Las mujeres: según Marx, ¿una clase o una categoría sexual?
Saliha Boussedra - enero 2019
Marx no se inclina ni hacia un "carácter secundario" de las relaciones entre los sexos, ni hacia la constitución de una clase social de mujeres.
En La ideología alemana (K. Marx y F. Engels, 1846), Marx parece inclinarse hacia una posición según la cual las mujeres constituirían una clase aparte. Procediendo a realizar en esta obra una historia de la formación de las clases sociales, Marx plantea que éstas nacen de la división del trabajo y de la propiedad privada. Situando el origen de la división del trabajo en la división sexual del trabajo y situando a la familia como la primera forma de propiedad privada, todo parece indicar que las mujeres serían una clase aparte. Esta idea parece confirmarse en los escritos de Engels ya que este establece una analogía entre la relación entre un obrero y su patrón y la relación entre una mujer y su marido en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (F. Engels, 1884).
« Es característico del capital aprovecharse de las divisiones naturales o históricas para convertirlas en categorías económicas. »
Sin embargo, en el libro I de El Capital en el cual Marx hace un uso masivo de datos relativos a las mujeres, éstas no aparecen en ninguna ocasión como una clase social. ¿Cómo entender, en estas condiciones, la posición que Marx otorga a las mujeres en sus análisis? ¿Hay que considerar que las relaciones entre sexos, en comparación con la clase social en el libro I de El Capital, son un elementos secundario, o por el contrario debemos otorgarles la posición relevante que se les concede en La ideología alemana?
¿Una clase social de mujeres?
En La ideologia alemana, Marx sitúa efectivamente el origen de la división del trabajo en la división sexual del trabajo. Las mujeres y los niños son representados incluso como «esclavos», como «fuerza de trabajo», según dice. Siendo la división del trabajo, junto a la propiedad privada, la base de las clases sociales, podríamos, a partir de esta interpretación, pensar que en efecto las mujeres constituyen una clase social. Pero no es así en absoluto. En efecto, en La ideología alemana, Marx procede a explicar la génesis de la formación de las clases sociales. Para explicarlo, se centra en la división del trabajo. Pero para que la división del trabajo sea efectivamente la base de las clases sociales, es necesario que, de acuerdo con la concepción de Marx, siga una serie de etapas. La división sexual del trabajo es el origen de la división del trabajo. Pero antes de constituirse en el fundamento de las clases sociales, debe desarrollarse y atravesar otras etapas: la división del trabajo entre el trabajo material y el trabajo intelectual, y la división entre la ciudad y el campo. No es hasta que la división del trabajo se desarrolla hasta provocar la separación de la ciudad y el campo que podemos considerar que tenemos dos clases sociales con intereses contrapuestos: de un lado la ciudad, del otro el mundo rural. Aunque existe claramente una división sexual del trabajo, ésta no está suficientemente desarrollada como para que podamos hablar de una clase social de mujeres.
« Las mujeres se convierten, para el capital, en una categoría económica, en una categoría específica de asalariados. »
¿Supone esto que, para Marx, la división sexual del trabajo es secundaria en comparación con el proletariado? Tampoco se trata de eso en absoluto. Para responder a esta pregunta, es necesario dirigirse al libro I de El Capital. En esta obra, la documentación de Marx se ha enriquecido de forma prodigiosa, y el tratamiento de las mujeres abordando la posición de la mujer tanto en el hogar como en la fábrica adquiere un carácter sistemático. Las mujeres no son ni más ni menos que una categoría de asalariados. En el momento de la redacción de El Capital, Marx es testigo de la entrada masiva de mujeres en el mercado de trabajo después de la llegada de la gran industria. Para él, las mujeres ya son asalariadas, y forman parte del proletariado. Las relaciones entre sexos ni son secundarias ni se sitúan por encima de otras relaciones. Las relaciones entre sexos están plenamente integradas en el marco de un análisis de la clase obrera en su conjunto. Simplemente, la clase obrera, la masa de trabajadores y trabajadoras, no forma de antemano un todo único o un todo que se unifique de forma mecánica. Por el contrario, este todo está dividido en categorías, como categorías de sexo y edad. Es característico del capital aprovechar las divisiones naturales e históricas para convertirlas en categorías económicas. Las mujeres, según la división entre sexos, se convierten para el capital en una categoría económica, una categoría específica de asalariados. Del mismo modo, si abordamos el problema desde el punto de vista de la división natural-histórica de edades, los niños se convierten también, bajo el yugo del capital del siglo XIX, en una categoría económica, una categoría específica de asalariados. Es de este esquema de donde parte el análisis de Marx, y es el cuadro de la trayectoria contradictoria entre estas diferentes categorías de asalariados divididas entre ellas lo que nos interesa.
