veía conspiración, traición y felonía.
El asesinato de Uritsky y el atentado contra Lenin llevados a cabo por los socialistas revolucionarios en 1918 habían sido acciones políticas, y parte de una conspiración para derrocar al mando bolchevique. Estaba convencido de que el asesinato de Kirov tenía también sus raíces en una conspiración política, y de que la investigación descubriría los lazos del asesino con los miembros de la oposición, y particularmente con Trotski. La respuesta del partido tenía que ser una campaña de terror y una completa depuración entre la militancia. El descubriría a los enemigos y los aniquilaría a todos sin excepción. Sabía que, de la misma manera que un cirujano que extirpa un tumor maligno a un paciente corta el tejido sano que lo rodea por si estuviera también afectado, gente inocente sufriría en el proceso, pero estas víctimas eran inevitables y no iban a disuadirle de su idea…
Stalin desentrañó el partido, depuró todos los organismos gubernamentales y agobió al pueblo… al lanzar esta campaña de terror y permitir que llegara a tales extremos, Stalin no actuaba por crueldad o por ansia de poder, sino por la convicción de que toda oposición potencial o real (lo que para el equivalía a traición) debía ser erradicada y destruida. Era una época de crisis, la guerra amenazaba y era necesario actuar inexorablemente. Había que asegurar que el partido fuera una organización monolítica, fuertemente consolidada, capaz, bajo su liderazgo, de hacer frente a cualquier desafío y de conseguir una Rusia fuerte y socialista. Estaba completamente decidido a alcanzar estos objetivos que acaparaban su atención. Al mismo tiempo aumentaba su paranoia respecto a su papel de líder, de hombre que pasaría a la historia por estar destinado a llevar a Rusia a esas metas…”
“Obsesionado por las posibles amenazas a su alto designio, Stalin veía enemigos por todas partes. Había llegado a una etapa en la que creía que todos los que no le apoyaban fervientemente o criticaban su política eran enemigos y, en cuanto tales, aliados del campo imperialista y potenciales destructores de la nueva Rusia soviética. Trotski era todavía el archienemigo… Trotski era el representante del institucionalismo y del cosmopolitanismo, que eran todavía típicos de los antiguos bolcheviques, a pesar de que hubieran aceptado el principio de “socialismo en un solo país”. Aunque confinado en la pequeña isla de Prinkipo según se había acordado con el gobierno turco, Trotski continuaba siendo una amenaza. Publicaba el Boletín de la Oposición, que era una muestra de que recibía información actualizada a través de sus agentes del interior de Rusia. Las críticas y propuestas del boletín… hacía más hincapié en el cambio de liderazgo en el partido, y tenía toda la fuerza del envenenado odio personal de Trotski.
Stalin sospechaba de los viejos militantes del partido, los viejos bolcheviques, entre quienes Trotski pudiera encontrar partidarios. Muchos estaban en desacuerdo con los métodos utilizados por Stalin durante el primer plan quinquenal. Pero no tenían programa alternativo que presentar y siempre apoyaban la línea estalinista en las reuniones del partido. No suponían una amenaza directa y no tenían a nadie a su alrededor que pudiera unirse a ellos en su postura. Además, Stalin les inspiraba respeto y miedo a la vez. Pero ejercían una influencia decisiva y eran tratados con desconfianza.
El asesinato de Kirov decidió a Stalin a entrar en acción. No podía tolerar por más tiempo a aquellos miembros que, como había llegado a convencerse, estaban activa o pasivamente en su contra; tenía que eliminarlos. En su lugar colocaría a hombre jóvenes de la nueva generación, instruidos y preparados para las tareas de dirección, y completamente leales a su persona…”
“En todos los juicios públicos, las acusaciones eran apenas creíbles. El mismo Stalin no podía creérselas y probablemente sabía que habían sido inventadas. Pero dada su profunda convicción de que la influencia de Trotski era un cáncer omnipresente, sospechaba que todos los disidentes estaban de algún modo relacionados con él. En cualquier caso, no le preocupaban delitos determinados: los acusados eran oposicionistas y traidores reales o potenciales. Eran culpables de antemano…”
En este tema controversial me sitúo en un área gris: Por un lado, a diferencia de lo universalmente creído y propagado en occidente, la idea de que Stalin haya estado envuelto en el asesinato de Sergey Kirov me resulta ridícula: Es una teoría sin pies ni cabeza. Kirov, su amigo y mano derecha, asesinado por su propio camarada, que lo tenía en altísima estima y cuyas políticas liberales estaba implementando muy de a poco. Incluso si se hace caso a las fuentes de occidente y se concede la idea de que hubiese considerado a Kirov como un “rival político”, una “potencial amenaza a su poder”, pensar en asesinarlo suena absurdo: Todas las oposiciones a las que Stalin se había enfrentado durante la pugna por la construcción del socialismo tras la muerte de Lenin, habían sido derrotadas una tras otra de forma democrática, mediante debates, discursos, argumentos, evidencias y votos en cada Conferencia y Congreso del Partido, y eso en una época en la que su influencia sobre el mismo no era ni el cuarto de la influencia que ejercía ahora: ¿Por qué entonces matarlo? ¿Por qué no simplemente removerlo del liderazgo? Por todo ello, que Stalin haya tenido un rol en la muerte de Kirov me resulta un sinsentido.
