Brecha salarial: ¿mito o realidad?
Enrique Gallart - febrero 2018
—2 mensajes—
Cada vez se habla más de brecha salarial, aunque no es un debate nuevo. ¿Existe realmente este fenómeno? ¿Cómo se explica? ¿Qué medidas para combatirlo?
A medida que nos vamos acercando al Día Internacional de la Mujer Trabajadora, el 8 de marzo, van entrando en la agenda de debate pública más y más temas relacionados con los problemas de las mujeres y la lucha por la emancipación y la igualdad plena. Sin duda esto es un punto a favor del movimiento feminista al haber sido capaz de que se abra el debate social.
Uno de los asuntos que más polémica está generando es la llamada Brecha Salarial. Sin embargo, como en otras muchas ocasiones, este debate está siendo emponzoñado por mitos, medias verdades y mentiras completas, que los sectores más reaccionarios de nuestra sociedad están usando para ningunear y esconder este problema.
¿Existe la brecha salarial?
La brecha salarial es la diferencia observable estadísticamente en la cuantía de los salarios entre hombres y mujeres. Los cálculos de la ONU sitúan esta diferencia en un 23% menos para las mujeres en cómputo global. Para España, los datos de la Agencia Tributaria sitúan la brecha en el 30%.
Pero hay más, pues esta diferencia entre salarios de hombres y mujeres se observa también, con mayor y menor intensidad, si estudiamos los datos por edad, tipo de contrato, cualificación profesional, sector productivo y tramo salarial.
Se observa brecha salarial en términos de edad. Al aumentar esta, aumenta la diferencia de salarios, concentrándose en el tramo superior a los 55 años.
El tipo de jornada, completa o parcial, también contribuye a la brecha salarial entre hombres y mujeres, por la mayor presencia de mujeres en el trabajo a tiempo parcial.
En el trabajo a tiempo completo, especialmente a partir de salarios de 1200€ la presencia de los hombres supera el 50% mientras que comienza a descender de forma progresiva la presencia de mujeres.
En el trabajo a tiempo parcial, las diferencias son todavía más acentuadas. En las escalas salariales inferiores (<680€) la composición es de un 75% de mujeres vs. el 25% de hombres. No hay cierto equilibrio (47% vs. 53%) hasta los rangos salariales superiores.
También hay brecha salarial si se analizan los datos por sectores de actividad debido a que hay sectores más masculinizados y otros más feminizados, y precisamente estos últimos son los que tienen salarios más bajos, como por ejemplo la limpieza industrial y el trabajo doméstico. Pero incluso dentro de cada uno de los sectores económicos se observa brecha.
Por último, hay una diferencia notable en términos de salarios si analizamos las bonificaciones y retribuciones variables: Productividad, peligrosidad, nocturnidad y otros pluses, algunos de ellos pagados a capricho del empresario (el sobre a final de mes). Están detrás de hasta un 44% de la brecha salarial entre hombre y mujeres.
La brecha es una realidad objetiva, probada y contrastada y no hay lugar a discusión sobre su existencia o no. Es asunto debatido y resuelto. Quien niegue su existencia, como hacen algunos voceros de la derecha tendrá que informarse mejor, o bien explicar por qué las matemáticas han dejado de tener validez.
¿Cuáles son las causas de fondo?
Un compañero de CCOO de Enseñanza señalaba el problema al que se enfrentan a la hora de explicar la brecha salarial al conjunto de los trabajadores: En asambleas de trabajadores de la enseñanza pública, al debatir este asunto, algunos trabajadores negaban la existencia de la brecha en su sector, y lo hacían basándose en que no existen diferencias legales que discriminen en salarios entre hombres y mujeres. Ningún convenio colectivo, o legislación laboral española, contiene ninguna referencia discriminatoria en razón del sexo. Este tipo de argumentos es producto de una interpretación formalista y superficial del problema.
La brecha salarial se produce, en primera instancia, porque las siguientes causas:
Hay más mujeres que hombres en las categorías laborales más bajas.
Hay menos mujeres que hombres en puestos de responsabilidad.
Hay más mujeres con contratos a tiempo parcial.
Al entrar en juego estos factores, la igualdad formal, legal, jurídica… se ve superada por una desigualdad estructural de causas mucho más profundas, económicas y sociales.
Ir más allá de la superficie
Desde un punto de vista económico, la característica que diferencia a las mujeres de los hombres en las sociedades capitalistas modernas, es que se ocupan en mayor medida del llamado trabajo reproductivo (hay quien se refiere a ello como trabajo de cuidados). Las mujeres en general dedican más tiempo al cuidado de la familia, de los menores de edad, las tareas domésticas y el cuidado de los mayores y dependientes.
Todas estas tareas forman parte del trabajo reproductivo, es decir, aquel que está destinado a “reproducir” la fuerza de trabajo, producir nuevos obreros, y encargarse del trabado doméstico necesario para que los obreros vuelvan al trabajo al día siguiente en condiciones óptimas para volver a ser explotados por el capitalista.