« Con la entrada masiva de mujeres en el mercado de trabajo, es la división sexual del trabajo en el seno del hogar la que se ve en parte alterada. »
En el libro I de El Capital, el trabajo concreto, real, tiene siempre y de forma sistemática un sexo y una edad (Marx sitúa al mismo nivel la cualificación ya que juega un papel en la división por categorías de los asalariados). Estas categorías presentan elementos constantes en el dominio empírico relativos a los individuos a los que incluyen. Por ejemplo, el salario de la categoría de trabajadores que pertenecen al sexo femenino y a la edad adulta es, de media, inferior al salario de los trabajadores adultos del sexo masculino. Del mismo modo, los individuos incluidos en una categoría pueden presentar elementos constantes que transcienden la clase social como por ejemplo la Ley del Código Civil de Napoleón, que somete al conjunto de las mujeres casadas (ya sean obreras o burguesas) a la autoridad de sus maridos. Esto no significa que las mujeres, en este caso las mujeres de clase obrera que son las únicas que son analizadas por Marx en este Libro I de El Capital, dejen de pertenece al conjunto de la clase obrera.
Contradicción entre la propiedad privada familiar y la propiedad privada capitalista
La particularidad de la categoría de los asalariados adultos de sexo femenino es que de sitúa en el corazón de la contradicción entre dos tipos de propiedad privada. Esta contradicción explica la dificultad de superar los conflictos entre los movimientos socialistas y comunistas de un lado, y los movimientos feministas de otro. Simplificando de forma burda y voluntaria sus intenciones, podríamos decir que las primeras se centran en el trabajo asalariado, mientras que las segundas se enfocan hacia las cuestiones relativas al trabajo doméstico.
Sin embargo, en los escritos de Marx no encontramos nada parecido a esta separación radical entre el hogar y la fábrica. Su análisis no lleva de ninguna forma a una separación entre la vida en el hogar y la vida en la fábrica en lo relativo a la categoría de las mujeres adultas. Éstas se encuentran, por el contrario, atrapadas entre esta trayectoria contradictoria entre el hogar y la fábrica, teniendo en cuenta los efectos que esto produce entre los diferentes miembros de la familia pero también los efectos que produce entre los asalariados. La categoría de las mujeres proletarias forma parte de un todo que es la familia obrera. En el seno de este todo que es la familia obrera, las mujeres sufren la división sexual del trabajo, del mismo modo que los niños sufren una división generacional del trabajo. Cada componente individual de este todo que es la familia debe considerarse de forma dialéctica en su trayectoria entre el hogar y la fábrica, trayectoria en la cual se mezclan, desde luego, las luchas obreras. Es así como se dibuja una violenta contradicción entre dos tipos de propiedad privada: la familia y la fábrica. Si las relaciones que caracterizan a la familia guardan aún un carácter feudal, no es menos cierto que para Marx la llegada del capitalismo trastoca de forma completa esta base económica que es la familia. Con la entrada masiva de mujeres en el mercado laboral, es la división del trabajo en el seno del hogar doméstico la que se ve en parte alterada. En este marco, Marx no desliga la historia del desarrollo de la división sexual del trabajo en el seno de la familia de un lado (desarrollo acelerado por la llegada del modo de producción capitalista) de la historia del desarrollo de la división del trabajo en el seno del mercado laboral, del otro. En el libro I de El Capital, Marx sitúa los dos extremos de las relaciones contradictorias entre estos dos tipos de propiedad privada y de división del trabajo. Sitúa los extremos de estas instituciones sociales que son la familia y la fábrica porque lo que ocurre del lado de la división sexual del trabajo en la fábrica tiene consecuencias en la división sexual del trabajo en el seno del hogar. Las consecuencias sobre la división sexual del trabajo en el seno del hogar pueden a su vez transformarse en luchas obreras para prohibir, por ejemplo, el trabajo en el turno de noche de la categoría de asalariados que representan las mujeres adultas. Es imposible aquí desarrollar todas las consecuencias para la familia y para los asalariados que generó la entrada masiva de mujeres (junto con los niños y adolescentes de los dos sexos) en el mercado laboral con la llegada de la gran industria. No obstante, podemos ver que la cuestión de las relaciones entre sexos no es ni una cuestión secundaria ni una cuestión prioritaria, sino un importante problema fruto de la división en categorías en el seno mismo de la clase obrera y por otra parte de una relación contradictoria entre los dos tipos de propiedad privada que son la familia y la fábrica.
