Su necesidad de la escuela y la nuestra
artículo publicado en Communia en octubre de 2020
—4 mensajes—
Históricamente los movimientos de la clase trabajadora entendieron la educación y la formación como una necesidad humana a satisfacer. La perspectiva primaria de la burguesía era y es, sin embargo, bien diferente. Se ve con claridad en Alemania y España, dos países en los que fracasaron las dos primeras grandes oleadas revolucionarias burguesas (1789-1814 y 1848). Ambos estados instituyeron el control del estado sobre la educación y la educación pública antes de la llegada al poder político de la burguesía: 1794 en Alemania y 1857 en España, con la ley Moyano, pilar del empuje de la burguesía liberal junto con las desamortizaciones. Ambas iniciativas quedarían sin fondos. En el caso español la escuela se entregaba a los municipios -sin fondos por las desamortizaciones- lo que significaba en la práctica que seguía en manos eclesiales. Así que la educación que llegó a los hijos de la clase trabajadora y los campesinos fue poco más allá del catecismo hasta mucho después.
En realidad, la incapacidad para organizar un sistema educativo estatal reflejaba la debilidad de la burguesía nacional en el estado. Y la palabra importante en este caso es: nacional. No es casualidad que los dos hechos que pusieron en marcha los muchos e interminables procesos de reforma educativa en ambos países fueran derrotas militares. En Alemania, la derrota de Prusia en la batalla de Jena en 1806, en España la guerra de Cuba en 1898. Las burguesías española y alemana entendieron que la apatía de obreros y campesinos frente a la guerra, las deserciones masivas y la renuencia frente a los discursos patrióticos, se debía a una insuficiente nacionalización y por tanto a las carencias de un sistema educativo que enseñaba Historia Sagrada en vez de Historia Nacional.
La escuela como cuna de la nación
En Alemania, la discusión será puesta en marcha por Herder y Fichte, los padres del concepto de cultura contemporáneo, es decir, de cultura nacional. En un país de burguesía todavía débil, propondrán construir la nación, es decir la dirección burguesa de la sociedad, desde abajo: codificando, transformando y apropiándose para los valores burgueses las tradiciones populares, uniéndolas a las técnicas nacidas del empirismo y convirtiendo la mezcla en la base de la formación, es decir, del proceso de dar forma, a con-nacionales. Solo así prevalecería la existencia de la nación alemana.
Para eso el sistema de enseñanza debía completar la triada de valores revolucionarios burgueses:
1 Preparar a los niños para la libertad, es decir, para un mundo en el que tendrían que vender por un salario su fuerza de trabajo, el mundo anunciado por el edicto de Emancipación de 1807 que liberaba a los siervos de Prusia de sus obligaciones feudales convirtiéndolos en poseedores de una única mercancía: fuerza de trabajo.
2 Formarlos desde el primer momento en la igualdad legal entre la nobleza y el tercer estado que se presentaba como el horizonte de la reforma legal de un estado que pugnaba por convertirse en nacional unificando el conjunto de regiones de lengua alemana.
3 Y todo ello, por supuesto, en fraternidad, valor fundamental de la religión política burguesa y que no significaba otra cosa, con la división en estamentos en las aulas y en la estructura de mando de los ejércitos.
Dicho de otro modo: Fichte pretendía suplir las carencias revolucionarias de la burguesía alemana, que le impedían imponer su dirección efectiva sobre el conjunto de la sociedad, con la reforma educativa. A falta de arrojo y potencia real entre la clase que cabalgaba el todavía joven capital más allá del Rin, el viejo estado estamental prusiano debía crear la nación para la burguesía. Y lo haría por su propio interés y en sus propios términos:
En cuanto a la duda del Estado sobre si puede cubrir los gastos de una educación nacional, ¡podría convencerse de que con este gasto se cubrirá la mayor parte de los demás de la manera más económica, y que, si sólo se compromete a ello, pronto no tendrá ningún otro gasto grande que hacer! Hasta el presente, la mayor parte de los ingresos del Estado se han gastado en el mantenimiento de los ejércitos permanentes. Hemos visto el resultado de ese gasto; con eso basta; está fuera de nuestro plan profundizar en las razones especiales de ese resultado, que residen en la organización de esos ejércitos. Por otra parte, el Estado que introdujera universalmente la educación nacional propuesta por nosotros, desde el momento en que una nueva generación de jóvenes la hubiera experimentado, no necesitaría ningún ejército especial, sino que tendría un ejército como no ha visto hasta ahora en ninguna otra época.
Toda persona se ejercitaría plenamente en todos los usos posibles de sus poderes físicos y los comprendería inmediatamente, acostumbrándose a soportar todos los conflictos y dificultades; su mente, desarrollada en la percepción directa, está siempre alerta y en posesión de sí misma; en su corazón vive el amor a la comunidad de la que forma parte, al Estado y a su tierra, y este amor destruye cualquier otro impulso egoísta.
El Estado puede convocarlos y armarlos cuando quiera, y puede estar seguro de que ningún enemigo los derrotará.
Pero la escuela no solo daría al aparato burocrático-militar prusiano un ejército nacional, al hacerlo crearía las piezas necesarias para el desarrollo del gran autómata social capitalista, convirtiendo según palabras del propio Fichte toda la vida social en una gran e ingeniosa máquina de presión de relojería, en la que cada parte estará continuamente impulsada por el conjunto a servir al conjunto. Una máquina creada a medida de…
…un muelle resorte cuya vida procede de sí misma, y que tiene movimiento perpetuo;… que regulará y, continuamente mantendrá en movimiento la vida social.