Yo me considero Marxista-Leninista, pero, a diferencia de muchos Marxistas-Leninistas (no sé si la mayoría o no), no me creo el cuento, por ser lo más respetuoso posible, de que las purgas que siguieron al asesinato de Kirov y que claramente fueron consecuencia de este hecho, no hayan sido iniciadas, ni conducidas, de forma premeditada e intencionada, por el propio Stalin. Los argumentos cliché de que “La purga ocurrió de forma espontánea, y terminó saliendose de control”, o de que “los camaradas Yagoda y Yezhov fueron los verdaderos responsables de las purgas”, son aún más ridículos que un rol de Stalin en la muerte del camarada Kirov. Equivale a decir que el Fuhrer no se hallaba al tanto de la persecución judía en su nación y más tarde en toda Europa, que no conocía la verdadera extensión del holocausto, y que el verdadero responsable era Heinrich Himmler, y llegar a esa fantástica conclusión simplemente porque no existe ni un solo documento con la firma de Hitler ordenando la ejecución de judíos, o porque no halla pisado jamás un campo de exterminio. Vamos camaradas, el Capitán siempre está al tanto de lo que ocurre en su barco: Las purgas fueron iniciadas y concluidas por Stalin. Yagoda y Yezhov fueron designados por Stalin y seguían sus instrucciones, más allá de la libertad de acción que hubieren tenido respecto al propio Stalin, y más allá de si su “extremismo” coincidía con el de Stalin o era mucho peor. La pregunta crucial es si las purgas fueron realizadas por una buena causa, o como se propagandea en occidente, por pura ambición política.
Nuevamente a diferencia de los detractores de Stalin, la idea de que las purgas hayan tenido el objetivo simplista y escueto de “eliminar a todos sus posibles rivales al poder, para de esa forma consolidar su “dictadura” sobre la URSS”, me es evidente como una falacia total. Stalin no actuaba por crueldad, sadismo, ambición o ansia de poder político, sino por su firme convicción de proteger a la revolución a como dé lugar. Tenía en mente la seguridad de la URSS y la revolución. Le resultaba evidente que, ante la creciente amenaza de la guerra, y con ella la posibilidad de que cuando las cosas estuvieran mal, hubiere personas tanto en el partido como en las fuerzas armadas que intentarían traicionar a la revolución, pactando, por ejempl en caso de guerra, una paz con los invasores tras la realización de algún golpe de estado. Las posibilidades de que esto ocurriera son perfectamente factibles y es reconocido hasta por historiadores claramente anti-comunistas: Las oposiciones en el partido, que lo eran de forma oculta y pasiva, representaban potenciales “gobiernos alternativos”, que, ante las espectaculares derrotas de las fuerzas armadas soviéticas en 1941, con el enemigo a 20 kilómetros del Kremlin, se hubiesen sentido muy motivadas a intentar algo como lo descripto arriba y como lo que Stalin temía. Era necesario por tanto unir ideológicamente al partido, crear una unidad genuina para fortalecerlo y así defender y salvar a la revolución. Y para ello era necesario depurar al Gobierno, y al partido.
Aunque Stalin actuaba por esa convicción, su actuar se veía exacerbado y "fanatizado" por su creciente paranoia y muy perturbado estado mental, resultado de su desconfianza en otros camaradas por los enfrentamientos contra la oposición, el suicidio de su esposa y el asesinato político de su mano derecha.
El autor Ian Grey afirma que Stalin sabía muy bien que las acusaciones contra los viejos bolcheviques eran a menudo falsificaciones, inventadas como pretexto para deshacerse de ellos por las razones arriba citadas. Honestamente no investigué tanto sobre los juicios en sí mismos, así que no podría dar una opinión personal de qué tan veraces me parecen las acusaciones y justas las sentencias. Es evidente que de haber vivido en la época, y habiendo sido evidentemente culpables, hubiera justificado el accionar de Stalin. Si no hubieren habido pruebas y todo hubiese sido hecho en base a algo tan débil como *posibles* futuras amenazas, jamás hubiera justificado su accionar. Pero en retrospectiva, viendo cómo se desarrolló finalmente la historia, las acciones de Stalin me parecen justificadas y necesarias, y por ello estoy de acuerdo con el proceder de Stalin para proteger la revolución, incluso si occidente tuviera la razón en decir que los acusados eran inocentes, pues de igual forma se hubiesen revelado como amenazas reales contra la revolución en el contexto adecuado, contexto que Stalin se encargó de eliminar hasta como una remota posibilidad.