Conclusiones: ¿qué hacer? Articular divisiones categóricas y política de clase
Desde un punto de vista teórico hemos visto que, si las mujeres no son una clase social, de acuerdo con Marx, sino una categoría de asalariados, su interés de clase es evidentemente el interés de la clase obrera. Pero hemos visto que, antes de considerar su interés de clase, los asalariados se ven atravesados por divisiones en categorías que convierten sus intereses, en tanto que clase en su conjunto, en un aspecto secundario. Es por eso que el desafío teórico y social de una política de clase radica en tomar en serio estas divisiones categóricas y en la capacidad de encontrar los medios para sobrepasarlas (la puesta en marcha del régimen general de la Seguridad Social ha permitido, por ejemplo, sobrepasar la división entre la categoría de activos ocupados y la categoría de lo que denominados activos no ocupados, es decir, parados)1. Dicho de otro modo, no es posible relegar las divisiones categóricas a problemas secundarios, sino que se trata, por el contrario, de reconocerlas plenamente y de afrontarlas con seriedad. Una política de clase que no trabaja al mismo tiempo con y contra las divisiones categóricas, pensando que puede pasarlas por alto, parece condenada al fracaso. De forma clara, para llevar a cabo una política de clase, o dicho de otro modo para articular en el interés de la categoría con el interés general de la propia clase, son necesarias las organizaciones como los partidos y los sindicatos.
NdT: En Francia el concepto de Seguridad Social es más amplio que en España, e incluye la protección contra el desempleo y los servicios sociales.
Saliha Boussedra - enero 2019
Marx no se inclina ni hacia un "carácter secundario" de las relaciones entre los sexos, ni hacia la constitución de una clase social de mujeres.
En La ideología alemana (K. Marx y F. Engels, 1846), Marx parece inclinarse hacia una posición según la cual las mujeres constituirían una clase aparte. Procediendo a realizar en esta obra una historia de la formación de las clases sociales, Marx plantea que éstas nacen de la división del trabajo y de la propiedad privada. Situando el origen de la división del trabajo en la división sexual del trabajo y situando a la familia como la primera forma de propiedad privada, todo parece indicar que las mujeres serían una clase aparte. Esta idea parece confirmarse en los escritos de Engels ya que este establece una analogía entre la relación entre un obrero y su patrón y la relación entre una mujer y su marido en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (F. Engels, 1884).
« Es característico del capital aprovecharse de las divisiones naturales o históricas para convertirlas en categorías económicas. »
Sin embargo, en el libro I de El Capital en el cual Marx hace un uso masivo de datos relativos a las mujeres, éstas no aparecen en ninguna ocasión como una clase social. ¿Cómo entender, en estas condiciones, la posición que Marx otorga a las mujeres en sus análisis? ¿Hay que considerar que las relaciones entre sexos, en comparación con la clase social en el libro I de El Capital, son un elementos secundario, o por el contrario debemos otorgarles la posición relevante que se les concede en La ideología alemana?
¿Una clase social de mujeres?