El tal muelle, verdadero espíritu motor de la nación, nos queda claro, no era otro que el capital.
artículo publicado en Communia en octubre de 2020
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Históricamente los movimientos de la clase trabajadora entendieron la educación y la formación como una necesidad humana a satisfacer. La perspectiva primaria de la burguesía era y es, sin embargo, bien diferente. Se ve con claridad en Alemania y España, dos países en los que fracasaron las dos primeras grandes oleadas revolucionarias burguesas (1789-1814 y 1848). Ambos estados instituyeron el control del estado sobre la educación y la educación pública antes de la llegada al poder político de la burguesía: 1794 en Alemania y 1857 en España, con la ley Moyano, pilar del empuje de la burguesía liberal junto con las desamortizaciones. Ambas iniciativas quedarían sin fondos. En el caso español la escuela se entregaba a los municipios -sin fondos por las desamortizaciones- lo que significaba en la práctica que seguía en manos eclesiales. Así que la educación que llegó a los hijos de la clase trabajadora y los campesinos fue poco más allá del catecismo hasta mucho después.
En realidad, la incapacidad para organizar un sistema educativo estatal reflejaba la debilidad de la burguesía nacional en el estado. Y la palabra importante en este caso es: nacional. No es casualidad que los dos hechos que pusieron en marcha los muchos e interminables procesos de reforma educativa en ambos países fueran derrotas militares. En Alemania, la derrota de Prusia en la batalla de Jena en 1806, en España la guerra de Cuba en 1898. Las burguesías española y alemana entendieron que la apatía de obreros y campesinos frente a la guerra, las deserciones masivas y la renuencia frente a los discursos patrióticos, se debía a una insuficiente nacionalización y por tanto a las carencias de un sistema educativo que enseñaba Historia Sagrada en vez de Historia Nacional.
La escuela como cuna de la nación
En Alemania, la discusión será puesta en marcha por Herder y Fichte, los padres del concepto de cultura contemporáneo, es decir, de cultura nacional. En un país de burguesía todavía débil, propondrán construir la nación, es decir la dirección burguesa de la sociedad, desde abajo: codificando, transformando y apropiándose para los valores burgueses las tradiciones populares, uniéndolas a las técnicas nacidas del empirismo y convirtiendo la mezcla en la base de la formación, es decir, del proceso de dar forma, a con-nacionales. Solo así prevalecería la existencia de la nación alemana.
Para eso el sistema de enseñanza debía completar la triada de valores revolucionarios burgueses:
1 Preparar a los niños para la libertad, es decir, para un mundo en el que tendrían que vender por un salario su fuerza de trabajo, el mundo anunciado por el edicto de Emancipación de 1807 que liberaba a los siervos de Prusia de sus obligaciones feudales convirtiéndolos en poseedores de una única mercancía: fuerza de trabajo.
2 Formarlos desde el primer momento en la igualdad legal entre la nobleza y el tercer estado que se presentaba como el horizonte de la reforma legal de un estado que pugnaba por convertirse en nacional unificando el conjunto de regiones de lengua alemana.
3 Y todo ello, por supuesto, en fraternidad, valor fundamental de la religión política burguesa y que no significaba otra cosa, con la división en estamentos en las aulas y en la estructura de mando de los ejércitos.
Dicho de otro modo: Fichte pretendía suplir las carencias revolucionarias de la burguesía alemana, que le impedían imponer su dirección efectiva sobre el conjunto de la sociedad, con la reforma educativa. A falta de arrojo y potencia real entre la clase que cabalgaba el todavía joven capital más allá del Rin, el viejo estado estamental prusiano debía crear la nación para la burguesía. Y lo haría por su propio interés y en sus propios términos:
En cuanto a la duda del Estado sobre si puede cubrir los gastos de una educación nacional, ¡podría convencerse de que con este gasto se cubrirá la mayor parte de los demás de la manera más económica, y que, si sólo se compromete a ello, pronto no tendrá ningún otro gasto grande que hacer! Hasta el presente, la mayor parte de los ingresos del Estado se han gastado en el mantenimiento de los ejércitos permanentes. Hemos visto el resultado de ese gasto; con eso basta; está fuera de nuestro plan profundizar en las razones especiales de ese resultado, que residen en la organización de esos ejércitos. Por otra parte, el Estado que introdujera universalmente la educación nacional propuesta por nosotros, desde el momento en que una nueva generación de jóvenes la hubiera experimentado, no necesitaría ningún ejército especial, sino que tendría un ejército como no ha visto hasta ahora en ninguna otra época.
Toda persona se ejercitaría plenamente en todos los usos posibles de sus poderes físicos y los comprendería inmediatamente, acostumbrándose a soportar todos los conflictos y dificultades; su mente, desarrollada en la percepción directa, está siempre alerta y en posesión de sí misma; en su corazón vive el amor a la comunidad de la que forma parte, al Estado y a su tierra, y este amor destruye cualquier otro impulso egoísta.
El Estado puede convocarlos y armarlos cuando quiera, y puede estar seguro de que ningún enemigo los derrotará.
Pero la escuela no solo daría al aparato burocrático-militar prusiano un ejército nacional, al hacerlo crearía las piezas necesarias para el desarrollo del gran autómata social capitalista, convirtiendo según palabras del propio Fichte toda la vida social en una gran e ingeniosa máquina de presión de relojería, en la que cada parte estará continuamente impulsada por el conjunto a servir al conjunto. Una máquina creada a medida de…
…un muelle resorte cuya vida procede de sí misma, y que tiene movimiento perpetuo;… que regulará y, continuamente mantendrá en movimiento la vida social.
El tal muelle, verdadero espíritu motor de la nación, nos queda claro, no era otro que el capital.
Última edición por lolagallego el Vie Nov 20, 2020 9:53 pm, editado 1 vez