Extractos de "Stalin" por Ian Grey
“Dos acontecimientos, que afectaron personalmente a Stalin, hicieron retroceder cualquier débil avance que pudiera haber existido. La noche del 8-9 de noviembre de 1932… [Nadia] puso fin a su vida de un disparo, utilizando un pequeño revólver que su hermano Pavel había traído de Berlín.
Stalin estaba anonadado. No entendía por qué su mujer se había quitado la vida. Se revelaba contra las sugerencias de que había sido un marido huraño e inconsiderado, afirmando que siempre la había querido y respetado como esposa. Preguntaba a quienes le rodeaban si había sido realmente importante que no siempre pudiera ir al teatro con ella. El hecho de Nadia pudiera haberse quejado de esto demuestra lo poco que le entendía y le apoyaba en su trabajo.
Estaba herido y exasperado, además, por la nota que le había dejado. Fue destruida inmediatamente, pero su hija se enteró por quienes la leyeron de que la nota estaba llena de reproches y acusaciones, no sólo a nivel personal sino también a nivel político. Era una época angustiosa, cuando el hambre y la violencia habían alcanzado su máxima crudeza en el campo. Probablemente había oído contar a sus compañeros de estudios cosas horribles; estaba horrorizada y le acusaba.
Para Stalin, esta última nota de la mujer a la que había considerado su “amiga más íntima y leal”, fue una traición desoladora. Estaba fuera de sí, dolido y encolerizado. En la ceremonia de la despedida civil se acercó al féretro un momento. De pronto hizo un gesto de rechazo, giró sobre sus talones y se marchó. Ni siquiera fue al funeral. Y creyendo que ella le había abandonado por considerarle enemigo personal, se negó a visitar su tumba en el cementerio de Novo-Devichy… Pero nunca la olvidó, y años después mando que unas ampliaciones de fotografías hechas en la primavera y verano de 1929, cuando ella se sentía feliz, fueran colocadas en las paredes de su apartamento del Kremlin y de la casa de campo. Hablaba obsesivamente de ella, tratando de entender por qué se había quitado la vida.
Svetlana Alliluyeva, su hija, ha escrito que “la muerte de mi madre fue un golpe terrible y abrumador que destruyó su fe en los amigos y en la gente en general”. Su desconfianza en la gente se agudizó en los últimos meses de la vida de Lenin, pero la muerte de su esposa significó el comienzo del enturbamiento de su mente y de la atrofia de sus sentimientos…”
“La inesperada muerte de Kirov en Leningrado, el 1 de diciembre de 1934, fue la otra gran conmoción. La noche del 30 de noviembre estuvo trabajando hasta muy tarde en un informe sobre la reciente reunión del Comité Central, que iba a presentar a los altos cargos del partido en Leningrado. Llegó a la sede de éste, en el instituto Smolny, hacia las 16:30 horas. Se dirigía al despacho de un colega cuando su asesino, Nikolaev, surgió de una esquina y le disparó por la espalda causándole la muerte instantánea. Nikolaev cayó al lado de su víctima y fue detenido.
Leonid Nikolaev tenía entonces treinta años. Había participado en la guerra civil y había sido admitido en el partido sien aún muy joven. Ocupó un cargo en el comisariado de inspección de Leningrado hasta su abolición en enero de 1934. Se le asigno otro puesto, pero al protestar enérgicamente por considerar que había sido injustamente descendido de categoría entró en conflicto con los altos cargos del partido y fue expulsado. Se le readmitió unos dos meses después, una vez se hubo comprometido a aceptar la disciplina del partido. Era obvio, sin embargo, que estaba desequilibrado, al igual que mucha gente de su generación que había soportado los horrores de la guerra civil y las tensiones del primer plan quinquenal. Aunque militante del PCUS, tenía un agudo sentido de la injusticia, y el asesinato político era un medio de expresar su protesta.