En La ideologia alemana, Marx sitúa efectivamente el origen de la división del trabajo en la división sexual del trabajo. Las mujeres y los niños son representados incluso como «esclavos», como «fuerza de trabajo», según dice. Siendo la división del trabajo, junto a la propiedad privada, la base de las clases sociales, podríamos, a partir de esta interpretación, pensar que en efecto las mujeres constituyen una clase social. Pero no es así en absoluto. En efecto, en La ideología alemana, Marx procede a explicar la génesis de la formación de las clases sociales. Para explicarlo, se centra en la división del trabajo. Pero para que la división del trabajo sea efectivamente la base de las clases sociales, es necesario que, de acuerdo con la concepción de Marx, siga una serie de etapas. La división sexual del trabajo es el origen de la división del trabajo. Pero antes de constituirse en el fundamento de las clases sociales, debe desarrollarse y atravesar otras etapas: la división del trabajo entre el trabajo material y el trabajo intelectual, y la división entre la ciudad y el campo. No es hasta que la división del trabajo se desarrolla hasta provocar la separación de la ciudad y el campo que podemos considerar que tenemos dos clases sociales con intereses contrapuestos: de un lado la ciudad, del otro el mundo rural. Aunque existe claramente una división sexual del trabajo, ésta no está suficientemente desarrollada como para que podamos hablar de una clase social de mujeres.
« Las mujeres se convierten, para el capital, en una categoría económica, en una categoría específica de asalariados. »
¿Supone esto que, para Marx, la división sexual del trabajo es secundaria en comparación con el proletariado? Tampoco se trata de eso en absoluto. Para responder a esta pregunta, es necesario dirigirse al libro I de El Capital. En esta obra, la documentación de Marx se ha enriquecido de forma prodigiosa, y el tratamiento de las mujeres abordando la posición de la mujer tanto en el hogar como en la fábrica adquiere un carácter sistemático. Las mujeres no son ni más ni menos que una categoría de asalariados. En el momento de la redacción de El Capital, Marx es testigo de la entrada masiva de mujeres en el mercado de trabajo después de la llegada de la gran industria. Para él, las mujeres ya son asalariadas, y forman parte del proletariado. Las relaciones entre sexos ni son secundarias ni se sitúan por encima de otras relaciones. Las relaciones entre sexos están plenamente integradas en el marco de un análisis de la clase obrera en su conjunto. Simplemente, la clase obrera, la masa de trabajadores y trabajadoras, no forma de antemano un todo único o un todo que se unifique de forma mecánica. Por el contrario, este todo está dividido en categorías, como categorías de sexo y edad. Es característico del capital aprovechar las divisiones naturales e históricas para convertirlas en categorías económicas. Las mujeres, según la división entre sexos, se convierten para el capital en una categoría económica, una categoría específica de asalariados. Del mismo modo, si abordamos el problema desde el punto de vista de la división natural-histórica de edades, los niños se convierten también, bajo el yugo del capital del siglo XIX, en una categoría económica, una categoría específica de asalariados. Es de este esquema de donde parte el análisis de Marx, y es el cuadro de la trayectoria contradictoria entre estas diferentes categorías de asalariados divididas entre ellas lo que nos interesa.
« Con la entrada masiva de mujeres en el mercado de trabajo, es la división sexual del trabajo en el seno del hogar la que se ve en parte alterada. »
En el libro I de El Capital, el trabajo concreto, real, tiene siempre y de forma sistemática un sexo y una edad (Marx sitúa al mismo nivel la cualificación ya que juega un papel en la división por categorías de los asalariados). Estas categorías presentan elementos constantes en el dominio empírico relativos a los individuos a los que incluyen. Por ejemplo, el salario de la categoría de trabajadores que pertenecen al sexo femenino y a la edad adulta es, de media, inferior al salario de los trabajadores adultos del sexo masculino. Del mismo modo, los individuos incluidos en una categoría pueden presentar elementos constantes que transcienden la clase social como por ejemplo la Ley del Código Civil de Napoleón, que somete al conjunto de las mujeres casadas (ya sean obreras o burguesas) a la autoridad de sus maridos. Esto no significa que las mujeres, en este caso las mujeres de clase obrera que son las únicas que son analizadas por Marx en este Libro I de El Capital, dejen de pertenece al conjunto de la clase obrera.
Contradicción entre la propiedad privada familiar y la propiedad privada capitalista
La particularidad de la categoría de los asalariados adultos de sexo femenino es que de sitúa en el corazón de la contradicción entre dos tipos de propiedad privada. Esta contradicción explica la dificultad de superar los conflictos entre los movimientos socialistas y comunistas de un lado, y los movimientos feministas de otro. Simplificando de forma burda y voluntaria sus intenciones, podríamos decir que las primeras se centran en el trabajo asalariado, mientras que las segundas se enfocan hacia las cuestiones relativas al trabajo doméstico.