En las sociedades capitalistas desarrolladas, la desigualdad entre hombres y mujeres ha tenido una tendencia general a reducirse: el acceso a la educación y la alfabetización se iguala, se abren profesiones a ambos sexos, desaparecen las trabas legales, se debilitan las ideas reaccionarias en torno a los roles de los hombres y las mujeres, se desintegra la familia tradicional. Algo apunta en este sentido Karl Marx, en el Manifiesto Comunista:
“Cuanto menores son la habilidad y la fuerza que reclama el trabajo manual, es decir, cuanto mayor es el desarrollo adquirido por la moderna industria, también es mayor la proporción en que el trabajo de la mujer y el niño desplaza al del hombre. Socialmente, ya no rigen para la clase obrera esas diferencias de edad y de sexo. Son todos, hombres, mujeres y niños, meros instrumentos de trabajo, entre los cuales no hay más diferencia que la del coste.“
Pero, a pesar de los avances, persisten en gran medida contratendencias dentro de la misma dinámica histórica, y formas groseras de opresión hacia las mujeres (como la prostitución, los vientres de alquiler, la violencia machista, los exabruptos machistas en medios de comunicación, el sexismo en la publicidad, etc…)
La crisis económica, el aumento del desempleo y la precariedad y la degradación general de las condiciones de vida, fuerzan a miles de mujeres que antes realizaban exclusivamente trabajo reproductivo, a lanzarse, quieran o no, a la búsqueda de un empleo en la economía capitalista productiva: un trabajo asalariado. Ocupan, como muestran las estadísticas, los sectores más precarios y de bajos salarios. Y con frecuencia el papel que juega su salario en la economía familiar es de complemento al salario de su pareja masculina.
Por otra parte, en una economía capitalista, donde el factor último de decisión económica es la ley del máximo beneficio, muchos empresarios optan por prescindir de contratar mujeres para no tener que pagar bajas por maternidad.
A su vez, otros capitalistas, en función de las características de su negocio, preferirán un tipo de plantilla más feminizado y con cargas familiares, más dependiente y menos rebelde. En estos casos se busca la disciplina de la fuerza de trabajo ante los designios del patrón.
Hay casos para todos los gustos, tantos como rasgos específicos de sectores productivos, pero en general, de forma directa e indirecta, el hecho de que el grueso del trabajo reproductivo sigue recayendo sobre las mujeres se hace notar como una fuerza gravitatoria omnipresente.
El meollo de la cuestión
A menudo se ha acusado al marxismo, de no haberse ocupado suficientemente de los problemas de las mujeres como grupo social. Por usar un término amable: este tipo de afirmaciones son, cuando menos, aventureras.
Enrique Gallart - febrero 2018
—2 mensajes—
Cada vez se habla más de brecha salarial, aunque no es un debate nuevo. ¿Existe realmente este fenómeno? ¿Cómo se explica? ¿Qué medidas para combatirlo?
A medida que nos vamos acercando al Día Internacional de la Mujer Trabajadora, el 8 de marzo, van entrando en la agenda de debate pública más y más temas relacionados con los problemas de las mujeres y la lucha por la emancipación y la igualdad plena. Sin duda esto es un punto a favor del movimiento feminista al haber sido capaz de que se abra el debate social.
Uno de los asuntos que más polémica está generando es la llamada Brecha Salarial. Sin embargo, como en otras muchas ocasiones, este debate está siendo emponzoñado por mitos, medias verdades y mentiras completas, que los sectores más reaccionarios de nuestra sociedad están usando para ningunear y esconder este problema.
¿Existe la brecha salarial?
La brecha salarial es la diferencia observable estadísticamente en la cuantía de los salarios entre hombres y mujeres. Los cálculos de la ONU sitúan esta diferencia en un 23% menos para las mujeres en cómputo global. Para España, los datos de la Agencia Tributaria sitúan la brecha en el 30%.
Pero hay más, pues esta diferencia entre salarios de hombres y mujeres se observa también, con mayor y menor intensidad, si estudiamos los datos por edad, tipo de contrato, cualificación profesional, sector productivo y tramo salarial.
Se observa brecha salarial en términos de edad. Al aumentar esta, aumenta la diferencia de salarios, concentrándose en el tramo superior a los 55 años.
El tipo de jornada, completa o parcial, también contribuye a la brecha salarial entre hombres y mujeres, por la mayor presencia de mujeres en el trabajo a tiempo parcial.
En el trabajo a tiempo completo, especialmente a partir de salarios de 1200€ la presencia de los hombres supera el 50% mientras que comienza a descender de forma progresiva la presencia de mujeres.
En el trabajo a tiempo parcial, las diferencias son todavía más acentuadas. En las escalas salariales inferiores (<680€) la composición es de un 75% de mujeres vs. el 25% de hombres. No hay cierto equilibrio (47% vs. 53%) hasta los rangos salariales superiores.
También hay brecha salarial si se analizan los datos por sectores de actividad debido a que hay sectores más masculinizados y otros más feminizados, y precisamente estos últimos son los que tienen salarios más bajos, como por ejemplo la limpieza industrial y el trabajo doméstico. Pero incluso dentro de cada uno de los sectores económicos se observa brecha.