Stalin fue informado inmediatamente de la muerte de Kirov. Decidió dirigir personalmente la investigación y abandonó Moscú en tren con destino a Leningrado aquella misma tarde, en compañía de Vorochilov, Molotov y Kaganovich. El asesinato de su íntimo colaborador demostraba con meridiana claridad que estaba rodeado de enemigos dentro del partido. Después de la muerte de su esposa estaba obsesionado por averiguar la causa de su acción. Su muerte había sido un suicidio, pero la muerte de Kirov era un asesinato político. Reaccionó violentamente. No podía admitir la posibilidad de que fuera el acto singular de un demente que trataba de vengarse o de manifestar su protesta. En cada acto de protesta Stalin veía conspiración, traición y felonía.
El asesinato de Uritsky y el atentado contra Lenin llevados a cabo por los socialistas revolucionarios en 1918 habían sido acciones políticas, y parte de una conspiración para derrocar al mando bolchevique. Estaba convencido de que el asesinato de Kirov tenía también sus raíces en una conspiración política, y de que la investigación descubriría los lazos del asesino con los miembros de la oposición, y particularmente con Trotski. La respuesta del partido tenía que ser una campaña de terror y una completa depuración entre la militancia. El descubriría a los enemigos y los aniquilaría a todos sin excepción. Sabía que, de la misma manera que un cirujano que extirpa un tumor maligno a un paciente corta el tejido sano que lo rodea por si estuviera también afectado, gente inocente sufriría en el proceso, pero estas víctimas eran inevitables y no iban a disuadirle de su idea…
Stalin desentrañó el partido, depuró todos los organismos gubernamentales y agobió al pueblo… al lanzar esta campaña de terror y permitir que llegara a tales extremos, Stalin no actuaba por crueldad o por ansia de poder, sino por la convicción de que toda oposición potencial o real (lo que para el equivalía a traición) debía ser erradicada y destruida. Era una época de crisis, la guerra amenazaba y era necesario actuar inexorablemente. Había que asegurar que el partido fuera una organización monolítica, fuertemente consolidada, capaz, bajo su liderazgo, de hacer frente a cualquier desafío y de conseguir una Rusia fuerte y socialista. Estaba completamente decidido a alcanzar estos objetivos que acaparaban su atención. Al mismo tiempo aumentaba su paranoia respecto a su papel de líder, de hombre que pasaría a la historia por estar destinado a llevar a Rusia a esas metas…”
“Obsesionado por las posibles amenazas a su alto designio, Stalin veía enemigos por todas partes. Había llegado a una etapa en la que creía que todos los que no le apoyaban fervientemente o criticaban su política eran enemigos y, en cuanto tales, aliados del campo imperialista y potenciales destructores de la nueva Rusia soviética. Trotski era todavía el archienemigo… Trotski era el representante del institucionalismo y del cosmopolitanismo, que eran todavía típicos de los antiguos bolcheviques, a pesar de que hubieran aceptado el principio de “socialismo en un solo país”. Aunque confinado en la pequeña isla de Prinkipo según se había acordado con el gobierno turco, Trotski continuaba siendo una amenaza. Publicaba el Boletín de la Oposición, que era una muestra de que recibía información actualizada a través de sus agentes del interior de Rusia. Las críticas y propuestas del boletín… hacía más hincapié en el cambio de liderazgo en el partido, y tenía toda la fuerza del envenenado odio personal de Trotski.
Stalin sospechaba de los viejos militantes del partido, los viejos bolcheviques, entre quienes Trotski pudiera encontrar partidarios. Muchos estaban en desacuerdo con los métodos utilizados por Stalin durante el primer plan quinquenal. Pero no tenían programa alternativo que presentar y siempre apoyaban la línea estalinista en las reuniones del partido. No suponían una amenaza directa y no tenían a nadie a su alrededor que pudiera unirse a ellos en su postura. Además, Stalin les inspiraba respeto y miedo a la vez. Pero ejercían una influencia decisiva y eran tratados con desconfianza.
El asesinato de Kirov decidió a Stalin a entrar en acción. No podía tolerar por más tiempo a aquellos miembros que, como había llegado a convencerse, estaban activa o pasivamente en su contra; tenía que eliminarlos. En su lugar colocaría a hombre jóvenes de la nueva generación, instruidos y preparados para las tareas de dirección, y completamente leales a su persona…”
“En todos los juicios públicos, las acusaciones eran apenas creíbles. El mismo Stalin no podía creérselas y probablemente sabía que habían sido inventadas. Pero dada su profunda convicción de que la influencia de Trotski era un cáncer omnipresente, sospechaba que todos los disidentes estaban de algún modo relacionados con él. En cualquier caso, no le preocupaban delitos determinados: los acusados eran oposicionistas y traidores reales o potenciales. Eran culpables de antemano…”
Última edición por EL KAISER el Dom Sep 29, 2019 3:47 pm, editado 1 vez