El sentimentalismo burgués
Paul Lafargue
L'Egalité, 25 de diciembre de 1881
Los burgueses tienen para los animales ternuras angelicales; se sienten más parientes cercanos de los animales que de los obreros.
En Inglaterra, este país oficial de la hipocresía, abundan sociedades para proteger a los perros, los gatos, los gorriones, etc. Todas estas sociedades son unas especuladoras: un cierto número de miembros influyentes (presidentes, secretarios, agentes, inspectores, etc.) es mantenido, y cómodamente, sobre los fondos destinados a los animales: consideran que tienen todas las cualidades requeridas para merecer las solicitudes de los amigos de animales.
De todas estas sociedades, la más molesta, más hipócrita, la más nauseabunda es la sociedad contra la vivisección. Esta sociedad se introdujo en Alemania, donde encontró fuerza almas animales para simpatizar con los dolores de sus semejantes a cuatro patas. Trata de deslizarse en Francia; está conquistando a los radicales, celosos de demostrar que tienen sentimientos delicados que hay que revender. Un cronista radical. Sr. Aurélien Scholl, se declaró el campeón del anti-viviseccionismo y el periódico del jefe del radicalismo, la Justicia, reproduce sus crónicas destinadas a darles ataques de nervios a las burguesas histéricas.
La sociedad de los animales anti-viviseccionistas de Inglaterra se dedicó tanto a intrigar, que consiguió del Parlamento una ley que prohibía las experiencias fisiológicas sobre animales vivos sin un permiso de la policía. He aquí cómo los burgueses tratan a sus hombres ilustres; los degradan hasta el punto de ponerlos bajo el control de los perros de la policía, hasta en su laboratorio. -pero esta sociedad que consiguió tambien paralizar los trabajos de los fisiólogos ingleses no piensa intervenir para enturbiar los placeres de los ricos.
El tiro de pichón, donde se hiere y se mutila a millares de palomos domesticados, para el entretenimiento de algunos aristócratas imbéciles, es ampliamente aprobado por la sociedad anti-viviseccionista; varios de sus miembros influyentes son grandes tiradores de pichón.
Este sentimentalismo es tan turbulento que en el congreso médico internacional desarrollado en Londres al último agosto, Virchow y John Simón consideraron que deberían protestar en nombre de la ciencia alemana e inglesa. John Simón es uno de los inspectores oficiales de las fábricas inglesas. Vió y estudió las torturas a las cuales los tiernos burgueses someten en los presidios capitalistas a los niños, las mujeres y los hombres del proletariado para robarles los frutos de su trabajo. Los denunció con un coraje que jamás conocerán los radicales.
En su discurso en el congreso, estableció que existen dos especies de experiencias: las unas practicadas por fisiólogos sobre algunos animales; otros practicados sobre millares de hombres por especuladores. A manera de ejemplo, citó las experiencias clásicas del profesor Tiersch sobre un ratón para descubrir el modo de propagación del cólera asiático y "las experiencias populares bien conocidas durante ambas epidemias de cólera Asiático de 1848-49 y de 1853-54, que fueron practicados sobre medio millón de seres humanos de los distritos meridionales de Londres, por cierta compañía comercial que proveía estos barrios con agua corrompida".
De momento hacemos experiencias sobre la transmisión de la tuberculosis, con el fin de saber si la leche de las vacas tísicas no comunica la tisis: el fisiólogo sacrifica a sus experiencias algunos conejos y perros; el granjero que vende la leche de sus vacas enfermas sacrifica millares de hombres. Hace dos años de esto, un fabricante de polvos de arroz de Londres, Sr. King, falsificaba su mercancía con polvos arcillosos y arsenicales: bebés cuya piel delicada y cortada había sido salpicada por su droga, murieron envenenados por absorción cutánea de las materias arsenicales. El envenenamiento fue comprobado por autopsias y análisis químicos, el arsénico fué encontrado en los paquetes sellados puestos a la venta entre los tenderos de ultramarinos y los farmacéuticos; King fue llevado delante de los tribunales. Se encontraron doce jurados burgueses para absolverlo.
Hace algunas semanas, el sabio fisiólogo inglés Ferrier, bien conocido por el mundo cientifico de Europa y de América por sus invesrigaciones sobre la localización de las funciones cerebrales, fue llevado ante la policía correccional; había descuidado solicitar un permiso de la policía. El sabio fue condenado a una multa.
He aquí donde acaba el hipócrita sentimentalismo burgués.
El Sr. Bright, radical, fue uno de los que se opuso más enérgicamente al voto de la ley que limitaba el trabajo de las mujeres y de los niños a diez horas al día; y Sr. Bright, hombre piadoso, va cada domingo a leer la Biblia con sus obreras, a las que tortura y a las que roba en su fábrica, durante seis días de la semana. Así como las mata a trabajar sobre la tierra, les hace ganar el paraíso en el cielo.
Un envenenador de niños es remumerado, un sabio es condenado. King, el fabricante de polvos de arroz con arsénico, falsificaba sus productos para aumentar sus beneficios, es decir sus robos; y de ahí su excusa a los ojos de la vigente ley burguesa, promulgada y situada para proteger a los ladrones. Ferrier, el fisiólogo sabio es condenado por haber experimentado en monos y haber tenido como finalidad de sus experiencias sólo el conocimiento científico, sin ninguna idea de lucro, y por ello ven su crimen con los ojos de la ley burguesa. Para conseguir benficios, es decir para robar, les está permitido a los burgueses torturar a seres humanos en los presidios capitalistas y envenenarles con productos falsificados.