Por último, hay una diferencia notable en términos de salarios si analizamos las bonificaciones y retribuciones variables: Productividad, peligrosidad, nocturnidad y otros pluses, algunos de ellos pagados a capricho del empresario (el sobre a final de mes). Están detrás de hasta un 44% de la brecha salarial entre hombre y mujeres.
La brecha es una realidad objetiva, probada y contrastada y no hay lugar a discusión sobre su existencia o no. Es asunto debatido y resuelto. Quien niegue su existencia, como hacen algunos voceros de la derecha tendrá que informarse mejor, o bien explicar por qué las matemáticas han dejado de tener validez.
¿Cuáles son las causas de fondo?
Un compañero de CCOO de Enseñanza señalaba el problema al que se enfrentan a la hora de explicar la brecha salarial al conjunto de los trabajadores: En asambleas de trabajadores de la enseñanza pública, al debatir este asunto, algunos trabajadores negaban la existencia de la brecha en su sector, y lo hacían basándose en que no existen diferencias legales que discriminen en salarios entre hombres y mujeres. Ningún convenio colectivo, o legislación laboral española, contiene ninguna referencia discriminatoria en razón del sexo. Este tipo de argumentos es producto de una interpretación formalista y superficial del problema.
La brecha salarial se produce, en primera instancia, porque las siguientes causas:
Hay más mujeres que hombres en las categorías laborales más bajas.
Hay menos mujeres que hombres en puestos de responsabilidad.
Hay más mujeres con contratos a tiempo parcial.
Al entrar en juego estos factores, la igualdad formal, legal, jurídica… se ve superada por una desigualdad estructural de causas mucho más profundas, económicas y sociales.
Ir más allá de la superficie
Desde un punto de vista económico, la característica que diferencia a las mujeres de los hombres en las sociedades capitalistas modernas, es que se ocupan en mayor medida del llamado trabajo reproductivo (hay quien se refiere a ello como trabajo de cuidados). Las mujeres en general dedican más tiempo al cuidado de la familia, de los menores de edad, las tareas domésticas y el cuidado de los mayores y dependientes.
Todas estas tareas forman parte del trabajo reproductivo, es decir, aquel que está destinado a “reproducir” la fuerza de trabajo, producir nuevos obreros, y encargarse del trabado doméstico necesario para que los obreros vuelvan al trabajo al día siguiente en condiciones óptimas para volver a ser explotados por el capitalista.
En las sociedades capitalistas desarrolladas, la desigualdad entre hombres y mujeres ha tenido una tendencia general a reducirse: el acceso a la educación y la alfabetización se iguala, se abren profesiones a ambos sexos, desaparecen las trabas legales, se debilitan las ideas reaccionarias en torno a los roles de los hombres y las mujeres, se desintegra la familia tradicional. Algo apunta en este sentido Karl Marx, en el Manifiesto Comunista:
“Cuanto menores son la habilidad y la fuerza que reclama el trabajo manual, es decir, cuanto mayor es el desarrollo adquirido por la moderna industria, también es mayor la proporción en que el trabajo de la mujer y el niño desplaza al del hombre. Socialmente, ya no rigen para la clase obrera esas diferencias de edad y de sexo. Son todos, hombres, mujeres y niños, meros instrumentos de trabajo, entre los cuales no hay más diferencia que la del coste.“
Pero, a pesar de los avances, persisten en gran medida contratendencias dentro de la misma dinámica histórica, y formas groseras de opresión hacia las mujeres (como la prostitución, los vientres de alquiler, la violencia machista, los exabruptos machistas en medios de comunicación, el sexismo en la publicidad, etc…)
La crisis económica, el aumento del desempleo y la precariedad y la degradación general de las condiciones de vida, fuerzan a miles de mujeres que antes realizaban exclusivamente trabajo reproductivo, a lanzarse, quieran o no, a la búsqueda de un empleo en la economía capitalista productiva: un trabajo asalariado. Ocupan, como muestran las estadísticas, los sectores más precarios y de bajos salarios. Y con frecuencia el papel que juega su salario en la economía familiar es de complemento al salario de su pareja masculina.
Por otra parte, en una economía capitalista, donde el factor último de decisión económica es la ley del máximo beneficio, muchos empresarios optan por prescindir de contratar mujeres para no tener que pagar bajas por maternidad.
A su vez, otros capitalistas, en función de las características de su negocio, preferirán un tipo de plantilla más feminizado y con cargas familiares, más dependiente y menos rebelde. En estos casos se busca la disciplina de la fuerza de trabajo ante los designios del patrón.
Hay casos para todos los gustos, tantos como rasgos específicos de sectores productivos, pero en general, de forma directa e indirecta, el hecho de que el grueso del trabajo reproductivo sigue recayendo sobre las mujeres se hace notar como una fuerza gravitatoria omnipresente.
El meollo de la cuestión
A menudo se ha acusado al marxismo, de no haberse ocupado suficientemente de los problemas de las mujeres como grupo social. Por usar un término amable: este tipo de afirmaciones son, cuando menos, aventureras.
Última edición por lolagallego el Lun Nov 23, 2020 7:51 pm, editado 1 vez