Sin embargo, en los escritos de Marx no encontramos nada parecido a esta separación radical entre el hogar y la fábrica. Su análisis no lleva de ninguna forma a una separación entre la vida en el hogar y la vida en la fábrica en lo relativo a la categoría de las mujeres adultas. Éstas se encuentran, por el contrario, atrapadas entre esta trayectoria contradictoria entre el hogar y la fábrica, teniendo en cuenta los efectos que esto produce entre los diferentes miembros de la familia pero también los efectos que produce entre los asalariados. La categoría de las mujeres proletarias forma parte de un todo que es la familia obrera. En el seno de este todo que es la familia obrera, las mujeres sufren la división sexual del trabajo, del mismo modo que los niños sufren una división generacional del trabajo. Cada componente individual de este todo que es la familia debe considerarse de forma dialéctica en su trayectoria entre el hogar y la fábrica, trayectoria en la cual se mezclan, desde luego, las luchas obreras. Es así como se dibuja una violenta contradicción entre dos tipos de propiedad privada: la familia y la fábrica. Si las relaciones que caracterizan a la familia guardan aún un carácter feudal, no es menos cierto que para Marx la llegada del capitalismo trastoca de forma completa esta base económica que es la familia. Con la entrada masiva de mujeres en el mercado laboral, es la división del trabajo en el seno del hogar doméstico la que se ve en parte alterada. En este marco, Marx no desliga la historia del desarrollo de la división sexual del trabajo en el seno de la familia de un lado (desarrollo acelerado por la llegada del modo de producción capitalista) de la historia del desarrollo de la división del trabajo en el seno del mercado laboral, del otro. En el libro I de El Capital, Marx sitúa los dos extremos de las relaciones contradictorias entre estos dos tipos de propiedad privada y de división del trabajo. Sitúa los extremos de estas instituciones sociales que son la familia y la fábrica porque lo que ocurre del lado de la división sexual del trabajo en la fábrica tiene consecuencias en la división sexual del trabajo en el seno del hogar. Las consecuencias sobre la división sexual del trabajo en el seno del hogar pueden a su vez transformarse en luchas obreras para prohibir, por ejemplo, el trabajo en el turno de noche de la categoría de asalariados que representan las mujeres adultas. Es imposible aquí desarrollar todas las consecuencias para la familia y para los asalariados que generó la entrada masiva de mujeres (junto con los niños y adolescentes de los dos sexos) en el mercado laboral con la llegada de la gran industria. No obstante, podemos ver que la cuestión de las relaciones entre sexos no es ni una cuestión secundaria ni una cuestión prioritaria, sino un importante problema fruto de la división en categorías en el seno mismo de la clase obrera y por otra parte de una relación contradictoria entre los dos tipos de propiedad privada que son la familia y la fábrica.
Conclusiones: ¿qué hacer? Articular divisiones categóricas y política de clase
Desde un punto de vista teórico hemos visto que, si las mujeres no son una clase social, de acuerdo con Marx, sino una categoría de asalariados, su interés de clase es evidentemente el interés de la clase obrera. Pero hemos visto que, antes de considerar su interés de clase, los asalariados se ven atravesados por divisiones en categorías que convierten sus intereses, en tanto que clase en su conjunto, en un aspecto secundario. Es por eso que el desafío teórico y social de una política de clase radica en tomar en serio estas divisiones categóricas y en la capacidad de encontrar los medios para sobrepasarlas (la puesta en marcha del régimen general de la Seguridad Social ha permitido, por ejemplo, sobrepasar la división entre la categoría de activos ocupados y la categoría de lo que denominados activos no ocupados, es decir, parados)1. Dicho de otro modo, no es posible relegar las divisiones categóricas a problemas secundarios, sino que se trata, por el contrario, de reconocerlas plenamente y de afrontarlas con seriedad. Una política de clase que no trabaja al mismo tiempo con y contra las divisiones categóricas, pensando que puede pasarlas por alto, parece condenada al fracaso. De forma clara, para llevar a cabo una política de clase, o dicho de otro modo para articular en el interés de la categoría con el interés general de la propia clase, son necesarias las organizaciones como los partidos y los sindicatos.
NdT: En Francia el concepto de Seguridad Social es más amplio que en España, e incluye la protección contra el desempleo y los servicios sociales.