El fin santifica los medios.
Paul Lafargue
L'Egalité, 25 de diciembre de 1881
Los burgueses tienen para los animales ternuras angelicales; se sienten más parientes cercanos de los animales que de los obreros.
En Inglaterra, este país oficial de la hipocresía, abundan sociedades para proteger a los perros, los gatos, los gorriones, etc. Todas estas sociedades son unas especuladoras: un cierto número de miembros influyentes (presidentes, secretarios, agentes, inspectores, etc.) es mantenido, y cómodamente, sobre los fondos destinados a los animales: consideran que tienen todas las cualidades requeridas para merecer las solicitudes de los amigos de animales.
De todas estas sociedades, la más molesta, más hipócrita, la más nauseabunda es la sociedad contra la vivisección. Esta sociedad se introdujo en Alemania, donde encontró fuerza almas animales para simpatizar con los dolores de sus semejantes a cuatro patas. Trata de deslizarse en Francia; está conquistando a los radicales, celosos de demostrar que tienen sentimientos delicados que hay que revender. Un cronista radical. Sr. Aurélien Scholl, se declaró el campeón del anti-viviseccionismo y el periódico del jefe del radicalismo, la Justicia, reproduce sus crónicas destinadas a darles ataques de nervios a las burguesas histéricas.
La sociedad de los animales anti-viviseccionistas de Inglaterra se dedicó tanto a intrigar, que consiguió del Parlamento una ley que prohibía las experiencias fisiológicas sobre animales vivos sin un permiso de la policía. He aquí cómo los burgueses tratan a sus hombres ilustres; los degradan hasta el punto de ponerlos bajo el control de los perros de la policía, hasta en su laboratorio. -pero esta sociedad que consiguió tambien paralizar los trabajos de los fisiólogos ingleses no piensa intervenir para enturbiar los placeres de los ricos.
El tiro de pichón, donde se hiere y se mutila a millares de palomos domesticados, para el entretenimiento de algunos aristócratas imbéciles, es ampliamente aprobado por la sociedad anti-viviseccionista; varios de sus miembros influyentes son grandes tiradores de pichón.
Este sentimentalismo es tan turbulento que en el congreso médico internacional desarrollado en Londres al último agosto, Virchow y John Simón consideraron que deberían protestar en nombre de la ciencia alemana e inglesa. John Simón es uno de los inspectores oficiales de las fábricas inglesas. Vió y estudió las torturas a las cuales los tiernos burgueses someten en los presidios capitalistas a los niños, las mujeres y los hombres del proletariado para robarles los frutos de su trabajo. Los denunció con un coraje que jamás conocerán los radicales.
En su discurso en el congreso, estableció que existen dos especies de experiencias: las unas practicadas por fisiólogos sobre algunos animales; otros practicados sobre millares de hombres por especuladores. A manera de ejemplo, citó las experiencias clásicas del profesor Tiersch sobre un ratón para descubrir el modo de propagación del cólera asiático y "las experiencias populares bien conocidas durante ambas epidemias de cólera Asiático de 1848-49 y de 1853-54, que fueron practicados sobre medio millón de seres humanos de los distritos meridionales de Londres, por cierta compañía comercial que proveía estos barrios con agua corrompida".
De momento hacemos experiencias sobre la transmisión de la tuberculosis, con el fin de saber si la leche de las vacas tísicas no comunica la tisis: el fisiólogo sacrifica a sus experiencias algunos conejos y perros; el granjero que vende la leche de sus vacas enfermas sacrifica millares de hombres. Hace dos años de esto, un fabricante de polvos de arroz de Londres, Sr. King, falsificaba su mercancía con polvos arcillosos y arsenicales: bebés cuya piel delicada y cortada había sido salpicada por su droga, murieron envenenados por absorción cutánea de las materias arsenicales. El envenenamiento fue comprobado por autopsias y análisis químicos, el arsénico fué encontrado en los paquetes sellados puestos a la venta entre los tenderos de ultramarinos y los farmacéuticos; King fue llevado delante de los tribunales. Se encontraron doce jurados burgueses para absolverlo.
Hace algunas semanas, el sabio fisiólogo inglés Ferrier, bien conocido por el mundo cientifico de Europa y de América por sus invesrigaciones sobre la localización de las funciones cerebrales, fue llevado ante la policía correccional; había descuidado solicitar un permiso de la policía. El sabio fue condenado a una multa.
He aquí donde acaba el hipócrita sentimentalismo burgués.
El Sr. Bright, radical, fue uno de los que se opuso más enérgicamente al voto de la ley que limitaba el trabajo de las mujeres y de los niños a diez horas al día; y Sr. Bright, hombre piadoso, va cada domingo a leer la Biblia con sus obreras, a las que tortura y a las que roba en su fábrica, durante seis días de la semana. Así como las mata a trabajar sobre la tierra, les hace ganar el paraíso en el cielo.
Un envenenador de niños es remumerado, un sabio es condenado. King, el fabricante de polvos de arroz con arsénico, falsificaba sus productos para aumentar sus beneficios, es decir sus robos; y de ahí su excusa a los ojos de la vigente ley burguesa, promulgada y situada para proteger a los ladrones. Ferrier, el fisiólogo sabio es condenado por haber experimentado en monos y haber tenido como finalidad de sus experiencias sólo el conocimiento científico, sin ninguna idea de lucro, y por ello ven su crimen con los ojos de la ley burguesa. Para conseguir benficios, es decir para robar, les está permitido a los burgueses torturar a seres humanos en los presidios capitalistas y envenenarles con productos falsificados.
El fin santifica los medios.